Este viaje surge el día en que resultamos ganadores de un premio proporcionado por los patrocinadores de la 23ª Mostra de Turisme Juvenil consistente en Un Interrail para dos personas por toda Europa. Desde aquí agradecer al CIAJ (Centre d'Informació i Assessorament per a Joves), donde entregamos el boleto ganador en una interesante conferencia sobre China, y a RENFE InterRail que ofrece este servicio tan fantástico, el habernos facilitado tanto este viaje.
InterRail es un billete de tren que permite viajar por 29 países europeos y Marruecos en clase turista. El asiento no está reservado. En caso de querer hacerlo, pues no es obligatorio, cuesta entre 3 y 5 €, y las reservas de literas entre 20 y 35 €. Comprobamos que era aproximadamente una tercera parte o menos del precio normal.
¿Como ver media Europa en tres semanas? El regalo realmente eran kilómetros, así que decidimos hacer tantos como fuera posible. Fuimos en avión hasta Venecia y volvimos en otro desde Ámsterdam. En tren hicimos mas de seis mil kilómetros en tres semanas (del 24 de noviembre al 16 de diciembre de 2006), con dos días en cada ciudad (menos en Berlín que fueron tres), una noche durmiendo en hostels y otra en el tren, y cambio de moneda en seis ocasiones (Europa no está tan unida como parece!!).
A la larga este ritmo frenético acaba castigando. Cada dos días cambia de ciudad, jornada de tren de ocho o diez horas, cena en el tren, desayuno en la cafetería de la estación, reserva billete para el día siguiente, busca hotel, haz turismo a tope antes de que anochezca, al día siguiente más turismo, y a media tarde, habiendo anochecido ya la mayoría de las veces, para la estación otra vez, y vuelta a empezar... Dormir en tren no descansa como en un hostel: hay ruido, traqueteo, las cortinas no cierran bien y dejan entrar la luz, gente entrando y saliendo, cruces de fronteras con policías y revisores que piden documentación y billetes... Y el clima... diciembre es un mes bastante frío en gran parte de Europa y además anochece pronto. Intentamos combatir este frenesí imponiendo un ritmo pausado, y raro fue el día que antes de las 10 de la mañana estábamos en la calle.
Aunque pueda parecer lo contrario, la verdad es que acabamos muy contentos del viaje. InterRail es un sistema fácil y flexible para viajar por Europa. Los trenes suelen ser cómodos y limpios, especialmente los vagones alemanes y las literas checas. Y además es barato, que en un lugar como Europa donde pueden cobrarte hasta 9 € por una porción de pizza en la estación de Estocolmo, es bueno tenerlo en cuenta.
En la web Abierto por vacaciones, de los autores de este relato, encontraréis el texto y fotos originales de este y otros viajes.
Venecia: la ciudad de los canales, góndolas, palacios, iglesias y puentes, la ciudad de Marco Polo y Vivaldi, la ciudad de la marea alta, y de los carnavales. Venecia es un escenario único que no hay que perderse. Hay que recorrerla a pie, perderse entre tanto puente y canal, y entonces buscar algún cartel que nos guíe al punto de interés más cercano. Otra opción son los vaporettos (5 €), o los románticos y caros paseos en góndola (130 € por 45 minutos). Sí, por desgracia, Venecia es tan bonita como cara.
Cogemos un bus en el aeropuerto Marco Polo hasta la Piazzale Roma, cuesta 2,5 € y tarda unos 30 minutos. Son ya las nueve de la noche y vamos directamente a buscar el hotel que teniamos reservado: Hotel Allogi Gerotto Calderan. 55 € habitación doble con baño. Estratégicamente situado a tres minutos de la estación de Sta. Lucia. Internet. Desayuno no incluido. Cambio diario de toallas, pastilla de jabón y champú.
Dejamos las cosas y salimos en busca de una pizza: Pizzería all'Anfora, cerca de la Santa Croce, estupendas pizzas y platos de pasta a buen precio (17 €).
Nuestro primer día de visita empieza en la Santa Croce, próxima al hotel, y callejeamos un poco hasta los Mercados de fruta y pescado de Rialto. Cruzamos su famoso puente abarrotado de tiendas hasta llegar a la Plaza de San Marcos, donde se encuentran la Basílica de San Marcos (3 € acceso terraza), la Torre dell'Orologio, que tiene un reloj que indica la hora, la fase lunar y el zodiaco, el Campanile, el Palacio Ducal, y el Puente de los Suspiros, que comunicaba el Palacio con los calabozos. Comida por la zona (21 €) y postres en la Heladería Nico (1,70 € dos bolas). Desde el muelle de Zattere nos acercamos a la Academia y la Peggy Guggenheim Collection. Por la noche tomamos unos vinos en la zona de Cannaregio.
El segundo día comenzamos visitando el barrio judío y probando algunos dulces y pastas (1,5 €) en sus estupendas pastelerías. Volvemos a la zona de Sta. Croce para ver la Iglesia de Sta. Maria de Frari y la Scuola Grande di San Rocco (7 €), donde se pueden ver hasta ocho Tintoretto. Seguimos hacia el canal, pasamos por la Academia (7 €), que alberga la mayor colección de arte veneciano, y cruzamos el canal hasta la Iglesia de la Salutte. Nos vamos a comer a la Tratoria Ai Tre Scaini, en la isla de Giudecca, vaporetto Zitelle, el típico restaurante de barrio, ambiente tranquilo y familiar, comida buena y casera a precios razonables (35 €). Desde allí vamos a la isla de Murano, camino de la cual está la isla de San Michele, el gran cementerio de la ciudad. Algunas compras en el Supermercado Billa (3660 Canarggio), con precios tipo Dia (precios populares en la ciudad de los sablazos.
Recogemos las cosas del hotel y vamos a la estación de Santa Lucia, que es la más próxima al centro histórico de la ciudad, conectada a tierra firme por un largo puente en uno de los extremos del gran Canal, donde cogeremos el tren a Viena.
Existe la Viena imperial y clásica de los Habsburgo, la colorista y surrealista de Hundertwasser, la musical de Strauss, la Ópera y el vals, la que ves navegando desde el Danubio, la de los cafés y sus tartas, la de las salchichas de frankfurt, la de los jardines, o la de sus innumerables museos e iglesias, y a todas ellas se puede llegar fácilmente paseando entre sus cómodos parques y avenidas. Viena es una ciudad que colmara las expectativas de cualquiera.
Tren EN 239 (20:44 Venezia Sta. Lucia - 08:30 Viena Westbanhof. Reserva: 25 € / 35 € compartimento seis/cuatro. El tren tiene apenas diez vagones, los dos últimos son italianos y el resto austriacos, OBBS. Además de los vagones de asientos, están los compartimentos de literas para dos, cuatro y seis personas. Está limpio, pero hay pocos asientos en el pasillo. Desayuno gratuito, café o te con un par de bollos con mermelada y mantequilla.
Nada mas bajar del tren reservamos asiento para el día siguiente por la noche a Budapest. Vamos al hotel y nos damos una buena ducha. El hotel es el Wombats City Hostel (XV, Grangasse, 6) y está a 10 minutos de la estación de Westbahnhof. 21 € persona en habitación doble con baño y ducha. Toalla pequeña y jabón. Limpio y cuidado. Internet, billar, futbolín. Desayuno buffet libre 3,5 €.
Empezamos por el Sigmund Freud Park y la Iglesia Votiva, siguiendo la avenida Ring llegamos al Rathaus, pasamos un rato en los jardines llenos de puestos navideños. Cruzando el parque se llega al Parlamento, y retomando el Ring a Maria Theresen Platz, donde están el Museo de Bellas Artes y el de Historia Natural. Reponemos fuerzas en el restaurante Centimeter, una cadena de cervecerias de comida barata y abundante donde la comida se sirve por centímetros (17 €). Desde allí a Karlsplatz y el edificio de la Secesión, Scharzenberg Platz, la Plaza Beethoven y el Statpark, donde se encuentra la famosa estatua a Johann Strauss. Para finalizar capricho de lujo en el Café Sacher, un típico café de estilo clásico vienés donde se puede degustar la famosa tarta de chocolate que lleva su nombre, la Sacher Torte. Está detrás del edificio de la Ópera (16 €).
El segundo día directos a ver el Palacio Imperial, donde presenciamos una recepción oficial, banda de música y desfile militar incluido. Camino de la Opera y la Catedral hacemos una paradita técnica en uno de los típicos puestos de salchichas (7 €). Dejamos lo mejor para el final: visitamos dos casas del artista vienés Friedensreich Hundertwasser, Kunsthaus y Hundertwasserhaus, su estilo parece una fusión entre Tim Burton y Ágata Ruiz de la Prada. Nuestra visita a Viena acaba en los jardines Belvedere, donde hay una exposición permanente de Gustav Klim (9 €), aunque desafortunadamente sólo hay diez obras suyas.
No iros de Viena sin probar su famoso apfelstrudel, pastel de hojaldre de manzana, o alguna de sus sabrosas salchichas en los numerosos puestos callejeros por unos 3 €.
Budapest es probablemente la ciudad más interesante de Europa. Dividida por el río Danubio en Buda, la ciudad vieja medieval sobre la colina, y Pest, la moderna metrópoli, tiene una amplia herencia cultural. Por aquí pasaron romanos, tártaros, otomanos, los Habsburgo y el imperio austro-húngaro, soviéticos... Hay sinagogas, mausoleos, pistas de patinaje al aire libre, baños termales y piscinas públicas, enormes parques... Pero lo mejor es que todo está hecho para uso y disfrute de sus ciudadanos, que acuden en masa a estos servicios desplazándose con los ruidosos tranvías o con la línea de metro más antigua del continente.
Tren ER 347 (20:03 Viena - 22:53 Budapest). Reserva: 3,40 €. Compartimento de seis asientos, donde nos toca de compañera de viaje una gallega, un poco pesada la verdad. A las 20:25 la policía austriaca nos pide el pasaporte. A las 20:30 la policía húngara nos pide el pasaporte y a las 20:35 el revisor nos pide los billetes. Pasadas un par de horas, repartidas entre cabezadas y algo de lectura, se oye un enorme estruendo y varios objetos golpean contra la ventana. Vamos en el primer vagón. El tren se detiene de inmediato. Hemos chocado contra algo. El poco pasaje que hay sale al pasillo. La policía húngara acompañada del revisor baja a las vías provista de linternas. Miran bajo el tren y poco a poco se van alejando, buscando hacia atrás el origen del problema. Los minutos pasan. No hay noticias. Todo transcurre en húngaro. La megafonía esta muda. En el compartimento de al lado hay un judío y pruebo suerte: este sí que habla inglés. Me dice que nuestra hora de partida dependerá de que hayamos chocado con algo o con alguien. A los 30-40 minutos, sin mediar palabra, el tren recobra la marcha. Seguramente habíamos chocado con algo.
Con todo el follón llegamos al hotel, que habiamos reservado por internet, casi a la una de la madrugada: Hostal Caterina. 36 € la habitación doble, con baño y ducha compartidos. Muy céntrico, en plena avenida Andrassy. Edificio viejo y decadente, no hay desayuno, ni internet. Seguramente por ese precio pueden conseguirse cosas mejores.
El primer día nos colamos en el metro y nos pillan. Multa al canto, por listos. Perdemos un buen rato en la estación de Keleti Pu reservando litera para Praga. Empezamos la visita por Buda, sobre las colinas, con vistas al Danubio, el Bastión de los Pescadores (mirador construido sobre un mercado medieval de pescado), la Iglesia gótica de San Mateo y el barrio del Castillo, que conserva aún el ambiente de la época de los Habsburgo. Ya en la zona de Pest, habiendo cruzado el Danubio por el Puente de las Cadenas, comemos en el restaurante Gandhi (Vigyázó Ferenc, 4), debajo del restaurante francés Lou Lou. Es un tranquilo y relajante restaurante vegetariano llevado por una comunidad hare-krisna. Puedes confeccionarte tus propias ensaladas, falafels, comida hindú variada o escoger entre sus múltiples zumos (2.240 HUF; 1 € = 252 HUF).
Salimos de comer y ya casi ha anochecido. Un vistazo rápido a la Iglesia de San Esteban, la mas grande de Budapest y a la Ópera. Ya de noche cogemos el metro hasta el Parque Varosliget, donde están los Baños Públicos Szecheny, 13 € por dos horas de vapores, jacuzzis, una docena de piscinas, saunas y baños turcos. Imprescindible. Cenamos en un fast-food hindú (2.840 HUF).
El segundo día dejamos las mochilas en la consigna de Kaleti Pu (900 HUF) y desde allí vamos al Museo Judío y la Sinagoga, la mayor sinagoga activa de Europa y la segunda del mundo. La Iglesia de San Esteban, el Parlamento y después de comer (2.310 HUF) el mercado de Kalvin ter. Ya de noche, la Plaza de los Héroes, al final de la avenida Andrassy, y el Castillo de Vajdahunyad, en Varosliget (el parque municipal), junto al que hay un enorme club de patinaje sobre hielo al aire libre.
Praga tiene fama de tener el centro urbano mas bonito de Europa. Miles de personas la visitan a diario y esto ha contribuido a que sea una ciudad cara para el turista y un lugar donde dar un paso en sus puntos mas emblemáticos se hace casi imposible. A excepción del Castillo a donde es mejor subir en bus o tranvía, Praga es una ciudad pequeña ideal para visitar andando, y para tomar una pilsen (cerveza originaria de Plzen, al norte del país) en alguna de sus cervecerías.
Tren D 733 (19:55 Budapest Keleti - 06:01 Praga). Reserva: 22 €. El primer compartimento para nosotros solos, armarito con espejo y enchufe, mesita rinconera, perchas para las chaquetas y altillo donde dejar las mochilas. A las 22:00 apagamos la luz, pero a las 22:40 nos piden el pasaporte, en la frontera entre Hungría y Eslovaquia. Y a las 00:30 otra vez a mostrar el pasaporte en la frontera entre Eslovaquia y Chequia. No hay quien duerma... El personal de ventanilla en la estación de Praga es bastante borde (como el 90% del personal cara al público son unos amargados, fríos y antipáticos).
Despues de reservar billete para el día siguiente a Varsovia, pasamos un buen rato dando vueltas hasta que localizamos el Hostel Týn. Cuesta 1.100 CZK (1 € = 28 CZK) la habitación doble, con baño y ducha compartidos, moqueta, limpio y silencioso. Céntrico, a un minuto de Staromestske Namesti. Desayuno no incluido. No internet. Se puede aspirar a más.
Empezamos en la plaza de la Ciudad Vieja viendo, apelotonados entre cientos de turistas, como el famoso Reloj Astronómico da las horas. Aquí están también la iglesia gótica de Nuestra Señora de Tyn, la barroca de San Nicolás, y el Monumento a Jan Hus. La calle peatonal Celetna nos lleva a la Torre de la Pólvora, principal entrada a la Ciudad vieja y la Casa Municipal, un buen ejemplo de art nouveau. Comemos en el Havelska Koruna, un local popular y céntrico donde se puede tomar un goulash y una cerveza por apenas 4 €. Las mesas son compartidas y la comida buena y abundante (265 CZK). Un corto paseo nos lleva a Josefov, el antiguo barrio judío, donde destacan la sinagoga Staronova, la más antigua de Europa, y el viejo cementerio. Volvemos al centro, y tomando la calle Karlova llegamos al punto más famoso de la ciudad, el Puente Carlos. Hay más gente que en el metro en hora punta, a mitad del puente un par de bluesman de voz desgarrada amenizan el ambiente. Cuando llegamos a Mala Strana, al otro lado del puente, ya es de noche. Vino caliente (35 CZK) y vuelta al hotel.
Al día siguiente volvemos a cruzar el río Moldava por el puente Carlos, y en Malostranske namesti, centro de Mala Strana, tomamos el tranvía 23 (20 CZK) para subir al Castillo, donde pasamos toda la mañana. Comemos en Novomestsky Pivovar, una antigua cervecería, comida típica checa a todos los precios (536 CZK). Desde allí por Vaclayske namesti, una amplia avenida llena de tiendas de ropa y joyerías, llegamos a la estatua a Wenceslao y la placa homenaje a Jan Palach. Acabamos visitando la Torre Henry y tomando unos tes en la Casa Municipal (100 CZK).
En Varsovia, el 2 de octubre de 1944, la insurrección polaca es derrotada, Hitler como represalia ordena la destrucción total de cada edificio de la ciudad, el 84% de la urbe fue arrasado. La reconstrucción empezó justo después del fin de la guerra y, además de crear una ciudad nueva y moderna de amplias avenidas, recuperó su colorido centro histórico dejándolo tal como era en el siglo XVII.
Tren R 201 (21:18 Praga - 06:39 Varsovia). Reserva 24 € - Al igual que el tren que nos llevó a Praga, aunque huele mejor y está mejor distribuido. Es un compartimento para dos personas, mesita rinconera en cuyo interior esconde un lavamanos con dos grifos, armarito, perchas. En el armarito hay cuatro botellines de agua con gas, uno sin y un par de croissants de chocolate, aparte de una toallita y una pastilla de jabón para cada uno. Nos despiertan una vez a las 2:00 para pedirnos el pasaporte. El destino final del tren es Cracovia, así que apenas se detiene un minuto en Varsovia. Hay que darse prisa en bajar.
Como siempre, primero a dejar las cosas en el hotel: Oki Doki. 140/185 PLN (1 € = 3,9 PLN) la habitación doble sin baño/con baño. A sólo diez minutos de la estación y muy cerca del centro. Limpio y de habitaciones amplias. Cada una está decorada de forma diferente por algún artista local. Buen ambiente, buenos precios y personal muy amable. Hay bar, desayuno incluido e internet gratis.
Empezamos con un largo paseo por la calle Krakowskie, en el que pasamos por delante de la Universidad y paramos en una cafetería a tomar algo caliente. Nos lleva a la Plaza Zamkowy, el acceso a la Ciudad Vieja (Stare Miasto). En la plaza unos pocos cientos desafían al frío para animar a su selección de voleibol en la final del campeonato del mundo frente a Brasil. Un poco más adelante llama la atención el colorido de las fachadas de la plaza Rynek, la antigua plaza medieval del mercado. A su alrededor se encuentran el Museo Histórico de la Ciudad, el Castillo Real, la Catedral de San Juan Bautista, y un montón de callejuelas por donde dar un agradable paseo.
A media mañana nos acercamos al barrio judío. Empezamos visitando el Museo Pawiak, antiguo centro de reclusión y tortura por donde paso el 10% de la ciudad durante la guerra. Comemos en Warszawa Jerozolima, un curioso restaurante de cocina judeo-polaca, con buena comida, aunque no es especialmente barato (131 PLN). Dando un paseo nos acercamos al Umschlagplatz, el punto desde donde los judíos eran deportados a los campos de exterminio. El bus 180 (3 PLN) nos devuelve al hotel. El segundo día lo empezamos en el Palac Kultury i Nauki, un edificio de la época de Stalin que con 230 mts. de altura es el mas alto de la ciudad. Hay un mirador en la planta treinta (20 PLN), el resto del edificio está repartido entre oficinas, museos, teatros, centros lúdico-culturales, restaurantes y tiendas.
El segundo día, tras una rápida visita a la sinagoga Nozyka, la única que quedó en el gueto tras la Segunda Guerra Mundial, y una iglesia en la plaza Grzybowski con una estatua de Juan Pablo II en la puerta, cogemos el autobús 160 (3 PLN) hasta el parque Lazienki. Es el parque más grande de Varsovia, con ardillas, pájaros, senderos, canales de agua llenos de patos y un Monumento a Chopin, el célebre pianista y compositor. En medio del parque esta el carísimo Belvedere, una especie de invernadero reconvertido en restaurante, donde tomamos un chocolate caliente (24 PLN). De vuelta al hotel, compras en el súper y fantástico falafel en un concurrido puesto de la calle Marszal Kowska, antes de dirigirnos a la estación. Aquí cuidado: los trenes se anuncian por el número de andén, no de vía. En cada andén hay dos vías, izquierda y derecha, hay que estar atento a ver por donde pasa (vocabulario básico: tor = vía y peron = andén).
La guía Europa - Travel Bug dice: "La capital histórica de Prusia y el centro cultural de los años 20 es hoy la puerta hacia el Este. 170 museos, 35 teatros, 3 teatros de opera, 2 salas de conciertos, 300 establecimientos de moda, 7.000 bares y restaurantes abiertos hasta el amanecer, y el Love Parade de julio, son elementos que convierten Berlín en una urbe fascinante que no podemos dejar a un lado en nuestro viaje por el centro de Europa". Pues eso, a no perdérselo.
Tren EC 40 (16:25 Varsovia - 22:05 Berlín Ostbanhof). Reserva: 3 €. Me acabo el libro en quince minutos. Seis horas sin lectura se hacen un poco aburridas, aunque se amenizan con las cuatro peticiones de billete y una de pasaporte.
Cogemos un tren hasta Frederichstr Station, cerca de donde se encuentra el hotel Heart of Gold. 25 € por persona en habitación doble con ducha y lavabo, pero sin taza de water (eso es compartido). Limpio y moderno. Bar 24 h, sábanas (5 € de deposito), toallas, desayuno buffet libre (3 €). Hospedándote más de 3 noches el desayuno es gratis. Céntrico, a quince minutos en metro de todas partes y a cinco andando de la Frederichstr Station. Internet: 2 horas valen 5 €. Dejamos las cosas y salimos a cenar al restaurante Rissani, un restaurante marroquí en la calle de detrás del hotel. Tremendo de bueno y de barato. Por 6 € saciado con cus-cus, humus e incluso ayran.
Al día siguiente comenzamos en Alexanderplatz delante de la Torre de Televisión, que tanto nos recuerda a la Perla de Shanghai, donde hay un mirador a 115 metros de altura (7,50 €). Cruzando el parque hacia el río pasamos junto al Rathaus, el Ayuntamiento, y Berliner Dom, la catedral protestante de Berlín. Tras ella está la Isla de los Museos, una zona entre dos canales en la que se encuentran cinco importantes museos: el Museo de Pergamo, el Altes Museum, la Antigua Galería Nacional, el Museo Nuevo y el Museo Bode. Retomamos la calle Under dem Linden, pasando junto al Museo de Historia, visitamos el Guggenheim, y seguimos hasta la Puerta de Brandeburgo, símbolo de la división alemana y la única puerta que queda de la muralla que rodeaba Berlín hasta mediados del siglo XIX. Cruzamos al sector oeste, y en dos minutos ya estamos en el Reichstag, donde puede visitarse de forma gratuita la cúpula diseñada por Norman Foster.
Al día siguiente nos acercamos a Muhlenstr para visitar el muro que dividió la ciudad durante treinta años en teoría para proteger a la zona este del oeste capitalista. El metro nos acerca a Checkpoint Charlie, paso de frontera entre el sector americano y el soviético durante la guerra fría. Un corto paseo nos lleva a Gendarmen Markt, en el barrio francés. Es una plaza llena de edificios de los siglo XVIII y XIX, con dos catedrales casi idénticas (una alemana y otra francesa) separadas por apenas 250 metros.
Después de comer en un fast-food de sopas (7 €), visitamos Tiergarten, un enorme parque en la zona oeste, en cuyo centro se encuentra la Columna de la Victoria Siegessaule, que tras 285 escalones ofrece magnificas vistas de la ciudad (2,20 €). Todavía en la zona oeste visitamos la iglesia Kaiser Wilhelm Gadatchtmiskirche, bombardeada en 1945, pero nunca restaurada.
El último día visitamos el barrio turco, Kreuzberg, y el Monumento al Muro, un cementerio memorial al norte de la ciudad, antes de coger el tren hacia Estocolmo, nuestro desplazamiento mas largo.
Estocolmo es una ciudad construida sobre 14 islas, abierta al mar, de casas estrechas, limpia, cuidada y profusamente arbolada. Aunque también es una ciudad bastante cara. Faltan un par de días para que entreguen los premios Nobel y no se ve ambiente festivo alguno en las calles. ¿Será el frío? La falta de sol, la humedad y el viento hacen que la sensación térmica sea muy baja.
Tren ICE 1610 (15:14 Berlín - 16:50 Hamburgo). Reserva: 3 €. Es un tren moderno de avanzado diseño, asientos con cojín, amplios y confortables, mesita individual y reposa-pies. Los lavabos son tipo avión y los de minusválidos mas grandes que el de casa. Tren EC 37 (17:28 Hamburgo - 21:59 Copenhague). Reserva: 3 €. Tren de tan sólo tres vagones, uno de ellos de fumadores. El tren va haciendo paradas y, al llegar a Puttgarden, el tren se introduce en la bodega de un ferry, con los camiones, para cruzarnos hasta Faerge, en la costa danesa. El trayecto dura 45 minutos y se puede salir a pasear por cubierta. La mayoría de la gente aprovecha para ir al supermercado a comprar alcohol y productos duty free. Tren R 1110 (22:23 Copenhague - 22:58 Malmö). Este tren nos acerca a Suecia a través del puente Öresund, de ocho km de largo y a 71 metros sobre el nivel del mar Báltico. Por lo demás, el típico tren de aeropuerto. Por útimo el tren NZ 2 (23:08 Malmö - 05:55 Estocolmo). Reserva: 17 €. Es el coche cama con peor aspecto que hemos cogido en este viaje. El tren hace pinta de viejo y las barandas de seguridad en las literas son un par de cuerdas. Hay un brick de agua por cama, que son largas y cómodas.
Ya en Estocolmo nos cuesta dar con un lugar para dormir: vamos de un hotel a otro buscando los más baratos, hasta cinco vimos y todos llenos. Nos decidimos por uno céntrico aunque algo caro, el Hotel Tegnerlunden. Cuesta 1.020 SEK (1 € = 9,2 SEK) la habitación doble, amplia, cómoda y acogedora. TV, y baño con ducha. Armarios, internet gratis y desayuno incluido. A diez minutos de la estación de tren, delante de una bonita y tranquila plaza.
Empezamos la visita por el Ayuntamiento, donde dentro de dos días se repartirán los Premios Nobel en la Sala Azul, a la que no nos dejan visitar. Paseamos hasta la isla de Gamla Stand (la ciudad vieja), donde está el Parlamento, el Palacio Real y la Catedral, que contiene un Sant Jordi de 700 años de antigüedad. Pasamos por el Museo Nacional camino de la isla de Djurgarden, donde están el Museo Nórdico y el Museo Vasa, diseñado por Moneo. Cenamos en la calle Drottminggatan, una animada calle peatonal llena de pequeñas tiendas, restaurantes y pastelerías.
Al día siguiente el tren hacia Oslo sale a las 12:15, poco tiempo para hacer turismo, así que nos levantamos tarde disfrutando de nuestro confortable hotel de tres estrellas, desayunamos con calma y compramos alguna cosilla en el supermercado para amenizar el próximo tren.
Oslo esta situada a la cabeza de un fiordo y rodeada de un magnífico paisaje de bosques y colinas. De pequeñas dimensiones, toda ella es accesible a pie. Aún siendo una ciudad cara (su renta per cápita es un 25% más alta que la media de la UE) bien merece una visita, aunque solo sea para ver El grito de Munch en la Galería Nacional.
Tren X2 433 (12:15 Estocolmo - 15:17 Göteborg). Reserva: 3,5 €. Nada que ver con los otros dos trenes suecos que hemos cogido. Moderno, limpio, muy del estilo alemán. Compartimentos de cuatro, en su mayoría con mesa en medio. Conexión inalámbrica en todo el tren. El paisaje tremendo, pequeños pueblos con casas de colores, fiordos, tundra... Tren R 396 (16:40 Göteborg - 20:45 Oslo). No necesita reserva. Corto, rojo y blanco, como la bandera noruega. Dispone de todo tipo de comodidades: vagones de descanso donde no se permite el uso de móviles, máquina de café y chocolate caliente, lavabos con puertas de apertura electrónica...
Es tarde está lloviendo y encima no encontramos hotel. Finalmente, tras hora y media de búsqueda, entramos en el Hotel Borsparken. Precio: 950 NOK (1 € = 8,16 NOK). Muy céntrico, TV, mueble bar, desayuno buffet libre incluido. Al día siguiente cambiamos a uno más barato, Sentrum Pensjonat. Pagamos la 648 NOK por una triple, con baño y ducha compartido. Dispone de cocina comunitaria y sala de TV. En la habitación hay TV y DVD y películas gratis en recepción. Servicio de lavandería incluido (10 NOK el jabón). El dueño, un tío estupendo. Céntrico, a dos calles de Karl Johansgale, y a cinco minutos andando de la estación.
Karl Johans gate es la arteria principal de Oslo: va desde la Estación hasta el Palacio Real. Subiendo por ella los primeros puntos de interés son la Catedral, que está cerrada y en obras, y el Parlamento (Strotinget). Al llegar a la plaza Eidsvolls, donde se encuentra el Teatro Nacional, nos detenemos a ver como patinan un grupo de 30-40 personas en un pequeño estanque helado en medio de la plaza. Nos acercamos al Ayuntamiento, donde asistimos a la llegada de coches oficiales e invitados, anunciados con música de orquesta, a la entrega del Premio Nobel de la Paz. Seguimos por Karl Johans hacia arriba, pasando por delante de la Universidad, hasta el Palacio Real, donde vemos salir a los reyes noruegos, seguramente hacia la ceremonia de entrega del Premio Nobel.
De vuelta pasamos por la Galería Nacional, donde tomamos unas infusiones (65 NOK) y decidimos volver cuando haya anochecido. Hasta entonces visitamos la fortaleza Akershus Slott, una antigua residencia real, desde donde hay buenas vistas de la zona del puerto y el Ayuntamiento. Por fin la Galería Nacional: El grito y La madonna de Munch, Monet, Cezanne, Rodin... Imprescindible. Paseando hasta Aker Brygge, una zona comercial que fue antiguamente un astillero, paramos a ver una exposición en el Nobel Peace Center.
De vuelta al hotel nos encontramos con medio millar de personas que, con velas en las manos, esperan a que Muhammad Yunus, premio Nobel de la Paz 2006, salga a saludar desde el balcón del Grand Hotel. Desafortunadamente nuestra paciencia se agota justo cinco minutos antes de que salga, nos conformamos con oír los vítores a lo lejos.
Al día siguiente, recogemos la ropa limpia y seca después de dos lavadoras nocturnas. Bajo una persistente lluvia salimos a comprar unos juguetitos para los hijos de Judith y Jos, con quienes pasaremos unos días en su casa en Amsterdam.
Copenhague es una ciudad tranquila y sosegada, mitad europea mitad escandinava, tiene un centro peatonal ideal para recorrer a pie, con numerosas plazas, cafés, restaurantes, edificios antiguos, canales, y por supuesto, aunque algo alejada del centro, la imagen más famosa de la ciudad, la Sirenita. Como el resto de Escandinavia es una ciudad muy cara.
Tren R113 (13:00 Oslo - 17:04 Göteborg). No necesita reserva. Corto, rojo y blanco, como la bandera noruega. Conseguimos un buen sitio, con mesita y ventanilla. Trayecto la mar de cómodo. Poco antes de entrar en la estación de Göteborg avisan por metafonía de que los pasajeros que enlacen con un tren a Copenhague pasen por información. Mal rollo... Tren R1105 (17:40 Göteborg - 21:23 Copenhague). Reserva: 6 €. Ha estado lloviendo, hay tramos de vía inundados y tenemos que hacer el tramo hasta Kungsbacka en autobús. Viéndonos la cara de despiste y cansancio, el amable informador nos regala un par de fantásticas y crujientes galletas de chocolate. Tras un cuarto de hora bajo la lluvia nos sentamos en el bus. El trayecto que el tren hace en 18 minutos nos lleva dos horas debido al caos circulatorio que han provocado las lluvias. Al llegar a Kungsbacka hay que correr para coger el tren. Poco antes de llegar a Malmö nos enteramos de que el tren acaba aquí su recorrido. Hay que cambiar de tren. Por suerte es la vía de al lado. Con todo llegamos a Copenhague sólo con una hora de retraso, en gran parte gracias a la ayuda que hemos recibido de cuantos suecos nos hemos encontrado por el camino (no hay megafonía en inglés en estos trenes).
La calle Istedgade, detrás de la estación, esta llena de hoteles a lado y lado de diferentes precios y categorías. En vista de los problemas que habiamos tenido en Estocolmo y Oslo, habiamos reservado hotel por internet el Hotel Absolon. Precio: 660 DKK (1 € = 7,44 DKK). La apariencia es buena, pero luego la habitación que nos tocó era una mierda. Apenas un cuchitril cutre y sucio, con cama de 1,80 mts, y una ducha y baño compartido por cada 10 habitaciones. Desayuno incluido.
Al día siguiente cambiamos a un hotel mas digno, el Hotel Selandia. Cuesta 775 DKK la habitación doble, confortable, con baño y ducha, TV, secador de pelo, y desayuno incluido. Internet gratuito.
Nuestro paseo por Copenhage empieza no entrando al Tivoli (70 DKK), un parque de atracciones en medio de la ciudad donde va la gente a pasar el día. Vamos directamente a Radhuspladsen, donde se encuentra el Ayuntamiento, donde la entrada es gratuita, pero subir a la torre cuesta 10 DKK. Paseamos por la calle Ostergade, centro de la ciudad, una vía peatonal llena de tiendas y restaurantes, hasta las plazas Vieja y Nueva, donde están la Fuente de la Caridad y la casa donde vivió Kirkegard. Llegamos a la Iglesia del Espíritu Santo, la más antigua de la ciudad y finalmente a la plaza Nongens Nytorv donde hay una pista de patinaje sobre hielo.
Cruzamos el Canal Nyhavn, y dando un paseo de mas de media hora por la calle Bredgade llegamos a Churchill Park, en cuyo centro se encuentra el Castellet, la fortificación militar con barracones en activo más antigua de Europa. Pero su principal punto de interés se encuentra en un extremo del parque, es Den Lille Havfrue, o sea La Sirenita. Para volver al centro cogemos el tren en Osterport.
Al día siguiente visita a la Galería Nacional, que los miércoles es gratis, y a Christiania, la ciudad libre de los '70, una antigua comuna hippy que ha vivido épocas mejores, ahora abundan yonkies y camellos. Merece la pena una visita, aunque sin bajar la guardia.
Vuelta al centro y visita a Nikolaj, una antigua iglesia en la que ahora se hacen exposiciones de arte moderno. De vuelta al hotel empieza a llover.
El día 14 salimos para Ámsterdam desde Copenhague, lo pasamos prácticamente todo él en el tren.
Tren EC 38 (07:50 Copenhague - 12:16 Hamburgo). Reserva: 3 €. Sin novedad. Un tren cómodo, compartimento abierto con mesa de cuatro para nosotros solos. Como al ir de Berlín a Estocolmo, el tren sube a la bodega de un ferry en Faerge con destino a Puttgarden. El trayecto dura 45 minutos y se puede salir a pasear por cubierta, aunque llueve y hace viento y frío. Tren ICE 927 (13:46 Hamburgo - 15:35 Osnabrückague). Reserva: 3 €. Parada de hora y media en la estación de Hamburgo. Comemos un plato de pasta y un zumo. Aunque el tren sale con algo de retraso llegamos a destino puntuales. Típico tren alemán de los muchos que hemos visto ya. Servicio de café a bordo, aunque de pago. Por último tren IC 142 (15:50 Osnabrück - 19:01 Ámsterdam). Osnabrück parece un sitio pequeño, aunque es difícil decirlo desde el andén de la vía 12. El interior del tren es un poco más cutre, aunque igualmente cómodo, mesita en el asiento delantero como en los aviones, espacioso como para poder estirar las piernas. Cercanías a Heemstede. Los trenes de corto recorrido son sucios y feos.