Elegimos pasar un largo fin de semana en Venecia aprovechando una oferta de Ryanair, con la que volamos a Bolonia por 2 euros. Desde allí fuimos en tren hasta Venecia, donde pasamos un par de días recorriendo sus calles y canales, disfrutando de ese ambiente decadente que tanto ha fascinado a millones de personas de todo el mundo. Nos centramos en principio sólo en la isla de Venecia.
Volamos a Bolonia desde Valencia. Nuestro vuelo tiene su salida a las 17:30, pero se retrasa 2 horas. La verdad es que es la primera vez que tenemos un retraso así con Ryanair y puede suponer un problema, ya que hasta llegar al hotel que hemos reservado en Venecia debemos de enlazar una serie de transportes y no puede fallar ninguno. Nuestra ruta debe de ser: Valencia-Bolonia (avión), Bolonia-Venecia (tren), Venecia-isla de Venecia (bus), y por último un vaporetto que nos lleve hasta la parada más próxima a nuestro hotel. Finalmente despegamos de Manises a las 19:30 y tras un vuelo de 1:40 aterrizamos en el aeropuerto de Bolonia.
Para llegar desde el aeropuerto hasta la ciudad de Bolonia hay dos opciones: el taxi o el autobús. Nada más salir de la terminal de llegadas está la parada de taxis. A la derecha de los taxis está la de autobuses. El bus hasta la estación de trenes de Bologna cuesta 5 € y tarda unos 20 minutos.
Al llegar a la estación nos dicen que el próximo tren hasta Venecia no sale hasta las 23:20. No tenemos otra opción, así que compramos el billete (24 € i/v) y nos metemos en el McDonald's de la estación a tomar algo. El tren es un regional y viajamos en segunda clase. Es bastante cómodo, son compartimentos cerrados de seis asientos, los cuales se pueden abatir para echar una cabezadita. Llegamos a Venecia-Mestre a la 01:00.
En Venecia hay dos estaciones de tren: la de Mestre y la de Santa Lucía. La de Santa Lucía es la mejor opción para ir a Venecia, puesto que está en la misma isla, pero nuestro tren sólo llega a la de Mestre. Así que ahora toca llegar hasta la isla de Venecia. Al salir de la estación cogemos un autobús en la parada que hay justo enfrente del hotel Plaza, junto a la parada de taxis. Son las 00:30 y al ser sábado, el autobús que para es una especie de autobús nocturno para la gente que va de fiesta a Venecia y lo mejor de todo es que es gratis. El trayecto hasta la Piazza di Roma, ya en Venecia, dura apenas 10 minutos.
En la misma plaza di Roma, debajo del puente de Santa Chiara (diseñado por el valenciano Calatrava), hay una parada del vaporetto. Los vaporetto son una especie de autobuses acuáticos que surcan Venecia. El billete sencillo cuesta 6,5 euros y es sólo de ida. También existen los bonos de varios días. Hay tres líneas que recorren la isla entera e incluso llegan hasta alguna de las islas vecinas.
Cogemos la línea 1 y nos bajamos en la parada de San Stae. Desde allí vamos callejeando hasta Il nido di Giuletta e Romeo, hotel donde hemos reservado a través de su web. Para llegar al hotel desde la parada del vaporetto hay que seguir las instrucciones que éste da en su web, ya que Venecia, entre sus callejuelas y canales, es un auténtico laberinto, y más cuando se llega por primera vez y a las dos de la mañana. El hotel está enclavado en un antiguo edificio y es una auténtica preciosidad, tiene sólo 6 habitaciones, siendo todas ellas diferentes y con un estilo muy personalizado.
Desayunamos en la vanguardista cafetería del hotel y nos preparamos para recorrer la ciudad de los canales. Nada más salir a la calle nos recibe un intenso frío que nos acompañará toda la jornada. Lo primero que hacemos es dirigirnos al puente del Rialto, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, como dicen los venecianos: Il cuore de la cittá. Allí, como no, nos encontramos a un grupo de japoneses haciéndose un millón de fotos en unas poses que sólo a ellos se les pueden ocurrir.
Desde allí vamos callejeando hasta la Piazza de San Marco, patrimonio de la humanidad y lugar estrella de toda visita a Venecia que se precie. No hay mucha gente y el ambiente que allí se respira es genial. Entramos al museo de la Basílica de San Marco (4 €) y disfrutamos, sobre todo, de las vistas que hay desde su terraza de la planta superior.
Desde allí nos dirigimos al cercano Palacio Ducale (12 €). Esta visita nos parece bastante más interesante que la de la Basílica y estamos un buen rato. Uno de los platos fuertes es la antigua prisión de la Inquisición que hay en los sótanos del Palacio y como no, la famosa vista del Puente de los Suspiros, llamado así por ser el último sitio desde que los prisioneros veían el cielo y el mar.
Como ya se va haciendo la hora de comer nos vamos a buscar un restaurante que le han recomendado a Valle y que está fuera del, digamos, circuito turístico. Se trata del restaurante Corte Sconta, en la calle Del Pestrin, dentro del barrio de San Marco, pero al llegar a él resulta que está cerrado por vacaciones, nuestro gozo en un pozo.
Comenzamos a callejear y a perdernos por las callejuelas y canales (principal pasatiempo de todo el que visita Venecia) y damos con el restaurante Agli Artisti, en la calle Castello. Es un sitio muy bonito con una excelente cocina veneciana. Elegimos un antipasti a base de pescado y un rissotto con frutti di mare que está para morirse. El camarero es un cachondo y nos invita a unos chupitos de limongelo.
Después de comer seguimos callejeando y pateándonos la ciudad llegando hasta el puente de Santa Chiara, y de allí al hotel a pegarnos una ducha para salir a conocer un poco la misteriosa noche veneciana.
Paseamos hasta la Piazza de San Marco maravillados por lo bonita que está la ciudad por la noche, con sus decadentes edificios iluminados por los juegos de luces indirectas.
Desde allí comenzamos a callejear hasta llegar al barrio de Cannaregio, donde cenamos unas pizzas.
De vuelta al hotel paramos en un puesto de cócteles que hay en la calle Rio Terra Lista di Spagna. Es muy curioso, puesto que sirven cócteles fríos y calientes. Con el frío que hace a esas horas, la estrella es una especie de sangría caliente con frutas. Me pido un vaso y la verdad es que te calienta hasta el alma.
Con nuestro vaso de sangría caliente nos retiramos hasta el hotel deambulando por las calles solitarias de Venecia.
Después de desayunar en el hotel nos dirigimos a conocer los barrios de San Polo y Dorsoduro. Hoy es lunes y hay mucho más ambiente que ayer, puesto que todos los comercios están abiertos. Incluso para terminar de alegrar el día, el sol lucha por dejarse ver entre la maraña de nubes que hay en el cielo veneciano. Comenzamos a pasear con el objeto de llegar hasta la Punta de la Sallute, justo enfrente de la Piazza de San Marco que es donde acaba el canal grande.
Al mediodía, y todavía en el barrio de San Polo, nos metemos en el bar Ai Nomboli, en la calle Tera dei Nomboli, con el objeto de tomar un vino y unas tapas, y es que, al igual que a nosotros, a los venecianos les encanta eso de ir de tapas. Pedimos un vino rosso (tinto) itailano y una tapa de queso camembert con espárragos trigueros que tira para atrás.
Después atravesamos el barrio de Dorsoduro, parando cada dos por tres en las numerosas galerías de arte que hay en sus calles, contemplando incluso obras del castellonense Juan Ripollés. Seguimos perdiéndonos hasta llegar a la Punta de la Sallute, pasando por la Galería de la Academia y por la imponente Santa María de la Sallute. Tras las fotos de rigor de las magníficas vistas que existen desde la Punta de la Sallute, y aprovechando que ha salido el sol, decidimos coger un vaporetto.
Lo cogemos en la cercana parada de Salute. Queremos recorrer el canal grande por completo, por lo que cogemos la línea 1 en dirección a la Piazza di Roma. El precio es de 6,5 €, pero creo que llevan un poco de descontrol, puesto que subimos junto a un grupo de turistas franceses, hacemos todo el trayecto haciendo fotos y nadie nos cobra.
Tras este trayecto en vaporetto de una media hora de duración, nos vamos al barrio de San Marco a buscar un sitio para comer. Lo hacemos en el restaurante Asso di Cuori, en la calle San Lio, entre el puente de Rialto y la Piazza San Marco. No recomiendo este restaurante, puesto que comemos un menú degustación, que resulta ser bastante flojete. Para resarcirnos cruzamos la calle y nos metemos en una pasticceria y nos pedimos unos chocolates y unos dulces típicos venecianos de pistachos que están de muerte.
Después de comer nos quedamos haciendo unas compras por la zona del Rialto. De allí nos vamos al hotel a pegarnos una reparadora ducha de agua caliente, y es que la temperatura durante todo el día no sube de 5 grados y la humedad se cala en los huesos de una manera bestial.
Esta noche hace mucho frío y está cayendo una espesa niebla sobre la ciudad, lo que hace aún más místico recorrer sus calles. Elegimos para cenar el restaurante Al Chianti, en la calle Larga di San Marco, muy cerca de Piazza San Marco. Es un pequeño local con unos camareros muy simpáticos. Por casualidad todos los que nos estamos cenando en ese momento somos españoles y se crea un ambiente muy agradable en el que los camareros no paran de bromear. Además de por el personal, recomiendo el lugar por su cocina.
Antes de empezar a cenar nos tomamos un Bellini, cóctel ideado por Giuseppe Cipriani en el Harry's Bar de la ciudad, o sea, más veneciano imposible. Está compuesto por zumo de melocotón y champagne. Después elegimos una tabla de quesos que estaba simple-mente espectacular, destacando una sublime gorgonzola. Recomiendo también la lubina a la naranja y los gnocchi a los cuatro quesos.
Después de cenar, volvemos dando nuestro último paseo por Venecia, una ciudad que ya ocupa uno de los primeros puestos en nuestra lista de lugares imprescindibles.
Tras desayunar hacemos el check out y nos vamos dando un paseo de 15 minutos hasta la estación de tren Santa Lucía.
Salimos a las 11:00 en un regional con destino a Bologna, lugar al que llegaremos a las 13:00. Al ser un billete reservado unos días antes hay que validarlo en la estación, cosa que nosotros ignorábamos y por supuesto no hicimos.
Una vez en marcha, al pasar el revisor, éste nos dice que el billete sin validar no vale y que hay que pagar una multa, pero tras poner nuestra mejor cara de "lo sentimos mucho, no somos de aquí", el amable revisor, con su look italiano "bufandita y gomina" nos perdona la multa.
En la estación de tren de Bologna cogemos un autobús (5 €) que nos lleva al aeropuerto, donde a las 14:55 despega nuestro avión a Valencia, poniendo así fin a otro fin de semana viajero.
Y para terminar, un aviso para navegantes: en el aeropuerto de Bolonia, el personal de Ryanair es realmente estricto con el control del peso y la cantidad de equipaje de mano.