Esta es la guía y relato de un viaje por libre de 29 días por Chile -unos 27 días efectivos de viaje- que hicimos dos adultos y nuestra hija de 13 años en verano de 2024, visitando la isla de Rapa Nui (el nombre oficial y autóctono de la isla de Pascua), el Norte Grande y la zona central del país.
Después de regresar de este viaje tuvimos la sensación de haber hecho tres viajes en uno. La razón principal de ello son las grandes diferencias en paisajes, climas, historia y cultura que, a causa de su peculiar geografía y dimensiones, encontramos en las diferentes zonas de este país sudamericano.
Así, los paisajes desérticos y de puna del norte del país poco a ver tienen con los verdes valles y montañas de la zona central chilena.
Pero el caso de Rapa Nui es aún más paradigmático, puesto que sus paisajes, historia, cultura y carácter totalmente polinesio hacen que, desde esta diminuta isla, el continente, y el país al cual pertenece, se vean a años luz, y no solo por la enorme distancia geográfica que la separa de él.
Abarcar la gran cantidad de lugares de interés que ofrece Chile en un solo viaje es del todo imposible, al menos en un viaje de pocas semanas y sin estar todo el día de avión en avión para visitar las diferentes regiones a la velocidad de la luz.
Para este viaje los dos grandes objetivos que nos propusimos fueron la isla de Rapa Nui y la región natural del Norte Grande, la cual incluye buena parte del desierto de Atacama. El resto de días los destinamos a la zona central chilena, alrededor de Santiago de Chile, ya que esta ciudad fue nuestro punto de entrada y salida del país.
La visita a las regiones meridionales de Chile no la contemplamos en esta ocasión por no disponer de más días, pero también porque este viaje coincidía en fechas con el pico del invierno austral y, para nuestro gusto, no es la mejor época para viajar a aquellas tierras.
De hecho, en el viaje a la Tierra del Fuego y a la Patagonia argentinas, del año 2002, tuvimos el privilegio de visitar el extraordinario Parque Nacional Torres del Paine en una incursión en territorio chileno desde El Calafate. A pesar de todo, tenemos pendiente un viaje por el sur chileno, desde la isla de Chloé hasta Punta Arenas y más al sur.
Chile, en general, y la isla Rapa Nui en particular, no son un destino nada barato y hay que disponer de un presupuesto elevado a causa de su lejanía geográfica, la singularidad de Rapa Nui y el elevado nivel de vida del país.
Pero la recompensa es vivir de primera mano la experiencia de visitar lugares únicos y disfrutar de paisajes absolutamente increíbles, entre otras muchas razones, que hacen que valga mucho la pena cada euro gastado.
Del 20 de julio al 17 de agosto de 2024.
Día 1: Barcelona (BCN) → →
aeropuerto Madrid (MAD) →
→
- aeropuerto Santiago de Chile (SCL) - Santiago de Chile
Día 2: Santiago de Chile
Día 3: Santiago de Chile - aeropuerto Santiago de Chile (SCL) → →
aeropuerto Rapa Nui (IPC) - Hanga Roa
Día 4: Hanga Roa - ruta en coche por la costa este I norte - vuelta por el centro de la isla - Hanga Roa > [57 km]
Día 5: Hanga Roa - Rano Kau - Hanga Roa - Ahu Tahai - Hanga Roa - Anakena - Ahu Huri A Urenga - Hanga Roa > [77 km]
Día 6: Hanga Roa - Toki Rapa Nui - playa Anakena - playa Ovahe - Hanga Roa - puesta de sol en Ahu Tahai - Hanga Roa > [54 km]
Día 7: Hanga Roa - Ahu Akivi - Ahu Te Pito Kura - Ahu Tongariki - Rano Raraku - Ahu Akahanga - Vaihu - Hanga Roa > [69 km]
Día 8: Hanga Roa - Orongo - Rano Kau - Ahu Vinapu - Puna Pau - Hanga Roa > [49 km]
Día 9: Hanga Roa - aeropuerto Mataveri (IPC) → →
aeropuerto de Santiago (SCL) - Pudahuel
Día 10: Pudahuel - aeropuerto de Santiago (SCL) → →
aeropuerto Calama (CJC) - San Pedro de Atacama > [112 km]
Día 11: San Pedro de Atacama - Valle de la Luna - miradores de Piedra Coyote y de Ckari - San Pedro de Atacama > [54 km]
Día 12: San Pedro de Atacama - mirador volcán Licancabur - humedales del río Quepiaco - mirador Salar de Pujsa - Monjes de la Pacana - mirador de la Caldera La Pacana y el salar de Aguas Calientes - mirador Salar y laguna de Tara - mirador salares de Loyoques y Quisquiro - San Pedro de Atacama > [267 km]
Día 13: San Pedro de Atacama - Socaire - Salar de Aguas Calientes / Piedras Rojas - Laguna Miscanti - Laguna Miñiques - Socaire - Laguna Chaxa - San Pedro de Atacama > [340 km]
Día 14: San Pedro de Atacama - Géiseres del Tatio - humedales del río Putana - Machuca - Termas de Puritama - Guatín - San Pedro de Atacama > [178 km]
Día 15: San Pedro de Atacama - Quillagua - Geoglifos de Pintados - Iquique > [475 km]
Día 16: Iquique - ruta Costanera-Playa Blanca - Playa Brava - duna Cerro del Dragón - Playa Covancha - Mall Zofri - Iquique > [58 km]
Día 17: Iqique - salitreras Humberstone y Sta. Laura - Huara - geoglifo gigante de Huara - Arica > [352 km]
Día 18: Arica - Playa La Capilla - El Morro - Arica - Putre > [169 km]
Día 19: Putre - ruta P. N. Lauca - Paricanota - Putre > [138 km]
Día 20: Putre - San Miguel de Azapa - Geoglifos de Chiza - Camarones - Iquique > [439 km]
Día 21: Iquique - paradas ruta 1 - Tocopilla - geoglifos Chug Chug - Calama > [402 km]
Día 22: Calama - aeropuerto de Calama (CJC) → →
aeropuerto de Santiago (SCL) - San Francisco de Mostazal - Santa Cruz > [227 km]
Día 23: Santa Cruz - Huique - Palmilla (Viña Maquis) - Santa Cruz > [57 km]
Día 24: Santa Cruz - Lolol - Pichilemu - Valparaíso > [350 km]
Día 25: Valparaíso
Día 26: Valparaíso - Viña del Mar - Concón - Viña del Mar - Valparaíso > [60 km]
Día 27: Valparaíso - Zapallar - P. N. La Campana (Ocoa) - Santiago de Chile - Pudahuel > [214 km]
Día 28: Pudahuel - aeropuerto de Santiago (SCL) → →
... (vuelo nocturno)
Día 29: ... → →
aeropuerto de Madrid/Barajas (MAD) →
→
Barcelona (BCN)
Esta ruta de 27 días efectivos por territorio chileno, con inicio y final en el aeropuerto internacional de Santiago (aeropuerto Arturo Merino Benítez; código: SCL), se compone, en realidad, de tres tramos claramente diferenciados entre sí a causa de su lejanía y diversidad: la isla de Rapa Nui y las regiones naturales de Norte Grande y zona central.
Sumando los desplazamientos en avión y las distancias recorridas con cada uno de los tres coches alquilados recorrimos un total aproximado de 38.000 km, casi una vuelta completa a la Tierra siguiendo la línea del Ecuador.
Llegados a Santiago de Chile estuvimos un día completo en la capital para visitar algunos de sus puntos de interés y también para descansar un poco del largo viaje transoceánico desde Barcelona.
A continuación volamos a la isla de Rapa Nui en un largo trayecto de 3.750 km y cinco horas y cuarto de avión hasta el aeropuerto Mataveri de Hanga Roa (código: IPC). En esta isla estuvimos un total de seis días completos. Durante cuatro de estos días alquilamos un coche con el que recorrimos 310 km por esta pequeña isla.
De vuelta al continente volamos desde Santiago de Chile hasta el aeropuerto El Loa de Calama (código: CJC), a 1.500 km en avión, nuestra puerta de entrada al desierto de Atacama. Aquí alquilamos un coche durante doce días y con el que recorrimos 3.000 km por carreteras y pistas de las regiones de Antofagasta, Tarapacá y Arica y Parinacota, todas ellas comprendidas en la región natural de Norte Grande, la más septentrional de Chile y fronteriza con Perú.
Y finalmente, desde Calama volvimos en un vuelo hasta el aeropuerto de Santiago de Chile, donde alquilamos otro vehículo con el que recorrimos 1.010 km en una ruta circular de seis días completos por las regiones centrales de Valparaíso, O'Higgins y la Metropolitana de Santiago.
Y, finalmente, desde el aeropuerto internacional de Santiago regresamos en un vuelo hacia Barcelona vía Madrid.
La moneda oficial de Chile es el peso chileno (abreviado como $ o CLP). Actualmente están en circulación monedas de 1, 5, 10, 50, 100 y 500 pesos chilenos. En cuanto a billetes hay de 500, 1.000, 2.000, 5.000, 10.000 y 20.000 pesos chilenos.
El cambio promedio que obtuvimos en este viaje fue: 1 € = 1.010 $. Ver cambio oficial actualizado en el enlace #EUR -> CLP
• Dinero en efectivo. En este viaje llevamos muy pocos euros en efectivo y, de hecho, solo cambiamos 50 en una oficina de cambio de divisas de Santiago.
Pero, por otro lado, utilizamos bastante efectivo en pesos chilenos porque tuvimos que pagar muchos alojamientos en efectivo, sin posibilidad de hacerlo con tarjeta. Y para obtener estos pesos chilenos recurrimos a los cajeros automáticos y a nuestras valiosas tarjetas de débito (ver el apartado siguiente).
En cualquier caso siempre es buena idea llevar encima una cantidad de dinero en efectivo para hacer frente a pagos en lugares donde no sea posible pagar con tarjeta. Conviene contar con este hecho y no confiar en que siempre podremos pagar con tarjeta o que tendremos a mano un cajero o un banco donde cambiar dinero.
De cajeros automáticos (ATM) hay en muchos lugares del país, incluyendo las grandes gasolineras. Pero no los hay en lugares remotos donde la conexión a Internet no existe o es muy inestable. En otros lugares pueden estar estropeados o no tener dinero para dispensar. Pero, en general, funcionan muy bien y no deberían suponer ningún dolor de cabeza.
La cantidad máxima de dinero que se puede sacar en cada operación en un cajero automático es de 2.000 N$ (casi 100 €), pero no hay problema en hacer varias operaciones consecutivas para obtener más dinero.
• Tarjetas de crédito y débito. Tal como hemos dicho anteriormente, en Chile las tarjetas de crédito y débito Visa y MasterCard son ampliamente aceptadas en supermercados, gasolineras, alojamientos, restaurantes, hoteles, etc., pero no en todas partes ni siempre. Y de aquí la importancia de llevar dinero en efectivo.
En este viaje, tal como venimos haciendo de unos años acá, hemos utilizado las tarjetas de débito N26 y Revolut, las cuales permiten pagar y sacar dinero fuera de la Unión Europea con un coste más reducido que una tarjeta de crédito convencional.
En este viaje utilizamos los cajeros automáticos del Banco del Estado y, solo en una ocasión, del Banco Santander. El motivo es que, después de probar cajeros de varias entidades chilenas comprobamos que el Banco del Estado era el que cargaba la menor comisión para sacar dinero en sus cajeros.
Así, en el Banco del Estado se cargaba un importe fijo de 5.500 $ (unos 5,4 € al cambio) en cada operación de extracción de dinero, independientemente de la cantidad. En el resto de entidades, incluido lo Banco Santander, la comisión era de 8.500 $, unos tres euros más.
Esta es la comisión fija que aplican los bancos chilenos por el uso de su cajero. Además, hay que contar con la comisión de cambio según la tarjeta utilizada. En el caso de la N26 es del 1,7% sobre la cantidad obtenida. Este porcentaje es bastante inferior al aplicado en las tarjetas de crédito convencionales en cajeros fuera de la Unión Europea.
Por otro lado, hay que saber que en los cajeros chilenos la máxima cantidad que pudimos extraer de un cajero en una sola operación fue 240.000 $, el equivalente a unos 240 €. A causa de la comisión fija aplicada por los cajeros chilenos, es conveniente sacar cada vez la mayor cantidad de dinero posible para minimizar el impacto de esta comisión.
Y una cosa más, en la isla Rapa Nui, sin ir más lejos (!), solo hay dos cajeros automáticos y puede darse la circunstancia de que se queden sin dinero o bien se estropeen. Es algo a tener en cuenta.
En cualquier caso, es recomendable llevar más de una tarjeta para no quedarnos colgados si una de ellas da problemas o no es aceptada. Y lo ideal seria llevar una o más tarjetas de débito N26, Revolut o equivalentes, pero también hay que llevar una tarjeta de crédito convencional si tenéis la intención de alquilar un coche o para cualquier transacción que implique el bloqueo de una cantidad.
+ 4.110 € (vuelo Barcelona - Madrid - Santiago de Chile, ida y vuelta, 3 pax en clase turista de Iberia)
+ 887 € (vuelo Santiago de Chile - Rapa Nui, ida y vuelta, 3 pax en clase turista de LATAM Airlines)
+ 80 € (vuelo Santiago de Chile - Calama, solo ida, 3 pax en clase turista de Sky Airline)
+ 202 € (vuelo Calama - Santiago de Chile, solo ida, 3 pax en clase turista de LATAM Airlines)
+ 197 € (alquiler coche Rapa Nui, 4 días)
+ 640 € (alquiler coche Calama, 12 días + seguro cobertura 100% + extras)
+ 281 € (alquiler coche aeropuerto Santiago, 6 días + seguro cobertura 100% + extras)
+ 435 € (gasolina coche de alquiler: 313,36 litros gasolina 95 y 4.319 km recorridos)
+ 8 € (peajes coche de alquiler)
+ 56 € (taxis: Santiago de Chile y Valparaíso)
+ 1.978 € (alojamiento en hoteles, apartamentos, self-catering, etc: 27 noches)
+ 390 € (entradas + guía privado parque nacional Rapa Nui)
+ 360 € (otras entradas a lugares y espectáculos)
+ 60 € (cata de vinos en el Valle de Colchagua)
+ 1.374 € (otros, entradas a lugares, restaurantes, supermercados, regalos y otros)
= 11.058 € (total viaje para tres personas)
Nivel de vida: Tal como hemos comentado en la introducción Chile es un destino nada asequible y, de hecho, es uno de los países más caros de todo América Latina, sobre todo en los lugares más turísticos y también menos accesibles, como la isla de Rapa Nui, la zona alrededor de San Pedro de Atacama o la Patagonia.
Es caro el alojamiento, los restaurantes, las bebidas, algunas entradas a lugares, los guías y/o las actividades turísticas o, incluso, la compra en el supermercado. Encontramos que, en general, los precios eran superiores a los de nuestro país.
Y en el capítulo del transporte, la necesidad de coger varios vuelos también puede encarecer muchísimo el viaje. Afortunadamente, para volar a los destinos más comunes dentro del territorio continental hay compañías de bajo coste que han contribuido a bajar los precios de los trayectos, pero para volar a Rapa Nui solo hay una opción posible y no resulta nada fácil conseguir un precio decente. Y tampoco los taxis o el alquiler de un coche son especialmente baratos.
Pero no todo está perdido: buscando bien se pueden encontrar algunos chollos en alojamiento o en restaurantes, sin ir más lejos. También algunas entradas a lugares son sorprendentemente económicas y, en general, se pueden conseguir descuentos muy interesantes en el caso de niños/adolescentes o de mayores de 60/65 años.
Por último, conviene saber que la ley chilena prevé la exención de pago del IVA en establecimientos hoteleros para extranjeros con pasaporte no chileno y con tarjeta de ingreso al país como turista, siempre que el pago se haga en moneda extranjera. Por este motivo las reservas de alojamiento en Chile hechas a través de portales como Booking.com o similar dan los precios en dólares americanos US$, ya que son los propietarios de estos establecimientos los que fijan esta moneda para no tener que añadir, de entrada, el #VA al precio indicado.
Por lo tanto, en el momento de pagar el alojamiento hay que asegurarnos de que, si cumplimos todos los requisitos mencionados anteriormente, no se nos cobre el 19% de IVA que rige en Chile.
Para visitar Chile como turista y por un período inferior a tres meses es suficiente, para los ciudadanos de Sudamérica, la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y Australia, con presentar un pasaporte con una vigencia mínima de seis meses, ya que en estos casos no se necesita visado.
Al llegar al aeropuerto de Santiago y pasar por inmigración, la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) nos imprime la tarjeta de turismo, un papel que se entrega a los extranjeros que entran en territorio chileno en calidad de turistas.
Este documento debe guardarse cuidadosamente hasta el final del viaje porque lo deberemos mostrar varias veces a lo largo del mismo y deberemos entregarlo a la salida del país. No está de más hacerle una foto con el móvil para tener una copia digital en caso de pérdida del original.
La isla Rapa Nui es un territorio especial y desde el año 2018 existe una ley, la 21.070, que impone restricciones a las visitas y permanencias en la isla con el objetivo de asegurar un desarrollo sostenible de Rapa Nui que mejore la calidad de vida de sus habitantes y conserve su patrimonio ambiental e identitario.
Así, de acuerdo con el contenido de esta ley, los turistas solo podemos permanecer en la isla hasta un máximo de 30 días y para poder viajar allí se deben cumplir una serie de requisitos:
Antes de iniciar el viaje hacia Rapa Nui. Antes del día previsto para el viaje a la isla, pero como mínimo 72 horas antes, se debe acceder a la web Sistema de Ingreso a Rapa Nui y completar un formulario, denominado Formulario Único de Ingreso (FUI), con todos los datos solicitados.
En la primera página se solicita el nº de vuelo de entrada, fecha de llegada, nacionalidad, nº de pasaporte y teléfono.
A continuación, se debe seleccionar la opción Turista y en la página correspondiente al alojamiento se debe indicar el vuelo y fecha de salida, así como nombre y apellidos, correo electrónico y el alojamiento reservado para la estancia en la isla.
El alojamiento elegido debe ser obligatoriamente uno de los que figura en la lista de selección de la página, ya que solo aparecen aquellos autorizados por Sernatur o Servicio Nacional de Turismo. Cualquier otro alojamiento que no figure en esta lista no será aceptado como válido.
Una vez completado el formulario y enviada la solicitud recibiremos un correo electrónico con todos los datos que hemos introducido previamente. Es importante guardar e imprimir este correo porque podría ser requerido durante el viaje.
Este proceso debe realizarse para cada uno de los pasajeros del grupo, incluidos los menores de edad.
Antes de acceder a la sala de embarque del vuelo hacia Rapa Nui. En el aeropuerto Arturo Merino Benítez de la capital chilena, la única vía de salida, a día de hoy, de los vuelos hacia la isla Rapa Nui, el acceso a la sala de embarque de los vuelos a la isla está separado del resto, con su propio control de seguridad e inmigración.
Después del control de seguridad hay un control migratorio, realizado por la PDI (Policía de Investigaciones), donde se comprobará que disponemos del formulario FUI debidamente cumplimentado. Es mejor llevarlo ya impreso desde casa o bien tener el contenido del correo electrónico de confirmación accesible en el móvil.
También existe la posibilidad de que se nos solicite presentar la confirmación de que disponemos de un vuelo de regreso y una reserva de alojamiento en la isla que coincida con la que habíamos declarado en el formulario.
La no presentación de cualquiera de estos requisitos o bien la discrepancia con lo declarado en el FUI puede dar lugar a la denegación del embarque y a la imposibilidad de viajar a la isla.
Si todo está en orden entonces el agente de la PDI imprime un papel con los datos del FUI, le pone un sello y nos lo entrega. Por último, en la misma puerta de embarque, antes de subir al avión, se debe entregar este papel a la persona que lo solicite.
Visita al Parque Nacional Rapa Nui. El Parque Nacional Rapa Nui es una reserva arqueológica que ocupa el 43,5% de la superficie total de la isla y protege las aldeas ceremoniales ancestrales, monumentos y restos arqueológicos de los antiguos nativos de Rapa Nui. Desde que este espacio fue declarado parque nacional se debe pagar una entrada.
La compra de las entradas al parque se puede hacer en línea o bien físicamente en la oficina de atención Ma'u Henua que se encuentra en la Feria Artesanal de Hanga Roa. El precio de la entrada en las fechas de este viaje era de 72.000 $ para adultos extranjeros (unos 71 €/persona) y la mitad para los menores entre 7 y 12 años. Las entradas adquiridas tienen una validez de 10 días a partir de la fecha del primer ingreso al parque.
Esta entrada permite acceder a los lugares Ōroŋo, Rano Raraku, Vinapū, Vaihū, Akahaŋa, Ahu Toŋariki, Te Pito Kura, Ahu Akivi, Puna Pau, Ana Te Pahu, Tahai y Haŋa Rau (Anakena), aunque estos dos últimos son los únicos lugares del parque que se pueden visitar sin entrada. Y todos ellos se pueden visitar más de una vez, excepto los dos primeros, Oroŋo y Rano Raraku que solo se pueden visitar una única vez.
Además, desde el año 2023 es obligatorio visitar cualquiera de los lugares arqueológicos anteriores, excepto Tahai y Anakena, en compañía de un guía turístico acreditado o bien de un residente anfitrión mayor de 18 años.
Para cumplir este último requisito en la visita al parque nacional hay dos alternativas:
-- apuntarse a alguna de las excursiones organizadas que ofrecen las agencias locales que hay en Hanga Roa
-- contactar con uno de los guías acreditados, por ejemplo a través de la página Guías - Parque Nacional Rapa Nui, y pactar en privado los lugares a visitar, el precio y todo aquello que se considere importante.
En nuestro caso descartamos de inmediato la primera opción, la de ir organizados en grupo, y nos centramos en la segunda. Hicimos una lista de todo lo que queríamos ver dentro del parque nacional y contactamos vía WhatsApp con dos o tres personas acreditadas como guías y que nos habían sido recomendadas por otras personas en la isla.
Como además ya habíamos decidido alquilar un coche en la isla, pusimos como condición en la negociación que nosotros poníamos el transporte ya que, lógicamente, el precio del guía es más elevado si él/ella también debe aportar su vehículo para llevarnos a los lugares visitados.
Finalmente nos decidimos por la oferta de la guía Elena Delgado Araya (WhatsApp: +56 9 8898 8101). Con ella visitamos todos los lugares que queríamos dentro de la zona protegida, repartidos en dos jornadas completas. El precio pactado con ella fue de 180.000 $ por los dos días, teniendo en cuenta que nosotros aportábamos el transporte.
De este modo disfrutamos de un tour privado durante los dos días de visitas dentro del parque nacional y a un precio bastante más barato que hacerlo con un tour organizado (300.000 $ para los tres) y también más económico que las ofertas que habíamos recibido de otros guías acreditados (un mínimo de 240.000 $).
Nosotros no somos, en general, entusiastas de las visitas guiadas y esta obligación de tener que ir con un guía para las visitas al Parque Nacional Rapa Nui no nos gustó al principio. Pero nuestra opinión cambió rápidamente con las primeras visitas porque Elena, nuestra guía, nos dio muchas explicaciones y respondió a todas nuestras preguntas sobre todo lo que íbamos viendo y eso nos permitió aprender y conocer un montón de cosas sobre la cultura, historia y vida de los pobladores de la isla Rapa Nui en el pasado y en la actualidad.
La verdad es que quedamos más que satisfechos con los servicios de Elena y desde aquí la recomendamos como guía para las visitas a Rapa Nui. Y fue todo un acierto apostar por hacer las visitas al parque nacional en un tour privado y al mismo tiempo disponer de un vehículo alquilado para recorrer libremente el resto de la isla.
Debido a la enorme escala geográfica del territorio de Chile, en este país sudamericano encontramos los cinco grandes grupos climáticos que existen en el mundo: Tropical, Desértico, Templado, Continental y Polar.
En el caso concreto de la isla Rapa Nui es el único lugar de Chile con clima tropical. Esto da lugar a temperaturas que no varían mucho a lo largo del día ni del año, con un máximo de 24,6°C en enero y un mínimo de 19,2°C durante agosto, haciendo que tanto en verano como en invierno su clima sea templado. Las precipitaciones, por su parte, se distribuyen más o menos regularmente durante todo el año.
En la región natural del Norte Grande encontramos principalmente un clima árido, aunque con ciertas variaciones entre la costa y los altiplanos del interior. Aquí se encuentra el desierto de Atacama, el más árido del mundo, pero un lugar fantástico para la observación astronómica gracias a la ausencia de nubes y de humedad en el aire, así como por la lejanía de la contaminación lumínica.
Por último, en la zona central del país predomina un clima de tipo mediterráneo, generalmente con un período de lluvias en invierno y uno de sequía en verano. En la costa las temperaturas son muy templadas por la influencia del océano Pacífico. Hacia el interior las temperaturas ya son bastante más contrastadas entre el verano y el invierno.
Tal como hemos comentado aquí, Chile es un país tan grande y con tantas zonas climáticas que, lógicamente, la ropa a llevar dependerá de la zona o zonas visitadas durante nuestro viaje al país, así como de la época del año en que lo hagamos.
En nuestro caso, visitando Rapa Nui, el norte y el centro del país durante el invierno austral llevamos, sobre todo, ropa de abrigo, pero también algunas camisetas de manga corta que pudimos ponernos algún día en Rapa Nui y también durante el día en el desierto de Atacama y en Iquique, por ejemplo.
Pero es absolutamente imprescindible llevar ropa que abrigue mucho, como ropa térmica, para poder hacer varias capas que nos permitan soportar las bajísimas temperaturas nocturnas en el desierto de Atacama, sobre todo si vais de madrugada a ver los géiseres del Tatio, ubicados a una altitud de 4.200 metros sobre el nivel del mar. Cuando nosotros llegamos a la entrada del campo de géiseres, sobre las 6 de la mañana, la temperatura exterior era de -9ºC.
También conviene llevar gorras, guantes, pasamontañas, braga polar, calcetines gruesos, calzado y cualquier prenda o complemento que os permita retener la temperatura corporal en caso de frío intenso a causa de la noche o del viento gélido de la puna. Pero tampoco os olvidéis del bañador, no solo para un posible baño en una playa de Rapa Nui, sino también para un reconfortante baño en algunas de las aguas termales de Atacama.
En las fechas de este viaje, en pleno invierno austral, nuestra experiencia con la climatología en las zonas visitadas fue la siguiente:
Para viajar a Chile no hay ninguna vacuna obligatoria ni siquiera recomendada. De hecho, actualmente no existe en el país ningún riesgo sanitario extraordinario que no pueda atenderse siguiendo las recomendaciones habituales.
El agua del grifo es, en general, potable y no presenta riesgo de insalubridad. Y es altamente recomendable llevar crema protectora solar y protector labial, sobre todo en actividades al aire libre en lugares de gran altitud.
En Chile encontraréis asistencia sanitaria tanto pública como privada. Esta última cuenta con hospitales de excelente calidad, pero también de alto coste. Por este motivo, y como siempre, es importante viajar con un seguro médico internacional de amplia cobertura y que incluya la repatriación en caso de necesidad.
Otra cosa a tener en cuenta es que en la geografía chilena hay regiones bastante remotas, por ejemplo en el altiplano del norte de Chile, donde puede ser muy difícil obtener asistencia sanitaria en condiciones.
Por último, se recomienda llevar y hacer uso de repelentes anti-mosquitos en caso de viajar a la isla Rapa Nui, ya que se ha detectado la presencia de mosquitos transmisores de zika y dengue.
En ciudades como Santiago de Chile, Calama o Valparaíso hubo chilenos que nos advirtieron en algún momento sobre la posibilidad de robos en ciertas zonas de la ciudad, pero la verdad es que nuestra experiencia en este viaje fue totalmente positiva y no tuvimos en ningún momento la más mínima preocupación sobre nuestra seguridad.
De todas formas, como siempre y en cualquier lugar, basta con tomar las precauciones habituales y usar el sentido común, estando siempre atentos a nuestras pertenencias, pero sin caer en la obsesión.
Eso sí, si alquiláis un coche, sea donde sea, no dejéis objetos de valor ni el equipaje a la vista cuando lo aparquéis. Y mejor si el coche no tiene ningún distintivo visible que permita saber fácilmente que es de alquiler. Y por la noche conviene tenerlo siempre aparcado en un recinto cerrado y/o vigilado. En el momento de buscar alojamiento, sobre todo en ciudades, nosotros siempre comprobábamos que el establecimiento ofreciera la opción de parking propio.
En las playas del país hay que tener mucho cuidado debido a las fuertes corrientes que hay en muchas de ellas y por la baja temperatura del agua. Y en los desiertos del norte hay que contar con las grandes diferencias térmicas entre el día y la noche o los fuertes vientos helados que pueden soplar a gran altitud.
Por otro lado, Chile está ubicado sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico, en la zona más sísmicamente activa de todo el mundo. Por este motivo es uno de los países más expuestos a sufrir catástrofes como terremotos, tsunamis o erupciones volcánicas, registrando, además, algunos fenómenos de gran magnitud, como el mega-terremoto de Valdivia de 1960.
A todo esto hay que sumar otros desastres, como inundaciones, desprendimientos, incendios forestales, etc., agravados por los efectos del cambio climático y la mano del hombre. En cualquier caso, si, por mala suerte, coincidís con algún evento de este tipo es muy importante seguir las recomendaciones de seguridad e instrucciones de las autoridades chilenas.
Solo habíamos reservado antes de viajar los alojamientos de la primera noche en Santiago de Chile, así como el de la isla Rapa Nui y el de San Pedro de Atacama. En el caso de Rapa Nui era totalmente necesario hacer esta reserva previa para poder completar el Formulario Único de Ingreso, tal como se menciona en el apartado Requisitos de viaje a la isla Rapa Nui.
Y prácticamente todos los demás alojamientos de este viaje los fuimos reservando sobre la marcha a través del portal Booking.com a medida que íbamos concretando la ruta a seguir, ya que no la teníamos del todo cerrada al principio.
Los tipos de alojamiento que probamos en este viaje fueron apartamentos, hoteles, bungalós y B&B. Más abajo encontraréis una referencia individualizada para cada uno de los alojamientos en los que estuvimos.
- Avión / vuelo internacional. Para el trayecto intercontinental entre Barcelona (BCN) y Santiago de Chile (SCL) elegimos, por precio, número de escalas, tiempos de viaje total y horarios, un vuelo de la compañía LATAM Airlines.
El vuelo de ida, operado por Iberia, lo hicimos en dos tramos: un primer vuelo de Barcelona a Madrid (50 minutos) y, tras una escala en el aeropuerto de Madrid/Barajas (MAD), otro vuelo entre Madrid y Santiago de Chile (12 horas y 30 minutos en un avión Airbus A350 para un trayecto de 10.830 km).
Y el vuelo de vuelta también lo hicimos en dos tramos: un primer vuelo de Santiago de Chile a Madrid (12 horas y 5 minutos) y, tras una escala en el aeropuerto de Madrid/Barajas (MAD), otro vuelo entre Madrid y Barcelona (50 minutos).
A pesar de haber comprado estos vuelos a LATAM Airlines, en realidad estaban operados por la compañía Iberia. Cómo en otras ocasiones que hemos volado con Iberia el servicio a bordo lo encontramos bastante mejorable.
Hay otras opciones de vuelo para viajar hasta Chile, haciendo escala en algún aeropuerto europeo o americano, con vuelos de las compañías Air France, Avianca o British Airways. También hay una opción de vuelo directo entre Barcelona y Santiago de Chile, con la compañía Level, pero en las fechas de este viaje el precio que nos daba no era nada competitivo.
En las fechas de este viaje, en plena temporada de vacaciones estival en Europa y con el incremento generalizado de los precios de los vuelos tras la pandemia, el coste de un billete de ida y vuelta entre Barcelona y Santiago de Chile no bajaba de los 1.300 €. Fuera de estas fechas, exceptuando diciembre-enero, se pueden encontrar mejores tarifas.
- Avión / vuelos domésticos. En este viaje tuvimos que hacer un par de trayectos en avión, de ida y vuelta, para desplazarnos dentro del país, concretamente desde la capital chilena hasta la isla de Rapa Nui y también hasta Calama, nuestra puerta de entrada al Norte Grande.
Vuelo a Rapa Nui. Para ir a Rapa Nui solo existe la opción de volar desde Santiago de Chile con la compañía LATAM Airlines, con un único vuelo diario, excepto los martes y jueves que había dos. Además, nos comentaron que una parte del pasaje de estos vuelos está reservado para los habitantes de la isla.
Todo ello hace que las plazas sean bastante limitadas y por este motivo es muy conveniente reservar el vuelo con la suficiente antelación. Y aquí entra otra variable: el precio. El precio de los vuelos a Rapa Nui parece muy variable y encontrar un precio asequible parece una lotería, porque fácilmente pueden subir por encima de los 1.000 € ida y vuelta por pasajero.
Nosotros compramos este vuelo unas 10 semanas antes del viaje y pagamos 295 €/pax por un billete de ida y vuelta con Tarifa Full (equipaje, elección de asiento, cambios y cancelación, todo incluido), lo cual nos pareció un verdadero chollo. Nosotros hicimos la compra directamente en la web de LATAM Chile, puesto que vimos que en los buscadores de aquí o en la página de LATAM España el precio era 2,5 veces superior. Y pagamos directamente en pesos chilenos con la tarjeta de débito.
Como que comprobamos que en el momento de pedir los datos de los pasajeros no nos denegó la compra por el hecho de no tener la nacionalidad chilena entonces asumimos que todo estaba ok. Y efectivamente no tuvimos ningún problema con estos pasajes y así nos ahorramos un montón de euros.
El vuelo entre Santiago de Chile y la isla Rapa Nui lo hicimos en un avión Boeing 787-9 Dreamliner que empleó cuatro horas en hacer un trayecto de 3.746 km por el océano Pacífico Sur y que sobrevoló el archipiélago Juan Fernández.
Vuelo a Calama. Afortunadamente para volar a este destino (y a otras ciudades chilenas) hay más competencia, con las compañías JetSmart y Sky Airline que se suman a LATAM Airlines, y ello permite obtener buenas tarifas.
El trayecto de Santiago de Chile a Calama lo compramos directamente en el web de la compañía Sky Airline y pagamos solo el equivalente a 26,6 € por persona, incluyendo equipaje facturado en bodega. Otro chollo.
Es un trayecto de unos 1.500 km que recorrimos en 1 hora y 35 minutos en un Airbus A320neo, sobrevolando hacia el final unos paisajes desérticos realmente alucinantes.
Para el regreso de Calama hasta Santiago de Chile escogimos un vuelo de LATAM Airlines porque es el que se ajustaba mejor al horario que nos interesaba. En este caso pagamos 67 € cada uno, incluyendo también el equipaje facturado.
Este trayecto de vuelta, de 1 hora y 45 minutos, lo hicimos en un Airbus A321. Desde la ventanilla del lado izquierdo pudimos disfrutar de unos fantásticos paisajes nevados sobre las altas cumbres de la cordillera de los Andes.
Nuestra experiencia en estos vuelos domésticos en Chile fue muy satisfactoria. La compañía LATAM, sobre todo, tiene muy bien organizadas las zonas de check-in y embarque y facilita mucho la vida a los pasajeros. Y el servicio a bordo, a pesar de ser vuelos nacionales, fue mucho más que correcto.
Además, no hay problema en pasar botellas de agua por el control de seguridad en los vuelos nacionales chilenos.
Y un hecho divertido y que nos sorprendió mucho fue que en el aeropuerto El Loa de la ciudad de Calama había unos cuantos perros (aparentemente vagabundos) que campaban libremente por toda la terminal del aeropuerto, desde la zona de check-in hasta las puertas de embarque, la Duty Free o el control de seguridad. Y todo el mundo parecía ignorarlos, incluyendo el personal de seguridad del aeropuerto.
- Coche de alquiler. Como siempre, el coche de alquiler es la mejor opción para ir por libre y disfrutar de la libertad de pararte en cualquier lugar a voluntad y visitar cualquier zona del país, por remota que sea.
Y en los casos específicos de Rapa Nui o del Norte Grande, con zonas tan poco pobladas o remotas el transporte público no es realmente una opción a contemplar, sobre todo si el tiempo es limitado. Aun así, aquí tenéis la opción, si no deseáis alquilar un coche o no es vuestro estilo, de contratar excursiones que incluyen el transporte.
En este viaje alquilamos un coche en cada una de las tres zonas visitadas: Rapa Nui, Norte Grande y zona Central:
Isla de Rapa Nui. Dada la obligatoriedad, desde 2023, de visitar acompañados de un guía la mayor parte de lugares arqueológicos del Parque Nacional Rapa Nui nos planteamos si realmente merecía la pena o no alquilar un coche.
El primer día en la isla recopilamos información para hacer una comparativa de costes haciendo las visitas a los lugares arqueológicos con las excursiones que ofrecen las agencias locales o bien contratando un guía privado con transporte propio o sin. Con todos los números sobre la mesa (ofertas de tours, coches de alquiler y guías privados) finalmente llegamos a la conclusión de que nos salía a cuenta alquilar un coche y llevar al guía en nuestro propio vehículo.
Además, con el coche de alquiler teníamos la libertad de poder recorrer la isla con total libertad, yendo a lugares donde no es necesario ir con guía. En nuestro caso fue un acierto total, pero esta es una decisión muy personal y que puede variar según las circunstancias concretas de cada cual.
Alquilar un vehículo en Rapa Nui no es nada barato, como todo en esta isla. Los precios de los coches pequeños suelen empezar a partir de los 60.000 $/día. También se pueden alquilar bicicletas, motos y quads, pero hay que tener presente la climatología y que puede llover en cualquier momento.
Recorrimos la mayoría de empresas de alquiler de coches que hay en Hanga Roa y el precio más barato que obtuvimos era de 50.000 $/día por el alquiler de un Suzuki Jimny, un SUV muy pequeño, teniendo presente que era temporada baja.
Pero en la oficina de turismo Sernatur nos dieron el contacto de Marcelo Soto (móvil +56 9 6158 9705), un particular que alquila coches bajo el nombre de Iti Rent a Car, y con el que negociamos un precio de 50.000 $/día por un Suzuki Grand Nomade, un SUV más grande que el Jimny y que estaba en mejor estado que los que habíamos visto antes.
Finalmente alquilamos este vehículo durante cuatro de los seis días que estábamos en la isla y quedamos muy satisfechos con el coche y el trato que nos dispensó Marcelo. Desde aquí os lo recomendamos.
Con este coche recorrimos un total de 306 km por la isla y en alguna ocasión nos fue bien que fuera un SUV porque con las lluvias algunas pistas estaban llenas de barro, pero no es necesario que sea un 4x4. El precio de la gasolina 95 en la isla de Rapa Nui era entonces de 1.434 $/litro, unos céntimos más cara que en el continente.
Un hecho curioso es que a Rapa Nui no hay ningún posible seguro que cubra total o parcialmente el alquiler del coche y, por lo tanto, en caso de daños en el vehículo será el cliente quien tendrá que cubrir los gastos. De todas maneras, la posibilidad de que esto pase es remota por poco que vigilemos. En las calles, carreteras y pistas de la isla el tráfico es muy escaso y el lugar invita a conducir sin prisas.
Solo conviene vigilar, sobre todo, con los caballos que vagan libres por los campos y pastos, ya que pueden decidir cruzar la carretera en cualquier momento. Por lo tanto, si veis caballos cerca de la carretera reducid la velocidad y estad atentos a sus reacciones. Y evitad conducir por la noche por lugares no urbanos.
En Rapa Nui también se pueden alquilar bicicletas, motos y quads, pero hay que tener presente la climatología y que puede llover en cualquier momento. La empresa de alquiler de vehículos más grande (y más cara) de la isla es Oceanic Rent a Car.
Norte Grande. En esta región tuvimos claro desde el primer día que queríamos hacer todas las visitas alrededor de San Pedro de Atacama por libre y que queríamos llegar hasta el Parque Nacional Lauca, en el extremo nordeste del país, visitando en el camino Iquique, Arica y otros lugares de interés. Y hacer todo esto en el tiempo de que disponíamos implicaba alquilar un coche.
La única duda que tuvimos era si alquilar el coche en el aeropuerto de Calama y hacer un recorrido circular con inicio y final aquí o bien devolver el coche en Arica y regresar a Santiago desde allá en vez de hacerlo desde Calama, ahorrándonos así el trayecto de vuelta de 600 km entre Arica y Calama.
Pero el coste extra de devolver el coche en una oficina diferente nos ayudó a decidirnos por la primera opción, la del recorrido circular. Y fue una buena decisión, porque el trayecto de subida de Calama a Arica lo hicimos por la carretera Panamericana Norte (CH-5) y el de bajada por la CH-1 que bordea la costa del Pacífico, viendo así paisajes y lugares diferentes en cada uno de los dos trayectos.
En la terminal de llegadas del aeropuerto El Loa de Calama formalizamos, en la oficina de Chilean Rent a Car, la reserva que habíamos hecho días antes a través de su web. Pagamos 640 € por el alquiler durante 12 días de un SUV Volkswagen Taos automático, muy nuevo.
El precio incluía un segundo conductor y un seguro con una cobertura del 100%. En este caso no quisimos correr ningún riesgo, puesto que teníamos previsto ir con el coche a lugares remotos y recorriendo pistas y carreteras en diverso estado de conservación. De este modo fuimos más tranquilos.
Con este coche recorrimos un total de 3.000 km y también aquí agradecimos que fuera un SUV gracias a su altura sobre el suelo. Fue más que suficiente para todos los trayectos que hicimos sobre muchos tipos de superficies. El precio de la gasolina 95 era de 1.426 $/litro en el área de San Pedro de Atacama/Calama y de 1.405 $/litro en Iquique o Arica.
Zona central. En esta zona del país teníamos previsto hacer (y así lo hicimos) un recorrido circular, con inicio y final en el aeropuerto de Santiago, por las regiones de Valparaíso, O'Higgins y Metropolitana de Santiago.
Por ello, cuando aterrizamos en el aeropuerto de Santiago procedentes de Calama alquilamos un coche de clase B, nuevamente a través de Chilean Rent a Car, ya que habíamos quedado muy satisfechos con su servicio y atención.
En este caso pagamos 281 € por el alquiler durante seis días de un Suzuki Dzire automático, incluyendo un seguro a todo riesgo y un conductor adicional. Este coche era bastante básico y poco potente, pero suficiente para esta ruta.
Recorrimos con él un total de 1.010 km. En esta zona el precio promedio de la gasolina 95 fue de 1.355 $/litro.
Conducir en Chile como extranjero puede presentar algunos retos, pero es totalmente factible. Aspectos a tener presentes:
En Chile, nuestra experiencia en los restaurantes fue, en general, bastante satisfactoria, con platos muy bien cocinados, además de deliciosos. Comer en restaurantes no es nada barato, pero las raciones suelen ser bastante generosas y fácilmente se pueden compartir platos. Con un solo plato suele ser más que suficiente para quedar servido.
Por otro lado, si os gusta el vino, no podéis dejar de probar los vinos de Chile. En Chile se produce vino desde el siglo XIX, pero ha sido en las últimas décadas cuando se ha buscado un aumento en la calidad y, como resultado, varios vinos chilenos han logrado posicionarse entre los mejores del mundo. De hecho, la industria vitivinícola chilena es la cuarta potencia exportadora a nivel mundial y la primera del hemisferio sur.
En general, las bebidas alcohólicas (cerveza o vino) o los cafés también son más caros que en nuestro país.
En Chile, el español es el idioma oficial y la lengua administrativa en todo el país, pero la población indígena también habla mapudungun (la lengua de los mapuches), aimara (norte del país), quechua meridional y rapa nui (isla Rapa Nui).
Actualmente, la lengua rapa nui es hablada solo por unos pocos miles de personas originarias de la isla Rapa Nui. Forma parte del grupo de lenguas polinesias orientales, junto con el hawaiano, el maorí, el tahitiano y las lenguas de Mangareva, las Marquesas, Rarotonga y Tuamotu.
El rapa nui es una lengua en peligro de extinción debido a su absorción por el español y a la pérdida de transmisión generacional, pero, afortunadamente, en los últimos años la población rapanui parece estar tomando conciencia del peligro real de perder su lengua ancestral y está haciendo grandes esfuerzos para intentar recuperarla para las futuras generaciones.
El primer contacto con la lengua rapanui probablemente lo tendréis nada más llegar al aeropuerto de Hanga Roa, donde encontraréis, a pie de pista, el ya clásico cartel para hacerse una foto con el texto «Iorana», el saludo rapa nui de bienvenida.
Y una última cosa: en la lengua rapanui no existe el sonido de la “erre” fuerte, solo el de la suave. Por tanto, la primera “r” de la palabra «Rapa» se pronuncia como la “r” de «pero».
Chile se encuentra en el hemisferio sur y también tiene horario de verano e invierno, como Europa, pero invertido. Además, cuenta con tres zonas horarias distintas: el Chile continental (excepto el extremo sur), la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena y la isla Rapa Nui.
Durante el verano europeo, de marzo a octubre, hay una diferencia horaria respecto a la Europa continental de -6 horas en el Chile Continental y de -8 horas en Rapa Nui. Y durante el horario de invierno europeo (de octubre a marzo), la diferencia horaria pasa a ser de -4 horas y -6 horas respectivamente. En las regiones más meridionales de Chile no se cambia la hora.
Estas diferencias entre verano e invierno se explican porque cuando en Europa adelantamos los relojes una hora, Chile los retrasa una hora, debido a que se encuentran en hemisferios distintos.
Y por último, hay que tener en cuenta que los días en que se cambia la hora de invierno o de verano no son los mismos en Europa que en Chile, y en los días entre un cambio y otro la diferencia horaria será de -5 horas (y en Rapa Nui de -7 horas).
Disponer durante la estancia en Chile de una línea móvil para llamadas a números locales y para datos es bastante recomendable. Nos permitirá comunicarnos con los alojamientos reservados, con la empresa de alquiler del coche en caso de problemas o simplemente para navegar por Internet. Más aún teniendo en cuenta los bajos precios de las tarifas móviles en Chile.
Después de analizar las opciones disponibles en Chile, nosotros optamos por un paquete prepago que ofrecía la compañía de telefonía Entel, el operador de telefonía móvil con más cobertura en todo el país, incluida Rapa Nui. Otras opciones disponibles y también válidas son las compañías Movistar, Claro y WOM.
Nosotros compramos una SIM cada uno que costaba 1.000 $ (unos 95 céntimos de euro). Era prepago e incluía en el precio 30 minutos de llamadas nacionales y hasta 1 Gb de datos por un máximo de una semana. Casi una semana después recargamos la SIM con un paquete que costaba 8.000 $ (menos de 8 euros), con 20 Gb de datos y llamadas nacionales ilimitadas. Con esta recarga tuvimos de sobra para el resto del viaje.
Estas SIM se pueden adquirir en cualquier tienda Entel y en muchos comercios asociados: supermercados, farmacias, etc. También hay una tienda Entel en la terminal de llegadas del aeropuerto de Santiago de Chile.
Nuestro vuelo llegó al aeropuerto de Santiago por la noche, estábamos cansados y preferimos esperar al día siguiente y comprar las SIM en una tienda del centro de la ciudad. Al día siguiente, domingo, fuimos al centro comercial que está en el rascacielos Sky Costanera y allí encontramos una tienda Entel donde compramos las SIM y las activamos.
En Chile, la electricidad tiene un voltaje de 220 V y una frecuencia de 50 Hz, por lo tanto no es necesario ningún adaptador de voltaje.
En cuanto a los tipos de enchufe, encontramos los de tipo C (dos clavijas) y tipo L (tres clavijas alineadas), ambos compatibles con nuestros enchufes, por lo cual no necesitamos un adaptador de enchufe.
Chile y la isla de Pascua (de geoPlaneta / Lonely Planet, 8ª edición, febrero 2024, en español), en formato papel. Tiene bastante información, bien estructurada y presentada, además de estar muy actualizada. Está organizada por regiones, con un capítulo dedicado a Rapa Nui.
También obtuvimos información muy útil (mapas, folletos, rutas, consejos, etc.) en varias oficinas de turismo de ciudades como Santiago de Chile, San Pedro de Atacama o Valparaíso.
Otros lugares de Chile que visitamos y que actualmente figuran como candidatos para ser inscritos en la lista de Patrimonios de la Humanidad: la Calle Baquedano (Iquique), las Iglesias del Altiplano (Arica y Parinacota), el Museo San José del Carmen del Huique (norte de Santa Cruz), el Palacio de La Moneda (Santiago de Chile) y San Pedro de Atacama.
Nuestro vuelo de Iberia, en código compartido con LATAM Airlines, despegó del aeropuerto de Barcelona / El Prat a las 9:55 y aterrizó en el aeropuerto de Madrid / Barajas a las 10:45, en un vuelo efectivo de 50 minutos.
Tras una escala de tres horas en este aeropuerto, nuestro siguiente vuelo, en un Airbus A350 también de la compañía Iberia, despegó a las 13:42. Largo trayecto de 10.830 km hasta llegar a nuestro destino final, Santiago de Chile.
Aterrizamos en el aeropuerto internacional de Santiago a las 20:08 (-6 horas respecto a Barcelona), tras 12,5 horas de vuelo. Hicimos una larga cola para pasar el control de inmigración.
Fuera de la terminal nos esperaba Rubén, el taxista que habíamos acordado con el hotel Providencia B&B. El precio pactado por este trayecto de unos 30 km desde el aeropuerto hasta el hotel fue de 25.000 $. En el trayecto desde el aeropuerto hasta el alojamiento cruzamos el centro de Santiago de Chile, y esta fue nuestra primera toma de contacto, aunque fuera de noche, con esta ciudad sudamericana.
Alojamiento en Santiago de Chile: Providencia Bed and Breakfast (74.500 $/noche por una habitación triple con desayuno incluido). Ubicado en el nº 1398 de la calle Alberto Magno, en el barrio de Providencia de la capital chilena. El alojamiento ocupa una casa antigua en un barrio muy tranquilo. Ignacio, el responsable del alojamiento, es una persona muy atenta y hospitalaria, pero la habitación que tuvimos era pequeña y algo envejecida. El desayuno está bien, pero no es muy abundante.
Después de desayunar salimos del hotel y fuimos, en primer lugar, a un supermercado Líder cercano para poder obtener pesos chilenos de un cajero automático del Banco del Estado que había junto a las cajas.
A continuación, hicimos a pie los 2,1 km, a través del distrito de Providencia, hasta llegar al espectacular rascacielos de vidrio Gran Torre Costanera, el más alto de toda Sudamérica con sus 300 metros de altura.
Nuestro objetivo principal aquí era encontrar una tienda Entel donde comprar un par de SIM de esta compañía de telefonía chilena para nuestros móviles (ver el apartado Telefonía e Internet). En las plantas inferiores de este rascacielos hay un enorme centro comercial que está abierto todos los días de la semana, de 10:00 a 20:30 horas.
Entre las numerosas tiendas de este centro comercial había una de Entel en la planta baja, así como de otros operadores de telefonía. También había una casa de cambio Afex que ofrecía un buen cambio de euros a pesos chilenos.
Una vez conseguido el objetivo de tener nuestros móviles operativos para llamadas locales y navegación por Internet, nos planteamos subir hasta el mirador Sky Costanera, que se encuentra en las plantas 61 y 62 de la torre. La entrada que da acceso al ascensor que sube está en la planta 5 y el ticket de acceso costaba 18.000 $/adulto.
En días despejados ofrece una vista de 360º sobre Santiago y alrededores que puede alcanzar hasta los 50 km, pero en el momento de nuestra visita la visibilidad era bastante limitada debido a la neblina y la posición del sol por la mañana.
Finalmente decidimos que no nos valía la pena pagar la entrada. De hecho, pensamos que es mucho mejor subir por la tarde, cuando el sol está hacia el oeste e ilumina la cara occidental de la cordillera de los Andes.
A la salida de la Gran Torre Costanera pedimos un taxi Uber con la app para ir al centro histórico. El trayecto hasta el frente del Palacio de La Moneda nos costó 4.500 $.
El Palacio de La Moneda es la sede presidencial chilena y está flanqueado por dos bonitas plazas, al norte por la Plaza de la Constitución y al sur por la Plaza de la Ciudadanía. Lo vimos por fuera. En la calle Morandé, en el lado oriental del palacio, se encuentra la simbólica Puerta Morandé 80, por donde salieron los restos del presidente Salvador Allende tras ser asesinado durante el golpe de estado militar del 11 de septiembre de 1973.
En el año 2023, en la conmemoración del 50º aniversario del golpe de estado, se inauguró frente a esta puerta un memorial en recuerdo de las 37 personas que se encontraban en el interior de esta sede cuando fue bombardeada el 11 de septiembre de 1973 y que posteriormente fueron detenidas, ejecutadas o desaparecidas.
Después de pasear por la bonita Plaza de la Constitución, seguimos por la calle Moneda hasta llegar al Paseo Ahumada, una calle peatonal muy animada que llega hasta la Plaza de Armas. Por el camino tuvimos la oportunidad de ver numerosos edificios históricos.
Alrededor de la preciosa Plaza de Armas hay unos cuantos edificios singulares, como la Catedral Metropolitana de Santiago de Chile, el Museo Histórico Nacional o la Municipalidad de Santiago. En esta última hay una Oficina de Turismo donde se pueden conseguir mapas y/o información turística de la ciudad.
Terminada la visita a esta plaza, el corazón del centro histórico de Santiago, hicimos un interesante circuito a pie por el centro histórico que aparece en la guía Lonely Planet. Este circuito empieza en la Plaza de Armas y termina en la Plaza de la Constitución, pasando por el Comedor Central, el Museo Chileno de Arte Precolombino, el Palacio de los Tribunales de Justicia o el Palacio Pereira, entre otros lugares históricos.
Desde la Plaza de la Constitución y siguiendo por la calle Moneda durante 1 km llegamos hasta los pies de la Fuente Neptuno, la entrada al Cerro Santa Lucía, un bonito parque urbano que ocupa una colina que no alcanza los 70 metros de altura.
Siguiendo los diversos caminos que recorren este parque encontramos edificios históricos, como la Puerta Española o el Castillo Hidalgo. También hay esculturas, jardines y terrazas con unas vistas maravillosas sobre la ciudad y alrededores, incluyendo los Andes nevados. En el punto más alto del cerro, unas escaleras suben hasta lo alto de un pequeño mirador con vistas de 360º.
Finalizada la visita al Cerro Santa Lucía hicimos a pie el camino de 3,4 km de regreso al hotel. Siguiendo la Av Libertador Bernardo O'Higgins encontramos primero el monumento Carta de Pedro de Valdivia. Un poco más adelante entramos en el Boulevard Alameda 333, unas pequeñas galerías comerciales donde había una tienda de anime y fandom K-pop que hizo muy feliz a nuestra hija. Y unos metros más allá se encuentra el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), un enorme complejo cultural que ocupa dos edificios.
Llegamos a la Plaza Baquedano y seguimos por el Parque Balmaceda hasta encontrar la calle Eliodoro Yáñez, que tomamos a la derecha durante un rato hasta llegar a nuestro alojamiento. Cuando llegamos ya había anochecido un poco antes, sobre las 18:45 horas.
Y aquí terminó nuestra visita a la capital (solo al final del viaje le dedicamos unas pocas horas más, visitando su Parque Metropolitano). Somos conscientes de que Santiago da para mucho más, sobre todo en lugares culturales, pero preferimos dedicar los días disponibles a otros destinos de este viaje.
Alojamiento en Santiago de Chile: Providencia Bed and Breakfast
Había llegado el esperado día en que volábamos hacia la isla Rapa Nui. Desde hacía muchos años esta remota isla se había convertido en uno de esos lugares que queríamos visitar porque despertaba en nosotros una gran fascinación.
En la portada de uno de los primeros discos de vinilo que tuve en mi primera adolescencia (de Toni), el álbum de 1978 «Pieces of Eight», del grupo de rock estadounidense Styx, aparecían unas figuras de fondo y en los pendientes que entonces eran totalmente misteriosas para mí. Investigando un poco descubrí que aquellas figuras existían de verdad y eran obra de una cultura antigua que había vivido en un lugar remotísimo del Pacífico.
Y entonces Rapa Nui pasó a mi categoría de lugares míticos que algún día debería visitar, siendo como era ya alguien que soñaba con los atlas y recorría con el dedo lugares exóticos sobre la superficie de un globo terráqueo que tenía.
Hay posiblemente dos razones principales por las que la isla Rapa Nui ejerce esta fascinación sobre cualquier persona con un mínimo de curiosidad:
Ambos nombres, Rapa Nui e Isla de Pascua, son correctos para referirse a esta isla situada en medio del océano Pacífico, pero nosotros preferimos utilizar el primero porque es el nombre tradicional y el que utilizan los nativos de la isla, aparte de que también es el que más nos gusta.
El nombre «Isla de Pascua» se lo dio el explorador neerlandés Jakob Roggeveen cuando la descubrió para Occidente el día 5 de abril de 1722, el día de Pascua de Resurrección. Y ese es el nombre con el que es más conocida.
Por otro lado, «Rapa Nui» es el nombre tradicional que recibe la isla y que tiene su origen en los navegantes tahitianos que visitaban la isla en el siglo XIX. Por tanto, aunque su origen también es extranjero, este es el nombre considerado como la denominación dada por los nativos de la isla.
Y antes de estos dos nombres, los nativos llamaban a la isla «Te Pito o te Henua» y también «Mata ki te rangi» en su lengua autóctona. El primer nombre significa «el ombligo de la Tierra» y el segundo «ojos que miran al cielo» respectivamente.
Más modernamente, el nombre «Rapa Nui» se ha hecho extensivo en otras lenguas también para denominar al pueblo aborigen de la isla y a su idioma, ya sea como dos palabras («Rapa Nui») o en una sola («rapanui»).
Volviendo a nuestro día a día, empezamos la jornada yendo en taxi hasta la terminal de vuelos nacionales del aeropuerto de Santiago, donde llegamos a las 7:05, pagando 25.000 $ por el trayecto.
En solo 10 minutos ya teníamos el equipaje facturado y las tarjetas de embarque en la mano. La compañía LATAM Airlines nos sorprendió muy gratamente porque parece tenerlo todo muy bien organizado. Para los vuelos hacia Rapa Nui hay una serie de particularidades que podréis encontrar explicadas en el apartado Requisitos de viaje a Rapa Nui.
Nuestro vuelo de LATAM despegó del aeropuerto de Santiago a las 9:25. El avión era un Boeing 787-9 Dreamliner que parecía recién estrenado. Las ventanillas tienen una cortinilla electrónica para aclarar u oscurecer el paso de la luz a voluntad. Según el mapa del sistema de entretenimiento del avión, el trayecto era de 3.746 km sobre el océano Pacífico Sur.
En la parte inicial del trayecto sobrevolamos el archipiélago Juan Fernández. Y a las 11:55 hora local (-2 horas respecto a Santiago de Chile) aterrizamos en el aeropuerto internacional Mataveri de la isla Rapa Nui tras cuatro horas y 30 minutos de vuelo efectivo.
Este aeropuerto es el más remoto del mundo, ya que el más cercano está a 2.603 km y es el aeropuerto que hay en la isla Mangareva, perteneciente a la Polinesia Francesa.
La terminal del aeropuerto Mataveri es pequeña, pero su pista de aterrizaje tiene una longitud de 3,4 km, muy larga tratándose de un aeropuerto de esta categoría. Y esto se debe a que a finales de los años 80 del siglo pasado el gobierno de EE.UU. sufragó los gastos de ampliación y modernización del aeropuerto a cambio de que pudiera ser utilizado como alternativa de emergencia para el aterrizaje de los transbordadores espaciales de la NASA cuando estos aún funcionaban.
El aeropuerto Mataveri está pegado a Hanga Roa, la única población de la isla y donde viven prácticamente todos sus habitantes. La isla Rapa Nui tiene actualmente unos 8.000 habitantes y su superficie es de 163,5 km².
El desembarco del avión lo hicimos por una escalera a pie de pista y después caminando hasta la pequeña terminal. Antes de entrar en la terminal nos recibe un gran cartel con la palabra «Iorana» (saludo en lengua rapa nui que tanto significa «Hola» como «Adiós»). Desde el primer momento la sensación de estar en una isla de la Polinesia es total.
Tal como habíamos acordado previamente, el propietario del alojamiento que habíamos reservado previamente en la isla nos recogió en el aeropuerto y nos llevó hasta el lugar donde se encuentra la casa. El servicio de traslado desde/hacia el aeropuerto estaba incluido en el precio.
Después de dejar el equipaje en la casa fuimos caminando hasta el centro de Hanga Roa y almorzamos en el bar-restaurante Kuki Varua (al final de la calle Te Pito o Te Henua, frente al campo de fútbol), donde había un menú cerrado de 10.000 $ (no incluye bebida) que era una buena alternativa.
Tras el almuerzo fuimos a pasear por el frente marítimo de Hanga Roa para hacernos una idea del lugar. En el pequeño puerto de Hanga Roa suele haber unas cuantas tortugas en el agua que son una verdadera atracción. Y aquí vimos los primeros moáis de la isla, el que hay sobre una base en la Plaza Hotumatua y 50 metros más al sur el de Ahu Hotake.
Aprovechamos para entrar en la oficina de información turística de Sernatur, ubicada frente al Pea RestoBar, para informarnos de todo lo necesario para organizar los siguientes días en la isla. A continuación, pedimos precios en varias oficinas de alquiler de coches (ver el apartado Alquilar un coche en Rapa Nui).
Acto seguido fuimos hasta la oficina del Parque Nacional Rapa Nui, ubicada detrás del Mercado Artesanal. Aquí compramos las entradas para visitar los sitios arqueológicos que forman parte del parque nacional. Cada entrada para un adulto extranjero costaba 72.000 $.
El Parque Nacional Rapa Nui es una reserva arqueológica que ocupa el 43,5% de la superficie total de la isla y protege las aldeas ceremoniales ancestrales, monumentos y restos arqueológicos de los antiguos nativos de Rapa Nui.
Desde finales del año 1995 el Parque Nacional Rapa Nui figura en la lista de Patrimonios de la Humanidad de la Unesco, ya que representa el testimonio de un fenómeno cultural único en el mundo.
Y desde el año 2018 la administración de este parque recae en la comunidad indígena Ma'u Henua. Dada la fragilidad de este espacio, con el tiempo se han ido acondicionando los sitios arqueológicos a visitar para que los visitantes puedan caminar por ellos sin riesgo de dañar los restos culturales que se esparcen por la isla.
Dentro del parque nacional destacan principalmente los moáis (las monumentales estatuas monolíticas de apariencia humanoide) y los ahu (los altares sobre los que se levantaban los moáis), así como el arte rupestre, el poblado ceremonial de Orongo y los cráteres de los volcanes Rano Kau, Rano Raraku y Rano Aroi, entre otros.
Pasadas las 19:00 horas fuimos a diferentes supermercados a comprar cosas para las comidas de los próximos días en la cabaña. En Hanga Roa hay varios supermercados, pero en general todos son bastante pequeños y la oferta que tienen es muy limitada. Además, todos los productos son carísimos, algo comprensible por la insularidad extrema de Rapa Nui. Y en la mayoría de los casos ni siquiera tienen el precio marcado, lo que obliga a preguntar el precio de todo en la caja.
Por último, llamamos a Marco (+56 972003114), un taxista del cual teníamos el contacto, y nos recogió en el centro del pueblo para llevarnos a nosotros y lo que habíamos comprado hasta nuestro alojamiento. El precio del trayecto fue de 5.000 $.
Alojamiento en Hanga Roa: Cabañas Kainga (94.000 $/noche por una casa individual). Lugar ubicado en la calle Vai Kia Kia, a 2,5 km del centro de Hanga Roa, en una bonita y tranquila zona rural. La casa tiene cocina-comedor, una habitación y un baño. El sofá del comedor se transforma en sofá-cama. La casa es sencilla, pero no está mal. La lejanía del centro hace que sea conveniente tener coche o bien tomar taxis. La señal de wi-fi y de la TV es muy mala.
El día se levantó lluvioso en la isla, pero hacia las 10:30 dejó de llover y fuimos andando hacia el centro de Hanga Roa.
Primeramente fuimos a los dos únicos cajeros de la isla para sacar pesos chilenos, ya que debíamos pagar el alojamiento en efectivo. Uno de los cajeros es del Banco del Estado y el otro es del Banco Santander. En este último la comisión por extracción es 3.000 $ superior al otro.
Después hicimos un largo paseo bordeando el mar, viendo diferentes esculturas situadas sobre la línea de costa. También pasamos ante el moai Ahu Mata Ote Vaikava. Y llegamos hasta el Mirador de las Olas, con unas vistas muy bonitas sobre las rocas volcánicas de la costa y las grandes olas del océano rompiendo sobre la costa.
Desde aquí subimos por la calle Pont en dirección hacia el centro y decidimos ir a comer a los Aloha Food Trucks, en la calle Atamu Tekena. Se trata de un lugar donde hay diferentes paradas donde comprar la comida y unas mesas para poder comer allá mismo. No es nada barato, pero se come bien.
Sobre las 14:15 empezó a llover de nuevo y ya no paró en toda la tarde. Por suerte nos había dado una tregua por la mañana y mediodía para poder pasear por Hanga Roa.
A las 14:30, Marcelo, la persona con la cual habíamos acordado el alquiler de un coche (ver el apartado Alquilar un coche en Rapa Nui), nos llevó el vehículo hasta el lugar donde nos encontrábamos. Allá mismo acabamos de «formalizar» la entrega del coche, un Suzuki Grand Nomade, de tipo SUV, y que estaba bastante bien.
Ya con el coche, salimos de Hanga Roa por la carretera que bordea el lado norte de la pista del aeropuerto hasta desembocar en la carretera que bordea la costa oriental de la isla.
Al llegar al lugar donde se encuentra el impresionante Ahu Tongariki nos paramos para verlo desde fuera del pequeño muro que cierra el recinto, ya que este es uno de los lugares donde es necesario ir acompañados de un guía. Pero, en cualquier caso, desde fuera se puede ver bastante bien y vale la pena pararse.
Continuamos la ruta bordeando por su costado oeste la península que forma el volcán Poike, el segundo más alto de la isla. Y a continuación continuamos por la carretera que bordea la costa norte hasta llegar a la maravillosa playa de Anakena.
Anakena es una playa de coral y arena blanca, ubicada en la costa norte de la isla y dentro de los límites del Parque Nacional Rapa Nui. Es una de las dos únicas playas naturales que encontraréis en Rapa Nui y es la más grande.
Según las tradiciones orales del pueblo rapanui, Anakena fue el lugar donde, hacia el siglo IV, se estableció Hotu Matu'a, el colonizador y primer ariki o rey de Rapa Nui.
Esta playa es realmente preciosa, de postal. Cuenta con muchas palmeras, hierba verde, arena blanca, dunas y dos conjuntos de moais: Ahu Nau Nau y Ahu Ature Huki. Hicimos una rápida exploración por la zona, porque ya empezaba a ser tarde y no queríamos cruzar la isla ya de noche hasta llegar a Hanga Roa.
Tendremos otros días para ver Anakena con más tiempo, porque a ella se puede ir sin necesidad de un guía.
Alojamiento en Hanga Roa: Cabañas Kainga
Kilómetros recorridos en coche: 57 km.
Empezamos el día subiendo con el coche hasta el lugar donde se encuentra el mirador sobre el cráter del volcán Rano Kau, pero a medida que íbamos subiendo la visibilidad se fue reduciendo a causa de la niebla. De hecho, en el camino de subida nos paramos en el llamado Mirador de Hanga Roa, pero apenas conseguíamos ver la ciudad.
Y cuando llegamos al Mirador de Rano Kau apenas se veía el cráter en toda su extensión a causa de la niebla que iba y venía. Nos hubiera gustado hacer la caminata que recorre el borde del cráter, pero con el tiempo que hacía y el suelo resbaladizo consideramos que era mejor no hacerla.
De vuelta hacia Hanga Roa fuimos a la tienda de Entel que hay en el centro para recargar las tarjetas SIM que habíamos comprado días atrás, (ver Telefonía e internet en Chile) puesto que solo venía de origen con 1 Gb. La recargamos con un paquete que costaba 8.000 $ por cada SIM y que incluía 20 Gb de datos y llamadas nacionales ilimitadas. Con esto tuvimos de sobra para todo el resto del viaje.
Saliendo de aquí fuimos a pie hasta la cercana y bonita iglesia de la Santa Cruz. Ocupa un edificio de estilo ecléctico que destaca por su decoración y por los preciosos jardines que la rodean. Vale la pena entrar en ella y fijarse en las imágenes religiosas de madera que hay, las cuales mezclan motivos religiosos católicos con elementos nativos.
A continuación fuimos con el coche hasta el complejo arqueológico de Ahu Tahai, situado en el extremo norte de Hanga Roa, otro lugar increíble de Rapa Nui. Este conjunto está formado por tres grupos de moais: dos de ellos solitarios y el tercero formado por cinco figuras humanoides. Este último se denomina Ahu Tahai. Además, si sumamos como telón de fondo el azul del océano y las rocas volcánicas de la costa, negras como el carbón, entonces el conjunto es realmente impresionante.
Y desde aquí recorrimos a pie los 400 metros que hay hasta el cementerio católico de Rapa Nui, curioso de ver por la decoración de muchas de sus tumbas, con una mezcla de religión católica y de costumbres locales. Es muy colorido y permite hacerse una idea de la idiosincrasia de la cultura de la isla.
A continuación fuimos a comer al restaurante Ohi Sushi, a solo 100 metros del cementerio. Comimos muy bien en una terraza exterior con vistas al océano.
De vuelta al coche pusimos rumbo nuevamente hacia la playa de Anakena. Hoy sí pudimos ver de cerca los dos conjuntos de moais que hay, situados en un lugar tan precioso como esta playa. Y después de un buen rato disfrutando de un lugar tan especial empezamos a volver hacia Hanga Roa porque ya eran casi las seis de la tarde.
En el camino de vuelta nos desviamos unos 300 metros de la carretera Vaitea Anakena que cruza la isla por el interior para ir hasta el Ahu Huri A Urenga, una plataforma con un único moai que tiene la particularidad de que tiene talladas cuatro manos. Y se encuentra ubicado en una zona rural y alejada de la costa. Para visitar este lugar tampoco es necesario ir con ningún guía.
En cualquier caso, cuando visitéis cualquiera de los lugares arqueológicos de la isla, bien sea acompañados de un guía o por libre, por favor, haced caso siempre de las indicaciones y respetad los límites indicados para no acercarse más de la cuenta a un moai. Y lógicamente está completamente prohibido tocarlos o subir a la plataforma de piedra para hacerse una foto.
No son solo piedras, son lugares sagrados para el pueblo rapanui, el cual vela celosamente por la conservación de su patrimonio histórico y cultural.
Aunque parezca increíble, a pesar de todas las indicaciones, vimos una mujer que se saltó el límite para abrazar un moai mientras su acompañante le hacía una foto. Afortunadamente, un nativo que la vio de lejos se le acercó y le espetó una «bronca» contundente... y más que merecida.
Alojamiento en Hanga Roa: Cabañas Kainga
Kilómetros recorridos en coche: 77 km.
Empezamos esta jornada yendo con el coche hasta Toki Rapa Nui, en el extremo norte de Hanga Roa.
En el trayecto nos paramos en el Mirador Hanga Kio'e, un lugar arqueológico de acceso público que está junto al mar y que está formado por dos ahu (plataforma ceremonial) con un moai cada una: Ahu Akapu y Ahu Hanga Kio’e. También hay una plaza, un hare moa (gallinero) y restos de hare paenga (casas con forma de barco) que formaban parte del centro ceremonial. Todo este conjunto fue restaurado en 1972 por el arqueólogo estadounidense William Mulloy.
Este lugar no suele figurar en los circuitos turísticos y es muy poco visitado. Si vais es muy probable que podáis disfrutar de este lugar en solitario, tal como nos pasó a nosotros. Por esta misma razón es un buen lugar para ver la puesta de sol sin el gentío que suele haber en el cercano Ahu Tahai, si bien no es tan espectacular como aquel.
Desde aquí continuamos 1,1 km por caminos locales hasta llegar a Toki Rapa Nui. Se trata de una escuela de música que forma parte del proyecto de una ONG que tiene como objetivo preservar la cultura y el medio ambiente de la isla Rapa Nui. Se dan clases gratuitas a niños y jóvenes que reciben formación en disciplinas musicales clásicas y de la tradición rapanui.
La escuela ocupa un edificio de diseño bioclimático, autosuficiente y ecológico. En su construcción se reutilizaron 10 toneladas de cartones y 6 de pellet, 1.500 neumáticos, 30.000 latas de aluminio y 20.000 botellas de vidrio.
Cuando llegamos a Toki Rapa Nui encontramos que no había nadie porque la escuela de música estaba de gira por el continente. Aun así pudimos ver el edificio por fuera y un poco por dentro. Merece la pena acercarse para verlo.
Desde aquí decidimos ir un otra vez hasta la playa de Anakena, esta vez con la idea de bañarnos en aquel trozo de paraíso. Yendo por caminos rurales conectamos con la carretera principal y pusimos rumbo hacia el norte.
Pero al llegar a Anakena nos encontramos con la sorpresa de que un cartel informativo advertía de la prohibición del baño por la presencia de muchos ejemplares de carabela portuguesa, una especie con apariencia de medusa y que puede ser peligrosa por su picadura urticante.
Puesto que no nos pudimos bañar, nos dedicamos a pasear y a hacer fotos por la playa y sus alrededores, incluyendo sus dos conjuntos de moais. Sea como fuere se trata de un lugar excepcional que no importa visitarlo una y otra vez. Es un lugar sencillamente fascinante, llueva o haga sol.
Pasado el mediodía marchamos de Anakena en dirección hacia Hanga Roa, pero antes de marchar de la zona nos desviamos un poco para ir a la cercana playa de Ovahe, la otra única playa natural de arena de la isla.
Para llegar a Ovahe tuvimos que pasar por un tramo de pista de unos 500 metros que estaba muy embarrado a causa de la lluvia de los últimos días, pero por suerte nuestro coche era alto y con un poco de habilidad pudimos llegar hasta el final de la pista. Aquí dejamos el coche e iniciamos el camino a pie, el cual no es fácil porque el camino no es llano y hay que pasar por entre unas grandes rocas. Por este motivo es poco frecuentada.
De hecho, Ovahe es una pequeña cala, rodeada de acantilados de origen volcánico de color rojizo. La arena de la playa es de color rosado, pero cada vez tiene menos a causa del cambio climático. Pero el lugar y el paisaje circundantes son extraordinarios. Por el camino se puede ver sobre unas rocas un antiguo crematorio ceremonial del pueblo rapanui.
De regreso a Hanga Roa fuimos a comer al restaurante Aringa Ora, en la esquina de las calles Hotu Matu'a y Atamu Tekena. No es nada barato, pero las cantidades son más que generosas y la comida muy buena. Merece la pena.
Mientras estábamos comiendo empezó a llover a cántaros. Así que después fuimos a tomar un café al Polinesian Coffee & Bar, situado ante el Ahu Mamara Nui, para esperar a que parara de llover.
Pasadas las cinco de la tarde paró de llover y fuimos hasta el Mercado Artesanal para dar una vuelta por su interior y ver las paradas que aún quedaban abiertas.
Y finalizamos las visitas de día yendo hasta Ahu Tahai para ver la puesta de sol, aprovechando que acabó saliendo el sol después de la lluvia. Desde aquí pudimos disfrutar de un cielo con unos colores muy bonitos.
Ya de noche y oscuro, sobre las 18:57, marchamos de Tahai y volvimos a pasar por el lado del cementerio católico, un festival de luz a causa de la peculiar iluminación de muchas de sus tumbas y que funcionan con baterías solares.
Alojamiento en Hanga Roa: Cabañas Kainga
Kilómetros recorridos en coche: 54 km.
Hoy era el primer día de los dos que habíamos acordado con la guía Elena Delgado (ver Requisitos de viaje a Rapa Nui) para hacer las visitas a los lugares arqueológicos situados dentro del parque nacional Rapa Nui.
A las 9 de la mañana pasamos por el centro de Hanga Roa a recoger a la guía con nuestro coche. Tras las presentaciones subió al asiento de atrás del coche. De entrada nos propuso, acertadamente, de hacer las visitas en el orden contrario al que suelen seguir los tours para coincidir con ellos lo mínimo posible.
La primera visita fue a Ahu Akivi, donde estrenamos la entrada al parque nacional que habíamos comprado días atrás. Ahu Akivi consta de una plataforma que sostiene siete moais y es el primero que se reconstruyó en la isla, en 1950. Estos moais tienen la particularidad de que miran hacia el mar y no están de espaldas a él, como suele ser habitual.
Desde aquí pusimos rumbo con el coche hacia el norte de la isla hasta llegar a Ahu Té Pito Kura, ubicado en un lugar fantástico junto al mar. Solo había un moai en el ahu, el moai Paro, pero con una altura de 9,54 metros fue el moai más grande nunca levantado con éxito sobre su plataforma (se calcula que su peso es de 80 toneladas). Actualmente lo veréis tumbado en el suelo y seccionado en tres partes.
En Té Pito Kura también hay una curiosa piedra esférica conocida con el nombre de «El ombligo del mundo» y que tiene propiedades magnéticas que hacen que esté rodeada de leyendas. Pero la realidad es que contiene magnetita.
Acabada esta visita continuamos por la carretera que bordea la costa norte hacia el este y también el volcán Poike hasta llegar a Ahu Tongariki, el ahu más grande de la isla, con 15 moais alineados sobre la plataforma. Por este motivo es, quizás, el icono turístico más importante de Rapa Nui.
Este conjunto de moais se encuentra muy próximo a Rano Raraku, la principal cantera de los moais, y dan la espalda al océano Pacífico. Uno de los quince moai del conjunto tiene pukao (sombrero o moño) y otro de ellos es el más pesado que se ha erigido en toda la isla, con un peso de 85 toneladas.
Fueron construidos en la época de esplendor de la cultura rapanui, pero tras el periodo de crisis de la sociedad rapanui, estos fueron tumbados. Muy posteriormente, en 1960 fueron arrastrados y bastante dañados por el potente tsunami causado por el mega-terremoto de Valdivia. En la década de los años 1990, se llevó a cabo una importante tarea arqueológica para reconstruir la plataforma ceremonial.
Unos pocos metros a la izquierda del acceso al recinto de Ahu Tongariki hay un moai solitario que no tiene nada que ver con los de la plataforma principal. Se trata del moai A Vere o «moai viajero», llamado así porque en 1982 fue embarcado rumbo al Japón para participar en una exposición en la ciudad de Osaka y a la vuelta los isleños lo bautizaron con este mote y con él se ha quedado.
Ahu Tongariki es un lugar magnífico, que deja sin palabras. También es el mejor lugar de la isla para ver la salida del sol, con la ventaja de que no hay que entrar en el recinto (con guía y entrada), sino que se puede ver desde detrás del pequeño muro de piedra que hay junto a la carretera.
Y desde aquí continuamos con las visitas del día desplazándonos hasta Rano Raraku, un cráter volcánico que tiene una enorme trascendencia cultural y arqueológica porque fue la cantera donde se tallaban los moais.
Es un lugar realmente increíble y extraordinario, que hay que ver sí o sí, porque también es de los más emblemáticos de la isla. La verdad es que este lugar arqueológico superó con creces todas nuestras expectativas previas y nos quedamos sin palabras a causa de la magia y misterio de este lugar tan maravilloso.
Pasada la entrada al recinto empieza un camino de 1,5 km que sube hasta el lugar de donde se sacaban los grandes bloques de piedra con los que se tallaban los moais. Pero por el camino tendréis la oportunidad de ver muchos moais que no llegaron a salir de la cantera y que se pueden ver caídos o semi-enterrados.
Antes de iniciar el camino de salida de la cantera fuimos a ver el enigmático moai Tukuturi, el cual cuenta con la particularidad de que es visible el cuerpo completo, así como que tiene la cabeza redondeada y se muestra arrodillado, con las piernas dobladas hacia atrás. Hace 3,70 metros de alto y pesa unas 10 toneladas. Además, su cara muestra un semblante más humano que el resto de moais y es el único que mira hacia el cráter Rano Raraku, porque todos los demás moais de la cantera le dan la espalda.
Desde el punto donde se encuentra este moai hay vistas privilegiadas sobre Ahu Tongariki y su bahía, así como sobre el volcán Poike. Finalmente, en Rano Raraku empleamos más de una hora, pero por su singularidad nos podíamos haber pasado todo el día.
Acabada esta visita volvimos al coche y continuamos bordeando la costa oriental hacia el sur, hasta llegar a Ahu Akahanga, donde vimos un ahu de 18 metros de longitud con los restos de siete moais que están tumbados y algunos pukao esparcidos por el suelo. También son visibles los restos del poblado que hubo en este punto, incluyendo casas (Hare Paenga) y fogones para cocinar (Umu Pae). Ahu Akahanga está ubicado en un lugar costero muy bonito.
Y desde aquí fuimos al último lugar previsto para la jornada de hoy: Vaihu. En este lugar hubo un poblado y lo que se puede ver hoy en día son los restos del Ahu Hanga Te'e, un enorme ahu de 86 metros y que tenía ocho moai. Puesto que no fue nunca restaurado lo podréis ver tal como quedó tras la guerra civil entre los clanes de la isla.
Ante el ahu hay un gran círculo de rocas que se utilizaba para grandes ceremonias y conmemoraciones. Y en Vaihu también veréis la reconstrucción de un poblado rapanui, con sus casas de forma elíptica y sus jardines de piedra.
Y en este punto dimos por finalizada la visita al parque nacional en el día de hoy, tras más de siete horas recorriendo diferentes puntos de la isla. Eran las cuatro de la tarde y aún no habíamos almorzado, solo habíamos picado algunas cosas que llevábamos encima.
De vuelta a Hanga Roa dejamos a Elena, nuestra guía, donde nos indicó. Buscamos un restaurante que aún tuviera la cocina abierta a esa hora y encontramos el restaurante Te Moana. En él comimos muy bien, pero como en todos los restaurantes de la isla, no esperáis precios baratos.
En los restaurantes de Rapa Nui, en general, los platos principales cuestan entre 15 y 20 mil pesos chilenos, aunque con un plato es más que suficiente porque las cantidades son muy generosas. Una cerveza chilena cuesta entre 3.500 y 5.500 $, pero solo hay una cerveza local y que es artesanal, la cerveza Mahina, la cual costaba entre 5 y 6 mil $ dependiendo del lugar. Por otro lado, una Coca Cola o una botella de agua cuesta 3.000 $ (unos 3 euros).
Tal como habíamos hecho el día anterior, al atardecer fuimos hasta Ahu Tahai para ver la puesta de sol. Esta es la mejor forma posible, o una de las mejores que se nos ocurren, de cerrar el día en la isla Rapa Nui.
Alojamiento en Hanga Roa: Cabañas Kainga
Kilómetros recorridos en coche: 69 km.
Segundo día de visitas en el Parque Nacional Rapa Nui. Con el coche pasamos a recoger a nuestra guía a las nueve de la mañana por el centro de Hanga Roa y pusimos rumbo hacia Orongo, la primera visita de hoy.
El conjunto arqueológico de Orongo se encuentra ubicado en el lado suroeste de la cumbre del cráter del volcán Rano Kau, en el extremo sur de la isla. Ocupa una estrecha franja entre el borde del cráter y el acantilado que baja casi en vertical hasta el mar, ante los islotes Motu Nui, Motu Iti y Motu Kao Kao.
Orongo fue uno poblado ceremonial de gran trascendencia en la isla, ya hacia el final de la época de decadencia de las tribus rapanui. Era habitado de manera estacional por los jefes y personajes principales de las antiguas tribus durante una celebración de origen religioso que podía durar semanas y que tenía lugar en los meses de primavera, en honor del dios creador Make Make. Esta celebración lograba su clímax con la competición del Tangata Manu o «hombre pájaro».
Las primeras casas de piedra en Orongo parecen haberse construido sobre el año 1400 d.C. y con el tiempo se construyeron 54 casas alineadas en el borde del cráter. En el interior de algunas de las casas se han encontrado interesantes pinturas relacionadas con la ceremonia del hombre pájaro, pero la mayor parte de estas pinturas se ha perdido a causa de los saqueos de sucesivas expediciones. Y las que han quedado la humedad del lugar las echa a perder.
En este poblado se encontró un moai excepcional, el Hoa Hakananai’a, hecho de basalto y con una altura de 2,5 metros, el cual creaba una conexión entre el antiguo culto a los ancestros y el nuevo culto al hombre pájaro.
Este moai estaba semi-enterrado en el interior de una de las casas de Orongo, pero fue robado y trasladado a Londres en 1868 por la tripulación de un barco inglés. Desde entonces está expuesto en el Museo Británico. Es uno más del conjunto de moais que hay esparcidos por varios lugares del mundo y que el pueblo rapanui reclama que sean devueltos a la isla.
Por otro lado, las rocas alrededor del poblado están cubiertas con más de 1.700 petroglifos, pero hay un lugar, denominado Mata Ngarau, que se encuentra en el extremo del poblado y dónde destacan dos conjuntos naturales de rocas cubiertas casi completamente con grabados, aunque algunos de ellos están muy deteriorados por el paso del tiempo.
Los islotes Motu Nui, Motu Iti y Motu Kao Kao que se ven ante Orongo no están habitados, pero son de gran importancia en la historia y cultura de los rapanui. En la competición del Tangata Manu para elegir el nuevo rey de la isla ganaba el primero de los competidores que volvía a Orongo con un huevo de ave manutara que anidaba en el islote de Motu Nui.
Desde varios miradores pudimos ver el interior del cráter del volcán Rano Kau desde su lado sur. Impresionante, con sus Islas de totora flotando sobre el lago que ocupa actualmente el cráter.
Y antes de marchar de Orongo estuvimos leyendo los interesantes paneles explicativos que hay a la entrada del recinto. En resumen, se trata de una visita muy interesante y complementada por las magníficas vistas que hay desde el poblado.
Con el coche deshicimos 1 km del camino que nos había llevado hasta Orongo y nos paramos en el Mirador de Rano Kau. Ya habíamos estado en él días atrás, pero la niebla y la lluvia no nos lo habían dejado ver bien. Afortunadamente hoy hacía sol y no había nada que restara visibilidad. Subimos hasta el lugar más elevado en el borde del cráter para tener una nueva perspectiva.
De vuelta al coche bajamos de nuevo hasta la base del Rano Kau, pero siguiendo las indicaciones de nuestra guía cogimos una carretera a la derecha indicada como Vinapu. Esta carretera bordea la pista del aeropuerto por su lado sur. Cuando ya se acaba la pista del aeropuerto hay un cruce y a la derecha baja una pista que conduce a la entrada de Ahu Vinapu.
En el centro ceremonial de Ahu Vinapu hay un par de ahus, de diferentes épocas, con numerosos moais y pukaos tumbados en el suelo y semi destruidos.
Pero lo que más destaca de este lugar son las propias plataformas, ya que los grandes bloques de piedra que forman la base están cortados y colocados de tal forma que recuerda las construcciones incas de Sacsayhuaman o Cusco. Denotan un gran dominio de las técnicas de construcción y tallado de la piedra que no se ha observado en ninguno otro lugar de la Polinesia y esto ha dado lugar a numerosas teorías, algunas muy controvertidas, sobre la relación de los rapanui con la cultura inca.
Finalizada la interesante visita a Ahu Vinapu nos desplazamos con el coche unos 7,5 km hacia el norte para llevar a cabo la última visita de hoy en el parque nacional: Puna Pau o «la cantera de los pukao».
El lugar arqueológico de Puna Pau corresponde al pequeño cráter de un volcán extinto donde hay una cantera de escoria roja (hani hani en lengua rapanui) que fue la más importante fuente de esta materia prima para los rapanui en el pasado.
Este material, de gran porosidad, escasa dureza y de un color rojizo gracias al óxido de hierro que contiene, era utilizado para fabricar varios tipos de objetos: estatuas de pequeño tamaño, recipientes para el agua, bloques de tipo ornamental, y ojos de moai. Según parece, entre los siglos XIV al XVII la extracción de material de esta cantera fue intensiva. El motivo principal era la elaboración de los pukao o tocados cilíndricos que coronaban algunas de las estatuas de Rapa Nui.
Dentro y fuera del cráter pudimos ver todavía algunos pukao que no fueron llevados a su lugar final por varias razones. Puna Pau es otro lugar muy bonito e interesante que merece la pena de ver.
Acabada esta visita, cuando ya eran las 13:00 horas, dimos por completadas las visitas guiadas que teníamos contratadas con Elena. Habíamos visto todo aquello que queríamos y que era más importante, al menos para nosotros. El tiempo meteorológico nos había acompañado y Elena Delgado había sido una excelente guía. Una guía muy recomendable.
Después de acompañarla a su casa y despedirnos de ella fuimos a comer al restaurante Neptuno Sunset, situado justo antes de llegar al puerto pesquero que hay en Hanga Piko. Nos lo habían recomendado y lo cierto es que comimos un pescado local muy bueno mientras disfrutábamos de unas vistas excelentes sobre el océano.
Saliendo del restaurante fuimos andando hasta el cercano puerto de Hanga Piko para ver el Ahu Riata, una plataforma con un único moai. Y junto al ahu pudimos ver unas cuántas canoas polinesias muy bonitas.
Ya con el coche fuimos hasta las proximidades de Ana Kai Tangata, una cueva de origen volcánico que forma una cavidad de 10 metros de anchura, 5 metros de altura y 15 metros de profundidad.
Esta cueva es popular por su espectacular ubicación y porque en la vuelta del techo interior de la cueva hay unas bonitas pinturas rupestres en colores rojo, blanco y negro, que principalmente representan al manutara, el ave migratoria que cada primavera anidaba en los islotes ante Orongo.
Desde el aparcamiento donde dejamos el coche hicimos a pie el camino de bajada hacia la cueva, pero hacia el final lo encontramos cortado a causa de unos desprendimientos de rocas. Aun así, pudimos hacer fotos de la entrada de la cueva desde un acantilado próximo. Desde esta zona hay buenas vistas sobre la costa y el volcán Rano Kau.
Después volvimos con el coche hacia el centro de Hanga Roa y paseamos un rato por los alrededores de la Caleta Hanga Roa, el puerto de donde salen las barcas de buceo. También fuimos a Hanga Vare Vare, una bonita zona verde muy abierta donde se celebran mucho acontecimientos de la isla, como la fiesta Tapati Rapa Nui.
En Hanga Vare Vare hay varias estatuas de piedra, así como un moai sobre una plataforma metálica denominado Moai de Paz, el cual fue construido en 1992 con roca basáltica. Y junto a unas palmeras ante este moai se encuentra la bonita piscina natural de Poko Poko, un lugar de poca profundidad y donde bañarse a resguardo de las fuertes olas. Y cerca de aquí encontraréis el Ahu O´Rongo, una plataforma que llegó a tener cinco moais.
A las seis de la tarde quedamos con Marcelo Soto y su socio, Jorge Jesús, para devolver el vehículo que habíamos alquilado durante más de cuatro días. Previamente habíamos llenado de gasolina 93 el depósito del coche en la gasolinera que hay junto al aeropuerto. Estuvimos un rato hablando con ellos porque ambos son muy agradables y simpáticos.
Fue un gran acierto haber alquilado el coche a través de ellos: habíamos tenido un coche más grande y en mejores condiciones de lo que nos ofrecían el resto por el mismo precio. Muy recomendable. En total recorrimos 306 km por la isla con el coche alquilado.
A continuación volvimos hasta Hanga Vare Vare para disfrutar de una fantástica puesta de sol, nuestra última de esta estancia en Rapa Nui, con la silueta de las palmeras recortada sobre el cielo púrpura.
Y a las 19:30 volvimos al restaurante Té Moana para asistir al espectáculo musical La historia del moai, a cargo de la Agrupación Cultural Mana Ma'ohi. Se trata de una representación teatralizada de bailes y música sobre la la construcción de los moais transmitida por la tradición oral de los rapanui. El espectáculo empieza a las 20:00 y dura una hora y media aproximadamente. El precio de la entrada es de 34.000 $ por persona y se puede comprar en el mismo restaurante.
Al llegar al restaurante nos asignaron nuestro lugar y nos dieron un cóctel de bienvenida. Y antes de que empiece el espectáculo pasa por las mesas una chica que, a quien desee, le pinta motivos rapanui en la cara. Puntualmente a las ocho de la tarde-noche empezó el espectáculo.
Los intérpretes de la obra son cuatro músicos (uno de ellos hace las veces de narrador en rapanui, español, inglés y francés(. Y en los bailes había once chicas y seis chicos. Las canciones, todas únicamente en lengua rapanui, son muy bonitas, así como las coreografías y las distintas vestimentas tradicionales que usan. Este espectáculo es de raíces profundamente polinesias.
A pesar de ser conscientes de que se trata de un espectáculo muy orientado al turismo, lo cierto es que nos gustó mucho y mereció la pena pagar el elevado precio de las entradas.
Hacia el final del espectáculo se invita al público a bailar con ellos. Y acabado el espectáculo, quién lo desee puede hacerse una foto con todos los integrantes del grupo como recuerdo. Nuestra hija disfrutó mucho de este espectáculo.
A la salida del espectáculo, pasadas las 21:30 horas, cogimos una taxi para ir hasta nuestro alojamiento (5.000 $).
Alojamiento en Hanga Roa: Cabañas Kainga
Kilómetros recorridos en coche: 49 km.
Últimas horas en la isla puesto que después del mediodía teníamos nuestro vuelo de vuelta hacia Santiago. Aprovechamos la mañana para preparar el equipaje y recogerlo todo, con tranquilidad.
Como que nos sobraba un poco de tiempo antes de que nos vinieran a recoger para llevarnos al aeropuerto, fuimos a dar una vuelta a pie por los alrededores del alojamiento, llegando hasta el Jardín Botánico Tau Kiani.
A las 12:55 horas llegó al alojamiento el taxista que nos tenía que llevar al aeropuerto. Este transfer ya estaba incluido en el precio. Diez minutos después de salir ya estábamos en el aeropuerto Mataveri.
Tras facturar el equipaje, pasamos el control de seguridad y esperamos en la única sala de embarque, la cual da a un bonito jardín exterior. Embarcamos en un Boeing 787-8 de LATAM que despegó puntualmente a las 14:45.
Después de un tranquilo vuelo de cuatro horas (y un trayecto de 3.770 km) aterrizamos en el aeropuerto de Santiago a las 20:47 hora local (+2 horas respecto a Rapa Nui). Mientras recogíamos el equipaje contactamos con el transporte gratuito del hotel que teníamos reservado para aquella noche. A las 21:35 horas llegamos a la recepción del hotel.
Alojamiento en Pudahuel: Courtyard by Marriott Santiago Airport (109 €/nit per una habitación triple). Está ubicado en las inmediaciones del aeropuerto de Santiago, a pocos minutos en coche. La habitación que tuvimos y las instalaciones del hotel, en general, estaban muy bien, pero nuestro principal motivo para alojarnos aquí fue el hecho de que nuestro vuelo procedente de Rapa Nui llegaba tarde y al día siguiente teníamos un vuelo muy pronto por la mañana, así que no queríamos perder tiempo en desplazamientos des de la ciudad. Y el hecho de disponer de un servicio gratuito de traslado a/del aeropuerto también era un plus.
A las 5:00 de la mañana ya estábamos esperando en la recepción del hotel a que llegara nuestro transporte gratuito hacia el aeropuerto. Y a las 5:02 subimos al minibús y 12 minutos después ya nos encontrábamos en la terminal de vuelos nacionales.
Tras facturar el equipaje en los mostradores de la compañía Sky Airline y de pasar el control de seguridad llegamos a la sala de embarque para esperar la salida de nuestro vuelo hacia Calama, en el norte del país.
Nuestro vuelo, en un Airbus A320neo, despegó del aeropuerto de Santiago a las 6:58 y aterrizó en el aeropuerto El Loa de la ciudad de Calama a las 8:34. Ya con el equipaje facturado salimos a la terminal de llegadas y fuimos directamente a la oficina de la compañía Chilean Rent a Car para recoger el coche que habíamos reservado semanas atrás en su página web (ver el apartado Alquiler de coche en el Norte Grande).
La formalización del alquiler fue rápida y poco después ya estábamos a bordo de un Volkswagen Taos, un modelo SUV automático y muy nuevo. Desde el aparcamiento del aeropuerto pusimos rumbo hacia San Pedro de Atacama, a 101 km de Calama.
En este trayecto desde Calama hasta San Pedro de Atacama el paisaje es completamente desértico y no hay ni un solo pueblo, gasolinera, restaurante o señal de presencia humana fuera de algunas minas.
La población de San Pedro de Atacama es la puerta de entrada al desierto más árido del mundo y uno de los más grandes: el desierto de Atacama. Por este motivo, esta población se ha convertido en un destino turístico de renombre mundial. De hecho, San Pedro de Atacama es un verdadero oasis en una gran llanura completamente árida.
Su altura, a unos 2.450 metros sobre el nivel del mar, hacen de San Pedro de Atacama un buen lugar para irse aclimatando a las alturas de más de 4.000 metros de algunos de los lugares de interés que hay en la región atacameña.
Llegamos a San Pedro de Atacama sobre las 11:30 y fuimos directamente al alojamiento que teníamos reservado, Cabañas Larache, a 1,7 km de la calle central del pueblo, la calle Caracoles. Tras dejar el equipaje en el alojamiento salimos para ir hacia el centro y dar una vuelta por la calle Caracoles, la Plaza de San Pedro de Atacama y calles adyacentes para irnos situando en este nuevo emplazamiento.
La calle Caracoles es el epicentro de la actividad turística de San Pedro de Atacama. Aquí se encuentran la mayoría de lugares que organizan excursiones por la zona o, incluso, al Salar de Uyuni (Bolivia). También hay restaurantes, bares, tiendas y algunos alojamientos. Hay que reconocer que esta calle peatonal, a pesar de ser tan turística, es bonita y agradable para pasear, gracias a su arquitectura local de casas de adobe y de una sola planta
Como que ya era la hora de comer elegimos el restaurante Inca's (calle Caracoles, 169 A) y fue todo un acierto. Muy buena atención, servicio rápido, comida excelente y precios moderados. Volvimos otro día para disfrutar de comida peruana muy bien cocinada. Tenía un menú de 10.000 $ por persona (no incluía bebida) que estaba muy bien. Muy recomendable.
Dedicamos la tarde a la logística (comprar comida para los siguientes días, sacar dinero en el cajero del Banco del Estado de la calle Padre Le Paige, etc) y a organizar las visitas de los siguientes días.
En este sentido nos fue muy bien la información que nos proporcionaron en la oficina de Sernatur que hay a la esquina de las calles Toconao y Padre Gustavo Le Paige.
Si queréis visitar las diferentes atracciones de la zona por libre, como hicimos nosotros, es muy importante conocer la forma de adquirir la entrada de cada lugar y los posibles condicionantes que pueda haber en cada caso. Nos dio la sensación de que se busca expresamente que todo sea muy difícil y críptico para empujar a muchos viajeros a contratar los servicios de las muchas agencias que hay en San Pedro de Atacama.
En la entrada de Piedras Rojas, por ejemplo, conocimos unos viajeros ingleses que se quedaron sin poder ver este lugar porque no habían entendido bien como se tenía que hacer para comprar la entrada, así como el orden de las visitas.
La clave de todo es un cuadro en papel que mantiene la propia Sernatur y que encontraréis en su oficina de San Pedro de Atacama, pero al que tendréis que hacer una foto porque no tienen (o al menos no tenían entonces) copias para dar a los visitantes. Si la oficina está cerrada encontraréis una copia colgada en la puerta que da a la plaza.
En este cuadro aparecen todos los lugares turísticos a visitar que requieren del pago de una entrada y para cada lugar indica los horarios de apertura y los precios de las entradas (según nacionalidad y/o edad). Pero igualmente importante es que marca los lugares donde es obligatorio comprar las entradas de forma anticipada a la visita y dice en qué web se debe hacer la reserva y compra. Tal como hemos dicho antes, no es fácil auto-organizarse las visitas, pero es perfectamente factible.
Alojamiento en San Pedro de Atacama: Cabañas Larache (90.000 $/noche por un bungalou independiente). Ubicadas en la calle Salina 39C, a 1,7 km del centro, en la zona sur de San Pedro, y por tanto es mejor disponer de vehículo. El sitio está muy bien y es muy tranquilo, pero la estufa que teníamos era incapaz de calentar las habitaciones cuando bajaba la temperatura a partir del atardecer. No hay wi-fi ni TV
Kilómetros recorridos en coche: 112 km.
Después de desayunar en la agradable terraza exterior de nuestro bungalou fuimos con el coche hacia el centro del pueblo para ir nuevamente a la oficina de información de Sernatur. Nos habían surgido algunas dudas haciendo la planificación de las visitas y afortunadamente encontramos las respuestas que buscábamos.
A continuación emprendimos el camino hacia nuestra primera visita fuera de San Pedro de Atacama: el Valle de la Luna. Este es uno de los lugares donde se hay que comprar las entradas en línea a través de la página web, pero nosotros no las pudimos comprar por un problema con su pasarela de pago con la tarjeta de crédito/débito.
Así que fuimos hasta el punto de entrada al lugar, el Centro de Información Valle de la Luna, a 5,5 km del centro de San Pedro de Atacama. Una vez allá explicamos los problemas que habíamos tenido intentando comprar las entradas y afortunadamente las pudimos comprar allá mismo. El precio era de 10.800 $ la entrada general y 5.400 $ los menores de 11 a 17 años y también los adultos mayores de 60 años.
Pero debéis tener presente que en las fechas de este viaje había poco turismo en la zona y no parecía posible llegar a su aforo máximo, pero la idea de comprar las entradas por Internet es porque hay unos cuántos lugares donde hay un aforo máximo diario y cuando se llega a él ya no se venden más entradas para aquel día.
También nos dieron un mapa con las indicaciones de lo que se puede visitar y qué rutas a pie se pueden hacer dentro de este espacio protegido. Con el coche nos adentramos unos kilómetros en el valle siguiendo la pista habilitada para ello.
Nos tuvimos que parar varias veces y en varios puntos de la ruta para disfrutar de la belleza salvaje de este lugar. La primera caminata seria la hicimos en el lugar denominado Duna Mayor, donde recorrimos la ruta completa que pasa por los dos miradores. En total empleamos unos 45 minutos en recorrerla.
A continuación seguimos 1 km más allá con el coche hasta el aparcamiento del Mirador de Achaches, pero en el camino cruzaréis el impresionante Anfiteatro Valle de la Luna. Una vez aparcado el coche iniciamos la caminata por el sendero que conduce hasta Mirador Achaches propiamente dicho.
El camino puede resultar agotador porque hay varios desniveles de subida y bajada, pero la recompensa final merece la pena absolutamente. Eso sí, es recomendable llevar protección para el sol (gorra, gafas de sol, etc) y agua. Tardamos unos 75 minutos en recorrer la ruta completa de ida y vuelta hasta el aparcamiento, pero incluyendo innumerables paradas para hacer fotos y disfrutar de un paisaje que no parece de este mundo. Realmente es un lugar del todo increíble y maravilloso.
Haciendo otro trayecto de 800 metros con el coche llegamos hasta el primer aparcamiento para la visita de la Mina de sal Victoria. Aquí también hicimos el recorrido entero, desde el primer aparcamiento hasta el segundo, de ida y vuelta.
Y por último, recorrimos 1,5 km hacia el noroeste con el coche hasta llegar al aparcamiento donde se encuentran las figuras de Las Tres Marías y del Dinosaurio, unas curiosas formaciones rocosas de cuarzo y granito erosionadas por el viento y la sal.
Poco más allá se acaba este valle tan alucinante y, por lo tanto, aquí finaliza la visita al Valle de la Luna. Desde este punto recorrimos los 11 km de vuelta por la misma pista hasta llegar a la entrada. En el trayecto de regreso volvimos a hacer varias paradas para disfrutar de los paisajes. Y es que todo él es tan espectacular que no hubiéramos marchado nunca de allí.
En total dedicamos cuatro horas y media a la visita del Valle de La Luna, un tiempo más que merecido dada la belleza del lugar.
De vuelta a San Pedro de Atacama almorzamos algo rápido porque ya era bastante tarde y a continuación fuimos hasta el lugar donde se encuentran los miradores Piedra Coyote y Ckari para ver la puesta de sol. La entrada a estos miradores se encuentra a unos 6 km del centro de San Pedro de Atacama en la carretera que va hacia Calama.
Es importante saber que el precio de la entrada para ir a estos miradores está incluido en la entrada al Valle de la Luna, pero hay que visitarlo todo en el mismo día.
Primeramente fuimos al mirador de la Piedra Coyote, llamado así porque en él hay una piedra que se asemeja mucho a la de los famosos dibujos animados de El Coyote y el Correcaminos. Cuando llegamos, sobre las 17:15, solo había unos tres coches en el aparcamiento del mirador, pero en media hora se llenó de gente, sobre todo de los tours, que llegaron todos juntos en un corto intervalo de tiempo.
El sol se escondió tras las montañas a las 18:00, momento en que la cadena de volcanes de la cordillera de los Andes van tomando un color cada vez más rojizo. Es fantástico. Muy poco antes de la puesta de sol fuimos también al mirador de Ckari, el cual se encuentra muy cercano al otro. Merece la pena ir a los dos.
A las 18:05 se fue toda la gente de los tours y solo quedamos los pocos que íbamos por libre. Tendréis aún 10 minutos, antes de que cierren, para disfrutar casi en soledad de un paisaje extraordinario, mientras se va desvaneciendo el color rojo del atardecer y se va haciendo oscuro.
Sobre las 18:15 nos echaron de la zona de los miradores y con el coche volvimos hacia San Pedro de Atacama. Aparcamos en el centro y, tras un paseo por el animado centro de la población, fuimos a cenar al restaurante Adobe. Este lugar es ya un clásico y ofrece cocina de autor fusionada con ingredientes de la zona. Es muy agradable y se come muy bien, aunque, para nuestro gusto, está muy enfocado al turismo. Por las noches suele haber música en vivo.
Alojamiento en San Pedro de Atacama: Cabañas Larache
Kilómetros recorridos en coche: 54 km.
Este día lo destinamos casi en exclusiva a recorrer la llamada Ruta de los Salares, un trayecto muy escénico que pasa por varios puntos de interés a lo largo de la CH-27 que va hacia el este desde San Pedro de Atacama hasta el Paso de Jama, uno de los pasos fronterizos con Argentina.
A lo largo de esta ruta, de unos 150 km de ida y el equivalente de vuelta, no esperéis encontrar nada que no sea pura naturaleza salvaje. Por lo tanto, conviene llevar el depósito del coche lleno de combustible y también cosas para comer y mucha agua para beber, así como ropa de abrigo que os proteja del sol y del posible viento gélido.
Eran las 8:30 cuando salimos de San Pedro de Atacama buscando la carretera indicada cómo «Paso Jama». Al llegar a la gasolinera Copec nos desviamos a la izquierda para tomar la CH-27, la cual gana altura rápidamente a través de una recta larguísima. Al cabo de unos 35 km nos paramos en un mirador sobre el volcán Licancabur.
Este volcán tiene una altura de 5.920 metros y un cono casi perfecto, por lo que es claramente visible y distintivo en toda la región y es, por ello, un icono de Atacama.
Desde este mirador sobre el volcán Licancabur hay unas vistas muy buenas y muy próximas sobre este volcán tan emblemático, el cual tenía aún algunos pequeños restos de nieve.
Continuando unos 12 km más, y aún ganando altura, vimos a la izquierda la parte chilena del lugar fronterizo de Hito Cajón, situado a 4.500 metros de altura. Unos 4 km al norte de este punto está la línea fronteriza entre Chile y Bolivia. Este es el paso que utilizan los tours que salen desde San pedro de Atacama para ir al Salar de Uyuni o a la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avora, a solo 8 km de la frontera.
En solo 43 km desde San Pedro de Atacama habíamos ganado unos 2.000 metros de altura, hasta los 4.500, y esto lo notamos en nuestro cuerpo aunque, por suerte, de forma leve.
Los paisajes son, sobre todo a partir de este punto, ya en la puna, una absoluta maravilla. No podíamos evitar pararnos cada dos por tres para hacer fotos. También pudimos ver muchos guanacos salvajes comiendo hierba.
Al cabo de unos 34 km nos detuvimos en el Mirador de la Quebrada Quepiaco, un lugar para el que no encontramos palabras para describirlo. Es un paisaje de otro mundo. Buena parte del agua estaba congelada a causa del frío de la puna. Este es un primer mirador sobre los humedales del río Quepiaco, pero más adelante encontraremos más.
Durante unos kilómetros más este río transcurre paralelo a la CH-27 y ello nos permitió detenernos unas cuántas veces en diferentes lugares para disfrutar de este espectáculo de la naturaleza. Vimos patos, pájaros y guanacos bebiendo o simplemente chapoteando sobre sus gélidas aguas.
Y unos 6 km más adelante el río Quepiaco forma una pequeña laguna donde el agua toma unos colores del todo alucinantes gracias a las capas de hielo que se habían formado. Nos paramos para hacer fotos y tocar el hielo y hacía un frío de mil demonios.
Avanzando otros 4 km encontramos otro paisaje increíble: el Mirador del Salar de Pujsa. A partir de aquí la CH-27 se vuelve más revirada y después de otros 11 km apareció ante nuestro otra maravilla: una extraordinaria vista elevada sobre un trozo de desierto donde se encuentran los Monjes de La Pacana.
En el km 105 desde San Pedro de Atacama cogimos una pista a la izquierda que nos condujo hasta estas formas rocosas tan espectaculares. Después exploramos la zona para ver de cerca otras espectaculares formaciones rocosas. Para conducir por estos caminos, fuera de la CH-27, creemos muy recomendable que el vehículo sea un SUV, aunque no es necesario que sea 4x4.
De vuelta a la CH-27 continuamos conduciendo hacia el este y 8 km más allá nos detuvimos en el Mirador Caldera La Pacana. Este lugar, a una altura de 4.300 metros, forma parte de la enorme caldera del volcán Pacana y actualmente es un refugio para la fauna de la región.
Las vistas desde este mirador sobre el salar y los volcanes que hay tras él son increíbles. Se trata de un lugar de una gran belleza natural. Aquí aprovechamos para comer algo de lo que llevábamos para matar el hambre.
Después retomamos la CH-27 hacia el sudeste y al cabo de 4 km nos paramos nuevamente para ver las vistas sobre el salar y laguna de Tara. Las aguas de esta laguna, de color muy oscuro, casi negro, contrastan enormemente con el blanco del salar que hay justo detrás. Se trata de un verdadero espectáculo visual.
Y continuamos 18 km más allá, adentrándonos en uno de los sectores de la Reserva nacional Los Flamencos, hasta llegar al mirador sobre el salar de Loyoques o de Quisquiro, situado a una altura de 4.150 metros. Este salar está formado por lagunas superficiales que van cambiando de tamaño según la época y que tienen una capa de salmuera a unos decímetros de profundidad. Desde este mirador se abre ante nosotros otro paisaje sencillamente increíble.
Y desde este punto ya solo quedaban 23 km hasta el Paso de Jama, la frontera con Argentina, sin nada más a ver. Así que dimos media vuelta por el mismo camino para volver hacia San Pedro de Atacama, a 139 km de aquí.
En este camino de regreso no pudimos evitar de paramos muchas más veces para deleitarnos con estos paisajes que son de otro planeta y de una belleza indescriptible.
En resumen, esta Ruta de los Salares es absolutamente maravillosa y del todo recomendable. A pesar de que está ofertada por algunas empresas de tours, no parece que esté muy promocionada porque en todo el día no encontramos prácticamente a nadie, solo una familia que iba también por libre. Y no hay que pagar entradas por nada, todo es gratis y libre.
Eso sí, hay que ir muy abrigado porque el viento helado en algunos lugares hacía bajar mucho la sensación térmica. Y también conviene vigilar con el mal de altura porque la mayor parte de la ruta transcurre por encima de los 4.000 metros.
Por otro lado, la carretera CH-27 es tan poco transitada que a menudo podíamos detenernos en mitad de la calzada para hacer fotos, mirando antes, eso sí, que no viniera nadie. Solo encontramos algunos camiones que venían de la parte argentina. La CH-27 está asfaltada y, en general, en buen estado.
Y tal como ya hemos dicho al principio, en todo este trayecto desde San Pedro de Atacama no hay ni un solo pueblo ni gasolinera ni ningún lugar donde pararse a comprar o a tomar una bebida. Solo hay naturaleza indómita en estado puro.
Antes de llegar a San Pedro de Atacama y pasado el mirador sobre el volcán Licancabur nos paramos en una pequeña granja que hay en el lado derecho de la carretera y en la que pudimos ver algunas llamas y guanacos.
En el largo y empinado trayecto de bajada hasta San Pedro de Atacama es impresionante ver la gran cantidad de lugares habilitados para el frenado de emergencia de camiones y autobuses. Nunca habíamos visto tantos en una misma carretera. Adelantamos tráileres que bajaban a una velocidad de 15 km/ hora para no castigar demasiado los frenos.
De regreso a San Pedro de Atacama, sobre las 16:30, aparcamos cerca del centro y paseamos, una vez más, por su centro histórico, muy fotogénico. Y entramos en la iglesia de San Pedro de Atacama, la cual había sido restaurada pocos años atrás porque quedó muy afectada por el terremoto del año 2007.
De vuelta a nuestro alojamiento pudimos disfrutar de una fantástica puesta de sol, con el volcán Licancabur formando una imagen de postal.
Alojamiento en San Pedro de Atacama: Cabañas Larache
Kilómetros recorridos en coche: 267 km.
Para la jornada de hoy habíamos diseñado una ruta que iba hacia el sur de San Pedro de Atacama, con el objetivo de visitar Piedras Rojas, las lagunas de Miscanti y Miñiques, la población de Socaire y la laguna Chaxa, entre otros.
En el caso de Piedras Rojas (Salar de Aguas Calientes) y las lagunas altiplánicas de Miscanti y Miñiques era obligatorio hacer una reserva y compra previa de las entradas en la web Socaire Chile y como máximo debía hacerse el día anterior a la visita. Hay un ticket combinado que permite visitar primero Piedras Rojas y después Miñiques y Miscanti o viceversa, pero una vez elegido el orden este no se puede cambiar. Los precios para extranjeros de este ticket combinado era de 15.000 $ para los adultos y 13.000 $ para los menores de 5 a 17 años y para los adultos mayores de 60 años.
Y para la visita a la laguna Chaxa había que hacer la reserva y compra de entradas a través de la web Comunidad Atacameña de Toconao reservando el día de la visita (la hora no importa, salía las 8:00 pero se podía ir a lo largo de todo el día). El precio para extranjeros era de 8.000 $ la entrada general y 4.000 $ para menores de 5 a 11 años y para los adultos mayores de 60 años.
Salimos de San Pedro de Atacama a las 8:30 de la mañana porque a las 10:00 teníamos que estar en Toconao, un pequeño pueblo que está situado a 89 km al sur de San Pedro de Atacama siguiendo la CH-23. Esta era la hora límite para llegar a su punto de control de entrada para la visita a Piedras Rojas y a las lagunas altiplánicas de Miscanti y Miñiques.
A medio camino entre las poblaciones de Toconao y Socaire hay una señal indicativa del paso de la línea imaginaria del Trópico de Capricornio por aquel punto. La hay a ambos lados de la CH-23. Se ha convertido en un lugar de parada para hacerse la correspondiente foto.
Llegamos a Socaire a las 9:50 de la mañana y nos paramos en el punto de control de los visitantes, donde nos validaron las entradas que habíamos comprado vía web el día anterior. Después de registrarnos y de que nos dieran las instrucciones correspondientes pusimos rumbo hacia el primer destino de hoy, el Salar de Aguas Calientes Sur, donde se encuentra el lugar llamado Piedras Rojas, y que está ubicado 61 km al sur de Socaire.
Salimos de Socaire siguiendo la CH-23 hacia el sur. Esta carretera llega hasta la línea fronteriza entre Chile y Argentina, pasando antes por Paso Sico. Actualmente esta carretera está toda asfaltada.
El paisaje que encontraréis en este trayecto es muy bonito, pero cuando llegamos al Mirador Piedras Rojas, un lugar elevado desde el cual se ve el Salar de Aguas Calientes, entonces quedamos alucinados cuando vimos los colores del agua del salar y de los volcanes que rodean el salar. Sin duda uno de los mejores paisajes de la región de Atacama, que ya es decir!!.
Una vez llegados al aparcamiento de Piedras Rojas, aparcamos el coche, pasamos el control de tickets e iniciamos la caminata por un sendero que está perfectamente marcado. Estábamos a 4.200 metros de altura y el fuerte viento que suele soplar aquí es gélido, por lo que la sensación térmica estaba por debajo de los 0°. Conviene llevar ropa de mucho abrigo y un cortavientos.
El nombre de Piedras Rojas con el que se conoce este lugar tan extraordinario se debe al intenso color rojizo que recubre unas rocas de origen volcánico y ricas en hierro, gracias al proceso de oxidación que han sufrido a lo largo del tiempo.
El fuerte contraste de este color rojo con el agua de color turquesa y el blanco de la sal forma un paisaje verdaderamente singular. En nuestra opinión, este lugar es de obligada visita. No os decepcionará.
El camino lleva hasta las famosas piedras rojas, al lado de la laguna de aguas turquesas del salar. Tardamos una hora y media recorrer todo el camino de ida y vuelta, pero incluye todo el tiempo que estuvimos en la zona disfrutando de un lugar tan especial. Al inicio del recorrido encontramos unos cuántos tours que ya estaban allí cuando llegamos, pero se fueron rápido y durante la mitad de la visita estuvimos casi solos.
Acabada la visita a Piedras Rojas retomamos la CH-23, regresando por el mismo camino por el que habíamos llegado. Al cabo de unos 40 km llegamos al cruce de donde parte la pista que va hacia las lagunas altiplánicas de Miscanti y de Miñiques. Al cabo de unos 6 km hay el control de entrada donde se verifican los tickets. Estas lagunas están a una altura de 4.120 metros.
Desde aquí continuamos con el coche y unos 250 metros después encontramos un mirador elevado sobre la laguna Miscanti. Continuando 900 metros con el coche bajamos hacia un aparcamiento donde dejamos el coche e hicimos a pie la ruta por los tres miradores que hay sobre la laguna, situada a los pies de los volcanes Miscanti y Miñiques.
El lugar es muy bonito por el fuerte contraste entre el azul intenso del color del agua y el color de la tierra de los volcanes y montañas que lo rodean. Sobre la orilla de la laguna había unos cuántos flamencos.
Y a continuación recorrimos 1,3 km con el coche hasta el aparcamiento de la cercana laguna Miñiques, más pequeña que la anterior pero igualmente muy bonita. Aquí hicimos un recorrido a pie entre los dos miradores que hay. Otro lugar imperdible y de paisajes impresionantes.
Acabada la visita a las dos lagunas regresamos al coche y pusimos rumbo hacia Socaire, unos 28 km al norte siguiendo la CH-23. Cuando llegamos ya eran las 15:45 y la gran mayoría de «cocinerías» (en Chile y Perú designan los lugares donde se guisan y venden cosas para comer) ya estaban cerradas. La única que encontramos abierta fue la Cocinería San Antonio, una pequeña tienda con una cocina donde el amable señor que la atendía nos pudo preparar un sencillo pero delicioso plato. No había mucho donde elegir, pero todo lo que comimos estaba delicioso.
Después de almorzar visitamos brevemente la bonita e histórica iglesia antigua de Socaire, situada en la entrada sur del pueblo. Y a las 16:30 pusimos rumbo hacia la laguna Chaxa, unos 57 km al norte de Socaire.
Al principio seguimos por la CH-23 hacia el norte, pero al cabo de 17 km giramos a la izquierda para seguir durante 7,5 km la carretera B-379, paralela a la Quebrada del Toro, hasta desembocar en la B-355. Después continuamos 21,5 km por esta carretera hacia el norte hasta encontrar la B-373 que seguimos hacia el oeste durante 10 km.
Llegamos al Centro de Visitantes Laguna Chaxa a las 17:10 y nos dio tiempo de recorrer a pie, con calma, todo el recorrido habilitado y esperar a ver la puesta de sol.
La laguna Chaxa está ubicada a una altura de 2.300 metros y forma parte de la Reserva Nacional Los Flamencos. Además de ser un lugar de espectacular belleza, también es el mejor lugar de todo Chile para ver flamencos.
En nuestro caso fue un poco por causalidad, pero la hora escogida para ir, a última hora de la tarde, fue un acierto total y la recomendamos totalmente. A aquella hora, con los reflejos en el agua de la laguna del sol bajo en el horizonte y de los flamencos hacen de Chaxa un lugar verdaderamente mágico. Y si miráis hacia el este, justo después de esconderse el sol, veréis como la cordillera de volcanes va tomando un color rojo muy intenso.
Fuimos prácticamente los últimos visitantes en irnos del aparcamiento del centro de visitantes, a las 18:15 y cuando ya era casi oscuro. Recorrimos la larga recta de la B-373, una pista de sal, que conduce desde la entrada a la laguna hasta la carretera B-355 y fue una experiencia realmente mágica, con los Andes ante nuestros ojos mientras iban desapareciendo a causa de la oscuridad, mientras a nuestras espaldas el horizonte mostraba una intensa una línea de color naranja.
Finalmente llegamos a San Pedro de Atacama a las 19:10, tras haber hecho alguna parada en el trayecto para hacer algunas fotos y disfrutar del espectáculo del cielo atacameño. Una gran cantidad de estrellas y la Vía Láctea misma llenan rápidamente el cielo cuando oscurece.
Y es que cuando ya es oscuro, entrada la noche, y a pesar del intenso frío que hace fuera, mirar hacia el cielo estrellado de Atacama es un espectáculo impresionante.
Las condiciones naturales del desierto de Atacama permiten ver las estrellas como en ninguno otro lugar del planeta. Su geografía y clima únicos hacen que los cielos se mantengan absolutamente nítidos la mayor parte del año.
Por lo tanto, no sorprende que científicos y forofos de la astronomía de todo el mundo vengan hasta aquí. En esta región se han construido enormes telescopios, como los del observatorio ALMA, el cual es visible desde la CH-23 en el trayecto entre las poblaciones de Toconao y de San Pedro de Atacama.
Alojamiento en San Pedro de Atacama: Cabañas Larache
Kilómetros recorridos en coche: 340 km.
El primer objetivo de este día era llegar al campo de géiseres del Tatio a tiempo para ver la salida del sol, puesto que en aquel momento es cuando las fumarolas se pueden ver mejor.
Los Géiseres del Tatio se encuentran en un campo geotérmico a una altura de 4.290 metros sobre el nivel del mar, siendo los géiseres más altos del mundo. Hay unos 80 géiseres activos, entre fumarolas, balsas de barro hirviendo, balsas de burbujas y manantiales. El campo geotérmico ocupa unos 10 km², siendo el mayor del hemisferio sur y el tercero más grande del mundo.
El horario de apertura del complejo es de 6:00 a 16:00 horas, pero las horas de máximo apogeo de las fumarolas es entre las 5:30 y 7:00 de la mañana, cuando la altura de los chorros de vapor de agua llega a los 10 metros de altura a causa de la gran diferencia de temperatura entre el interior y el exterior. A partir de las 8:30 horas ya prácticamente no veréis ninguna fumarola.
La mayoría de visitantes van al Tatio en excursiones organizadas desde San Pedro de Atacama, pero nosotros recomendamos que vayáis por libre si disponéis de transporte propio. Después lo agradeceréis.
Y es que una constante que vimos en los grupos de las excursiones organizadas por Atacama con los que coincidimos, es que van siempre cronometrados y con horarios muy rígidos. Por lo tanto, dejan muy poco tiempo para disfrutar del lugar. Además, todos se mueven en horarios muy similares y en cada visita coinciden con el resto de grupos.
Y el camino para ir al Tatio no es tan malo como lo pintan en algunos foros: se puede hacer perfectamente en un vehículo 2x4 y solo hay que conducir con un poco de precaución para no tener ningún susto.
En cualquier caso, tanto si vais por libre como organizados, debéis ir preparados para el frío intenso (temperaturas muy por debajo de los 0°C) y para la altura, puesto que desde San Pedro de Atacama subiréis casi 2.000 metros en el trayecto, por lo que es conveniente estar ya aclimatados a la altura antes de hacer esta excursión.
Durante la visita a los géiseres es importante seguir las indicaciones y no acercarse demasiado o tocar las fumarolas o manantiales de agua o barro, puesto que el agua sale a una temperatura de 86°C. Afortunadamente ahora los géiseres están delimitados para mantener una zona de seguridad, pero en el pasado parece que hubo unos cuántos accidentes.
Por otro lado, en el recinto hay personal del parque que os puede aportar interesante información sobre los procesos geotérmicos que dan lugar a estos géiseres o a cualquier otro cosa que necesitáis.
Nosotros nos levantamos a las cuatro de la mañana y nos vestimos con varias capas de ropa: ropa térmica y varias capas de ropa normal más. Cogimos algo de comida y bebida para más tarde y salimos del alojamiento a las 4:50 de la mañana.
Con la ruta al Tatio fijada en el navegador salimos de San Pedro de Atacama siguiendo la carretera B-245 hacia el norte. La distancia entre los dos lugares es de 79 km. A aquella hora no había prácticamente nadie en la calle ni en la carretera. Esperábamos encontrar muchos minibuses de tours yendo hacia allá, pero en todo el trayecto solo nos encontramos dos coches.
Al cabo de unos pocos kilómetros de salir de San Pedro se acabó el asfalto y empezó una pista que, en general, estaba bien, pero también tenía algunos tramos que estaban en bastante mal estado, sobre todo teniendo cuenta que aún era oscuro y no se podía ver bien más allá de las luces del coche ni tampoco lo que había a los lados de la pista.
Conduciendo con precaución llegamos al Complejo Turístico Tatio Mallku, la entrada al campo de géiseres, cuando ya se divisaba un poco de claridad en el horizonte y eran las 6:20 de la mañana (el acceso al campo de géiseres se abre a las 6:00). Aparcamos el coche y entramos en una oficina, donde llenamos unos formularios y pagamos la entrada (15.000 $/pax). Aquí no se podía comprar la entrada en línea ni había reserva previa.
Cuando llegamos al recinto, a las 6:20, la temperatura exterior era de -7°C según el termómetro del coche (y -9°C según oímos decir a algún guía). Siguiendo las recomendaciones del personal del parque fuimos en primer lugar al campo de géiseres nº 2, el cual tiene el aparcamiento a unos 2,4 km de la entrada. Este campo tiene más géiseres que el nº 1.
Llegados al aparcamiento dejamos el coche y empezamos a andar por entre los diferentes géiseres, con sus fumarolas elevándose hacia el cielo, cuando aún era bastante oscuro. Cuando llegamos había poca gente, pero poco a poco se fueron añadiendo los grupos de las excursiones organizadas que iban llegando. Aun y así, había menos gente de la que nos habíamos imaginado que habría.
Mientras tanto el sol, poco a poco, iba emergiendo por detrás de los volcanes y daba lugar a increíbles imágenes al cruzar sus rayos las columnas de vapor de agua. Decir que es es-pec-tu-cu-lar es quedarse corto.
A pesar de que hacía mucho frío, íbamos muy bien abrigados y estuvimos cómodos. Y con la salida del sol la temperatura se fue recuperando poco a poco.
Disfrutamos un largo rato de este lugar tan especial antes de volver al coche e ir hasta el aparcamiento del campo de géiseres nº 1, a 2,2 km. Mientras tanto, el sol ya hacía un rato que había salido y muchos visitantes ya habían marchado. Por lo que vimos los grupos hacen una visita exprés y ponen tierra por medio enseguida. Es una suerte, porque así pudimos disfrutar del campo nº 1 ya prácticamente solos.
Hicimos todo el circuito a pie por el también espectacular campo 1, viendo cosas diferentes respecto del nº 2, y por tanto también es muy interesante de visitar. Junto al aparcamiento hay una piscina termal donde antes era posible bañarse, pero en las fechas de nuestra visita esta estaba cerrada y el baño prohibido.
Finalmente salimos del recinto a las 8:49, convencidos de haber visto algo único, e iniciamos el regreso en dirección hacia San Pedro de Atacama. Pero unos 9 km mas allá nos detuvimos a desayunar de lo que llevábamos en un lugar al lado de la pista B-245, con un paisaje de volcanes muy bonito delante nuestro, destacando el volcán Tatio.
Ahora podíamos disfrutar de los preciosos paisajes de la zona y que por la mañana, cuando aún era oscuro, no habíamos podido ver.
Retomamos la ruta y 14 km más allá llegamos al lugar denominado Vado del río Putana, donde hay un mirador desde donde podréis disfrutar de un paisaje espectacular sobre los humedales del río Putana, con una gran abundancia de fauna, especialmente de aves, en sus aguas semi-heladas. Eso sí, hay que abrigarse bien porque en este mirador hace un frío de mil demonios a causa del fuerte viento.
Continuamos otros 10 km y la siguiente parada fue en el pueblecito de Machuca. Está situado a más de 4.000 metros de altura y no tiene más de 20 casas, hechas de piedra, pero dónde destaca sobre todo su bonita y antigua iglesia de Machuca. Merece la pena subir hasta el cerro donde se encuentra para visitarla. Y antes de marchar del pueblo podéis tomar un café o comer unas deliciosas brochetas de carne de llama.
Tras retomar la B-245 en dirección hacia San Pedro de Atacama y antes de llegar a Guatín, a 22 km de Machuca, empezamos a ver bastantes cactus en las vertientes de las montañas que bordean la carretera.
Nuestra siguiente parada era en las Termas de Puritama, unos baños termales para los que habíamos reservado plaza días atrás en su página web. En la salida de Guatín encontramos a la izquierda la pista que conduce en 6 km hasta el punto de entrada a los baños termales, donde mostramos en el móvil las entradas compradas por Internet.
A continuación aparcamos el coche en un aparcamiento y cogimos todo aquello necesario para el baño (bañadores, toallas, chanclas, etc) antes de empezar a bajar andando por un camino de unos 500 metros hasta llegar al precioso lugar donde se encuentran las piscinas naturales de los baños. Este camino de bajada es muy bonito, con unas vistas impresionantes sobre el valle del río Puritama donde se encuentran estos baños termales.
Estas termas se encuentran ubicadas al fondo de una garganta por donde transcurre el río Puritama, el cual es de agua caliente, con temperaturas entre los 28 y los 31°C, y con una importante concentración de minerales, entre ellos calcio, magnesio, sodio y boro, que la hacen ideal para el tratamiento del reumatismo, la artritis, el estrés, el cansancio físico y otras dolencias.
Llegamos a los baños termales a las 11:45 y nos cambiamos en los vestuarios. Siguiendo una pasarela de madera fuimos rápido hacia la primera piscina porque fuera hacía frío a causa del viento. La temperatura exterior era de unos 12°C, pero la sensación térmica era menor. Además, hay que tener presente que las Termas de Puritama están a una altura de 3.600 metros.
Después fuimos probando cada una de las siete piscinas que había abiertas al público (la nº 1 estaba cerrada). Dentro del agua se estaba de lujo gracias a la temperatura del agua y, además, las piscinas están ubicadas en un entorno natural espectacular que hacen que cada una de ellas sea especial y única. Algunas piscinas las compartimos con alguien, pero en otros estuvimos completamente solo.
A las 13:20 salimos de las piscinas porque el turno de mañana cierra a las 13:30 horas. Este turno va de las 9:30 a las 13:30, mientras que el turno de tarde es de 14:30 a 18:00 horas.
El precio de la entrada a las Termas de Puritama era de 35.000 $ la general y de 17.000 $ para menores (de 3 a 11 años) y adultos mayores de 60 años. Es caro, pero después de probarlo quedamos convencidos de que valió mucho la pena. Es difícil imaginarse la belleza del lugar hasta que no se está allá. En cualquier caso, las entradas se deben comprar a través de su página web y con antelación porque hay un máximo de admisión diario de 140 personas.
Ya cambiados y muy rehechos tras el baño hicimos el camino de subida hacia el coche y a continuación pusimos rumbo hacia Guatín. Era la hora de comer y queríamos hacerlo en algún restaurante de Guatin porque nuestra intención era ir después a hacer una caminata al Valle de los Cactus (o también Quebrada de Guatín) que forma el río Puritama hacia el sudeste del pueblo.
Pero no encontramos ningún lugar donde comer y teníamos mucha hambre, así que tuvimos que irnos hacia San Pedro de Atacama, unos 23 km en el sur. Cuando llegamos fuimos a comer al restaurante Inca's que ya conocíamos de días atrás.
Después de comer nos tomamos la tarde con tranquilidad ya que hoy habíamos madrugado mucho. A última hora de la tarde fuimos al centro de San Pedro para dar un paseo e ir al mercado de artesanía para comprar algún recuerdo de la zona.
Alojamiento en San Pedro de Atacama: Cabañas Larache
Kilómetros recorridos en coche: 178 km.
Hoy dejábamos San Pedro de Atacama para poner rumbo hacia el norte, con destino a la región de Arica-Parinacota. A primera hora de la mañana salimos de San Pedro de Atacama en dirección hacia Calama.
Días antes nos habíamos planteado aprovechar este trayecto para desviarnos de la CH-23 y hacer la visita al llamado Valle del Arcoiris, un valle en la cuenca del río Grande que se caracteriza por la gran variedad de tonalidades que se pueden observar en las vertientes de los cerros del valle, gracias a la gran riqueza y diferentes concentraciones de diferentes arcillas, sales y minerales.
Pero teníamos por delante una jornada con un desplazamiento de casi 500 km y algunas paradas intermedias previstas. Dado que no teníamos tiempo para todo tuvimos que prescindir de la visita al Valle del Arcoiris. Seguramente se trata de un lugar increíble, pero pensamos en el Cerro de los Siete Colores, ubicado en Purmamarca (en la provincia argentina de Jujuy) y que habíamos visitado en un viaje por el norte de Argentina, al otro lado de la frontera.
Continuando con el trayecto de hoy, en el cruce entre la CH-23 y la B-165, unos 10 km antes de llegar a Calama, nos paramos en una gran y vistosa animita de carretera que hay junto a la ruta. En Chile una «animita» es una especie de cenotafio popular que honra la muerte de alguien que ha fallecido de forma violenta, en un accidente o en un asalto. Y una «animita de carretera» suele marcar, específicamente, un punto donde se produjo un grave accidente automovilístico.
En esta parte del país vimos muchas de ellas a lo largo de los días, algunas más simples y otros super-trabajadas y originales. En cualquier caso son un elemento que forma parte de la cultura popular chilena y merece la pena fijarse en ellas.
Circunvalamos la ciudad de Calama siguiendo la CH-25 antes de unirse con la CH-24 en dirección norte, la cual conduce hacia Chuquicamata, un antiguo campamento minero que explotaba la principal mina de cobre del país y que fue abandonado en 2007 a causa de la contaminación del entorno por materiales pesados.
Pasado Chuquicamata la CH-24 vira hacia el oeste, en dirección hacia Tocopilla. Al cabo de unos 87 km después de Calama dejamos esta carretera para coger la CH-5 o Panamericana Norte hacia el norte. En esta zona vimos enormes instalaciones de energías renovables, sobre todo de plantas fotovoltaicas.
En el trayecto de 76 km desde el cruce de las rutas 24 y 5 (Intercruce Mª Elena) y la población de Quillagua pudimos ver algunos geoglifos en los cerros junto a la carretera, como los Petroglifos Catarloco. También tuvimos la oportunidad de ver los restos de numerosas «oficinas salitreras», antiguos poblados mineros donde se explotaba el salitre o Nitrato de Chile entre 1842 y 1930. Ahora solo quedan los cimientos y alguna estructura.
Al llegar a la altura de la población de Quillagua nos desviamos 1,3 km de la CH-5 para ir a su centro urbano y encontrar un restaurante donde comer. Encontramos uno en la Plaza de Quillagua, pero solo admitía clientes de empresa y tuvimos que continuar hasta el Control Aduanero de Quillagua, 4,5 km más al norte.
El pueblo-oasis de Quillagua está junto al río Loa, pero sus registros pluviométricos lo convierten en el punto más seco de la Tierra. Aun así, sorprende el color verde de su entorno inmediato en mitad de la aridez del desierto circundante.
El Control Aduanero de Quillagua está ubicado sobre la Panamericana Norte, en el límite entre las regiones de Antofagasta y de Tarapacá. La razón de esta aduana es que la región de Tarapacá tiene un régimen de zona franca o puerto libre y ello conlleva el tener que fiscalizar las mercancías que viajan hacia el sur del país por vía terrestre. Por lo tanto busca ser una barrera de protección tributaria y luchar contra el contrabando de mercancías ilegales.
Al llegar a este punto nos quedamos a comer en un modesto puesto de comidas donde se paran los camioneros. Después pasamos el trámite de la aduana, donde un funcionario nos pidió solo el pasaporte del conductor y los papeles del coche. Y unos 200 metros más allá nos paramos en la Cafetería Internacional para tomar un café (también es un mini-mercado y restaurante).
A continuación retomamos el trayecto por la CH-5 hacia Iquique y 124 km más al norte nos desviamos por la A-700 unos 5 km a la izquierda para ir hasta los Geoglifos de Pintados, un conjunto de unos 450 geoglifos o figuras dibujadas en los cerros y a lo largo de unos 3 km, los cuales fueron realizados por pueblos prehispánicos andinos entre los años 700 y 1500 d.C.
La entrada general al recinto costaba 3.000 $ por persona y solo 1.000 $ en el caso de menores y adultos mayores de 60 años. El museo que hay en la entrada está muy bien, puesto que muestra en diversos paneles abundante información sobre los geoglifos desde diferentes áreas del conocimiento.
La visita se completa recorriendo un camino exterior de unos 350 metros de longitud con tres miradores desde donde ver los geoglifos sobre las laderas de los cerros. Hay un montón de ellos y son realmente impresionantes. Es una visita muy interesante y que vale mucho la pena.
Acabada la visita volvimos al coche y retomamos el camino hacia Iquique. En los siguientes kilómetros cruzamos la Reserva Nacional Pampa del Tamarugal, la cual destaca por sus paisajes repletos de «tamarugos», un árbol de la familia de las leguminosas y que es endémico de esta área.
En la población de Pozo Almonte encontramos la primera gasolinera en toda la ruta desde Calama, a excepción de una en Santa Elena pero que suponía un recorrido extra de 24 km. Y 5 km más al norte dejamos la CH-5 para tomar la ruta CH-16 (autopista Humberstone - Iquique) que es de peaje (2.140 $) y desciende hasta llegar a Iquique, situada a nivel del mar.
A ambos lados de esta autopista hay una gran cantidad de plásticos, botellas y papeles que campan a sus anchas sobre la tierra desértica, es especial antes de llegar al suburbio de Alto Hospicio. No en vano en esta zona se encuentra el vertedero ilegal de ropa usada más grande del mundo, consecuencia del fenómeno de la moda rápida y de bajo coste y que constituye un problema ambiental de enorme magnitud.
Este trayecto de 48 km hacia Iquique salva un desnivel de 1.100 metros y es bastante espectacular. Justo antes de llegar a Iquique la autopista pasa junto a la famosa duna Cerro Dragón, la duna urbana más grande del mundo, con 4 km de largo y una altura de 220 metros.
Al llegar a Iquique fuimos directamente al apartamento que teníamos reservado, el Departamento Vista Azul. Tras dejar el coche en el aparcamiento del inmueble fuimos a pasear por la calle Baquedano, el eje más importante del centro histórico de la ciudad. El día de nuestra llegada era sábado y esta calle de peatones estaba ocupada por un gran mercadillo. También había un escenario con actuaciones musicales. Y mucha gente paseando calle arriba y abajo
Gracias al apogeo de la industria del salitre a finales del siglo XIX y principios del XX, la ciudad de Iquique se enriqueció enormemente. En aquella época era el centro de un total de 170 empresas salitreras y desde su puerto se exportaba al resto del mundo. Los ricos propietarios de estas empresas construyeron sus casas de estilo georgiano en Iquique, sobre todo en la calle Baquedano.
Por lo tanto, Iquique cuenta con un importante patrimonio arquitectónico que proviene de aquella época dorada. Algunos de sus monumentos históricos son la Torre del Reloj, el Edificio de la Sociedad de Empleados de Tarapacá, el Teatro Municipal, el Palacio Astoreca, el Club Croata, los Ex-Tribunales de Justicia o el Casino Español. Pero la calle Baquedano está repleta de bonitas mansiones de época.
Alojamiento en Iquique: Departamento Vista Azul (73.500 $/noche por un apartamento). Está ubicado en la calle Anibal Pinto, esquina con Orella. Este apartamento está muy bien: es cómodo, grande y muy bien equipado. Además, está en la planta 10, orientada hacia el sur, y las vistas sobre el océano, la ciudad y la playa de Covancha son realmente espectaculares. Y tiene aparcamiento privado para el coche dentro del edificio.
En nuestra opinión es el alojamiento perfecto, con una relación calidad-precio insuperable, y la única pega que tiene es que el aislamiento acústico del exterior es muy mejorable y las noches del fin de semana, el sonido de la música a todo volumen de los bares musicales que hay en los alrededores se cuela sin dificultad por las ventanas y es difícil poder cerrar un ojo.
Kilómetros recorridos en coche: 475 km.
Este día lo dedicamos en exclusiva a visitar la ciudad de Iquique y sus alrededores. Y empezamos el día haciendo un recorrido a pie que proponía nuestra guía Lonely Planet tomando como eje la calle Baquedano.
Iniciamos este recorrido en la plaza 21 de Mayo, con el monumento a Arturo Prat y el llamativo edificio del Colegio Inglés. En esta plaza coincidimos con numerosas personas que llevaban perros y gatos jóvenes a vacunar en una carpa que se había instalado provisionalmente.
Después fuimos subiendo por la calle Baquedano, parándonos ante sus interesantes edificios, ya que hay unos cuantos de ellos que son muy bonitos. En esta calle se encuentra el Palacio Astoreca, encargado por un empresario salitrero de origen vasco en 1900, siendo una de las joyas arquitectónicas de Iquique.
Andando llegamos a la plaza Arturo Prat, donde finaliza la calle Baquedano. En esta plaza se encuentran varios edificios históricos de la ciudad, destacando la Torre del Reloj, construida en 1877. También son notables el Teatro Municipal de Iquique o los edificios del Casino Español y del Club Croata.
Y desde aquí anduvimos 600 metros hacia el norte para llegar hasta el punto donde se encuentra el Museo Corbeta Esmeralda, el cual ocupa un barco de guerra que corresponde a la representación a escala real de la corbeta chilena Esmeralda tal como era el día antes de ser hundida en el combate naval de Iquique del año 1879.
Esta importante batalla naval tuvo lugar en la bahía de Iquique al principio de la Guerra del Pacífico que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia entre los años 1978 y 1883. El capitán de la corbeta Esmeralda, que murió heroicamente en la batalla, según nos dijeron en la visita guiada, era Arturo Prat Chacón, el cual era de origen catalán por parte paterna, ya que su bisabuelo era natural de la población gerundense de Santa Coloma de Farners.
La tripulación y el capitán lucharon hasta el hundimiento de la corbeta. De los 200 tripulantes murieron unos 140, incluido el capitán. Por este motivo encontraréis el nombre de Arturo Prat por todas partes en la ciudad de Iquique.
La visita al Museo Corbeta Esmeralda costaba 5.500 $ por persona y es una visita guiada que dura 45 minutos. Durante esta visita recorrimos el barco por su interior y también por su cubierta, mientras se nos explicó la historia del barco y de su tripulación, sobre todo del día en que se produjo la batalla y posterior hundimiento de la nave. Lo cierto es que fue muy interesante conocer este episodio de la historia del país y, por lo tanto, recomendamos mucho esta visita.
A continuación fuimos hasta la vecina Caleta Riquelme, donde hay un pequeño mercado de pescado fresco y una serie de restaurantes de pescado. Como que era la hora de almorzar nos quedamos en uno de ellos, el restaurante Rincón Celeste, donde comimos algunos platos de pescado fresco muy bueno y con vistas al puerto. Lugar sencillo, pero muy recomendable.
Después de comer pasamos por el apartamento a recoger el coche para, a continuación, recorrer la costa desde el centro de Iquique hacia el sur. Pasamos por Playa Covancha, Playa Brava y Playa Blanca, parándonos en lugares que nos gustaron. Dimos media vuelta cuando estábamos ya a pocos kilómetros del aeropuerto y a unos 18 km del centro de Iquique.
En el trayecto de regreso, cuando llegamos a Playa Brava, subimos por calles empinadas en dirección este hasta llegar a los pies de la enorme duna Cerro Dragón. La vimos desde la base y la escalamos unos metros, pero no llegamos hasta arriba. A continuación seguimos con el coche hasta llegar a Playa Covancha, donde aparcamos el coche.
Hicimos a pie todo el paseo que bordea la bahía de Playa Covancha, sin duda el lugar más agradable de Iquique para pasear junto al mar. En una pequeña península del extremo sur de la bahía encontramos la calle Sta. Coloma de Farnes, en honor al lugar de nacimiento del bisabuelo del capitán Arturo Prat, héroe nacional chileno.
Era domingo por la tarde y el paseo marítimo de Playa Covancha estaba muy animado y con gente bañándose o haciendo surf en la playa. Sentados sobre el césped del paseo pudimos disfrutar de una bonita puesta de sol sobre el mar.
Y antes de volver hacia el apartamento fuimos a dar una vuelta por el Mall Zofri, un gran centro comercial que está ubicado dentro de la Zona franca de Iquique, y de aquí el nombre de Zofri. Este lugar es muy popular por su amplia variedad de productos y marcas a un precio muy económico y exento de IVA. Nosotros solo lo vimos por fuera.
Alojamiento en Iquique: Departamento Vista Azul
Kilómetros recorridos en coche: 58 km.
Hoy continuábamos nuestro trayecto hacia el norte, con destino Arica y algunas visitas previstas por el camino.
Salimos de la ciudad de Iquique sobre las 9:30 de la mañana, tomando nuevamente la CH-16 (vía de peaje que costaba 2.150 $) para ir hacia el interior a encontrar la carretera Panamericana Norte. Al llegar al cruce nos desviamos para ir hasta las oficinas salitreras de Humberstone y Sta. Laura.
Desde el año 2005 las minas de nitrato de Humberstone y de Santa Laura figuran en la lista de Patrimonios de la Humanidad de la Unesco porque son los restos mejor conservados y más representativos de las casi 200 minas de nitrato que existieron en Atacama, siendo un testigo excepcional del progreso tecnológico y de los intercambios globales que fueron la piedra angular de la era industrial.
Desde la primera mitad del siglo XIX y hasta medios del siglo XX, miles de personas, procedentes de Chile, Perú y Bolivia, entre otros países, vivieron y trabajaron aquí para procesar el depósito de salitre más grande del mundo, produciendo el fertilizante nitrato de sodio que transformaría las tierras agrícolas de América y de Europa, y que proporcionó una gran riqueza a Chile.
Estos trabajadores vivían en colonias de la propia empresa y forjaron una cultura comunal distintiva, manifestada en su propia lengua, creatividad y solidaridad, y sobre todo en luchas pioneras por la justicia social que tuvieron un profundo impacto en la historia laboral, no solo de Chile sino de todo el mundo.
Las antiguas oficinas salitreras de Humberstone y de Santa Laura se encuentran a una distancia aproximada de 2 km la una de la otra. Ambos lugares se complementan, porque la parte industrial de Santa Laura es la mejor conservada, mientras que en Humberstone lo son las zonas residenciales y de servicios.
Empezamos la visita por la oficina salitrera de Humberstone. La entrada general costaba 6.000 $, mientras que los menores pagaban 4.000 $ y los adultos mayores de 60 años 5.000 $. Esta entrada sirve para visitar las dos minas.
En esta antigua oficina salitrera, construida en 1872 y cerrada en 1960, se conserva una parte del sector industrial, pero sobre todo destaca la zona donde vivían los trabajadores y sus familias, así como las zonas comunes. En su momento de máximo esplendor hospedó una población de 3.700 personas, siendo una de las salitreras más grandes de la región.
Esta visita vale mucho la pena y la encontramos realmente muy interesante. El recinto a visitar es grande y nosotros le dedicamos un largo rato, ya que quisimos ver las diferentes casas-museo donde se reúnen objetos de varios tipos que ilustran perfectamente como era la vida y el día a día de sus pobladores.
Acabada la visita a Humberstone fuimos con el coche hasta la vecina oficina salitrera de Santa Laura, a 2 km de la primera. En esta salitrera prácticamente no se conserva nada de la zona de viviendas, pero la parte industrial está bastante bien conservada y es realmente espectacular por su forma, tamaño y ubicación.
Finalizada la visita a ambos lugares, a los que dedicamos casi toda la mañana, salimos con el coche por la ruta CH-5 hacia el norte, en dirección hacia Arica.
Como que ya era la hora de comer y vimos en el mapa que no había ningún restaurante en los próximos 156 km, a excepción de Huara, decidimos quedarnos a comer en esta pequeña población, a 28 km de Humberstone.
En Huara hay más de un restaurante y elegimos el restaurante Flor de Huara. Fue todo un acierto porque el restaurante es muy agradable, el servicio rápido y atento y la comida y el precio muy buenos. Comimos súper-bien.
Tras el almuerzo, en un cruce que sale casi desde delante del restaurante, nos desviamos por la CH-15 en dirección hacia Colchane con el objetivo de ir a ver un geoglifo conocido como el Gigante de Tarapacá (o Gigante de Atacama), .
Este enorme geoglifo, de 119 metros de largo, está situado en la falda oeste de un pequeño cerro que se alza solitario en mitad de una llanura, a 16 km de Huara. Representa una gran figura antropomorfa que se supone que fue hecha por culturas que vivieron en esta zona entre los años 1.000 y 1.400 d.C.
Cuando llegamos a ella fuimos con el coche hasta un mirador con un letrero muy gastado en el lado oeste del cerro, desde donde se puede ver la figura. No había nadie ni hay que pagar entrada. Está bien verla, pero tampoco es nada del otro mundo.
De vuelta a la Panamericana Norte continuamos nuestro trayecto hacia el norte. Esta ruta pasa por algunos tramos espectaculares de carretera, como Tilviche, Chiza, Camarones, y muchos otros.
Llegamos a la ciudad de Arica pasadas las cinco de la tarde y fuimos directamente hacia el apartamento Bosque de Azapa que teníamos reservado. Después de dejar el equipaje en el apartamento volvimos a coger el coche y fuimos hasta el centro para ir a comprar víveres a un hipermercado Jumbo que hay junto al centro comercial Mall Plaza Arica.
A continuación fuimos a hacer una vuelta con el coche por el paseo que hay junto a la Playa Chinchorro, pero ya era oscuro, la zona no tenía mucha iluminación y no había prácticamente nadie, por lo que regresamos al alojamiento.
Alojamiento en Arica: Departamento Bosque Azapa (59.500 $/noche por un apartamento). Está situado en el nº 660 de la calle Guillermo Sánchez 660, en un condominio situado a unos 5 km del centro de Arica, en su extremo oriental. El apartamento está en la planta 10 y ofrece buenas vistas sobre la ciudad y alrededores, aunque no son comparables a las del apartamento de Iquique porque en este el mar queda muy lejos. De todas maneras el apartamento está muy bien equipado y tiene todo lo necesario. El aparcamiento para el coche está dentro del condominio, el cual tiene vigilancia a la entrada. Este apartamento tiene una excelente relación calidad-precio. Lugar muy recomendable (si tenéis vehículo).
Kilómetros recorridos en coche: 352 km.
El destino final de hoy era Putre, pero antes de marchar dedicamos toda la mañana a visitar el centro histórico de Arica.
Con el coche fuimos desde nuestro alojamiento hasta el centro de Arica y aparcamos el coche cerca del puerto. Seguidamente nos dispusimos a hacer un circuito a pie por el centro histórico de Arica que proponía la guía Lonely Planet y que empieza en la Plaza del Tren.
Aquí se encuentra el edificio histórico del Estación de Pasajeros y Administración de Arica, una antigua estación de tren que fue inaugurada en 1913 y que servía a la línea férrea Arica-La Paz. Después continuamos hacia la Plaza Manuel Baquedano, donde se encuentra el bonito edificio de la Antigua Aduana de Arica y que actualmente es la Casa de Cultura de Arica.
Este edificio fue construido por el estudio del ingeniero francés Gustave Eiffel y es una de las pocas construcciones que quedan en Arica del periodo anterior a la Guerra del Pacífico.
Nuestra siguiente parada fue en la Plaza Colón, donde destaca en el extremo este la magnífica Catedral de San Marcos, también construida en los talleres de Gustave Eiffel y transportada hasta Arica en barco en 1875. Fue montada por técnicos franceses sobre los restos del antiguo templo colonial que había sido destruido por un terremoto en 1868. La estructura de la catedral es de hierro y su estilo es neoclásico. Cabe decir que sus vitrales de colores, el color y forma de las vigas y estructuras metálicas del interior y la sencillez de la construcción la hacen muy atractiva, tanto por dentro como por fuera.
Después fuimos hasta la calle Cristóbal Colón y pasamos por la histórica Casa Bolognesi, un bonito edificio propiedad del estado peruano. Y a menos de 100 metros, en la misma calle, se encuentra el interesante Museo de Sitio Colón 10 .
Este museo fue construido sobre un lugar arqueológico que fue descubierto accidentalmente en 2004, durante las obras de construcción de un hotel. La excavación reveló la existencia de una serie de cuerpos momificados artificialmente y que estaban relacionados con la antigua cultura Chinchorro.
Debido a la extrema fragilidad de los restos bioantropológicos encontrados, fue inviable su levantamiento y posterior traslado a otro lugar, por lo que finalmente se optó por la opción de mantener los cuerpos in situ y hacer un museo.
Pagamos 2.000 $/pax por la entrada a este museo, que ahora forma parte del bien inscrito como Patrimonio de la Humanidad. Este fue nuestro primer contacto con la Cultura Chinchorro, puesto que aquí se pueden ver las momias Chinchorro que se encontraron en este lugar, así como interesantes paneles explicativos que ponen en contexto al visitante.
La visita al Museo de Sitio Colón 10 se complementa perfectamente con la del extraordinario Museo Arqueológico San Miguel de Azapa que visitamos días después y que se encuentra a 16 km del centro de Arica.
La Cultura Chinchorro habitó la costa del Desierto de Atacama a lo largo de más de 4.000 años, alcanzando un territorio que actualmente corresponde al extremo sur del Perú y el extremo norte de Chile.
Era una población nómada cazadora-recolectora con un sistema de vida basado en los recursos del mar, complementados con recursos terrestres y de desembocadura de río. Pero actualmente todavía se desconoce su origen y hay varias teorías al respecto.
Pero si por algo es conocida la Cultura Chinchorro es por su sofisticada tradición funeraria con la que daban descanso a sus difuntos, bebés incluidos. Esta sociedad fue la primera en preparar los cadáveres de una forma compleja, dando lugar a la momificación artificial más antigua del mundo, miles de años más antigua que la egipcia.
Las evidencias más antiguas que se han encontrado hasta ahora datan de 7.600 años de antigüedad. Se han recuperado más de 200 momias pertenecientes a la Cultura Chinchorro, sobre todo en las costas de Arica, en la costa de Iquique, en la zona de Camarones o en el extremo sur del Perú.
Su nombre proviene del hecho de que los primeros restos fueron encontradas en la playa Chinchorro, hoy en día situada en Arica.
Desde el año 2021 y con el nombre Asentamiento y momificación artificial de la cultura chinchorro en la región de Arica y Parinacota figura en la lista de Patrimonios de la Humanidad de la Unesco a través de tres lugares: Faldeo Norte del Morro de Arica y Sitio Colón 10, ambos en Arica, y la desembocadura de Camarones.
En conjunto, estos lugares arqueológicos brindan testimonio de sus sofisticadas prácticas funerarias y del papel fundamental de los muertos en la sociedad Chinchorro, así como de la compleja espiritualidad de su población.
Acabada la visita al museo recorrimos los menos de 100 metros hasta el Mirador de la Virgen, con buenas vistas sobre la ciudad y situado sobre una vertiente del Morro de Arica, un cerro costero que domina la ciudad.
Desde aquí volvimos hasta el punto donde teníamos aparcado el coche. Con él salimos de Arica hacia el sur por la Avda. Comandante San Martín en dirección hacia las Cuevas de Anzota, que antes eran visitables, pero ahora están cerradas indefinidamente. La carretera bordea la línea de costa y ello nos permitió disfrutar de este bonito paisaje costero.
Cuando llegamos a la playa La Capilla dimos la vuelta porque cada vez íbamos encontrando más restos de desprendimientos de piedras de la montaña sobre la carretera y no quisimos correr más riesgos.
En el camino de regreso hacia Arica, y pasada la planta de combustible Copec nos desviamos por una carretera que sube montaña arriba y que cruza varias zonas residenciales de edificios antes de conectar con la carretera que conduce hasta la cumbre del Morro de Arica.
El Morro de Arica es un cerro costero con una altura de 130 metros y que está situado en la parte sur de la ciudad. Su posición elevada sobre la ciudad le ha dado en el pasado un papel muy importante en la defensa. En cualquier caso merece la pena subir hasta la cumbre de este cerro por sus estupendas vistas sobre la ciudad y alrededores.
Durante la Guerra de Pacífico las tropas chilenas tuvieron que conquistar esta posición, entonces en manos peruanas, para tomar el control de la ciudad. La batalla por el control de este cerro fue un episodio muy importante de esta guerra y por este motivo hoy en día tiene una gran relevancia nacionalista para los chilenos. De hecho, en lo alto del cerro se encuentra el Museo Histórico del Morro de Arica que explica la historia de aquella batalla y de cómo Arica pasó finalmente a formar parte del territorio chileno.
Además, en las fechas de nuestra visita ondeaba sobre un asta de 42,5 metros de altura una enorme bandera, la Bandera Bicentenario, la cual tiene unas dimensiones de 18 x 26 metros y un peso de 80 kilos. Es tan grande que, con toda seguridad, se ve desde territorio peruano (la línea fronteriza está a solo 15 km en línea recta).
Como que ya era la hora del almuerzo, desde el Morro de Arica fuimos con el coche hasta la Playa Chinchorro, la playa más cercana al centro de Arica, donde hay varios restaurantes. Elegimos el restaurante El Abuelo de Arica, donde comimos muy bien. Muy recomendable.
Después de comer y dar una vuelta por este agradable paseo y por la playa, volvimos al coche para emprender el camino hacia la población de Putre, situada en la meseta andina, a 3.500 metros de altura y a 140 km de Arica.
Salimos de Arica por la CH-5 en dirección norte, hacia el lugar fronterizo de Chacalluta con Perú. Unos 8 km antes de llegar a la frontera nos desviamos a la derecha por la CH-11, la cual se dirige hacia el este, hasta la frontera con Bolivia.
Los primeros kilómetros de la CH-11 transcurren por el fotogénico Valle de Lluta. Si prestáis atención a las paredes de la vertiente de la montaña podréis ver algunos geoglifos. Pasado Poconchile la carretera deja el valle y empieza a ganar altura.
Por el camino nos fuimos parando en varios lugares para disfrutar de la belleza del paisaje. Uno de estos lugares es el mirador del Pucará de Copaquilla, un lugar de interés histórico y con unas vistas extraordinarias. Y unos pocos kilómetros más adelante, en Zapahuira, encontramos un control policial donde nos pidieron el pasaporte y el carné de conducir, aparte de informarnos que más adelante encontraríamos cortes en la carretera a causa de las obras de mejora que se estaban haciendo.
Efectivamente, en el trayecto de 32 km que quedaba hasta Putre encontramos varios puntos en la carretera con paso alternativo que nos hicieron parar y esperar largos ratos a causa de estas obras.
Finalmente llegamos a Putre a las 18:40, cuando ya empezaba a oscurecer. En poco más de tres horas habíamos pasado de estar a nivel del mar a estar en la meseta, a una altura de 3.500 metros. Por suerte ya estábamos aclimatados a la altura a partir de nuestra estancia de días en San Pedro.
Como que no podíamos cenar en el bungalou por no tener cocina, salimos más tarde a cenar al restaurante Paloma (Avda. O'Higgins, 46 - Putre), donde probamos una buenísima carbonada, una sopa de pasta con pollo y verduras muy buena y que entraba muy bien a causa del frío que ya hacía fuera. Este restaurante, que también es hostal, es muy recomendable.
Alojamiento en Putre: Cabañas Wiñaypacha (40.000 $/noche per un bungalou). Lugar ubicado en el nº 97 de la calle Lynch, muy cerca del Hostal Vientos del Altiplano. El equipamiento del bungalow es muy básico, pero todo está limpio. No hay cocina, sólo un fregadero. Nos dieron un radiador eléctrico, pero no tenía suficiente potencia para calentar la estancia. En Putre las pocas alternativas de alojamiento que hay parecen, en general, muy básicas.
Kilómetros recorridos en coche: 169 km.
Tras un reconfortante desayuno, nuevamente en el restaurante Paloma porque no encontramos nada más abierto, emprendimos el camino hacia el Parque Nacional Lauca y el lago Chungará, nuestro principal objetivo de hoy.
Salimos de Putre por la carretera local A-147 que poco después conecta con la CH-11, la cual gana altura muy rápidamente. A medida que empezaba a aparecer la cumbre del volcán Parinacota y otras cumbres nevadas en el horizonte, el paisaje iba tornándose cada vez más espectacular.
Incluso en las orillas de la carretera se podían ver restos de nieve helada. También tuvimos la oportunidad de ver unas cascadas completamente heladas a causa del frío de la noche.
En una larga recta nos paramos en unos miradores desde donde pudimos ver un montón de vicuñas y algunas alpacas pastando en los campos o bebiendo agua semi-congelada en los humedales.
Ya nos encontrábamos dentro de los límites del extraordinario Parque Nacional Lauca, uno de los más altos del mundo y que fue declarado Reserva Mundial de la Biosfera por su rica diversidad de flora y fauna y también por tener sitios de gran interés histórico y cultural.
Unos kilómetros más adelante nos paramos en el Mirador Cotacotani, un lugar imprescindible a causa de sus vistas excepcionales sobre las lagunas Cotacotani y los volcanes Parinacota y Pomerape que se encuentran a un lado. La combinación de colores azules, amarillos, verdes, blancos, y marrones del paisaje nos sorprendió enormemente.
En este punto estábamos a 4.640 metros de altura. Nos costaba respirar y cualquier pequeño esfuerzo disparaba los latidos del corazón. Y esto por no hablar del frío que hacía en el exterior, aumentado por el fuerte viento que soplaba. Suerte que llevábamos puestas unas cuántas capas de ropa, incluyendo la ropa térmica, muy necesaria aquí.
Continuamos por la CH-11 y un poco más adelante encontramos el Mirador del Volcán Parinacota, ya sobre el inicio del lago Chungará. Es otro lugar extraordinario. El volcán Parinacota, que tiene una altura de 6.320 metros, estaba nevado en un 50% y ello lo hacía aún más fotogénico, con su forma cónica casi perfecta. No nos cansábamos de admirar aquellos paisajes.
Justo al lado del Parinacota se encuentra el volcán Pomerape, con una altura de 6.248 metros. Ambos se encuentran sobre la línea fronteriza entre Chile y Bolivia y reciben el nombre aimara de Nevados de Payachatas.
Y unos 2 km más adelante hay otro mirador, el Mirador Chungará, ya sobre el lago Chungará. Este lago tiene una superficie de 21,5 km² y se encuentra a una altura de 4.500 metros, siendo uno de los más altos del mundo. Cuenta con una fauna única y variada, con más de 130 especies nativas.
El lago está rodeado de varias cumbres nevadas, entre ellos el volcán Parinacota, y lo cierto es que la vista desde este mirador es realmente extraordinaria. Si las aguas del lago están tranquilas entonces los reflejos sobre el agua añaden todavía más belleza al conjunto. Alrededor del lago hay una gran superficie de humedales con mucha vida salvaje, sobre todo aves y vicuñas.
Continuamos nuestro recorrido por la CH-11 bordeando el lago Chungará por su orilla sur y unos 13 km más allá llegamos al sitio fronterizo de Tambo Quemado con Bolivia, donde dimos la vuelta para volver por el mismo camino.
Al cruzar el puente que pasa sobre el extremo oriental del lago Chungará nos desviamos por una pista a la izquierda, la A-95, que va hacia el sur y bordea la Quebrada Plazuela. La seguimos unos pocos kilómetros, en mitad de un paisaje muy bonito, antes de dar media vuelta porque no sabíamos muy bien hacia donde conducía esa pista y su estado iba empeorando por momentos y ya no era apto para un vehículo no 4x4.
Antes de llegar al cruce con la CH-11 nos paramos en un punto junto al extremo sur del lago Chungará para comer algo de lo que llevábamos mientras veíamos a nuestro alrededor flamencos, vicuñas y otros animales.
Después volvimos a la carretera CH-11 y la cogimos de regreso hacia Putre, pero por el camino no pudimos evitar el volver a detenernos en varios lugares para intentar fijar en la memoria estos paisajes tan majestuosos.
Al cabo de 18,5 km nos desviamos a la derecha por la carretera A-93 en dirección hacia el pueblecito de Parinacota, a solo 4,5 km del cruce. La pequeña localidad altiplánica de Parinacota se encuentra a una altura de 4.392 metros sobre el nivel del mar, siendo el pueblo a más altura de todo Chile. Según el último censo solo tiene 29 habitantes.
El pueblo está formado por unas 50 casas, predominantemente construidas de adobe, con tejados de paja y encaladas. Se distribuyen formando hileras alrededor de la iglesia del pueblo, siguiendo un modelo urbano colonial. En la actualidad Parinacota es, básicamente, un poblado ceremonial y constituido por casas habitualmente desocupadas.
La iglesia de Parinacota es el edificio más importante de la arquitectura local. Fue construida en 1670 y reconstruida en 1789. Al igual que el resto del pueblo, sus elementos constructivos son la piedra, el barro, el adobe y la cal. En su interior hay varias pinturas representativas del Barroco Andino, así como frescos pintados en el siglo XVIII. La iglesia está rodeada por un muro perimetral de adobe que cierra el conjunto religioso.
Esta iglesia nos pareció preciosa, de las más bonitas que hemos visto en cuanto a pequeñas iglesias andinas. Durante toda nuestra visita al pueblo no encontramos ni vimos a nadie, ni visitante ni local. Un pueblo fantasma.
Acabada la visita a Parinacota volvimos hacia la carretera CH-11, pero en vez de hacerlo por la A-93 esta vez tomamos la pista A-181 que bordea por el sur los bonitos humedales de Parinacota (en Chile un humedaql recibe el nombre de bofedal) que forma el río Lauca.
Al cabo de 4 km esta pista conecta con la CH-11 que tomamos en dirección hacia Putre. Y 28,7 km después nos desviamos por la carretera local A-149, una vía alternativa a la A-147 para llegar al centro de Putre. Es un trayecto más corto en distancia (7,5 km en vez de 13 km), pero el asfalto está en peor estado.
Finalmente llegamos a Putre pasadas las tres de la tarde. Nos hubiera gustado ir a comer al restaurante La Casona del Rey, pero ya estaba cerrado y tuvimos que volver al restaurante Paloma, ya viejo conocido, donde comimos un delicioso plato de carne de alpaca estofada. El resto de la tarde la dedicamos a descansar y a pasear por el pueblo.
La población de Putre es la capital de la provincia de Parinacota, pero no tiene más de 3.000 habitantes. Aparte de ser el mejor campo base para aclimatarse y explorar la región, la propia Putre tiene algunos atractivos como sus terrazas de cultivo, sus calles con adoquines, su iglesia o varias casas que aún mantienen portales y dentellones cortados tal como eran en el siglo XVII.
La calle O'Higgins es la más antiguo del pueblo y tiene un pequeño canal que la divide en dos y que es cruzado por pequeños puentes de piedra. El centro neurálgico del pueblo es la Plaza de Putre y en su lado norte destaca la iglesia de San Ildefonso, la cual fue construida en 1670, en la época de máximo esplendor de Putre.
Subiendo por unas escaleras que hay en el extremo oriental de la calle Arturo Prat se llega a un mirador elevado, hecho de madera, desde donde ver la puesta de sol por detrás de las montañas, con el pueblo a los pies. Y tras ver la puesta de sol, y antes de que oscurezca del todo, vale la pena seguir un camino que sale del pueblo en dirección nordeste durante unos centenares de metros, ya que tendréis la oportunidad de ver una espectacular puesta de sol sobre el imponente volcán Taapaca., de 5.860 metros de altura.
Alojamiento en Putre: Cabañas Wiñaypacha
Kilómetros recorridos en coche: 138 km.
Hoy iniciábamos un largo trayecto de unos 800 km hasta Calama, la ciudad donde teníamos que devolver el coche y coger el vuelo de vuelta hacia Santiago, finalizando así nuestra estancia de 12 días en el Norte Grande chileno.
Dada la longitud del trayecto destinamos dos días para llevarlo a cabo, pernoctando de nuevo en Iquique, a medio camino entre Putre y Calama.
Salimos de Putre a primera hora de la mañana, cuando aún la temperatura exterior era muy baja. Nos incorporamos a la carretera CH-11 en dirección oeste, hacia Arica. Nos detuvimos nuevamente en el Mirador de Putre, con una vista elevada sobre Putre y sus campos de cultivo y con la imagen imponente del volcán Taapaca de trasfondo.
En los primeros kilómetros no encontramos ningún corte a causa de las obras, pero más adelante nos tuvimos que parar un par de veces, una de ellas más de media hora. Pero fueron los únicos cortes que encontramos.
Para acortar el camino hacia el valle de Azapa quisimos coger la carretera A-19, pero cuando llegamos al cruce vimos un letrero que anunciaba que estaba cerrada por obras. Así que continuamos por la CH-11. Y cuando esta comenzaba a descender sobre el valle de Lluta nos encontramos con un paisaje surrealista: todo el valle estaba cubierto por una niebla baja que parecía un mar sobre las paredes desnudas de las montañas.
Al llegar al pueblo de Poconchile nos desviamos a la izquierda por la carretera A-143 que comunica los valles de Lluta y de Azapa en un trayecto de unos 20 km a través de una montaña de 850 metros de altura. Esta es una carretera bastante escénica y que atraviesa la Pampa Dos Cruces. Hay miradores con vistas espectaculares hacia ambos valles.
Cuando llegamos a la población de San Miguel de Azapa, situada en el valle de Azapa y a solo 16 km del centro de Arica, fuimos hasta el Museo Arqueológico San Miguel de Azapa, el cual pertenece a la Universidad de Tarapacá.
Pagamos 2.000 $/pax por la entrada a este interesantísimo museo. En el interior del museo hay una clara descripción cronológica sobre los diferentes pobladores de esta zona del país, tanto de la parte costera como de la andina. También hay una sección dedicada específicamente a la Cultura Chinchorro, donde se exponen quince momias y se explica en detalle todo aquello relacionado con este cultura y sus creencias.
En otras salas del museo encontramos una colección de tejidos, cestería y cerámica andina y costera de los pueblos indígenas de la zona, así como una prensa del siglo XVIII para extraer el aceite de oliva.
Mientras tanto, en el exterior del museo, en un bonito jardín de palmeras, hay 13 petroglifos de arte prehispánico que muestran varias escenas con motivos antropomorfos, zoomorfos y geométricos. En nuestra opinón la visita a este museo vale mucho la pena, porque es muy interesante y el relato museístico del museo es sencillamente excelente.
Acabada la visita a este museo continuamos viaje hacia Iquique, enlazando la carretera A-27 con la CH-5 hacia el sur. En este punto de la CH-5, unos 6 km al sur de Arica y mirando hacia el lado izquierdo, sobre la ladera de un cerro, veréis unas enormes letras de la marca Coca Cola construidas con unas 70.000 botellas de 0,75 litros de esta marca.
Más al sur nos detuvimos también en el Mirador Alto de Cuya, con unas fantásticas vistas sobre el valle que forma el río Camarones y la población de Cuya. Y justamente en esta minúscula población nos paramos para almorzar en el restaurante El Clon, uno de los diversos restaurantes que hay junto a la CH-5.
En este punto de Cuya también hay un control fitosanitario que se hace a todos los vehículos que circulan en sentido sur por la CH-5, ya que 1,5 km más allá se encuentra la línea fronteriza entre las regiones de Arica y Parinacota y Tarapacá. Nos comentaron que en la primera de ellas se ha detectado la mosca de la fruta, una plaga que se intenta evitar que se propague hacia el sur. Revisaron los alimentos que llevábamos y tuvimos que dejar aquí una manzana y una pera (esta plaga no afecta a los plátanos).
Y unos 20 km más allá de Cuya nos detuvimos de nuevo para admirar los geoglifos de Chiza, situados en la vertiente de un pequeño cerro junto a la carretera. Está formado por una serie de geoglifos prehispánicos con figuras antropomorfas, geométricas y zoomorfas.
Finalmente llegamos al hotel que teníamos reservado en el centro de Iquique sobre las seis de la tarde.
Tras registrarnos en el hotel y dejar el equipaje en la habitación salimos a dar una vuelta por Playa Cavancha, una zona que ya conocíamos de nuestra anterior estancia en Iquique, días atrás. Cenamos en el restaurante Doña Filomena.
Alojamiento en Iquique: Hotel Terrado Cavancha (68.400 $/noche por una habitación triple con desayuno incluido). Ubicado en el nº 1010 de la calle Tadeo Haenke, en el sector sur de Playa Covancha. La habitación era bastante grande y estaba bastante bien, con excelentes vistas de la playa, el mar y la ciudad. Teníamos aparcamiento privado para el coche. El desayuno era tipo buffet y bastante completo. Estuvimos muy cómodos en este hotel y lo recomendamos por su estupenda relación calidad-precio.
Kilómetros recorridos en coche: 439 km.
El objetivo principal de esta jornada era llegar a Calama por la tarde, donde ya teníamos alojamiento reservado.
Desde Iquique hay dos rutas para llegar a Calama: por el interior (carreteras CH-16, CH-5 y CH-24) o por la costa (CH-1 y CH-24). Ambas rutas son prácticamente equivalentes en distancia, unos 385 km, y en tiempo, pero como que la primera ya la habíamos recorrimos cuando fuimos hacia el norte ahora elegimos la segunda, la ruta costera.
Después de desayunar y dejar el hotel salimos de Iquique por su extremo sur hasta enlazar con la CH-1. Antes de llegar al aeropuerto de Iquique hay un peaje troncal donde pagamos 1.450 $.
En el trayecto de 229 km entre Iquique y Tocopilla hicimos varias paradas por el camino para ver lugares de la costa que nos gustaron especialmente.
También nos paramos en el punto fronterizo entre las regiones de Tarapacá y Antofagasta, situado justo antes de la desembocadura del río Loa. Recordamos que Iquique (Tarapacá) es una zona franca y por tanto existe la obligación de declarar si se ha comprado allá algún bien que deba tributar en la región de Antofagasta o en el resto del país.
Cuando llegamos a la ciudad de Tocopilla aparcamos el coche en el centro y fuimos a comer al restaurante El Trébol (Bolívar, 1345 - Tocopilla), un lugar sencillo pero con una muy buena relación calidad-precio.
Saliendo del restaurante fuimos a dar un paseo por el centro. La ciudad de Tocopilla no tiene mucho que ver y, en nuestra opinión, no merece la pena venir hasta aquí expresamente, pero si os viene de paso, como era nuestro caso, vale la pena dedicarle un rato para ver la pequeña iglesia de Nuestra Señora de Carmen, la Torre del Reloj (importada desde Inglaterra y comprada por unos mineros en la época del salitre), la Plaza de Armas (o Carlos Condell), la piedra con forma de camello, etc.
Acabada esta rápida visita a Tocopilla volvimos al coche para continuar viaje hacia Calama siguiendo la carretera CH-24. Saliendo de Tocopilla esta carretera comienza a abrirse paso por entre las montañas para ir ganando altura. Es especialmente impresionante la conocida como Cuesta Barriles, la cual salva un desnivel de 1.350 metros en un tramo de 15 km.
Unos kilómetros antes de llegar a Chuquicamata, en un punto no indicado si vienes desde el oeste, nos desviamos a la izquierda por una pista que conduce hasta el lugar donde se encuentran los geoglifos de Chug-Chug. Son 12 km de pista, en bastante buen estado, desde el cruce con la CH-24. Siempre hay que seguir por la pista principal, porque hay alguna bifurcación y no está indicada.
Los Geoglifos de Chug-Chug son, en realidad, un conjunto de 500 geoglifos distribuidos en 23 lugares diferentes, formando una de las mayores concentraciones de geoglifos de todo el mundo, solo superado en número por los geoglifos de Pintados y por las líneas de Nasca (Perú).
Estos geoglifos fueron hechos por diferentes pueblos y en diferentes épocas del tiempo, desde el año 1000 a.C. hasta el 1550 d.C. Representan figuras humanas, figuras geométricas y diseños zoomorfos de animales de la fauna local.
Cuando llegamos al lugar donde se encuentra la entrada al sitio, el responsable que estaba al cargo nos dijo que no merecía la pena que pagáramos la entrada porque no veríamos nada, puesto que el sol estaba ya muy bajo en el horizonte y los geoglifos están ubicados en una vertiente de la montaña que ya no estaba iluminada por el sol. Por lo tanto, conviene hacer esta visita por la mañana o al mediodía.
Nos supo mal no poder verlos, pero ya no disponíamos de más días en la zona. Por otro lado ya habíamos visto otros muchos geoglifos en los últimos días. Y, en cualquier caso, el camino para llegar hasta Chug-Chug ya había valido mucho la pena. La luz de última hora de la tarde, con el sol ya muy bajo, creaba una atmósfera «marciana» sobre estos paisajes absolutamente desérticos... y desiertos.
De vuelta a la CH-24 continuamos viaje hacia la ciudad de Calama, a 35 km de aquí y adonde llegamos cuando ya se estaba haciendo oscuro. Fuimos directamente al hotel que teníamos reservado y dejamos las cosas en la habitación antes de volver a salir con el coche para ir hacia el centro.
A pesar de que en el hotel nos habían avisado de que esa zona podía ser peligrosa por la noche (?) fuimos hasta la Plaza 23 de Marzo. Buscamos un lugar donde cenar en los alrededores de la plaza, pero como que no encontramos ninguno que nos convenciera acabamos yendo con el coche hasta el Mall Plaza Calama, aprovechando también para poner gasolina en una gasolinera cercana, ya que al día siguiente debíamos devolver el coche con el depósito lleno.
Lo cierto es que en las fechas en que escribimos esto, la ciudad de Calama figura en el ranking de ciudades más inseguras de Chile, conjuntamente con la región metropolitana de Santiago, con Valaparaíso y con la zona alta de Iquique, todas con un alto nivel de delincuencia.
Alojamiento en Calama: Hotel Atankalama (46.746 $/noche por una habitación triple con desayuno incluido). Ubicado en Uno Sur, nº 872, a 2.5 km del centro de Calama. El hotel es sencillo, pero no está mal, al igual que las habitaciones. La lástima es que éstas dejan pasar todos los ruidos del pasillo y ello puede ser un gran inconveniente si hay más clientes o estos son ruidosos. El hotel tiene aparcamiento privado y cerrado, lo que es muy conveniente, especialmente en esta ciudad.
Kilómetros recorridos en coche: 402 km.
Nos levantamos muy pronto, a las 5:45 horas de la mañana, porque teníamos un vuelo hacia Santiago a las 9 de la mañana desde el aeropuerto local.
Antes de dejar el hotel, bajamos a desayunar al comedor del hotel, donde nos lo habían dejado preparado, tal como habíamos pactado el día anterior. Y a las 6:40 salimos en dirección hacia el aeropuerto El Loa, a 7,5 km del hotel. Como que era muy temprano y todavía no había casi nadie por las calles llegamos al aeropuerto unos 12 minutos después.
Dejamos el coche aparcado en una de las plazas de la compañía Chilean Rent a Car y después entramos en la terminal para dejar las llaves del coche y el ticket del parking dentro del buzón del mostrador de la compañía, tal como nos habían indicado en el momento de recoger el coche, porque la oficina no abría hasta las 9:00 horas.
En solo 10 minutos ya habíamos facturado el equipaje, obtenido las tarjetas de embarque y pasado el control de seguridad, gracias a que la compañía LATAM tiene muy bien organizado el check-in de sus vuelos, con máquinas y personal que ayuda a obtener las etiquetas del equipaje a facturar y las tarjetas de embarque.
Nuestro vuelo de LATAM Airlines, en un Airbus A321, despegó a las 9:00 y aterrizó en el aeropuerto Pudahuel de Santiago a las 10:45. A través de la ventanilla del avión pasamos de ver los grandes paisajes áridos del desierto de Atacama, al inicio del trayecto, a las montañas nevadas, los lagos y los verdes prados y bosques en su parte final, pero siempre con vistas privilegiadas sobre las altas cumbres de la cordillera de los Andes.
Después de recuperar nuestro equipaje facturado salimos a la terminal de llegadas de vuelos nacionales y encontramos enseguida la oficina de Chilean Rent a Car, donde también habíamos reservado el coche a través de su web para los próximos seis días por la región central de Chile.
Después de hacer todo el papeleo salimos fuera de la terminal a esperar un minibús que nos debía llevar hasta el punto del aeropuerto donde todas las compañías de alquiler tienen aparcados los coches. Cuando llegamos nos entregaron las claves de un coche modelo Suzuki Dzire automático.
Finalmente salimos del aeropuerto Pudahuel con el coche sobre las 12 del mediodía. Tras realizar varias conexiones de autopistas cogimos la CH-5 Sur (Panamericana Sur) con destino a Santa Cruz, en el valle de Colchagua.
De camino salimos de la CH-5 para ir al centro de la población de San Francisco de Mostazal y buscar un restaurante donde almorzar. Esta ciudad está unos 65 km al sur de Santiago y pertenece a la región de O'Higgins. Recorriendo su calle principal encontramos el restaurante Los Aromos de Tuniche, donde pedimos un menú que estaba bastante bien.
Después de comer retomamos la ruta de 118 km hasta Santa Cruz. Siguiendo por la CH-5 hacia el sur pasamos junto a Rancagua, la capital de la región, y al llegar a San Fernando dejamos la Panamericana Sur para conectar a continuación con la CH-90. Ya nos encontrábamos en el llamado Valle de Colchagua, una de las zonas agrícolas más importantes de Chile y con una destacada producción vitivinícola gracias a sus numerosos microclimas.
Cuando llegamos a Santa Cruz, sobre las cinco de la tarde, fuimos directamente al alojamiento que teníamos reservado en esta población. Dejamos el equipaje en el bungalou y fuimos con el coche hasta la Plaza de Armas, el centro neurálgico de Santa Cruz. Paseamos por toda la zona alrededor de la plaza para situarnos en esta ciudad.
En este paseo pudimos ver desde fuera la bonita Plaza de Armas porque en aquellas fechas estaba cerrada por obras. También vimos el Templo Parroquial de Santa Cruz, pero si hay un edificio que destaca en la zona por su tamaño y belleza es el del Museo Colchagua, el cual teníamos pensado visitar al día siguiente.
Y dentro del Hotel Santa Cruz Plaza, también en un bonito edificio adyacente, encontramos una pequeña oficina turística donde nos informaron de actividades a hacer en la zona, como las visitas a bodegas del valle de Colchagua.
Alojamiento en Santa Cruz: Caban̈as Tinycolchagua (66.000 $/noche por un bungalou). Alojamiento ubicado en el Camino Barreales, junto al Padel Santa Cruz, en una zona residencial y agrícola a 3 km del centro. El bungalou, de diseño moderno, tiene forma cúbica (como si fuera un contenedor) y una superficie de 25 m². Cuenta con una cama grande, dos camas en una litera, un baño completo y una cocina pequeña, pero muy equipada. Tiene una pequeña terraza exterior y también aparcamiento privado, ya que se trata de un recinto cerrado. El bungalou es pequeño, pero muy acogedor.
Kilómetros recorridos en coche: 233 km.
Este día lo dedicamos entero a visitar Santa Cruz y otros lugares de interés en los alrededores.
La ciudad de Santa Cruz, ubicada en el corazón del llamado Valle de Colchagua, es un lugar fantástico donde establecer la base para explorar la zona. En las últimas décadas el área ha vivido un crecimiento exponencial del enoturismo y de sus derivados, siendo en 2019 la sede de la Conferencia Mundial de Turismo Enológico 2019.
Por ello, Santa Cruz y el valle de Colchagua en general, se han convertido con el tiempo en lugares muy conocidos y valorados internacionalmente.
Pero su interés no está solo en la Ruta del Vino de Colchagua o en la visita a una o más bodegas. La visita al extraordinario Museo de Colchagua o al no menos interesante Museo San José de Carmen de Huique, además de otras visitas y actividades, hacen de esta zona un lugar muy atractivo e interesante para el viajero.
En Santa Cruz hay algunos bonitos edificios de arquitectura colonial o neocolonial, pero la gran mayoría son nuevos porque el terremoto de Chile de 2010 destruyó un gran número de ellos.
Volviendo a nuestra ruta, la primera visita del día la hicimos al Museo Colchagua, una de las grandes sorpresas de este viaje, sin duda. No nos podíamos imaginar que en una pequeña ciudad de provincias, como Santa Cruz, encontraríamos un museo como este, con una cantidad y calidad de objetos expuestos que es realmente increíble.
A través de ocho salas el museo propone un viaje en el tiempo que va desde hace 400 millones de años hasta el siglo XX, pasando por la arqueología, las culturas prehispánicas, la época colonial, la independencia del país o la modernidad, entre otros.
Además, cuenta con nueve pabellones con colecciones que profundizan en el conocimiento de ciertas temáticas, como los carruajes, las armas, las joyas de los pueblos andinos, los textiles andinos, Charles Darwin en Chile, la radio más antigua de Chile, y otros. De esos pabellones destacamos el dedicado al ferrocarril en Colchagua, donde hay una reproducción a escala casi real de una antigua estación de tren, así como de una locomotora y un vagón de la época.
Y el colofón a todos ellos es el pabellón denominado «El Gran Rescate, donde a través de un recorrido lineal, como si fuera por la galería de una mina, se explica con todo lujo de detalle la epopeya que vivieron los 33 mineros atrapados en la mina San José, cerca de la ciudad atacameña de Copiapó, en el mes de agosto de 2010. La muestra empieza con la incertidumbre y angustia de los primeros momentos tras el desprendimiento y acaba con el exitoso rescate de todos ellos sanos y salvos más de dos meses después. Explica de una forma muy entendedora y humana una tragedia que tuvo un final feliz, todo un ejemplo de perseverancia, esperanza, ingenio y voluntad para vencer la adversidad.
La entrada a este magnífico museo costaba 7.000 $ por adulto, 4.000 $ por adulto mayor de 60 años y 3.000 $ para menores de 5 a 17 años. Un verdadero chollo teniendo en cuenta la calidad del museo. Nos pasamos casi tres horas visitando los diferentes espacios del museo, pero podríamos haber estado mucho más tiempo porque se vale mucho la pena. Volvemos a insistir en que es un museo imprescindible que no os deberíais perder si visitáis la zona.
Acabada la visita al museo salimos de Santa Cruz con el coche para ir hasta el Museo San José de Carmen del Huique, ubicado en la población del Huique, 17 km al norte de la ciudad de Santa Cruz.
Este museo ocupa una antigua hacienda, la cual tuvo su origen en el siglo XVII, pero que tuvo su máximo apogeo a lo largo del siglo XIX y principios del XX, cuando estuvo en manos de un clan familiar muy poderoso de la zona y del que salieron dos presidentes de Chile. En este periodo se aumentó su superficie edificable, se construyó una iglesia de estilo neoclásico, se añadió un cuidado jardín de estilo francés y se mejoró el mobiliario y los servicios de las casas.
Las edificaciones de esta hacienda son una extraordinaria muestra de la arquitectura rural chilena de la época, reflejando fielmente la forma de vida tradicional del campo en esta parte del país.
La visita a este museo/hacienda nos pareció muy interesante y con ella nos pudimos hacer una idea de cómo vivían las élites adineradas chilenas a finales del siglo XIX y principios del XX. Y, además, el lugar es bonito, aunque necesita de una restauración. Las entradas a este museo nos costaron 9.320 $.
Acabada esta visita ya era la hora de comer y fuimos a un restaurante que hay justo al otro lado de calle de la entrada a la hacienda. Se trata del restaurante Los Cañones. Fue un gran acierto elegirlo porque comimos de fábula. Con los platos pedimos un vino 120 Reserva Especial, un Cabernet Sauvignon de la bodega Viña Santa Rita (Buin, Valle Central)., que nos gustó mucho y que repetimos días después en otro lugar.
Tras el almuerzo dimos una vuelta con el coche por El Huique, Palmilla y otros lugares de esta zona del Valle de Colchagua. Vimos un montón de campos plantados de viñas, pero también de árboles frutales.
Poco antes de las 16:30 llegamos a Viña Maquis, una de las bodegas más antiguas del Valle de Colchagua. A través de su página web el día anterior habíamos reservado una visita, denominada «Tour Emblema», que incluía una degustación de vinos al final. El coste de esta visita era de 25.000 $/adulto y 10.000 $ para los menores entre 13 y 18 años (los menores de 12 años no están permitidos). La duración de la visita es de 1,5 horas.
Viña Maquis, ubicada en el corazón del valle de Colchagua, entre los ríos Chimbarongo y Tinguiririca, tiene una larga tradición vitivinícola que se remonta al siglo XVIII, época en la que las viñas pertenecían a la congregación jesuita Compañía de Jesús y utilizaba estas tierras para la elaboración de vinos. Durante el siglo XIX pasó a manos de la familia de dos ex presidentes chilenos, Federico Errázuriz Zañartu y su hijo Federico Errázuriz Echaurrren. Y en 1916 Viña Maquis fue adquirida por la familia Hurtado, que continúa siendo la actual propietaria.
Con el paso del tiempo esta familia ha avanzado en la elaboración y comercialización de vinos de alta gama y cuenta con una nueva bodega vanguardista y sostenible. De hecho, desde sus inicios Viña Maquis promovió prácticas sostenibles, como la construcción de corredores biológicos para aumentar la biodiversidad, el control natural de plagas a través de gallinas y ovejas, y el uso innovador de energía geotérmica en la bodega para reducir su huella de carbono.
Cuando llegamos a Viña Maquis nos recibió una chica que fue nuestra guía y sumiller durante toda la visita. Como que éramos los únicos inscritos a aquella hora entonces la nuestra fue una visita privada. La guía empezó explicándonos cosas sobre el origen y evolución de la bodega. Después salimos al exterior y desde la orilla del río Chimbarongo, en un entorno natural muy bonito, nos continuó explicando cosas sobre el lugar.
A continuación nos llevó a varios viñedos que hay cerca y nos contó muchas cosas sobre las variedades de uva de cada viñedo y la relación con los vinos que degustaríamos más tarde.
Y finalmente volvimos a una sala de la bodega e hicimos la degustación de vinos propiamente dicha. Probamos cuatro vinos premium y ultrapremium: Calcu Tiny Blocks (Sauvignon Blanco Semillón), Maquis Revela (Cabernet franco, 12 meses en barrica), Maquis Lien (Carménère, Cabernet Sauvignon y Cabernet Franco, 18 meses en barrica) y Calcu Fotem (Cabernet Sauvignon, 18 meses en barrica).
Con el vino nos sirvieron pan (muy bueno) y aceite de oliva virgen extra producido localmente. Y a nuestra hija le dieron un zumo por ser menor de edad. Finalizamos la degustación tras casi una hora y tres cuartos de visita. Valió mucho la pena esta experiencia vitivinícola y la recomendamos completamente. Nuestra guía fue muy amable, acogedora y con un gran conocimiento del mundo del vino, haciendo de la cata una experiencia absolutamente maravillosa.
Saliendo de la bodega Viña Maquis volvimos hacia Santa Cruz, a 10 km. Ya era oscuro y fuimos a merendar-cenar al Café Como Pan, un lugar que nos habían recomendado y que no nos decepcionó.
Alojamiento en Santa Cruz: Cabañas Tinycolchagua
Kilómetros recorridos en coche: 57 km.
Hoy dejábamos el Valle de Colchagua con destino hacia Valparaíso, pero diseñamos una ruta que daba un poco de rodeo con el objetivo de visitar unos cuántos lugares que eran de nuestro interés.
Como nota curiosa, unos 57 km al sudeste de Santa Cruz existe una población llamada Peor es Nada. Su curioso nombre tiene su origen a mediados del siglo XIX, fruto de un comentario tras recibir una herencia familiar. Si nos hubiera venido de paso en alguno de los trayectos por la zona nos habría gustado pasar por él, pero no fue el caso.
Volviendo a nuestra ruta, salimos de Santa Cruz con destino a Lolol, población situada unos 35 km hacia el suroeste. El pequeño centro histórico de Lolol está delimitado por las calles Las Acacias, Los Aromos y las Achiras y se caracteriza por tener amplios corredores exteriores comunicados entre sí y que dan una personalidad única a las fachadas de las antiguas viviendas coloniales de adobe y tejados de teja.
Y en las casas se mezclan elementos del periodo precolombino con elementos típicos de las haciendas españolas. Dimos un paseo, disfrutando de su bella arquitectura colonial y visitando un par de patios interiores, el del Centro Cultural y el del Ayuntamiento. También vimos la iglesia de la Santísima Natividad de la Virgen de la Merced.
Acabada la visita a Lolol pusimos rumbo hacia la población costera de Pichilemu, unos 78 km al noroeste vía Paredones, Bucalemu y Cahuil. Pero unos 6 km antes de llegar a Pichilemu nos desviamos a la izquierda unos 2 km para ir hasta Punta de Lobos, uno de los paisajes costeros más singulares de Chile.
Cuenta con unos espectaculares miradores sobre los acantilados, de 100 metros de altura, que caen sobre el océano y la bahía de Pichilemu. Hay una gran abundancia de cactus en las paredes de estos acantilados que todavía hacen más atractivo este lugar tan especial. Pero si hay un colectivo que aprecia este lugar es el de los surfistas, gracias a sus grandes olas izquierdas de excelente calidad, sobre todo en invierno.
El año 2013 Punta de Lobos fue declarado como Reserva mundial de surf. En la zona hay un gran ambiente surfero.
De camino hacia Pichilemu, siguiendo la carretera Y-500, nos paramos a comer en el restaurante Cúrcuma, un lugar muy recomendado por su carta «healthy» y vegana, muy apropiada en este entorno de surfistas.
Después de comer retomamos la ruta hacia Valparaíso, 225 km hacia el norte. Puesto que aún nos quedaba un largo trayecto decidimos no detenernos en Pichilemu, ciudad de la cual solo vimos de paso el parque Agustín Ross y el edificio histórico Centro Cultural Agustín Ross.
La carretera que sale de Pichilemu hacia el norte es muy escénica gracias a la presencia de árboles de la especie acacia dealbata (mimosa común) y que allá son conocidos como aromos. Es un gran árbol de flores amarillas muy vistosas.
Si hubiéramos tenido más tiempo nos habría gustado desviarnos unos kilómetros desde Rapel para ir hasta el lugar costero de Matanzas, pero no pudo ser. Así que continuamos nuestra ruta hacia Valparaíso.
Tras pasar por las poblaciones de Rapel, San Antonio y Casablanca finalmente llegamos al alojamiento que teníamos reservado en el barrio de Cerro Alegre de Valparaíso sobre las 18:00 horas.
El apartamento reservado se encuentra ubicado en el llamado Condominio Parque Magnolio, un edificio de apartamentos en pleno corazón del barrio de Cerro Alegre y que destaca por su diseño contemporáneo. El edificio se construyó en 2010 en el lugar que ocupaba el antiguo Hospital Alemán de finales del siglo XIX. Dentro del condominio se ha conservado totalmente restaurada la casona principal del hospital, así como un par de ejemplares de enormes magnolias de 136 años de edad. También tiene una amplia plaza central, así como piscina, gimnasio y áreas verdes.
Después de dejar las cosas en el apartamento, dimos un corto paseo a pie por la zona para situarnos y después fuimos a comprar algunos víveres en un minisúper cercano.
Alojamiento en Valparaíso: Loft Cerro Alegre (36.000 $/noche por un apartamento). Ubicado en el nº 203 de la calle Guillermo Munnich, en el barrio de Cerro Alegre. El apartamento no es muy grande, pero tiene todo lo necesario. Cuenta con una cama grande y un sofá cama. Está situado en un condominio con vigilancia 24h en la entrada. Hay aparcamiento subterráneo para el coche y también hay una lavadora en el complejo ($ 1500). La ubicación está muy bien. Lugar muy recomendable.
Kilómetros recorridos en coche: 350 km.
Este día el cielo amaneció muy gris, con una niebla baja sobre la ciudad y con una temperatura máxima de 13 grados. Dedicamos esta jornada completa a visitar el centro histórico de la ciudad de Valparaíso y, por lo tanto, dejamos el coche aparcado en el aparcamiento de nuestro apartamento.
El barrio histórico de la ciudad portuaria de Valparaíso es Patrimonio de la Humanidad desde 2003 debido a que constituye un notable ejemplo del desarrollo urbano y arquitectónico de América Latina a finales del siglo XIX.
Enmarcada en un lugar natural en forma de anfiteatro, Valparaíso se caracteriza por un tejido urbanístico tradicional especialmente adaptado a los cerros circundantes, que contrasta con el trazado geométrico utilizado sobre terreno plano. Además, la ciudad ha conservado interesantes estructuras de los inicios de la era industrial, por ejemplo los múltiplos funiculares que recorren las vertientes escarpadas de los cerros.
Los ascensores y funiculares de Valparaíso son un icono de la ciudad y todo una experiencia en sí mismos, además de representar un patrimonio industrial vive único en el mundo. Son un medio de transporte colectivo que permite comunicar rápidamente la parte alta de la ciudad con la llana, a nivel de mar. De los treinta que había en 1883 ahora solo quedan dieciséis y de los cuales solo siete funcionaban en la actualidad.
Nosotros iniciamos el recorrido por este centro histórico bajando desde nuestro apartamento hasta la Plazuela San Luis. Continuamos por la calle Templeman. Mires donde mires cualquier fachada o pared está cubierta de murales y grafitos, la mayoría de ellos con un gran valor artístico y muy fotogénicos. En general, toda esta parte de la ciudad es como un museo al aire libre que merece la pena de recorrer a pie por sus calles, callejones y escaleras.
Yendo por calles laterales llegamos al Paseo Atkinson y desde aquí continuamos por el Paseo Gervasoni, un espectacular mirador sobre el puerto y la ciudad baja. Después recorrimos el callejón Gálvez y bajamos por las escaleras Fischer (también conocidas como las Escaleras de Colores), cruzando la calle Urriola y subiendo por las escaleras Apolo, al otro lado de calle, hasta llegar al Paseo Yugoslavo, donde destaca el bonito Palacio Baburizza, que ahora es un museo.
Desde aquí bajamos a la Plaza Justícia usando el ascensor El Peral (precio 100 $/pax). Paseamos por esta plaza y por la contigua, la Plaza Sotomayor, donde se encuentra el bonito edificio neoclásico de la Comandancia En Jefe de la Primera Zona Naval, así como el Monumento a Los Héroes de Iquique. Y así llegamos hasta el Muelle Prat, la parte del puerto de donde salen las embarcaciones turísticas.
Almorzamos en el restaurante Sotomayor 280, en la esquina de la plaza Sotomayor con la calle Serrano, donde nos decantamos por un menú de 8.000 $/pax, bueno pero justo en las cantidades.
Después de comer pedimos un taxi Uber que nos recogió en la esquina de la plaza Sotomayor con la calle Cochrane y nos llevó hasta la casa-museo La Sebastiana, en el barrio Cerro Florida. El taxi nos costó 2.400 $.
La Casa Museo La Sebastiana es una de las tres casas que poseyó el poeta y político chileno Pablo Neruda y en la que vivió entre el año 1961 y el 1973, el año de su muerte. La visita a la casa, con una audio-guía, es interesante y está muy bien porque nos pudimos enterar de muchos detalles de la vida de Neruda, y de su relación especial con esta casa, que no conocíamos. Las entradas a la casa-museo costaban 9.500 $/adulto y 3.500 $ los menores de 17 años.
Tras la visita a la casa bajamos a pie por calles del Cerro Florida en dirección hacia el mar, siguiendo las calles Ricardo de Ferrari y Héctor Calvo hasta llegar a la calle Labruyere, donde comienza el laberinto de pasajes con murales que conforma el denominado Museo a Cielo Abierto. Recorrimos este laberinto de callejones, pero lo cierto es que nos defraudó un poco porque ya no quedan muchos murales ni están en muy buen estado, en general.
A continuación seguimos el recorrido bajando por el Pasaje Pasteur después de pasar por delante del ascensor Espíritu Santo, aunque no subimos a él. Cuando llegamos a la calle Aldunate continuamos andando hacia las plazas Victoria y Simón Bolívar, una junto a la otra. En esta última hay una higuera enorme.
En el lado oriental de la plaza Victoria se encuentra la Catedral de Valparaíso, pero visto desde fuera el edificio no es muy bonito. Después continuamos por la calle Yungay hacia el centro, encontrando un animado mercadillo en la calle Bellavista.
Y cuando llegamos a la plaza Anibal Pinto subimos por la calle Cumming y la avenida Elias hasta llegar al ascensor Reina Victoria, con el que subimos hasta el Cerro Alegre. Una vez arriba encontramos el bonito Pasaje Dimalow, lleno también de murales. Lo seguimos hasta el final, llegando a la calle Montt.
A continuación subimos por esta calle hasta llegar a la Plazuela San Luis, donde continuamos por la calle Alemania arriba y fuimos bordeando el condominio en el que se encontraba nuestro apartamento por el oeste hasta llegar a la calle Mackay, donde hay una entrada posterior para acceder al condominio.
Llegamos a nuestro apartamento cansadísimos de andar tanto por la ciudad, arriba y abajo, pero muy satisfechos por todo aquello que habíamos visto en ella, repleta de cultura y arte por todos lados, pero con un punto decadente.
Alojamiento en Valparaíso: Loft Cerro Alegre
Tras el desayuno en el apartamento marchamos con el coche en dirección hacia Viña de Mar, a unos 8 km siguiendo la carretera de la costa. Cuando llegamos aparcamos el coche en la calle Álamos de Cerro Castillo, desde donde iniciamos una larga ruta a pie para visitar los diversos puntos de interés de la ciudad de Viña de Mar.
La localidad costera de Viña de Mar es la ciudad más poblada de la región de Valparaíso. Es también la ciudad más visitada del litoral central chileno, principalmente por sus playas, pero también por su gastronomía, cultura, vida nocturna y por su patrimonio histórico, puesto que Viña de Mar fue una importante ciudad balnearia a comienzos del siglo XX.
Pero sin duda el acontecimiento más conocido de esta ciudad y que ha traspasado fronteras es el Festival Internacional de la Canción de Viña de Mar, un festival musical que tiene lugar cada mes de febrero en esta ciudad chilena desde 1960. Está considerado como uno de los festivales de música más importantes de Latinoamérica y el acontecimiento musical más importante del continente americano, conjuntamente con los Premios Grammy.
Empezamos nuestra ruta a pie por Viña de Mar en el Reloj de flores, situado a los pies de Cerro Castillo y a solo 100 metros de donde habíamos aparcado el coche. Es un reloj ajardinado que fue construido en 1962, inspirado en el de la ciudad suiza de Ginebra. Al parecer es el lugar más visitado de la ciudad. En el día de nuestra visita el reloj no marcaba la hora correcta porque estaba en mantenimiento .
Desde aquí continuamos andando por el lado de la Avda. La Marina que bordea la costa hasta llegar al Castell Wulff, un castillo de inspiración franco-alemana construido en 1902 sobre unas rocas junto al mar.
Continuando a pie a la orilla del mar atravesamos el Estero Marga Marga (en Chile un «estero» es un río pequeño) a través del puente Casino. Aquí se junta el agua salada del mar y el agua dulce del río (cuando este lleva agua, porque en general parece estar seco), dando lugar a unos humedales con muchas aves que buscan alimento en él, como por ejemplo pelícanos.
Al otro lado del río, en mitad de una bonita zona ajardinada, se encuentra el edificio del Casino Municipal de Viña de Mar, de 1930. Y desde aquí seguimos por la calle 4 Nte hacia el este. Al cabo de 1 km encontramos el Museo de Arqueología e Historia Francisco Fonck. Su nombre es un homenaje a Francisco Fonck, un médico, explorador y político alemán que vivió en Chile y que destacó en la exploración del sur chileno. El museo ocupa actualmente la parte posterior del Palacio Carrasco.
Nosotros no visitamos el museo Fonck, pero parece que tiene una de las colecciones más completas sobre la cultura y civilización rapa nui, así como una exposición de piezas de las primitivas culturas del país. Eso sí, pudimos ver el moai que hay a la entrada del museo, el cual fue llevado hasta aquí el año 1951 y que ahora es reclamado por el pueblo rapa nui, al igual que otros moais existentes fuera de la isla.
Nuestra siguiente parada fue en el precioso Palacio Rioja, unos 400 metros al este siguiendo la misma calle. Este palacio de estilo ecléctico data de principios del siglo XX y actualmente hospeda el Museo de Artes Decorativas, con una colección de mobiliario, textiles y decoraciones propias de la aristocracia chilena de comienzos del siglo XX. Aunque no visitéis el museo, como fue nuestro caso, merece la pena pasear por el parque que rodea el palacio.
Y desde aquí anduvimos 850 metros hacia el sur hasta llegar a la Plaza Vergara, una bonita plaza ajardinada. En el lado oriental de la plaza se encuentra el Teatro Municipal Viña de Mar. En el momento de nuestra visita había una orquesta tocando en la escalinata exterior del teatro y pudimos disfrutar de su música sentados cómodamente en un banco de la plaza. Por otro lado, en el interior de un gran edificio de oficinas del Ayuntamiento que hay en el lado nordeste de la plaza está la Oficina Turística de Viña de Mar, donde pudimos conseguir mapas e información de la zona.
En esta oficina nos informaron de que en la población costera de Concón, 12 km al norte de Viña de Mar, hay muchos restaurantes de pescado y marisco y decidimos cambiar el orden de las visitas que teníamos previsto para ir a almorzar allá.
Así que volvimos andando 1,7 km hasta donde teníamos el coche, siguiendo la calle Viana. Aprovechando que teníamos el coche aparcado en el Cerro Castillo, antes de marchar de aquí aprovechamos para ir a ver el Palacio Presidencial de Cerro Castillo, el palacio de verano del presidente chileno, aunque solo lo vimos por fuera. De todas maneras, la fachada de este palacio se ve mucho mejor desde el jardín del Casino de Viña de Mar.
Y a solo 150 metros, algo escondido, encontraréis un excelente mirador sobre la ciudad que está ubicado en el extremo norte de la calle Berger. Desde él también tendréis una vista directa sobre el Castillo Brunet, un castillo de estilo neo-medieval que fue encargado en 1923 por un excéntrico millonario.
Con el coche bajamos del Cerro Castillo y pusimos rumbo hacia Concón siguiendo la línea de costa y pasando por Reñaca, un barrio turístico y residencial exclusivo.
Cuando llegamos a Concón fuimos hasta Caleta Higuerillas, aparcando el coche en la Avda. Borgoño. Dimos una pequeña vuelta por la zona, buscando un restaurante donde comer.
Finalmente elegimos el restaurante Novellino, donde comimos un magnífico plato de pescado acompañado de un buen vino chileno. Lugar muy recomendable, con una atención excelente, ingredientes frescos, raciones abundantes y precios razonables.
Después de almorzar volvimos el coche y fuimos a un lugar llamado Roca Oceánica, situado unos 3 km al suroeste siguiendo la Avda. Borgoño. Se trata de una formación geológica correspondiente a un espolón rocoso sedimentario de forma ovoidal y que sobresale del continente, llegando a los 25 metros de altura.
Básicamente es un mirador que ofrece unas vistas maravillosas sobre las rocas, el océano y la fauna local, sobre todo aves marinas. También pueden haber lobos marinos y pingüinos de Humboldt, pero no vimos ni uno. En cualquier caso es un lugar que vale la pena de visitar.
Y justo frente a la Roca Oceánica hay un conjunto de grandes dunas denominado Campo dunar de la Punta de Concón. Se trata de dunas estables de más de 30 metros de altura. Junto con la Roca Oceánica forman parte de una área protegida gracias a que fue declarada «Santuario de la naturaleza» en 1993.
Acabada esta visita volvimos con el coche hacia Viña de Mar, parándonos en primer lugar en la zona donde se encuentra el Muelle Vergara, entre las playas Acapulco y El Sol. Es un antiguo muelle de carga que funcionó desde 1894 hasta los años setenta del siglo pasado. Desde entonces ha pasado por diferentes fases hasta ser restaurado en 2016 tal como es ahora, convirtiéndose en uno de los iconos de la ciudad. Tiene una longitud de unos 150 metros y una altura de unos 7 metros sobre la playa y el océano.
Este paseo costero es ahora un fantástico mirador sobre las playas adyacentes, las fuertes olas del Pacífico y de toda la línea de costa del Golfo de Valparaíso. Además suele tener un gran ambiente de gente que pasea o pesca en el muelle.
Y a continuación fuimos con el coche hasta la Quinta Vergara, unos 3,5 km hacia el sur. La Quinta Vergara es el nombre de un gran parque urbano. Aquí se celebra anualmente el Festival Internacional de la Canción de Viña de Mar.
Paseamos un poco por el parque y visitamos el Palacio Vergara, un palacio de estilo gótico veneciano construido en 1910 por la familia del fundador de Viña de Mar, José Francisco Vergara. Actualmente este palacio hospeda el Museo y Escuela de Bellas Artes. En el parque también se encuentra el Anfiteatro de la Quinta Vergara, donde se celebra el famoso festival de la canción.
De vuelta hacia Valparaíso con el coche nos desviamos para subir hasta el Mirador Pablo Neruda, situado en lo alto de un cerro al sur del centro urbano de Viña de Mar. Ofrece vistas excelentes sobre la línea costera entre las playas El Sol y la de Reñaca. Llegamos justo a tiempo para poder ver la puesta de sol tras una nube sobre el horizonte marino.
Alojamiento en Valparaíso: Loft Cerro Alegre
Kilómetros recorridos en coche: 60 km.
Último día completo de este viaje por territorio chileno. Puesto que nuestro vuelo hacia Europa salía el día siguiente a media mañana, teníamos reservado el alojamiento para aquella noche en un hotel muy cerca del aeropuerto de Pudahuel.
Este aeropuerto está a solo 110 km hacia el este desde Valparaíso, pero nosotros hicimos un gran rodeo para poder visitar otros lugares durante lo que quedaba de día y que están más hacia el norte.
Después de desayunar y recogerlo todo en el apartamento salimos de Valparaíso y pusimos rumbo hacia Zapallar, unos 78 km hacia el norte. Zapallar es una población costera que destaca por sus casas de lujo, jardines y paisajes. Es, junto con la población vecina de Cachagua, uno de los lugares de veraneo más exclusivos de Chile.
Habíamos leído sobre la belleza de sus paisajes y este fue el motivo principal por el cual fuimos hasta allí. Finalmente tardamos unos 90 minutos en recorrer el trayecto entre Valparaíso y Zapallar porque la carretera cruza varios cascos urbanos donde hay muchos resaltes en la vía para hacer disminuir la velocidad y también por la presencia de vehículos lentos.
Cuando llegamos a Zapallar vimos que no es un pueblo de costa al uso, con un casco urbano alrededor de una playa. En este caso el pueblo está construido sobre la vertiente de una montaña que llega hasta la pequeña playa y bahía de Zapallar. Eso sí, por todos sitios se ven lujosas casas con fincas muy cuidadas, además de verdaderas mansiones.
A pesar de la presencia de muchas construcciones, en general todas ellas quedan más o menos escondidas tras la abundante vegetación de la zona y gracias a eso se mantiene bastante la belleza natural del lugar. Hay un camino costero que bordea la bahía, así como varios senderos que comunican el litoral con la montaña y todos ellos con vistas espectaculares.
La lástima es que el día de nuestra visita a Zapallar el cielo estaba muy gris y había algo de niebla, por lo que no se dieron las condiciones ideales para disfrutar de un paseo por un lugar tan bonito. Nos limitamos a ir a algunos miradores sobre la bahía y recorrer algunos de las calles de la población más próximas a la playa, donde vimos algunas mansiones.
Seguidamente pusimos rumbo hacia Ocoa, la entrada norte del Parque Nacional La Campana, ubicada en la población de Hijuelas, 56 km al sudeste de Zapallar. Nuestro principal interés en visitar este parque era el Palmar de Ocoa, uno de los últimos bosques naturales, y el más grande de todos, de palmera chilena (Jubaea chilensis), especie endémica de Chile. En este bosque hay unos 70.000 ejemplares de esta palmera tan fotogénica.
El Parque Nacional La Campana tiene una superficie de 8.000 Ha. y está declarado como Reserva mundial de la Biosfera gracias a su gran biodiversidad en flora, puesto que cerca del 20% de todas las especies vegetales presentes en Chile están representadas de forma natural en este parque. La cumbre que domina el parque es el característico Cerro La Campana, el cual tiene una altura de 1.828 metros y da nombre al parque.
El parque cuenta con tres entradas: Granizo, Cajón Grande y Ocoa. Las dos primeras están en el sector sur del parque y el acceso es a través de la población de Olmué, mientras que la de Ocoa está en el sector norte y se accede a ella través de la población de Hijuelas.
Para visitar el Palmar de Ocoa es conveniente entrar por Ocoa y hacer la ruta senderista Sendero El Amasijo, la cual sigue el torrente de igual nombre.
Cuando llegamos a la entrada de Ocoa (carretera F-304 desde Rabuco) la puerta de acceso al parque estaba cerrada. Como que no había ninguna nota ni indicación llamamos a un teléfono de información que había en la puerta y nos comunicaron que el parque estaría cerrado durante tres días a causa de la caída de un puente.
Ya nos habíamos hecho a la idea de no poder ver las palmeras chilenas que hay en el valle de Ocoa cuando una familia chilena que llegó tras nuestro nos comentó que a menos de 1,5 km de aquí hay una urbanización privada llamada El Oasis de la Campana y que si hacíamos una reserva en el restaurante Oasis del Campo, dentro del recinto privado, entonces podríamos visitar una pequeña zona próxima donde hay unas cuántas palmeras chilenas.
Pero para poder entrar en esta urbanización hay que llamar antes al restaurante para hacer la reserva, ya que se nos pedirá la reserva a la entrada del recinto. Como que ya era la hora de almorzar, hicimos la reserva por teléfono y a continuación fuimos hacia el restaurante, ubicado en este punto.
Después de comer fuimos hasta la Quebrada El Limonal, 150 metros al nordeste del restaurante, lugar donde hay decenas de palmeras chilenas, muy fotogénicas. Este lugar nos gustó mucho y estuvimos felices de poder pasear bajo estas palmeras tan imponentes, gracias a su altura y diámetro del tronco. Aun así, estamos seguros que no es comparable a poder recorrer el Palmar de Ocoa, pero es lo que había. Mejor esto que nada, por supuesto.
Satisfechos de haber podido ver la palmera chilena en su hábitat natural pusimos rumbo hacia Santiago, a 112 km siguiendo la CH-5. Aún era relativamente temprano y no queríamos ir aún al hotel cerca del aeropuerto.
Poco después de las cinco de la tarde llegamos a la entrada Pedro de Valdivia Norte del Parque metropolitano de Santiago, también denominado Parquemet. Este gran parque urbano se extiende a lo largo de varios cerros del norte de la ciudad, siendo el segundo parque urbano más extenso de Latinoamérica y el quinto más grande del mundo.
Desde esta entrada hay muchos caminos y senderos que recorren el parque. Hasta la cumbre del Cerro San Cristóbal hay unos 4 km de subida, pero también se puede subir en teleférico o en funicular.
Después de aparcar el coche fuimos a dar un paseo por algunos caminos del Cerro de San Cristóbal hasta el momento en que se hizo oscuro. Pero antes pudimos ver desde varios miradores el horizonte urbano de Santiago, donde destaca sobre todo el rascacielos de la Gran Torre Costanera.
De regreso al coche y cuando ya era oscuro marchamos de Santiago hacia el hotel que teníamos reservado en las inmediaciones del aeropuerto, a unos 22 km. Y aquí finalizaron nuestras visitas de este viaje por territorio chileno.
Alojamiento en Pudahuel: City Express by Marriott Santiago Aeropuerto (100 €/noche por una habitación triple con desayuno incluido). Ubicado en la Avda. Américo Vespucio Oriente, 1295 - Pudahuel, a solo 5 km del aeropuerto internacional. La habitación estaba bien y el desayuno fue más que correcto. Tiene un restaurante donde poder cenar decentemente, ya que no hay otros restaurantes cerca del hotel. Tiene aparcamiento privado y vigilado para el coche. Este hotel es de los más económicos que hay cerca del aeropuerto y es una buena opción.
Kilómetros recorridos en coche: 214 km.
Después de desayunar, preparar el equipaje y cargarlo en el coche, dejamos el hotel y pusimos rumbo hacia el aparcamiento del aeropuerto donde las compañías de alquiler tienen los vehículos, situado a unos 5 km del hotel.
Al llegar entregamos el coche al personal de Chilean Rent a Car, tras sacar el equipaje del maletero. Como que la terminal de vuelos internacionales estaba a solo 200 metros de donde nos encontrábamos entonces decidimos ir a pie.
Una vez dentro de la terminal facturamos las dos piezas de equipaje que iban a la bodega e hicimos una larga cola para pasar el control de pasaportes. Hecho este trámite esperamos un rato hasta la hora de embarcar.
El Airbus A350 de la compañía Iberia despegó del aeropuerto internacional de Santiago a las 11:25 de la mañana. El trayecto directo hasta Madrid era de 10.950 km y con un tiempo de vuelo estimado de 12 horas y 15 minutos.
Después de pasar la noche en ruta aterrizamos en el aeropuerto de Madrid/Barajas a las 5:30 hora local del día siguiente (+6 horas), con una duración efectiva de vuelo 10 minutos inferior a la prevista. Tras una corta espera en este aeropuerto, nuestro siguiente vuelo, con destino a Barcelona, y también de Iberia despegó a las 7:43.
Y finalmente aterrizamos en el aeropuerto de Barcelona/El Prat a las 8:32, con la sorpresa de que nuestro equipaje (y el de algunos otros pasajeros de nuestro vuelo) se había quedado en Madrid. Afortunadamente el día siguiente nos lo llevaron a casa.
Y aquí finalizó este largo y fantástico viaje por tierras australes. Y, como siempre, con ganas de mucho más.
Kilómetros recorridos en coche: 6 km.