Relato de un viaje en coche a Suiza y Chamonix

Salimos de Calafell (Barcelona) muy temprano, en nuestro vehículo particular, dirección Ginebra. En total son 803 km y unos 34 € en peajes. Organizamos todos los itinerarios con la web de ViaMichelin.

Una vez entras en territorio de Suiza, si piensas en utilizar las autopistas debes comprar la Vignette, una pegatina que cuesta unos 30 € y que colocada en el cristal delantero (como la ITV) nos permite circular durante todo un año (válida desde el 1 de diciembre hasta el 31 de enero del año siguiente) por todas las autopistas de forma ilimitada. Nada más pasar la aduana en Ginebra, existe una gasolinera donde la venden, pero también se puede comprar en la web.

En Ginebra nos hospedamos en el hotel Admiral. Cabe decir que todos los hoteles los reservamos en la pagina web Booking.com, la cual permite, en algunos casos, efectuar el pago una vez utilizados los servicios del hotel. Además permite anulaciones a pocos días de la fecha de reserva.

Una vez repuestos del viaje, nos lanzamos a descubrir la bonita ciudad de Ginebra. Decir que el calor era en estas fechas tan fuerte o más que el que habíamos dejado en Catalunya. El termómetro se mantendría así de elevado también en Lausana, empezando a refrescar en Berna, bajando bastante más en Interlaken, sin contar que en las ascensiones a los picos bajaríamos de 0º C, y elevándose hasta los grados de Ginebra en Chamonix.

En Ginebra lo primero que fuimos a ver fue el lago Leman, a dos calles del hotel y lo primero que nos impresionó fue el Jet d'eau, un chorro de agua que alcanza unos 140 m de altura. Estuvimos paseando por la Rive droite, pasando por el monumento a Brunswick, hasta llegar al Parc Mon Repos. En todo este paseo había mucho ambiente.

Volviendo sobre nuestros pasos cruzamos el Pont du Mont-Blanc, encontrándonos en la Rive Gauche, lo primero que encuentras es el Jardín Anglais, donde esta el famoso reloj floral. Seguimos andando hasta entrar en el parc des Eaux-Vives, con encantadoras praderas verdes. En él se celebraba un concierto gratuito, al cual nos apuntamos encantados.

Tras el concierto, ya oscureciendo contemplamos el Jet d'Eau iluminado, así como la Cathédrale Saint Pierre también iluminada. En la rive droite el ambiente había crecido y cenamos en unos de los muchos chiringuitos-restaurantes de este lado del lago.

Este día realizamos la visita de la sede de la ONU en Ginebra. Desde la place Cornavin, cogimos un tranvía que en poco tiempo nos dejó en la place des Nations, donde se encuentra dicha sede. En ella realizan visitas organizadas en varios idiomas, entre ellos el español. Enfrente del palacio de la ONU, está la sede de la Cruz Roja internacional.

La tarde la dedicamos a visitar la parte antigua de Ginebra. A destacar la Cathédrale Saint Pierre. Calvino predicó aquí desde 1536 a 1564. Se puede subir a uno de sus campanarios, desde donde se divisa una panorámica espléndida de Ginebra y el lago Leman.

Dejamos Ginebra en dirección a Lausana, siguiendo la autopista A-1, son 64 km.

La bonita ciudad de Lausana es la sede del Comité Olímpico Internacional (COI) y desde 1992 también del Museo Olímpico.

Una vez realizada la visita a Lausana nos dirigimos a la Maison du Gruyère en Pringy-Gruyères, siguiendo las autopistas A-9 y A-12 (58 km). Comimos platos elaborados con los famosos quesos. Después, subimos al pueblo medieval de Gruyères, con vistas a los pre-alpes, y con su magnifico Château.

Seguimos hacia Berna, autopista A-12 (65 km). Es la capital de la Confederación Helvética y sede del Parlamento de los Cantones Suizos. Nos hospedamos en el hotel Kreuz, en el centro de la ciudad.

Recorrimos la ciudad de Berna, empezando por la visita guiada del Parlamento. Después visitamos la catedral, vistas del río Aare, foso de los Osos y Ayuntamiento.

Lo que mas nos gustó de Berna fueron las calles Marktgasse, Kramgasse y Gerechtigkeitsgasse, que de hecho es la misma calle con distintos nombres a lo largo de ella. Fuentes ornamentadas y floreadas, banderolas de los cantones, innumerables tiendas y dos torreones de entrada a la ciudad (una es la torre de la Prisión y la mas famosa Torre del Reloj) componen esta pintoresca calle.

Eso sí, esta ciudad a las 19 h se desertiza, cierran las tiendas y sólo quedan unos pocos turistas, a los cuales, sólo les queda tomar algo en las terrazas de la Bundesplatz o irse a dormir.

De todas formas vale la pena visitar esta ciudad y si se busca tranquilidad, a partir del cierre de las tiendas, es el lugar adecuado.

Nos dirigimos a Zurich por la autopista A-1 (126 km). En Zurich Recorrimos los dos lados del río Limmat, la parte antigua, y la comercial calle Bahnhofstrasse. Destacar en la parte antigua la catedral Grossmünster y los numerosos restaurantes.

Por la tarde nos esperaba Lucerna: autopistas A-3/A-4 y A-14 (64 km). En Lucerna nos hospedamos en el hotel-familiar Spatz, a 5 km del centro en autobús, con parada en la misma puerta del hotel.

Esa misma tarde bajamos al centro de la ciudad de Lucerna, donde admiramos el puente de la Capilla, construido en 1333, pero restaurado en 1993, tras el incendio que padeció, así como el puente Spreuer de 1408, los dos sobre el río Reuss. A destacar las pinturas en el interior de dichos puentes.

Callejeamos a ambos lados del río, lleno de restaurantes y tiendas. Para nosotros, lo mejor de la ciudad fue el paseo por las orillas del lago de los Cuatro Cantones. Conforme te alejas del centro de Lucerna la vista de ésta y del Monte Pilatos es maravillosa, así como la vista del lago en sí. A sus orillas existen pequeños puestos de comida tipo frankfurt, donde descansar y admirar las vistas.

Si hay una excursión típica en Lucerna, esta es sin duda la del Monte Pilatus.

La excursión The Pilatus Experience dura como mínimo toda la mañana. Con un solo ticket se hace la ruta, que consiste en coger una de la barcazas del puerto de Lucerna hasta Alpnachstad (90 minutos de recorrido por el lago de los Cuatro Cantones), recorrido que por si solo ya vale la pena.

En Alpnachstad se coge un teleférico que nos sube hasta el Pilatos-Kulm a 2.132 metros de altura. Si el día está despejado se contemplan unas impresionantes vistas de Lucerna y del lago. La segunda parte de la excursión comienza con la bajada, que se realiza por el otro lado del monte Pilatus, en tres tramos de teleféricos.

En el primer tramo, el más espectacular sin duda, se baja a Frakmuntegg a 1.416 m. (unos 700 m. de descenso). De aquí, se coge en segundo teleférico a Krienseregg a 1.026 m. de altura. El tercer tramo llega a Kriens y de aquí se coge un bus a Lucerna.

Durante todo este trayecto se pueden hacer las paradas que se desee y el tiempo de la excusión sólo viene limitado por las últimas salidas de los respectivos trayectos. En todas las paradas existen restaurantes donde reponer fuerzas.

Partimos temprano hacia Interlaken por las autopistas A 2/ A 8 (69 km). El paisaje de este recorrido es cada vez más espectacular conforme te acercas a Interlaken. Durante el recorrido paramos en la carretera para almorzar en un lugar de picnic, desde el cual se contemplaba una magnifica vista de Schule-Lungern y su lago.

Nos hospedamos en Wilderswil, un pueblo típicamente suizo, a tan solo 4 km de Interlaken. Existen varios hoteles en esta localidad, pero nosotros estuvimos en el hotel Alpenblick durante cuatro noches.

Interlaken es, sin duda, la gran puerta de entrada a los Alpes Suizos. Ciudad volcada al turismo, en la cual destacan su Casino y sus vistas al Jungfrau. Interlaken, es prácticamente una calle llena de tiendas de souvenirs, y desde donde parten los trenes alpinos a los distintos picos, como el mencionado Jungfrau (4.158 m), el Schilthorn (2.971 m), o el Männlichen (2.230 m), así como al valle de Lauterbrunnen o a Grindelwald.

Durante los días que estuvimos alojados en Wilderswil nos movimos en tren. Esta primera tarde bajamos a Interlaken (solo una parada a Interlaken Oeste, o transbordo en esta parada, para Interlaken Este). Nos informamos de los trayectos en la estación de Interlaken Este, donde existe un servicio de información turística y ferroviaria.

En la televisión de las habitaciones de los hoteles existe un canal donde retransmiten en directo, vía cámaras webcam, desde los picos de la Jungfrau-Region, con lo cual se puede contemplar la panorámica y el tiempo en ese instante. Allá arriba esto es muy útil, pues los billetes de los trayectos de tren o teleférico para subir a los mismos son carísimos.

Esa mañana comprobamos, a través de nuestra tele, que era un día ideal para subir al Jungfrau, sin duda la excursión mas cara, pero también la mas espectacular.

Realizar la excursión al Jungfrau nos llevó todo el día. Consiste en subir en tren, partiendo de Interlaken o, como nosotros, desde Wilderswil, bien por el lado de Lauterbrunnen o bien por Grindelwald (la bajada se suele realizar por la ruta contraria a la subida), hasta Kleine Scheidegg (a 2.061 m. de altura) y de allí, con el mismo billete, coger el tren cremallera hasta Jungfraujoch, a una altura de 3.454 m., el Top of Europe de las estaciones de tren. Aunque muy caro, el viaje es inolvidable.

Una vez arriba contemplamos una sublime imagen del glaciar Alestch, así como el pico del Jungfrau de 4.158 m. de altura. Existen dos restaurantes, un museo del hielo y aún siendo julio, la posibilidad de esquiar, tirarnos en trineo o dar un pequeño paseo en trineo tirado por perros esquimales.

Hoy tocaba excursión para ver el pico Schilthorn, pero desde el televisor de la habitación ya vimos que, desde la cima de esta montaña, solo se veían nubes. Aún así decidimos hacer la excursión hasta la base del teleférico que está en el pueblo de Mürren.

Solo por ver Mürren, un pueblecito de alta montaña, ya vale la pena la excursión, sin olvidar las vistas que tiene sobre el valle de Lauterbrunnen. Para subir a Mürren se debe coger el tren hasta Lauterbrunnen (a 796 m), un teleférico hasta Grütschalp (a 1.478 m) y una vez allí, otro trenecito que sube hasta Mürren (a 1.634 m. de altura).

La vuelta la realizamos a pie, una caminata de unas dos horas de descenso de Mürren a Lauterbrunnen (unos 838 m. de bajada).

Nuestra excursión de hoy fue ir a ver los saltos de Trümmelbach, a unos 3 km de Lauterbrunnen. Desde la estación sale un autobús que te deja en la entrada. En el interior de la montaña, un ascensor nos eleva unos 100 m. para contemplar los saltos de agua, los cuales bajan con una potencia descomunal, produciendo un ruido ensordecedor.

La vuelta a Lauterbrunnen la hicimos a pie por su bonito valle, precioso valle, pintoresco valle, impresionante valle. Es la viva imagen de Suiza, esa que todos tenemos en la cabeza antes de viajar allí. Por el camino, además de contemplar las impresionantes paredes de roca que lo rodean, encontramos cascadas altísimas como las de Staubbachfall.

Por la tarde bajamos a Interlaken a realizar un último paseo por sus tiendas.

Hoy nos separaban 96 km de nuestro próximo destino, la exclusiva-localidad de Zermatt, en la falda del Monte Cervino o, como lo conocen en alemán, Matterhorn.

El recorrido hasta llegar a Zermatt es un tanto peculiar. Se coge la autopista A8 hasta la salida 19, allí se coge la carretera 11 y a la altura de Kandersteg tenemos que seguir el trayecto montando nuestro vehículo en un tren hasta Goppenstein (en total unos 7 km que salvan los Alpes).

Una vez pasado este trayecto se sigue la carretera 9 hasta Täsch, a 6 km de Zermatt, donde se dejan los automóviles en grandes garajes. Esto es así porque no se permiten los vehículos de propulsión a las faldas del Monte Cervino. Los 6 km hasta Zermatt se salvan en tren. Nosotros elegimos el parking Alphubel, más que nada porque permitía dejar el coche en garaje cerrado.

Una vez en Zermatt nos dirigimos al hotel Darioli, en la calle principal, a tan solo 3 minutos de la estación.

Zermatt es un pueblo que vive para y por el monte Cervino (4.482 m. de altura), el cual se contempla desde sus calles, si las nubes lo permiten. Un pueblecito, en el cual los únicos medios de locomoción son eléctricos, todos ellos con servicio para los hoteles, o carruajes de caballos. Su calle principal, la Bahnhofstrasse, es una calle estrecha y animada, repleta de tiendas de marcas exclusivas de relojes, joyas y ropa de montaña.

En pleno julio hacía fresco, fresco de verdad: su altura, 1.620 m., se deja notar. Este día no llegamos a ver por completo el Cervino. Las nubes se pegaban a su pico y no dejaban contemplarlo en su plenitud.

En la oficina de turismo de Zermatt, situada en la estación, compramos los billetes para la ascensión en teleférico, para el día siguiente, al Matterthorn Glaciar Paradise, desde el cual se contempla el Cervino.

Caminando unos veinte minutos desde Zermatt nos acercamos a Winkelmatten. De aquí sale el primer teleférico que nos sube a Furi (1.867 m). De allí se coge otro hasta Trockener Steg, a 2.939 m, y allí un tercero hasta la cumbre del Klein Matterhorn, a 3.883 m. de altitud. A esas alturas el frío es considerable, pero las vistas valen la pena. Contemplar el Cervino no era cosa sencilla debido a las nubes, salvo en pequeños momentos en que esas se abrían, momento que todos aprovechamos para fotografiarlo rápidamente.

Por la tarde, en Zermatt, visitamos su pequeño cementerio de alpinistas. Montañeros y escaladores de todas las edades y de todos los países, que perdieron la vida intentando conquistar la cima del mítico Cervino.

Antes de partir de Zermatt y viendo el espléndido día que hacia, nos acercamos a la altura de su Iglesia Católica, en la Bahnhofstrasse, para contemplar esta vez sí, sin ninguna nube, el majestuoso Cervino.

Una vez recogido el coche en el parking de Täsch, emprendimos recorrido hacia Chamonix (Francia) a 144 km, con lo que abandonamos territorio suizo. Nuestro objetivo era ver el pico mas alto de Europa, el Mont-blanc (4.810 m).

En Chamonix nos alojamos en el céntrico hotel La Valle Blanche.

Chamonix tiene un centro peatonal bastante atractivo, lleno de tiendas y restaurantes y, sobre todo, tiene unas magnificas vistas de las cumbres de los Alpes.

Desde Chamonix, a 1.036 m. de altitud, cogimos los teleféricos que nos acercarían al Mont-blanc. El primero hasta Plan de l'Aiguille (a 2.317 m. de altura), el segundo hasta Aiguille du Midi (a 3.842 m). Desde aquí, y desde una serie de plataformas y balconadas, se contempla majestuoso el Mont-blanc, así como las Aiguilles de Chamonix, o abajo en la vaguada, la propia ciudad de Chamonix. Las vistas son simplemente espectaculares.

Después de hacer un almuerzo pic-nic en Plan de l'Aiguille, bajamos a Chamonix y nos dirigimos a la estación del tren de Montenvers para ver la Mer de Glace (a 1.913 m. de altura). Visto el Jungfrau en Suiza, la Mer de Glace no impresiona mucho, pero aun y así, por no ser una excursión excesivamente cara, es recomendable hacerla.

Al día siguiente, último día del viaje, las vacaciones se acababan. Sólo nos quedaba la dura vuelta, de 905 km, de Chamonix a Calafell.