Normandía es una región francesa que suele visitarse a la par que la Bretaña. Sin embargo, tiene la suficiente entidad como para hacer un viaje distinto. El motivo es obvio: fue el escenario de las batallas que cambiaron el curso de la II Guerra Mundial y, por tanto, es un lugar histórico de primer nivel que merece su tiempo.
Además, es un viaje completamente diferente: si en la Bretaña lo que se visita son los preciosos pueblos, tanto interiores como de costa, en Normandía los puntos de interés son museos, memoriales, centros de interpretación y algunos espacios naturales que conservan restos bélicos.
Los pueblos normandos, lamentablemente, no tienen demasiado interés, al menos los que nosotros visitamos.
Nuestra ruta fue principalmente la del Desembarco, y para ello, la mejor guía no fue una guía turística al uso, sino el libro «El Día D. La batalla de Normandía», de Antony Beevor.
Este es, pues, un viaje para adentrarse en la Historia.
Del 6 al 13 de mayo de 2013.
Normandía es una de las regiones más turísticas de Francia y en algunas zonas, como en Deauville y los alrededores del Mont Sant Michel, los precios son astronómicos. La entrada a los distintos museos también lo es: el Memorial de Caen cuesta 19 € y el precio medio del resto son 6 €.
Nosotros alquilamos un coche diésel y el precio del carburante oscilaba entre los 1'29 y los 1'46 € (lógicamente, más caro en autopista). Solamente pagamos peaje en la A13, la autopista de París.
El presupuesto total aproximado del viaje es el siguiente (por persona):
+ 130 € (vuelo Barcelona-París-Barcelona)
+ 81 € (alquiler del coche 8 días)
± 100 € (carburante, 50%)
± 15 € (peajes, 50%)
± 200 € (otros: comida, entradas, regalos, etc)
= 526 € por persona)
La mejor (y diría que única) forma de recorrer Normandía es en coche. Las carreteras son estupendas y la ruta por la costa que va des de la Pointe du Hoc hasta Honfleur (por la D513 y la D514) es espectacular.
Nuestra opción fue volar hasta París y alquilar el coche allí mismo a través de una oferta que nos hacía la propia compañía de bajo coste con la que volamos.
En el apartado anterior de presupuesto del viaje no hay una entrada para el alojamiento porque nos salió gratis.
Hicimos un intercambio de vivienda a través del portal IntercambioCasas. Es una opción que llevamos haciendo con mi familia desde hace casi 20 años y que consideramos la mejor, sobre todo para casos como este en el que es necesario disponer de una base muy cercana a los lugares que queremos visitar.
En esta ocasión, alcanzamos un acuerdo con una familia de Louvigny, una urbanización a las afueras de Caen, que resultó ser de lo más acertada (no solamente por la ubicación, sino también por la comodidad).
Caen es, sin duda, el mejor punto de anclaje, porque está cerca de todo (el trayecto más lejano son dos horas).
Viajar a Normandía, en la costa atlántica, tiene un inconveniente: el clima. A pesar de realizar el viaje en el mes de mayo, hacía bastante frío y la lluvia asomó todos los días. De vez en cuando también salía el sol, pero solamente para saludar.
Es lo normal, así que hay que llevar paraguas y ropa de abrigo, al menos en esta época del año. Eso sí, hay luz casi hasta las 10 de la noche, lo que permite alargar mucho el horario por la tarde para visitar los escenarios bélicos al aire libre.
Lo más típico de Normandía son las tripas (tienen mucha fama las que se elaboran a la manera de Caen) y, sobre todo, el Calvados.
Hay que tener en cuenta que los horarios en Francia son muy estrictos y que pasadas las 14 h (a veces incluso las 13:30 h), no te dan de comer. No siquiera los sitios muy turísticos se adaptan al visitante, de modo que hay que alterar un poco los horarios para poder comer pronto.
• Brittany & Normandy. Lonely Planet (edición de 2006, creo que ahora está publicada en castellano).
• El Día D. La batalla de Normandía, de Antony Beevor. Crítica.
• Normandie memoire. Web muy útil para planificar las visitas a los museos. También editan una guía con las actividades anuales. En el año 2014 se conmemoran los 70 años de la invasión, y está previsto celebrarlo con grandes eventos.
• El día más largo. Esta película de 1962, dirigida por varios directores, explica lo que ocurrió el día D.
• Salvar al soldado Ryan. Película de 1998 dirigida por Steven Spielberg. Los primeros 20 minutos de esta película son una recreación fiel del desembarco en Omaha. Cobra un nuevo sentido después de visitar el lugar.
• Hermanos de sangre. Esta fantástica serie, emitida originalmente en la cadena HBO y producida por Spielberg, recoge la historia real de un batallón de la división 101 Aerotransportada, quienes liberaron Ste-Mère Église y Carentan.
El viaje empezó en París, donde aterrizó el avión que cogimos en Barcelona a las 8 de la mañana.
Teníamos el coche ya alquilado, así que sobre las 11 de la mañana ya estábamos en ruta. El trayecto hacia Caen dura alrededor de dos horas y media, pero decidimos hacer algunas paradas en el camino porque no teníamos prisa en llegar.
La primera de estas paradas fue cerca de Rouen, en un pueblecillo llamado La Bouille: una recomendación de la guía Lonely Planet bastante acertada. Allí comimos: era lunes y estaba todo cerrado.
De La Bouille, cuyo mayor atractivo es que da al río Sena y tiene algunas casitas de madera, seguimos hacia Honfleur, un encantador pueblo de costa con casas de colores, un puerto considerable y una espléndida iglesia de madera.
Desde allí, donde estuvimos un par de horas, recorrimos la costa siguiendo la carretera comarcal D513 hacia Deauville-Trouville. No estaba en el plan, pero nos iba de camino.
Trouville-sur-Mer es la primera ciudad que se encuentra: un puerto pesquero relativamente bonito, pero que no merece la pena visitar a propósito.
Cruzando el río, que muere en el mismo mar, se encuentra Deauville, cuya fama se debe a su Festival de Cine Americano. La visita a esta población tampoco estaba en la ruta planeada, y fue la gran decepción.
En sí, Deauville es bonito: hay centenares de casas de lujo de principios del siglo XIX, algunas de ellas espectaculares, y una enorme playa, pero estaba completamente muerto: todas las casas cerradas a cal y canto y apenas nadie por las calles. Se nos ocurrió pararnos a tomar algo en la única terraza abierta que había frente a la playa y nos cobraron 3 € por un cortado y 5 € por una Coca-Cola.
Decidimos entonces que no volveríamos nunca más a Deauville, así que cogimos el coche y nos fuimos directamente a Louvigny, en Caen, para pasar la primera noche en Normandía.
La mejor opción para empezar la ruta del desembarco en Normandía es visitar el Memorial de Caen, un impresionante museo dedicado íntegramente a la II Guerra Mundial.
Dividido en dos grandes áreas (El mundo antes de 1945 y El mundo después de 1945), es un recorrido cronológico por la historia mundial desde el fin de la Gran Guerra hasta nuestros días. La visita puede durar tranquilamente todo un día: nosotros solamente vimos la primera parte, que incluye un espacio dedicado exclusivamente al desembarco, y estuvimos casi cuatro horas. Hay objetos personales, mapas, recreaciones, testimonios, fotografías, películas inéditas, documentos oficiales, cartas...
Es una exposición imprescindible para conocer de primera mano los acontecimientos y un excelente punto de partida para el viaje, porque te permite situarte enseguida históricamente: qué ocurrió, cómo, quién participó, qué consecuencias tuvo...
Comimos en la cafetería del museo (el restaurante, por supuesto, estaba cerrado a las 14 h) y luego fuimos a visitar el Puente Pegaso, en Ranville, uno de los primeros escenarios liberados.
El 5 de junio de 1944, las tropas británicas comandadas por John Howard aterrizaron en tres planeadores y asaltaron el puente, liberando así el camino hacia Caen (que, sin embargo, tardó mucho en caer por la férrea resistencia alemana). Allí se encuentra también el primer café liberado, el Café Gondrée (pero cerrado a las seis de la tarde).
Sin embargo, el Puente Pegaso es en realidad una réplica, puesto que el original se encuentra unos metros más adelante, en el Memorial Pegasus, que también incluye un planeador y varios vehículos bélicos, entre otras cosas.
Emprendimos la ruta del desembarco por el punto más alejado: la playa Utah, nombre en clave que recibió la zona oriental de la costa, donde se encuentra Ste-Mère Église.
Este fue, junto a la playa de Omaha, el teatro de operaciones del ejército americano, sobre todo de las divisiones 82 y 101 Aerotransportada. El pueblo en sí no ofrece ningún interés: quedó bastante maltrecho y hoy en día no hay rincón que no se haya reconstruido. La iglesia, sin embargo, se conservó intacta. La noche del desembarco, un paracaidista quedó colgado de la torre, fue rescatado y, en agradecimiento, volvió varias veces a lo largo de los años para dar las gracias a sus habitantes. Un maniquí con su paracaídas recoge esta anécdota.
El principal interés de Ste-Mère Église es, en realidad, el Musée Airborne. De nuevo, nos encontramos ante un espacio singular, lleno de objetos personales de los paracaidistas americanos, así como un auténtico planeador Horsa que se puede visitar por dentro.
De allí fuimos a otro museo cerca de Carentan, el Centro Histórico de los Paracaidistas del Día D, situado en Saint-Come-du-Mont, y también conocido como Dead man's corner. Este museo, muy pequeño pero muy interesante, se encuentra en una casa que acogió uno de los centros de operaciones de los paracaidistas alemanes.
En la planta baja se pueden ver recreaciones de cómo era la vida de éstos y en la planta superior se encuentran las vitrinas con los objetos personales de los paracaidistas americanos. Cada grupo de objetos permite reconstruir la historia de un soldado en particular: la estrella es el capitán Winters, protagonista de la serie de televisión Hermanos de sangre. No os perdáis el vídeo documental sobre el desembarco. El museo tiene además una impresionante tienda que incluye objetos auténticos, desde cascos de oficiales alemanes a 1.000 € hasta paquetes de chicles de época por 35 €.
El siguiente punto en el camino fue la Pointe du Hoc, donde tuvo lugar uno de los ataques más estremecedores del desembarco: como avanzadilla de la operación, el 2º batallón de Rangers recibió el encargo de escalar un acantilado para neutralizar unas baterías alemanas que había en lo alto.
En él murieron centenares de soldados y al alcanzar la cima no había cañones, ya que los alemanes se habían llevado las baterías tierra adentro. Y para añadirle dramatismo a la cosa, los aviones aliados bombardearon masivamente la zona, pero ni una sola bomba cayó donde estaba previsto.
El espacio visitable es una enorme extensión de terreno llena de agujeros de tamaño considerable, así como varios búnkers.
El final de este primer día de ruta fue el Cementerio Alemán de La Cambe. Es el cementerio más grande de Normandía: hay allí nada más y nada menos que 21.139 tumbas. Sin embargo, al ser el de los perdedores no recibe ni una décima parte de los visitantes que hacen cola para entrar en el famosísimo cementerio americano, situado a pocos kilómetros de aquí. En mi opinión, es tan importante ir a uno como a otro, y fijarse en el simbolismo de ambos.
Uno de los aciertos de nuestro viaje fue realizar el recorrido de oeste a este, porque la intensidad de los escenarios fue subiendo día a día.
Sin duda, el momento álgido de la ruta fue la Playa de Omaha: es un lugar precioso y al mismo tiempo estremecedor, que debe visitarse con marea baja, después de comer.
La playa, que se encuentra en el pueblecito de Saint-Laurent-sur-Mer, fue llamada Omaha la Sangrienta (Bloody Omaha en inglés), porque allí fue donde murió el mayor número de soldados.
El monumento Les Braves es el mejor homenaje a todos ellos.
Por supuesto, Omaha también tiene su museo: el Memorial Omaha que, en este caso, es un centro privado y reúne la mayor cantidad de reproducciones de escenarios.
Como en casi todos los memoriales que visitamos en este viaje, son dos horas bien buenas de visita.
De nuevo en ruta y siguiendo la asombrosa carretera D514, llegamos a Colleville-sur-Mer para visitar el Cementerio Americano, y ahí sí que había colas.
A pesar de que "sólo" tiene 9.387 tumbas, el espacio parece mucho mayor que el cementerio alemán.
El siguiente punto en el camino fue una batería alemana, la que se encuentra en Longues-sur-Mer, y la única que todavía conserva los cañones originales.
Finalmente, acabamos la ruta en Arromanches, donde los aliados construyeron un puerto artificial.
Parte de los restos de sus puentes se pueden ver en la playa, donde hay otro museo que, en esta ocasión, no visitamos.
El Mont Saint Michel es un territorio que los bretones consideran suyo, al igual que los normandos. Como se encuentra a menos de dos horas en coche desde Caen, decidimos acercarnos a la abadía.
En comparación con siete años atrás, cuando lo visité por primera vez, la cantidad de gente ahora es apabullante; tanto, que han tenido que construir un mega aparcamiento a pocos kilómetros.
El camino a pie desde el aparcamiento hasta el monte dura unos 40 minutos, aunque también hay autobuses lanzadera. Para conseguir un poco de aire, es aconsejable ir por la muralla y no por el interior, y huir tan pronto como se pueda al llegar a lo alto.
De allí, en media hora se llega a Saint Malo, una ciudad que quedó arrasada completamente en la II Guerra Mundial, pero cuya reconstrucción fue impecable.
De regreso a Caen, paramos en Bayeux, una de las pocas ciudades de Normandía que se salvaron de la destrucción porque fue la primera en ser liberada.
Esta ciudad conserva una impresionante catedral y un museo donde se encuentra el famosísimo Tapiz de Bayeux, una obra de arte medieval que cuenta la historia de la conquista normanda de Inglaterra. No tuvimos tiempo para verlo porque ya estaba cerrado.
Dedicamos el día a Rouen, la ciudad de Gustave Flaubert y Juana de Arco.
Hacía mucho frío y llovía, así que la visita no fue todo lo agradable que debía haber sido. Rouen conserva, también, una espectacular catedral, donde se encuentra la (sencillísima) tumba de Ricardo Corazón de León.
Era domingo, así que todo estaba cerrado: tuvimos que conformarnos con recorrer las calles de casas con vigas y dinteles de madera.
Rouen es una ciudad bonita, pero con gente seguro que mejora. Eso sí, pudimos darnos el lujo de comer en el mejor restaurante del viaje, el Pascaline, un bonito bistró a precios muy asequibles.
El último día de este viaje nos tomamos un café en el Café Gondrée de Ranville (que, esta vez, estaba abierto), yendo de camino a otra batería alemana, la de Merville-sur-Mer, cuyo mayor atractivo es que cada uno de los búnkers reconstruye la vida en su interior. Al final del recorrido, se puede "experimentar" un ataque aliado en uno de ellos.
A mediodía paramos en Dives-sur-Mer de pura casualidad, y resultó ser la ciudad natal de Guillermo el Conquistador. Comimos en una posada del siglo XVI donde los viajeros que hacían la ruta Caen-Rouen solían detenerse, desde Enrique IV hasta Madame de Sevigny. Un sitio espectacular donde elaboran "cocina medieval elaborada".
Un buen final a un viaje que, a lo largo de 1.800 kilómetros, nos adentró en la historia.