India es un país de extremos... hay gente que después de viajar por este país decide no volver nunca más, o lo que es peor, irse antes de tiempo, pero hay otras personas que se enamoran de su locura y deciden quedarse más de lo pensado. Pero en lo que todos coinciden es que es una experiencia inolvidable.
Es que en India no hay término medio, lo lindo es hermoso y lo feo es horrible... caminas por Agra, una ciudad que querés dejar apenas llegas, hasta que te encontrás con el majestuoso Taj Mahal. La diferencia entre ricos y pobres se nota a cada instante, es que en esto tampoco hay término medio, India es el país con más ricos del mundo, y de pobres también. Estos extremos también son geográficos, del caos cosmopolita que es Delhi pasamos a la tranquilidad de los pequeños pueblitos del estado de Sikkim.
India nos alegrará y enojará todos los días, nos frustrará y recompensará. Muchas veces pensamos "para qué vinimos", pero al irnos nos alegramos de decir "qué bueno fue haber venido".
Nota: Este relato de viaje es la continuación del Diario de viaje a Sri Lanka. Gran Tour asiático (I), el primero de una serie de relatos que describen el largo periplo de sus autores por el continente asiático. Y el siguiente de esta serie cronológica es el Diario de viaje a Bangladesh. Gran Tour asiático (II).
Etapa 1: del 29 de Marzo al 6 de Mayo de 2011 y Etapa 2: del 31 de Mayo al 12 de Junio de 2011.
Entre esas dos fechas viajamos por Bangladesh y Nepal.
India es un país muy barato para el viajero. La moneda oficial es la Rupia India (INR) y el cambio al momento del viaje era 1 USD = 43 INR.
Nosotros llevamos parte del dinero en forma de cheques de viajero. En muchas partes del mundo ya no se usa más, pero aquí nos resultó una forma muy útil, práctica y segura de manejar los gastos.
+ 166 USD (vuelo Colombo, Sri Lanka - Mumbai)
+ 120 USD (vuelo Delhi - Hong Kong)
+ 50 USD (visado India)
+ 525 USD (Comida, alojamiento, transporte, souvenirs y varios)
= 861 USD (gasto total del viaje por persona)
Es necesario sacarlo con anticipación al viaje. Nosotros la sacamos en la oficina de High Comission of India en Sydney, Australia, y tardó dos semanas. Es gratuita para argentinos si se saca en Argentina, pero por sacarla fuera del país nos cobraron 50 USD.
El tren es el medio más cómodo para moverse por el país. La red ferroviaria es excelente y cubre la mayoría de los destinos turísticos. Además es una muy buena opción para viajar de noche, ya que permite ahorrar tiempo y dinero. Es muy fácil comprar los tickets por internet, en la web Cleartrip.com. Se paga con tarjeta de crédito, se imprime el ticket, y listo, evitando las estresantes colas en las estaciones de trenes. Es recomendable reservar al menos unos días antes... recordemos que India tiene más de mil millones de habitantes.
Para satisfacer a los viajeros de último momento, Indian Railways creó otra categoría de tickets llamada taktal, disponibles 48 horas antes de la salida del tren y los hay en todas las clases. Debe tenerse en cuenta que al ser un beneficio extra, tiene un costo adicional que equivale más o menos al 30% del valor del ticket. Nos han salvado muchas veces y se pueden comprar también por internet.
El sistema de clases en los ferrocarriles indios parece complicado, pero no lo es. Las clases son las siguientes:
• Second sitting: es la más económica, la usamos dos veces pero no es recomendable ya que los asientos no son numerados y la gente sube desesperadamente. Siempre va muy lleno.
• Sleeper: la mayoría de las veces viajamos en ésta. Los precios son económicos y se nos designa una cucheta (litera). Son compartimientos abiertos de 3 cuchetas de cada lado y dos al otro lado del pasillo. Siempre es mejor elegir las de arriba de todo ya que brindan más tranquilidad. Pueden estar bastante sucias, así que conviene llevar un trapo para limpiarlas antes de acostarnos. Hay ventiladores.
• AC 3: como su nombre lo indica, tiene aire acondicionado. Cuesta aproximadamente el doble que la anterior. Nunca la tomamos, pero quienes viajaron en ésta clase nos dijeron que terminaron resfriados por lo fuerte que estaba el aire. Hay tres cuchetas en cada lado en el compartimiento.
• AC 2: es igual que la anterior, pero con dos cuchetas en cada lado del compartimiento.
La única vacuna que es requerida para entrar en India es la de fiebre amarilla si se estuvo en Sudamérica o África en los últimos 6 días. Entre las vacunas recomendadas están la de Hepatitis A y B, y fiebre tifoidea. También es importante tomar siempre agua embotellada.
Los que visiten el país seguramente se las tendrán que ver con la famosa diarrea del viajero; comamos lo que comamos, el virus nos atacará, porque no estamos acostumbrados a la comida local, pero eso se soluciona rápidamente (o en algunos casos no tan rápido) con unas pastillas y una solución rehidratante.
Es un país bastante seguro y el crimen hacia los turistas es muy raro. A lo que sí hay que estar alerta es a todo tipo de estafas, desde las clásicas como "su hotel está cerrado" o "no hay buses a esa ciudad", etc. hasta otras más rebuscadas que iremos contando en el relato. Siempre pedir un recibo por el pago del hotel para evitar futuros malentendidos.
La comida era una de las cosas que más queríamos disfrutar en nuestro viaje por India. La combinación de especias y vegetales hacen que sea única. Por temas religiosos, gran parte de la población es vegetariana, por lo tanto muchos restaurantes carecen de carne en sus menús, pero esto nos abre el paladar a una enorme variedad de comidas vegetarianas.
Para el viajero es mejor tratar de evitar la carne lo más posible, ya que está muy mal refrigerada y las condiciones de higiene son muy malas. Igual pudimos disfrutar de algunos platos con pollo que estaban para chuparse los dedos.
Recomendamos probar los siguientes platos ...
• Pollo al Tandoor: pollo marinado cocido en un horno especial llamado tandoor. Queda muy crocante, riquísimo.
• Dhal: lentejas guisadas.
• Thali: set de comida india. Es un menú fijo que se encuentra en todos los restaurantes, cada uno con su variante, pero básicamente consiste en dhal, curry de vegetales, arroz y pan chapati. En algunos lugares se puede repetir sin cargo extra.
• Chola Batora: garbanzos guisados acompañados por dos panes fritos.
• Chana Masala: lentejas y garbanzos en salsa.
• Do piaza: método de preparación de pollo o vegetales cocinando con cebolla en dos etapas.
• Korma: salsa a base de leche de coco. Viene acompañando pollo o vegetales.
• Butter Chicken: ésta es la comida india más famosa internacionalmente pero no tan popular in situ.
• Biriyani: arroz frito picante con carne y/o vegetales.
• Jeera rice: arroz con semillas de comino y manteca. Muy bueno si se tiene diarrea.
• Pav Bhaji: puré de legumbres, tomate, mucha manteca y condimentos. Se sirve con pan.
• Dosa: especie de crepe salada, con distintos rellenos. El más común es el de papa.
• Panes: son del tipo sin miga. Los cocinan al horno Tandoor (tandoori roti) o en la kawa, una especie de sartén. Chapati y Naan son los más comunes. También están los panes rellenos, como la paratha, que generalmente viene rellena con papa.
• Papadum: fina masa frita crujiente. Usado en ocasiones en lugar de pan.
Y en el apartado de postres dulces ...
• Lassi: bebida a base de yogurt licuado. Puede ser dulce o salado.India es mundialmente famoso por la incomodidad que pasan las mujeres viajando solas. Hay que vestirse de forma conservadora para tratar de llamar la atención lo menos posible, pero de todas maneras las miradas se concentrarán en nosotras. Los lugares para estar más alerta es en las ciudades del Rajasthan (Jaipur, Jodhpur, Udaipur y Jaisalmer), Delhi, Agra y Varanasi. No lo consideramos, a pesar de todo, como un lugar inseguro, sino incómodo.
India. Lonely Planet 2009, 13ª edición, versión en inglés. Se puede conseguir usada en la mayoría de las ciudades turísticas de India, pero también es bueno tenerla antes de viajar para poder planear con ella.
Recomendamos leer el libro The White Tiger, de Aravind Adiga. Se puede conseguir en inglés en casi todas las ciudades de India.
Día 1: Llegamos al aeropuerto de Mumbai (India) de madrugada en un vuelo desde Colombo (Sri Lanka) y empezamos a buscar un lugar para pasar la noche en el aeropuerto, ya que no queremos ir a buscar alojamiento de noche, y además serán sólo unas horas hasta que se haga de día.
Para nuestra sorpresa y desilusión, en el único lugar del aeropuerto donde nos podemos quedar es en un pasillo largo que conduce a la puerta de salida. Hay algunos puestos de cambio de moneda, otros de reserva de hotel, de taxi, baños, y listo. Nada más, ni un asiento. No nos quedó otra opción que sentarnos en el piso, lo cual no nos molestaba, pero parece que a los pasajeros que pasaban sí, mirandonos con cara de desapruebo.
Una nube de mosquitos nos rodeaba, lo que nos hacía más difícil poder dormir. Pero pasó la hora y fuimos a sacar el ticket de taxi prepago que nos llevó hasta el Lawrence Hotel (0091- 22 - 22843618), uno de los pocos hoteles para mochileros que hay en la ciudad. Fueron 45 minutos de viaje y el taxi al centro de Mumbai costó 460 INR.
Desde afuera parece que el hotel se cae a pedazos, pero entramos, tenemos que llegar al tercer piso. En las escaleras hay que esquivar a varias personas que hicieron de eso su hogar. Encontramos el departamento que hace las veces de hotel, y su dueño, Michael, nos recibe muy amablemente. La doble con desayuno sale por 700 INR.
Todavía es muy temprano para poder hacer el check in en el hotel, así que agarramos un mapa y nos fuimos a caminar. Pero... a dónde?. Todavía están todos durmiendo, son las 6:30 de la mañana, por lo que intentamos buscar algún lugar para desayunar pero está todo cerrado. Pero al fin encontramos uno que estaba recién levantando sus cortinas y dando las ofrendas diarias a todos sus dioses.
Con un chai (té indio) en el estómago partimos hacia Colaba, el barrio de los mochileros, dónde para las 7:30 las cosas no cambian mucho... la ciudad sigue durmiendo.
Finalmente llegamos a la Gate of India, qué mejor atractivo que éste para que sea el primero que veamos en el país. Está ubicada en el puerto de la ciudad y fue construida para conmemorar la visita del Rey George V en 1911. Desde éste lugar fue desde donde los ingleses pegaron la vuelta a casa tras la independencia de India en 1947. Para llegar a ella hay que pasar algunos chequeos y en las calles aledañas hay un fuerte control policial. Justo enfrente hay varios edificios de lujo, entre los que se destaca el Palacio Taj Mahal, hoy convertido en un extravagante hotel. Nos quedamos un rato sentados en esta zona viendo cómo un grupo de jóvenes de un colegio de clase alta usan el inglés como primera lengua.
Nuevamente en Colaba, los puestos de la feria para viajeros que se arma en la vereda de la calle principal comienzan a abrir y conseguimos la guía Lonely Planet por sólo 600 INR. Por el camino un joven nos para y nos pregunta si queremos ser extras en una de las tan populares películas de Bollywood, ofreciéndonos 500 INR por un turno de 12 horas durante la noche. Nos hubiese gustado aceptar, pero estábamos exhaustos del viaje y de todo el día caminando, por lo que tuvimos que rechazar la oferta. La mayoría de estas películas son filmadas en Mumbai, y las estrellas del cine son orgullo nacional; sus caras se pueden ver por todos lados.
No sé si seremos nosotros los flojos, pero el famoso malestar estomacal indio nos atacó desde un principio. Primer día y ya estamos con una importante diarrea.
Día 2: El estado hepático y el cansancio no nos dejaron recorrer mucho ayer, pero hoy es nuestro último día completo en la ciudad, así que decidimos aprovecharlo.
Caminamos por Gandhi St, en el barrio de Fort. Lo primero a destacar es el Town Hall (Bombay Library), un edificio neoclásico frente al jardín botánico. Otros edificios llamativos son los de la Universidad de Bombay y la Corte Suprema. Por esta zona se destacan muchos edificios de notable arquitectura. Pero sin duda el edificio más imponente de la ciudad es la Victoria Terminus, construida en 1887. Es la estación de trenes con más movimiento de toda Asia y fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Nos dimos una vuelta por el Centro de información turística, muy útil, con información y mapas de todo el país. Al atardecer paseamos por la costanera en la zona más top de la ciudad. Ésta es la mejor hora para venir, ya que la puesta de sol es imperdible. El cielo se torna naranja, y el sol se esconde detrás de la silueta de la ciudad. Por el camino no dejan de sorprendernos la cantidad de puestos que venden jugo de caña de azúcar, siempre llenos.
Después de caminar un rato llegamos a la Playa Chowpatty, donde se arma una especie de kermesse con puestos de comida. No lo teníamos pensado, pero nos gustó la idea de comer acá. Sin saber bien de qué se trata, pedimos un recomendable Pav Bhaji, típico de Mumbai y un masala dossa y nos sentamos en las alfombras que hay desplegadas por la feria. De postre todos venden una especie de helado sólido llamado kulfi, así que le dimos una chance. El de pista (pistacho) tenía un dejo a dulce de leche. Muy raro, nada mal.
Nos quedamos un rato en la playa viendo cómo los grandes se divierten en un barco pirata manual que no parece muy estable.
Día 3: Nuestro tren hacia Udaipur sale de Bandra Terminus; para llegar allí tomamos el tren local desde la estación Churchgate hasta la estación Bandra Train Station, y desde acá caminamos 600 m. hasta la terminal. Reservamos por Internet las dos camas de arriba en clase sleeper (720 INR entre los dos) y fue la mejor opción, ya que son mucho más tranquilas que las literas inferiores.
El tren es la manera más económica y conveniente de viajar por casi todo el país. Nadie debería irse de India sin tener esta experiencia. Son un gran reflejo de la sociedad india, lo utilizan desde los más humildes hasta los más adinerados. Todos están juntos en los andenes pero cuando el tren llega, como siempre, las clases están bien divididas. Despúes de 15 horas de viaje, llegamos a destino.
Día 4: En la estación de trenes de Udaipur hay una Oficina de Información Turística, pero el empleado estaba tan ocupado leyendo el diario que lo único que hizo fue tirarnos un mapa, así que fuimos a la casilla de tuk tuk prepago que se encuentra en el estacionamiento y pagamos 42 INR por el viaje hasta Mewar Inn, una guesthouse que nos habían recomendado y que se publicita a sí misma como muy barata, y la verdad es que lo es: 142 INR por la habitación doble con TV, baño privado y agua caliente. Está un poco alejada de los principales atractivos, pero a una distancia caminable.
Pidiendo indicaciones varias veces, nos dirigimos hacia el Lago Pichola. Por el camino vemos más de las típicas imágenes que uno se espera de India... una ciudad muy desordenada, llena de vacas caminando a sus anchas por el medio de la calle, todo muy sucio, burros cargando escombros, una loca que se enoja porque se le escapa el burro y le tira un cascotazo a la cabeza, turistas que se hacen los hippies (los que más quieren simular caminan descalzos), entre otras cosas.
Paseamos un poco por la zona turística y entramos al City Palace Museum (60 INR la entrada + 200 INR por la cámara). Se ofrecen guías y audioguías en español a 200 INR. El palacio es muy grande (el más grande del estado de Rajasthan) y lleva su tiempo recorrerlo. Desde varios puntos se tienen muy buenas vistas hacia el lago y la ciudad. La parte más antigua, aún en pie, comenzó a construirse en 1600 d.C.
Saliendo del palacio está el templo hinduista Jagdish, precedido por unas altas escaleras. En su interior los fieles rezan al ritmo del tambor. El templo fue construido en la misma época que el palacio. Caminamos por los angostos callejones de Udaipur, llenos de restaurantes con terrazas que dan al lago y puestos de ropa.
Hoy es un gran día para India ya que después de 28 años, la selección de cricket gana el mundial. La final fue contra Sri Lanka en Mumbai y después del partido (que empezó a las 17h y terminó pasadas las 11 de la noche!!) se escuchan los festejos en la calle.
Día 5: Cansados de los tuk tuks y las bocinas nos relajamos cruzando hacia el otro lado del lago y nos sentamos a ver cómo la gente se baña y lava su ropa a los golpes contra las piedras. Lo cual dicen deja las prendas impecables, pero sin botones.
Para el atardecer emprendemos la caminata hacia el Sunset Point, que vale mucho la pena ir en cualquier momento del día. Son unos 40 minutos de caminata desde el City Palace con bastante subida al final, pero la vista desde arriba lo vale, ya que se contempla todo el lago, sus dos islas, y la ciudad. En la cima también hay un templo hinduista donde los fieles nos ofrecen coco, alimento sagrado que no se puede rechazar. Desde acá vemos en su totalidad el antiguo palacio real de verano, hoy convertido en el exclusivo Hotel del lago, donde ricos y famosos pasan las noches. No pretendíamos alejarnos de la realidad india alojándonos en una isla, por eso no nos quedamos en él (jeje).
A la vuelta vemos festejos en la puerta del Templo Jagdish, donde un grupo de nenas baila desenfrenadamente con sus vestidos multicolores.
A 3 horas de Udaipur está Ranakpur, el conjunto de templos jainistas más importante del país. Una visita muy recomendable. Vamos a pasar el día, así que dejamos las mochilas en la consigna de la terminal de buses de Udaipur por 24 INR cada una (precio duplicado para turistas, pero fijado "oficialmente"), ya que pensamos volver acá a la noche para tomar un bus a Jaisalmer. El bus a Ranakpur cuesta 60 INR cada uno.
Para los turistas el horario de visita es de 12 a 17h, así que como era temprano aprovechamos para comer en el comedor del mismo templo por sólo 25 INR cada uno, incluyendo arroz, dos tipos de papadum y tres opciones de vegetales. Lo mejor, es que se podía repetir tantas veces quisiéramos. Sin dudas una gran ganga.
Al ingresar al complejo nos encontramos con tres elegantes templos tallados íntegramente en mármol. La entrada es gratis pero te cobran 50 INR por la cámara. Hombres y mujeres deben ir con pantalón o pollera (vestido) larga y con los hombros cubiertos (en caso de no tener la ropa adecuada se puede alquilar por 20 INR). El templo principal se compone por 29 salas y está sostenido por 1.444 columnas. No vaya a ser cosa de que se caiga!. Lo más asombroso es que no hay dos columnas iguales. En la entrada a cada templo nos piden que dejemos afuera zapatos, comida, bebida y hasta elementos de cuero.
El jainismo nació como un rechazo a los rituales y división de castas del hinduismo. Son amantes de los animales. No sólo son vegetarianos sino que también evitan comer vegetales que crezcan bajo tierra para no dañar a ningún insecto en la recolección.
Para volver tomamos el bus a Udaipur a unos 20 metros de la entrada al templo. A la noche tomamos el bus a Jaisalmer, que tarda 14 horas y cuesta 310 INR (asiento normal). Como no había bus estatal directo, tomamos uno privado.
Día 7: Llegamos a Jaisalmer después de casi morir congelados por el aire acondicionado y de estar a punto de volcar varias veces. El trayecto en bus no fue muy feliz que digamos, sumado a las casi tragedias, atrás nuestro se sientan dos clásicos gomas (molestos) que se pegan a nuestros asientos para ver qué hacemos y no dejan de comentar y reírse de nosotros.
A poco de llegar se nos acerca a hablar el caza-turistas que nunca falta, con una tarjeta de su guest house. Aunque nunca le prestamos mucha atención, al decirnos el precio nos convenció a ver de qué se trataba. "Come and look first, if you like you stay, if you don't like you go", es el latiguilo que nunca falta.
Así fue que lo vimos y nos gustó, se llama Hotel Garh Rawal y la ubicación es muy buena, bien cerca del fuerte. La doble con baño privado y TV cuesta sólo 100 INR.
Jaisalmer, ubicada en el desierto del Thar, es conocida como la ciudad dorada por sus construcciones hechas en piedra arenisca. Fue un punto estratégico en las rutas de camellos entre India y Asia central. Actualmente los camellos siguen siendo un medio de transporte y carga, y, a falta de caballos, también son utilizados para jugar al polo.
La mayoría de los turistas viene a Jaisalmer para hacer el tour en camello al desierto, pero éste no era nuestro caso considerando el sofocante calor que hacía y lo extremadamente turístico de la aventura. Cuando el dueño de la guest house se enteró de nuestros planes le cambió la cara. Aún así no dejó de insistir. Es que para ellos, la plata está en los camellos.
La ciudad parece un poco más relajada que Udaipur, y eso nos alivia. Aunque, igualmente, están las vacas y su caca, los tuk tuks, las motos y los tan molestos vendedores queriendo ofrecerte lo que se les cruce por la mente. Pero si todos estos ingredientes no estuviesen, ¿Qué sería de India?.
Siguiendo los consejos de un kiosquero fuimos a almorzar al restaurante Chandan Sree, bueno, bonito, barato, abundante. Para el postre seguimos los consejos de otro kiosquero, quien nos recomienda una institución de Jaisalmer: Kanchan Sree Ice Cream, donde nos tomamos unos buenos lassies (25 INR cada uno).
Después de la panzada vamos a por el icono de la ciudad: el fuerte de Jaisalmer. En su interior, hay todo tipo de cosas para el turista, museos, restaurantes, hoteles de todas categorías, internet, casas de cambio, y muchos negocios vendiendo cubrecamas. Toda esta parafernalia turística convive con los locales que habitan su interior. Debido a tanta actividad interna, el fuerte está en peligro de derrumbe, ya que se va erosionando con el paso de los años.
Caminamos sin rumbo por los angostos callejones laberínticos y nos sorprendemos con los intrincados havelis (casas tradicionales). Encontramos un mirador y allí nos quedamos para ver el atardecer.
Día 8: Con una nueva diarrea inminente vamos a disfrutar del fuerte otra vez. Comprobamos que las vacas son las dueñas de la calle al recibir un cuernazo trasero mientras distraidamente sacábamos una foto.
Muy cerca del fuerte está el haveli-museo Salam Singh (20 INR cada uno + 20 INR por la cámara). Sin dudas no vale la pena visitarlo ya que su interior está muy descuidado y el dueño, quien vive aquí, le puso mucha mala onda.
Día 9: Hoy era el día de partir hacia Bikaner, pero la diarrea nos sigue persiguiendo, obligándonos a quedarnos una noche más. La visita al médico no fue para nada sencilla.
Nos cuesta bastante encontrar el consultorio Rk Health Care Centre, que no sólo era muy precario, sino que está lleno de moscas y una camilla que mejor quedarse parado. Tras muchas vueltas y llamados telefónicos el médico no nos quiere atender, así que nos pusimos en marcha para buscar otro y conseguimos uno que fue a nuestro hotel (figura en la Lonely Planet) y brindó un muy buen servicio.
Día 10: Después del intento frustrado de ayer, hoy llegó el día de dejar Jaisalmer. El tuk tuk a la estación de trenes cuesta 30 INR. Por suerte no había mucha gente y pudimos sacar rápido el ticket (second sitting, 76 INR cada uno).
El tren arranca y a pesar de tener todo el vagón libre, un grupete de jóvenes se nos sienta al lado. Ésta vez no estuvieron tan pesados como otras, pero uno de ellos habrá pasado cinco de las seis horas que duró el viaje mirándonos atentamente, llegando al punto máximo de pegarse, literalmente, a nuestro libro sin pronunciar palabra alguna. A las miradas se suman los gritos constantes de las familias, un nene con una corneta que no sabemos cómo la mamá no se la tiró por la ventana, y el incesante movimiento de todos los pasajeros que van y vienen, y sin encontrarle respuesta, los vemos cambiarse de asientos una y otra vez.
Pero llegamos a Bikaner. Resulta que el tren nos dejó en una estación a 10 km de la ciudad, por lo que no nos quedó otra que tomarnos un tuk tuk. Nos dijo que nos llevaba por 40 INR, y cuando lo estamos por tomar nos dice 40 each!. Al ver que empezamos a preguntarle el precio a otros, volvió a su oferta original. Le dijimos que queríamos ir a una guest house barata y nos llevó a un puesto de comidas a diez metros de la estación. "No, cheap hotel, guest house", no había forma de que entienda. City center, tampoco entendía.
Nos llevó al hotel que él quiso, un haveli reformado. Al lado de éste había una guest house bastante venida abajo que nos pide 500 INR por una habitación, por lo que preferimos seguir buscando. Otro tuk tuk nos intercepta en el camino, pero bienvenido sea, ya que nos dio la tarjeta de Chander Niwas, la guest house donde finalmente nos quedaríamos por 200 INR. La habitación es muy amplia y con baño privado.
Día 11: Llegó el momento de visitar el tan esperado Templo Karni Mata, o más conocido como el Templo de las ratas, donde los roedores son adorados por los hinduistas. Cuenta la leyenda que Karni Mata, una reencarnación del dios Durga le pidió a Yama, el dios de la muerte, si podía reencarnar a un cuentacuentos. Como Yama se negó, Durga reencarnó a todos los cuentacuentos en ratas, dejando a Yama sin ningún alma. Aunque suene muy fantasiosa para creer, en India no hay que buscar explicaciones racionales.
Para llegar, tomamos un bus desde el centro de Bikaner al templo, en el pueblo de Deshnok, a 30 km (20 INR cada uno). El viaje dura 40 minutos aproximadamente y nos deja a unos 500 m de la entrada al templo. Antes de llegar hay muchos puestos donde comprar ofrendas para las ratas y comida para los humanos. Cuando nos estamos acercando vemos que hay muchísima gente para entrar. La entrada es gratuita pero hay que pagar 20 INR por la cámara de fotos. Aunque nos dé un poco de impresión, no basta con sacarse los zapatos, sino que también hay que sacarse las medias.
A medida que nos vamos acercando vemos que no hay ratas por todos lados como habíamos pensado, pero de a poco las empezamos a ver. Al principio fue una desilusión, ya que al haber tanta gente por ser día festivo (qué raro!), los guardias nos apuraban para que circulemos y las ratas no paseaban libremente por el templo. Pero nos pudimos acomodar a un costado, ver a los fieles y acercarnos a las ratas sagradas. Parecían asustadas de tanta gente, pasaban corriendo, comían algo y se escondían. Nada asqueroso como se supone, hasta dan un poco de ternura.
Salimos de donde está el mayor amontonamiento y vemos dos fuentes con leche con muchas ratas sentadas alrededor. Nos fuimos del templo sin que nos camine ninguna por los pies ni encontrar ninguna rata blanca, lo que suponía buen augurio. Pero por suerte para nuestro porvenir tampoco pisamos ninguna.
Almorzamos en un puesto cercano al templo, tras quedarnos tranquilos de que las ratas no estaban por todos lados, no les hace falta salir del templo para encontrar comida.
Volvemos a Bikaner en un bus muy lleno. El calor no nos deja fuerzas para pasear por la ciudad, y tampoco creemos que nos perdemos de mucho por no entrar al fuerte o ir al templo en el que supuestamente se usaron 40.000 kg de ghee (manteca derretida) para su construcción.
Día 12: Dispuestos a seguir viaje, caminamos hasta la estación de trenes. El ticket en second sitting a Jodhpur cuesta 68 INR cada uno, una ganga si no hubiese sido por lo que nos esperaba. Antes de llegar a India nos podíamos imaginar cómo sería viajar en un tren en tercera clase en este país, pero la experiencia del tramo Jaisalmer-Bikaner no había sido tan mala como habíamos escuchado, así que decidimos repetirla.
Pero esta vez tuvimos el verdadero viaje indio... empezando por la lucha para subir en la desesperación multitudinaria por agarrar un asiento, una lucha que si no se saca lo peor de uno en cuanto a respeto al prójimo, te quedas parado. Un vez ganado el asiento hay que acomodar el equipaje pero sin descuidarse, los que se quedaron a pie van a estar atentos. Todos se acomodan en los asientos y hasta en los porta equipajes... tan apretados como puedan.
Como siempre, estaba lleno de nenes que lloran, gritan, babean, se hacen caca, etc. No hubo tranquilidad ni por un minuto. El que estaba sentado arriba nuestro bajaba, subía, caminaba, volvía a subir y bajar, nos tira un papel en la cabeza, pone los pies en nuestros hombros, y cuando tiene tiempo se queda mirándonos. La situación se había tornado tragicómica, una especie de cámara oculta.
Por suerte el viaje no fue tan largo. En 5 horas llegamos a Jodhpur, el tan ansiado destino. La primera imagen es otra vez la de la típica ciudad caótica india, en la cual caminar con las mochilas no se hace nada divertido. Pasando la torre del reloj hay varias guest houses baratas, y parece un poco más tranquilo. Nos quedamos en Shivam (doble con baño privado y agua caliente, 150 INR).
En los alrededores de la torre hay varios puestos callejeros y dos negocios clásicos que parece que no se pueden perder. Uno es un especialista en lassi de sabor makhaniya (azafrán), y el otro parece tener unos omelettes de aquellos. Los dos son famosos y envidiados por los competidores, que muy deslealmente ponen carteles diciendo tener los famosos omelettes o el lassi recomendado en las guías para confundir a los desprevenidos.
Probamos el lassi del popular Shri Mishrilal, que a diferencia de los falsos no hace ninguna alegoría a ser el único y original recomendado por la Lonely Planet, salvo una pequeña inscripción bajo el nombre que dice World famous Makhaniya Lassi (tal vez exageró un poco con lo de "world famous"). Yendo a lo concreto, el producto estrella no lo repetiríamos nunca, ni siquiera pudimos terminarlo. El vaso por 20 INR es muy chico, estaba caliente, y cuando preguntamos si podíamos sentarnos adentro no nos dejaron, "estamos por cerrar" fue la excusa, mientras adentro estaba lleno de locales entrando y saliendo, "only locals" después se confiesa. Un fiasco.
Para la cena nos recomiendan el famoso (entre locales) restaurante Priya, de buena pinta, grande y lleno de gente. Sacando los chapatis, los platos principales variaron entre feo y comible, pero no con gusto. Otro fiasco gastronómico de Jodhpur. Al menos mejoró la noche tomando un helado en la casa de dulces que está frente al restaurante.
Día 13: Para reivindicar las malas experiencias de ayer, nos dimos una vuelta por el Omelette Shop (cerca de la torre del reloj, saliendo por la puerta norte). Acá encontramos al Omelette Man, que viene rompiendo los huevos hace más de 30 años. Pedimos dos omelette masala cheese (los recomendados por el experto), 30 INR cada uno, y se nos hizo agua la boca. Viene en formato de sanguchito, y el queso untable mezclado con masala (condimento) le da un toque único. Después de comer nos conectamos a internet ahí mismo, entre cartones de huevos y el kiosco, se hizo lugar para satisfacer una de las mayores necesidades del turista.
El camino al fuerte Mehrangarh se pone bastante empinado, ya que está ubicado en la parte más alta de la ciudad para controlar desde sus torres lo que pasaba en los alrededores. La entrada cuesta 300 INR cada uno, pero incluye el permiso para sacar fotos y una audioguía con muy buenas explicaciones relatando la historia del lugar en un claro español argentino.
Dentro del fuerte está todo señalizado y se recorre en dos horas aproximadamente. Todavía es administrado por los descendientes de la familia real. Las vistas desde aquí hacia la ciudad vieja son excelentes, pudiendo notar por qué se la conoce como la ciudad azul. Las casas se pintaban de este color para mantener el fresco interior y, aparentemente, espantar los mosquitos. Aunque hoy cualquiera pueda pintar su casa de azul, siglos atrás sólo los más pudientes tenían este beneficio.
Una vez recorrido el fuerte, caminamos diez minutos hasta llegar al cenotafio Jaswant Thada. La entrada cuesta 30 INR cada uno y 25 INR más por la cámara. Muy recomendable. Absolutamente construido en mármol y con unas hermosas vistas al fuerte. Por dentro no dice mucho, pero vale mucho la pena acercarse hasta acá para disfrutar de una tranquilidad inusual en las ciudades del Rajasthan.
Día 14: A la mañana, temprano, la ciudad es otra. Son las 8:30 y nos dirigimos hacia la estación de trenes. Los tuk tuk todavía no abundan. Unos chicos juegan al cricket en la vereda de la avenida, corriendo la pelota cruzan la calle como si estuviesen en una plaza. Un nene nos acompaña incansable por cuadras y cuadras pidiéndonos plata. Serían las últimas imágenes de las calles de la ciudad azul.
Al ya tener el boleto comprado de antemano no tenemos que preocuparnos por nada más que encontrar el andén que corresponda a nuestro tren. El ticket costó 171 INR cada uno en clase sleeper. Increíblemente, el viaje a Jaipur resulta muy tranquilo. Podemos leer, hablar, mirar por la ventana, comer y dormir sin problemas. Tan ameno estaba el viaje que no queríamos llegar. Fueron 7 horas.
La búsqueda de alojamiento en Jaipur fue más ardua de lo que suponíamos. Caminamos mucho sin encontrar nada, tuk tuks, y ahora también rickshaws (triciclos no motorizados) nos persiguen. Las guest houses no aparecían. Finalmente tuvimos que ceder ante lo que parecía un comisionista. Nos llevó a la guest house de su familia donde tenía una habitación por 150 INR. El lugar se llama Shakuntalam, y la habitación es la peor que estuvimos en todo el viaje. Muy sucia, con una sola almohada, los vidrios rotos y una cama que si bien es grande, hace tiempo que no tiene una lavada. El baño está justo al lado y no desentona con la pieza, pero estamos cansados, y claro, queremos vivir la verdadera India, je je.
Salimos a caminar y un local nos recibe muy orgullosamente con una frase que nos costó comprobar: "Jaipur es una de las ciudades más limpias de India".
Día 15: Si Jaisalmer es la ciudad dorada y Jodhpur es la ciudad azul, Jaipur no se quería quedar atrás y se hizo llamar la ciudad rosa, porque en 1876 el rey mandó pintar toda la ciudad de rosa para recibir al príncipe de Gales, ya que éste era un color asociado con la hospitalidad. Desde ahí que en la ciudad vieja se mantiene la tradición.
Hoy tenemos pensado recorrer la ciudad vieja. Al llegar, para nuestra sorpresa, es igual de caótica que la ciudad nueva. O peor en realidad, ya que está llena de puestos de ropa, zapatos y souvenirs, cuyos vendedores no paran de gritar "excuse me, Madaaam, what do you want???". La ciudad vieja está dividida en bazares (mercados), y el primero que visitamos vendía accesorios para motos. Sin dudas, no era en el que queríamos estar.
Caminamos un poco por el bazar de ropa hasta llegar al Hawa Mahal o más conocido como Palacio de los Vientos (50 INR cada uno) debido a las fuertes corrientes que pasan por los pisos superiores. Se entra por atrás y se pasa por un patio antes de subir a donde están los miradores que usaban las chicas chusmas de la realeza para espiar a la calle sin ser vistas. Cuando fuimos lo estaban refaccionando y su interior no tiene nada especial, salvo que desde arriba hay muy buenas vistas a la ciudad y al Jantar Mantor, un observatorio astronómico construido en 1728. Lo imponente es su fachada, pero para verla tenemos que salir y dar la vuelta a la manzana.
Si algo tiene de bueno la guest house donde nos alojamos es que para la cena se arman muchos puestos callejeros en las cercanías, donde pudimos comer muy rico y barato.
Día 16: Dejamos Jaipur sin lamentarnos demasiado, habiendo logrado entrar en el selecto grupo de los lugares que menos nos gustaron de India. El boleto de tren a Delhi lo compramos a través de Cleatrip.com algunos días antes, ya que para este tramo hay muchísima demanda. Así y todo los boletos ya estaban agotados, pero 48 horas antes de la salida se ponen a la venta unos pocos lugares conocidos como taktal tickets con un precio algo superior.
Pagamos 220 INR cada uno en clase sleeper y el viaje dura 7 horas. Esta clase supone que cada pasajero tenga una cama asignada, haciendo el viaje mucho más cómodo para todos, pero no sabemos cómo funciona para ellos, o si funciona igual que para nosotros, lo cual es lógico, ¿por qué alteran este beneficio para transformarlo en una tercera clase, pero con un poco más de espacio?. Pero cómo entender a los indios, cómo entender que 5 adultos y 3 nenes se amontonan en el mismo asiento asignado para uno solo, que al que compró ese asiento no le moleste que nunca se lo dejen para él solo. El vagón estaba superpoblado. La cantidad de personas estaba muy lejos de coincidir con la de asientos. Por el momento, nuestros lugares no habían sufrido asaltos, ya que se encontraban en la parte superior, salvo cuando llegamos que había un chico durmiendo en uno de los que nos correspondía. Por lo demás, todo tranquilo.
Llegamos a Delhi envueltos en calor, pero no a New Delhi como pensábamos, sino a Old Delhi, lo que hizo que nos tomemos el moderno e impecable metro desde la estación Chandni Chowk hasta New Delhi Railway Station (2 estaciones, 8 INR cada uno). Desde esta estación es un corto trayecto a pie hasta Pahar Ganj, el barrio de los mochileros, con una guest house al lado de la otra.
Nos alojamos en Ashoka Ocean Guest House, donde la habitación doble con baño privado sale 250 INR. El alojamiento es un poco más caro acá que en el Rajasthan, pero no tanto como en Mumbai. Pahar Ganj es una especie de Khao San Rd tailandés trasladado a India, con varios restaurantes donde se juntan los turistas espirituales. Nosotros preferimos caminar hasta el final de esta calle, casi llegando a la estación de trenes, donde hay varios restaurantes locales. Aquí encontramos el que sería nuestro fiel compañero: Neelam Restaurant, con riquísimos platos y muy abundantes... para chuparse los dedos.
Preguntamos a los entendidos por alguna casa de dulces y nos mandan a la popularísima Bikaner Sweet Shop. La gran cantidad de clientela tuvo su explicación al probar los deliciosos lassis y helados.
Día 17: Otro día en la megacity. Se suponía que iban a ser varios más, pero la burocracia de las odiosas visas tenía otro plan para nosotros. Era el día de comenzar los trámites para sacar la visa de China, pero nos dan la mala noticia en la embajada de que por tal y cual motivo no podemos aplicar, así que todo se simplificaría en Kathmandu, donde el trámite es mucho más relajado y barato.
Según nuestro mapa estamos bastante cerca de la India Gate, pero la caminata desde el Hotel Le Meridien (donde se encuentra el Visa Application Centre chino) no es nada corta. Este imponente monumento rinde homenaje a los más de 90.000 soldados indios que murieron durante la Segunda Guerra Mundial.
Luego visitamos el famoso barrio de planificación circular de Connaught Place. Al ver que mucho para hacer no había preguntamos por el centro de informes (oficina de información turística) que marcaba nuestro mapa. Pero nos llevaron a una agencia de viajes encubierta que quería vendernos el vuelo a Bangladesh... "No, no queremos ningún vuelo, solo saber que hay para hacer en esta zona". "Quieren comprar un tour?". "No, solo pasear" . "Si no quieren tour entonces no hay nada para hacer". "Bueno, chau".
Volvemos a Pahar Ganj para comprar el ticket de tren para ir a Agra mañana. Llegamos a la estación y nos informan que para comprar el ticket hay que ir al primer piso, pero un señor nos dice "No, eso es sólo para indios". Ante la duda, le preguntamos a un policía que nos dice que los turistas tienen que sacar el ticket en otra oficina a 200 metros de ahí. Mientras tanto, fuimos a una oficina de reservas que estaba ahí al lado, donde un cartel indicaba que los turistas tienen que ir a la oficina del primer piso en el edificio de Indian Railways y algunos indios que andaban por ahí nos decían "only Indians". Preguntamos en una ventanilla y nos dicen que tenemos que llenar unos formularios. Se acerca un señor sospechosamente amable y nos explica que tenemos que ir a otra oficina y nos marca el camino.
Cuando estábamos llegando, nos acercamos a preguntarle a un policía y escuchamos que de atrás viene corriendo el mismo que nos había marcado el camino y nos indica otra vez el lugar que él quería, sin dejarlo responder al policía. Llegamos a la oficina, supuestamente del gobierno, pero parece más una agencia de viajes. Al querer comprar solamente el ticket nos dan varias vueltas para intentar vendernos varios viajes más. Ahí nos daríamos cuenta de que habíamos caído en uno de los tantos timos indios, y que estábamos en una agencia de viajes. Desde el primero al último intermediario, todos estaban complotados para desviarnos de la oficina del gobierno. Finalmente lo terminamos comprando en Cleartrip.com a 150 INR cada uno, que nunca nos defraudó.
Día 18: Le decimos hasta luego a Delhi y emprendemos viaje a Agra. El horario de 14:05 significó que viaje mucha menos gente que en los trenes matutinos, haciendo el viaje bastante relajado, a pesar de tener la compañía de uno que asomando la cabeza desde el asiento superior no dejaba de mirarnos. Tras 4 horas de viaje estamos en destino, en Agra...
Una vez en Agra, desde la terminal de trenes tomamos un tuk tuk hasta la zona de los mochileros conocida como Taj Ganj, muy cerquita al Taj Mahal. Nos alojamos en Saniya Palace Hotel donde conseguimos una habitación por 150 INR con baño compartido, parecida a una caja de zapatos donde la cama entra justo en el ancho de la misma, la pintura está descascarada, la luz se apaga y se prende, ni siquiera tiene numero de habitación y la puerta, de chapa, tiene una traba para cerrarla como la de un garaje... pero qué va, si tiene una terraza con unas vistas increíbles al Taj Mahal.
Día 19: Si hay una imagen con la que todos asociamos a India es con la del Taj Mahal, ampliamente considerado como el edificio más bonito del mundo. No por nada es una de las siete maravillas modernas. Fue construido en 1631 por el rey Sha Jahan para ser la tumba de su segunda esposa, quien murió dando a luz a su 14° hijo. Su muerte le dolió tanto, que dicen que su pelo se tornó gris de la noche a la mañana. Cuando el rey muere en 1666, fue enterrado aquí junto a su esposa.
Se calcula que más de 20.000 personas trabajaron en su construcción, contratando especialistas de todo el mundo. Un mito urbano dice que al arquitecto que lo diseñó le cortaron las manos una vez terminado para que no pudiera realizar jamás otra obra de tal belleza, pero por suerte es sólo un mito.
Nos levantamos a las 5:00 para estar ahí bien temprano y ver el amanecer ahí. El ticket se compra en una oficina ubicada a 50 metros de la entrada. Sale 750 INR por persona (incluye una botella de agua). Hay una fila para hombres y otra para mujeres, y hay que pasar por un control de bolsos antes de ingresar. No se puede entrar con comida, cigarrillos, encendedores, ni, curiosamente, peluches o cuadernos. Hay lockers (consigna) a unos 150 m. de la entrada, pero mejor no llevar nada potencialmente peligroso para evitar la fila.
Apenas pasado el control llegamos a un imponente pórtico que nos da la primera visión del Taj Mahal. La gente se empieza a amontonar para sacarse la típica foto con la edificación reflejándose en el agua. Tratamos de sacarla nosotros también, pero al ver que es casi imposible, decidimos dejar la foto obligatoria para después. En los jardines hay varias personas que recomiendan de buena onda los mejores lugares para sacar fotos, y después piden su propina.
Para ingresar al mausoleo hay que sacarse los zapatos o ponerse unos cubre botas que proveen gratuitamente en la entrada. El complejo se puede recorrer rápidamente, pero nada mejor que quedarse relajados en los jardines admirando la increíble belleza.
Tras varias horas disfrutando nos vamos a desayunar habiendo guardado en nuestras retinas esta imborrable imagen. Como la mayoría de los turistas va a ver el amanecer al Taj, hay varios restaurantes a su alrededor que ofrecen idénticos desayunos a muy buen precio. Por sólo 25 INR tuvimos un té, 4 tostadas, manteca, miel (que vino en un tarrito de rollos de fotos!), cereales, omelette y banana.
Pero Agra no es solamente el Taj Mahal. Uno de los fuertes más bellos de la arquitectura mogul se encuentra aquí. La entrada al Agra Fort cuesta 300 INR, pero si se visita el mismo día que el Taj Mahal tenemos un descuento de 50 INR presentando la entrada del anterior. Está ubicado a 2 km de éste y hay una calle que los une directamente. Su construcción comenzó en 1565, pero mucho fue agregado durante el reinado de Sha Jahan (de quien hablamos antes), usando su material preferido: el mármol blanco. Jahan es destronado en 1658 por su propio hijo y el fuerte pasaría a ser su prisión por diez años.
Su interior no está muy bien señalizado y tal vez por ya haber visto otros fuertes en el Rajasthan, éste no nos sorprende tanto. Sin duda lo mejor son las vistas que hay a la parte trasera del Taj Mahal desde sus balcones. En la terraza nos sorprende que haya un trono de mármol negro del 1600 al aire libre y sin ninguna reja, con mucha gente sentándose sobre éste para sacarse fotos. Vemos que tiene una rajadura enorme, pero no parece importar demasiado.
Almorzamos y cenamos en el súper popular restaurante Joney's Place, con su atractivo eslogan "Yummy, yummy food!". Su especialidad son las malai koftas, una especie de albóndiga de papa con salsa, alabadas por varios comensales que dejaron su inscripción en las paredes de éste pequeño lugar, aunque tal vez exageraron un poco en halagos.
Día 20: Dejamos la habitación a la mañana (por fin nos vamos de este sucucho). Nos venimos a enterar ahora que hoy es el día del Patrimonio de la Humanidad y todos los atractivos de la ciudad son gratis. Sí, incluyendo el Taj Mahal y el fuerte. Los de la Guest House nos podrían haber avisado...
Como sólo tenemos pensado visitar el Baby Taj hoy y queremos ir a la tarde, aprovechamos la mañana para caminar. Si bien todas las ciudades indias que conocimos hasta ahora son caóticas, sucias y contaminadas, Agra compite por el primer puesto. La higiene sabemos que no es prioridad para muchos establecimientos de comidas, pero una vaca lamiendo el mostrador de una casa de dulces no podía dejar de llamarnos la atención.
Como el Baby Taj está un poco alejado, decidimos tomarnos un tuk tuk. Todavía nos lamentamos de no haber sabido antes que hoy era el día del Patrimonio de la Humanidad, pero al menos pudimos aprovecharlo acá. De lo contario, la entrada sale por 100 INR.
Originalmente llamado Itimad-ud-daulah, es apodado Baby Taj por la similitud con éste. Tiene el pórtico y las dos mezquitas de color bordó (granate) a los costados como el original. El mausoleo es algo parecido, aunque bastante más chico. En su interior está la tumba del abuelo de Mumtaz Mahal, entre otras.
Le damos una última mirada al Taj Mahal desde la terraza del hotel y nos tomamos un tuk tuk (60 INR) para ir a la terminal de trenes. Durante el viaje nos quedamos profundamente dormidos. Al despertar, sorpresa... estamos en Khajuraho.
Agarramos las cosas lo más rápido que podemos y bajamos del tren en Khajuraho. El tramo que conecta por tren Agra - Khajuraho es muy nuevo, lo que facilita enormemente el acceso a este pueblo. La estación es muy chica y limpia, lo único que nos hace notar que seguimos en India es el ataque de los tuk tuks al llegar.
Somos varios los turistas buscando un punto de referencia donde ir, rodeados de varios tuk-tukeros que se desesperan por llevarnos. Nos unimos a otras tres turistas y vamos hasta Surya Guest House por 25 INR en total.
Por el camino nuevamente nos parece que no estamos en la india que conocemos. La calle está muy tranquila y limpia. No hay ruidos ni smog. Como Surya estaba muy requerida, caminamos un poquito y nos ofrecen una habitación doble con baño privado en Rakyan Guest House a sólo 100 INR, así que nos quedamos ahí. No está ubicada en la calle principal, sino en una que sale de ésta, pero no es problema porque el pueblo es muy chico y todo está a una distancia caminable.
Algo que nos llamó poderosamente la atención es que muchos en el pueblo hablan español. Es increíble la facilidad que tienen los indios para aprender idiomas cuando la necesidad llama.
Este pequeño pueblo es famoso por su conjunto de templos, más específicamente por la decoración particular que éstos tienen. Hay varios conjuntos de templos, pero estos que visitamos (conjunto Oeste) son los mejor conservados y para los únicos que hay que pagar entrada. Esta cuesta 250 INR.
Fueron construidos por la dinastía Chandela entre el 950 y el 1050 d.C. Todos ellos son muy cargados y osados. Nos muestran cómo vivían en esa época, con altorrelieves de deidades, animales, guerreros y principalmente lo que más disfrutaban... la vida sexual. Se dice que esta dinastía cuando no estaba en batalla pasaba su tiempo inventando nuevas posiciones sexuales. Desde las más clásicas hasta otras muy acrobáticas que desafían las leyes de la gravedad, y si somos minuciosos encontraremos escenas de fiestas zoofílicas que ni los caballos se perdían! (buscad en la base del templo Lakshamana). Todos estos están muy ornamentados, por lo que no hay que pasar por alto ni las bases que los sostienen.
El predio es pequeño y fácil de recorrer ya que los templos están muy cerca uno de otros. Entre dos y tres horas será suficiente.
Antes de irnos de Khajuraho nos informan que no habrá trenes directos a Varanasi en los próximos días, que si no lo tomamos hoy por la noche tendremos que esperar. Como todavía nos quedaba todo el día para recorrer Khajuraho decidimos ir a la estación de buses donde hay una oficina de reserva de trenes oficial para sacar dos de los poquísimos tickets que quedaban (220 INR cada uno).
Nos quedaba por ver el conjunto Sur y Este, pero preferimos ir hasta el barrio antiguo para hacer un paseo distinto. Lo mejor de los templos ya lo habíamos visto. En el camino pasamos por la plazoleta Mahatma Gandhi donde se emplaza un monumento al Padre de la patria. El barrio antiguo es muy distinto al nuevo que fue armado para el turismo. Es muy tranquilo, no hay negocios de souvenires, ni restaurante con terraza, ni guest houses. Sólo casas y kioscos. Un lugar muy tranquilo donde todos nos dicen hello, pero sin seguirlo de un come to my shop.
A las 23 h. sale el pequeño tren a Varanasi, con mayoría de turistas en el vagón sleeper. Todo muy tranquilo hasta que nos despertamos con los gritos de un militar armado con escopeta discutiendo con varios locales que aparentemente se habían colado.
Día 22: Apenas bajar del tren en Varanasi nos reciben, como siempre, un grupo de tuk tukeros dispuestos a llevarnos. Como la estación está un tanto alejada del centro, decidimos tomarnos uno con otros viajeros.
Sabíamos el nombre de una guest house que nos habían recomendado cerca del Ghat (así se las llama a las escalinatas que conducen al río Ganges) Dasaswamedh. Los tuk tukeros nos decían que no nos podían llevar hasta la ciudad vieja, ya que aquí los pasillos son muy angostos y no podían circular, entonces tendrían que dejarnos en St Peter's Church. En la casilla de pre-paid taxi nos dicen lo mismo. Al emprender viaje, el conductor nos va comentando lo honesto que es, y que si le decíamos el nombre de la guest house que queríamos ir nos acompañaría caminando, sólo porque era muy buena persona y no porque quería cobrar una comisión. Hasta nos decía que no íbamos a poder caminar por los pasillos de la ciudad vieja con las mochilas... ¿taaaan angostos serían?.
Llegamos a una iglesia y el conductor nos dice que estábamos en St Peter's Church, así que bajamos y empezamos a caminar, pero la guest house nunca aparecía. Las calles eran lo suficientemente anchas para que circule cualquier tipo de vehículo. Después de caminar un rato nos dimos cuenta que nos había dejado en cualquier otro lugar, mucho más lejos de donde habíamos acordado. Pero finalmente llegamos a Sagar Guest House, donde la habitación doble muy espaciosa y con baño privado (y un bonus de monos que nos visitan en el balcón) sale por 150 INR.
Varanasi, también conocida como Benarés, es el lugar más sagrado para el hinduísmo. Según sus creencias, al morir en esta ciudad quedan liberados del ciclo de la reencarnación.
Ya habíamos sido advertidos que Varanasi era una ciudad muy fea saliendo de los ghats. El tránsito y el ruido son insoportables. El asfixiante polvo de las calles en construcción hace que hasta lo más básico, como es respirar, sea complicado, todo esto sumado a las insistentes ofertas de marihuana-hashish-marihuana. Llegando al río Ganges la historia es otra. En las escalinatas uno se puede sentar, descansar, y ver el increíble espectáculo espiritual que aquí acontece todos los días.
Son las 7 de la tarde y los fieles vienen a ofrecer la puja, que literalmente significa respeto, ofrendas y rezo al río Ganges. Este concurrido espectáculo se extiende por una hora y se realiza también al amanecer. Se realizan 3 pujas simultáneas con distinto grado de importancia.
Días 23 y 24: Después de un día de actividad nula por un nueeevo ataque de la bacteria estomacal que nos afectó a ambos, decidimos arrancar desde temprano yendo al ghat Dasaswamedh para ver el amanecer. Tranquilidad total, sólo unos pocos se acercan a ofrecernos paseos en bote y el calor todavía no ataca. Somos espectadores de la actividad que transcurre junto al Ganges, lo que se dice ver la vida pasar.
Desde temprano hay mucho movimiento... gente lavando ropa, otros compartiendo el baño matutino con búfalos, otros que se lavan los dientes y hasta están los que toman del agua sagrada o cargan sus bidones para llevar. Somos sólo los turistas los que pensamos cómo puede pasar todo esto en uno de los tres ríos más contaminados del mundo. Así es India, nuestra lógica nunca puede explicar su realidad, y eso es lo que la hace tan especial.
Es aquí donde se ve mayor cantidad de Sadhus, hombres de estatus sagrado que decidieron abandonar todo lo material para dedicarse plenamente a la religión. Aunque claro que no faltan los chantas que dicen ser sagrados para ganarse algunas rupias con su bendición... ¿pero no habías abandonado todo lo material?.
Caminamos hasta que nos encontramos con grandes pilas de madera y algunas fogatas... habíamos llegado al ghat Manikarnika. Este es el lugar principal para realizar las cremaciones. Varios cuerpos son incinerados en simultáneo entre medio de muchos curiosos, familiares, perros y vacas. Hay algo de morbo en quedarse mirando todo esto, pero sin dudas es un hecho único. Los últimos restos de un cuerpo no se terminan de quemar nunca. Avivan el fuego, pero no hay caso... "It's hard to die", dice un familiar.
Por otro lado, un amigo del cremado le saca fotos al cuerpo que empieza a envolverse en llamas con la cara destapada, los cremadores y otros posan junto al cuerpo mientras se quema. Todos felices como si fuera una foto de una fiesta. Los turistas miramos este ritual tan extraño para nosotros. Es una de esas experiencias inolvidables que no se borran nunca.
Cremar a alguien acá es muy caro, el precio varía de acuerdo a la cantidad y calidad de la madera. Tras cremar el cuerpo, las cenizas son arrojadas al río, donde se le dan las últimas bendiciones. Por lo que observamos, el último adiós no es algo trágico, cualquiera puede presenciarlo pero no está permitido sacar fotos. Y si decidimos quedarnos, nadie lo va a tomar como una falta de respeto.
Días 25 y 26: Hoy teníamos pensado irnos, pero el ticket de tren que teníamos en lista de espera no fue confirmado, así que nos quedamos un día más disfrutando de los ghats y tomando unos lassis en la terraza de la Shanti Guest House. Al día siguiente no hay lugar a dudas, dejamos la ciudad. El tramo en tren de Varanasi a Kolkata cuesta 792 INR entre los dos.
Día 27: Con cuatro horas de retraso llegamos a Kolkata (Calcuta). Nos recibe una terminal enorme, bastante alejada de Sudder St, la zona de los mochileros. Buscamos un tuk tuk para que nos lleve, pero se niegan sin explicación alguna. Después comprendemos que en cada zona de la ciudad operan tuk tuks distintos, y pueden pasarse de zona, así que tuvimos que tomar un taxi, que no fue tan mala opción, ya que compartido con dos personas más nos cobra 60 INR.
Tras ver varias guest houses en avanzado estado de putrefacción nos quedamos en Modern Lodge, lo mejor que encontramos por 250 INR la doble con baño privado.
Kolkata no es una ciudad que hayamos elegido visitar, sino que nos trae aquí la necesitad de tramitar la visa para Bangladesh, pero terminó siendo una agradable sorpresa. Con 15 millones de habitantes, es la segunda ciudad más grande del país luego de Mumbai. En 2001 la ciudad cambió su nombre de Calcuta por el de Kolkata, ya que es de la manera en la que se pronunciaba su antiguo nombre.
Aprovechamos que aquí se encuentra la casa del estado de Sikkim para tramitar el permiso requerido para los turistas. No hay ningún problema para sacarlo. Es gratuito, tarda 24 horas y hay que llevar una foto carnet y la fotocopia del pasaporte y de la visa.
Cerca de la guest house se encuentra la zona del New Market, un lugar que disfrutamos mucho por la noche con sus puestos de frutas y comidas al paso. Probamos los típicos rolls de huevo y vegetales, muy buenos, por 15 INR. Mucha gente desconfía de estos lugares, pero no se puede dudar que la comida es fresca. Los platos salen uno tras otro sin respiro, ni el viento incontrolable que de repente se levanta los detiene.
El Modern Lodge era la guest house que para nuestro presupuesto, mejor impresión nos daba, pero la sorpresa vendría a la noche, con el ataque de los bed bugs, unos bichos de actividad nocturna que viven en los colchones o en la madera de las camas. No nos podíamos ir de India sin esta experiencia.
Día 28: Dedicamos la mañana a hacer los trámites para la visa de Bangladesh. Como esperábamos éramos los únicos turistas, tal vez en varios días, y el personal nos atendió muy amablemente desde una ventana que da a la calle.
A las dos horas tendríamos una entrevista para explicar los motivos de nuestra visita. Mientras tanto vamos a una sweet shop para probar un típico postre del estado de West Bengal y Bangladesh: el mishti doi. Es un riquísimo dulce a base de una especie de yogurt endulzado con jaggery (sirope de palmera).
La entrevista no tiene mucho diálogo y nos alegramos al saber que por nuestra condición de sudamericanos solamente tenemos que pagar 23 USD, cuando para la mayoría de las nacionalidades sale por 150 USD.
Otra parada culinaria obligatoria en la ciudad es la histórica Sweet Shop KC Das, quien dice haber inventado las famosas rosgollas (explicadas anteriormente en el apartado Comida) en 1868. Ya las habíamos probado anteriormente y no nos habían gustado, pero como éstas parecen ser las originales, vamos a darles una segunda oportunidad. 8 INR cada una es un alto costo para estas bolitas, pero valió la pena para cambiar nuestra mala impresión.
A la noche vamos a cenar otra vez a los puestitos de la zona New Market... donde los momos de pollo están para chuparse los dedos, no así la guayaba que nos dimos cuenta que estaba podrida después de habernos comido varios gusanos.
Día 29: Cuando uno nombra Calcuta lo primero que se nos viene a la mente es la Madre Teresa. La visita a su fundación es una parada casi de rigor para los creyentes y los que no lo somos. En las cercanías hay varios negocios que venden el merchandising oficial.
Nacida en Albania en 1910, la Madre Teresa se horrorizó por la pobreza de Calcuta en una de sus misiones, y en 1952 estableció la Orden de las Misionarias de la Caridad, donde su legado continúa vivo. En 1979 se le otorga el Premio Nobel de la Paz. Fallece en 1997 y su cuerpo descansa aquí mismo. Seis años después de su muerte recibe la beatificación del Vaticano, el primer paso para ser considerada santa. Así como en este lugar nos encontramos con muchísimos de sus seguidores, también tiene críticos en todo el mundo. En una ciudad predominantemente hindú son muchos los que no se sienten identificados con su imagen. También es acusada de imperialismo religioso y de recibir donaciones de dictadores y millonarios corruptos, además de su posición ultraconservadora en cuanto a los métodos anticonceptivos.
La entrada a la casa es gratuita. En su interior hay un pequeño museo con objetos de su vida, entre los cuales nos detenemos ante una linterna que fue usada solamente una vez durante un corte de luz. En el primer piso se puede ver su habitación en la que vivió desde 1953 hasta su muerte. Es muy simple y está preservada intacta.
Siguiendo el recorrido religioso por Calcuta, nos tomamos el metro en la estación Esplanade hacia la estación Kaligurat (6 INR cada uno), donde se encuentra el venerado Templo Kali, el más sagrado de la ciudad para los hindúes. Al bajar nos recibe un mural gigante de la Madre Teresa en el costado de un edificio.
A medida que nos acercamos al templo las santerías se multiplican, la parafernalia religiosa nos rodea (desde imágenes de Kali con tres ojos hasta cocos sagrados) y el ambiente se torna festivo. Llevados por la marea de fieles nos acercamos lo más posible a la imagen sacra. La entrada es gratuita, pero una vez adentro los pedidos de "money" son insistentes. Arquitectónicamente el templo no tiene nada especial, pero es interesante ver el fervor que la religión despierta.
Nuevamente a tomar el metro, con destino al Victoria Memorial. Por primera vez en este mes en India hay una lluvia torrencial, que nos obliga a refugiarnos bajo un puente. Esperando que pare nos hacen una entrevista para la TV India preguntándonos las similitudes y diferencias que notábamos en un día de elecciones (como lo era éste) en Calcuta y en nuestra ciudad.
La entrada a los jardines del Victoria Memorial cuesta 4 INR y al interior 250 INR, pero hoy por ser día electoral solo podemos visitar los jardines, lo cual no es poca cosa. El imponente edificio fue construido en 1901 para la Reina Victoria, pero terminado recién 20 años después de su muerte.
Volvemos al hotel a buscar nuestras mochilas y tomamos un taxi hacia la estación Sealdah (80 INR). Aquí tomaremos el tren a Siliguri (11 horas, 320 INR cada uno) desde donde necesitaremos un bus para llegar a Darjeeling.
Día 30: Cuando llegamos a la estación de Siliguri nos juntamos con otros viajeros para compartir un jeep hacia Darjeeling, ya que ese día no había buses. El trayecto de Siliguri a Darjeeling dura 3 horas y sale por 90 INR cada uno. Todo el recorrido es pura subida hasta alcanzar los 2.134 metros de altura en los que se encuentra Darjeeling.
Parece que nos fuimos de India, estamos en tierra de Gurkhas. Entre montañas, plantaciones de té, un clima mucho más benigno (aunque más frío de lo que pensábamos) y un ambiente relajado en donde los vendedores no se nos tiran encima. Los rasgos físicos de los locales se asemejan mucho más a los de los nepalíes y los tibetanos, habiendo muchos refugiados de éste último. Darjeeling fue parte del estado de Sikkim hasta 1780, cuando fue invadida por los Gurkhas nepalíes, añadiéndola a su territorio. En 1816 volvió a ser parte de Sikkiim en manos de los ingleses, quienes le sacaron el territorio a Nepal con la condición de que ellos controlarían los bordes. Como agradecimiento, el rey de Sikkim les cedió estas tierras. Desde hace tiempo, los gurkhas vienen reclamando la conformación de un estado independiente llamado Gorkhaland.
El pueblo se distribuye entre las colinas, por lo cual se hace un gran ejercicio al caminar. Una empinadísima subida nos lleva desde el centro hasta la antena de TV, donde se agrupan varias guest houses, pasando de camino por la Torre del Reloj (muy linda). Nos quedamos en el Confort Inn, donde la doble con baño privado y agua caliente 250 INR. Es la mejor que vimos por ese precio, aunque la mayoría prefiera quedarse en la popular Tower View Guest House, con sus habitaciones claustrofóbicas solamente porque la Lonely Planet la recomienda.
Ansiosos por probar las especialidades locales, vamos por un almuerzo que nos levante la temperatura corporal. Paramos en un local con mucha clientela, chiquito pero de los que sacan platos sin parar. Pedimos los ultraclásicos momos de verdura y una thorka beef (sopa de fideos y carne).
Uno de los atractivos principales de la ciudad es el simpático Toy Train (240 INR cada uno, 2 horas y media). Hay que reservar con bastante anticipación, ya que la capacidad de sus dos pequeños vagones es muy limitada y nosotros nos quedamos sin tickets.
La niebla no ayuda para ir al mirador de la colina, pero aprovechamos para caminar por las subidas y bajadas de la ciudad. Tomamos un té en la tradicional Glenary's, con muy buenas vistas a las colinas. Una tetera (4 tazas) sale 70 INR. Llegamos a la zona de The Mall, donde se agrupan muchos puestos callejeros, una expo poco atractiva, paseadores con sus ponys, vendedores de frituras, etc. Hay mucha gente por aquí. Todos parecen estar de vacaciones.
Para cenar fuimos a donde más gente vimos... al Hasty Tasty, cerca de The Mall. Es un restaurante con toda la onda pizzería de Av. Corrientes (Buenos Aires), lleno de gente, donde se pide en la barra a los empujones y se retira el pedido cuando un viejo mala onda grita tu número. Decepcionados por la falta de stock de momos y pav bhaji pedimos dos sopas (muy chicas) y un chola batora muy bueno, que se trata de dos panes fritos con un guiso de garbanzos.
Día 31: A las 3:45 suena el despertador. Estábamos listos para tomar un jeep a Tiger Hill, desde donde se ven 5 picos de los Himalayas. Si el día no acompaña, no tiene mucho sentido ir a este lugar. Como era esperable, las nubes cubrían el cielo y nos aseguraban un avistaje frustrado. Segundo atractivo que se nos pincha en Darjeeling, pero no importa ya que el simple hecho de caminar por sus calles es muy placentero.
Empezamos a caminar rumbo al Observatory Hill, donde el nombre nos hacía pensar que tendríamos buena vista de las montañas. Aquí se encontraba el monasterio Dorje Ling, el cual le dio el nombre a la ciudad. Luego de 20 minutos de subida llegamos a la cima, donde hay un templo sagrado para budistas e hinduístas por igual, pero vistas no hay. Toda la cima está repleta de banderas de oración tibetanas, lo que la hace muy colorida. Descansamos en el ambiente espiritual hasta que uno de los cuidadores del lugar desubicadamente se acerca a ofrecernos marihuana.
De vuelta en la calle Chow Rasta (en la zona de The Mall) tomamos una calle paralela camino al Bhutia Busty Gompa, monasterio budista tibetano, a media hora de distancia en un camino completamente en bajada, fácil para ir pero cansador a la vuelta.
A pesar de no haber podido ir a algunos lugares que hubiésemos querido, Darjeeling fue un lugar que nos gustó mucho.
Día 32: Siguiendo nuestra ruta por las montañas, tomamos un jeep hacia Jore Thang (100 INR cada uno, 3 horas). Desde aquí tomamos otro jeep que nos lleve a Pelling (100 INR, dos horas) en el estado de Sikkim.
Los viajes en jeep por esta zona son bastante incómodos, ya que van muy cargados y las rutas están en muy malas condiciones, además de las constantes curvas. El camino es hermoso, serpentea entre las enormes montañas que por suerte se empiezan a dejar ver de a poco. Un río cristalino pasa entre ellas y puentes colgantes unen las laderas.
Pasamos por un llamativo templo muy kitsch en el pequeñísimo pueblo de Legship. Descendemos unos metros en relación a Darjeeling y nos asentamos en los 2.085 metros sobre el nivel del mar.
Pelling se encuentra ubicada en el estado de Sikkim, que fue un reino independiente hasta 1975, cuando pasó a formar parte de India. Las sucesivas guerras con Nepal y Bután le fueron quitando terreno hasta disminuirlo a su escaso tamaño actual de 100 km de longitud por 80 km de latitud. La población está conformada principalmente por descendientes de inmigrantes nepalíes y refugiados tibetanos. Se hablan muchas lenguas regionales, pero el que prevalece es el nepalí y la religión que practica la mayoría es el budismo mahayana (tibetano). Otra de las primeras impresiones que tenemos al llegar a este particular estado es que es mucho más limpio que los otros, y se preocupan mucho por el cuidado del medio ambiente. Las bolsas de plástico están prohibidas.
Por primera vez desde que estamos en la altura el cielo se empieza a abrir para que podamos espiar al esquivo Kangchendzonga, que con sus 8.598 metros de altura se convierte en el tercer pico más alto del mundo y el primero en India, sólo superado por el Everest (Nepal/Tíbet) y por el K2 (Pakistán). Nos ilusionamos cuando empezamos a ver sus nieves eternas, pero no por mucho tiempo ya que las nubes lo volvieron a esconder sin dejarnos ver su cumbre.
Después de chequear todas las guest houses de Pelling no encontramos ninguna barata-bonita con disponibilidad. Nos terminamos quedando en Ladak Guest House, donde la doble con baño compartido sale 200 INR, imbatible en precio pero no en calidad, con los clásicos colchones galletita. Al menos tiene muy buenas vistas a las montañas desde un terreno en construcción adyacente.
Como el clima lo merita, vamos por un té en el Hotel Kabur para disfrutar de su terraza. La tetera grande con leche es una muy buena oferta, por 60 INR alcanza para 7 tazas.
De a poco Pelling fue perdiendo sus características originales de pueblo pintoresco para transformarse en una sucesión de hoteles de cemento que afean el paisaje. De todos modos, no deja de ser un hermoso lugar con un clima totalmente relajado.
Día 33: Valió la pena madrugar. Suena el despertador a las 5, miramos por la ventana y por primera vez ahí estaba el Kangchendzonga en todas sus dimensiones, acompañado por varios picos de menor altura pero nada despreciables, dándonos la vista que tanto esperamos. Unas nubes amenazantes pasan por arriba de éstos, pero sin taparlos. Nos apuramos para llegar al helipuerto antes de que pase lo de todos los días... desde la guest house una caminata en subida nos lleva hasta este mirador en Upper Pelling. Acá nos quedamos un rato esperando que el sol los ilumine.
A media mañana empezamos a caminar los 7 km que nos separan del pueblito de Darap, todo cuesta abajo. Este apacible lugar consta de sólo una calle con algunos puestos y unos pocos microemprendimientos turísticos que dudamos den mucho rédito. Todos nos miran, saludan y se ríen, somos la atracción y muy contentos posan para nuestras fotos. Todo el pueblo está adornado con banderas de oración budista. Este lugar nos hace imaginar cómo habrá sido Pelling antes de la llegada del turismo. En un kiosco-restaurante se alegran de servirnos unos momos y nos sentamos a ver la actividad local.
Quedaba lo peor, el camino de vuelta en subida, pero tuvimos suerte, a poco de salir Mr. Sushil Tamang, un joven local que iba para Pelling, nos lleva en su auto. Éste no es un local más, según su tarjeta personal es el dueño del Cherry Village Resort y presidente del comité de Ecoturismo del pueblo (no sabemos cuántos serán los integrantes, si es que hay más). En el camino nos cuenta sobre la vida en Sikkim y nos confirma lo que pensábamos, ellos se sienten primero sikkimeses y después indios, no comparten una misma cultura, lenguaje, costumbres, religión, ni tienen un pasado en común.
Aprovechando el día al máximo visitamos el Monasterio Sangachoeling, a 3 km de distancia de Pelling, en una dolorosa subida. Según los datos es el segundo monasterio más antiguo del estado, pero al llegar un cartel que originalmente decía "uno de los más antiguos" fue retocado para autoproclamarse el más antaño. Como sea, data de 1697. Está rodeado de pequeñas gompas, banderas de oración, la casa de los monjes y una oficina, todos manteniendo el estilo arquitectónico del budismo mahayana.
Cenamos en The Big Bowl, donde solo se puede confiar en sus momos, ya que los otros platos dejan mucho que desear. En especial su arroz apelmazado, el curry de vegetales que no era curry y el curry de pollo que no era pollo.
Día 34: A 3 km de distancia se encuentran las ruinas de la que fue la segunda capital del imperio de Sikkim, entre los años 1670 y 1814: Rabdentse. Empezamos la caminata y a mitad de camino paramos en Lotus Bakery, una panadería artesanal local con muy ricas cosas. Una vez ingresado al complejo (entrada gratuita) hay que caminar otros 15 minutos más por un caminito de piedra en buen estado. Si nos hubiésemos dejado guiar por la Lonely Planet no hubiésemos venido, pero la verdad es que nos sorprendió. El lugar está muy bien mantenido, hay carteles explicativos, además de las increíbles vistas a las montañas y a los pueblitos.
Al mediodía probamos la especialidad local: fakthuk, una sopa de verduras con unas bolitas de masa similares a los ñoquis. A las 14:00 sale el jeep que nos llevará a Yuksam (80 INR cada uno, dos horas). Son 39 km por un camino que parece bombardeado.
Yuksam es un pequeño pueblo que, por suerte, no está tan orientado al turismo como Pelling. Aquí se puede dormir y comer por una mejor relación precio-calidad. Yaksum significa lugar de encuentro de los tres lamas, refiriéndose a los 3 hombres sagrados tibetanos.
Nos alojamos en el Hotel Demazon, donde la doble con baño compartido y agua caliente sale 150 INR. Cenamos en el súper recomendable Gupta Restaurant, muy chiquito y acogedor y con unos platos deliciosos.
Día 35: El día no acompaña, pero igual lo aprovechamos visitando el Coronation Throne y otros atractivos por el camino.
Primero pasamos por el Lago Kathok, muy chiquito pero sagrado, ya que según se cree se usó agua de este lugar para la ceremonia de coronación del primer rey del imperio. Está rodeado de banderas de oración lo que lo hace muy fotogénico. Junto a éste hay una pequeña escuela en la cual pedimos permiso para ingresar, sacar algunas fotos y que nos cuenten un poco del sistema académico del lugar.
El Coronation Throne está ubicado en el parque Norbugang junto con una stupa y un monasterio. Se dice que en este lugar fue coronado el primer rey de Sikkim en 1641. La entrada es gratis y el lugar en sí no es muy imponente, aunque otra vez las banderas de oración le dan su toque. Lo mejor es la recepción que nos dan al llegar dos cabritas recién nacidas. A 10 minutos caminando desde el centro de Yuksam se encuentra la Gompa Ngodiak Chanchub Chding. En su interior podemos observar una bonita estatua de Buda con muchas cabezas y manos.
A la noche volvimos al Gupta Restaurant y probamos otra especialidad de la zona: thukpa, una poderosa sopa de vegetales, porotos y fideos, por sólo 20 INR.
Día 36: Parece mentira, pero el día en Sikkim está totalmente despejado, ideal para ir al lago Khelcheopalri (pronunciado cache-perri). Son 9 km desde Yuksam yendo por el camino corto que va por las montañas. En principio es todo bajada hasta llegar a la ruta, ahí cruzamos un puente muy alto y seguimos por la ruta hasta encontrar el segundo cartel de desvío, donde comienza la tremenda subida. Realmente es difícil llegar caminando, por las condiciones del terreno y por las escasas indicaciones, y como un bonus, el camino está plagado de sanguijuelas hambrientas. Siempre hay que seguir el camino más ancho, pero aunque parezca obvio no lo es, haciendo que nos perdamos en más de una oportunidad.
Durante el trayecto cruzamos varias casas de campesinos y a éstos trabajando en los terrenos cercanos, cada vez que veíamos a uno no desperdiciábamos la oportunidad para preguntar cuál era el camino a seguir. Después del puente grande se cruzan 4 más y uno de madera muy chiquito que será el último. Es muy frustrante perderse y no tener a quién preguntarle, cuando parece que llegamos, siempre hay más para subir.
Pero finalmente, después de 3,5 horas llegamos, agotadísimos, pero con la satisfacción de que el día sigue tan despejado como cuando nos despertamos. En la entrada hay mucha más infraestructura turística de la que esperábamos: alojamiento, restaurante, negocios de souvenirs, muchos jeeps de turistas. También está la casa de los monjes. Apenas pasamos la entrada, a la derecha hay una gompa con una rueda de oración enorme.
Para llegar a la orilla del lago, desde el camino hay que bajar a un puente con ruedas de oración a ambos lados. Nos quedamos un rato descansando y como si no hubiésemos tenido suficiente caminata subimos hasta el mirador, pasando por unas cuevas que no tienen nada interesante, para ver la curiosa forma de huella que tiene el lago, aunque hay que tener un poco de imaginación.
Se viene la lluvia, el cielo se oscurece y al no conseguir ningún vehículo que fuera a Yuksam nos queda lo peor, los 9 km de vuelta, esta vez con las piernas más cansadas, pero acompañados por una perrita que no nos quería dejar solos. Al despedirnos de ella a mitad de camino, otro perro tomó la posta y nos acompañó hasta la puerta de la guest house. La lluvia también fue fiel acompañante durante casi toda la vuelta y a pesar de conocer el camino nos perdimos igual. Tardamos menos, pero igual fueron 3 horas. Sin duda, ir y volver caminando el mismo día es una locura.
Día 37: Hoy nos despedimos de uno de los lugares de India que más disfrutamos. Subimos al jeep que nos llevará a Jorethang (100 INR cada uno, 3 horas) y aunque al principio parece que tendríamos bastante espacio para estirarnos, de a poco empieza a subir gente... más gente... y más gente, hasta terminar apretados contra un rincón como de costumbre. Pero que importa, al menos estamos aplastados contra la ventana para ver el maravilloso paisaje.
Una vez en Jorethang tomamos otro jeep hasta Siliguri (110 INR cada uno, 3 horas), punto de partida para nuestro cruce a Bangladesh.
Llegados a Siliguri el jeep nos deja bastante lejos de la terminal de buses, así que tuvimos que tomar un ciclo (25 INR) hasta acá para averiguar horarios y buscar alojamiento. A pesar de no tener ni las más mínimas intenciones de pernoctar en esta ciudad, tendremos que hacerlo para poder comenzar nuestra jornada hacia Bangladesh bien temprano. Siliguri es un caos total, más aún viniendo de la pasividad de Sikkim.
Nos alojamos en el Hotel Hindusthan (200 INR la hab. doble con baño compartido), con sus piezas pintadas color helado tricolor barato.
Día 38: Con el objetivo de llegar a Bangladesh hoy mismo comenzamos el día temprano. Camino a la terminal de buses (sólo cruzar la calle) desayunamos unas galletitas envueltas en papel de diario con la cara de Bin Laden a ambos lados... la noticia de su captura ya es historia, por eso en India le encontraron una mejor función a este personaje.
A las 7:30 partimos rumbo a Changrabanda, empezando a despedirnos de India. Pero el bus no llega hasta este lugar, sino que nos deja en un desvío donde tomamos el segundo de los tantos transportes para alcanzar nuestro destino final: Bogra (Noroeste de Bangladesh). El ciclo hasta la frontera cuesta 50 INR por los dos, y al llegar nos encontramos con un par de puestitos de chapa que hacen las veces de Inmigración y Aduana.
Pasadas las formalidades del lado indio, nos esperan más puestitos del lado bengalí. Pero esta vez somos la gran atracción, todos nos rodean, se ríen muy contentos de ver turistas y entre frases en bengalí entendemos los clásicos "Messi, Maradona". Una popularidad que llegará a niveles inesperados una vez que empecemos a recorrer el país.
Después de cuatro sellos en el pasaporte y dos formularios llenos ya estamos en Bangladesh, la tierra de los bengalí parlantes.
Día 1: Después de casi un mes viajando por Bangladesh y Nepal (14 días en Bangladesh y 10 en Nepal), volvemos a India, ya que todavía nos quedaban lugares por visitar. Para esta fecha el calor cada vez es más intenso, por eso decidimos alejarnos de los lugares más calurosos tomando rumbo norte.
Desde Sunauli en Nepal (frontera con India) fuimos en bus a Gorakhpur. Había buses directos a Delhi desde aquí, pero no queríamos viajar más de 24 horas, ya que veníamos de un largo trayecto desde Pokhara, en Nepal.
Al llegar a Gorakhpur nos alojamos justo en frente a la estación de trenes, donde se alinean varios hoteles de similares características. Nos decidimos por el Ambar Raj Hotel, donde la doble sale por 250 INR.
No conseguimos trenes para irnos mañana hacia Delhi, así que tenemos que recurrir a la opción de los destartalados buses. Nos habían informado que el primer bus salía a las 5:00, así que fuimos bien temprano a la estación para enterarnos de que no habrá ninguno hasta pasadas las 10:00, y no sólo eso, sino que el recorrido tardará unas agonizantes 24 horas.
Un chofer nos informa sobre la posibilidad de ir a Delhi pasando primero por Lucknow, así que con su ayuda partimos en ese mismo momento (180 INR cada uno, 8 horas), y desde aquí tomamos otro bus hacia la capital (335 INR, 15 horas).
Los dos viajes no sólo fueron largos, sino que también tremendamente incómodos, sumado a la cumbia hindú a todo volumen, los gases de algunos locales (en especial uno tipo metralleta de quien teníamos sentado muy cerca, que sin vergüenza levantó media nalga del asiento y disparó sin piedad), los conductores suicidas y los camiones volcados en el camino que nos hacían pensar que el próximo podría ser el nuestro. Pero después del largo rally llegamos a Delhi a las 5 de la mañana.
Día 2: Llegamos a la estación de buses de Old Delhi, donde tuvimos que esperar hasta que abrieran las puertas del metro hasta las 6:00. El pasaje hasta New Delhi cuesta 16 INR cada uno. No fue fácil sacar el ticket, ya que como la estación recién abría la gente se golpeaba por acercarse a la ventanilla. Por suerte hace poco nos enteramos que las mujeres tienen prioridad al hacer las filas, así que con el lema mujeres primero pudimos avanzar algunos casilleros. Así todo, hacer que los hombres respeten esto sigue siendo una tarea difícil. Es que el respeto es algo que se les olvidó a la mayoría por estos pagos.
Nos alojamos en el Ashoka Ocean Guest House, el mismo que en la anterior estancia en Delhi, pero ahora por ser temporada baja nos cobran 50 INR menos, haciendo que la doble salga por 200 INR.
Sólo vamos a estar en Delhi por 12 horas, así que las dedicamos a descansar y recuperar energías. Nuestro tren a Kalka (desde donde sale el toy train a Shimla) sale a las 21:40. Vamos muy convencidos a la cercana estación de New Delhi, pero al no ver nuestro tren en las pantallas nos damos cuenta de que algo estaba mal, y éramos nosotros. Teníamos que salir urgentemente para la estación de Old Delhi, desde donde salía realmente el tren. La manera más rápida para ir es el metro, así que a las corridas llegamos al tren a tiempo.
Día 3: Después de 6 horas de viaje llegamos a Kalka, donde la gente se pelea por un lugar en el famoso toy train a Shimla. Otra vez gozamos del beneficio de mujeres primero para sacar el ticket. Éste cuesta 66 INR en el tren común (no deluxe), pero que hace el mismo recorrido. Una vez comprado este ticket que nos da acceso al tren, tenemos que ir a otra ventanilla a comprar un asiento (si, suena raro, pero el primer ticket no te asigna un asiento, entonces para no tener que viajar parados (de pie), pagamos 270 INR entre los dos y nos asignaron dos lugares).
El trayecto en tren de Kalka a Shimla, declarado Patrimonio de la Humanidad junto al de Darjeeling, pasa por un total de 103 túneles en los cuales todos gritan muy emocionados hasta estallar de alegría en el último. Son menos de 100 km, pero tarda 6 horas, ya que es todo en subida y con muchas curvas, impidiendo que tome velocidad. Nos acompañan en su mayoría indios de la clase alta, luciendo orgullosos sus obesas panzas (símbolo de riqueza) y sus malcriados nenes.
Shimla es uno de los destinos turísticos preferidos de los indios, en especial en esta época del año donde todos quieren alejarse del calor. Sin duda estamos en plena temporada alta, y eso se nota en las abarrotadas calles y en la dificultad para conseguir alojamiento. Los precios de los hoteles están por las nubes y casi ninguno tiene disponibilidad. Al igual que Darjeeling, Shimla está construida en las montañas, no siendo el mejor lugar para recorrerla cargando las mochilas. Caminamos y caminamos pero no encontramos nada.
Con muy pocas esperanzas llegamos hasta Ashoka Guest House, un lugar muy venido abajo por fuera, ubicado en un edificio sin terminar y con un manager muy a tono, pero al menos tenía lugar. Nos deja la habitación con baño privado a 550 INR, gran precio para esta época en Shimla.
Caminamos un poco por la ciudad y vemos que la arquitectura es 100% de estilo inglés y hay numerosos carteles avisando sobre multas por escupir, tirar basura o fumar en la vía pública, lo que lo hacen un lugar increíblemente limpio.
En 1864 la ciudad se convirtió en la capital de verano del país. Todos los veranos, hasta 1939, los integrantes del gobierno de India (en ese entonces bajo dominio inglés) se trasladaban hacia esta ciudad para refugiarse del agobiante calor de Delhi.
Al ser un destino elegido por la clase alta india, en las calles céntricas hay muchas marcas de ropa internacionales y cadenas de comida occidental. Esta ciudad siempre fue un lugar con mucho renombre y es hasta el día de hoy que las mejores escuelas del país se encuentran acá.
Shimla está ubicada a 2.200 metros sobre el nivel del mar, lo que le da un clima muy agradable en verano y muy buenas vistas de las montañas desde varios puntos panorámicos, incluso pudimos ver los Himalayas de fondo.
En la ciudad se está llevando a cabo el International Summer Festival, donde a pesar de no tener ninguna invitación los guardias de seguridad nos dejan pasar. Los locales se alborotan con sus músicos favoritos y hay un clima muy festivo. Los jóvenes bailan los clásicos pasitos de Bollywood alrededor de la estatua de Gandhi. Agotados, nos vamos a dormir.
Días 4 y 5: Como ayer no pudimos ver mucho, hoy tenemos un día agitado. Empezamos tomando un café en la tradicional Indian Coffee House, donde pedimos dos café con crema. Lo especial sin dudas era el lugar, porque el café no era nada para destacar.
La calle principal se llama The Mall. Durante el régimen inglés, indios y perros tenían prohibido el acceso a este lugar. Aquí se encuentra también la iglesia católica, donde todavía se siguen dando misas en inglés los domingos por la mañana.
Después visitamos el Templo Khaju, en una subida de 30 minutos. Está dedicado al dios hindú Hanuman, que tiene cara de mono. Por eso no es de extrañar la presencia de los simios en sus alrededores. La ironía es que a pesar de estar visitando este lugar, la gente va con palos para sacárselos de su camino. Supuestamente aquí están las mejores vistas de la ciudad, por ser el punto más alto, pero el panorama está todo cubierto por árboles. Por el camino hay que estar muy alerta de los monos ya que están por todos lados y no son muy amistosos. De camino probamos el famoso bel puri, vendido en varios puestitos callejeros. Consiste en una mezcla de fideos crocantes, arroz inflado, papa, tomate, cebolla y condimentos. Un tentempié al paso.
Luego visitamos el Institute of Indian Advance Studies, el edificio más lindo y llamativo de la ciudad. Está un poco alejado del centro (tardamos una hora caminando y de paso fuimos al Templo Shiv Mandir) pero vale mucho la pena visitarlo. Fue construido como residencia del virrey inglés. No sólo la edificación es bonita, sino que todo el entorno acompaña. Hay que abonar una entrada de 40 INR para ingresar al edificio, pero visitar sus hermosos jardines es gratis.
A la noche el festival está más animado que nunca, así que nos damos una vuelta por acá para escuchar los hits locales... "Shamba, Shamba, Shambasheee!!".
Día 6: Seguimos recorriendo el estado de Himachal Pradesh. El bus hacia Manali sale a las 9:30 (330 INR, 10 horas). El viaje es muy agradable a la vista, pero los primeros kilómetros. son tremendamente curvos y revuelve-estómagos. La mayoría del tiempo transitamos camino de cornisa con precipicios interminables.
Ni bien llegar a Manali ya se ve el caos vacacional... embotellamientos, calles súper pobladas y la terminal de buses llena de comisionistas que por primera vez no nos tienen como objetivo principal, sino que se fijan más en los locales adinerados.
Gracias a un señor que conocimos en Shimla, quien trabajaba como vidente y decía haber tenido como clientes a Richard Gere y Sharon Stone, no tuvimos que preocuparnos por buscar hotel ya que nos hizo una reserva en la guest house de un amigo, quien encima nos fue a buscar a la terminal sin cargo. Un grandísimo alivio ya que sabemos lo difícil que es conseguir alojamiento en esta época, donde no solo hay muchísimos indios sino también mochileros, especialmente en las zonas de Vashisht y Old Manali.
El Hotel Kalpatru está muy bien, ubicado en la zona de Vashisht y con muy buenas vistas de las montañas, además de ajustarse a nuestro presupuesto (300 INR la doble con baño privado).
Vashisht es un pequeño gueto mochilero con panaderías tipo occidental y los típicos negocios que a éstos le gustan, aunque con innecesaria repetición. Cenamos en Tibetian Kitchen, un puestito familiar donde madre e hija hacen la comida a la vista y se pelean, mientras el hijo hace la tarea en una de las cuatro mesas. Las sopas son de las mejores que probamos, y los momos bien grandes, y hechos en el momento con la pastalinda.
Día 7: Apenas termina la sucesión de negocios de Vashisht hay un atajo de 3 km hasta el centro de Manali. Vamos al centro de información turística, pero no es de mucha ayuda. Preguntamos por la posibilidad de ir a Rotang La, uno de los pasos de montaña más alto del mundo, pero está cerrado por mantenimiento, así que otra vez será.
La ciudad de Manali no tiene nada para destacar, así que volvemos para Vashisht. Nuestro hotel queda al lado del Templo Vashisht Mandir, donde dos veces al día (8 am y 8 pm) y por media hora se realiza la puja (rezo), donde las trompetas y tambores suenan a todo volumen. Es un buen espectáculo para ver, aunque el templo es muy chico y se llena rápidamente. Por suerte desde nuestro balcón pudimos ver la ceremonia. En su interior hay muchísimos turistas locales que disfrutan de un baño en las piletas de aguas termales. Hay una para hombres y otra para mujeres. En el exterior hay otra pileta para ambos sexos y canillas (con esta misma agua) donde la gente lava sus platos, ropa, los sadhus (hombres sagrados) se dan una ducha y la cocinera de Tibetian Kitchen junta agua para la cocina. Como ellos, nosotros también disfrutamos remojándonos los pies.
Día 8: Luego de almorzar visitamos una cascada que queda a aproximadamente 40 minutos caminando, a pesar de que nos llegaron a decir que eran dos horas.
Con la lluvia amenazándonos dejamos Vashisht caminando rumbo a la estación de buses de Manali. El ticket a Dharamsala cuesta 275 INR cada uno. Como siempre, el conductor iba a toda velocidad por el camino de montaña, encima de noche, haciendo que lleguemos a destino una hora antes de lo previsto, a las 3:45 de la mañana.
Encontrar alojamiento en Dharamsala fue más difícil de lo que pensábamos, ya que muchos no nos querían aceptar y los que accedían nos querían cobrar el doble porque era muy temprano para hacer el check in.
Finalmente conseguimos en Shiva Guest House por 350 INR una habitación que se cae a pedazos y con una cama muy sucia, pero no vamos a estar casi nada, ya que mañana a las 5 am sale nuestro bus a Amritsar.
Si bien nos alojamos en Dharamsala, nuestra intención es pasar el día visitando McLeod Ganj, sede del gobierno tibetano en exilio y la residencia del 14° Dalai Lama. A las 9:30 sale el bus a este pueblo (10 INR, media hora).
En 1949 China invadió Tíbet. Uno de los principales objetivos de la Revolución Cultural era la supresión de la religión. Se destruyeron muchísimos templos y gran cantidad de tibetanos partieron a pie rumbo a India, cruzando los Himalayas y enfrentándose a las temperaturas heladas de esas alturas. Así fue que este lugar se fue convirtiendo en un pequeño Tibet, aunque hoy el pueblito carismático está cambiando. En esta época hay mucho tránsito en sus angostas calles y está lleno de negocios para el turista.
Para adentrarnos en tema visitamos el Museo de Tíbet (entrada 5 INR por persona) que cuenta la historia de la ocupación China. Éste está ubicado en el Complejo Tsuglagkhang, que también comprende la residencia del Dalai Lama y el Templo Kalachakra. La entrada al complejo es gratuita y en su interior vemos muchísimos monjes y fieles rezando. En este templo se realiza la puja a la 13:30.
Caminamos por las calles de McLeod Ganj y luego tomamos el bus de vuelta a Dharamsala.
Día 10: A las 4:00 ya estábamos despiertos para ir a la terminal de buses a tomar uno a Amritsar (176 INR cada uno, 6 horas).Dejamos la región de Himachal Pradesh para volver al calor.
Al ver las calles de la ciudad de Amritsar nos sentimos nuevamente en India, o al menos en la India que todos conocemos. Después de mucho buscar alojamiento llegamos a una dudosa fábrica de helados donde il capo mafia nos deja una habitación con baño privado en su Smile Guest House por 250 INR. Luego de una limpieza profunda del oloroso baño, la pieza no está tan mal.
En Amritsar se encuentra el famoso Templo Dorado, el más importante para los sijes. En 1880 los sijes se revelaron para convertir esta región en un país independiente. Esto llevó a un enfrentamiento hindú-sij dejando miles de muertos.
A la tarde tomamos un taxi compartido desde las cercanías del Templo Dorado a la frontera con Pakistán (100 INR cada uno, ida y vuelta). Attari es el último pueblo del lado indio, a 25 km de Amritsar. Todos los días al atardecer miembros del ejército indio y pakistaní realizan el cierre de la frontera bajando las banderas.
La relación entre estos dos país siempre fue tensa, por eso este encuentro cara a cara con los vecinos se vive con fervor. Es época vacacional y éste es un atractivo preferido por las familias, que muy orgullosas demuestran y exageran su patriotismo. Es cuestión de mostrarles a los pakistaníes quién hace más ruido y quién es el país dominante. Tanta gente presencia este acto teatralizado que el mini estadio construido para la ocasión queda chico, las banderitas salen como chapatí caliente, las chicas bailan los hits de Bollywood en la calle y corren con banderas hasta el límite de las fronteras, donde una puerta nos separa del mucho menos animado lado pakistaní. Mientras tanto, cruzando el borde, un puñado de personas y mujeres tapadas cada tanto mueven sus banderitas y gritan por su país. Al lado indio se le suman los turistas, y los jóvenes indios se desesperan por una foto con las extranjeras. Si bien en un principio los turistas tenemos asignada una grada diferencial, ante la demanda de espacio, los indios también la ocupan.
Empieza el show con una especie de competencia para ver quién sostiene el grito (para nosotros grito de goooool) por más tiempo. Marchan de a uno o de a dos por la calle levantando las piernas lo más posible, abren las puertas, saludan a su vecino y la pantomima continúa. Los indios se emocionan y alientan a los suyos, aunque en realidad lo mejor está en las tribunas. Es una formalidad devenida en atractivo turístico, que tanto enaltece el sentimiento patriótico de las familias indias que hace que compren todo el merchandising disponible. Como honestamente dijo el conductor que nos trajo hasta aquí "si el Templo Dorado no estuviese tan cerca de la frontera, no vendría tanta gente a presenciar este acto".
De vuelta en Amritsar nos damos una vuelta por el Templo Dorado para visitarlo de noche. Al entrar (gratis) ya se escucha el ruido incesante de las vajillas metálicas. Todos están invitados a comer en el complejo, el cual funciona gracias a las donaciones y ayuda de muchísimos voluntarios. Para entrar, todos deben cubrirse la cabeza y dejar los zapatos en un lugar asignado, donde más voluntarios los guardan. Recibimos los platos, esperamos nuestro turno y nos sentamos en el enorme comedor (guru-ka-langar), donde la comida es servida y rellenada cuando se termina; un clásico thali con el agregado de un riquísimo kheer (arroz con leche y frutas secas). En quince minutos comemos, nos retan por no recibir el chapati con las dos manos y le dejamos el lugar a los cientos que esperan su turno. Vale la pena venir aunque sea solamente para conocer la cocina, ver cómo trabajan y probar el producto terminado. Un espectáculo increíble que alimenta entre 60 mil y 80 mil personas por día.
En el templo no solamente se sirve comida gratuita, sino que también, quien quiera quedarse a dormir tendrá una cama en un dormitorio sin ningún costo.
Después de comer vemos el brillo del templo en la noche reflejado en la pileta que lo rodea. Esta pileta se llama Amrit Sarovar (pileta de néctar), y es de donde deriva el nombre de la ciudad. Es de mucha importancia para los sijes venir a darse un baño en esta pileta. Hay lugares cerrados también para que las mujeres puedan hacer su inmersión sin las miradas babosas de los hombres indios. En los alrededores, los estudiosos del libro sagrado leen sus párrafos en pequeñas habitaciones vidriadas, mientras la gente pasa y hace sus reverencias.
Pasada la medianoche la cocina seguía trabajando sin descanso. Nosotros le dedicaremos otra visita mañana.
Día 11: Encantados con el comedor comunitario, vamos al Templo Dorado para el almuerzo. Luego hacemos una fila de media hora junto a muchísimos fieles para ingresar al templo dorado en sí, donde se encuentra la copia original del libro sagrado (guru granth sahib). Se dice que en su cúpula hay 750 kg de oro y representa una flor de loto invertida, símbolo de vida pura. No pudimos comprobar si el oro es tanto como dicen, pero de lo que no tenemos dudas es que su brillo es alucinante. Una vez en su interior es sólo una pasada rápida donde podemos ver a una orquesta que canta partes del libro sagrado, la cual se repite por altoparlantes en todo el complejo.
Desde una estación ubicada fuera de templo salen los buses gratuitos que nos llevarán a la estación de trenes. No fue nada fácil subirse al bus, ya que se produce una gran avalancha cada vez que éste llega, empujándose y golpeándose entre todos por un lugar. En 20 minutos llegamos a destino para tomar el último tren de nuestro viaje por India.
Día 12: Llegamos a la estación Nizatoudin de Delhi de madrugada, y tras esperar unas horas a que amanezca, tomamos un colectivo (5 INR) hasta la estación de metro más cercana, ubicada a 3 km. Por supuesto, nos volvimos a alojar en la Ashoka Guest House (200 INR la habitación doble).
El calor se siente más que otras veces, pero hay muchos lugares que queremos visitar en la capital. Empezamos tomando un metro hasta la estación Akshardam (15 INR cada uno), dónde se encuentra el templo hindú más grande del mundo, de mismo nombre. Al salir de la estación varios tuk - tuks intentaran llevarnos, pero la distancia es fácilmente caminable.
La entrada al complejo Akshardam es gratuita, sólo hay que pagar si queremos presenciar algunas exhibiciones. Primero hacemos una larga cola para dejar los bolsos en la consigna, lo cual es obligatorio ya que solo se puede ingresar con agua y plata (si, lamentablemente las cámaras de fotos están prohibidas). Luego hay que hacer otra cola para ser revisados.
Al entrar nos encontramos con algo más parecido a un parque temático que a un recinto religioso, pero el mandir (templo principal) es grandioso. Tiene un estilo parecido a los templos de Ranakpur, con la diferencia de haber sido construido en 2005, lo que le saca un poco de encanto. Los detalles de su interior son increíbles y todo alrededor está decorado con figuras de elefantes en distintas actividades, rindiéndole homenaje a este animal tan importante para la cultura india.
El gran complejo se completa con un patio donde se emplazan esculturas de las personalidades más importantes de la historia del país, patio de comidas, un gran negocio de souvenires (con artículos que solo a los locales pueden gustarles) y otros edificios para los distintos shows.
Al volver a la estación de metro podemos sacar desde aquí la única foto del templo Akshardam. Aunque se vea a lo lejos es eso o nada. Para la cena decidimos ver de qué se trata Old Delhi, donde nuestro leitmotiv es probar los dulces de Ghantewala, la sweet shop más popular de Delhi que viene endulzando la ciudad desde 1790.
En Old Delhi nos recibe el caos humano total. En poco tiempo vemos la otra cara de Delhi, la que no nos muestran los folletos turísticos, la que hizo que los ingleses movieran la capital por no encontrarle arreglo.
En un frenesí que no nos daba ni tiempo para elegir donde cenar, llegamos a la famosa Ghantewala. De afuera no dice mucho... adentro menos. En su vacío interior los mostradores ofrecen lo que parece no venden desde hace varios días. Una gran desilusión, sin dudas no es el elegido popular.
En la otra acera, en cambio, Halaveli's no deja bandeja con gulab jamun sin vender, a pesar de sus precios exclusivos. El local es muy grande, con muchísima variedad y un restaurante en la planta alta que viendo los precios de los dulces ni gastamos energías en subir.
Al preguntar por restaurantes del pueblo, nos mandan a un angosto pasillo donde los locales se relamen en puestitos que datan del 1800 y tanto. Apabullados por el alboroto de la ciudad antigua volvimos a las bases. Concluimos en lo que en nuestra experiencia es la sweet shop de India: Bikaner. Nos vamos a dormir con la agradable cuota dulce de unas suaves ras malai.
Día 13: Último día en India. Después de casi dos meses en este país de extremos, necesitamos un cambio. Pero siendo el último día no queríamos dejar de conocer algunos lugares que consideramos imperdibles.
Para comenzar tomamos el metro hasta la estación Qitub Minar (20 INR cada uno), para visitar el complejo Qitub Minar, Patrimonio de la Humanidad. Acá esperan taxis compartidos para llevarnos a la entrada del complejo. Por el trayecto nos cobran 10 INR a cada uno.
Qitub Minar recibe muchos visitantes, ya que aparte del famoso minarete cuenta con mezquitas y restos de otras construcciones relevantes. El minarete se comenzó a construir en 1193, inmediatamente después de la derrota de último reino hindú. Tiene 73 m. de alto y cuenta con 5 pisos, cada uno marcado por un balcón. En 1803 un terremoto destruyó la cúpula, la cual fue reconstruida, pero se volvió a sacar con el tiempo. Junto al minarete se encuentra la mezquita Quwwat-ul-Islam, que fue la primera del país (se construyó en el mismo año que el Qitub Minar). Otra de las construcciones a destacar es el Plai Minar, un minarete que se suponía que iba a ser el doble del tamaño que el Qitub, pero al morir el arquitecto que lo estaba construyendo ninguno continuó su trabajo.
Tras estudiar en Londres trabajó en Sudáfrica, donde comenzó campañas en contra de la discriminación racial que veía en este país. Esta misma discriminación que veía por parte del imperio británico también estaba sucediendo en India.
En 1915 retorna a India con la idea iniciar un cambio difundiendo la doctrina de no violencia. Al llegar comienza a viajar por su país para poder ver la realidad.
Organizó varios movimientos de rebeldía y huelgas de hambre contra el imperio británico en los cuales lo más importante era provocar pero no atacar. Se dice que el apodo de Mahatma (alma grande) se le fue otorgado tras defender a los granjeros de Bihar de la explotación a la que eran sometidos.
A causa de estos movimientos fue encarcelado en varias oportunidades. La marcha que más llamó la atención mundial se realiza en 1930 cuando junto a sus seguidores recorrieron 300 km hasta el Océano Índico para evaporar agua y obtener sal, desafiando así los impuestos que el imperio británico le ponía a este producto. A ésta se la conoció como la marcha de la sal, por la cual también sería encarcelado. Formó parte del congreso nacional y se ganó la admiración de muchos británicos, pero dejaría la política en 1934 al no obtener los resultados esperados. Volvería en 1942 con una espectacular campaña que obligaba al imperio a dejar India inmediatamente.
El país logra la independencia en 1947, pero Gandhi no se siente satisfecho ya que los musulmanes deciden formar su propia nación (hoy dividida en Pakistán y Bangladesh) ya que sentían que este movimiento no los representaba.
El 30 de Enero de 1948 fue asesinado en Nueva Delhi por tres disparos en el pecho provenientes de un radical hindú que se encontraba entre la multitud que aguardaba sus palabras.
Otro de los lugares que creemos es imperdible en una visita a Delhi es el Gandhi Smriti (entrada gratuita). Aquí es donde Mohandas Karamchand Gandhi, o más conocido como Mahatma, pasó los últimos 144 días de su vida hasta ser asesinado el 30 de Enero de 1948, cuando se dirigía a una oración general. El lugar donde ocurrió este hecho se llama Columna de los Mártires, y todo el camino que nos lleva hacia ella está marcado por huellas de cemento que representan los últimos pasos que dio el Padre de la Patria. Por el camino hay carteles con frases célebres de su autoría.
En la planta baja del museo se puede visitar su habitación, donde se exhiben sus objetos de uso cotidiano, como su bastón, sandalias, y obviamente sus clásicos anteojos.
También se puede ver un corto animado de 3 minutos que representa la escena final de su vida. En el primer piso el museo se vuelve muy raro, con salas muy creativas donde la tecnología y el delirio se unen, pero siempre siguiendo con la temática de contarnos la apasionante historia de la vida de Mahatma. Es una exposición multimedia donde se pueden encontrar cosas como recortes de diario digitales que al tocarlos nos muestran qué reacción tendrían los ojos de Mahatma al leerlo, o Radio Gandhi, donde se pueden escuchar algunos de sus discursos.
Al salir del museo tomamos un tuk tuk para ver el hermoso monumento Gyara Burti, en el cual Ghandi lidera una caminata seguida por el pueblo.
Volvemos a Pahar Ganj a buscar las mochilas que habíamos dejado en la guest house. Cruzamos por última vez la caótica y alborotada estación de trenes para ir a tomar el metro que nos llevará al aeropuerto (80 INR por persona y tarda solamente 20 minutos en llegar).
Desde el aeropuerto internacional Indira Gandhi tomamos un vuelo de la compañía Air India con destino a Hong Kong. Nuestro Grand Tour por Asia sigue su rumbo...