Sri Lanka es el primer paso que damos en este viaje que hemos denominado Gran tour asiático, que nos llevará de Sur a Norte del continente, pasando por una gran diversidad cultural, culinaria, climática y geográfica.
Es difícil hablar de Sri Lanka sin compararlo con su gigante vecino... rostros similares, caos urbano, y comida picante por igual. En primera instancia nos parece como si estuviésemos en India, pero de a poco vamos descubriendo su identidad. Este pequeño país, fácil de recorrer y con atractivos a mano, nos muestra que hay mucho más por descubrir que sus famosas playas.
Nota: Este relato de viaje es la primera parte de una serie de relatos que describen el largo periplo de sus autores por el continente asiático.
El siguiente de esta serie cronológica es el Diario de viaje a la India. Gran Tour asiático (II).
Del 14 al 29 de Marzo de 2011.
La moneda oficial en Sri Lanka es la Rupia (LKR). El cambio en las fechas de este viaje era de 1 USD = 108 Rupias.
+ 434 USD (vuelo Melbourne - Kuala Lumpur - Colombo)
+ 166 USD (vuelo Colombo - Mumbai)
+ 215 USD (Comida, alojamiento, transporte, etc)
= 818 USD (gasto total del viaje por persona)
Para ciudadanos argentinos es necesario sacar el visado con antelación en cualquier consulado de Sri Lanka. Los ciudadanos de la Comunidad Europea, en cambio, pueden sacar el visado en el aeropuerto de Colombo sin costo alguno. En ambos casos es por 30 días y el pasaporte debe estar vigente hasta mínimo seis meses desde la fecha de ingreso al país.
Es muy fácil moverse por el país en transporte público, ya que todos hablan aunque sea un poco de inglés y la mayoría de los autobuses tienen los carteles en inglés, tamil y cingalés, lo que lo facilita mucho. Aunque las distancias sean cortas, el transporte por Sri Lanka es muy lento.
Los autobuses cubren todo el país llegando a cualquier lugar que se nos ocurra, además son muy frecuentes. Al no ser servicios directos, van parando por todo el camino. En la mayoría de los que nos tocaron los conductores estaban muy apurados por llegar a destino.
Los trenes son un poco más limitados en cuanto a cobertura, pero llegan a algunos lugares turísticos de la isla, de los cuales se destaca el tramo desde Nuwara Eliya hasta Ella por los paisajes que recorre. En los trenes hay tres tipos de clases. Nunca viajamos en primera, pero la segunda y tercera están muy bien. La diferencia entre ellas es que en 3ª no hay asientos asignados y si va lleno nos tocará viajar parados (de pie), pero si conseguimos sentarnos no hay grandes cambios en cuanto a comodidad. La segunda clase sale el doble de precio que la tercera, pero igual sigue siendo muy económica.
La mayoría de los turistas que vimos viajaban en un tour grupal o con un auto alquilado y su respectivo chofer. Creemos que no vale la pena, ya que así se pierden muchas de las experiencias que viajar en transporte público ofrece.
La única vacuna que es requerida para ingresar a Sri Lanka es la de la fiebre amarilla si se estuvo en Sudamérica o Sudáfrica en los últimos 6 días. Entre las vacunas recomendadas están la de la Hepatitis A y B, y la fiebre tifoidea. También es importante tomar siempre agua embotellada.
Sri Lanka es un país bastante seguro. No tuvimos ningún problema ni escuchamos de nadie que lo haya tenido. Solamente ser un poco más precavidos por la noche, especialmente en las ciudades. La gente es muy amable y simpática, salvo casos aislados de jóvenes que cuando están en grupo se ponen un poco molestos con las mujeres.
Por muchos años el país estuvo envuelto en una guerra civil que parecía de nunca acabar. Aparentemente las luchas armadas han llegado a su fin y gracias a esto el turismo resurge con gran fuerza.
Sin duda la comida no es uno de los mejores recuerdos que nos llevamos de Sri Lanka. Para el almuerzo la oferta varía entre arroz, con sus distintas selecciones de currys, o los conocidos como short eats que son masas de distintas formas rellenas de huevo, vegetales, pescado o alguna otra cosa, pero todas con un sabor muy parecido.
Para la cena el plato clásico es el kottu. Esta especialidad, que comimos hasta el hartazgo, es básicamente masa de roti (panqueque) cortada y salteada con vegetales, y la selección de carne que deseemos. El ruido de su preparación nos acompañará durante todas las noches.
Algunas otras comidas para probar incluyen:
• Hoppers o Appam: panqueques con forma de bowl que puede pedirse solo o con huevo.
• Watalapam: budín dulce y húmedo. Muy rico!. Tal vez lo mejor de la comida esrilanquesa, pero no muy fácil de conseguir.
• Curd con miel de Kitul: yogurt de leche de búfalo con miel de palmera Kitul. El yogurt es agrio, pero la rica miel salva al postre.
• Faluda: bebida dulce con helado.
• Dodol: dulce de consistencia y apariencia similar al dulce de membrillo, pero muy lejano en sabor.
• Wood Apple: fruta con cáscara de madera. Muy común en jugos. Sola no es para nada rica.
En general Sri Lanka es un país muy seguro para las mujeres viajeras, pero hay que evitar vestirse con polleras cortas o shorts. El único lugar que sentimos que no era seguro para una mujer sola fue en Adam's Peak, haciendo la peregrinación, ya que al ser Poya Day había muchísima gente, en especial grupos de jóvenes que se pusieron bastante pesados. Fuera de eso, ningún problema.
Al ser una pareja, en trenes y autobuses no tuvimos ningún problema, pero creemos que de lo contrario podrían darse situaciones incómodas para una mujer, pero no van a ser las miradas desesperadas de los hombres que se siente en India, por ejemplo.
Sri Lanka. Ed. Lonely Planet, edición 2009, en inglés. Fue muy útil salvo algunos mapas, entre los cuales el que más problemas nos causó fue el de Negombo, que parecía de otra ciudad.
Desde Melbourne (Australia) tomamos un vuelo de la compañía Air Asia hasta Kuala Lumpur (Malasia), donde hicimos escala antes de seguir hasta Colombo, la capital de Sri Lanka.
Llegamos a la mañana al aeropuerto internacional de Colombo y de ahí tomamos el bus gratuito que nos lleva hasta la parada de los buses que van hacia la ciudad. El bus 187 es el que va hasta Colombo Fort (estación de trenes principal). El trayecto dura media hora y sale por 100 LKR.
Dejamos el equipaje en la consigna de la estación (56 LKR por las dos mochilas), ya que nuestra intención es tomarnos un tren a la tarde que nos lleve a Anuradhapura, así que tenemos todo el día para recorrer la ciudad sin rumbo. Colombo es un caos total. Mucho ruido, smog, y muchísima gente.
Para tener un primer encuentro con la gastronomía esrilanquesa, paramos en uno de los tantos restaurantes locales que sirven los llamados short eats, nada especial, pero serán los tentempiés que nos acompañaran (más por escasez de variedad que por gusto).
Caminando por Colombo encontramos la Torre del Reloj y los distintos mercados: de joyas, ropa, condimentos, fruta, verdura, etc. Al ritmo de los bocinazos nos topamos con la mezquita Jami-Ul-Alfar, muy fácil de identificar por sus colores rojo y blanco, que data de 1909, aunque está siendo remodelada. En las cercanías también hay varios templos hindúes, conocidos como kodil.
A las 4.20 de la tarde volvemos a la estación Colombo Fort y tomamos el tren rumbo a Anuradhapura. Tarda cinco horas, lo que para Sri Lanka es un largo tramo, y cuesta 380 LKR cada uno en segunda clase.
Un hombre que supuestamente trabaja en el tren nos lleva hasta nuestros asientos y nos ayuda con las mochilas, demasiado simpático... tenía un por qué. Nos muestra una credencial de sordomudo y una lista de turistas que habían donado plata, nos da una lapicera para poner nuestros nombres y la suma a donar. Como sólo pusimos los nombres, pero nada de plata, se fue muy enojado.
El trayecto no tuvo paisajes muy espectaculares que digamos. Lo que se llevó nuestra atención fueron los golpes de una chapa que hacía de puente entre vagones y el movimiento entre éstos. Sentimos que descarrilábamos en cualquier momento. La escena se completó con la lluvia, cortes de luz (oscuro total) y paradas repentinas por ajustes técnicos.
Anuradhapura es la última estación de este recorrido en tren. Al llegar a ella, agotados, no teníamos muchas intenciones de caminar las calles de la ciudad en busca de alojamiento, así que tomamos un tuk tuk hasta Walkers Inn Guest House que nos cuesta 100 LKR. La habitación doble con baño privado 1000 LKR. El lugar no es precisamente para recomendar, pero como era de noche y después de tanto viaje, sólo queríamos una cama y una ducha.
Para recorrer las ruinas de la ciudad antigua de Anuradhapura alquilamos bicicletas en la Guest House (250 LKR cada una). Antes de tomar el camino que nos lleve a éstas, pasamos por una panadería para comprar unas masas para desayunar.
El trayecto no es muy largo, rápidamente nos encontramos con el museo arqueológico, donde compramos el Round Ticket (USD 50 cada uno) que nos da acceso a los sitios arqueológicos de Anuradhapura, Sigiriya, Polonnaruwa y a los museos de Kandy y Dambulla. La entrada individual a cada uno de estos sitios (excluyendo los museos) es de USD 25, así que ya si se quiere visitar al menos dos de ellos, conviene comprar el ticket completo.
A pesar del costo de la entrada parece que los números no cierran como para imprimir unos mapas, por lo que tuvimos que guiarnos con el de la Lonely Planet que no estaba muy completo y siguiendo los carteles.
En la ciudad antigua de Anuradhapura se encuentran los restos de la ciudad más antigua de Sri Lanka. Fue la capital del país por más de mil años. El complejo fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982.
Después el visitar el museo fuimos a ver el Sri Maha Bodi, árbol sagrado para el budismo, ya que bajo uno de esta especie llegó a la iluminación Siddartha Gautama, es decir, Buda. Según dicen este ejemplar es particularmente importante ya que nace de un bulbo del Bodi original traído desde India. Es adorado de forma ininterrumpida desde hace más de 2.000 años. Nos sorprende la cantidad de turistas que encontramos.
La mayoría de las ruinas están muy deterioradas, pero el conjunto en general es disfrutable, muy verde y con gran cantidad de animales. Las ruinas más destacadas son la Dagoba Jetavanarama, construcción de ladrillo de enormes dimensiones, que cuando fue construida era la más alta del mundo, después de las pirámides de Egipto, y la Dagoba Ruvanvelisaya, otra gran construcción de color blanco rodeada en su base por figuras de elefantes.
Al no tener mapa y guiarnos por los carteles, que muchos no indicaban las distancias, hicimos un trayecto mucho más largo de lo que imaginábamos hasta el Puente de Piedra. Las ruinas de éste, que dan a un pequeño lago, no tienen mucho interés, pero la bicicleteada por esta zona estuvo muy entretenida. Un local nos acompañó en su moto para mostrarnos el puente cuando ya estábamos por renunciar a la búsqueda.
En cada uno de los templos hay que sacarse los zapatos y la gorra para ingresar. En algunos hay cuidadores que te cobran para dejarlos. La ciudad antigua no es un complejo arqueológico cerrado, sino que vive gente. Hay negocios, correo, hospital, escuela, hasta salón de belleza.
A la noche cenamos en el restaurante Chandy, donde probamos por primera vez el famoso kottu que nos acompañaría todas las noches. Comemos acompañados por el ruido incesante de la preparación de este plato, las paletas contra la sartén no paran de sonar. Dos porciones enormes, con agua de litro y jugo de lima, 570 LKR.
A la mañana tomamos el bus a Dambulla desde la terminal vieja de Anuradhapura (140 LKR). Nos bajamos un poco antes de llegar a la terminal de buses de Dambulla y tomamos otro hasta Sigiriya (25 LKR).
El pueblo de Sigiriya sólo cuenta con 1.000 habitantes y es una calle con hoteles y algunos negocios. El motivo principal por el cual visitar este lugar es para conocer la famosa roca del león, seguramente el atractivo más reconocible del país. Esta roca se formó con el magma de un antiguo volcán y fue tallada con forma de león en el s. V para representar que las palabras de Buda eran tan poderosas como el rugido de un león.
Caminamos hasta encontrar el mejor precio de alojamiento: 1.000 LKR por una doble con baño privado en Lakmiri Lodge, aunque para llegar a este precio hubo que regatear bastante. Lo mejor de este lugar, una casa del árbol con una vista inmejorable a la roca. Se encuentra en un desvío de la calle principal, 50 m. para adentro, siguiendo el cartel que indica su nombre.
Emprendemos el camino hacia la roca del león, pero vemos pasar varios grupos de turistas, camionetas, autos, hasta buses... no pensamos que iba a venir tanta gente. Hacía mucho calor y la roca iba a estar invadida por todos los turistas que nos acababan de pasar. Preferimos esperar y volver más tarde.
En el segundo intento ya había mucha menos gente. Para ingresar utilizamos la entrada del round ticket que habíamos comprado en Anuradhapura. La subida a la roca fue menos grave de lo que pensábamos. Para mantenernos motivados, a mitad de camino nos encontramos con unos frescos fantásticos en un estado de preservación admirable. Éstos representan ninfas celestiales, pero no se sabe muy bien de qué fecha datan.
Pasando estos frescos observamos la mirror wall, la cual nos deja algunas dudas, parece una construcción bastante nueva, aunque se supone que sus grafitis más antiguos datan del s. VI. Como bien dice la Lonely Planet, "vas a tener que mirar muy profundo detrás del lío moderno para encontrar las escrituras antiguas".
Al finalizar la pared nos encontramos con una terraza donde quedan los únicos restos identificables del antiguo león: sus grandes garras. Pasamos por medio de éstas para seguir subiendo hasta la cima, donde según los carteles se encuentran los restos del palacio del rey Kassapa, aunque otras versiones dicen que nunca hubo un palacio sino que lo que se encontraba aquí era un templo budista para meditación. Si acá hubo un palacio, un templo o un almacén no lo sabemos, pero lo que sí comprobamos es que las vistas desde lo más alto son increíbles. Una frondosa vegetación de verde intenso cubre todo el paisaje.
Desde Sigiriya nos tomamos un bus a Dambulla (25 LKR), aunque cuando fuimos a la parada los tuk-tuk nos quisieron convencer de que no había buses por ser día de elecciones. Se hizo esperar, pero el bus vino para alegría nuestra y desilusión de otros. Desde Dambulla nos tomamos otro bus a Polonnaruwa (75 LKR).
En Polonnaruwa nos alojamos en Thisal Guest House (800 LKR la habitación doble con baño). Aquí también alquilamos las bicicletas (300 LKR cada una).
Para llegar a la ciudad antigua de Polonnaruwa pedaleamos unos 15 minutos por la ruta. La entrada al complejo también está incluida en el round ticket.
Polonnaruwa fue la capital del país luego de la caída de Anuradhapura. El complejo es más chico que el de ésta última, lo que lo hace más fácil para recorrer, además está mejor conservado. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad.
Lo que más se destaca son el Sacred Guandangli, donde se encuentra el Vatadage, una estructura del tipo mini coliseo budista y el Gal Vihara, que es un conjunto de cuatro estatuas de Buda talladas en piedra y se encuentran en perfecto estado de conservación. Se destaca una de 7 metros de alto y otra de 14 m. de largo.
Al salir del complejo principal fuimos al museo y a las pequeñas ruinas cercanas a éste.
Seguimos por la costanera viendo el atardecer, a los pescadores y a mucha gente bañándose, hasta llegar a unas ruinas que están más al sur, donde se encuentra una estatua de 4 metros de alto que representa un rey con algo entre sus manos, que se presta para muchas interpretaciones. La nuestra es que claramente está sosteniendo una tira de asado.
Salimos temprano desde Polonnaruwa a tomar el bus rumbo a Kandy. El trayecto dura 3 horas y sale 133 LKR por persona. El conductor, como muchos de los que nos tocaron, iba escuchando música a todo volumen, y lo que más nos llamó la atención fue que en la parte delantera del bus había imágenes de Buda que se encendían con cada frenada, una forma muy kitsch de protegernos de posibles desgracias.
Cuando llegamos a Kandy nos costó encontrar una Guest House, caminamos y caminamos pero sin suerte, el calor nos estaba venciendo, por lo que aceptamos la compañía de un comisionista para encontrar una barata. Nos llevó a The Lake Round Guest House, donde la habitación doble no era linda (para nada linda) pero salía solamente por 900 LKR. Dejamos las cosas y nos fuimos a almorzar unos short eats antes de ir al centro de información turística.
La ciudad de Kandy es la segunda más grande del país y es famosa por el Templo del Diente, que dice alojar la reliquia más importante para el mundo budista: un diente de Buda. La entrada sale por 1.000 LKR, muy cara comparada con los costos del país, pero al menos incluye un mini-cd (que nunca vimos) con información del templo y audioguía, la cual se puede elegir en español.
Para ingresar es necesario llevar pantalón largo y los hombros tapados, tanto los hombres como las mujeres. A las 5:30, 9:30 y 18:30 se abre el lugar donde está el supuesto diente, aunque lo único que se ve es la dagoba dorada que lo cubre. La ceremonia empieza con el sonido de unos tambores hasta que abren la puerta y después de hacer una larga fila podemos ver el cofre por unos segundos. Había muchísima gente llevando ofrendas de flores.
Es auspicioso para los budistas de Sri Lanka peregrinar al menos una vez en la vida a este templo. También hay un pequeño museo con imágenes de las idas y venidas del diente.
Agotados nos vamos a dormir, veremos lo que nos queda de la ciudad por la mañana.
Al día siguiente, temprano, salimos a dar una vuelta por la ciudad antes de irnos. Caminamos a orillas del famoso lago artificial, símbolo de la ciudad, y seguimos hacia el Museo Nacional que está incluido en el ticket del triángulo cultural, pero estaba cerrado. Aparentemente los sábados no abre. Sin saberlo estamos camino al cementerio británico Harrison, por la misma calle del museo subiendo la colina unos metros. No esperábamos encontrarnos con el Pierre Lachaise (ni con el Cementerio de Recoleta), pero la verdad que no tenía nada para destacar.
Algo que nos llamó mucho la atención en Sri Lanka es que los negocios abren pasadas las 10 de la mañana. Fuimos a buscar algunos souvenirs para mandar a casa, pero a pesar de que es una ciudad turística, es una tarea complicada ya que hay muy pocos y de muy mala calidad, ni siquiera la camiseta de la selección de cricket es linda, así que mejor lo dejamos para otro momento.
Vamos a la terminal de buses donde tomamos uno con destino Hatton (75 LKR cada uno, 3 hs y media). El paisaje que se ve en el recorrido es muy lindo, es todo camino de montaña que pasa por varias plantaciones de té, pero la locura del chofer no nos permitió disfrutarlo. Llegamos a la terminal de buses de Hatton y desde allí otro bus nos llevó gratis a la terminal de trenes, que es desde donde salen los buses a Delhousie, el pueblo donde se hace base para ir a Adam's Peak.
Es solamente la segunda vez que coincidimos con otros turistas en transporte público. Como dijimos antes, la mayoría viene con su chofer. El trayecto desde Hatton a Delhousie cuesta 55 LKR cada uno y lo hacemos en dos horas.
Ya en Delhousie, y a pesar de que pensamos que el alojamiento iba a estar más caro por hecho de encontrarnos en plena época de peregrinaje al Adam's Peak, conseguimos lo más barato hasta el momento. Una doble con baño compartido en la White Guest House sale por 500 LKR. Ahí mismo hay un restaurante donde se puede comer muy rico y barato. Dormimos una siesta, ya que el ascenso se realiza durante la noche, para llegar a la cima de madrugada y poder ver el amanecer.
El Adam's Peak es el monte más venerado del país, de estatus sagrado para el budismo, cristianismo e hinduísmo. La época de peregrinaje es de Diciembre a Mayo, pero durante los días de luna llena son miles los fieles que hacen la caminata. Durante estos meses el camino está iluminado, el resto del año no habrá luces que iluminen el camino, pero el ascenso se puede hacer de todos modos contando con el equipaje apropiado.
Hoy es día de luna llena, o, como lo llaman acá, Poya Day. Muchísima gente está lista para hacer la peregrinación hasta la cima (2.243 metros de altura), donde un templo nos espera. Por la calle se siente un ambiente festivo.
A las 00.00 ya estábamos listos para empezar a subir los 5.000 escalones que nos separan de la cima. Nos llamó la atención que casi nadie estaba subiendo todavía, y cuando pasamos el portal de entrada el guardia nos pregunta: "¿Por qué suben tan temprano?"... Entonces decidimos frenar a tomar un té en una de los tantos puestos que hay por el camino.
La primera mitad del camino a la cima fue bastante fácil, íbamos ascendiendo gradualmente y no había tanta gente, pero la segunda mitad se complicó por dos cosas: había empezado a subir muchísima gente que había dormido en unos refugios que están por el camino, y además se hacía cada vez más empinado. Después de muchos empujones, gente queriéndose colar y una molesta llovizna, llegamos a la cima justo al amanecer. En el templo de la cima había muchísima gente amontonada, así que al ratito comenzamos el descenso.
No es necesario llevar provisiones durante el Poya Day, ya que en el camino hay varios puestos. El camino no es muy recomendable para una mujer sola, ya que van muchos grupos de jóvenes que se ponen bastante molestos durante el ascenso.
Los padres llevan a sus hijos chicos y éstos lo sufren. Se ven muchos nenes llorando de cansancio. Es importante llevar abrigo porque cuando se llega a la cima hace un poco de frío.
El descenso lo hacemos a toda velocidad, todavía queda mucha gente en el camino esperando para poder llegar a la cima. Llegamos a la Guest House alrededor de las 10 de la mañana, con las piernas temblando. Nos dimos una ducha y nos tomamos el bus de vuelta a Hatton, para tomar otro a Nuwara Eliya desde allí. El trayecto duró 3 horas y costó 100 LKR cada uno.
En Nuwara Eliya nos alojamos en Hill View Bungalow, donde la doble con baño compartido sale por 800 LKR. Está lloviendo y además estamos muy cansados ya que la noche anterior casi ni dormimos por hacer el ascenso al Adam's Peak, así que hoy nos dedicamos a descansar.
De todos los lugares que conocimos en el país, sin dudas Nuwara Eliya es el más agradable para vivir. Menos caótica que las otras ciudades, menos contaminada, algo más ordenada, con un clima más fresco por encontrarse a 1.200 metros sobre el nivel del mar y rodeada por un hermoso paisaje de colinas y plantaciones de té. Es conocida como la Pequeña Inglaterra, ya que todavía quedan edificios de la época colonial.
Si hay algo que caracteriza a Sri Lanka en el mundo es su famoso té, el cual se produce principalmente en la zona conocida como Hill Country, que es la zona alta ubicada en el centro del país.
La única plantación que teníamos en mente era Pedro's Tea State, pero al estar en la Lonely Planet supusimos que iba a haber muchos turistas y encima cobran entrada. En la Guest House nos recomiendan ir a Mackwoods Labookellie Estate, donde no cobran entrada, dan degustación gratis y es mucho más barato para comprar té.
Para llegar a destino tomamos un minibús a Labookallie que cuesta 23 LKR cada uno por un trayecto de 16 km aproximadamente. Nos bajamos frente a la casa de té.
Al llegar a ella nos hacen un recorrido por la fábrica, explicándonos el proceso que le hacen a la hoja hasta llegar al paquete. Resulta que las marcas grandes como Lipton o Dilmah compran el té en estas plantaciones y le ponen su nombre para venderlo. Pasada la visita guiada viene lo bueno: la degustación. Después de probarlo nos convencimos a comprar el mejor souvenir que se puede encontrar en Sri Lanka, este delicioso té, además es muy barato.
Al día siguiente, en el poco tiempo que la lluvia nos dejó salir a caminar, pudimos visitar los bonitos edificios de arquitectura inglesa del centro de la ciudad de Nuwara, entre los que se destacan la oficina de correos y el banco nacional. El Hill Country se caracteriza por sus lluvias, y los días que estuvimos no fueron la excepción.
Para irnos de aquí tomamos el bus a Nanu Oya (a 9 km del centro de Nuwara Eliya), de donde sale el tren a Ella. Con casi una hora de demora tomamos el tren (tercera clase, 60 LKR cada uno). El paisaje que se ve desde la ventanilla es hermoso y no se puede observar si se va en bus, ya que las vías del tren van por la montaña. Es muy recomendable sentarse del lado de la ventanilla, aunque no fue nuestro caso, así que tuvimos que acercarnos a la puerta para poder observarlo mejor.
Un poco antes de llegar a Ella, en Haputale, la mayoría de la gente se baja y podemos sentarnos más cómodos. Como durante toda nuestra estadía en el Hill Country durante la mañana hay un sol radiante y a la tarde todo se nubla hasta que empieza a llover hasta la noche. La niebla opaca un poco las vistas, pero igualmente fue un gran paseo.
En Ella encontramos una habitación doble con baño y agua caliente por 800 LKR. El lugar no tiene ninguna indicación para ubicarlo, está en un desvío de la calle principal siguiendo el cartel de Lizzie Guest House. A unos 50 m. por este camino de tierra encontramos una casa amarilla de mano derecha. En realidad es una casa familiar que alquila habitaciones a turistas, pero está muy bien.
Salimos a caminar por Ella y una neblina terrible no nos deja ver ni a diez metros de distancia. Esto nos hace recordar que todavía seguimos en el Hill Country. Caminamos el pueblo de punta a punta buscando el lugar menos turístico para cenar. Fue una tarea difícil, pero llegamos al más local de todos, aunque obviamente con precios adaptados a turistas, pero no tan exagerados.
El pueblito de Ella tiene una distribución muy parecida a la de Sigiriya. Negocios agrupados uno al lado del otro sobre una calle principal, muy pequeño, pero en el cual todos viven gracias al turismo. La diferencia es que éste está aún más armado para el turismo, con varios restaurantes donde no se ven locales, y todos ellos con menú en inglés. Lo peor de todo esto es que los precios de la comida son los más caros hasta el momento, cobrando 150 LKR por un té que tiene un precio normal de 25 o 30 LKR. Por suerte el alojamiento no sigue la relación de la comida.
Nos levantamos temprano para aprovechar el sol de la mañana. Empezamos visitando el mercado de frutas y verduras y después seguimos camino hacia Ella Gap, que es el espacio que queda entre las montañas formando un hermoso paisaje que nos permite observar todo el valle.
Seguimos las indicaciones de la Lonely Planet para ir al Little Adam's Peak, pero no son del todo correctas. Por suerte había gente en el camino que nos indicó como llegar. Tardamos una hora en llegar hasta la cima desde nuestra Guest House. Por el camino pasamos por una plantación de té con muy buenas vistas y desde arriba se puede observar una cascada y una fábrica de té, además de una espectacular vista a Ella Gap y a Ella Rock.
Bajamos y fuimos a almorzar a un puestito local en la calle principal. Descansamos un poco y partimos hacia el Templo Dowa que queda a 6 km de Ella. Para llegar nos tomamos un bus en dirección a Bandarawela y bajamos en la puerta del templo. Como en todo templo, hay que sacarse los zapatos para ingresar. Lo que llama la atención del lugar es la imagen de Buda de 4 metros de alto que está tallada en una roca en los alrededores del templo. Para ingresar al templo en sí hay que pagar 100 LKR, pero no vale la pena, ya que lo mejor está afuera.
Después de desayunar fuimos a la calle principal de Ella a esperar el bus que nos llevara a Matara, en el sur del país. El viaje salió por 260 LKR cada uno y duró 5 hs. Una vez llegados a Matara tomamos otro bus con dirección a Mirissa, que tarda 20 minutos solamente, y cuesta 20 LKR cada uno.
El sur de Sri Lanka se caracteriza por sus playas. Unawatuna y Hikkaduwa son las más turísticas, por lo que optamos por Mirissa, que ofrece excelentes playas con menos gente alrededor.
En Mirissa nos alojamos en Ayodya Guest House, justo frente a la playa, donde la doble con baño compartido sale 600 LKR.
Dejamos las cosas y nos fuimos directo a la playa. Pasamos el resto de la tarde en el mar, disfrutando del sol y del agua tibia y cristalina.
Algo que llama mucho la atención en esta zona son los llamados stilt fishermen, que es una forma tradicional de pesca única de Sri Lanka. Los pescadores pasan horas sentados en un palito a la espera de algún pescado. Se los puede ver al atardecer a lo largo de la costa Sur del país.
Día 12: La idea era desayunar en la playa, pero los bares que están ubicados ahí cobran cuatro veces más que los de la calle principal, así que compramos un coco en un almacén, un roti de banana (panqueque) y dos leches saborizadas, y nos vamos a saborearlo a la playa.
Con el calor del mediodía tuvimos una mejor idea que refrescarnos en la playa: visitar Galle. Para llegar tomamos el colectivo en la calle principal de Mirissa, el cual tarda 45 minutos en llegar a Galle y cuesta 40 LKR. El recorrido lo hace por la angosta y peligrosa ruta que bordea la costa sur. Por el camino vemos varios postes que utilizan los stilt fishermen y otros pescadores. Nos bajamos en la puerta del Centro de Información turística de Galle.
Galle es la ciudad más grande de la costa sur y es totalmente distinta a cualquier otro lugar del país. La primera impresión es la de la típica urbe ceilanesa, caótica y con un tránsito descontrolado, pero todo cambia cuando pasamos las murallas del fuerte y nos adentramos en la parte antigua, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El fuerte de Galle fue construido por los holandeses en 1663 y dentro de él se mantiene la arquitectura colonial. Hay templos, mezquitas, iglesias, varias oficinas gubernamentales y negocios. Todos con el mismo estilo arquitectónico. Un tercio de las propiedades dentro del fuerte pertenecen a extranjeros: artistas, fotógrafos, escritores, diseñadores y poetas. Entre las actividades se puede caminar por las paredes del fuerte que se encuentran intactas, o visitar la Iglesia Holandesa Reformada, donde el cuidador te recibe con su palabra santa: "Saquen fotos, firmen el libro de visitas y dejen su donación".
A pesar de la tranquilidad del interior de la zona antigua de Galle, estamos en Sri Lanka, y nunca faltan los tuk-tuks con su clásico "Hello Madam, you want tuk-tuk?, Madaaaam". También se pueden encontrar algunas Guest Houses y hoteles de más categoría.
Como el Round Ticket nos incluía un museo de Galle, fuimos a visitarlo. Pensamos que era el Museo Nacional, pero no, de éste nos mandan al Museo Marítimo. Éstos también nos dicen que no, que el que nos incluye la entrada es otro Museo Marítimo. Aunque parezca raro, dentro del fuerte hay dos museos marítimos, y el incluido en el ticket es el Museo Marítimo Arqueológico. Menos mal que no pagamos la entrada porque es un fiasco, las salas están muy vacías y las exhibiciones parecen de dudosa procedencia. Por momentos parece que se les olvidó que es un museo marítimo y pusieron lo que tenían, como por ejemplo, ruinas encontradas en Anuradhapura.
Nuestra visita a Galle fue de medio día y a la vuelta tomamos un bus hasta Ahangama (18 LKR) para ver de cerca a los stilt fishermen. Especialmente en esta zona y en Koggala se pueden ver muchos postes en la playa.
Según nos dijeron el horario de mayor pesca es temprano en la mañana o pasadas las 5 de la tarde, así que nos dimos un chapuzón en esta playa mientras esperamos por los pescadores. Después de un rato de espera nos explican que durante esta época son muy pocos los que pescan con éste método, ya que hay marea alta. Pero no conformes con las malas nuevas caminamos por la playa hasta que encontramos a uno, el único de toda la costa aparentemente.
Día 13: Día de relax en Mirissa. Después de una mañana playera desayunando papaya subimos hasta un supuesto punto panorámico, pero desde donde no se ve casi nada. También hay un cartel que indica que aquí arriba había un restaurante, pero parece que lo convirtieron en un templo budista, porque es lo único que encontramos.
Después nos metimos por una callecita muy tranquila y caminamos hasta el final del pueblo, para ver qué hay más allá de la playa y la calle principal. Por el camino vimos a unos chicos jugando al cricket a la misma hora que Sri Lanka juega la semi final del mundial! ¿Será que son tan aburridos los partidos que ni ellos los quieren mirar?.
Día 14: Último día en Mirissa. Una vuelta por la playa a la mañana y después a visitar uno de los atractivos bizarros que tanto nos gustan: el Templo Wewurukanala, también conocido como Templo del Infierno. El nombre parece impronunciable, lo que podía dificultar encon- trarlo, ya que para llegar hay que hacer una combinación de buses, pero no fue para tanto. Al decirlo como nos salía todos lo entendían.
Primero tomamos un bus desde Mirissa a Matara (20 LKR), y desde acá otro a Tangalle via Beliatta (30 LKR). Una vez que el bus llega a Dickwella se desvía para adentro y desde ahí son menos de 2 km. Lo mejor es avisarle al boletero o a los que están cerca nuestro para que nos indiquen donde bajar. En nuestro caso confiamos en un borracho bastante pesado que teníamos cerca que se lo veía atrapadísimo con su librito sobre la teoría del fin del mundo en 2012.
Todos alguna vez nos preguntamos qué hay después de la muerte... este templo nos muestra su particular versión. Es una mezcla de templo budista con casa del terror, que nos muestra el lado sarcástico de lo que nos espera a todos los pecadores.
Tiene una primera sala con varias esculturas budistas, y otra que representa el infierno, bien explícito, con demonios cortando una persona a la mitad con un serrucho, otros siendo cocinados en una cacerola, etc. Todo a tamaño real. En esta misma sala hay un largo pasillo para que encontremos nuestro pecado y veamos la atrocidad que nos corresponde (en nuestro caso nos esperan cosas terribles por comer carne). En este pasillo no hay esculturas sino dibujos, algunos de muy buena calidad y otros en los que se nota el cambio de artista y parecen hechos por nenes de una escuela primaria. A la salida del infierno se hace la luz: una enorme figura de Buda muy colorida nos espera.
En definitiva, este templo es muy raro, y eso es lo que atrae a mucha gente. Para muchos tal vez no valga la pena perder horas de playa por visitar un lugar como este, pero nosotros lo encontramos muy interesante.
Vuelta a Mirissa y otro chapuzón para despedirnos.
Para llegar a Negombo desde Mirissa tuvimos que hacer más de una combinación. Primero tomamos en Mirissa el único bus que nos paró de los tantos que pasaron hasta Matara. Al ser con aire acondicionado fue un poco más caro que los otros (50 LKR). Una vez en Matara tomamos un tren a Colombo (130 LKR, tercera clase). En Colombo Fort (estación de tren de Colombo) caminamos hasta la estación de buses para tomar el que nos lleve a Negombo. Son sólo 40 km pero tardó 2 horas por el terrible tránsito que había.
La estación de autobuses de Negombo está un poco lejos de la zona donde se encuentran los alojamientos, así que era caminar o "tuk-tuk, tuk-tuk Madam, tuk-tuk"... obviamente caminamos. Muy cansados llegamos a la Sunshine Guest House, donde conseguimos la habitación doble con baño privado a 600 LKR.
Para refrescarnos del agobiante calor paramos en una heladería local y nos tomamos un faluda, postre típico. Hoy es nuestra última noche en Sri Lanka, y como no podía ser de otra manera, nos despedimos con un banquete especial... kottu! Pero nuestra última cena nos guardaba una sorpresa culinaria, deleitarnos con watalapam, un riquísimo postre que hizo subir varios puntos al bajo nivel de la gastronomía ceilanesa.
Al día siguiente, último día en la isla, dejamos el equipaje en la Guest House, aunque parece no gustarle mucho la idea al dueño, y nos vamos a pasar el día a la playa, ya que el vuelo sale a las 8pm.
La porción de playa cercana a nuestra Guest House no es exactamente el lugar donde quisiéramos pasar nuestras últimas horas en el país, así que caminamos un poco hasta la zona de los hoteles de más categoría y extendemos nuestra manta bajo una palmera. No es que acá la playa esté muy linda que digamos, pero parece que es lo mejor que se puede encontrar. Apenas nos sentamos empieza el desfile de vendedores... uno atrás de otro.
El colectivo de Negombo al Aeropuerto Internacional cuesta 20 LKR, es un recorrido corto que demora 30 minutos aproximadamente. Éste nos deja en una terminal desde donde salen colectivos gratuitos color blanco que nos llevan hasta la puerta del aeropuerto.
Negombo tiene como ventaja su cercanía con el aeropuerto, pero nada más que eso. Si no fuese por conveniencia geográfica, difícilmente los viajeros vendrían. Eso sí, al menos se puede descansar, lo cual en las calles de Colombo parece una utopía.
Partimos rumbo a Mumbai con la aerolínea Jet Airways. Después de tantos viajes con la súper básica (aunque súper económica también) Air Asia un poco de cambio viene bien. El viaje por Sri Lanka terminó, pero el tour asiático continúa. Próximo destino: India.