Perú, con una superficie equivalente a 2,5 veces la de España, es el tercer país sudamericano en tamaño tras Brasil y Argentina.
Este vasto territorio se divide en tres grandes zonas: montaña, costa y selva. La cordillera andina cruza el centro del país de norte a sur a modo de columna vertebral, alcanzando aquí grandes alturas, con el volcán Nevado Huascarán (6.768 metros) como su cima más alta.
Al oeste se encuentra la costa pacífica, una estrecha franja desértica de clima templado y surcada por numerosos ríos que dan lugar a fértiles valles donde encontramos las mayores ciudades del país.
Por último, al este de los Andes se extiende la exuberante selva tropical que desemboca en la cuenca amazónica, uno de los lugares con mayor biodiversidad del mundo.
A esta riqueza natural hay que sumar el hecho de que la cultura peruana es una mezcla de los pueblos precolombinos más la influencia española
La herencia precolombina es muy rica y variada y en la cordillera andina viven muchos descendientes de las tribus que habitaban el país antes de la llegada de los españoles, manteniendo su lengua (el quechua y el aymara son oficiales junto al castellano), vestimentas, costumbres y el folclor de sus antepasados.
Junto a los restos arqueológicos de incas y otros pueblos indígenas, Perú también tiene una excelente arquitectura colonial, producto de la fusión entre lo indígena y lo español.
Por todo ello Perú es siempre un destino presente en la mente de muchos viajeros, ya que ofrece la posibilidad de realizar turismo cultural, ecológico, de aventura, etc. siendo uno de los países de mayor riqueza turística en Sudamérica.
En nuestro caso, siendo nuestro primer viaje al Perú, optamos por realizar la clásica Ruta del Gringo por la zona sur, para luego saltar al norte y poder ver otros maravillosos sitios arqueológicos y ciudades coloniales en una ruta mucho menos concurrida.
Del 1 al 24 de Septiembre de 2006.
Día 1: Barcelona → → Madrid → → ...
Día 2: ... → → Lima - Pisco - Paracas - R.N. Paracas - Paracas
Día 3: Paracas - islas Ballestas - Paracas - Ica - Huacachina - Ica - Nasca
Día 4: Nasca (líneas de Nasca y otros puntos de interés) - ...
Día 5: ... - Arequipa
Día 6: Arequipa - Chivay
Día 7: Chivay - Cañón del Colca - Arequipa
Día 8: Arequipa - Puno
Día 9: Puno - Islas Uros y Taquile (lago Titicaca) - Puno
Día 10: Puno - Sillustani - Puno - Cusco
Día 11: Cusco - Urubamba - Ollantaytambo - Aguas Calientes
Día 12: Aguas Calientes - Machu Picchu - Aguas Calientes
Día 13: Aguas Calientes - Ollantaytambo - Cusco
Día 14: Cusco - Pisac - Cusco
Día 15: Cusco → → Lima → → Tarapoto
Día 16: Tarapoto - Pedro Ruiz- Chachapoyas
Día 17: Chachapoyas - Kuélap - Chachapoyas - ...
Día 18: ... - Chiclayo - Sipán - Chiclayo
Día 19: Chiclayo - Lambayeque - Chiclayo - Trujillo
Días 20 y 21: Trujillo (y alrededores)
Día 22: ... - Lima
Día 23: Lima → → ...
Día 24: ... → → Madrid → → Barcelona
Para visitar el Perú sólo es necesario el pasaporte en vigor en el caso de ciudadanos españoles.
No se exige visado si el objeto del viaje es turismo hasta un máximo de 90 días (pero sí para estancias superiores o si el motivo del viaje son estudios o negocios).
La moneda oficial en Perú era, en las fechas de este viaje, el Nuevo Sol, pero en 2015 la moneda peruana pasó a llamarse Sol. Se mantiene el símbolo S/.
No tuvimos absolutamente ningún problema para cambiar euros y siempre lo hicimos en casas de cambio, aunque siempre comparamos precios entre varias antes de decidirnos por una (es muy recomendable cambiar en las ciudades, ya que hay más oferta disponible).
Tened en cuenta también que los billetes rotos o en mal estado pueden no ser aceptados por los cambistas.
Las tarjetas de crédito pueden ser utilizadas en hoteles, restaurantes o tiendas de cierto nivel, pero preguntad antes si van a aplicar alguna comisión por el pago con tarjeta.
Cambio medio (en las fechas de este viaje):
1 S/ = 0,24876 € / 1 € = 4,02 S/ (ver cambio oficial actualizado en el enlace Eur ->S/)
+ 1.050 € (vuelo BCN-Madrid-Lima, ida y vuelta, y tasas salida)
+ 156 € (vuelos Cusco-Lima y Lima-Tarapoto)
+ 570 € (transporte, alojamiento, comida/bebida, entradas, excursiones, otros)
= 1.776 € (total por persona)
Nivel de vida: En general el coste medio para el viajero en la zona norte del Perú, menos turística, es inferior al de la mitad sur. Debe tenerse en cuenta que la visita a Cusco, el Valle Sagrado y Machu Picchu, por ejemplo, encarece bastante la media a causa del alto coste de las entradas.
En este sentido, con el carnet de estudiante internacional ISIC se pueden obtener algunos descuentos que amortizan rápidamente su coste: 50% de descuento en la entrada al Machu Picchu o un 10% en los billetes de la compañía Cruz del Sur, por ejemplo.
• Avión. Debido a las grandes distancias existentes en Perú y según nuestra disponibilidad de tiempo o nivel de comodidad los vuelos interiores pueden ser una interesante opción a tener en cuenta.
Además, en los últimos años ha aumentado el número de compañías aéreas que operan vuelos domésticos y con ello hay más oferta y supuestamente mejores precios.
En el momento de nuestro viaje las principales compañías aéreas que operaban en Perú eran LATAM Airlines, Star Perú, AeroCondor, o LC Busre.
Para planificar los vuelos interiores un buen punto de partida es la web Travel within Peru by air.
• Autobús. Es la forma más habitual y barata de moverse por el país, para todo tipo de distancias.
Suele haber varias compañías que realizan el mismo trayecto entre ciudades, por lo que nuestra elección vendrá dada por horarios, precio, rapidez, nivel de comodidad, o disponibilidad.
Algunas de las compañías de autobuses con más servicios son Móvil Tours, Ormeño, Cruz del Sur, o Oltursa, pero hay muchas más.
Para trayectos muy largos pueden ser interesantes los servicios nocturnos, ya que ganamos tiempo (y de paso nos ahorramos una noche de hotel). En cualquier caso, para viajes largos recomendamos comprar los billetes con suficiente antelación (1 día o más).
• Tren. En las fechas de nuestra visita las únicas líneas de ferrocarril plenamente operativas para el viajero eran las de Cusco - Aguas Calientes y Cusco - Puno, ambas operadas por la empresa privada Perú Rail.
Mientras que el trayecto Cusco-Puno (o al revés) puede realizarse alternativamente en autobús ya que es más rápido que el tren, el de Cusco a Aguas Calientes (punto de acceso al Machu Picchu) es casi obligado, ya que es la única alternativa práctica para poder llegar.
No tuvimos ningún problema al respecto y ni tan siquiera sensación de inseguridad, pero en foros de viajeros podéis leer malas experiencias de todo tipo en el Perú (?).
Como siempre, conviene tomar las precauciones habituales y usar el sentido común, especialmente en ciudades, zonas poco concurridas, estaciones de tren y autobús.
Oficialmente, en las fechas de este viaje había zonas del país que era mejor evitar y que estaban situadas en los departamentos de Ayacucho, Huancavelica, Huanuco, Junín y San Martín, debido a potenciales brotes insurgentes o a eventuales operaciones contra el narcotráfico.
En principio no hay ninguna vacuna obligatoria, aunque sí puede haber alguna recomendable: fiebre amarilla o el tratamiento contra el paludismo si se prevé visitar zonas de la selva amazónica, o también contra la fiebre tifoidea, el tétanos, la polio, y la hepatitis A y B.
En cualquier caso es recomendable vacunarnos de aquello indicado por un Centro de vacunación internacional.
En las zonas andinas, con alturas superiores a los 3.000 metros, puede aparecer el mal de altura o soroche.
Para intentar evitar el mal de altura hay numerosas recetas que pueden funcionar (o no): beber mucho líquido y comer ligero, masticar hojas de coca, comer caramelos, tomar mate de coca, etc.
Si todo esto no funciona, tenemos también las pastillas Sorochji Pills, a la venta en cualquier farmacia de la zona. A la hora de realizar esfuerzos físicos en condiciones de altura es mejor tomárselo con mucha calma.
En general disfrutamos de una temperatura bastante agradable, aunque en lugares altos lógicamente había que ir preparado con ropa de abrigo, por ejemplo Puno y el lago Titicaca, especialmente para la noche.
Por contra, el único lugar en el que encontramos una calor asfixiante fue en Tarapoto (lógico por encontrarse ya en la cuenca amazónica).
Durante el horario de verano en la España peninsular hay una diferencia de -7 horas.
Durante las fechas de este viaje al Perú amanecía sobre las 6 de la mañana y oscurecía sobre las 18:15 horas.
Peru travel guide (de Lonely Planet Publications). La versión que utilizamos nosotros fue la de la colección geoPlaneta, en castellano, edición Mayo 2004.
Estaba bien en general, aunque los precios estaban algo desactualizados y en algunos apartados se echaba a faltar más información.
En la recepción de los hoteles Casa Andina pudimos encontrar mapas muy prácticos de ciertas ciudades y zonas turísticas del país.
Aquí tenéis un pequeño glosario de términos útiles para el viaje por el Perú:
Durante nuestro viaje por Perú, especialmente en los autobuses, la música que más oímos fue el reguetón, la cumbia y música salsa en general. También mucha música melódica, con Camilo Sesto, Roberto Carlos o Nino Bravo como destacados.
La bebida nacional es el pisco (también conocido como pisco sour), una bebida alcohólica que encontraréis anunciada en muchos lugares y que está elaborada con pisco, azúcar, claras de huevo y un poco de limón.
El mate de coca es una infusión que va de fábula para el mal de altura, para recuperar fuerzas, o para pasar el frío (o para todo a la vez).
Empezamos el viaje en Barcelona con un vuelo de Air Europa a Madrid (55 minutos).
En Barajas enlazamos con un vuelo de la compañía Air Plus Comet a Lima, adonde llegamos de madrugada tras 11 horas de vuelo desde Madrid en un Boeing 747. Tanto el servicio a bordo como la oferta de entretenimiento a bordo fueron, en general, muy pobres.
En la sala de recogida de equipajes del aeropuerto de Lima hay un par de quioscos donde cambiar dinero, pero los dos ofrecen prácticamente la misma tasa de cambio (bastante mala, por cierto, por lo que aconsejamos cambiar aquí lo mínimo).
Desde que llegamos al aeropuerto hasta que lo abandonamos empleamos casi una hora en realizar todos los trámites: inmigración, recogida de equipaje, etc.
Al salir de la terminal ya nos esperaban unos conocidos peruanos que nos llevaron en su coche hasta la terminal de la empresa Soyuz, en Av. México 333, en el barrio limeño de La Victoria, donde compramos los billetes para el siguiente autobús hacia Pisco (18 S/ cada uno).
En realidad este autobús se dirige a Ica por la carretera Panamericana, pero nos dejó en San Clemente, de donde parte el desvío hacia Pisco, a sólo 4 km.
El trayecto de 250 km desde Lima hasta aquí nos supuso un muy agradable viaje de 4 horas y 15 minutos, durante el cual nos sorprendió el impactante paisaje desértico que va cruzando la carretera Panamericana.
Al bajar del autobús en San Clemente ya nos esperaba un taxista conocido de nuestros amigos, que en su afán de hacernos más llevadera nuestra llegada al país ya le habían llamado por teléfono para que nos esperara en este punto.
Pero en cualquier caso aquí hay otros taxistas esperando los autobuses que paran o también se puede tomar un autobús que hace el recorrido hasta el mercado de Pisco, donde se puede conectar con otro autobús a Paracas (a unos 15 km de Pisco).
En Paracas nos alojamos en el Hotel Zarcillo Paradise (Av. Principal de ingreso al chaco 101) pagamos 20 US$ por una sencilla, pero bonita y enorme habitación doble con baño privado y desayuno.
Está situado en un bonito enclave, frente al mar, en la bahía de El Chaco. El Sr. Luís Herrera, mánager del hotel y de la agencia de viajes Zarcillo Connections, es una persona muy afable que os puede solucionar prácticamente cualquier asunto relacionado con la visita a la zona.
En el propio hotel no hay restaurante (como mucho se puede comer algún sandwich), pero a menos de 2 km al norte de aquí está el núcleo de El Chaco. Alrededor de su bonito bulevar hay varios restaurantes donde comer.
PARACAS. Esta ciudad costera, del departamento de Ica, fue para nosotros el punto base desde el que explorar la Reserva de Paracas y las islas Ballestas.
El Chaco. Este pequeño núcleo de Paracas, a menos de 2 km al norte del hotel Zarcillo Paradise, tiene un bonito bulevar con una zona de paseo y las terrazas de varios restaurantes.
Aquí se encuentra el embarcadero desde donde salen la mayoría de las excursiones a la islas Ballestas. Andando por la orilla del mar desde el hotel hasta El Chaco es un bonito y agradable paseo. Encontramos casas realmente bonitas a lo largo de este paseo.
Sólo tuvimos que abandonar momentáneamente la orilla del mar al llegar a la altura del lujoso Hotel Paracas ya que su playa es privada y no se puede cruzar si no se es huésped.
RESERVA NACIONAL DE PARACAS. Juntamente con la visita a las islas Ballestas, la Reserva Nacional de Paracas era nuestro principal interés en llegar hasta esta zona de la costa del Pacífico peruano.
Como ya era tarde para tomar una de las excursiones organizadas por Zarcillo, a primera hora de la mañana optamos por contratar un taxi privado y realizar una ruta personalizada. Acordamos con el taxista un precio de 25 US$ por el tiempo que necesitáramos para la visita (al final empleamos un total de 4,5 horas).
Salimos con nuestro taxi desde Paracas hacia el sur y a unos 2 km encontramos la entrada a la Reserva Nacional de Paracas, donde pagamos una entrada de 5 S/ cada uno.
Continuamos y poco después dejamos el asfalto para seguir por una curiosa pista compactada de sal y arcilla.
El paisaje circundante era realmente muy bonito, con lomas de color rojizo (por su alto contenido en óxido de hierro) que contrastaban con el amarillo y blanco de la arcilla en el resto.
Al cabo de un rato llegamos a uno de los puntos más característicos de la zona, conocido como La Catedral.
En realidad es un mirador sobre una espectacular formación rocosa creada por la erosión del mar y el viento a lo largo de los siglos y cuyo nombre viene de su forma parecida a la de una catedral, con su torre y todo.
Esta maravilla natural fue uno de los iconos naturales más fotografiados del Perú hasta que fue destruida por un violento terremoto de magnitud 7'9 que sacudió la zona el 15 de agosto de 2007, un año después de nuestra visita.
En la parte superior de esta formación rocosa se podía ver, según la imaginación de cada cual, la forma de una cabeza de cóndor e incluso la de una mujer indígena sentada y con su poncho (??).
Desde este mirador se pueden apreciar también los altos acantilados que forman esta zona de costa, así como las numerosas especies de aves que habitan la reserva: pelícanos, piqueros, gaviotas chilenas, zarcillos, etc.
Seguimos nuestra visita por la reserva recorriendo varias pistas por entre maravillosos paisajes lunares hasta llegar a un mirador sobre la bonita playa de Yumaque (en quechua significa manos que traen aguas).
Seguimos por la costa y nos adentramos en la península de Paracas hasta llegar a la llamativa Playa Roja, llamada así por el color rojizo de su arena, debido nuevamente a su alto contenido de óxido ferroso.
A 2 km de aquí llegamos a Lagunillas, un pequeñísimo pueblo de pescadores donde vale la pena detenerse para comer pescado en alguno de sus restaurantes.
Nosotros escogimos el restaurante El Che, donde comimos ceviche y pescado fresco bueno y abundante, aunque algo caro (normal, siendo Lagunillas un lugar muy popular para comer).
Después de comer damos un pequeño paseo por los alrededores del pueblo, situado en un bonito lugar.
Reemprendimos la marcha con el taxi hasta llegar al centro de información de la reserva. En él hay interesantes paneles explicativos con abundante información sobre su geología y fauna, la cual ayuda a entender como funciona este hábitat tan especial.
Desde el centro caminamos unos 400 metros hasta un mirador elevado desde el cual observamos los flamencos rosados que había en ese momento en la playa de la bahía.
Volvimos al centro de información y subimos a nuestro taxi para volver a Paracas y dar por acabada esta interesantísima visita a la reserva.
A lo largo de la excursión, y tratándose de una excursión personalizada, nos detuvimos donde quisimos para fotografiar y contemplar con tranquilidad este paisaje tan fotogénico, contando en todo momento con la inestimable guía y sapiencia de nuestro taxista.
ISLAS BALLESTAS. Las islas Ballestas son un grupo de pequeñas islas deshabitadas, situadas frente a la costa de Paracas y de la ciudad de Pisco.
Su importancia radica en la gran abundancia de fauna marina y de guano depositado por aves como el guanay, el piquero o el zarcillo. El guano es un sustrato orgánico resultante de la acumulación masiva de excrementos de aves marinas o focas.
Para visitar las islas nosotros contratamos la excursión a través de nuestro hotel (con Zarcillo Connections) por 10 US$ cada uno.
La lancha salió a las 8 de la mañana del embarcadero que hay enfrente del hotel.
La embarcación cruzó la bahía de Paracas y pasó junto al cementerio de barcas de pescadores para navegar poco después junto a Puerto San Martín, situado en el extremo norte de la península.
Nuestra embarcación siguió rodeando la península (algunos trozos de costa son francamente bonitos) hasta llegar a la archiconocida, enigmática y enorme figura de El Candelabro, tallada sobre la ladera de una colina que da al mar.
Nuestra embarcación se detuvo ante la figura y el patrón nos explicó su historia y algunos datos de interés, siendo todo ello bastante interesante. Las medidas de la figura son 150 metros de alto por 50 de ancho.
A continuación reemprendimos la navegación, yendo mar adentro en dirección a las islas Ballestas.
Cuando llegamos a ellas circunnavegamos algunas de las islas y pudimos ver muy de cerca leones marinos, pingÁ¼inos de Humboldt, y millares de aves, como cormoranes, pelícanos, etc.
En la arena de una apartada playa había cientos de hembras y bebés de leones marinos, en una especie de improvisada guardería, pero algunos nadaban cerca de la barca sintiendo curiosidad por nuestra visita.
Una de las principales características de estas islas es la gran cantidad de guano depositado sobre las rocas por las aves con el paso del tiempo y que es una fuente de riqueza para el país.
Desde la barca pudimos ver el guano, pero también las instalaciones donde se trata y se embarca
Finalizamos la excursión, tras dos intensas horas, volviendo al punto de inicio por la misma ruta de la ida.
En resumen, esta es una excursión muy muy recomendable, a pesar de que alguien llame a las islas Ballestas como las Galápagos de los pobres.
PISCO. En la ciudad de Pisco, muy cercana a Paracas, sólo dimos una vuelta por la zona de la Plaza de Armas. De camino a Paracas vimos el puerto y su lonja de pescado, así como diversas factorías y un aeródromo militar.
El trayecto desde Paracas hasta Nasca lo hicimos en dos tramos para poder hacer una parada en Ica y visitar el oasis de Huacachina.
Para el primer tramo, de Paracas a Ica (65 km), tomamos un servicio especial de la compañía Cruz del Sur que en su trayecto de Lima hacia el sur se desvíaba de su ruta para recoger pasajeros delante del Hotel Paracas, cercano a nuestro hotel, a las 10:30 de la mañana.
Aunque no era barato (35 S/ cada pasaje), optamos por él para llegar con más rapidez a Ica ya que es bastante directo y además nos ahorrábamos de tener ir hasta Pisco o la Panamericana para tomar el autobús.
Llegamos a la terminal de Cruz del Sur, unos 500 metros al oeste de la plaza de Armas de Ica, tras una corta y cómoda hora de viaje. Nada más llegar compramos los pasajes a Nasca para la tarde (25 S/ cada uno) y dejamos el equipaje en la consigna de la terminal.
De este modo tuvimos unas cuantas horas para visitar rápidamente Ica y Huacachina antes de continuar viaje.
Ya de vuelta a la terminal de la empresa Cruz del Sur de Ica, tras nuestra rápida visita, recuperamos nuestro equipaje y a las 18:00 h. tomamos el autobús hacia Nasca.
Recorrimos los 141 km de Ica a Nasca en unas dos horas. La parada final fue la terminal de Cruz del Sur en Nasca, unos 200 metros al oeste de la plaza Bolognesi.
En Nasca nos alojamos en el Hotel La Maison Suisse (km 447 de la carretera Panamericana Sur) pagamos 46 US$ por una habitación doble con baño, TV y desayuno.
Está situado frente al aeródromo de Nasca, a casi 4 km del centro de la ciudad (un taxi vale 3 S/). Tiene un agradable jardín e incluso piscina, pero quizás es preferible buscar un hotel en el centro de Nasca para tenerlo todo más a mano.
En Nasca recomendamos también el restaurante El Portón (C/ Ignacio Morsesky 120, esq. Lima). El bar Plaza Mayor (Plaza de Armas de Nasca) es un buen lugar para tomar algo y ver pasar la gente.
En el hotel Nazca Lines (Jr Bolognesi) pagando 16 S/ nos pudimos bañar en su bonita piscina, incluyendo además un sandwich y un refresco, ideal para refrescarse al final del día.
ICA. De esta ciudad vimos poca cosa, ya que nuestro verdadero interés estaba en Huacachina. Pero cerca de la concurrida plaza de Armas de Ica vimos la iglesia de San Francisco (interesante por sus vitrales de colores) o la catedral de La Merced.
También aprovechamos para cambiar euros a uno de los numerosos cambistas que hay en el lado norte de la plaza, obteniendo un buen cambio tras regatear un poco.
HUACACHINA. Este curioso y agradable lugar se encuentra unos 4 km al oeste de Ica y para llegar hasta él desde Ica (y viceversa) tomamos un taxi (4 S/). Parece un buen lugar para pecnoctar o descansar un tiempo.
Nuestra visita a Huacachina coincidió en domingo, por lo que había bastante visitante local disfrutando del lugar.
Las principales actividades aquí son pasear alrededor de la laguna, bañarse, sentarse en una terraza, subir a las enormes dunas que rodean la laguna, alquilar una tabla para deslizarse por las dunas (sand-boarding) o apuntarse a una incursión en las dunas a bordo de un curioso buggy (llamado aquí arenero).
El arenero es un vehículo formado por una estructura tubular con asientos montados sobre la base de un 4x4.
Este era el mayor reclamo de aventura de la zona, por lo que no nos sorprendió que aquí los precios fuesen caros. En cualquier caso a nosotros nos pareció una actividad agresiva para el entorno.
Mucho más ecológico, pero cansado, es subir a la duna más alta que rodea al oasis. Es duro por su pronunciada pendiente y por la dificultad de andar por la arena, pero la recompensa bien merece el esfuerzo.
Desde lo alto de esa duna, la vista sobre Huacachina y del mar de dunas y arena que la rodea es verdaderamente sensacional, a pesar de que el viento pueda llegar a ser molesto por la arena que lleva consigo.
Aprovechamos para comer algo en el restaurante Maroni, con una agradable terraza junto a la laguna. Estuvo bastante bien. También aprovechamos para visitar y tomar algo en el precioso Hotel Mossone, uno de los edificios más llamativos y bonitos, aunque no el único, del oasis.
Lo cierto es que el oasis de Huacachina nos sorprendió agradablemente y nos pareció un lugar peculiar.
El único pero que le encontramos fue la suciedad en forma de bolsas de plástico y botellas que campaba libremente por la arena alrededor de la laguna. Una lástima.
NASCA (también llamada Nazca). Desde luego nuestro principal interés para detenernos en Nasca no era otro que sobrevolar las famosas Líneas de Nasca.
La ciudad en sí no tiene demasiado interés, pero si sobran unas horas o días vale la pena realizar una excursión para visitar algunos puntos de interés no muy lejos de la ciudad.
Durante nuestra estancia en Nasca coincidimos en fechas con la celebración de las fiestas de la Virgen de Guadalupe, por lo que había un gran ambiente en el centro de la ciudad.
Líneas de Nasca (declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994). La mejor forma de ver estas enigmáticas figuras trazadas sobre el desierto es sobrevolándolas con una avioneta.
Existe un mirador elevado junto a la carretera Panamericana que permite ver parcialmente unas pocas de estas figuras, pero así no es posible hacerse una idea de la forma y tamaño de todas las figuras, ni de la multitud de líneas geométricas que cruzan el desierto en todas las direcciones.
Las figuras más conocidas están a unos 20 km de Nasca.
Por todo ello, si estamos interesados en ver las líneas lo mejor es, sin duda, el sobrevuelo en avioneta, aunque lógicamente es caro.
Nuestros amigos peruanos nos habían reservado desde Lima dos plazas con la compañía Aeroica, la cual tenía una oficina en el mismo hotel Maison Suisse.
En ese momento, esta compañía era una de las más importantes y confiables de todas las que sobrevolaban Nasca, pero había varias más que también realizaban este servicio chárter.
El tema de la seguridad es un factor muy importante a tener en cuenta a la vista del historial de accidentes aéreos ocurridos en la zona, por lo que conviene informarse bien antes.
Nosotros pagamos 45 US$ cada uno, pero nos consta que se podían obtener mejores precios yendo directamente al aeropuerto y negociando con alguna de las compañías más pequeñas y que están más alejadas de la entrada, pero siempre anteponiendo el tema de la seguridad comentado antes.
En según que época del año existe el riesgo de quedarse sin volar ese día, ya que no todas las horas son hábiles para volar (depende de la climatología, del nivel de ocupación o de las prioridades entre compañías).
Antes de dirigirnos hacia el aeropuerto para el vuelo pudimos ver, en el mismo hotel, un interesante video sobre la vida de la arqueóloga María Reiche y sus investigaciones sobre las líneas de Nasca.
En el momento de acceder al aeropuerto tuvimos que pagar 10 S/ adicionales en concepto de tasas.
Nosotros volamos pasadas las 10 de la mañana y la visibilidad era excelente. Lo hicimos en una avioneta Cessna de 4 plazas, en la que uno de nosotros pudo ir de copiloto.
Durante los 35 minutos que duró el vuelo tuvimos la oportunidad de ver las numerosas figuras o geoglifos visibles desde el aire: la ballena, el astronauta, el perro, el mono, el cóndor, el colibrí, la araña, el alcatraz, el árbol, las manos y otros más. Lo cierto es que fue realmente impresionante.
A través de unos cascos el piloto nos indicaba en todo momento que es lo que teníamos a la vista (además, antes del vuelo se nos dio un mapa con la situación y el nombre de cada una de las figuras) y realizaba una aproximación a derecha e izquierda para verlas mejor.
A pesar de los fuertes giros de la avioneta no tuvimos ningún problema de mareo, incluso después de haber desayunado. Al contrario, pasada la impresión del primer giro lo cierto es que disfrutamos mucho del resto del vuelo, teniendo en todo momento una sensación de seguridad total. Muy recomendable.
Alrededores de Nasca. Para visitar algunos lugares de interés en los alrededores de Nasca miramos algunas excursiones ofrecidas por agencias locales, pero al final preferimos negociar directamente con un taxista de la ciudad para combinar dos excursiones en una, visitando lugares al sur y al nordeste de Nasca.
Así acordamos un precio total de 55 S/ por ir al cementerio de Chauchilla, los acueductos de Cantalloc, Los Paredones, El Telar, y algún otro, suponiendo una excursión de cuatro horas.
Empezamos yendo al cementerio de Chauchilla, unos 35 km al sur (los últimos kilómetros son de pista). La entrada al lugar valía 5 S/ y en él encontramos una serie de tumbas que contienen momias, huesos y utensilios encontrados en la zona, correspondientes a pobladores de esta zona entre los siglos XI y XIV.
Junto al camino a seguir para visitar las 12 tumbas se pueden ver aún restos de cerámicas de la época. A nosotros nos gustó más el paisaje que hay alrededor que el cementerio en sí.
A continuación volvimos por el mismo camino hasta Nasca y fuimos a los acueductos de Cantalloc, unos 7 km al nordeste de Nasca por la carretera que va a Abancay.
La entrada al lugar cuesta 10 S/. Se trata de una serie de acueductos subterráneos que construyó la cultura nasca y que recogen el agua de las montañas y permiten regar los campos de algodón limítrofes. Unas ingeniosas construcciones en espiral permiten el acceso a los acueductos.
Una chica joven nos hizo de guía y nos dio interesantes explicaciones sobre el lugar. Al finalizar la visita le dimos una propina.
A poca distancia de aquí, de vuelta a Nasca, el taxista se desvió por el barrio de Buena Fe para llevarnos a un lugar en el que, caminando por un corto camino de subida, se llega a un mirador desde el que vimos un geoglifo llamado El Telar por la forma que representa. Muy cerca de él había otro con el nombre de La Aguja.
El último lugar que visitamos en esta excursión fue Los Paredones, lugar en el que encontramos unos elementos funerarios en estado ruinoso.
Para ir hasta Arequipa tomamos un autobús nocturno de Cruz del Sur (80 S/) que salía a las 23:00 de su terminal en Nasca, aunque la hora dependía de si llegaba puntual desde Lima.
Por precio y horario nuestra primera opción era la compañía Cial, pero ya no quedaban plazas para esa noche.
Al poco de salir de Nasca nos dieron una bandeja con algo para comer. Llegamos a la terminal de autobuses de Arequipa unas 8 horas después, tras recorrer unos 570 km.
La terminal de autobuses de Arequipa está a unos 3 km al sur del centro, por lo que tomamos un taxi (3 S/) hasta la Plaza de Armas.
En Arequipa nos alojamos en el Hostal Mirador del Monasterio (en la calle Zela 301, frente al Monasterio de Santa Catalina y a 450 metros de la Plaza de Armas). La habitación doble con baño privado, TV y desayuno incluido nos costó 46 US$. Bastante céntrico, pero tranquilo, y el personal de recepción es muy atento.
En la cercana calle Jerusalén encontramos un pequeño restaurante donde comimos un excelente y completo menú por sólo 5,5 S/.
Otros lugares recomendables en Arequipa son los restaurantes On-Balcony (Portal San Agustín 145-133), con una estupenda vista sobre la Plaza de Armas; el Mirador Misti (Pje. Catedral 111), con un ambiente agradable; o el restaurante Zig Zag (C/ Santa Catalina 208), en el que vale la pena subir a la terraza superior para ver la vista sobre Arequipa.
Un buen sitio para cambiar dinero es la casa de cambio que hay en la calle Moral nº 109, donde obtuvimos el mejor cambio de todo el Perú.
AREQUIPA. Esta preciosa ciudad está ubicada en un entorno majestuoso, al pie de tres volcanes de entre 5.600 y 6.100 metros de altura: el Chachani, el Misti (con una forma cónica perfecta) y el Pichu Pichu.
Arequipa también es conocida como la ciudad blanca por la piedra volcánica utilizada en diversas construcciones históricas de la ciudad y que resplandece con la luz del sol.
La altura de la ciudad, a 2.325 metros, hace que el clima sea algo fresco por la noche, pero no muy caluroso de día. La ciudad ha sufrido numerosos desastres naturales como erupciones volcánicas y terremotos, el último de ellos en el año 2001.
Centro histórico de Arequipa (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000). Esta zona, de la ciudad formada por calles rectilíneas que crean un entramado alrededor de la Plaza de Armas, concentra los numerosos lugares de interés.
La magnífica Plaza de Armas de Arequipa es el un buen punto de inicio en la visita a la ciudad. Todo el lado norte de la plaza está ocupado por la Catedral, en la que no está de más entrar para ver su espacioso interior.
En la esquina sudeste de la plaza encontramos la Iglesia y Claustros de la Compañía, edificio jesuita con una fachada principal muy ornamentada.
Cerca de allí visitamos el Museo Santuarios Andinos (c/ Santa Catalina 210). Su máxima estrella es Juanita, el cuerpo congelado de una niña inca que fue sacrificada hace unos 500 años en la cumbre del monte Ampato (6.288 metros) y que fue encontrado por casualidad hace pocos años.
La visita era guiada y comenzó viendo un vídeo explicativo. Lo cierto es que tanto el contenido del museo como las explicaciones sobre él nos resultaron de lo más interesantes y por tanto recomendamos su visita. La entrada costaba 15 S/ y hay que contar con algo de propina para el guía.
Otro lugar de visita ineludible en Arequipa es el fascinante complejo del Monasterio de Santa Catalina (c/ Santa Catalina, 300), en realidad un convento que ocupa toda una gran manzana y que es como una microciudad en sí mismo.
Fue fundado en 1580 y desde entonces ha tenido una curiosa historia. Actualmente aún alberga unas 30 monjas de clausura que ocupan la única parte no visitable.
Vale la pena dedicarle al menos 2-3 horas para disfrutar de sus estancias, callejuelas (bautizadas con nombres de ciudades españolas) y rincones, teniendo en cuenta que es muy fotogénico por los vivos colores con que se han pintado sus paredes. También era posible visitarlo de noche, los martes y jueves de 19 a 21 horas.
Muy recomendable también es la visita de algunas casas coloniales del centro histórico, auténticas mansiones construidas con sillar y que son magníficas.
Por ejemplo la casa Tristán del Pozo, ahora propiedad del banco BBVA y ubicada en la calle San Francisco.
También la casa del Moral (c/ Moral 318). La entrada valía 5 S/ y permitía ver una interesante exposición y apreciar su bonito y completo mobiliario de época.
Y no os perdáis la vista sobre Arequipa y sus volcanes desde el terrado de la casa.
Otras casas de interés son la casona Iriberry o la casona de Santa Catalina, ambas en la calle Santa Catalina.
• Alrededor del centro histórico de Arequipa. Salimos del centro histórico y cruzamos el río Chili por el Puente Grau para ir hasta la Iglesia de la Recoleta (calle La Recoleta, 117), muy bonita tanto por dentro como por fuera y con un interesante museo-biblioteca (para visitar este último había que pagar una entrada).
Volvimos al centro por el Puente Bolognesi y antes de llegar a la Plaza de Armas visitamos la Iglesia de San Agustín, otra interesante iglesia colonial.
En Arequipa, después de preguntar e informarnos en varias agencias de transportes y en la Oficina de Turismo sobre la posibilidad de realizar la visita al Cañón del Colca de forma independiente nos quedamos con la sensación de que, efectivamente, tal como nos aseguraron no podríamos ver gran cosa en el tiempo de que disponíamos (2 días) dada la poca frecuencia de autobuses en la zona.
Por todo ello finalmente decidimos contratar un tour de dos días y una noche con la agencia Incas Peruvians Tours (C/ Santa Catalina 105 - Arequipa). El precio de este tour era de 74 S/ por persona, incluyendo transporte, servicio de guía, noche de hotel, desayuno y un show folclórico.
En la misma calle había otras agencias que ofrecían productos y precios similares.
Si ahora tuviéramos que hacerlo de nuevo elegiríamos, sin dudarlo, la opción de ir por nuestra cuenta y con transporte público, ya que igualmente hubiéramos podido llegar a Chivay o Cabanaconde y visitar el mirador Cruz del Cóndor y algunos pueblecitos de los alrededores, aunque siendo conscientes de que seguramente no hubiéramos tenido la posibilidad de detenernos en algunos de los miradores en que sí lo hicimos con el tour.
Porque lo cierto es que nos sentimos bastante atados todo el tiempo, estando nosotros acostumbrados a ir a nuestro aire, y fuimos testigos de algunos lamentables espectáculos turísticos de los que uno no suele ver si va por su cuenta. En fin, allá cada uno...!
Nuestro tour partió de Arequipa sobre las 9 de la mañana, pero antes de abandonar la ciudad paramos en una tienda para comprar cosas para el viaje, por ejemplo para intentar atajar el mal de altura: agua, hojas de coca, caramelos, etc.
El minibús tomó una carretera que fue ascendiendo rápidamente, pasando por la población de Yura y bordeando los volcanes Chachani y Misti.
Tras ascender hasta los 3.800 metros de altura entramos en los límites de la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca, donde pudimos ver grupos de vicuñas y alpacas pastando no muy lejos de la carretera.
El paisaje es francamente espectacular por sus formas y colores, pero sobrecogedor por su falsa aridez.
Varios kilómetros más adelante nos detuvimos en el mirador de Patapampa, a una altura de 4.910 metros, el punto más alto de la ruta. Desde él vimos hasta ocho volcanes y algunos de ellos incluso con nieve en su cima.
Al bajar del autobús notamos de golpe el efecto de la altura, dejándonos medio aturdidos, pero aún con ganas para disfrutar del lugar.
A partir de aquí comenzó un espectacular descenso hacia Chivay, dejando atrás paisajes de puna alucinantes.
Llegamos a Chivay tras casi cinco horas de viaje y unos 160 km de ruta (pista en algún tramo y asfalto en el resto). Pero antes de llegar paramos en una especie de peaje donde tuvimos que pagar los 35 S/ que costaba el boleto turístico que permite acceder al valle del Colca, al circuito Aguada Blanca y al valle de los Volcanes.
En Chivay dormimos en el Hostal Inti Wasi (calle Arequipa 319, Chivay), incluido en el precio de la excursión. La habitación doble y con baño privado era muy sencilla y fría, en todos los sentidos.
En el mismo hostal también había un restaurante, pero nos pareció caro para lo que ofrecía.
Aunque cerca de la plaza principal de Chivay hay varios restaurantes más, nosotros recomendamos especialmente el comer en alguna de las paradas del interior del mercado (1 plato y una bebida por 2 S/).
La comida y el lugar son muy sencillos, pero este hecho queda sobradamente compensado por la calidez de las mujeres indígenas que regentan estos puestos.
CHIVAY. Esta pequeña población está situada a una altitud de 3.635 metros, en la vertiente occidental de la Cordillera de los Andes y en la parte alta del Cañón del Colca.
En nuestro caso fue sólo el campamento base para explorar la zona, aunque la misma tarde en que llegamos aprovechamos para dar una vuelta por la zona de la plaza y el mercado.
La verdad es que no hay mucho que ver en Chivay, pero vale la pena darse una vuelta por el mercado para darse cuenta de lo vivas que se mantienen aquí las culturas indígenas del valle, tanto quechuas como aimaras.
En la plaza hay una sencilla iglesia colonial levantada por los colonizadores españoles (como todas las de los pueblos colindantes) y que estaban siendo reconstruidas con fondos también españoles.
A última hora de la tarde fuimos con el grupo hasta La Calera, un balneario de aguas termales situado unos 4 km al nordeste de Chivay.
La entrada costaba 10 S/, pero valía realmente la pena (no olvidaros de llevar traje de baño y toalla). Aunque la temperatura exterior no invitaba al baño, la verdad es que nos pasamos casi una hora en una piscina interior de agua sulfurosa a 37ºC y no hubiéramos salido de allí si no fuera porque ya cerraban las instalaciones.
Por la noche podíamos haber ido a cenar con el grupo a una peña folclórica, pero optamos por no ir porque ya nos habían avisado de que era una turistada (!)
CAÁ‘Á“N DEL COLCA. Sin duda esta maravilla de la naturaleza, ubicada en la provincia de Caylloma, es uno de los mayores destinos turísticos del Perú. El nombre Colca proviene de las palabras Collaguas y Cabanas, dos etnias que habitaban a lo largo del río Colca.
El Cañón del Colca tiene una profundidad de 4.160 metros en el lado norte y 3.600 metros en el lado sur, por lo que está considerado como uno de los cañones más profundos del mundo.
Nuestra excursión en grupo al Cañón del Colca desde Chivay partió a las 6 de la mañana.
Al cabo de 7 km nos detuvimos en el pueblecito de Yanque, con una Plaza de Armas y una iglesia colonial bastante más bonita que la de Chivay, aunque lo realmente bello es el paisaje circundante.
Desde aquí continuamos viaje pasando por el pequeño pueblo de Achoma.
En todo momento teníamos el valle del río Colca a nuestra derecha, el cual poco a poco iba ganado en profundidad a medida que íbamos hacia el norte.
Paramos de nuevo en Maca, otro pueblecito con su iglesia colonial de fachada blanca, la iglesia de Santa Ana.
Y al otro lado del valle pudimos ver Lari, en el que destaca, como no, su bonita iglesia colonial, la más grande de todos los pueblos del valle del Colca.
Más adelante nos detuvimos también en los miradores de Choquetico y Antahilque para ver el río Colca allá abajo, pero sobre todo para admirar el sistema de terrazas (andenes) que aimaras y quechuas utilizan para sus cultivos y que han heredado de los incas, siendo bastante único en el mundo.
En este caso, el paisaje formado por la naturaleza y la acción humana dan lugar a un conjunto hermosísimo.
Finalmente llegamos al mirador Cruz del Cóndor, situado unos 60 km al oeste de Chivay, a las 8:20 h, supuestamente a tiempo para ver aún algún cóndor que emprendiera el camino hacia el Pacífico a la búsqueda de alimento desde sus nidos en las paredes del cañón.
A pesar de lo esquivo de esta enorme ave, ya que sus alas pueden llegar a los 3 metros de envergadura, tuvimos la suerte de ver tres ejemplares adultos y dos jóvenes. Uno de los primeros se paseó desafiante trazando círculos sobre nuestras cabezas durante más de un minuto, por lo que pudimos verlo bastante bien.
Pero si no hay suerte y no veis ningún cóndor, aún y así, el lugar vale mucho la pena, puesto que desde el mirador el paisaje es estremecedor, con una caída vertical de 1.200 metros hasta el río y enfrente de nosotros el Mismi, una montaña de origen volcánico y que tiene una altura de 3.200 metros.
Abandonamos la Cruz del Cóndor casi a las 10 de la mañana para regresar a Chivay.
Por el camino hicimos alguna que otra parada para hacer fotos desde otros miradores sobre el cañón.
Finalmente llegamos a Chivay, donde dispusimos de un rato para comer algo y pasear.
A las 13:00 nos recogió el minibús de la agencia y emprendemos el camino de regreso a Arequipa, adonde llegamos sobre las 16:35.
El día anterior al viaje, aún en Arequipa, fuimos a la terminal de autobuses para comprar los billetes a Puno. Escogimos la compañía Julsa y el precio fue de 20 S/ cada uno. Un taxi desde la Plaza de Armas a la terminal costaba 3 S/.
La primera parte del trayecto en autobús desde Arequipa a Puno transcurre por la carretera que bordea el volcán Chachani (también va hacia el Colca) hasta llegar a Patahuasi, donde se bifurca a la derecha hacia Puno.
En el tramo que sigue a continuación se llega a una cota de 4.400 metros de altura.
En nuestro caso hicimos este trayecto por la tarde, disfrutando así de una luz mágica a medida que el sol bajaba en el horizonte y envolvía un paisaje realmente alucinante.
Tras una larga parada en Juliaca nuestro autobús continuó viaje hacía Puno, adonde llegamos tras 3 horas y 40 minutos de viaje, con 90 minutos de retraso sobre el horario previsto (?).
Un taxi desde la terminal inter-departamental de Puno hasta el centro de la ciudad costaba 3 S/ (o 2 S/ si se trata de un mototaxi).
En Puno nos alojamos en el Casona Plaza Hotel (Jr. Arequipa 655, en la esquina con Jr. Puno, a una cuadra de la Plaza de Armas). Una habitación doble grande, con baño privado, TV y un buen desayuno incluido cuesta 56 US$. Sin duda fue uno de los mejores hoteles en nuestro viaje al Perú. Muy recomendable.
En la calle Lima hay varios restaurantes, pero nosotros podemos recomendar La Hostería (calle Lima, 501).
PUNO (su nombre largo es San Carlos de Puno). Esta ciudad es capital departamental y está situada a una altura de 3.830 metros, en la orilla occidental del lago Titicaca, siendo la quinta ciudad más alta del mundo.
Debido a su altura no es recomendable llegar a Puno directamente desde un lugar a baja cota para evitar en lo posible el mal de altura (el paso previo por Arequipa o Cusco nos pueden ayudar a aclimatarnos).
Aunque la ciudad en sí no tiene demasiado interés, para el viajero es el punto de partida lógico para explorar el lago Titicaca y otros puntos de interés cercanos, como Sillustani.
De todos modos no está de más darse un paseo por la Plaza de Armas, con sus curiosos arbustos recortados con formas de animales (también lo vimos en otros lugares del Perú).
En el lado oeste de la plaza está la catedral, barroca de 1757, mientras que en el noroeste está la Casa del Corregidor, una casona del s. XVII, y a su lado el Museo Carlos Dreyer, con objetos arqueológicos de la zona.
Estos dos últimos no los pudimos visitar por ser domingo y estar cerrados al público. A cambio pudimos disfrutar de un desfile multitudinario y colorista con miembros de la policía y de diversos colegios de la zona, todos ellos vestidos de gala, como Homenaje a la Bandera, un acto de carácter patriótico que se lleva a cabo cada domingo en la Plaza de Armas y calles aledañas.
Por último, la calle Lima, entre la Plaza de Armas y la calle Lambayeque, es una bulliciosa calle peatonal con muchas tiendas y restaurantes.
LAGO TITICACA. Este enorme lago (170 km de largo por 60 de ancho), compartido por Perú y Bolivia, es el lago navegable situado a mayor altitud del mundo (3.820 metros sobre el nivel del mar) y el mayor de Sudamérica.
Circundado por un magnífico paisaje, el Titicaca es también un lugar sagrado para los indígenas. Además, a esta altura la luz es realmente especial y crea un ambiente único que lo inunda todo con sus marcados contrastes.
En el lago podemos encontrar hasta 36 islas, entre las que destacan la de Taquile, Amantani o Suasi en aguas peruanas o las del Sol y la de la Luna ya en Bolivia, habitadas por indígenas que hablan principalmente quechua y aymara.
En el momento de trazar nuestra ruta por el Perú decidimos dedicar un solo día al lago Titicaca por falta de días. Desde luego pensamos que se trata de un lugar interesante, pero tuvimos que elegir (¡qué dura es la vida del viajero!).
Puesto que sólo disponíamos de un día pensamos en visitar las islas Uros y la isla de Taquile, descartando Amantani por estar más lejos.
Hay circuitos organizados de uno a varios días para visitar las islas del lago, pero nosotros preferimos, como no, la opción independiente y que recomendamos especialmente para intentar que todo nuestro dinero se quede en las comunidades indígenas que habitan el lago.
El día de nuestra excursión al lago Titicaca fuimos al puerto de Puno, situado 1'5 km al nordeste de la Plaza de Armas (un taxi cuesta 2 S/), adonde llegamos antes de las 7:30 de la mañana.
Una vez allí preguntamos por una barca local (colectivo) a Taquile y nos indicaron una barca ya bastante cargada con sacos, cajas, y bastante gente, mayormente locales, pero también dos parejas de gringos (brasileños y franceses, concretamente) como nosotros.
Acordamos un precio de 25 S/ por persona por el viaje de ida, incluyendo una parada en las islas Uros, y vuelta a Taquile. Además hay que pagar 2 S/ más en concepto de tasa turística para visitar las islas Uros.
Finalmente salimos del puerto de Puno pasadas las 8 de la mañana. La embarcación permitía ir a cubierto en caso de lluvia o frío, pero era mucho mejor ir en la cubierta superior para gozar del magnífico paisaje del lago, aunque sea abrigado.
En menos de una hora ya estábamos en las islas Uros, unas singulares islas flotantes, hechas a base de capas de juncos trenzados de totora y que hay que ir reponiendo constantemente a medida que se van pudriendo las capas de abajo.
Aunque, según nuestra modesta opinión, el lugar está muy explotado turísticamente y en cierta forma es un parque temático lo cierto es que valió mucho la pena experimentar la sensación de andar sobre la superficie de estas islas y poder admirar esta curiosa forma de vida, originada siglos atrás cuando el pueblo uro tuvo la necesidad de aislarse para sobrevivir.
Tras desembarcar poco más de 20 minutos en una de las islas continuamos viaje hacia Taquile, navegando por un laberinto de pasillos entre un mar verde de totora y dejando a la derecha la península Chucuito.
Finalmente llegamos a la isla de Taquile casi al mediodía. En el mismo puerto pagamos 2 S/ como tasa de entrada a la isla. Con bastante esfuerzo, por la altura, subimos los casi 500 escalones hasta el centro de la isla.
Una vez arriba las vistas son extraordinarias, tanto hacia el lago como hacia el interior de la isla, con sus casas y terrazas cultivadas. A partir de aquí seguimos algunos caminos para conocer otras partes de la isla. Vale la pena fijarse en las bonitas y singulares vestimentas tradicionales de hombres y mujeres de la isla, de etnia quechua.
Hicimos un alto en el restaurante Flor Kantuta para comer algo y cuando llegó la hora de volver desandamos el camino hasta bajar al puerto, del que partimos hacia Puno a las 14:45.
La embarcación iba mucho más descargada que en el viaje de ida, por lo que el viaje de vuelta (directo a Puno) fue más rápido y cómodo. Llegamos al puerto de Puno a las 17:30, con los últimos rayos de sol sobre el lago. A medida que el sol languidecía disfrutamos de una luz preciosa para hacer fotos.
A pesar de lo efímera de nuestra visita a la isla de Taquile, disfrutamos mucho de este día en el lago Titicaca.
SILLUSTANI. Este es el nombre de un conjunto arqueológico formado por monumentos funerarios en forma de torres, llamados chullpas, donde el pueblo colla enterraba a sus nobles. Alguna de estas torres mide hasta 12 metros de alto.
La entrada a Sillustani costaba 5,5 S/ y es un lugar interesante, pero a nosotros nos gustó especialmente el entorno, ya que las ruinas están casi rodeadas por el lago Umayo.
En el camino a Sillustani hay algunas casas de estilo tradicional, pero nuevas, donde paran los tours para comprar productos típicos.
Sillustani está unos 30 km al noroeste de Puno y para llegar hasta aquí tomamos un autobús con destino a Juliaca en la Terminal Zonal de Puno (un mototaxi desde el centro costó 1 S/), pero le dijimos al conductor del autobús que nos dejara en el cruce a Sillustani (1 S/ cada uno por este trayecto de 19 km y 35 minutos).
En el cruce tomamos un taxi colectivo que iba a Antucolla, pero negociamos que por un total de 5 S/ nos dejara en Sillustani, unos 4 km más allá de esta población. También negociamos con el mismo taxi para que nos fuera a recoger a Sillustani a la hora que le indicamos y nos dejara de nuevo en el cruce de la carretera Juliaca-Puno.
Dado que a la vuelta ya era un taxi privado, sólo para nosotros, pagamos un total de 10 S/ y así pudimos parar por el camino para hacer fotos. En el cruce tomamos el primer autobús que pasó con destino Puno (1 S/).
En Puno compramos el día anterior los billetes a Cusco (20 S/ cada uno) en la empresa San Martín porque es la que mejor se adaptaba al horario que buscábamos.
Los autobuses a Cusco salían desde la Terminal Interdepartamental y antes de salir tuvimos que pagar las tasas de embarque (2 S/). Tardamos siete horas en llegar a Cusco (son 385 km y, excepto el tramo hasta Juliaca, el resto de la carretera está en muy buen estado).
Los paisajes a lo largo del trayecto son, en general, muy muy bonitos, pasando por las poblaciones de Pucara, Ayaviri, el puerto de Abra La Raya (a 4.319 metros de altura) o Sicuani y Urcos, ya en el departamento de Cusco.
Por último, comentar que también existía la posibilidad de ir en tren desde Puno a Cusco, pero había mucha menos disponibilidad, era más caro y también más lento.
Para ir de la terminal hasta el centro de Cusco tomamos un taxi fuera de la terminal, ya que el precio bajaba sustancialmente.
En Cusco nos alojamos en el Hotel Munay Wasi (Av. Tullumayo 418, a cuatro cuadras de la Plaza de Armas de Cusco). La habitación doble con baño y desayuno nos costó 90 US$.
El hotel es muy bonito, pero es algo ruidoso por la disposición de las habitaciones. Por ello decidimos cambiar a otro hotel para nuestra vuelta a la ciudad de Cusco tras visitar Machu Picchu.
El elegido fue el Hotel San Agustín Plaza (Av. del Sol, 594)., donde pagamos 304 S/ por una habitación doble, con todas las comodidades y un buen desayuno incluido. El hotel está bien y el personal es muy amable, pero las habitaciones necesitaban una reforma urgente.
Para comer en Cusco podemos recomendar el restaurante-café Pucara (C/ Plateros 309). Y para tomar algo caliente y pastelería nada mejor que La Bondiet (c/ Heladeros, 118) o El Buen Pastor (Cuesta de San Blas, 575), donde además los beneficios se destinan a un hogar de acogida para niñas.
En la Plaza de Armas hay sitios para cambiar dinero o para conectarse a Internet (a 1,5 S/ la hora). También en la Avenida del Sol hay varios sitios donde cambiar dinero.
CUSCO (o Cuzco y Qosqo en quechua). Está situada a 3.326 metros de altura y es el primer centro turístico del Perú, pero por encima de todo es una ciudad preciosa, con un centro histórico formado por estrechas calles empedradas entre antiguas casas y mansiones coloniales, así como iglesias que albergan joyas del barroco.
Para el viajero es, además, el campo base desde el que organizar la logística para visitar lugares como el Valle Sagrado o el Machu Picchu, por ejemplo.
Siendo Cusco y alrededores un lugar tan turístico no debe sorprender que todos los servicios turísticos aquí sean especialmente caros y estén pensados para exprimir al máximo al visitante (tanto es así que para muchos peruanos este era un lugar prohibitivo).
Así, para visitar muchas de las atracciones turísticas de la zona había que comprar necesariamente un Boleto Turístico.
Nosotros compramos el boleto completo (70 S/ cada uno!!) en la Oficina de Turismo Regional (calle Mantas, 117A), aunque también se puede adquirir en Av. El Sol 103 o en calle Garcilaso (esquina con Heladeros).
Este boleto incluía 16 lugares en Cusco (Convento de Santa Catalina, Museo Arte Contemporáneo, Museo Histórico Regional, Museo de Corikancha, Museo Arte Popular, Centro Qosqo de Arte Nativo y Monumento al Inka Pachacutec), así como Sacsayhuamán, Qenko, Puca Pucara, Tambo Machay, Pisac, Chinchero, Ollantaytambo, Tipon y Pikillaqta.
Centro histórico de Cusco (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1983). Hay bastantes lugares de interés en esta zona, por lo que lo más recomendable es patearse sus bonitas calles y plazas con un buen mapa donde estos estén indicados.
En el lado negativo comentar que, a menudo, los vendedores ambulantes en esta zona asedian al visitante más de lo que sería deseable.
Aquí sólo enumeraremos algunos de estos lugares de interés, sin entrar en más detalles, ya que en una buena guía podéis encontrar su historia y características:
PÁSAC Y EL VALLE SAGRADO. Esta población, situada unos 35 km al nordeste de Cusco, es uno de los principales puntos de interés en el llamado Valle Sagrado, juntamente con Ollantaytambo.
El Valle Sagrado de los Incas se extiende entre las poblaciones indígenas de Písac y Ollantaytambo, y transcurre paralelo al río Vilcanotas. Fue de una gran importancia para el pueblo inca debido a sus especiales cualidades geográficas y climáticas (se encuentra entre los 2.000 y los 2.800 metros de altura).
En un extremo de este valle se encuentra Písac, cuya importancia viene dada por su famoso mercado y también por su impresionante ciudadela inca.
Nosotros visitamos Písac un jueves, día de mercado (también lo es el domingo), y cuando llegamos a la plaza principal, a las 9 de la mañana, aún se estaban montando los puestos de venta y no había prácticamente nadie, fuera de los propios comerciantes y gente del lugar.
Aprovechamos, pues, para dar una vuelta por el mercado a medio montar y vimos más o menos los mismos productos y recuerdos que se vendían en las tiendas de Cusco (muy curioso resulta el juego de ajedrez en que las piezas representan a los conquistadores españoles y a los incas).
Yendo hacia el este por la calle Mariscal Castilla nos detuvimos en el horno de pan tradicional que hay en su lado izquierdo, con su curioso castillo en miniatura habitado por cuyes, una especie de conejillo de Indias.
Continuando hacia el extremo nordeste del pueblo llegamos a la carretera que conduce a las ruinas.
Ciudadela inca del Valle Sagrado. Este sitio arqueológico inca es una de las joyas del Valle Sagrado y está situado a unos 12 km de Písac.
En Písac negociamos con un taxi para el trayecto de sólo ida hasta la ciudadela inca, bajando de los 20 S/ iniciales como taxi privado a 8 S/ compartiendo el taxi con una mujer y sus dos hijos.
En sólo 15 minutos ya estábamos en la puerta de la fortaleza, elevada unos 600 metros por encima de Písac. Aquí se entraba con el Boleto Turístico.
Este sitio arqueológico es bastante extenso y su entorno es extraordinario, dominándose desde él el valle del Urubamba.
Realizamos la visita siguiendo el camino marcado y visitando todo aquello que fuimos encontrando: las tumbas incas, los baños ceremoniales, los edificios militares, un túnel tallado en la roca, los templos, ...
El camino va descendiendo hasta llegar al Intiwatana o Templo del Sol.
Acabada la visita iniciamos el retorno a Písac andando por un camino de 5 km que desciende hasta el pueblo. Este camino es muy bonito (y recomendable) puesto que cruza numerosos terrazas incas, que forman enormes escalones, y proporciona vistas magníficas sobre Písac y el valle.
El camino acaba en la plaza principal de Písac, a la derecha de la iglesia. Cuando llegamos de nuevo a la plaza eran ya las 12:30 del mediodía y el panorama había cambiado bastante respecto a lo que habíamos visto a primera hora del día, puesto que ya habían llegado numerosos tours y el mercado estaba a pleno rendimiento. Las calles alrededor de la plaza estaban taponadas por los numerosos autobuses de los turistas.
Aquí dimos por concluida la excursión a Písac y esta parte del Valle Sagrado, la cual disfrutamos enormemente y que recomendamos especialmente.
Para comer en Písac huimos de los restaurantes turísticos de la plaza y damos con un modestísimo restaurante local en el extremo sur de la calle Bolognesi, donde un menú buenísimo de dos platos y bebida nos costó 2,5 S/.
El colectivo de Cusco hacia Písac (2,20 S/) salía de la pequeña terminal en Av. Tullumayo y tardó casi 1 hora en realizar el trayecto, dejándonos en un punto tras cruzar el puente sobre el río Urubamba (desde aquí sale también de regreso a Cusco).
Para ir desde la terminal en Av. Tullumayo al centro de Cusco sólo hay que sequir la calle Bolognesi y caminar unos 500 metros hacia el norte.
Alrededores de Cusco. Aprovechamos la vuelta de Písac a Cusco para iniciar la visita a los cuatro yacimientos arqueológicos más próximos a Cusco: Tambo Machay, Puca Pucara, Qenko y Sacsayhuamán. A todos ellos se entra con el Boleto Turístico. En teoría el horario de visita finalizaba a las 18:00, pero tratándose de recintos abiertos se podían visitar mientras hubiera luz natural.
A petición nuestra, el autobús de regreso de Písac nos dejó en el desvío a Tambo Machay, el más lejano a Cusco de los cuatro (está a unos 8 km). Caminando unos 300 metros por una pista se llega al sitio en sí, formado por un baño de piedra ceremonial.
La visita es muy rápida puesto que no queda gran cosa. Volvimos a la carretera y andamos unos 100 metros siguiendo la carretera a Cusco hasta llegar a los restos de Puca Pucara, una estructura en ruinas sobre el valle de Cusco.
Aunque las ruinas en sí no dan para mucho, lo cierto es que las vistas sobre el valle son muy bonitas.
Para ir a Qenko, nuestro siguiente destino a 5 km de aquí, tomamos una minivan de color blanco y azul que va llevando gente entre los distintos yacimientos. Pagamos 0,5 S/ cada uno por el trayecto a Qenko.
Se trata de una gran roca que actuaba de santuario, con numerosos elementos simbólicos. En nuestra opinión este lugar es más interesante que los dos anteriores.
Acabada la visita a Qenko seguimos la carretera a Cusco y andamos durante 1,5 km hasta llegar a Sacsayhuamán, el más impresionante de los cuatro yacimientos, por la magnificencia de los restos en sí y por el entorno.
El conjunto principal está formado por una impresionante muralla de tres plantas en zig-zag, con enormes piedras que pueden llegar a pesar hasta 300 toneladas.
Delante de las murallas hay un gran esplanada en la que se celebra el popular festival del Inti Raimy en el mes de junio.
Por detrás de la fortificación hay una pequeña esplanada elevada que conduce a un mirador con magníficas vistas sobre la ciudad de Cusco.
Desde lo alto de la colina que hay al otro lado tendremos una vista estupenda de la muralla. Y detrás de la colina hay unas piedras muy lisas que los locales usan como tobogán, aunque hay que ir con cuidado para no hacerse daño.
Para volver de Sacsayhuamán a Cusco se puede tomar un autobús en la carretera, pero nosotros optamos por bajar andando por un camino con escaleras que parte del lado izquierdo de las murallas y que conecta con la bonita calle Pumacurco, la cual nos condujo al centro de Cusco. Esta fue una decisión muy acertada.
El viaje de Cusco a Aguas Calientes, la base desde donde visitar el Machu Picchu, lo realizamos en diversas etapas.
Empezamos por tomar un autobús desde Cusco a Urubamba (3 S/) en la mini-terminal de colectivos que hay en Av Grau esquina con c/Pavitos.
Llegamos a la terminal de Urubamba tras un viaje de 90 minutos, donde tomamos el siguiente colectivo a Ollantaytambo (1 S/, 20 minutos).
En Ollantaytambo empleamos toda la tarde para visitar su maravillosa fortaleza inca y visitar el pueblo (ver Ollantaytambo) antes de tomar el Tren Económico a Aguas Calientes a las 20:00.
Este tren era cómodo y disponía de vagones para gringos y el resto para nacionales, ya que el precio que pagábamos unos y otros era muy distinto. Finalmente llegamos a Aguas Calientes a las 21:20 horas.
El tren era, en principio, la única forma práctica de llegar a Aguas Calientes (ver Ruta alternativa y barata al Machu Picchu).
Para comprarlos fuimos a la estación Huánchac en Cusco (calle Pachacutec, a poco más de 1 km de la Plaza de Armas) donde tras informarnos de horarios y precios elegimos el tren económico/backpacker entre las estaciones de Ollantaytambo y Aguas Calientes. Para comprar los billetes había que presentar el pasaporte.
Esta era la opción más económica, pese a que su coste fue de 44 US$ cada uno (ida y vuelta) por un corto trayecto de menos de 90 minutos. Un verdadero atraco para gringos!!.
Hay una ruta alternativa para llegar al Machu Picchu sin tener que adquirir el carísimo billete de tren, pero hay que disponer de mucho tiempo y ganas de aventura (también puede ser una alternativa al Camino Inca).
La siguiente información es a título indicativo puesto que nosotros no la realizamos y por tanto no pudimos contrastar estos datos.
Se trata de salir desde la terminal de colectivos de Cusco a Quillabamba con destino a Santa María (5-6 horas, 18 S/), donde hay que pasar la noche.
Al día siguiente hay que tomar un colectivo a Santa Teresa (2 horas, 6 S/) y de aquí otro colectivo hasta la hidroeléctrica pasando por el puente Carriluchayoc (30 minutos, 2 S/).
En este punto se inicia una caminata de 10 km (unas 2 horas) por la vía hasta Aguas Calientes, punto de partida para visitar al día siguiente el Machu Picchu. La vuelta a Cusco sería siguiendo la misma ruta.
En Aguas Calientes nos alojamos en el Hostal Mosoq Illary (Av. Pachacutec s/n), donde pagamos 30 S/ por una sencilla y correcta habitación doble con baño y TV. Un desayuno en el mismo hotel nos costó 4 S/.
En Aguas Calientes realmente hay mucha oferta donde escoger, pero si se quiere ir a un hotel concreto es mejor reservar antes, sobre todo si se toma el tren económico que llega por la noche.
En nuestro caso, cuando bajamos del tren en Aguas Calientes encontramos en la plaza del pueblo una hilera de gente con rótulos de multitud de hoteles para atraer posibles clientes.
Probamos el restaurante Mijuna Wasi (Av. Pachacutec s/n), aunque en la misma calle Pachacutec había otros muchos.
OLLANTAYTAMBO. Tal como hemos comentado antes, en el trayecto desde Cusco hasta Aguas Calientes hicimos una parada en la población de Ollantaytambo, también conocida como Ollanta, con el objetivo de visitar su extraordinaria ciudadela inca.
Ollanta es una pequeña población situada junto al río Urubamba y a 80 km de Cusco, situada por tanto en el conocido como Valle Sagrado. Constituye el mejor ejemplo que podemos ver de planificación urbana inca, por lo que vale la pena pasear por sus bonitas calles empedradas al norte de la Plaza Mayor.
También es ventajoso comprar aquí comida y bebida para pasar el día siguiente en el Machu Picchu, puesto aquí todo es más barato que en Aguas Calientes. En la Plaza Mayor, por ejemplo, hay una tienda de abarrotes donde abastecerse.
Antes de tomar el tren a Aguas Calientes nosotros aprovechamos para cenar algo en el restaurante Gran Tunupa (c/ Ventiderio, 2ª cuadra), delante del hospedaje Los Andenes.
Fortaleza inca. Es el principal punto de interés de Ollanta y se trata de un complejo arqueológico que fue un estratégico centro militar, religioso y agrícola en el antiguo Imperio Inca. El tamaño, estilo y originalidad de sus edificios hacen que este lugar tenga un excepcional interés.
El horario de visita de la ciudadela es de 7 a 18 horas y la entrada estaba incluida en el Boleto Turístico.
Nosotros lo visitamos durante más de tres horas, hasta que se fue el sol, y de hecho fuimos de los últimos en salir. Al ser un sitio elevado las vistas sobre los alrededores, con la última luz de la tarde, son excepcionales. Muy recomendable.
Desde la fortaleza destaca, detrás de la población de Ollanta, el característico monte Pinkuylluna y en su escarpada ladera son claramente visibles los restos de unos antiguos graneros incas (o colcas). La razón de que los incas almacenaran los alimentos a esa altura es porque allí el aire es más fresco y hay más ventilación.
AGUAS CALIENTES. Esta pequeña población, también conocida como Machu Picchu Pueblo, nació casi de la nada y vive exclusivamente de los visitantes al Machu Picchu, el cual está situado a unos 8 km del pueblo.
También sirve de lugar de descanso para los que realizan el Camino Inca con final en el Machu Picchu. En cualquier caso hay que pasar forzosamente por aquí para tomar el tren en dirección a Cusco.
Aguas Calientes no tiene más interés. Sólo citar, en el extremo norte de la calle Pachacutec, unos baños termales formados por piscinas exteriores (las duchas también lo son). La entrada cuesta 10 S/ y se puede alquilar incluso el traje de baño.
Santuario Histórico del Machu Picchu (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1983). El Machu Picchu (en quechua es Machu Pikchu y significa montaña vieja) es una ciudad-fortaleza inca ubicada sobre una plataforma a 2.350 metros de altura y entre dos picos de la cordillera de los Andes.
Permaneció olvidada durante siglos hasta que el arqueólogo Hiram Bingham la redescubrió en 1911 virtualmente intacta. Por ello también es conocida como la ciudad perdida de los incas. Es quizás uno de los sitios históricos más bonitos y enigmáticos del mundo y no tanto por las ruinas en sí, sino por su ubicación.
No sólo no nos defraudó, pese a las grandes expectativas que teníamos, si no que nos pareció un lugar fascinante, por decir algo, ya que es difícil describir las sensaciones que sentimos. Estuvimos un día entero visitando el recinto y disfrutamos cada segundo.
En fin, es un lugar que no hay que perderse por nada y que posiblemente estará (merecidamente) en la lista de las nuevas 7 maravillas del mundo.
Hay un autobús que parte regularmente de Aguas Calientes (no muy lejos del mercado de artesanía) con destino a Machu Picchu.
Asciende en zig-zag por la carretera Hiram Bingham hasta llegar en unos 20 minutos ante el hotel de lujo Machu Picchu Sanctuary Lodge, ya junto a la entrada a la ciudadela.
El primer autobús de subida era a las 5:30 de la mañana, mientras que el último salía de la ciudadela a las 17:00. Su precio para extranjeros (abusivo, como no) era de 6 US$ o 20 S/ por trayecto.
La otra única opción era subir caminando, pero suponía una caminata agotadora de aproximadamente una hora (hay que subir unos 700 metros de desnivel).
La entrada a la ciudadela costaba nada menos que 120 S/ para los extranjeros, con un 50% de descuento para los portadores del carnet de estudiante ISIC. El horario de visita era de 6:00 a 17:30 todos los días.
Desde el 1 de julio de 2017 hay una serie de nuevas restricciones en el acceso a Machu Picchu que hay que tener en cuenta si se tiene prevista la visita a la famosísima ciudadela inca.
Estas medidas tienen el objetivo de regular el nº de visitantes para preservar este tesoro mundial y evitar, en la medida de lo posible, la masificación. La UNESCO ya había advertido a las autoridades peruanas de restringir el nº de visitantes, bajo la amenaza de añadir Machu Picchu a la lista de patrimonios en peligro.
Y es que desde el año 2010 se había disparado la cantidad de turistas que accedían al recinto, hasta llegar a 1'6 millones en año 2016, con unos 5.000 visitantes/día en el verano de ese año.
Nosotros subimos al Machu Picchu en uno de los primeros autobuses del día y tras pagar religiosamente la entrada en la taquilla de acceso entramos al complejo, dirigiéndonos en primer lugar a la zona situada entre la llamada cabaña del vigilante de la roca funeraria y el inicio del camino al puente levadizo inca.
En este mirador nos quedamos un buen rato para disfrutar, aún con pocos visitantes, de la privilegiada vista que teníamos de las ruinas (es la típica foto que todos recordamos del Machu Picchu).
Al llegar la ciudadela estaban envueltas en nubes que a ratos nos permitían intuir el lugar, pero a medida que pasaba el rato se fue despejando hasta tener una visión perfecta del conjunto, incluso con sol. En este rato hicimos un número incontable de fotos para intentar atrapar aquel momento mágico.
Después bajamos para visitar el interior de las ruinas. No explicaremos aquí el detalle de lo que se puede encontrar, ya que esto lo podéis consultar en cualquier guía.
Como curiosidad mencionar que en el recinto encontramos unas llamas que iban de acá para allá. Estos animales no son oriundos de aquí, puesto que este no es su hábitat habitual, pero fueron traídas ya hace unos años para grabar un espot de TV y aquí se quedaron, adaptándose perfectamente al lugar. Además hacen las delicias de los visitantes...
A las 9:45 salimos por el extremo norte de las ruinas para encontrar el camino que sube al Wayna Pikchu (en quechua significa montaña joven), una de las excursiones más populares a realizar desde la ciudadela. Esta montaña es famosa por ser el telón de fondo que aparece tras las ruinas de Machu Picchu.
Pero antes tuvimos que registrarnos en un puesto de control (la hora límite para subir eran las 14:00 h. y para bajar de nuevo las 16:00 h).
Aunque fatigoso, este camino no es especialmente difícil y sólo al final presenta algunos tramos complicados, con zonas no aptas para personas con vértigo y con un estrecho paso por un túnel.
En algo menos de una hora llegamos a la cima, situada a 2.650 metros de altura. Ni que decir tiene que las vistas desde aquí quitan el aliento y son es-pec-ta-cu-la-res, dándonos una vista muy distinta del Machu Picchu.
Por poco que podáis la verdad es que vale muchísimo la pena el esfuerzo.
Una vez en la cima del Wayna Pikchu buscamos un buen lugar para descansar y gozar de la vista, a la vez que comíamos algo para reponer fuerzas (no se prohibía la entrada de comida y/o bebida al recinto, tal y como decía nuestra guía LP, pero por supuesto debemos dejar el lugar al menos tan limpio como estaba, tirando la basura a una papelera o llevándola con nosotros para tirarla después).
Tras un largo descanso y después de ver todas las perspectivas posibles desde la cima iniciamos el descenso por el mismo camino (a medio camino de bajada hay un desvío en el camino para ir hasta el Templo de la Luna, pero es una excursión larga.
La otra excursión que hicimos desde el Machu Picchu fue al Intipunku (la Puerta del Sol), el punto que marca el final del Camino Inca. El camino de subida al Intipunku (unos 45 minutos) parte del extremo sur de las ruinas y desde él hay unas vistas fantásticas del Machu Picchu y las montañas del entorno.
El Intipunku es una puerta de piedra desde la que se tiene la primera visión del Machu Picchu si se llega por el Camino Inca. Nosotros continuamos algo más allá siguiendo el Camino Inca en sentido contrario para ver que había al otro lado de la puerta.
Tras disfrutar un rato a solas del lugar volvimos de nuevo, en unos 25 minutos, a las ruinas, para acabar de visitar el resto del recinto y hacer más y más fotos. Finalmente salimos del recinto pasadas las 5 de la tarde para coger el último autobús a Aguas Calientes, a las 17:30.
A primerísima hora de la mañana la temperatura en el Machu Picchu puede ser algo fresca, pero el resto del día resultó ser muy agradable.
Por último, comentar que vale la pena poder estar en el recinto en las primeras horas de la mañana y/o en las últimas de la tarde. En las fechas de nuestra visita, a esas horas era cuando menos gente había, ya que los tours llegaban tarde por la mañana (a partir de las 10 h.) y se iban pronto por la tarde.
Dicho esto, nos sorprendió mucho ver menos gente de la que esperábamos, tratándose de un lugar tan hiperturístico.
Regreso a Cusco. En la estación de Aguas Calientes tomamos el tren Backpacker de las 5:45 de la mañana. Tras un plácido viaje que fue bordeando el río Urubamba llegamos a Ollanta a las 7:35.
Bajamos del tren y en la misma estación de ferrocarril de Ollantaytambo ya se anunciaban los autobuses directos a Cusco. Tomamos uno de ellos (5 S/) y, tras un viaje de 80 minutos, llegamos a Cusco pasadas las 9 de la mañana, dejándonos en la Plaza San Francisco.
Nuestro largo viaje desde Cusco, en la mitad sur del Perú, a Tarapoto, en la mitad norte del país, comenzó tomando un minibús (con el nombre Correcaminos) en la esquina de Av. del Sol con San Miguel y con destino al aeropuerto de Cusco (0,6 S/ cada uno). Un taxi pedía 3 S/.
Empleamos 15 minutos en este trayecto de 3 km desde el centro hasta la puerta de entrada al aeropuerto.
Antes de embarcar en el vuelo de Cusco a Lima con LATAM Airlines pagamos 13,95 S/ de tasas de aeropuerto.
Tras un vuelo de 65 minutos llegamos al aeropuerto Jorge Chaves de Lima, donde conectamos con el siguiente vuelo con destino a Tarapoto, también de LATAM Airlines y con la misma duración.
Por estos dos vuelos pagamos un total de 627 S/ y los habíamos reservado y comprado días atrás a través de nuestros amigos peruanos, pero también se podían comprar por Internet a través de la página web de la compañía. En las fechas de nuestro viaje no había un vuelo directo Cusco-Tarapoto y de ahí la necesidad de los dos vuelos vía Lima.
Para ir desde el aeropuerto de Tarapoto hasta el centro, unos 5 km, tomamos un motokar por 3 S/.
En Tarapoto nos hospedamos en el Alojamiento El Mirador (San Pablo de la Cruz, 517), donde pagamos 60 S/ por una habitación doble, impoluta, con baño, TV y ventilador, muy necesario en Tarapoto.
Este hotel está regentado por Luís y Talma, un matrimonio tan efusivo y atento que realmente nos hicieron sentir como en casa. Pagamos 7 S/ por un magnífico desayuno en la terraza del hotel (con vistas) y era la mejor manera de comenzar el día.
En resumen, es un hotel muy recomendable y de lo mejor de Tarapoto. Además, el hotel nos ofreció transporte gratuito desde el aeropuerto al hotel o viceversa.
Para comer nada mejor que el restaurante El Brasero (Lamas, 231), con unas carnes buenísimas hechas al carbón y a muy buen precio (la diferencia de precios con Cusco es notable). Por la noche se come en unas mesas al aire libre y con música en directo (al menos así fue cuando estuvimos nosotros).
TARAPOTO. Esta ciudad, también conocida como Ciudad de las Palmeras, es la más grande del departamento de San Martín, en la amazonía peruana, y tiene clima tropical.
La ciudad en sí no tiene demasiado interés turístico, pero en los alrededores de Tarapoto hay un gran número de excursiones a hacer para ver lagos, rápidos, cataratas, baños termales, pueblos indios, etc.
La razón de nuestro paso por Tarapoto fue puramente logística. Para ir hasta Chachapoyas y Kuélap, nuestro siguiente destino, la opción más inmediata era tomar un vuelo de Lima a Chiclayo y después un autobús desde Chiclayo hasta Chachapoyas, pero para continuar nuestra ruta programada esto nos obligaba a repetir de vuelta el largo trayecto entre Chachapoyas y Chiclayo.
Así que preferimos volar de Lima a Tarapoto (el precio era algo inferior al del vuelo a Chiclayo) y aquí tomar un autobús con destino a Chachapoyas, más o menos equivalente en tiempo al trayecto de Chiclayo a Chachapoyas y permitiéndonos así ver nuevas cosas en vez de repetir un trayecto.
Nos hubiera gustado poder disfrutar de algún día más en Tarapoto y alrededores, pero nuestros días de viaje ya no daban para más y pensamos que esto sería una buena excusa para volver otro día. Nosotros sólo tuvimos tiempo de dar una vuelta por la Plaza de Armas de Tarapoto y las calles de alrededores.
La primera sensación que tuvimos al llegar a Tarapoto fue el tremendo calor que hacía (33ºC), y eso que el sol ya se había puesto cuando llegamos.
Pero, claro, veníamos de pasar días en climas templados o fríos en nuestra ruta por el sur. Además, Tarapoto se encuentra en las tierras bajas de la Sierra Norte, lindando ya con la cuenca amazónica.
En Tarapoto el clima tropical marca decididamente la forma de ser de la ciudad y de sus habitantes.
Iniciamos el largo camino de Tarapoto a Chachapoyas (unos 360 km) tomando un motokar en nuestro hotel que por 2 S/ nos llevó hasta la terminal de la compañía Ejetur, en Av Salaverri (unos 4 km al oeste del centro), de donde salía el autobús de esta compañía hacia Chiclayo.
Los billetes los habíamos comprado (25 S/ cada uno hasta Pedro Ruiz, nuestro destino) la noche anterior en este mismo lugar para asegurarnos las plazas, por si acaso.
Había otras compañías que hacían el mismo recorrido, pero esta era la única que salía de Tarapoto a primera hora de la mañana (el resto lo hacían por la tarde o noche) y era la que se ajustaba mejor a nuestros planes.
El autobús de Ejetur finalmente salió de Tarapoto a las 9:10, con sólo 40 minutos de retraso, gracias a que los pasajeros (todos peruanos y nosotros) nos amotinamos e instamos a la compañía para que saliéramos ya.
Por el camino fuimos viendo pequeños pueblos y mucha selva. Paramos en Moyabamba a recoger viajeros y un poco más tarde en Rioja para comer algo.
A partir de aquí el trayecto hasta Pedro Ruiz es realmente espectacular, ya que la carretera va subiendo y bajando altas montañas en mitad de una vegetación exuberante.
En algunas cuestas el autobús apenas tenía fuerza para avanzar. Llegamos a Pedro Ruiz, el punto de conexión de la carretera principal de Chiclayo a Tarapoto con el desvío hacia Chachapoyas, a las 17:10.
En Pedro Ruiz bajamos del autobús, que continuaba viaje hacia Chiclayo, y rápidamente localizamos la combi que iba hacia Chachapoyas (7 S/), aunque debimos esperar a que se llenara.
Finalmente no se llenó, pero salió igualmente 30 minutos después. La carretera de Pedro Ruiz a Chachapoyas, de 70 km, era en realidad una pista, a veces en muy mal estado, que transcurría paralela al río Utcubamba.
Por suerte, los últimos 15 km, donde la carretera asciende unos 900 metros, estaban asfaltados.
Acabamos nuestro viaje en la Plaza de Armas de Chachapoyas a las 19:55, tras más de 2 horas de viaje desde Pedro Ruiz y 12 horas desde Tarapoto (!).
En Chachapoyas nos alojamos en el Hostal Plaza Chachapoyas (Grau, 534). Aquí pagamos 50 S/ por una habitación doble grande, con baño y TV. No estaba mal y está situado en la misma Plaza de Armas.
Para desayunar recomendamos la tienda que hay junto al Hostal Belén (Arrieta, 540), ya que en la planta de arriba tiene un café. Otro buen lugar es la Panificadora San José (Ayacucho, 516).
Y para cenar un buen lugar es el restaurante Las Rocas (Ayacucho, 932), con un local bastante acogedor.
CHACHAPOYAS. Esta pequeña y tranquila capital de departamento, abreviada popularmente como Chacha, está situada a 2.335 metros de altura, y a la que no es nada fácil llegar por su situación y por el estado de las pistas que conducen a ella.
Debido al hecho de que durante la época de lluvias la ruta a Chachapoyas puede ser peligrosa por inundaciones, desprendimientos, etc. la mejor temporada para visitar la zona es la época seca, entre mayo y octubre.
Chachapoyas es una de las ciudades más antiguas del Perú y una de las pocas que aún mantiene su influencia hispánica, conservando aún sus amplias casonas con techos de tejas, grandes patios rodeados de huertos y jardines, y originales balcones.
Por ello vale la pena darse un paseo por sus tranquilas calles para ver algunos de sus puntos de interés.
Si disponéis de varios días y ganas de aventura, los alrededores de Chachapoyas ofrecen un gran número de posibilidades: Kuélap, el Pueblo de los Muertos, los sarcófagos Karajía, el salto de agua Gocta (el tercero más alto del mundo), los mausoleos Revash, Leymebamba, y muchos más.
Pero dado lo remoto del lugar y las nulas infraestructuras llegar a ellos no es tarea fácil... Nosotros nos conformamos con ir a Kuélap, la principal atracción de la zona.
KUÁ‰LAP. Esta impresionante fortaleza, situada unos 72 km al sur de Chachapoyas y enclavada en lo alto de una montaña, a 3.000 metros del altura, es la estructura pétrea más grande de Sudamérica.
Fue construida hace más de 1.000 años por el pueblo Sachapuyo o Chachapoyas, del que se conoce muy poco.
La ciudadela ocupa aproximadamente unas 6 Ha y se caracteriza por sus tres plataformas de defensa, sobre los que se alzan gigantescos muros inclinados.
La primera de éstas sobrepasa los 20 metros de alto y 680 de largo y sólo tenía tres entradas, construidas de forma muy inteligente en forma de embudo (ancho de 3 metros en la parte exterior y 70 cm en el interior) para obstaculizar la entrada a los invasores.
La ciudadela de Kuélap, a la que algunos se refieren como el Machu Picchu del norte peruano, es única e incomparable por sus características entre los restos arqueológicos del Perú y aún queda mucho en ella por descubrir e investigar.
Por otra parte lo remoto de su ubicación ha permitido que continúe siendo un lugar bastante desconocido y muy poco visitado, a diferencia del Machu Picchu en el sur peruano.
Para ir a Kuélap desde Chachapoyas nosotros estudiamos varias posibilidades:
Antes de salir de Chachapoyas para iniciar nuestra excursión a Kuélap fuimos a una tienda en la Plaza de Armas para comprar comida y bebida que llevarnos.
Salimos con nuestro taxi y pasados los 15 km de carretera asfaltada que descienden hasta el río Utcubamba empezó de nuevo la pista y ya nos acompañó durante todo el camino.
Continuamos paralelos al río, hasta llegar al pequeño núcleo de Magdalena en que un puente cruza el río y abandonamos el valle iniciando la ascensión.
Aquí paramos para ver a lo lejos un sitio arqueológico llamado Macro, formado por construcciones de la cultura chachapoyas en la ladera de una montaña.
Al poco pasamos por Nuevo Tingo, la parte nueva de Tingo, adonde se trasladaron sus habitantes tras un grave desbordamiento del río. En la plaza donde está la iglesia es curioso ver los setos y árboles recortados con formas de animales.
A la salida de Tingo y tras girar una curva ya pudimos ver Kuélap en lo alto de una alta montaña frente a nosotros. Parecía que ya estábamos cerca, pero aún quedaba un largo camino porque había que dar un rodeo increíble.
A partir de aquí la pista se volvió no apta para personas con vértigo, ya que transcurría colgada a más de 1.000 metros sobre el fondo del valle y no había ninguna protección que nos separara del precipicio.
Al final del valle pasamos por el núcleo de Chectámal y más tarde por Longuita y María. Es un trayecto impresionante. Finalmente llegamos al aparcamiento de Kuélap sólo 2 horas y cuarto después de salir de Chachapoyas, cuando lo normal son 3 horas o más.
La explicación está en que nuestro taxista particular tenía madera de corredor de rallies y parecía que íbamos de pasajeros en el coche de Marcus GrÁ¶nholm (!). Por suerte nos dio mucha sensación de control y eso nos tranquilizó, ya que a priori no era el mejor lugar para correr.
Desde el aparcamiento anduvimos 1 km por un camino de subida hasta llegar a la entrada de la fortaleza. Cuanto más nos acercábamos más evidente era la enormidad de las murallas.
Antes de entrar pagamos la entrada (11 S/ o la mitad con el carnet ISIC) y nos registramos. El amabilísimo señor que estaba a cargo de la boletería nos explicó que ese año esperaban 6 ó 7 mil visitantes en Kuélap (en Machu Picchu esa cifra se conseguía en sólo 2 días!).
En las fechas de nuestra visita había en marcha trabajos de restauración, tanto en la muralla exterior como en el interior del recinto.
Entramos en la fortaleza por una de sus imponentes entradas. Gracias a unas placas numeradas y a unos paneles explicativos se podía realizar una visita con un cierto orden y sin necesidad de guía, ya que de otra forma sería imposible por las dimensiones de la fortaleza (600 metros de largo por 100 de ancho) y porque los caminos entre la vegetación no están claros.
A lado y lado de la ciudadela las vistas sobre los alrededores son absolutamente espectaculares.
Fuimos visitando las distintas partes de la fortaleza: el Torreón, el Pueblo Alto, el Tintero o algunos de sus 420 edificios de forma circular y con frisos romboidales decorativos.
Cuando llegamos a Kuélap había una decena más de visitantes en el recinto, pero al rato ya nos quedamos completamente solos, bueno, con la compañía de un grupo de llamas que nos iba siguiendo en la visita al complejo.
Después de más de tres horas en la ciudadela, incluyendo un receso en un lugar con vistas para comer lo que llevábamos, dimos por finalizada la visita a este fascinante lugar.
Volvimos andando hasta el aparcamiento, dónde ya sólo quedaba nuestro taxi e iniciamos el regreso a Chachapoyas.
En resumen, disfrutamos muchísimo esta visita a Kuélap y acertamos en contratar un taxi privado para desplazarnos hasta allá.
Por último decir que sería injusto comparar Kuélap con Machu Picchu, ya que ambos son lugares únicos e imponentes, pero no dudamos de que si en el futuro mejorara notablemente el acceso a Kuélap y el norte peruano fuera más turístico entonces Kuélap podría llegar a ser un lugar muy visitado.
Pero de momento aún se podía disfrutar de un lugar mágico prácticamente en soledad.
NOTA: A principios del año 2018 entró en funcionamiento un telecabina que asciende desde Nuevo Tingo hasta Kuélap en un trayecto de unos 20 minutos, ahorrándonos así la larga caminata que comentábamos antes. Hasta Nuevo Tingo se puede llegar en transporte público desde Chachapoyas.
En Chachapoyas tomamos un autobús nocturno de la compañía Móvil Tours (40 S/) que salía a las 20:00 de su terminal (Libertad, 464), cuatro cuadras al este de la plaza.
Durante el trayecto fue muy difícil dormir había algunos tramos de carretera que estaban muy mal.
Finalmente llegamos a la terminal de Móvil Tours en Chiclayo a las 5:10 de la mañana. Desde aquí tomamos un taxi hasta el hotel por 3 S/.
Para los que dispongan de más tiempo y ganas de aventura una ruta alternativa (y al parecer espectacular) para ir desde Chachapoyas hasta Chiclayo o Trujillo (o viceversa) es la que pasa por Cajamarca, Celendín y Leymebamba. Aunque en las fechas de nuestro viaje esa ruta era muy costosa en tiempo, bastante dura e impracticable en época de lluvias.
En Chiclayo nos alojamos en el Paraíso Hotel (Pedro Ruiz, 1064) pagamos 50 S/ por una habitación doble con baño privado y TV. Aunque no estaba mal, lo cierto es que las habitaciones no estaban al nivel que uno podía esperar viendo la recepción del hotel.
Para desayunar nuestra recomendación es Trébol Express (Elías Aguirre, 818). Justo al lado está el restaurante America's (Elías Aguirre, 824), también muy recomendable.
CHICLAYO. Esta ciudad, también llamada la capital de la amistad, es la capital del departamento de Lambayeque y un gran centro económico, comercial y turístico de la costa norte del Perú.
La ciudad en sí no tiene construcciones coloniales ni tiene demasiado interés, pero el hecho de estar en el centro de una rica zona arqueológica preincaica en donde se desarrollaron la culturas Mochica y Lambayeque hacen que sea una estupenda base de operaciones para explorar los alrededores.
En cualquier caso vale la pena la pena pasear por la animada calle Balta, la cual cruza el centro de Chiclayo de norte a sur pasando por la Plaza de Armas (construida en 1916).
En el lado este de la plaza está la Catedral, del s.XIX, y en el lado norte el bonito edificio que alberga la Municipalidad (pocos días antes de nuestra visita había quedado bastante destruido por un fuego intencionado a causa del enfrentamiento entre los seguidores de dos candidatos a la alcaldía).
En el lado oeste de la plaza hay un quiosco que ejerce de Centro de Información Turística. En el extremo sur de Balta encontramos el curioso Paseo de las Musas, un lugar para pasear entre estatuas mitológicas.
SIPÁN (o también Huaca Rajada). Se trata de un yacimiento arqueológico, situado a 1 km del pueblo de igual nombre y a unos 30 km de Chiclayo.
Fue descubierto en 1987 por el arqueólogo Walter Alva y en él se encontraron algunas tumbas intactas de la cultura Mochica (de hace unos 1.500 años) y entre ellas la excepcional y famosa del Señor de Sipán.
Todos los objetos encontrados aquí se exhiben en el Museo Tumbas Reales de Sipán, pero que no está aquí sino en Lambayeque.
La entrada al yacimiento de Sipán costaba 8 S/ (la mitad con carnet ISIC). Empezamos por visitar un mini-museo con algunas explicaciones y fotos sobre el yacimiento.
Después vimos el lugar donde se encontraron las tumbas del Señor de Sipán, del Sacerdote y otras. En el interior de las tumbas se ha dejado una reproducción fidedigna de su contenido original.
Finalmente subimos a dos pirámides mochicas, que hay bajo la forma de pequeñas colinas de adobe, para gozar de una magnífica vista del entorno.
El yacimiento en sí es interesante, pero algo pobre después de todo. Es una lástima, tal como opinan algunas gentes del lugar con las que hablamos, que se decidiera instalar lejos de aquí el museo con las riquezas encontradas en este lugar. El resultado es que muy pocos visitantes se acercan hasta Sipán.
Para llegar hasta el yacimiento hay que tomar un autobús en la terminal de autobuses de Chiclayo con destino a Sipán (un taxi desde el centro a la terminal valía 2 S/).
El autobús a Sipán costaba 2 S/ y empleó casi una hora en llegar, dejándonos justo delante del yacimiento. Para volver a Chiclayo sólo había que esperar al autobús en el mismo lugar.
LAMBAYEQUE. La ciudad de Lambayeque está situada sólo a 11 km de Chiclayo y es de visita obligada por sus interesantísimos museos, pero también porque la ciudad en sí es bonita y agradable para pasear.
El Museo Tumbas Reales de Sipán (Av. Juan Pablo Vizcardo 895; entrada: 10 S/ ó 4 S/ con carnet ISIC; cierra los lunes) fue abierto a finales de 2002 con el objetivo de conservar y exponer uno de los más importantes descubrimientos arqueológicos del Perú: las primeras tumbas intactas de los antiguos gobernantes mochicas.
Estos señores mochicas eran sepultados con todas sus pertenencias, por lo que estos hallazgos permitieron constatar el esplendor y desarrollo de esta cultura precolombina.
Todo lo que se muestra aquí proviene del yacimiento arqueológico de Sipán. Las instalaciones del museo son modélicas y las distintas salas contienen útiles paneles explicativos que hacen la visita muy amena. Y su contenido es muy interesante y super-espectacular. Se trata de una visita muy recomendable.
Por otra parte, el Museo Arqueológico BrÁ¼ning, situado al otro lado de la Panamericana, se creó para albergar la extraordinaria colección del alemán Hans Heinrich BrÁ¼ning, quién en el siglo XIX desarrolló durante casi 50 años un importante trabajo de registro y documentación etnográfica a lo largo de la costa norte del Perú.
Aunque más modesto en tesoros que el anterior museo, lo cierto es que también es muy interesante porque permite conocer el origen y desarrollo de las principales culturas de la zona. La entrada al museo costaba 8 S/.
Saliendo del museo BrÁ¼ning nos dirigimos a la preciosa plaza principal de Lambayeque, con una bonita iglesia en uno de sus lados. Tomamos a la derecha la calle 2 de Mayo y poco más allá encontramos la Casa de la Logia (o Casa Montjoy).
Esta casa fue construida en 1810 y cuenta con un balcón exterior de 67 metros de largo, al parecer el más largo de Sudamérica de la época colonial.
Casi al final de esta calle está el restaurante El Cántaro (2 de Mayo, 180), un sitio muy recomendable para comer en Lambayeque: local bonito, servicio inmejorable y comida buenísima (básicamente pescado).
Los colectivos de Chiclayo a Lambayeque partían del extremo oeste de la calle San José de Chiclayo y eran combis o coches de 4 plazas (salían cuando se llenaban). Pagamos 1,5 S/ y llegamos a Lambayeque en sólo 15 minutos, dejándonos en la Panamericana, a medio camino de los dos museos.
Para volver hacia Chiclayo fuimos a la Panamericana y esperamos a que pasara algún transporte.
ALREDEDORES DE CHICLAYO. Para los que dispongáis de más tiempo, otros sitios interesantes en la periferia de Chiclayo son el Museo Nacional de Sicán, en la población de Ferreñafe; el yacimiento arqueológico de Túcume; o las localidades costeras de Pimentel y Santa Rosa.
En la terminal de la empresa de transportes Emtrafesa (Balta 110) en Chiclayo compramos el día anterior los billetes hacia Trujillo por 12 S/ cada uno.
En el trayecto desde Chiclayo a Trujillo, situada unos 206 km hacia el sur, empleamos casi 3 horas.
Una vez llegados a Trujillo el autobús nos dejó en la terminal de Emtrafesa en esa ciudad, algo alejada del centro, por lo que tomamos un taxi al centro (2 S/).
En Trujillo nos alojamos en el Suite Plaza Residencial (Jr Bolognesi 358, a 2 cuadras de la plaza) pagamos 90 S/ por una habitación doble, con baño, TV, desayuno e Internet gratis (aunque el precio inicial era de 120 S/). El hotel está bastante bien y además bien situado.
En Trujillo recomendamos el restaurante Asturias (Pizarro 739), con una amplia carta y un local acogedor. También el adyacente restaurante Oviedo, con buena comida y a precios razonables.
TRUJILLO. Esta preciosa ciudad, conocida también como la Ciudad de la Eterna Primavera por su clima árido y semicálido, es la capital del departamento de La Libertad.
Trujillo es una ciudad colonial con bastantes cosas a ver, pero además sirve de campo base para explorar interesantes yacimientos arqueológicos de las culturas chimú y mochica en los alrededores de la ciudad.
En Trujillo hay unas cuantas mansiones coloniales e iglesias para visitar, todas ellas impresionantes.
La combinación de fachadas pintadas de llamativos colores apastelados, las preciosas rejas de hierro forjado de las ventanas y las imponentes puertas de madera dan a las construcciones coloniales de Trujillo un sello propio y distinto del resto de ciudades coloniales peruanas.
• Centro histórico de Trujillo. En general, todos los puntos de interés de esta zona están como máximo a dos cuadras alrededor de la Plaza de Armas, por lo que lo mejor es recorrer las calles a pie.
El lugar obvio por el que empezar la visita a Trujillo es la preciosa Plaza de Armas, con una gran estatua de mármol en el centro.
Algunas de las interesantes iglesias a visitar en la zona son la Catedral (con una capilla y un museo de arte religioso); la iglesia de La Merced; la iglesia de Belén o el monasterio del Carmen.
En cuanto a las mansiones coloniales más representativas citaremos:
• Huaca Arco Iris. Esta pirámide de adobe, también conocida como Huaca del Dragón, se encuentra a 4 km del centro de Trujillo, en el barrio de La Esperanza.
Es especialmente importante porque su construcción, hace unos 1.100 años, se hizo al inicio de la cultura chimú. El yacimiento se compone de una alta muralla defensiva que encierra una pirámide de base cuadrangular y con paredes cubiertas de relieves con figuras zoomorfas y en forma de arco iris.
Desde la parte alta de la pirámide hay una buena vista de los alrededores. El conjunto es muy bonito y valió la pena la visita.
En nuestra visita al conjunto estuvimos solos, bueno, acompañados sólo por dos viringos o perros peruanos sin pelo, de aspecto muy feo, pero inofensivos. Tienen la rara característica de tener una temperatura corporal muy alta.
No sirvió la misma entrada de la zona arqueológica de Chan Chan. Para llegar hasta aquí tomamos un autobús (con el rótulo Esperanza) en el cruce de Av. España con Pizarro. El trayecto valía 0,80 S/ y en 15 minutos nos dejó en un punto de la Panamericana a sólo 100 metros del sitio.
Por último, recomendar un buen lugar para comprar figuras de artesanía: se trata del simpático artesano ceramista Sr. Ángel Tamay Vargas, cuyo puesto estaba junto a la entrada del yacimiento.
• Huacas del Sol y de la Luna. Este yacimiento, situado unos 8 km al sudeste de Trujillo, está compuesto por la Huaca del Sol, que fue el centro político y administrativo mochica, y la Huaca de la Luna, el centro ceremonial.
Entre ambas se extendía la ciudad mochica, con sus viviendas, grandes avenidas y plazas.
En las fechas de nuestra visita sólo se visitava la Huaca de la Luna y en ella pudimos ver los distintos templos superpuestos (de distintas épocas mochicas) con sus increibles frescos murales polícromos. Son una maravilla.
Y sorprende saber que en las excavaciones que aún se realizan se están encontrando nuevos e interesantes hallazgos cada día. Y es que la parte correspondiente a la ciudad mochica está casi completamente por excavar.
Se trata, pues, de una visita que vale mucho la pena.
La entrada al yacimiento costaba 11 S/ (la mitad con carnet ISIC) y la visita era obligatoriamente guiada. Para llegar a él tomamos un autobús en Á“valo Grau. El trayecto en autobús costaba 1 S/.
ZONA ARQUEOLÁ“GICA DE CHAN CHAN (declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1986). Chan Chan fue la capital del reino Chimú, allá por el año 1300, formando la ciudad precolombina más grande de América del Sur y la ciudad de adobe más grande del mundo.
En su estructura se distinguen plazas, viviendas, depósitos, talleres, murallas o templos piramidales.
El paso del tiempo, los saqueadores y la meteorología (inundaciones y fuertes lluvias causadas por el fenómeno de El Niño) han dañado mucho el conjunto, pero aún sorprende por su enormidad y por sus increibles relieves de figuras geométricas, zoomorfas y de seres mitológicos que podemos ver en sus muros.
El yacimiento está formado por nueve palacios o ciudadelas, de las cuales sólo la de Tschudi está restaurada. Se trata por tanto de un lugar de obligada visita en cualquier visita al norte peruano.
La entrada al complejo valía 11 S/ (la mitad con carnet ISIC) y sirve también para visitar el Museo del Sitio y las Huacas Arco Iris y Esmeralda en un plazo de dos días.
El recinto se podía visitar bien sin un guía, gracias a las útiles indicaciones que marcaban la ruta a seguir y a los paneles explicativos.
Por otra parte, para llegar a Chan Chan desde Trujillo tomamos una combi (con el rótulo Huanchaco) en la esquina de Av España con Pizarro. El trayecto, de 5 km y 15 minutos, valía 1,5 S/ y nos dejó en el punto de la Panamericana de donde parte la pista hacia el yacimiento.
Después hay que andar 1,5 km por esta pista hasta llegar a la entrada del Palacio Tschudi. A lado y lado de la pista podemos ir viendo las ruinas del resto de ciudadelas que componían la ciudad chimú de Chan-Chan.
HUANCHACO. Es un pueblo de pescadores, ubicado a unos 12 km al noroeste de Trujillo. Es un lugar muy tranquilo y agradable en el que aún es posible ver los caballitos de totora, unas canoas tradicionales utilizadas por los pescadores de la costa norte peruana desde la época precolombina.
Estas embarcaciones tradicionales son similares a las que se pueden ver en el lago Titicaca, pero la forma como navegan los pescadores en ellas es bien distinta.
También es fácil ver surferos en la playa de Huanchaco. Para mejores vistas vale la pena caminar por el muelle que se adentra en el océano (entrada: 0,5 S/) o subir hasta la iglesia del pueblo.
En la parte norte de Huanchaco hay varios restaurantes donde comer pescado. Nosotros probamos el restaurante Lucho del Mar (Av. Larco 600), recomendado por nuestra guía LP, donde comimos bien y la vista desde su terraza superior valía la pena, pero fue algo caro y el servicio resultó ser extraordinariamente lento.
La visita a Huanchaco se puede combinar con la de Chan Chan, ya que este último viene de camino en el trayecto desde Trujillo.
Para ello, una vez acabada la visita a Chan Chan hay que volver andando por la pista hasta llegar al cruce con la Panamericana y ahí esperar una combi que vaya hacia Huanchaco (1 S/, 7 km). Para volver desde Huanchaco hacia Trujillo sólo había que esperar en Av Larco a que pasara una combi en dirección a Trujillo (1,20 S/).
Para el largo trayecto desde Trujillo hasta Lima (560 km) escogimos un servicio nocturno de Transportes Línea. Los billetes los compramos con antelación en sus oficinas de Trujillo (calle Orbegoso, 300), pero la terminal de embarque estaba en Av. América Sur 2855. Un taxi desde el centro valía 3 S/.
El autobús resultó ser comodísimo, con asientos de piel, muy reclinables, anchos y con reposa-piernas. Un lujo!.
Salimos puntualmente a las 23:00 y llegamos a la terminal de Lima, en Paseo de la República 941, a las 7:10 de la mañana. Para ir desde aquí hasta el barrio de Miraflores tomamos un taxi que nos costó 8 S/.
En Lima nos alojamos en León de Oro Inn Suites (Av. La Paz 930, en el barrio de Miraflores). La habitación doble, con baño, TV y desayuno incluido nos costó 80 US$. No estuvo mal, pero el desayuno nos pareció pobre para el precio de la habitación.
En el centro de Lima recomendamos el restaurante El Farol (Ucayali, 135), muy cerca de la Plaza Mayor.
Y en el barrio de Barranco una buena opción es El Tío Mario (Zepita 214, frente al Puente de los Suspiros), un restaurante especializado en anticuchos y de gran éxito entre los limeños, con una excelente relación calidad-precio.
LIMA. La actual capital del Perú fue fundada por Pizarro el 6 de enero de 1531 y por este motivo era conocida como la ciudad de los Reyes.
Hoy día Lima es una enorme ciudad bulliciosa, ruidosa y caótica, pero aún y así vale la pena dedicarle al menos un día para ver algunos de sus indudables puntos de interés: museos, edificios coloniales, o barrios con personalidad propia.
De abril a diciembre la ciudad suele estar cubierta por una neblina permanente, llamada garúa, que le da un aire tristón.
Centro Histórico de Lima (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1988). Esta parte de la capital peruana es la que aglutina los lugares de interés histórico.
La Plaza Mayor era el centro de la antigua ciudad colonial y cuenta con bonitos edificios de sabor colonial alrededor de ella.
Entre ellos cabe destacar la Casa de Gobierno, el Palacio Arzopisbal y la Catedral.
Entrar a la Catedral costaba 10 S/ y en ella encontramos un precioso coro, una capilla con los restos de Francisco Pizarro y un museo de arte religioso.
Otros edificios son el monasterio de San Francisco, uno de los pocos edificios mudéjares de Sudamérica. Había que pagar para entrar a visitar al museo y las catacumbas.
El palacio Torre-Tagle, por su parte, es muy bonito por fuera, pero no pudimos visitar el interior ya que pertenecía a la Cancillería de Asuntos Exteriores.
También merecen la pena de ver la Casa Aliaga, la Casa de Riva-AgÁ¼ero, la Casa Pilatos; etc.
Por su parte Jirón de la Unión es una calle muy concurrida, con un gran ambiente comercial, y que desemboca en la Plaza de San Martín.
En esta plaza encontramos el Gran Hotel Bolívar, ubicado en un bonito edificio de 1920.
Siguiendo la recomendación de nuestra guía LP entramos en el hotel para tomar algo en su bar, pero este no nos convenció, aunque el resto de lo que vimos de hotel sí que nos gustó mucho.
Para llegar al centro de Lima desde el barrio de Miraflores tomamos un autobús con el rótulo Todo Arequipa-Tacna en la Av José Larco.
Este trayecto en autobús nos costó 1,20 S/ y había tanto tráfico que tardamos casi una hora en llegar a la altura de la Plaza Mayor.
• Barrio de Miraflores. Es una zona residencial de Lima situada sobre los acantilados que dan al océano y donde podemos encontrar numerosos hoteles, restaurantes y zonas de ocio, lejos del bullicio del centro.
En la zona alrededor del Parque Central suele haber bastante ambiente, incluyendo mercadillos, restaurantes, bares, etc. En el extremo sur de la Av José Larco está LarcoMar, un gran centro de ocio, sobre el cual hay un bonito mirador con estupendas vistas del océano Pacífico.
• Barrio de Barranco. Es un pequeño barrio situado al sur de Miraflores y que pasa por ser la zona bohemia y de marcha de Lima. La calle peatonal Carrión, por ejemplo, está llena de bares, pubs, y discos.
Desemboca en Parque Municipal, una bonita plaza. Tras cruzar el famoso Puente de los Suspiros seguimos un camino peatonal que desemboca en un mirador sobre el Pacífico.
Para ir a Barranco desde el centro de Lima tomamos un autobús con la indicación Chorrillos en la Av Garcilaso de la Vega. Pagamos 1,20 S/ y bajamos en Av Bolognesi con Carrión, tras 45 minutos de viaje por las congestionadas avenidas de Lima.
En nuestro último día de este viaje, para ir al aeropuerto Jorge Chávez de Lima nos recogieron en el hotel nuestros amigos limeños con su vehículo (los mismos que ya nos habían recogido a nuestra llegada al país).
En unos 40 minutos llegamos al aeropuerto desde Miraflores, cruzando el señorial barrio de San Isidro.
Es conveniente llegar al aeropuerto con suficiente antelación puesto que las colas y los numerosos controles pueden suponer bastante tiempo (2 horas en nuestro caso).
Después de facturar pagamos 100'13 S/ cada uno en concepto de tasas de salida.
Tras un vuelo de 13 horas llegamos al aeropuerto de Madrid-Barajas. Este vuelo de Air Plus Comet nos reafirmó aún más, si cabe, en nuestra mala opinión sobre sus servicios a bordo.
En Barajas conectamos con un vuelo de Air Europa a Barcelona, adonde llegamos una hora después.
Fin de un gran viaje y... pensando ya en el próximo.