Del 21 de noviembre al 7 de diciembre de 2010. Diecisiete días de viaje
Cambios de moneda durante las fechas del viaje:
100 nuevos soles = 25.47 €
30 USD = 22 €
Vuelo Madrid - Lima - Madrid: 700 €
Vuelo Palma - Madrid - Palma: 110 €
Vuelo Cuzco - Lima: 95'20 USD
Todos los precios son por persona.
Volamos de Madrid a Lima en un vuelo de la compañía LATAM Airlines, con salida a las 12:45 y llegada a las 18:50 hora local. Es imposible reservar buenos asientos sin pagar un extra, pero el vuelo fue cómodo y dormí bastante.
Cuando aterrizamos en el aeropuerto de Lima el taxi nos estaba esperando, lo habíamos reservado previamente con el alojamiento (20s/ por llevarnos hasta Miraflores) y no me arrepiento. Aunque salga algo más caro, hace la llegada a un lugar nuevo algo más cómoda y tranquila, sobre todo en una ciudad de la cual dicen que no es muy segura. Además, el señor nos esperó mientras nosotros comprábamos el billete de regreso de Cuzco a Lima para el final del viaje.
Nos alojamos en el Inka Frog Exclusive B&B (44 USD, doble con desayuno). La gente del hostal fue muy amable. Preguntamos por los horarios del día siguiente para Pisco e hicieron todo lo posible por ayudarnos. La habitación, correcta.
Y sin cenar nos metimos en la cama, estábamos agotados.
Tras desayunar en el hotel (correcto) a eso de las 7:00, decidimos ir a la estación de Soyuz en taxi y comprar los billetes a Pisco (25 soles el billete ejecutivo).
A la vuelta cogimos el bus turístico desde la Plaza Kennedy, cosa que recomiendo. Sale a las 9:30h y por 55 soles te hace un recorrido por el centro, con paradas incluídas. Al principio estaba nublado, pero poco a poco brilló el sol. En la Plaza Kennedy hay un Starbucks, que es mi perdición (en Palma no tenemos), y por 38 soles hicimos un brunch allí.
Lima me sorprendió: es mucho más cosmopolita de lo que pensaba y la gente de la calle es amable y receptiva.
Acabamos el recorrido en el bus turístico a las 12:30. Para comer nos pegamos un lujo. Mi amigo César me recomendó ir al restaurante Astrid y Gastón, que es de lo más en Lima. Realmente valió la pena: ceviche exquisito, vino espectacular, osobuco, atún. Todo por 110 euros los dos. Es dinero, pero en España habría sido mucho mucho más caro.
Tras la comida, fuimos dando un paseo hasta nuestro hostal, recogimos el equipaje, tomamos un taxi (10 soles) a la estación de autobuses Soyuz y nos montamos en el autocar Lima-Pisco a las 17:40. A las 21:40 estábamos en Pisco (4 horas / 250km), tras un trayecto en clase ejecutiva por 25 soles.
Desde el cruce donde te deja la compañía hay que coger un taxi (7 soles). Nosotros aquí fuimos algo imprudentes, nos montamos en uno que claramente no era oficial y luego vimos que la luna estaba rota, que el conductor tenía un aspecto poco fiable. En fin, que no pasó nada, pero que podría haber pasado, ¡conducía como un loco!.
En 5 minutos estábamos en el hostal Villa Manuelita (mal aspecto por fuera, pero bien dentro, 90 soles). Otra opción era la Hostería del Monasterio (30 USD).
Picamos un sandwich (bastante malo) y contratamos la excursión para el día siguiente (¡error!). Resultó ser un timo, pagamos 110 soles por persona, ¡carísimo!, por hacer la excursión en barca a las islas Ballestas por la mañana y Paracas por la tarde. La chica de recepción parecía muy amable y nos enseñó incluso fotos de la supuesta excursion con agencia, pero aquí cometimos un error. Pagamos sin pedir factura (¡aprendimos la lección!) y sin saber el nombre de la agencia con la que íbamos, así que cuando después quisimos reclamar se hizo imposible y los del hotel se desentendieron, cuando ellos nos habían vendido, en la práctica, el paquete. ¡Indigante!
Tocó madrugar: despertador a las 6am. Son impresionantes los madrugones que me meto en los viajes.
El desayuno, normalito. A las 7:15 los de la agencia no se presentaron. Luisa, la chica de recepción, nos acompañó en mototaxi y luego en colectivo a Paracas. La verdad, pasé muchos nervios, porque perdíamos el barco y, con eso, todo el plan de la mañana. Pero tuvimos, dentro de lo malo, suerte. La niebla hizo que los barcos salieran con retraso. De hecho, salimos casi dos horas más tarde de lo previsto.
La excursión en barco a las islas Ballestas, de 2,5 horas en una barca turística, está muy bien. Vimos leones marinos y todo tipo de aves. A medida que nos alejábamos de la costa, el cielo se iba nublando y para cuando llegamos a las islas, estaba todo cubierto.
De vuelta enlazamos con la excursión a pie en la Reserva Natural de Paracas (salida: 11:45h). Te llevan hasta el parque desde el puerto con un microbus y, allí, descubres rincones desérticos bellos. Era la primera vez que contemplaba el desierto, ¡me gustó mucho!. Preparad 15 soles para comer en la reserva.
De ahí nos dejaron con el micro-bus en la Plaza de Armas de Pisco. Cambiamos dinero a uno de los señores que van por la calle con su chaleco (muy fiable) y cogimos un colectivo hasta el cruce, de ahí el autocar de Soyuz hasta Ica (45 minutos, 4 soles/pax).
Al llegar a Ica estábamos muertos de hambre. ¡Llevábamos todo el día sin comer bien! Al final nos hinchamos de pollo a un par de cuadras de la estación (20 soles) y regresamos a tiempo para coger el bus nocturno de Cruz del Sur de las 20:30 a Arequipa que, como no, salió con retraso.
El autocar fue una maravilla. Fue un trayecto que temíamos, ya que habíamos incluso escuchado relatos de secuestros. Sin embargo, en nuestro caso fue todo un acierto, ¡como volar en business!. Dormimos de un tirón, nos sirvieron una deliciosa cena (me arrepentí de todo el pollo ingerido) y un rico desayuno. Aunque es caro (130 soles), ¡vale la pena!.
Al despertarnos recuerdo la visión de una playa con dunas maravillosas (toda la costa de Perú es desierto, me habían avisado, pero no lo imaginaba). ¡Precioso! El paisaje es pues agreste, seco, con chabolas dispersas, pequeñas poblaciones, muy interesante todo.
Al final, tras 12 horas de viaje, llegamos descansados y felices a Arequipa a eso de las 9:00. Cogimos un taxi desde la estación (4 soles) directamente al Caminante Class (50 soles, sin desayuno). La habitación era grande y la ubicación, lo mejor (junto a la plaza de Armas). Contratamos en la recepción la excursión para el día siguiente al Valle del Colca en la recepción del hotel (70 soles), esta vez sí exigiendo factura y nombre de agencia (Colonial Tours). Con eso resuelto, fuimos a descubrir la ciudad, que nos encantó.
Desayunamos en un café de la Plaza de Armas (caro, pero con vistas privilegiadas). Leímos que Arequipa es ciudad de gente culta y con fuertes inquietudes intelectuales. Cierto es que fueron varias las manifestaciones y protestas en sus calles con las que topamos.
Tras esto, visitamos el monasterio de Santa Catalina (35 soles/pax y 20 soles servicio guía). Dura una hora y vale la pena que te lo expliquen. También fuimos a ver a la momia Juanita. Te ponen un vídeo y te hacen una visita guiada por el pequeño museo (la voluntad). Aprendes bastantes cositas.
Por la tarde fuimos andando (una buena caminata) al mirador. No es gran cosa, pero el barrio en el que está ubicado es muy agradable y vale la pena.
Para la cena nos aventuramos por las calles cerca de la Plaza de Armas. Acabamos en un restaurante que hacía menú, normalito pero correcto, llamado Nina Yaku (C/San Francisco, 211), donde comimos por 26 soles/pax.
Nota: en la plaza de Armas hay un súper muy cómodo.
A las 7:15 desayunamos en el hotel y a las 8:00 nos vino a recoger Maida, nuestra guía del tour. En la furgoneta éramos una pareja de Irlanda, cuatro amigos de Canadá, una pareja de Estados Unidos, ¡bastante divertido!.
Durante el camino al valle del Colca (5 horas y 160 km de ruta) la guía nos enseñó a masticar la hoja de coca, incluso paramos para comprar una bolsita. He de decir que no tuve ningún síntoma de mal de altura, ni aquí ni a lo largo del viaje. Ese día descubrimos las alpacas, etc, comimos en un sitio de bufet por 20 s/pax, fuimos al balneario (muy agradable). Fue un día muy auténtico, que disfrutamos mucho.
Una vez en Chivay estuvimos 1 hora en el balneario La Calera, muy recomendable. Por la noche mi novio me convenció para ir a una cena/espectáculo. La comida, como era de esperar, no fue nada buena, pero pasamos un rato divertido y conociendo a los compañeros de excursión. El alojamiento en Chivay (incluido en el tour): muy cutre
A las 6:00 nos vinieron a recoger para ver volar el cóndor en un punto llamado la Cruz del Cóndor (a 60 km de Chivay), pero no aparecieron hasta las 9:30/10h, ¡hasta 11 sobrevolaron nuestras cabezas!. Muy emocionante, no esperaba que me gustaría tanto. Y la excursión para llegar hasta allí vale mucho la pena, los paisajes quitan el aliento.
De regreso a Chivay comemos e iniciamos el regreso. A las 17:00 ya estábamos de vuelta en Arequipa, donde la gente del hostal Caminante Class amablemente nos había reservado la misma habitación de hace dos días y las mochilas ya nos esperaban en nuestras camas. Todo un detalle.
Además, me reafirmé en lo bello que es Arequipa. ¡Qué ciudad tan bonita! ¡Qué vida!. Aprovechamos la tarde para ir a la oficina de información de la Plaza de Armas y pedir los horarios del bus a Puno.
De ahí fuimos a descansar y después a cenar a una sandwichería de la calle Mecaderes, ¡todo un acierto!. Nada turístico y todos los sandwiches que quisieras por 4,5 soles/pieza. Luego me zampé un pastel por 6 soles y a dormir.
Antes de desayunar en el Cusco Coffee, aprovechamos para dar una vuelta por el mercado, muy pintoresco. Flores, frutas, puestos de comida. A continuación visitamos la Casa del Moral (5 soles con visita guiada). Muy interesante. Resulta que los príncipes de Asturias habían estado comiendo ahí el día anterior, en visita oficial.
Tras la visita, tomamos un taxi a la estación (4 soles) y compramos el billeto con Julsa para ir a Puno, salida 11:30 (15 soles). No quedaban asientos en la zona cómoda (abajo), así que tuvimos que ir arriba, pero en primera fila, al final fue cómodo igual. El bus de la empresa San Cristobal del Sur no es recomendable. Ojo al mal de altura en este viaje: llevar agua y paracetamol.
La llegada a Puno fue a las 17:00 (3h 40min de viaje), con el cielo nublado y un sitio bastante feo ante nuestros ojos. El taxi nos llevó directamente al hotel Joya del Titicaca (70 soles), decadente pero correcto, y nos fuimos a cenar por ahí, a la pizzería El Buho (cena: 25 soles por persona), ¡teníamos antojo de pizza!. Es curisoso, son bastante caras en Perú, pero muy habituales.
Dimos un paseíto después, tras lo cual en el hotel reservamos el billete para el tren del Valle Sagrado a Aguascalientes, para dentro de unos días. Me entró el pánico de quedarme sin plazas y la web de PeruRail es muy cómoda y práctica, con lo cual una vez sabes seguro que día vas a ir, recomiendo comprarlo lo antes posible y no arriesgarse.
En el hotel reservamos, ya por la noche y para el dia siguiente, la excursión de 2 días/1 noche al lago Titicaca. Pagamos 70 soles cada uno, luego averiguamos que la gente había pagado 65 e incluso 60. ¡Siempre hay que regatear!.
El transfer al puerto nos venía a recoger a las 7:45. Por tanto, media hora antes ya estábamos desayunando en el 5ª piso del hotel. Fuera brillaba el sol y las vistas eran interesantes, eché de menos mi cámara.
Con unos minutos de retraso, vino la gente de Jumbo Tours a recogernos. Se nos unieron un grupo de policias gallegos, que resultaron ser súper majos y colegas durante esta excursión organizada al lago Titicaca.
En media hora en barco llegamos a la isla de Uros. No me gustó el concepto: era como un parque temático en el que te intentaban vender de todo. Hubiera preferido pagar una entrada y que no me intentaran después vender productos ni hacer chantaje para que comprara artesanía.
Nos sentaron y nos explicaron como construían sus islas flotantes, la verdad es que andar por esa superfície es interesante, la sensación es única. Y las mujeres tienen unas sonrisas maravillosas y visten con colores muy vivos. Son encantadoras y dulces, pero creo que les explotan y que les obligan a hacer y decir cosas que rozan el ridículo.
Tras una larga parada (1 hora), salimos hacia la isla de Amantani (3 horas de trayecto en barco). No hay mucho que ver de camino, así que es un buen momento para descansar o relacionarse con los otros pasajeros. Nosotros charlamos con un señor polaco súper simpático.
Llegamos al puerto de la isla a las 14:00 (¡qué hambre tenía, si lo sé llevo comida!), donde nos esperaban un grupo de jóvenes ataviadas con las ropas típicas. Resultaba que cada una de ellas respresentaba uno de los diferentes alojamientos. Nos tocó una bella joven, Sulamita, que resultó ser la hija de uno de los alcaldes de la isla.
No daré más detalles para no robarle magia, tan sólo afirmar que vale mucho la pena y que es una ocasión única para compartir la vida con una de estas familias. Recomiendo llevar dulces para los niños, o mermelada para la familia, que veo que es un bien escaso.
Preparaos para subir a la cima de la isla por la tarde (se divisan las montañas nevadas de Bolivia), bien abrigados porque hace frío y, tras cenar a eso de las 19:30, para el baile en la sala común de la isla, ataviados con las ropas típicas. Es algo turístico, pero tan íntimo que resulta entrañable.
La gente de Amantaní fue maravillosa, así que daba pena dejarles. Desayunamos con la familia muy temprano (7:00), sencillo pero rico. Nos despedimos y emprendimos la bajada al puerto, esta vez menos cansada y más asequible que la extenuante subida.
A las 8:00 zarpamos rumbo a la isla Taquile, que nos encantó. Tras una hora de camino llegamos a la isla. A pesar de estar nublado, el paseo por el centro del pueblo fue precioso. Aquí se respira un ambiente aún más tradicional y aislado del mundo. Realmente estabas rodeado de los locales, ataviados con sus trajes, las mujeres impresionantes con sus túnicas negras. Nos llevaron a comer a un restaurante, una deliciosa trucha (menú, 20 soles).
El barco de regreso, viejo y lento, nos esperaba en el otro lado de la isla. Nos llevó de un tirón a Puno, donde paramos cerca del puerto a comer pollo con patatas fritas y charlar con los amigos gallegos y un matrimonio de Canadá muy majo. Noche en Puno.
Llegamos a Cuzco con el autobús nocturno de Turperú a las 4:00 (Cruz del Sur ya no opera ese trayecto). Habíamos pagado 40 soles para ir en clase VIP. Fue cómodo, pero no tanto como el anterior nocturno, que fue incomparable. Además, pasé un poco de frío, porque en este no te daban manta. Tampoco comida. Pero la relación calidad precio era muy buena.
En Cuzco togimos un taxi (5 soles, fuera de la terminal es más barato) que nos llevaría al barrio de San Blas, al hostal Tu Hogar, que nos había recomendado un peruano en la excursión del lago Titicaca (50 soles la noche con desayuno). También nos habían recomendado el hotel Sol Inka (80 soles), pero al final nos decidimos por el hostal.
Como llegamos horas antes del check-in, se enrollaron y nos dejaron utilizar una habitación por 20 soles, que pagamos encantados. La habitación era muy pequeña y bastante cutre, pero la ubicación y el precio eran buenos.
Finalmente, nos levantamos a las 8:00 y desayunamos en la cafetería Kapoli, junto al hotel (muy bueno/12 soles). A continuación, llegó el anisado momento de comenzar a recorrer la ciudad. ¡Qué bonita es! Como de cuento.
Bajando desde el hotel entramos en el Museo Inka que, aunque no es muy moderno, nos gustó mucho y nos ayudó a entender el contexto histórico de la población. De ahí, seguimos camino hasta la plaza de Armas, ¡por fin!. ¡Qué maravilla! Fuimos por la calle Loreto, con sus muros incas, hasta la Avenida del Sol, donde queríamos visitar la oficina de información turística. El chico fue muy amable y nos ayudó a organizar la visita del día siguiente al valle sagrado, todo en transporte público y sin agencias. Fue un gran acierto.
Nota: os recomiendo que aprovechéis que estáis en la avenida del Sol para comprar el boleto turístico, imprescindible para entrar en las ruinas al día siguiente. Nosotros no lo hicimos y tuvimos que volver expresamente.
Antes de comer entramos en Qorikancha, ¡nos gustó mucho!. Sus contrastes entre los restos incas y la construcción de la iglesia de Santo Domingo es fascinante. No cogimos guía, aunque quizá hubiera valido la pena.
La comida de ese día fue todo un record: ¡3 soles por un menú en la Avenida Garcilaso!. Estábamos súper orgullosos. Comimos muy bien, a precio de risa y rodeados de peruanos.
La tarde la dedicamos a recorrer diferentes agencias para organizar la visita a la selva del Manu. Entramos en muchas de la calle Plateros y, casualidades de la vida, en una de ellas nos hablaron de una chica catalana que organizaba viajes a Manu. Fuimos a verla a su agencia, Atalaya Tours, y al final reservamos con ella. Era más caro que otros proveedores (Manu Adventures nos ofrecía lo mismo por 310 dólares), pero aceptamos los 400 US$ por 4 noches ya que Magda nos inspiró confianza, además de que nos gustó su proyecto. Los 4días/3 noches (al final fueron 3 noches/dos días por la enfermedad de mi pareja) incluían alojamiento, comidas, transporte y guía. Haciendo balance, no creo que repitiera con ella, hubo algunos detalles que no nos gustaron, entre ellos aspectos como la seguridad.
Empezó a llover, ya de noche y acabamos cenando un menú en San Blas (8 soles), con un camarero muy simpático y culto, que no paró de contarnos cosas sobre su país, política, historia, etc.
Ese día descubrimos las imitaciones de la marca North Face. ¡No tenía ni idea!. Me compré un abrigo tipo forro por 65 soles, ¡una ganga!. Y da el pego.
No podría decir que Cuzco es más bonito que Arequipa. Puedo afirmar que es más grande, pero compararlas es muy difícil, cada una tiene su encanto.
Teníamos una cita de presentación con la representante de Atalaya Tours a las 8:00, así que antes fuimos a sacar dinero y a desayunar. Nuestra guía era una chica con aspecto frágil, aunque la charla con ella fue bastante correcta.
Nos fuimos a ver la plaza de Armas con sol (¡lindísima1) y de ahí a comprar el boleto turístico parcial (2 días/70 soles). ¡Qué día más aventurero, alternativo y agotador a partes iguales!.
De camino para coger el bus a Pisac, compramos unos snacks. El combi (1 hora, 2.40 soles) nos llevó de manera relativamente cómoda hasta el pueblo de Pisac, ya en el llamado Valle Sagrado. Ahí negociamos un taxi (18 soles) para subir a las ruinas, donde pasamos un par de horas. Nos encantó, las vistas son impresionantes.
Quisimos volver a pie al pueblo. Tras algunas dudas sobre el camino (no está nada señalizado) y una bajada más larga de lo esperado llegamos de nuevo al pueblo. ¡Más agradable y cuidado de lo que esperaba!.
Tras un breve descanso, tomamos el combi a Urubamba (2,40 soles), una parada técnica para enlazar con otro combi a Ollantaytambo (1,50 soles). ¡Menuda experiencia!. El vehículo era diminuto y estaba abarrotado, pero llegamos y fue muy pintoresco. Creo que los dos lo disfrutamos.
Algo cansados, a eso de las 15:00 empezamos nuestro circuito de 3 horas por las ruinas de Ollanta (cierran a las 18:00). Me pareció precioso, la ubicación de las ruinas respecto al pueblo es muy singular. Estuvimos dos horas antes de bajar de nuevo al pueblo y dar muchas vueltas para comprar abastos para el día siguiente (la oferta era muy pobre y todo era muy caro). Nos hicimos con cuatro cosas y cenamos en la plaza de armas: papas, sandwich de pollo, cerveza y panqueque, por 15 soles.
A eso de las 18:15 nos dirigimos a la estación de trenes, el nuestro salía a las 19:33 (hay que estar media hora antes en la estación). El trayecto en clase económica a Aguascalientes (1,5 horas) nos costó 35 US$/pax. Dan un tentempié a bordo del tren, galletas y bebida
Mientras esperábamos, una señora nos ofreció alojamiento en Aguascalientes. Negociamos y aceptamos: 40 soles sin desayuno en el Andean House (nos recogieron en la estación). El hostal era correcto y sencillo. Faltaba tele o armario pero era espaciosa y limpia.
Cuando llegues a Aguascalientes, te aconsejo que insistas para que te acompañen en un momento a comprar los billetes para el día siguiente (tanto de bus como de acceso al Machu Pichu). El boleto de visita al Machupichu, válido por un día, cuesta 126 soles y el autobús 21 soles.
Nos recomendaron que a las 4:30h saliéramos del hotel para hacer cola y así poder coger el primer bus de subida. Resulta que, al llegar a la cola para subir directamente a los buses, todo el mundo parecía tener su ticket de bus ya reservado del día anterior (7 US$, un trayecto), así que me puse a hacer cola para comprarlo (abrían a las 5:00).
Total, que todo salió perfecto. Cogimos los primeros buses de subida al Machu Picchu y logramos nuestro pase para subir al Wayna Pichu (sólo se permite el ascenso a 400 personas al día, en dos turnos: a las 7:00 o a las 10:00).
De camino al punto de acceso para el ascenso fuimos ya parando en algunos rincones. Justo después de acceder al recinto (por cierto, hay un servicio de guardarropía muy práctico y barato), tomamos una de las mejores fotos del día, ya que las vistas del Machu Pichu son espectaculares, especialmente bañadas con la luz del amanecer. Tuvimos mucha suerte, ya que en el primer mirador brilló el Sol y la instantánea fue espectacular. Momentos después, una espesa niebla cubrió todo el paisaje.
La subida al Wayna Picchu (1 hora) es algo durilla pero, para mí, lo peor fue la bajada. ¡Qué miedo! ¡Qué escalones más estrechos! Pero sólo es el primer tramo, luego se puede bajar perfectamente. Además, me consolaba ver que un chico de Singapur que iba justo tras de mí lo llevaba mucho peor que yo.
Una vez abajo (a eso de las 10h), resposamos un poco y seguimos visitando el resto de las ruinas. La verdad, estaba muy fatigada. Hicimos la excursión breve hasta el puente Inca (unos 20 minutos), el camino es muy bonito. Ahí mi pareja empezó a mostrar signos de encontrarse mal físicamente. Debido a su malestar, cogimos el bus de vuelta a Aguascalietnes a las 13:00 (7 US$, 20 minutos; Ojo, reservar ticket para por la tarde).
Una vez abajo, mi pareja mostraba ya síntomas como fiebre y diarrea. Nuestro tren salía a las 17:03 y la espera fue muy dura y larga. Antes de las 21:00 ya estábamos de nuevo en Cuzco y fuimos directo al hostal Tu Hogar.
Mi pareja despertó con fiebre y enferma, así que pasamos buena parte del día en reposo. A eso de las 16:00 conseguimos movernos para comer algo. Afortunadamente, topamos con una cafetería italiana, casi llegando a la plaza de Armas, con el mejor café del viaje. ¡Justo lo que necesitaba!. Y para él, la mejor sopa de dieta de pollo que alguien podría soñar.
Avisamos a Atalaya Tours para confirmar que podríamos emprender el tour al día siguiente, que nos vinieran a recoger esa madrugada.
Volvimos al hostal a descansar y así pusimos fin al día.
A las 5:10 nos vino a recoger la furgoneta de la empresa Atalaya. Alsi, César y Paul serían la tripulación. La verdad, esperaba otro tipo de vehículo más robusto y la ligera impuntualidad me mosqueó.
¡Ese día fue una auténtica locura. ¡No llegamos a nuestro destino final hasta las 21:00!.
El trayecto hasta el bosque de Manu fue ameno. Paramos para conocer Paucartambo, a 115 km de Cuzco, famosa por su fiesta de la virgen del Carmen. Sin embargo, a la hora del almuerzo empezó a diluviar... y ya no paró.
En una curva, la furgoneta se nos quedó encallada y fueron momentos de angustia muy desagradables. Casi perdemos el vehículo, que estuvo a punto de caer al precipicio y de 14 a 17h estuvimos parados, bloqueados, esperando a la máquina que despejara el camino. Pasé miedo y muchos nervios, me sentí desprotegida y minúscula frente a la arrolladora superioridad de la naturaleza.
Tras esa larga espera, pudimos avanzar. La cosa no mejoró, no dejaba de llover a cántaros, estaba oscuro, sorteábamos badenes, cascadas y el silencio y pánico de la guía acompañante tampoco ayudó.
Por fin, a las 21:00, llegamos al refugio, pero para ello tuvimos que cruzar un río que rugía sobre una pequeña plataforma de madera cuya estructura, al día siguiente y a la luz, pudimos comprobar que se estaba rompiendo.
La cena fue exquisita, tras la cual nos fuimos a nuestra cabaña a reponernos de tanto sobresalto. Había sido un muy largo día.
Partimos temprano, con las botas de agua en la mano. Antes, desayunamos de nuevo copiosamente e hicimos un paseo con la guía a la cascada cercana, durante el cual pudimos divisar monos.
Paramos también en Pilcopata y llegamos hasta el pueblo de Atalaya, en el cauce alto del río Madre de Dios. Ahí cogimos una lancha (uno de los momentos más aventureros y emocionantes del viaje) y surcamos el río durante unos 20 minutos, para luego desembarcar y hacer una excursión a pie de unas dos horas, donde Alsi fue mostrándonos los diferentes tipos de árboles y plantas.
Volvimos a lancha, que nos dejó en un punto desde el cual pudimos acceder a un lago donde, en balsa, vimos todo tipo de aves. Fue precioso, un momento lleno de paz. ¡No olvides tus prismáticos!.
Finalmente, tras 20 minutos de trayecto a pie, llegamos a una residencia de niños huérfanos, cuyos padres son pobres y no pueden hacerse cargo de ellos, donde tras una cena deliciosa dormimos unas pocas horas.
¡Cómo necesitaba la ducha! Me embargaba el sudor y el mal humor.
Nos levantamos muy temprano (4:00) y a oscuras comenzamos nuestro camino de regreso al río para ver la colpa de los loros. ¡No olvides tu linterna! A pesar del día despejado, no tuvimos mucha suerte. Vimos los tres tipos de loros, pero no comiendo los minerales de las paredes (que es la atracción), ya que son animales muy tímidos que se asustan fácilmente.
De ahí cogimos la barca por el río para iniciar, en minibús, nuestro regreso a Cuzco. Fue un día muy largo y se hizo muy pesado. Encontramos carreteras cortadas sin previo aviso, tuvimos que retroceder... perdimos mucho tiempo.
Llegamos ya de noche a Cuzco, lo dicho, muy agotados.
Aprovechamos la mañana para dar un paseo rápido de despedida por la ciudad de Cuzco. Nos cogimos un taxi al aeropuerto, de donde nuestro vuelo a Lima salía a las 14:40. De ahí enlazamos con el vuelo a Madrid sin problemas, con salida de Lima a las 20:55. Y...¡adiós a Perú!. Que viaje más maravilloso.
Al día siguiente llegamos a Madrid a las 14:25 y esperamos hasta las 17:40, hora de salida del vuelo a Palma de Mallorca, adonde llegamos a las 18:55.
Gracias a Iban y Clara por compartir con nosotros en Viatgeaddictes su relato de Perú. Fueron toda una fuente de inspiración.