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ASIA

Viaje por Mesopotamia en bicicleta: de Teherán a Damasco

Francesc Sabater
Published on Data viatge: 2003 | Publicat el 04/11/2003
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Ficha técnica del viaje

Fechas

Viaje realizado por Montse Giravent y Francesc Sabater entre agosto y octubre de 2003.

Itinerario

mapa

El presente artículo describe la ruta entre Teherán y Damasco: cerca de 3.000 km recorridos por carreteras asfaltadas en buen estado repartidos en 39 etapas (un promedio de unos 75 km diarios) a lo largo de cuatro países: Irán, Turquía, Líbano y Siria.

Los principales desniveles se registran en los montes Alborz (Irán), en las inmediaciones del monte Nemrut Dagi (Turquía) y en la cordillera del Líbano.

Para atravesar las diferentes fronteras es obligatorio salir de España proveídos con los visados de Irán y Siria, pudiéndose obtener en la misma frontera los visados de Turquía y del Líbano.

Transporte

Nos desplazamos a Irán volando con la compañía Turkish Airlines (785 Euros) vía Estambul, debiendo abonar en el aeropuerto la correspondiente tasa de transporte de bicicletas (20 US$ por cada trayecto y bicicleta). Obviamente hay que respetar las condiciones de embarque de las bicicletas: asiento bajado, manillar doblado a un costado, sin pedales y ruedas desinfladas. Para más seguridad las embalamos en una caja de cartón cubiertas con papel de burbuja.

Salud

Las precauciones sanitarias son las que dicta el sentido común: evitar beber agua no embotellada así como consumir alimentos crudos. No hay que olvidar que existe una alta prevalencia de enfermedades transmitidas por los animales: hidatidosis, brucelosis, parásitos intestinales, etc... Asimismo no está de más vacunarse contra la rabia, la hepatitis A y B y el tétanos. Hay que tener en cuenta la presencia a lo largo de todo el trayecto de mosquitos por lo que es aconsejable contar con un buen repelente (los alojamientos no disponen de mosquiteras). Ante eventuales ataques de perros la mejor táctica consiste en detener de inmediato el pedaleo y permanecer inmóviles esperando que se calmen ya que de nada sirven las piedras, los ultrasonidos, los palos o los chorros de agua si no es para excitarlos aún más.

Clima

El clima es extremadamente caluroso incluso en octubre, un calor que persiste durante toda la jornada resultando agobiante entre las 11h y las 15h, especialmente en la zona del mar Caspio. Es imprescindible llevar un mínimo de 2 litros de agua por persona y no descuidar una buena gorra, crema de protección solar y crema hidratante: las altas temperaturas causan fácilmente quemaduras en los brazos y en el cogote.

Alojamiento

A lo largo de la ruta hemos encontrado numerosos hoteles y pensiones donde alojarnos de forma que tan sólo en dos ocasiones montamos la tienda de campaña. No existen instalaciones de camping aunque en Irán se permite acampar en los márgenes de las carreteras. Además es frecuente recibir invitaciones para pernoctar en casas particulares. Los puntos de aprovisionamiento son frecuentes, tanto en los núcleos habitados como en la carretera: gasolineras, hoteles, tiendas...

Economía

Aunque cada país cuenta con su propia moneda no tuvimos ningún problema para cambiar euros en metálico, que son aceptados con naturalidad en el mercado negro y en las casas de cambio. Las constantes fluctuaciones del mercado aconsejan cambiar pequeñas cantidades cada vez aunque hay que tener presente que en las áreas rurales pueden haber limitaciones. El nivel de precios es asequible para el viajero occidental, resultando más barato viajar por Irán y Siria que por Turquía y el Líbano.

Equipo

Nuestras bicicletas de montaña han sido equipadas con alforjas traseras y una pequeña bolsa en el manillar. Cada alforja pesa 8 Kg, mientras que el peso global incluyendo la bicicleta es de 35 Kg. No es imprescindible llevar tienda aunque si recomendable. Se deben transportar las herramientas y recambios necesarios para el viaje aunque los numerosos talleres presentes a lo largo de la ruta nos pueden resolver las averías más comunes y cuentan con los suministros más básicos.

ADVERTENCIA: Un inconveniente añadido, especialmente para las viajeras, es la obligación de tener que cubrir permanentemente la cabeza, los brazos y las piernas en Irán, no así en el resto de países. Como compensación la población se muestra extremadamente hospitalaria y amable con el turista y aprecia la visita en bicicleta.


DIARIO DE VIAJE POR MESOPOTAMIA EN BICICLETA

IRÁN

De madrugada el comandante del vuelo Estambul-Teherán anuncia el próximo aterrizaje de la aeronave en la capital iraní. Como si alguien hubiera accionado un resorte invisible las pasajeras se apresuran a colocarse el reglamentario pañuelo sobre sus cabezas a la vez que se dirigen al lavabo para ofrecer un aspecto más presentable a los ojos de la República Islámica de Irán. Mientras observo las evoluciones del pasaje elevo una plegaria suplicando que las bicicletas no hayan sufrido desperfectos durante el viaje.

Ya en tierra y tras pasar el control de pasaportes recuperamos nuestro equipaje. Bajo la mirada curiosa de unos funcionarios procedemos a desembalar las cajas, comprobando con gran alivio que mi súplica ha sido atendida: no hay desperfectos de consideración, simplemente mi cuentakilómetros no funciona y el pedal de Montse está ligeramente abollado, más un par de arañazos sin importancia. De esta manera, muertos de sueño pero enormemente ilusionados iniciamos nuestro periplo siguiendo la autovía que une el aeropuerto con la vecina población de Karaj, ciudad dormitorio situada a 42 km al oeste de Teherán.

Cruzando los montes Alborz
Cruzando los montes Alborz

Desde Karaj y bajo un sol agobiante nos disponemos a cruzar los montes Alborz, barrera natural que delimita el paisaje tropical propio de las poblaciones costeras próximas al mar Caspio con la aridez extrema que se observa al sur de la capital. Tomamos una carretera de montaña jalonada por multitud de túneles y sujeta a numerosos desprendimientos que asciende inicialmente de manera cruel y despiadada hasta alcanzar su punto culminante a unos 3.000 m. sobre el nivel del mar, prosiguiendo con un vertiginoso descenso que nos obliga a extremar las precauciones, siempre bajo la atenta mirada del volcán Damavand que con sus 5.671 m. se erige en la máxima elevación del país.

El trayecto ofrece generosas vistas y ocasiones para poner a prueba nuestra resistencia física y psíquica ya que debemos sortear varios túneles sin iluminación diseminados a lo largo de la ruta. En estos casos debemos pertrecharnos de toda clase de dispositivos reflectantes para anunciar nuestra presencia, convencer a algún policía ocasional para que nos permita el paso, respirar a fondo para obtener el máximo de oxígeno que compense la falta de ventilación y cruzar los dedos esperando que la distancia a recorrer sea corta.

Las poblaciones dispersas a lo largo de la carretera que transcurre paralela al mar Caspio son eminentemente turísticas, acogiendo en su mayoría turismo interior. Aquí, si cabe, el calor resulta aún más asfixiante, los desniveles son inexistentes y la carretera puede llegar a resultar algo monótona.

Al término de la quinta etapa, cuando nos hallamos en la población de Talesh buscando alojamiento ocurre el primer percance de una cierta importancia: rotura del portaequipajes al bajar un bordillo con la bicicleta cargada. Debido a la dificultad que entraña soldar una estructura de aluminio (el aluminio no suelda bien con el acero) nos mostramos pesimistas respecto a la resolución del problema. Unos mecánicos que han observado la escena nos animan a extraer el portaequipajes y dejarles intentar la soldadura ya que cuentan con el material adecuado. No sólo nos resuelven el problema sino que además se niegan a cobrarnos la reparación, aceptando sólo como pago después de mucho insistir el envío de una foto que nos acabamos de hacer. Esta anécdota es sólo un ejemplo del nivel de hospitalidad y entrega del pueblo iraní, una constante a lo largo del recorrido. Aún así no falta quien nos dirija algún que otro reproche antioccidental especialmente dedicado a Montse, debido a la manera como va vestida, a pesar de que en todo momento lleva la cabeza cubierta y evita permanentemente mostrar los brazos en público.

Montse y Francesc junto al mar Caspio
Montse y Francesc junto al mar Caspio

Llegando a Astara, ciudad fronteriza con la joven república de Azerbaiján, nos despedimos de la costa después de haberla recorrido durante unos 360 km y nos disponemos a afrontar de nuevo severos desniveles y dolorosas rampas por la región de Ardabil. Durante el ascenso de la etapa reina de este viaje numerosos vehículos nos animan con sus estridentes cláxones y gritos de ánimo e incluso nos ofrecen algún que otro trozo de sandía que se agradece con una sincera sonrisa. Afortunadamente no faltan tenderetes dónde reponer fuerzas esparcidos a lo largo de la carretera: raciones de pastas con miel y té. Cuando finalmente coronamos el puerto (1.450 m.) se dibuja ante nuestros ojos un sorprendente altiplano de origen volcánico que acoge a una reducida población nómada dispersa por los campos adyacentes a los principales núcleos habitados y que se agrupa en yurtas cónicas cubiertas de pieles, dedicándose a la agricultura y al pastoreo.

A continuación llegamos a Tabriz, antigua capital persa, actualmente relegada a segunda ciudad del país y que alberga uno de los bazares más sorprendentes del mundo, sólo superado en tamaño por el de Damasco. Tabriz cuenta con un carácter más abierto y cosmopolita que Teherán, las jóvenes pueden pasear en tejanos y comportarse de una manera más informal e incluso es posible ver a alguna pareja cogida de la mano.

Iglesia armenia
Iglesia armenia

Finalmente nos disponemos a afrontar la última fase del viaje por el norte de Irán recorriendo los 150 km que nos separan de la frontera con Turquía. Nos hallamos en el Kurdistán iraní. A las entradas de los pueblos hordas de niños rapados y con mocos colgando salen a nuestro encuentro no siempre con la mejor de las intenciones. Como sucede en otros países, siempre hay quien practica puntería lanzándonos piedras, lo que nos permite descubrir una segunda utilidad al casco.

En la carretera nos avanzan numerosos camiones transportando combustible en enormes cisternas. Los Lokantasi o restaurantes turcos se suceden a lo largo y ancho del camino, ofreciendo los inevitables almuerzos a base de queso fresco con miel, olivas y pan árabe oportunamente anunciados en lengua turca, practicada por la mayoría de la población. La presencia de iglesias armenias tan impresionantes e injustamente olvidadas como Jolfa o Qareh Kalisa obligan a efectuar un alto en el camino.

Cuando menos me lo espero surge tras una curva René, un canadiense de 53 años que está dando la vuelta al mundo...en bicicleta. Una vez recorridos el continente americano y África se dispone a cruzar Asia arrastrando una carga de 80 Kg. Con su sombrilla y sus alforjas delanteras y traseras, aprovecha hasta el último centímetro de su bicicleta para cargar todo lo que estima necesario. En su haber cuenta con 3 años de viaje y miles de anécdotas. Converso con él unos minutos y cuando me despido mi autoestima se encuentra por los suelos...¡¡Y yo que creía estar realizando una proeza!!

La etapa final en tierras iraníes discurre entre Maku y la frontera turca. Dejamos atrás 1.180 km recorridos con el convencimiento de que difícilmente hallaremos un país más hospitalario y acogedor que Irán.


TURQUÍA

Turquía representa un alivio en la manera de vestir: Montse ya no está obligada a cubrirse con el pañuelo y las mallas de ciclista son toleradas por la población, aunque no pasan desapercibidas. Destaca una fuerte presencia militar rodeando todos y cada uno de los emplazamientos kurdos que en esta zona del país son mayoritarios lo que se traduce en frecuentes controles a pie de carretera. Se suceden las maniobras militares y las tanquetas en la calle aunque ello no representa ningún problema para el turista occidental.

Después de transitar 35 km avistamos Dogubeyazit, ciudad situada a los pies del majestuoso monte Ararat (5.137 m) donde la leyenda ubica los restos del Arca de Noé. Unas fuertes diarreas impiden nuestro avance y nos obligan a guardar cama durante unos días, lo que aprovechamos para visitar la fortaleza de Ishak Pasa, emplazada a tan solo 5 km del centro de la ciudad y que constituye uno de los monumentos más notables del Kurdistán. Cuando finalmente nos sentimos con fuerzas para reemprender el viaje topamos con el que sin duda constituye el principal obstáculo que hemos debido de afrontar a lo largo del viaje: la presencia de grupos de mastines que nos acosan de manera continua a pie de carretera y ante los cuales las piedras y los bastones se muestran impotentes. Después de diversos amagos y escaramuzas renunciamos a proseguir una lucha desigual y optamos por cargar las bicicletas en un dolmus y resolver de esta manera la única etapa que no hemos podido completar por nuestros propios medios, si bien no podemos evitar un sentimiento de impotencia y frustración. Tratando de superar el temor a nuevos ataques caninos nos disponemos a bordear el mayor lago de Turquía, el lago Van, por su orilla derecha no sin ciertas reticencias ya que la prensa local informa que el independentista Partido de los trabajadores del Kurdistán (PKK), tan activo durante la pasada década, acaba de anunciar el fin de la tregua vigente.

De repente distinguimos en la lejanía un extraño vehículo que de forma lenta pero decidida se aproxima hacia nosotros. Cuál es nuestra sorpresa al descubrir que se trata de un aparatoso tándem conducido por una pareja de holandeses, Jeroen y Elske, que cubren el trayecto Holanda-Nueva Zelanda. Unos meses más tarde recibiremos un mensaje donde nos explican que no pudieron completar la ruta debido a la rotura del cuadro del tándem en medio de Irán, que donaron su bicicleta a un orfelinato y que continuaron su viaje en transporte público.

Así durante tres días recorremos los 160 km existentes entre las poblaciones de Muradiye y Tatvan transitando la orilla occidental del lago Van con la única incidencia de algún que otro aguacero propios de la estación. Al llegar a Tatvan el portaequipajes se quiebra de nuevo y nos obliga a buscar a un soldador dispuesto a resolver el problema: resulta increíble la habilidad que muestra este profesional, que integrará la cerradura de una puerta rescatada de un desguace en la estructura de la bicicleta mediante una ingeniosa reparación.

Llegados a este punto tomamos la ruta sur que discurre entre las poblaciones de Bitlis y Batman y que cruza el río Tigris. Nos sorprenden los numerosos campos de algodón que atraviesa la carretera y que constituyen, junto con el petróleo, el principal motor económico de la región. Nos encontramos apenas a un centenar de kilómetros de la frontera iraquí lo que explica el incremento de controles militares.

Más adelante se halla la preciosa ciudad de Diyarbakir rodeada por murallas de basalto que le confieren un aspecto irreal. Asimismo este emplazamiento constituye el principal foco de la resistencia kurda y en consecuencia es aquí donde más se acentúa la presión militar. En el momento de realizar la entrada a Diyarbakir observo que la rueda delantera empieza a desplazarse lateralmente y a rozar levemente con las pastillas de freno. Un examen más detallado denota la rotura del buje y es en este momento cuando empiezo a temer por la continuidad del viaje. Afortunadamente no faltan manos expertas que solucionen el problema: un mecánico repara de una manera poco ortodoxa pero eficaz el buje y el sistema de cierre de la rueda lo que nos permite proseguir el viaje.

Nemrut Dagi
Nemrut Dagi

Ilusionados nos dirigimos a los pies del Nemrut Dagi. La carretera, después de un pronunciado descenso, queda interrumpida al borde del embalse de Atatürk. Un trasbordador nos conduce a la orilla opuesta desde donde emprendemos el dramático ascenso a la cumbre del Nemrut Dagi, una cima artificial situada a 2.150 m de altitud donde la leyenda sitúa la tumba del rey Antíoco I. Sobre este recinto funerario se hallan esparcidas las cabezas de colosales estatuas de dioses que cuentan con más de 2.000 años de antigüedad y que han sucumbido a los terremotos que con cierta frecuencia azotan la región. Resulta una etapa agotadora ya que la pendiente se acentúa a medida que nos aproximamos a la cima, llegando al extremo de tenernos que bajar de la bicicleta y arrastrarla durante varios centenares de metros. La recompensa que nos aguarda bien vale el esfuerzo, las vistas son insuperables y la sensación de haber penetrado en un espacio sagrado nos acompaña durante toda la visita mientras sentimos la mirada acusadora de los dioses que custodian el recinto.

Proseguimos nuestro viaje por el Kurdistán turco sufriendo las impertinencias de los camioneros que parecen divertirse echándonos a la cuneta en reiteradas ocasiones, compartiendo la carretera con numerosos autocares iraníes que se desplazan a la vecina Damasco a venerar la tumba de Saida Zeinab, nieta del profeta y punto de referencia para la comunidad chiita, mayoritaria en Irán. El paisaje, una vez superadas las montañas adyacentes al lago Van, se torna algo monótono, alternándose campos de algodón, torres eléctricas coronadas por nidos de cigüeñas y alguna que otra población cuyos habitantes visten invariablemente chaleco oscuro y pantalones abombados mientras se desplazan a los campos colindantes en carro o tractor.

El último núcleo importante es Gazi Antep. Nos perdemos entre sus avenidas buscando la carretera que conduce a Killis, pequeña población distante tan solo 11 km de la frontera siria. La señalización es escasa y precaria, tal vez reflejo del estado en que se encuentran las relaciones entre los dos países, enturbiadas por diversos contenciosos. En un momento dado consultamos en un cibercafé el correo electrónico, encontrándonos con una monumental sorpresa: el día anterior, la madrugada del 4 de octubre, la aviación israelí ha bombardeado un presunto campo de entrenamiento de terroristas a tan sólo 20 km de Damasco. La noticia nos deja helados, asaltándonos todo tipo de dudas sobre la conveniencia de continuar con nuestro viaje y adentrarnos en territorio sirio. Finalmente optamos por mantener nuestra idea inicial confiando en no vernos involucrados en ningún incidente armado.


SIRIA

Al día siguiente entramos en Siria a través de una frontera secundaria un tanto caótica transitada básicamente por autocares iraníes. Los trámites son lentos y sólo nuestra condición de turistas occidentales parece otorgarnos una cierta ventaja.

Nuestros temores de encontrar un ambiente enrarecido se disipan de inmediato: No apreciamos gestos hostiles por parte de la población ni observamos una fuerte presencia militar, sino todo lo contrario: la población se muestra tan abierta y amistosa como en el resto de países recorridos y la presencia militar es prácticamente nula. Recorremos los 56 km que nos separan de Alepo por una carretera plana transitada mayoritariamente por furgonetas de transporte colectivo y algún que otro camión cargado de algodón. Con resignación constatamos como a pesar de hallarnos en el mes de octubre las temperaturas continúan altas, desvaneciéndose nuestras esperanzas de que el cambio de país viniese acompañado con un descenso de las mismas.

En Alepo dedicamos algunos días a visitar los tesoros artísticos que alberga la ciudad y sus alrededores entre los cuales destacan la Basílica de San Simeón así como diversos yacimientos arqueológicos agrupados en las denominadas ciudades muertas.

Proseguimos nuestro periplo en dirección a Hama siguiendo la autovía que comunica Alepo con Damasco y que las autoridades clasifican de forma pretenciosa como autopista. A media etapa nos desviamos 3 km de la carretera principal para visitar Ebla, una de las ciudades muertas de más renombre donde se descubrió el primer alfabeto de la historia de la humanidad. Al abandonar el yacimiento y poco antes de incorporarnos a la vía principal vuelvo a romper, por tercera vez, mi portaequipajes, y esta vez sospecho que la estructura, muy castigada por las soldaduras anteriores, difícilmente admitirá una nueva reparación. Con un gesto de impotencia fijo el portaequipajes con dos bridas y extremando las precauciones conseguimos llegar hasta la ciudad de Hama.

En Hama intento una soldadura de emergencia que fracasa estrepitosamente. Ante la perspectiva de tener que abandonar el viaje decido arriesgarme y aceptar una solución desesperada: un voluntarioso profesor de inglés con vocación de mecánico improvisa un sistema de anclaje con piezas fabricadas por él mismo que, quien me lo iba a decir, nos permitirá completar nuestro viaje sin sufrir un nuevo percance.

Animados por el éxito de la reparación nos dirigimos hacia Krak de los Caballeros, una imponente fortaleza medieval del tiempo de las Cruzadas. Transitamos una larga etapa con constantes desniveles que discurre por una zona de influencia cristiana; así a lo largo del camino se suceden capillas e iglesias de confesión ortodoxa que contrastan con la simbología musulmana predominante en Siria.

Después de una visita obligada a la fortaleza pedaleamos hacia la ciudad de Homs circulando por la autopista que conecta Damasco con la costa mediterránea, un total de 55 km. Desde Homs aprovechamos para desplazarnos a Palmira en autobús. El desplazamiento en bicicleta es desaconsejable ya que el agua es escasa y las sombras inexistentes. El paisaje ha cambiado radicalmente, la carretera se adentra en el desierto camino hacia Irak; no se trata de un desierto con dunas de arena fina, más bien es una extensión árida de montañas erosionadas por el paso del tiempo.

Casualmente nuestra visita coincide con los preparativos de la visita oficial que realizarán en dos días el presidente Al-Assad conjuntamente con los reyes de España. No deja de resultar divertido como por arte de magia se da una apresurada mano de pintura al museo local, se repasa el asfalto de las calles, se reparan las farolas rotas y se mejoran las instalaciones turísticas; me pregunto si en mi país se reproduce la misma situación cada vez que un jefe de estado realiza una visita oficial.

Después de degustar un sabroso mansaf, un guisado propio del desierto a base de arroz, cordero y frutos secos, emprendemos el regreso a Homs. Aquí se nos plantea un dilema: o bien seguir la autovía hacia Damasco en línea recta recorriendo los escasos 160 km que restan hasta nuestro objetivo en un par de etapas que se presumen fáciles, o bien arriesgarnos dado el estado en que se encuentra mi bicicleta y realizar un rodeo extra a través del Líbano. La tentación de prolongar nuestra pequeña aventura tres días más se impone a lo que dicta la prudencia y el sentido común, de forma que nos encaminamos hacia la frontera libanesa.


LÍBANO

En los márgenes de las carreteras que atraviesan las principales poblaciones del valle de Bekaa, ya en el Líbano, apreciamos abundante maquinaria de guerra. Por el camino debemos sortear algunos controles militares. Seguramente lo que más nos llama la atención son las filas inacabables de retratos colocados a ambos lados de las carreteras, situados sobretodo en las entradas de los pueblos, con imágenes de militantes de Hezbollah caídos en combate contra Israel.

Finalmente, después de cincuenta kilómetros discurridos por una carretera de trazado irregular, alcanzamos Baalbek. En esta discreta población se encuentra el templo romano mejor conservado en la actualidad, el majestuoso templo de Júpiter, que bien merece una visita y que constituye además el punto de partida hacia el que es sin duda el principal reclamo turístico del país: el bosque de cedros.

Las crónicas antiguas aseguran que hubo un tiempo en que la práctica totalidad del país se hallaba cubierta de bosques de cedros. Su explotación desde tiempos inmemoriales (la Biblia ya asegura que el Arca de Noé se construyó con madera de cedro libanés) ha mermado la población hasta reducirla a la mínima expresión, apenas 150 ejemplares que se agrupan en un pequeño bosque, aunque con justicia deberíamos hablar más bien de un jardín. Partiendo de Baalbek hay que transitar una escarpada carretera que de manera precipitada abandona la cota de 1.000 m en que se halla esta población para alcanzar en pocos kilómetros un puerto de montaña de 2.500 m, emplazado en la cordillera que separa el altiplano libanés de las tierras mediterráneas. En la vertiente opuesta un marcado descenso conduce a Trípoli tras atravesar el bosque de cedros, que se encuentra a unos 60 km de Baalbek. Durante el breve paseo por el bosque nos embarga un sentimiento de tristeza al contemplar la dignidad con que languidecen los que probablemente sean los últimos ejemplares de cedro libanés, a pesar de las medidas conservacionistas de que son objeto.


Y finalmente DAMASCO (Siria)

Seguidamente nos disponemos a recorrer los últimos kilómetros de nuestro viaje dirigiéndonos a Damasco. A medida que nos aproximamos a la capital aumenta el tráfico, la carretera da lugar a grandes avenidas y éstas a su vez se dividen en calles. Aparecen los primeros semáforos, la densidad de vehículos va en aumento, la atmósfera es más cargada y en definitiva la presión propia de una capital nos rodea y engulle. Ciertamente hemos cubierto la ruta prevista pero nos embarga un sentimiento contradictorio: la alegría de haber culminado nuestro proyecto y una inmensa gratitud hacia la providencia mezcladas con una creciente nostalgia por los momentos vividos que ya nos parecen lejanos.


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