Los Masai llaman a este volcán Ol Doinyo Lengai, que en su lengua significa la Montaña de Dios. Los Masai es una tribu que se impresiona por muy pocas cosas, pero la última erupción del único volcán aún activo en Tanzania, en 1966, seguro que dejó a sus gentes una profunda impresión, ya que sus cenizas se elevaron a más de 1.500 m de altura y dejaron completamente cubierta toda la región con una espesa capa de ceniza.
No es de extrañar que lo nombren así, ya que las cenizas que permanentemente arroja este volcán abonan los escasísimos pastos donde se nutren sus manadas de vacas y ocasionalmente las migraciones provinentes del vecino Serengeti.
Este volcán se enclava en la ladera oeste del valle del Rift, justo a la orilla sur del Lago Salado Natron, santuario de miles de flamencos, y junto a otros pequeños cráteres al nordeste del Área de conservación del Ngorongoro.
Esta impresionante montaña, que domina majestuosamente todo la planicie, es de una gran belleza debido a su peculiar forma cónica casi perfecta de unos 1.600 m de altura desde su base y con la cima a 2.768 metros sobre el nivel del mar.
Sus laderas están formadas por cenizas compactadas durante miles de años y sus profundos barrancos, grietas y coladas blancas son claramente visibles desde cualquier ángulo, confiriéndole un aire inhóspito y majestuoso a la vez.
Hasta la base de la montaña se llega por una polvorienta pista que pasa junto al cámping Kamakia, situado a la misma orilla del río Ngaresero, el cual desemboca en el lago Natrón de agua salada.
Después de vadear el río por un paso un poco abrupto y de un recorrido de unos 45 minutos entre campos con escasos matorrales y aspecto semidesértico, se llega a un llano donde se deja el coche.
Desde el parking se ve la cima justo enfrente a unos 1.600 metros más arriba, no hay pérdida para llegar a ella, la subida se realiza siempre en línea recta por encima de una colada de una erupción centenaria y flanqueada por discontinuos e impresionantes barrancos de decenas de metros de profundidad.
Las dos primeras horas transcurren por un caminito estrecho, justo para el paso de una persona, entre altas gramíneas y de sustrato arenoso; inicialmente de suave pendiente, pero a los treinta minutos pasa a ser pronunciada y constante hasta llegar a un rellano de unos 10 metros de ancho, casi el único llano de la montaña, que aproximadamente es la mitad del ascenso vertical.
Se aprovecha este lugar para descansar un rato, beber agua en abundancia, algún sólido rico en hidratos de carbono y minerales, y disfrutar de la impresionante vista panorámica sobre Great Rift Valey.
A partir de este punto el terreno deja de ser compacto y fácil para convertirse en una mezcla heterogénea e inestable de arena, tierra, piedra pómez descompuesta, rocas y ceniza.
Al inestable terreno hay que sumarle una impresionante pendiente de unos 60º, que obliga a una marcha muy dificultosa, habiéndose de ayudar y asegurarse la subida con las manos en las inestables rocas o escasos y secos matorrales que están al abasto para no resbalar y deslizarse unos pasos atrás. La marcha cada vez se hace más lenta y los descansos cada pocas decenas metros de desnivel son casi inevitables. De vez en cuando se encuentran lenguas de colada dura que facilitan el agarre pero no dejan de ser duras de roer.
Una mirada hacia atrás y abajo reconforta el ánimo viendo el desnivel ganado desde la base, mirando sobre nuestras cabezas se observa ya con más detalle el paso entre unas inmensas rocas blancas a solo unos pocos cientos de metros de la cima.
Al llegar a las rocas blancas y mirando en dirección oeste se disfruta de la interminable llanura del Serengeti, aproximadamente en este punto se empieza a oler a azufre y con detenimiento, después de descansar un poco para bajar el ritmo cardíaco y la respiración, se pueden oír los latidos del corazón del volcán: un sonido grave y muy profundo que viene desde las profundidades de la tierra, señal inequívoca de que el volcán está en plena actividad y nos espera en la cima para darnos la bienvenida con sus fumarolas y erupciones.
Al final del desfiladero de las rocas blancas el olor a azufre y el latido de la montaña son cada vez más fuertes, la cresta de la caldera está solo unos cien metros más arriba.
Al alcanzar justo el borde de la cresta el cansancio se olvida al instante, la vista contempla un espectáculo jamás imaginado, maravilloso, inhóspito, raro, casi indescriptible: una plataforma plana de colada blanquecina de unos doscientos o trescientos metros de diámetro hundida dentro del cráter unos diez metros más abajo del borde.
Lo primero que se observa son unos grandes conos-chimenea con pulsantes fumarolas de gas sulfuroso, infinidad de pequeñas grietas desprendiendo humo a trompicones en medio del blanco suelo y una enorme mole de rocas negras que al ruido acompasado del latido del volcán arroja ingentes cantidades de lava incandescente a decenas de metros de altura, para caer no muy lejos, y más o menos siempre al mismo lugar, para poder contemplar el espectáculo y pasear por el cráter con la suficiente seguridad personal.
Un detalle más exhaustivo nos ofrece la multitud de formas caprichosas de las coladas, cordones, fisuras y pequeños cráteres de lava de infinidad de matices de colores, desde el verde, similar al queso de Roquefort, al blanquecino Camenber.
La salida del sol es todo un espectáculo, primero una tenue luz, después un sol rojizo y a continuación una luz cegadora se filtra entre las fumarolas y los conos, dando un espectáculo de paz al mismo tiempo que se contempla el gran poder de la naturaleza que une la mística salida diaria del sol con el inmenso poder de nuestro planeta arrojando de su interior una furia contenida en sus entrañas. Si el día es claro se pueden ver a lo lejos las cumbres más altas de África: el Kilimanjaro, el Mt. Meru y el Mt. Kenia, todo un festival de montañas míticas en una sola ojeada.
Teniendo la satisfacción de haber llegado a la cima de la montaña sagrada de los Masai y haber podido contemplar un paisaje único y difícilmente inolvidable, se realiza el descenso por el mismo lugar de la ascensión, pero a un paso vertiginoso ya que es difícil bajar despacio, hay que dejarse resbalar y deslizarse junto a las piedras y a las cenizas que tanto han complicado la ascensión.
Vale la pena parar de vez en cuando para contemplar la vista panorámica sobre la gran falla que es el Great Rift Valley, el Serengeti y reconfortar el espíritu con el aire impregnado de humedad salada del lago Natron a la luz brillante y cegadora de África.
En cuestión de una hora se llega a la plazoleta de mitad de camino y en una hora y media más al parking, momento en el cual se puede contemplar de nuevo la montaña al completo y llenarse de orgullo y satisfacción de la excursión realizada.
- No se precisa de una forma física determinada, aunque es aconsejable un mínimo de entreno antes de salir de casa para conseguir un poco de forma.
- Aunque no es imprescindible un guía local, su contratación es muy recomendable, siempre nos podrá asesorar sobre el mejor camino y nos podremos enriquecer con sus conocimientos y su cultura.
- Debido a la aridez de la zona y a su clima húmedo, se recomienda empezar el trekking de noche para ahorrarse los horrores del calor y poder disfrutar de una sensacional salida del sol.
- Una buena hora para salir del camping es medianoche, a la una se empieza la ascensión, a las tres se llega a la mitad de la ascensión vertical y se descansa unos 15 minutos, a las cuatro y media se llega bajo las rocas blancas y a las cinco y media a la cima. Tiempo para recuperarse, descansar, alimentarse, beber y esperar las primeras luces a las seis y a las seis media la salida del sol.
- Es muy importante llevar un mínimo de 2 litros de agua por persona y alimentos energéticos para poder mantener el tono muscular.
- También es muy recomendable elegir uno de los días más cercanos a la luna llena, y si cabe el mismo día de luna llena, de otro modo habrá que proveerse de una linterna, a ser posible tipo frontal para dejar libres las manos para poderse agarrar.
- Aunque los expertos dicen que no hay peligro, ser precavido no está nunca de más y no confiarse de las erupciones y explosiones violentas. Lo importante de un trekking siempre es volver a casa tal como se salió.
- Las erupciones, olores, sonidos y sensaciones que se indican pueden variar considerablemente en función de la actividad volcánica, el relato se ha escrito según las observaciones de la ascensión realizada el día 21 de Agosto del 2002, dos días antes de la luna llena.
A este remoto, pero fabuloso, territorio del norte de Tanzania sólo se puede acceder por tres rutas, a cual de ellas más dura y por supuesto con un vehículo 4x4:
- La Ruta Noroeste es la que se utiliza cuando se viaja desde Kenia por la frontera de Olmesutye/Loliondo o desde el Parque Nacional del Serengeti saliendo por la Bologonja Gate. Ambos caminos confluyen en la aldea de Waso por una pista estrecha y en muy malas condiciones. Waso es una pequeña y agradable aldea donde se puede comer o tomar un refresco, aparte de jugar con los niños de la calle, y poca cosa más. La pista continua unos kilómetros más en muy buenas condiciones hasta un desvío a la izquierda para seguir por otra pista, esta vez en pésimas condiciones. Los agujeros, baches y polvo son los compañeros infatigables de viaje durante las seis horas hasta el lago. Poco antes de llegar a la gran falla del Rift, ya en los límites de la llanura del Serengeti, se contempla a lo lejos el impresionante Ol Doinyo Lengai, de forma cónica casi perfecta. Todo un espectáculo. Al llegar al borde occidental de la falla del Rift la pista desciende vertiginosamente por la ladera con pronunciadas curvas que cortan el hipo. Al tiempo que se ha escrito esta nota se estaban realizando obras de mejora, esperemos que sean de calidad y muy duraderas. Hay que contar que desde la salida del P.N. del Serengeti por la Bologonja Gate hasta el camping Kamakia hay unas 8 horas de duro recorrido.
- La Ruta Sudeste sale de la carretera A104 en la localidad de Kishongo, al lado de Arusha. Es un itinerario que nadie utiliza ya que es mucho más corta la Ruta Sur.
- La Ruta Sur sale de la pintoresca población de Mto Wa Mbu (Río de los mosquitos en Swahili) junto a la buena carretera sin asfaltar B144 donde se accede a ella desde la carretera asfaltada A104 que viene de Arusha. La ruta discurre durante todo el recorrido por el fondo de Great Rift Valley, y posiblemente es la pista más polvorienta que alguien pueda pasar. Dudo que exista otra con más polvo en toda África. Un poco antes de medio camino se encuentra la aldea de Engaruka, donde hay que pagar 5 US$ por persona para poder vadear el río, no hay otra forma de poder continuar el itinerario sin esta impertinente prebenda local. Afortunadamente esta población es el centro comercial de toda la comarca, y se puede disfrutar de un surtido mercado local al aire libre donde los Masai realizan sus intercambios y sus compras. La pista hasta la orilla del lago Natron continua por el fondo de la falla con las mismas características de polvo y baches que hasta aquí, en multitud de ocasiones hay que salirse del camino oficial para encontrar un paso alternativo lateral y evitar quedarse encallado en el arenoso y polvoriento terreno. Desde Mto Wa Mbu hasta el cámping Kamakia, situado a la misma orilla del río Ngaresero al lado del lago Natron, hay que contar unas seis horas de polvoriento camino.
El lago está situado a unos 25 km al norte del Área de Conservación del Ngorongoro, haciendo frontera con Kenia por su extremo norte y con una longitud de 60 Km.
Este lago alcalino es visitado cada año al final de la época de lluvias por miles de flamencos para nutrirse de las algas que en él crecen, provinentes del lago Nakuru entre otros. La salinidad de este lago es debida a que el agua del único río que desemboca en él, el Ngaresero con sus dos bonitas cascadas, no tiene otra salida que la que se evapora por la acción del sol, concentrando día tras día las sales erosionadas durante su curso. Debido a este fenómeno el nivel del agua puede oscilar dramáticamente entre las estaciones seca y húmeda.
Los alrededores del lago son de difícil acceso debido al barro y guano que se acumula, por lo que se hace imprescindible su acceso en un vehículo 4x4, previo pago de la tasa de entrada en la barrera con la cabaña que se encuentra en el camino de entrada a tal efecto.
El blanco es el color de domina el paisaje, las sales depositadas sobre la tierra, la aridez del entorno y la constante neblina debido a la evaporación confieren al entorno un aspecto extraño y muy solitario, donde los únicos seres vivientes a la vista son los flamencos rosados o grises, el horizonte se pierde en la lejanía sin poderse apreciar su línea horizontal.
A su paso por delante del cámping Kamakia es un río de aguas turbulentas de color marrón, muy caudaloso en época de lluvias y de buen caudal durante la época seca. Nunca ha llegado a secarse según los viejos del lugar.
De él aprovechan el agua el poblado Masai, de unos pocos habitantes, que hay situado a unos escasos cientos de metros del cámping, donde se puede ver la actividad de sus mujeres lavando la ropa de vistosos colores, y tendida luego al sol para secarse.
El recorrido hasta las cascadas se realiza a pié por un camino estrecho que sigue el curso arriba del río y sus estrechos meandros entre las altos riscos de paredes rocosas, que obliga a mojarse los pies, y en algunos pasos con el agua hasta la cintura, al sortear el margen del río.
La primera cascada en el margen derecho del río, no tiene mucho interés ni por su entorno ni por su caudal. A unos doscientos metros más arriba siguiendo el curso del río se encuentra la segunda cascada, también a la derecha pero mucho más espectacular.
En efecto, el río adquiere velocidad por unos rápidos y después de girar un meandro se contempla al fondo el salto de agua de un río que termina sobre unas rocas a unos 15 o 20 m. de altura desplomándose sobre el propio río inferior. Es la unión de los dos ríos, pero uno cae sobre el otro en lugar de unirse uno al dado del otro. El espectáculo es sensacional por la gran cantidad de agua que cae y el aire saturado de agua atomizada por la acción de la caída.
Siguiendo por el interior del cauce del río se puede llegar bajo la cascada, la sensación de agua templada del río en las piernas y la potente ducha de agua fría que cae encima de la cabeza es peculiar y estimulante.
El curso del río sigue unos metros por detrás de la cortina de agua hasta un rápido que ya no es posible superar por el gran caudal y velocidad que adquiere el agua, pero permite deslizarse y ser arrastrado por la corriente hasta pasar bajo la cascada disfrutando de nuevo la sensación ya descrita anteriormente.
Situado junto al río Ngaresero, es uno de los dos únicos cámpings de la zona. No hay mucho donde elegir, aunque el lugar es agradable y el ruido del río serena el ánimo.
Sus instalaciones son discretas y hay que traerse absolutamente todo lo necesario para la acampada y la comida, aunque dispone de un bar bajo un simple, pero acogedor, cobertizo con unas mesas y sillones hechos con troncos y pieles de vaca, donde sirven bebidas frescas a temperatura del tiempo.
Para la acampada se dispone de varios pequeños recintos separados por setos (para darles cierta intimidad), donde se pueden instalar unas cuatro tiendas en cada uno de ellos.
Para los cocineros han habilitado un cobertizo para resguardarse del sol y las inclemencias del tiempo en época de lluvia.
Para la higiene personal un par de garitas adosadas de 1 m2, con una ducha y un WC de agujero, ambas con paredes de plástico azul y techo de chapa ondulada, la ducha con agua abundante a temperatura del río, que en el mes de agosto no era nada fría, sino muy agradable, para disfrutarla después del duro día de camino de llegada o después de la ascensión al Ol Doinyo Lengai.
En swahili significa Río de los mosquitos, por algo será...
Este agradable y simpático pueblo es el centro comercial de toda la comarca, lo atraviesa una amplia y buena carretera sin asfaltar. Circulan por ella grandes camiones que a su paso levantan una gran polvareda y cubren de polvo las puestos de venta de frutas y souvenirs situados a ambos lados a lo largo de su recorrido.
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Es la base de muchos tour-operadores para realizar los safaris al cercano Parque Nacional del lago Manyara y al Parque Nacional del Tarangire. Dispone de una varieda oferta de cámpings y guesthouses. Los más recomendados son los cámpings Jambo y el Twiga, este último bastante mejor cuidado que el primero, ambos en la carretera y junto a la gasolinera a la entrada del pueblo viniendo desde Arusha. El mejor lodge es el Holiday Fig Resort, con jardín y piscina, al norte de la carretera.
En compañía de un guía local, los muchachos siempre están dispuestos por unas monedas. Se pueden recorrer los pintorescos alrededores para contemplar los campos de cultivo y los pescados tendidos secándose al sol, o incluso llegar en menos de un par de horas a pie hasta la orilla del apacible lago Manyara, que da su nombre al Parque Nacional que se extiende en su orilla noroeste. También la oficina de turismo organiza unos tours culturales.