Túnez es otra cultura, otro mundo a tan solo dos horas de vuelo de Barcelona. Túnez es un país fácil de visitar, económico para los viajeros occidentales, los visados se expiden en el aeropuerto, el francés está ampliamente extendido, y a pesar de ser la cuna de "la primavera árabe" la situación política parece estable y las condiciones de seguridad buenas.
Su costa mediterránea con magnificas playas de aguas color turquesa, son un destino turístico europeo de primer orden. En sus exquisitos complejos turísticos con campos de golf se ofrecen excursiones a camello por el desierto, salidas a pescar y bucear, o visitas a los numerosos puntos de rodaje de la famosa saga de La Guerra de las Galaxias.
Túnez ofrece distintas culturas y contrastes paisajísticos. El norte de verdes plantaciones de olivos y cítricos, contrasta con las desérticas tierras bereberes del Sahara al sur. En las ciudades del norte convive la herencia francesa colonial con piezas arquitectónicas islámicas de más de mil años de antigüedad y medinas amuralladas con activos zocos que desempeñan un papel fundamental en la vida cotidiana, pues pese a la evidente occidentalización la sociedad tunecina sigue siendo muy tradicional.
En el sur las ciudades surgen en torno a un oasis, de palmeras y dátiles, y predomina la cultura bereber. A mitad de camino queda Kairouan, la cuarta ciudad sagrada del Islam. Un hecho curioso en un país musulmán muy tolerante donde las mujeres no llevan velo y esta permitido beber alcohol.
Túnez tiene un amplio patrimonio histórico. Cartago, una de las potencias marítimas más importantes de la antigüedad, se estableció aquí. Tras ella vinieron romanos, vándalos y bizantinos antes de sucumbir al Islam en el siglo VII. Tras la desaparición de los califatos, llegaron los otomanos, y el colonialismo francés, antes de la independencia en 1956. Los restos arqueológicos son numerosos, sobre todo en el norte. Poco queda de Cartago en los alrededores de Tunis, pero las ruinas romanas de Sbeitla, Dougga y El-Jem son de las mejores del mundo. En el sur hay numerosos ksour, fortificaciones bereberes para almacenar grano, viviendas trogloditas y oasis bereberes de montaña.
Túnez queda a la misma distancia que las principales capitales europeas, es un destino cercano con una cultura, religión y paisajes completamente diferentes, apto para familias, viajeros independientes, aventureros y freaks de La Guerra de las Galaxias.
Del 30 de diciembre de 2012 al 11 de enero de 2013.
La moneda oficial en Túnez es el dinar tunecino (TND).
Túnez es barato: coche de alquiler, hoteles de gama media en habitación doble con baño propio siempre que es posible, tres comidas diarias en restaurante, cervezas, zumos de naranja y pastas, propinas las esperadas, y regatear lo justo para que no te tomen el pelo, o sea, un turismo cómodo pero sin lujos, sale por unos 40 € diarios, de los que 10 € corresponden al coche.
En Túnez, donde las distancias son relativamente cortas, el transporte público muy limitado en la costa, y sus atractivos muy dispersos, sobre todo en el sur, alquilar un coche es la mejor forma de conocer el país. La gasolina se paga a 0,7 € el litro y los precios de alquiler son comedidos. Con Camelcar alquilamos un Volkswagen Polo doce días por 250 € con kilometraje ilimitado.
Pero cuidado, la forma de conducir no es muy diferente del resto de países africanos o del sudeste asiático, hacen falta mil ojos, no hay que dejarse engañar por unas carreteras bien señalizadas y en un correcto estado de conservación, "esto es la selva".
Las carreteras son en general de un solo carril con arcén de tierra o gravilla, aunque con tramos lo suficientemente anchos para detener un coche. En la mayoría de ellas hay mojones cada kilometro indicando la distancia hasta el siguiente pueblo, las líneas suelen estar pintadas y hay bastantes señales. El firme esta en buen estado, no suele haber baches destacables y se ven con frecuencia obras de mantenimiento. Las gasolineras suelen ubicarse en los grandes centros urbanos y sus proximidades, así que dependiendo de la carretera no es raro hacer 100 km sin cruzarse con ninguna. Otra fuente de suministro son los pequeños bidones de cinco litros de gasolina libia o argelina que hay en los márgenes de algunas vías o pueblos pequeños.
En cuanto al conductor tunecino, en general, esta convencido de que la línea continua es un derroche incomprensible de pintura, ya que cualquier zona es valida para adelantar. Circular entre dos líneas no es su fuerte, y menos aún en las curvas. El intermitente no se usa, que se gasta. Se incorpora a la calzada sin mirar, los demás llevan frenos de serie, y por supuesto, se para donde y cuando lo necesita abriendo la puerta sin importar quien viene detrás.
El peatón camina por la calzada, a su ritmo, haciendo eses o aspavientos con los brazos si es necesario. Se detiene a hablar con amigos y conocidos, y nunca mira al cruzar, el asfalto es su territorio y no comprende como alguien puede caminar por las aceras, que aunque dan un aspecto moderno a la ciudad, están llenas de terrazas, tenderetes y coches aparcados, o se han convertido en extensiones de cualquier tipo de negocio.
Por supuesto motos y bicis ni tienen carril ni sentido, y van por donde les da la gana. En el sur, el cruce de camellos es un peligro real, vimos manadas de hasta 200 ejemplares, y un choque contra una animal de más de 600 kg no es ninguna broma.
En algunas carreteras hay radares y controles de policía que ocupan ambos carriles en zigzag y que obligan a detenerse por unos segundos, aunque tras un rápido vistazo o un saludo fraternal por nuestra parte nos dejan pasar sin más problemas. En el sur militares armados sustituyen a la policía, y tanquetas a los coches patrulla, supongo que debe de ser por la proximidad con Libia.
Al salir a la sala abierta al público del aeropuerto de Tunis Carthage hay algunos taxistas esperando clientes, pero nosotros pasamos entre ellos sin que ninguno se nos insinúe.
Vamos directos a Camelcar donde hemos reservado por internet un coche para los doce días que estaremos en el pais. Seat Ibiza / Volkswagen Polo por 250 € con kilometraje ilimitado. El coche no esta en mal estado aunque el limpiaparabrisas trasero no funciona (no creo que llueva), tiene 75.000 km, y podía estar más limpio y con menos rayadas, pero por eso cuesta la mitad que en Avis, Sixt o Hertz o al menos eso es lo que se veía por internet.
Recorremos en un periquete los 8 km que separan el aeropuerto del centro de la ciudad de Túnez, la capital tunecina.
Nos alojamos en el Hotel Majestic (36, Avenue De Paris - Túnez), donde pagamos 50 € (gracias al 50% de descuento en la web de CamelCar). A pesar del portero, botones que te sube las maletas, cóctel de bienvenida y las grandes lámparas de araña, es un hotel viejo, aunque limpio, que impresiona más por internet. Amplia habitación doble con baño y agua caliente, TV, wifi que no funciona demasiado bien, muebles de madera y cama muy cómoda. Desayuno buffet libre incluido, muy bueno y abundante.
Decidimos ir directos hasta Tataouine, unos 500 km al sur de la ciudad de Tünez, y desde allí ir subiendo lentamente hasta Tünez durante el resto del viaje.
Cogemos la A1, una autopista de peaje (2,1 TND) de tres carriles con denso trafico. 10 km antes de llegar a Hammamet desaparece un carril, y 40 km antes de llegar a Kairouan nos quedamos con un solo carril, como en la mayoría de las carreteras tunecinas. Las carreteras no están en mal estado, aunque en las de un carril el arcén o es de tierra o simplemente no existe.
El paisaje también ha ido cambiando, al principio era sorprendentemente verde, desde Hamamamet se hace más agreste aunque aún no vemos arena, y empiezan a verse camiones de mandarinas y naranjas.
En Kairouan ya vemos algunos camellos, y los márgenes de la carretera están invadidos por millares de higos chumbos y ristras con centenares de guindillas secándose al sol.
Un incidente con el coche nos obliga a hacer noche en Gabès y esperar a que nos traigan uno nuevo.
Alojamiento en el Hotel Chems (88 TND). Habitación doble con vistas al mar, amplia, limpia y con un buen baño, calefacción y wifi 100% funcionando. Con piscina y acceso directo a la playa. Desayuno buffet libre incluido. Cena turística en el restaurante por 22 TND cada uno.
Gabès, ciudad que perteneció a la antigua Cartago, es famosa por sus playas, los paseos en calesa por su oasis con casi 1.500.000 de palmeras, la mitad de ellas datileras, o sus aguas termales conocidas desde los tiempos de los romanos.
Tras un corto paseo por la playa frente al hotel salimos dirección Tataouine. En Metameur, donde el bar del que habla Lonely Planet está cerrado, tal vez por ser temporada baja, y el hotel parece haber desaparecido, paramos a ver nuestro primer ksar. Los habitáculos de adobe que parecen apilados de forma caprichosa forman un conjunto precioso mucho más impresionante de lo que habíamos esperado.
En los márgenes de la carretera algunos restaurantes muestran barbacoas y cabras colgando, algunas de ellas despellejadas, como reclamo para los clientes que pasamos con el coche. Buscando algo más tranquilo paramos a comer en un restaurante de Medenine, fast food libanesa por 7 TND. Medenine fue una importante ciudad comercial con un ksar sede de diversas tribus bereberes de la región, y el escenario de la "operación Capri", ultima batalla importante de Rommel al mando del Afrika Corps.
Tras 70 km de carretera de escaso tránsito llegamos a Tataouine, otro pueblo anodino, alargado y estrecho, sin más vida que el mercado y sin más sexo que el masculino. Solo hay tiendas de productos básicos: panaderías, deliciosas pastelerías, barberías, hoteles, restaurantes, bancos y colmados. No hay dinero ni lujos, y es que el tunecino, y más aún fuera de la capital, vive con lo justo.
Tataouine fue fundada por los franceses para controlar la zona sur del país, entonces poblada de nómadas. Actualmente para el turista es un punto de entrada al vasto y desértico sur, y la ciudad ideal desde donde visitar los numerosos ksour de los alrededores.
Alojamiento en el Hotel La Gazelle (50 TND). Céntrico y cercano a la salida del pueblo. Austero, espacioso, calefacción, baño con agua caliente y toallas impolutas. Parking. Restaurante tranquilo y bastante bueno, 20 TND cena para dos. Desayuno buffet libre incluido.
En la Pastelería Sahara probamos una de las especialidades de la región, el cuerno de gazella, una deliciosa pasta de hojaldre y nueces bañada en miel, típica de la zona, 1/2 TND. Para los más golosos venden tupperwares para llevar, el más pequeño por 12 TND.
Los ksour, plural de ksar, son fortificaciones construidas entre los siglos XV y XVII utilizadas por los pueblos bereberes de la región para almacenar grandes cantidades de grano. Para mejorar sus opciones defensivas suelen estar situados sobre pequeñas colinas y rodeados de una alta pared.
Están formados por salas abovedadas donde se guarda el grano, llamadas ghorfas, que se apilan como estructuras de varios pisos.
Usadas alguna vez como vivienda, la mayoría de ellas están hoy en día abandonadas.
En los alrededores de Tataouine están algunos de los mejores ksour (ver cuadro adjunto) de Túnez, junto a pueblos bereberes centenarios que están encaramados en las montañas.
El transporte público no es útil para visitar la zona, ya que no se podrían visitar más de uno o dos ksour al día y es necesario disponer de vehículo propio o contratar un taxi.
El primer pueblo que encontramos saliendo hacia el este esconde el Ksar Jelide, un ksar bastante bien conservado para estar abandonado, sin turistas y de un tamaño considerable. Las ghorfas son de hasta tres plantas y hay numerosas escaleras.
Ksar Ezzahra resulta excepcional por encontrarse en el centro del pueblo. Construido alrededor de dos patios rodeados por ghorfas de hasta cinco plantas, múltiples escaleras y niveles superpuestos. El primer patio es el menos impresionante, pero es el más usado adquiriendo la calidad de "plaza del pueblo" donde se reúnen los ancianos a tomar el té o los niños a la salida de la escuela. El patio interior se parece más a los almacenes de grano típicos y parece ser que no ha sido usado nunca como vivienda.
Ksar Ouled Soltane. Está distribuido en dos patios, cada uno de los cuales tiene un perímetro formado por ghorfas de diferentes niveles. Como otros ksour construido por los bereberes, esta situado en lo alto de una colina para protegerlo de robos. Es un ksar restaurado que presenta una imagen espectacular, tal vez por ello sea el más visitado de la zona. Además aquí se rodaron algunas escenas de Star Wars Episode I: La amenaza fantasma. Durante este primer tramo apenas hemos encontrado tráfico ni turistas.
Hemos cubierto la primera parte del recorrido, la zona este, donde se encuentran los ksour, haciendo un bucle completo con inicio y fin en Tataouine. Desde aquí otro pequeño bucle en el lado oeste nos lleva a ver los pueblos bereberes de montaña.
A la entrada de Nouvelle Chenini, casi todos estos pueblos tienen una zona vieja abandonada y la nueva villa construida en los años 60, un chico nos para literalmente en medio de la carretera y se nos hace pasar por guía... No vemos trigo limpio, ni tenemos ganas de guía, así que nos deshacemos de él lo antes posible. Hay que seguir unos 2 km la carretera que viene desde Tataouine colina arriba y en cuanto nos encontremos el restaurante Mabrouk a mano derecha ya podemos aparcar.
El restaurante Mabrouk (40 TND) es la única opción decente para comer. Sopa, brick relleno de huevo, gargoulette (carne de cordero con estofado de patatas) y cuscús con carne, zanahoria y calabaza, para beber agua y té. Nos obsequian con dos cuernos de gacela.
Chenini fue un ksar fortificado construido entre las dos crestas de una colina, para protegerlo de posibles ataques. Las construcciones más antiguas datan del siglo XII y algunos de los edificios todavía se usan para almacenar grano por los aldeanos que viven en el valle. Las casas están excavadas en roca y dispuestas en terrazas que recorren unos 300 m. por la ladera. Suelen estar formadas por un patio y un par de habitaciones y algunas todavía conservan la puerta de madera de palmera.
Nos cruzamos un solo coche en los 20 km que hay de carretera hasta Douiret, hasta mediados del siglo XIX importante parada para las caravanas que circulaban entre Gabès al norte y la ciudad libia de Ghadamès al sur. Hoy día es un pueblo fantasma en ruinas tras el traslado de las pocas familias que quedaban al nuevo pueblo en la falda de la montaña. El pueblo beréber está coronado por el ksar que mira sobre las casas trogloditas excavadas en la montaña y alineadas de forma serpenteante a lo largo de la ladera.
A media colina, entre el pueblo nuevo y el viejo, junto a la mezquita y las casas trogloditas está el Hotel Le Gite de Douiret, una inmejorable opción si te gustan los amaneceres y los sitios tranquilos, no hay absolutamente nadie en 10 km a la redonda.
Nuestra última cena en Tataouine es en Madina (12 TND), un excelente local de comida rápida y platos tunecinos. No sirven alcohol, así que bebemos Boga, bebida de manufactura local con sabores equivalentes a Coca-Cola, Fanta Naranja y Sprite, no noto la diferencia. Pedimos ojja, plato típico tunecino a base de huevos con harissa y salchichas picantes. Buenísimo.
Para el postre probamos la Pastelería Zara (0,5 TND), una pasta en forma de cagarro descolorido y una especie de bizcocho, a cual mejor.
Hoy planeamos dormir en Matmata. En lugar de coger la carretera principal de nuevo a Medenine y desde allí coger la carretera a Matmata, probamos suerte por la carretera del interior, más directa, pero que en Lonely Planet dibujan como pista en algunos tramos. En el hotel nos confirman que no hay problema y nos arriesgamos. Por el camino hacemos algunas paradas.
Ksar Haddada. En julio de 1997 George Lucas lo convirtió en la ciudad de Mos Espa en el planeta Tatooine, para el rodaje del film Star Wars Episode I: La amenaza fantasma. Durante la grabación parte del ksar fue restaurado y convertido en hotel, actualmente cerrado. Es bastante grande, por primera vez vemos varias calles y patios dentro de un ksar, abundan las puertas de palmera y la mayoría de las ghorfas estan restauradas, algunas convertidas en habitaciones, restaurantes e incluso una discoteca, son visitables.
Los jueves hay mercado en Beni Keddache. Al intentar atravesar el pueblo topamos con calles cortadas, desvíos y atascos. Tardamos una hora en llegar a Ksar Hallouf. Desde aquí se domina un pequeño oasis que discurre junto a un wadi. En el ksar semirestaurado con ghorfas de dos plantas, hay una pequeña mezquita con inscripciones en paredes y techo, y un molino de aceite en bastante buen estado. Un señor que se presenta como el guarda nos da una vuelta por el recinto y nos cuenta cuatro anécdotas. Propina 10 TND.
Para seguir hasta Matmata hay que volver a la carretera por la que hemos venido, y pasado El Bahyra, el primer pueblo que nos cruzamos, coger el primer desvío a la izquierda. Otra vez nos equivocamos de carretera, en Túnez no abundan las señales de tráfico, y buscando Techine acabamos en Toujane, un bonito pueblo de casas de piedra esculpido en la ladera de una montaña y presidido por las ruinas de una antigua kasba. Paramos a tomar té, 2 TND. Hay algún caza turistas aunque sin demasiada convicción.
Seguimos carretera hasta Matmata, famosa por sus casas trogloditas. Son patios circulares excavados en el suelo de unos diez metros de diámetro desde los que se tiene acceso a entre cuatro y seis estancias donde vivían diversas familias.
Aunque hay varias de ellas en el pueblo, el Hotel Sidi Driss es la más famosa por haber servido de plató para varias entregas de La guerra de las galaxias. Tras él hay otra casa convertida en Museo Beréber, 3 TND, rústico y sin adornos, esta muy alejado de los estándares europeos.
El Hotel Marhala, donde nos hospedamos, es otra casa troglodita, más autentica y sin decorados kitsch como el hotel Sidi Driss. Cuesta 25 TND por persona, cena y desayuno incluido. Las estancias son cuevas donde estar fresco en verano y caliente en invierno, el suelo esta alfombrado y caben ampliamente dos camas de matrimonio, y un enchufe. Baño compartido con agua caliente.
Cena: harissa, sopa, brick, cuscus de pollo, dulces y, pagado a parte, dos cervezas 6 TND. Dispone de wifi en recepción. Un sitio agradable.
Despertamos a 4ºC de temperatura y con niebla. En el sur las primeras y últimas horas del día son frías aunque una vez sale el sol la temperatura sube hasta unos confortables 15º-18ºC. Ducha de agua caliente, desayuno generoso y listos para la marcha. Seguimos rumbo al oeste. A una hora y media, por una carretera que atraviesa el desierto con vistas de impresionantes cañones, está Douz.
La ciudad de Douz ha crecido alrededor de un oasis de palmeras de gran tamaño que se encuentra en la franja norte del Sahara. Rodeado por poco más que desierto y matorrales secos, históricamente era una parada importante en las rutas de las caravanas trans-saharianas. Hoy su economía se basa en los dátiles y el turismo, que lo usa como base para hacer excursiones en camello por el desierto, que van desde un corto paseo hasta expediciones de varias noches.
Douz es una ciudad más animada que las que hemos visto hasta ahora, con mucho trafico, motos, restaurantes, agencias de viajes, jeeps de turistas y viajes organizados, todo ello embutido entres calles de arena, peluquerías cutres y carnicerías jalal con cabezas de camello colgando en la puerta.
Tras varias ofertas en agencias turísticas que rondan los 350 TND por incursiones al desierto, encontramos Nefzaoua Voyages una agencia ubicada en el Hotel 20 Mars, que ofrece un autentico paquete mochilero por 35 TND. Dos horas a lomos de un camello hasta el campamento, que está 10 km en el interior del desierto, cena, desayuno, dos horas de vuelta a camello al día siguiente. Para quien prefiera un viaje más cómodo e ir en jeep cuesta 5 TND más. El camello sale a las 14:00, el 4x4 dos horas más tarde.
El zoco y la mayoría de tiendas se encuentran en torno a la Place de la Liberation: trajes típicos, productos bereber, cerámica, rosas del desierto y todo tipo de souvenirs. El centro esta ocupado por las terrazas de los cafés. Tomamos un par de zumos de naranja, 6 TND. Antes de partir comemos algo rápido y barato en Chez Magic, pollo al ast, cerveza y un par de tés, 17 TND.
La pequeña caravana la forman cuatro camellos atados entre si, reduciendo así el peligro de que se desboquen, y orientados por un guía que realiza todo el trayecto a pie. Bajo las mantas que cubren el lomo del camello hay un neumático que hace el viaje muy confortable.
Al paisaje de dunas bajas de arena blanca que nos acompaña la primera 1h 30min se van añadiendo unos pequeños matojos conforme nos adentramos en el desierto, a los que se lanzan a degüello los camellos hambrientos. Un cómodo paseo.
El campamento tiene las dimensiones de un campo de fútbol y en su interior hay dos jaimas con literas y colchones, además de sacos de dormir bien gordos y mantas; y una tercera jaima habilitada como cocina y comedor. El lavabo es una cabaña en las afueras del campamento, y la única agua disponible sale de un pozo cercano no canalizado. Por un día sin ducha no pasa nada.
Paseamos un rato, vemos la puesta de sol, charlamos junto a la hoguera, cenamos harira, chorba, cuscús con cordero (el mejor de todo el viaje), té y una naranja, más que de sobras... Un rato más de cháchara, música beréber e incluso un poco de baile...
A pesar de ser una corta incursión de tan solo una noche, dormir en el desierto tiene un encanto especial. Me gusta el balanceo sobre el camello, la serena soledad e inexplicable belleza de este mar de arena blanca, la rojiza puesta de sol sobre este páramo despoblado y solitario, casi abandonado sino fuera por la docena de personas y camellos que habitamos el campamento, la hoguera bajo un cielo inundado de miles de estrellas (en ningún sitio se ven tantas), incluso la falta de lujos de todo tipo. Queda una combinación de temor y sosiego, de despreocupación, de liberación, que merece la pena disfrutar de tanto en tanto.
Nos levantamos a las 07:00, demasiado tarde para ver amanecer, pero no para ver como hacen el famoso pan beréber Los nómadas lo preparan calentando primero la arena con unas brasas, colocan la masa redondeada y plana, y la tapan con arena. Se dora de un lado, luego del otro y cuando está cocinado se retira del fuego. Con ayuda de un trapo y un cuchillo se limpian los restos de ceniza y arena. El resultado es una masa en forma de fina pizza, sin azúcar ni levadura y con un adictivo sabor ligeramente agrio.
Chott El Djerid es la mayor superficie salina del Sahara. Un lago salado que solo tiene agua de forma permanente en la zona central, el resto se inunda cuando llueve pero se evapora rápidamente dejando a la vista tan solo la sal. El resultado es un suelo arcilloso sin vegetación con una fina capa de sal y arena mezcladas.
Desde Douz en dirección Tozeur, pasando por Kebili, existe una carretera elevada a dos metros de altura que lo cruza, rodeada de una extensísima superficie plana y desoladora que se extiende hasta donde alcanza la vista. En los márgenes se pueden encontrar pilas de sal, y algunas casetas de madera donde sirven café y venden algunos souvenirs. Cuando se llega a Degache el lago va dando paso a pequeños oasis con palmeras y finalmente desaparece.
Hacemos numerosas paradas y llegamos a Tozeur a las 14:30. Nos duchamos, salimos a comer y hacemos el vago el resto del día.
Tozeur es una ciudad de origen beréber, punto privilegiado en las rutas de caravanas que comerciaban con Cartago. Hoy es una ciudad moderna con abundancia de hoteles, restaurantes, tiendas de souvenirs, bancos, cajeros automáticos, y gasolinera, la base ideal para visitar los oasis de montaña próximos a la frontera argelina.
El turismo dentro de la ciudad se reduce a paseos por su casco antiguo del siglo XIV de viviendas de adobe decoradas con diseños geométricos, lleno de callejuelas y pequeñas plazas donde perderse; o a dar una vuelta en calesa por el segundo palmeral más grande del país y el mayor productor de los dátiles deglet nour, una variedad muy apreciada considerada la mejor del país, ya que no tiene humedad y tienen muy poco azúcar.
En el restaurante La Republique (32 TND), bajo unos soportales en un agradable patio interior junto a la mezquita el-Ferdous en Av. Habib Bourguiba. Cocina típica tunecina. Chakchouka tunisiene, doigts Fatima, escalope, brochette d'agneau y dos zumos de limón. Y frente a él está la Patisserie el Qods: sandwiches, zumos de naranja y una gran variedad de dulces, sobre todo árabes.
Los hoteles que hay en los alrededores de Av. Habib Bourguiba, la calle principal, parecen bastante básicos y además no es fácil aparcar el coche. En Av. Abukacem Chebbi entramos en el Hotel Residence Karim (35 TND). Tiene un frondoso patio de azulejos con una enorme enredadera que sube hasta las habitaciones. Incluye desayuno. Gama alta dentro de los precio bajo.
Finalmente nos decidimos por el Hotel El Arich (50 TND), desayuno incluido. A 15 minutos andando del centro, pero con una relación calidad precio casi insuperable. Nuevo, limpio, parking privado, TV, wifi en recepción y muy silencioso. Habitación doble con dos camas y lavabo, vistas a un patio lleno de palmeras.
Hoy visitaremos los oasis bereberes de montaña que hay cerca de Tozeur (a 60-70 km). Se trata de Chebikka, Tamerza y Midès.
La apariencia actual de estos antiguos pueblos bereberes, solo quedan las casas en ruinas, es el resultado de 22 días de lluvias torrenciales caídas en 1969 y que obligaron a sus habitantes a abandonarlos y construir nuevas residencias a toda prisa.
La primera parada es Chebikka. Hay que coger la carretera dirección Gfax y tomar el desvío tras Al Hamma, la carretera esta bien asfaltada pero los primeros 14 km están en obras. En la carretera hay señales de peligro camellos cruzando y realmente los hay. Vemos varios rebaños, uno de ellos de casi 200 ejemplares.
Chebikka es un pequeño pueblo de piedra y adobe en la ladera de una colina con vistas al lago salado de Chott el-Gharsa y el enorme palmeral que provee de agua al pueblo. Contratamos un guía por 5 TND. Nos muestra el antiguo modo de calculo para el reparto equitativo del agua, usando un reloj de arena y un par de tinajas colgadas de una cuerda.
Colina arriba atravesamos el pueblo, tras 43 años de abandono las casas de piedra y adobe están en bastante mal estado, pero aún puede verse alguna puerta de madera de palmera. Las vistas del pueblo con el palmeral al fondo son increíbles.
Al otro lado de la colina, tras un pequeño cañón, un manantial con un pequeño palmeral y una cascada alimenta una serie de pequeños arroyos subterráneos que abastece los pozos. Un sendero nos lleva de vuelta al aparcamiento, bar y tiendas de recuerdos. Dos orange juice 6 TND.
La carretera sigue durante 8 km hasta Tamerza, que pasamos de largo, y ocho más hasta Midès, al borde de un desfiladero a 400 metros de la frontera argelina. Se trata de una garganta de altas paredes formada por un río casi seco, en cuya parte alta se encuentra el pueblo rodeado de un frondoso palmeral.
Algunos senderos bajan al fondo del cañón, desde el que un paseo de 7 km nos llevaría hasta Tamerza. Esta impresionante garganta fue usada como estructura defensiva natural en el pasado, y se rodaron las escenas del accidente aéreo de la película El paciente inglés. Al otro lado del cañón, junto al pueblo beréber hay un café y puestos de recuerdos.
Tamerza es el mayor de los tres pueblos, pero aún así no hay gasolinera y tenemos que comprar un bidón de 5 litros por 7,5 TND. Entrando al pueblo está el hotel Tamerza Palace, desde el que se tienen espectaculares vistas de la sinuosa garganta, el pueblo antiguo y el extenso palmeral. Tras el pueblo, a 300 metros, hay un desvío que lleva a un manantial con unas pequeñas cascadas.
Para tomar un té y unas pastitas mientras estamos conectados a una wifi, a 150 mts del hotel está la Patisserie Salon de the El Bey, mitad deliciosa pastelería francesa mitad tunecina, es un moderno y agradable local de diseño frecuentado por mujeres, una excepción alejada de los anacrónicos y antediluvianos locales que abundan en Túnez.
Tozeurous (27 TND) es, sin duda, el mejor restaurante de Túnez hasta el momento. Todo esta delicioso, en su punto justo de sal, de picante y demás aderezos. Mantel y servilletas de tela, y música ambiental de Julio Iglesias, impresionante. Salade Mechwis, brick au formage, ojja nature, brochette de dromedaire au cumin, jus d'orange y jus de citron.
Iniciamos el largo camino al norte, de vuelta a la capital.
Hoy dormiremos en Kairouan haciendo una parada en Sbeitla para visitar sus magnificas ruinas romanas. En los primeros 93 km hasta Gafsa el único pueblo que atravesemos es Metaoui, bastante más grande que los vistos en el sur. Seguimos dirección Sidi Bouzid, localidad donde se inmoló a lo bonzo Mohamed Bouazizi, dando origen a las protestas que iniciaron la Primavera Árabe, hasta Bir el Hfey donde cogemos el desvío a Sbeitla. En los márgenes de la carretera se ven chumberas y miles de pimientos rojos picantes, usados para confeccionar harissa, colgando en ristas.
Tras 3 horas 30 minutos y 215 km de carretera de un solo carril llegamos a Sbeitla, todavía a 100 km de distancia de Kairouan.
La creación de la ciudad romana de Sufetula data de la segunda mitad del siglo I d. C., favorecida por la existencia de manantiales de agua, canteras y mesetas usadas para el cultivo del olivar. Sede obispal desde el siglo III, tras ser arrasada por los vándalos vive una nueva época de esplendor con los bizantinos, para ser finalmente abandonada por los musulmanes.
La entrada al recinto arqueológico de Sbeitla hay que comprarla al otro lado de la carretera, en el Museo Arqueológico, acceso 5 TND, permiso cámara 1 TND. La mayoría de la ruinas datan del siglo II, época en la que el Túnez romano vivía su máxima prosperidad. Entre sus restos destacan varias termas con un complejo sistema de calefacción todavía visible, el antiguo teatro, de las iglesias de San Servus y Bellator es fácil adivinar su tamaño por los restos de las columnas, las impresionantes pilas bautismales recubiertas de mosaicos de la basílica de San Vitale, fuentes publicas, fuertes bizantinos, incluso un imponente arco de triunfo, pero lo mejor viene cuando cruzando la Puerta Antonina se accede a un amplio foro adoquinado y flanqueado por columnas que conduce a los templos dedicados a las tres principales deidades romanas, Jupiter, Juno y Minerva.
Tras nuestra visita a Sbeitla ponemos la directa a Kairouan y al llegar a esta ciudad iniciamos la búsqueda de hospedaje.
Vemos el Hotel Sabra (30 TND), un poco cochambroso, habitaciones pequeñas y falto de higiene. También el Hotel Tunisia (40 TND), con habitaciones más grandes pero aún un poco justo.
Finalmente elegimos el Hotel Splendid (54 TND), habitación con recibidor, baño y ducha, cama doble, TV, calefactor, todo parece muy limpio a primera vista. Pero tras unos minutos en ella aparece una cucaracha y en la taza del lavabo descubrimos algunos "manolitos". No nos movemos por desidia, pero no es un chollo. Desayuno: rebanadas de pan, mantequilla, mermelada de higos y plumcake.
La dinastía de los aghlabides, fundada en el año 800 d.C., hizo de Kairouan (declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco) la capital de la extensa provincia de Ifriqiya (el África romana), y propició una época de prosperidad en la que edificaron la Gran Mezquita.
Posteriormente la ciudad fue devastada por los hilalianos, un pueblo de nómadas saqueadores, y entró en declive después del siglo XI.
La vida en Kairouan gira alrededor de la mezquita y la Ville Nouvelle que confluyen en la Place des Martyrs, delante de la puerta sur de la medina en Bab ech Chouhada, donde se inicia la avenida 7 Novembre que la cruza de norte a sur.
Una larga muralla de ladrillo claro, dentada y salpicada de torres, rodea el complejo tejido de callejuelas, pasadizos y bóvedas que forman la medina de Kairouan, cuyos bulliciosos zocos, prácticamente desiertos de turistas, están siempre animados.
Para cenar, el restaurante Karawan: brick de maison, kamounia de maison, tajine a la tunesine, 21 TND.
A pesar de estar aconsejado por hoteleros y por la guía Lonely Planet, yo lo encuadraría dentro de la gama media baja de restaurantes: el brick estaba bueno, pero la carne dura y la tajine tunecina sosa.
Y la Pasteleria Amoud, espléndida, fantástica, deliciosa, moderna, original, detallista, variada... Me faltan calificativos.
Visitamos la Gran Mezquita de Kairouan (la entrada combinada para seis monumentos de la ciudad cuesta 8 TND + 1 TND cámara).
Conocida como mezquita de Sidi Uqba en honor al fundador de la ciudad que decidió construir aquí la primera mezquita del Magreb, es uno de los edificios religiosos más antiguos y grandes del mundo islámico, y el cuarto destino de peregrinación después de La Meca, Medina y Jerusalén. Una galería de arcos y altas puertas de madera labrada que dan a la sala de oraciones rodea el patio por tres de sus lados. Casi todos los capiteles de las columnas proceden de otros edificios, tanto paganos como cristianos.
En el patio un reloj de sol marca las horas para la oración y la inclinación del suelo hacia el centro hace que el agua de lluvia se acumule en una cisterna subterránea.
Frente a la Place des Martyrs, en la puerta sur de la medina, además de hoteles baratos, restaurantes, pastelerías, tetarías, cajeros automáticos, y un centro de información a 30 metros del Hotel Sabra, se toma la carretera a El-Jem, nuestro próximo destino.
Después de visitar la Gran Mezquita de Kairouan tomamos una tranquila carretera de un solo carril hasta la ciudad de El-Jem.
Su atracción principal es el coliseo (declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), el testimonio más importante de la antigua ciudad púnica de Thysdrus, convertida en colonia romana a mediados del siglo III. Construido entre 230 y 238 es el tercero más grande del mundo y la reliquia romana mejor conservada de África.
Tiene unas dimensiones de 138 por 114 metros y una capacidad de más de 30.000 espectadores. Los corredores conducen a todos los niveles del auditorio, y dos largos pasillos subterráneos permiten acceder a la zona donde aguardaban fieras, gladiadores y demás victimas de la barbarie antes de salir a la arena. La vista desde las gradas superiores es impresionante.
El Museo Arqueológico de El-Jem, que ocupa una antigua villa romana a apenas 800 metros del coliseo, acoge la colección más importante de mosaicos de Túnez. La entrada combinada para ambas atracciones tiene un coste de 8 TND + 1 TND la cámara de fotos.
A menos de una hora de El-Jem se encuentra Mahdia, que debe su nombre a su fundador Obeid Allah, primer califa fatimí, conocido como El Mahdi (Salvador del Mundo).
La medina está ubicada sobre una estrecha y escarpada península a la que se accede cruzando la enorme puerta de Skifa el Kahla, único resto original fatimí de la ciudad.
Las playas llenas de apartamentos y resorts para turistas se encuentran alejadas del tranquilo centro histórico.
La relajada medina, con más residencias que tiendas, tiene su centro en la Place du Caire, un plaza con vistas a la mezquita de Mustafá Hamza (1772) llena de mesas de los cafés cercanos bajo las sombras de las parras que la cubren casi al completo.
El Hotel El Medina (30 TND), en el interior de la medina, cerca de Skifa el Kahla, ocupa una casa de dos plantas cuyas habitaciones están organizadas alrededor de un bonito patio interior donde se sirve el desayuno, incluido en el precio: rebanadas, mantequilla, mermelada, galletas, y té o café. Las habitaciones son austeras y sin calefacción, baño y ducha con agua caliente compartidos.
El Restaurant Neptune (63 TND): brick avec thon, birck avec fruit de mare, civet (un pescado) grille, dos cervezas Celtia. Ideal para comer a mediodía, ya que por la noche no se puede disfrutar de sus privilegiadas vistas frente a la playa. Los precios del pescado fresco, que se cobra a peso, son desproporcionados, 49 TND por lo que parecía una merluza de algo más de medio kilo.
Dando un paseo por Mahdia llegamos hasta el Cap d'Afrique, donde quedan fragmentos del puerto y las murallas fatimies originales y unas bonitas vistas del mar Mediterráneo. Tras nosotros queda el ribat de Borj el Kebir, un fuerte turco del siglo XVI que se alza sobre la medina, y el cementerio musulmán que ocupa casi todo este tramo de costa.
Unos kilómetros al norte se encuentra la zona de playas, aquí tan solo hay apartamentos y complejos hoteleros cerrados por estar fuera de temporada, incluso tomar un té se convierte en misión imposible. Damos un paseo sobre la fina arena blanca, el agua es clara y cristalina, de un sorprendente verde turquesa, apenas hay oleaje, y el mar parece una balsa de aceite.
Después de pasear un rato por Mahdia seguimos hasta Monastir. Esto empieza a oler a Costa Brava: complejos hoteleros, puerto deportivo, paseos adoquinados con palmeras perfectamente recortadas y alineadas, tiendas de souvenirs por doquier, restaurantes caros con platos occidentales y cafeterías donde sirven expressos a dos dinares.
Además de sus playas anchas y bien cuidadas, sus principales puntos de interés son el ribat Sidi Dhouib, un monasterio islámico fortificado de 796 donde se rodaron escenas de La vida de Brian, la Mezquita Bourguiba, la Gran Mezquita (siglo XI) y el Mausoleo de Habib Bourguiba, primer presidente del Túnez independiente.
La medina de Monastir, muy orientada al turismo, esta en su mayor parte amurallada y conserva algunas puertas antiguas.
El Restaurante Alhambra (18 TND), en un local con agradable patio y terraza al solecito, orientado a occidentales. Carta con sencillos platos occidentales y tunecinos. Comida excelente, la cerveza horrible. La Pastelería El Eibat: espectacular, tradición y diseño. Y para saborear las pastas junto a un té el Café La Medina, en Place du 3 Septembre 1934, agradable terraza frecuentada por locales.
Túnez dispone de 1.200 km de playa que atraen a miles de turistas cada año. Sus playas de fina arena blanca, limpias y bien cuidadas, y su agua cristalina y cálida son realmente envidiables.
En la costa decenas de alojamientos de todas las categorías y precios, modernos centros comerciales y de ocio, y la proliferación de deportes como windsurf, vela, pesca o submarinismo en algunas zonas ponen la guinda.
Algunas poblaciones, como Mahdia, han sabido conservar su encanto autóctono tradicional, pero la mayoría de localidades costeras que visitamos habían sucumbido al turismo fácil del souvenir, resort y autocares guiados.
La mayoría del turismo que va a Sousse se instala en la playa de Boujaffar y su animado paseo marítimo, y apenas tiene tiempo de acercarse a la ciudad vieja. Supongo que, entre otras cosas, porque era invierno nuestro caso fue el contrario.
Todos los puntos de interés de Sousse se encuentran en la medina (declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), que ubicada sobre una pequeña colina es un caprichoso laberinto de callejuelas lleno de mezquitas, cafés, anticuarios y zocos, encerrados en sus casi 2,5 km de muralla.
Un corto paseo por la medina da una idea de todo ello, pero cuidado, no es especialmente grande, pero si lo suficiente como para perderse. Bajo la puerta de Bab el-Jedid hay un mercado de abastos, y un rastro que se instala durante las horas de luz, y que satura la Rue de France hasta la Place des Martyrs. Aquí están la Gran Mezquita aghlabid de 850 (5 TND), el Ribat del siglo VIII, el Museo Arqueológico (4 TND) y la puerta principal de la medina.
El Hotel Emira (30 TND, con desayuno) está ubicado en el interior de la medina, a 30 metros de Bab el-Jedid. Habitación doble embaldosada con azulejos azul brillante, baño con agua caliente, armario, calefactor y terraza sin vistas.
Nos aconsejan aparcar el coche sobre la acera frente al hotel por la noche, para vigilarlo. Se puede accederen coche a la medina cuando desmontan el mercado, pero hay que sacarlo antes de las 8:00 de la mañana o no podremos hacerlo cuando el mercado vuelva a estar en marcha.
El Restaurante Ennassim (10 TND) es un pequeño fast food en el entramado de callejuelas que hay entre la Place de la Republique y Place Farhat Hached. Terraza a rebosar de clientela local. Sirven shawarmas, sándwiches, deliciosos zumos de naranja y habilidades locales, como los "bocadillos de patatas fritas".
Desde Sousse tenemos como primera intención ir a Hammamet, pero 100 metros antes del desvío cambiamos de opinión y seguimos hasta Sidi Bou Said, un bonito pueblo de calles adoquinadas repletas de flores y estrechos callejones encalados con casas de puertas y ventanas azules, donde acudían los residentes acomodados de la capital en el siglo XIX huyendo del sofocante calor estival, y que hoy esta invadido por autocares de turistas.
Desde el aparcamiento (2 TND), la empinada calle principal, llena de galerías de artistas locales y tiendas de souvenirs, lleva a una pequeña plaza rodeada de restaurantes, cafés y pastelerías.
Tras ella, la calle principal se convierte en un paseo con espléndidas vistas de la bahía y el puerto. Además del faro y algún palacio o mansión abiertos al público, merece la pena pasarse por Café des Nattes, local tradicional frecuentado por artistas vanguardistas en la década de 1920.
Dos locales céntricos para comer y tomar un café. El Restaurante Chargui (28 TND), con buena comida local, sencilla y barata. Terraza al aire libre de tonos azules y blancos con vistas al pueblo, y al mar por encima de los tejados.
El Café des Nattes (4 TND), al que se llega subiendo unas escaleras en la plaza principal, es quizás el local más popular del pueblo. Pedir el típico té verde con piñones.
A 10 minutos en coche de Sidi Bou Said se encuentra Cartago (declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), la más importante potencia marítima del Mediterráneo hasta que chocó con Roma, allá por siglo II aC.
Una entrada combinada de 9 TND da acceso a la decena de puntos en que se encuentran diseminadas sus ruinas, la mayoría de ellas romanas. Esta dispersión obliga a tener vehículo propio y a disponer de al menos un día para su visita.
No disponiendo de tanto tiempo nos limitamos a ver las Termas de Antonino Pio desde la valla. Si que subimos a la colina de Byrsa a visitar la Catedral de San Luis, construida en 1810 en honor de Luis IX, muerto en un brote de peste en el año 1270, durante el asedio a la ciudad en la séptima cruzada. Junto a ella se encuentra el Museo Nacional de Cartago, dedicado a restos arqueológicos púnicos y romanos.
Túnez, la capital del país, tiene un centro compacto y agradable que se recorre fácilmente a pie. Es una ciudad ideal para pasear que auna un aire magrebí con una distribución urbana muy occidental. Las avenidas y bulevares salpicados de palmeras están llenos de pastelerías, y terrazas de cafés y restaurantes.
En el Museo de El Bardo se exhibe una magnifica colección de mosaicos romanos; y su animada medina (declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco) llena de tiendas, talleres de artesanos y zocos diversos. Alberga también la Biblioteca Nacional, un par de museos, y un sin fin de edificios históricos y religiosos.
A pesar de todo ello, nosotros sólo usamos la capital para entrar y salir del país.
En las calles que rodean la medina de Túnez existe el oficio de buscador de sitio para aparcar: las plazas son reservadas con un bidón, unos ladrillos, unos tablones de madera, o incluso el mismo buscavidas de pie en él, esperando a alguien que necesite dejar el coche unas horas.
La verdad es que, incluso siendo de pago la mayoría de las plazas, no vimos otra forma de dejarlo en la calle y ponernos a buscar un hotel.
Una vez aparcado el coche recorremos varios hoteles antes de decidirnos por uno. El Hotel Grand de France (32 TND), hace buena pinta y es barato, pero está lleno. El Hotel Transatlantique (60 TND) tiene una pinta horrible, con cortinas caídas, pelos en el baño y personal con aires de Hotel Ritz.
Finalmente nos decidimos por el Hotel Salammbo (35 TND + 5 TND wifi), habitación en la última planta con baño y ducha, decente, sin florituras, más bien tirando a cutre. Desayuno incluido. Sin baño y ducha 10 TND menos.
Dejamos el coche en un parking (1 TND la hora) de la calle Grece, la misma que el hotel, ya que la mayoría de plazas que hay en la calle son de pago, no entendemos como va, y además dos hoteles nos han recomendado que mejor no duerma al raso.
Vamos cenar a uno de los muchos restaurantes especializados en comida sfaxiana de la calle Cairo. La verdad es que no vemos la diferencia con el resto de cocina del país: 14 TND por cuscús de pollo, harissa, estofado de cordero y dos Fantas.
Postre en la Pâtisserie Gourmandise, donde compramos pastelitos para regalar. Todo lo expuesto tiene una pinta estupenda, con especialidades tunecinas y creaciones innovadoras (32 TND una bandeja con unas 36 piezas de pastas locales). Tomamos un té en el Hotel El Hana International, tienen wifi en el vestíbulo y es un espacio cómodo y agradable en el centro de la ciudad.
Último día de este viaje. Paseamos por la medina y nos sentamos en la terraza de Le Grand Café du Théâtre (Av. Habib Bourguiba) antes de salir hacia el aeropuerto de Tunis Carthage y tomar el vuelo de regreso a Barcelona.