En este viaje semi-independiente de 12 días efectivos en territorio de Libia recorrimos unos 3.250 km con un vehículo 4x4, con inicio en el lugar fronterizo libio-tunecino de Ras Jdir y final en Trípoli, la capital, visitando Gadamés, la meseta Hamada al-Hamra, Ghat, las montañas Tadrart Acacus, los lagos Ubari y los extraordinarios lugares arqueológicos de Leptis Magna y de Sabratha, entre otros muchos lugares.
Libia está situada en el norte de África, con Egipto al este y Argelia y Túnez al oeste, y con el mar Mediterráneo por el norte. El país se divide a su vez en tres regiones históricas: Tripolitania cubre el noroeste del país; Fezán el sudoeste; y Cirenaica la mitad oriental del país. En este viaje recorrimos las dos primeras.
Con una superficie de casi cuatro veces la de España es uno de los países más extensos de África, pero su densidad de población es de las más bajas del mundo, con menos de 3 habitantes por km².
Para el viajero inquieto Libia tiene muchos e importantes atractivos: la belleza y espectacularidad de los paisajes del desierto del Sáhara, el más grande del mundo; dos de las mejores ciudades romanas que todavía se pueden ver en el mundo, además de restos griegos y bizantinos; preciosas medinas antiguas; o el hecho de ser un país muy virgen desde el punto de vista turístico.
Este viaje a Libia lo llevamos a cabo a finales del año 2007 y principios de 2008, cuando el país estaba todavía gobernado por el régimen del coronel Muamar el Gadafi. Con posterioridad a estas fechas, Libia ha vanido sufriendo una serie de graves acontecimientos políticos y militares que han dejado el país, al menos de momento, fuera del alcance de los viajeros.
En febrero de 2011, las revueltas de la llamada Primavera Árabe que habían derribado los gobernantes de los estados vecinos de Túnez y Egipto se extendieron a Libia y desembocaron en la llamada Primera Guerra Civil Libia que finalizó ocho meses después, con la derrota del régimen de Gadafi y su muerte, a pesar de que ello no significó el fin de la violencia en el país.
Las disputas entre las diferentes milicias que venían operando en el país desde 2011 desembocaron en la Segunda Guerra Civil Libia que duró desde 2014 hasta el año 2020, cuando se acordó un alto el fuego permanente entre los dos grandes contendientes que quedaron después de la guerra.
Desde entonces en Libia hay dos gobiernos de facto que compiten por el control del país. Uno de ellos tiene sede en Trípoli, en el oeste del país, y es el que, en principio, tiene reconocimiento internacional. El otro gobierno paralelo tiene sede en la ciudad de Sirte, a medio camino entre Trípoli y Bengasi.
Libia es, a fecha de hoy, un estado fallado a la espera de unas elecciones a las que se comprometieron los dos gobiernos, pero que de momento han sido pospuestas en varias ocasiones por el enfrentamiento entre ellos. Y milicias armadas sin control y con apoyo de diferentes países van ganando control político y militar en el país.
Por lo tanto, no parece que la situación política y de seguridad en Libia esté en vías de mejorar y todo apunta a que la cosa va para largo. El vacío de poder que hay en territorio libio es el caldo de cultivo idóneo para la proliferación de grupos armados, bandidos, grupos criminales, etc. que empeoran día a día el clima de seguridad en el país.
En las fechas que escribimos esta actualización viajar a Libia es muy difícil y, si no sois grandes amantes de la aventura y del riesgo, también es desaconsejable. El gobierno basado en Trípoli expide un visado de negocios (no de turismo) para entrar en el país, pero este visado no es reconocido por el gobierno oriental y por tanto solo permite el acceso a la parte occidental del país. Para la obtención de este visado es imprescindible disponer de una invitación a favor del interesado emitida por una empresa o institución reconocida por el gobierno libio y la solicitud del visado se debe hacer a través de la embajada de Libia.
Parece que algunos viajeros muy aventureros están aprovechando este tipo de visado para visitar Libia, pero en cualquier caso lo tienen que hacer acompañados por un guía y un oficial de seguridad por un recorrido previamente fijado y aprobado y que no se puede cambiar. Incluso en la parte occidental del país, la única accesible, no todo el territorio es visitable ni la seguridad parece garantizada.
Del 22 de diciembre de 2007 al 5 de enero de 2008.
Día 1: Barcelona → → Túnez - isla de Djerba
Día 2: isla de Djerba - Ras Jdir - isla de Djerba → → Túnez
Día 3: Túnez → → isla de Djerba - Ras Jdir - Gadamés
Día 4: Gadamés - Uadi Lewanad (Hamada al-Hamra)
Día 5: Uadi Lewanad - Idehan Ubari
Día 6: Idehan Ubari - Birg Takioumet
Día 7: Birg Takioumet - Ghat
Día 8: Ghat - Al-Awainah - Uadi Erazar Melen (Tadrart Acacus)
Día 9: Uadi Erazar Melen - Uadi Tinezzrin
Día 10: Uadi Tinezzrin - Ramla Wan Caza
Día 11: Ramla Wan Caza - Germa - Gebraoun (lagos Ubari)
Día 12: Gebraoun - Trípoli
Día 13: Trípoli - Leptis Magna - Trípoli
Día 14: Trípoli - Sabratha - Trípoli → → Túnez
Día 15: Túnez - Cartago - Sidi Bou Said - Túnez → → Barcelona
Nuestra decisión de entrar en Libia a través de Túnez en vez de hacerlo directamente por Trípoli, la capital libia, fue debida a la diferencia de precio entre los vuelos a un lugar y al otro (190 € el billete de ida y vuelta Barcelona-Túnez contra 700 € la opción más barata Barcelona-Trípoli entonces).
A la ida volamos desde Barcelona a Túnez, la capìtal tunecina, donde conectamos con un vuelo interior a la isla de Djerba y entramos en Libia a través de la frontera terrestre de Ras Jdir.
Y a la vuelta cogimos un vuelo desde Trípoli a Túnez, donde habíamos reservado un día entero para visitar la ciudad de Túnez y alrededores antes del regreso a Barcelona.
El segundo día de viaje era el previsto para entrar en territorio de Libia a través de la frontera libia-tunecina de Ras Jdir, pero un inoportuno problema con el visado nos hizo volver aquel mismo día hacia la capital tunecina para solucionar el contratiempo a través de la Embajada española ubicada en Túnez.
Finalmente, al día siguiente pudimos entrar en territorio libio, con un día de retraso sobre el plan previsto, lo cual nos obligó a replantear la ruta inicial para adecuarla a las nuevas circunstancias.
NOTA: La información y datos que proporcionamos en los siguientes apartados corresponden a este viaje a Libia que hicimos a finales de 2007 y principios de 2008.
Tal como hemos explicado anteriormente en el apartado Actualización sobre la situación de seguridad en Libia (Junio 2023), la situación en el país ha cambiado radicalmente desde entonces y, por lo tanto, la información sobre visados, dinero, agencias de viaje locales, transporte o seguridad ha quedado obsoleta.
Para entrar en Libia era necesario presentar un pasaporte, con una validez mínima de 6 meses y un mínimo de 2-3 páginas libres, y un visado otorgado por las autoridades libias.
El visado se debía tramitar a través de la embajada libia más próxima, que en nuestro caso era la Embajada de Libia en Madrid. La solicitud se debía presentar con un mínimo de 20 días de antelación al viaje, teniendo en cuenta que los visados para turismo eran generalmente denegados para viajes que no hubieran sido contratados a través de una agencia turística libia (o a través de una agencia española con algún contacto allá).
Además, unas semanas antes de nuestro viaje, el 11 de noviembre de 2007, el gobierno libio empezó a aplicar de forma rigurosa, y sin previo aviso, la exigencia de tener la página de identificación del pasaporte traducida al árabe, independientemente de si se disponía de visado o no. Esta exigencia ya era antigua y conocida, pero en los últimos años esta norma se había relajado y no solía aplicarse.
Esta traducción al árabe, que debía ir pegada a una hoja del mismo pasaporte (no se aceptaba presentarla en una hoja aparte), debía ser hecha por un traductor jurado y su firma legalizada posteriormente. Esta gestión no se podía hacer a través de la embajada libia.
En total pagamos 65 € por la obtención del visado y por la traducción jurada de la página de identificación del pasaporte.
Desde el mes de marzo del año 2005 también se podía obtener el visado en un lugar fronterizo oficial libio (aéreo, terrestre o marítimo), pero era necesario disponer, además de todo aquello especificado anteriormente, de una carta de invitación remitida por la agencia libia con la cual hubiéramos concertado el viaje, directa o indirectamente. Y parecía ser obligatorio que algún representante de la agencia estuviera presente en el momento de nuestro paso por la frontera para responder por nosotros.
Con todo esto debía ser suficiente para garantizan la entrada al país, pero por propia experiencia os podemos asegurar que, aun así, era posible que el funcionario fronterizo de turno pudiera denegar la validez del visado argumentando cualquier nueva reglamentación que se hubiera sacado de la manga el gobierno libio sin previo aviso.
Así de caprichoso se mostraba el régimen libio en cuanto a los requisitos de entrada al país, aunque quizás se entiende mejor si pensamos que la paranoia del gobierno de Gadafi le llevaba a sospechar que cualquier extranjero que visitara el país era un potencial espía o desestabilizador. También podía tratarse de una revancha por el embargo económico al que lo había sometido la comunidad internacional durante los años previos.
Tal como hemos comentado antes, una condición necesaria para la obtención de un visado turístico en Libia era la exigencia de contratar una agencia de viajes local libia que avalara y acompañara al viajero puesto que, al menos sobre el papel, era del todo imposible moverse por libre en territorio libio, tanto en el desierto (lo cual parece lógica) como en el resto del país a causa de las restricciones impuestas por el gobierno libio.
De hecho, lo más parecido a viajar por libre que se podía hacer entonces en Libia era obtener un visado de tránsito que daba derecho a cruzar el país por el norte entre las fronteras de Egipto y Túnez (o viceversa). Con este visado de tránsito no era obligatorio contratar una agencia, pero solo servía para ese supuesto y era concedido para un máximo de 10 días.
Nosotros iniciamos el proceso de preparación del viaje a Libia diseñando una ruta adaptada a nuestros gustos personales y teniendo en cuenta los días disponibles de viaje, en base a que éramos un grupo de cuatro viajeros/eras. Por este motivo descartamos desde el principio apuntarnos a un viaje organizado.
Con la ruta ya diseñada recopilamos información en foros y portales de Internet sobre agencias de turismo libias que pudieran hacernos un viaje a medida, y enviamos correos electrónicos con nuestra propuesta a varias de ellas, a pesar de que finalmente solo cuatro de ellas contestaron.
Tras intercambiar varios correos con esas cuatro agencias libias que nos habían contestado conseguimos que tres de ellas nos dieran algo parecido a un presupuesto para nuestra ruta hecha a medida. Ciertamente parecía difícil conseguir que concretaran detalles de su oferta.
En paralelo también contactamos con dos agencias de viajes de Barcelona especializadas en este tipo de viajes y con experiencia en viajes a Libia para que, a su vez, nos hicieran un presupuesto sobre la misma ruta personalizada. Ambas agencias vendían rutas propias, pero nosotros pedimos trabajar con nuestra propuesta de ruta para que se adecuara totalmente a nuestras fechas de viaje y gustos.
Después de analizar detenidamente todas las ofertas recibidas finalmente nos decidimos por una de las agencias de Barcelona, ya que su precio era muy parecido al de las agencias locales libias, pero la proximidad, fácil comunicación y seriedad de esta fue determinante para elegirla. Esta agencia era Viajes Tuareg, la cual ya trabajaba con una agencia local libia que se encargaba de la carta de invitación y de toda la logística una vez en el país.
Una cosa a tener en cuenta a la hora de contratar una agencia para ir al desierto del Sáhara, y no es una cuestión menor, es que los conductores y guías contratados para la parte de desierto sean tuaregs y no árabes, ya que, en general, los primeros conocen mucho mejor el terreno (es su propia tierra) y os pueden llevar a lugares que no sean los más conocidos y típicos.
En nuestro caso el conductor y el guía eran tuaregs y nos sorprendió ver que, no pocas veces, conductores árabes de vehículos de otros grupos preguntaban a nuestro conductor porque estaban perdidos o no sabían qué ruta coger. Además, esto os permitirá conocer de primera mano una cultura tan interesante como la tuareg.
Finalmente, comentar en este apartado que el gobierno libio obligaba entonces a la agencia que nos acompañara por territorio libio a estar presente en el momento de nuestra entrada en el país para librar la carta de invitación y a partir de este momento era técnicamente responsable de nosotros durante toda nuestra estancia en el país. Por este motivo el guía tenía poca inclinación a dejarnos ir por libre, aunque fuera por la ciudad. Aun así, pudimos convencer a nuestro «ángel de la guarda» de que nos permitiera ir a nuestro aire cuando estábamos en pueblos y/o ciudades.
La moneda oficial de Libia es el dinar libia (abreviado como LD o LYD). Las tarjetas de crédito, entonces, no eran demasiado útiles.
El cambio medio que obtuvimos en esta viaje fue: 1 LD = 0,554 € / 1 € = 1,805 LD. Ver cambio actualizado en Eur → LD
+ 186 € (vuelo internacional Barcelona - Túnez - Barcelona)
+ 65 € (visado libio + traducción pasaporte)
+ 1.140 € (viaje contratado: transporte, alojamiento, comida, entradas, vuelos Túnez-Djerba y Trípoli-Túnez, etc)
+ 109 € (otros)
= 1.500 € (total por persona)
Nivel de vida: Viajar a Libia no resultaba especialmente barato, sobre todo si tenemos en cuenta que era obligatorio contratar una agencia de viajes para recorrer el país, con todo lo que ello supone en coste. Pero la ventaja es que, aparte del importe pagado a la agencia, poco más gastamos en el país, sobre todo en los días de ruta por el desierto.
De todos modos, el nivel de vida que había entonces en Libia era relativamente alto y los precios no eran, en general, baratos para el viajero. Hay que tener en cuenta que Libia había llegado a ser, gracias al petróleo, uno de los países más ricos y con más desarrollo humano de todo África y más allá.
Avión. Los vuelos domésticos en Libia eran operados por dos compañías. La primera de ellas, Libyan Arab Airlines, tenía mala fama por sus retrasos y cancelaciones, mientras que la segunda, Al-Buraq Air, solo cubría la ruta entre Trípoli y Bengasi.
En las ciudades de Gadamés y Ghat había aeropuerto, pero no había vuelos regulares, por lo que la única posibilidad práctica que quedaba era el trayecto entre Trípoli y Sebha, la mayor ciudad libia en el sur.
Otros. A causa de la naturaleza de este viaje por Libia, llevado a cabo, sobre todo, con transporte privado, no podemos dar información de primera mano sobre otros tipos de transporte público. Sí podemos decir que, entonces, las carreteras en Libia, cuando las había, eran bastante buenas y los vehículos solían circular a mucha velocidad.
No había ninguna vacuna obligatoria para viajar a Libia, a pesar de que podía ser recomendable la vacuna contra el tétanos.
Una vez en el desierto podíamos estar bastantes días sin pisar un pueblo donde pudiera haber una farmacia y por este motivo era muy conveniente llevarse de casa todos los medicamentos que pudiéramos necesitar una vez allá, así como un pequeño botiquín de primeros auxilios.
Y, como siempre, es altamente recomendable viajar con un seguro médico internacional de amplia cobertura y que incluya también la repatriación en caso de necesidad.
A pesar de que lógicamente la seguridad total no existe en ningún país del mundo, Libia era entonces uno de los países más seguros que había, puesto que el régimen libio era omnipresente y parecía ejercer un control férreo sobre todos los aspectos de la vida en el país y a lo largo de todo el territorio libio.
Para el viajero este control se hacía evidente en los numerosos controles policiales que había en las carreteras del país. Además, aunque la población libia es muy conservadora no parecía ser, en su mayoría, nada fundamentalista.
En el caso de grupos de cinco o más viajeros parecía ser obligatorio que un policía acompañara al grupo en cualquier desplazamiento por el país, en teoría para garantizar la propia seguridad del grupo, pero la verdadera razón podría ser el deseo del gobierno libio de controlar a los viajeros. Afortunadamente no fue nuestro caso y no tuvimos «escolta policial».
Esto, junto con las fuertes restricciones al viaje independiente en territorio libio, podría tener su origen en un incidente acontecido a finales del año 2000, cuando un grupo de viajeros europeos que visitaban por libre la región de las montañas Acacus, en el sur de Libia, decidieron llevarse como «recuerdo» algunas pinturas rupestres.
Fue entonces, según nos dijeron, cuando el gobierno libio decidió acabar con estos actos vandálicos y de expolio de su patrimonio imponiendo fuertes restricciones al viaje independiente por el país puesto que, además, no era la primera vez que pasaba algo así. La lástima es que por culpa de unos pocos energúmenos (por decirlo suavemente) todos los viajeros que hemos ido a Libia con posterioridad paguemos las consecuencias.
El desierto en el centro y sur del país y el mar Mediterráneo en el norte marcan claramente el clima libio.
La humedad presente en la atmósfera de la costa suaviza las temperaturas, tanto en verano como en invierno. En el desierto, en cambio, los registros pueden llegar a ser extremos entre abril y septiembre, con una media de 38 °C.
Además hay que tener en cuenta el viento ghibli, caliente y seco, que durante la primavera suele soplar con fuerza y puede afectar seriamente los planes de viaje por el país.
En las fechas de este viaje, diciembre y enero, la temperatura durante el día era agradable o fresca dependiendo de si hacía sol o no, tanto en la costa como en el desierto, pero la noche en el desierto podía llegar a ser muy fría, sobre todo de madrugada.
Por este motivo, si viajáis en invierno es imprescindible llevar ropa de mucho abrigo: anorak, guantes, gorro, cuello, polar, jerseys, calcetines, etc. Y claro, también un saco de dormir preparado para soportar temperaturas muy bajas (de 0 a 5 °C). También puede ser muy útil una manta térmica para retener el calor dentro del saco.
Para realizar un tour de varios días por el desierto, y para un máximo de cuatro viajeros, la infraestructura mínima que debería proveer la agencia contratada consta de dos vehículos todo-terreno, uno para el grupo y el otro para la cocina (comida, agua, enseres, fogones, leña, etc), con sus correspondientes conductores, guía y cocinero, a pesar de que algunos pueden doblar en funciones.
En nuestro caso llevábamos tres personas, todas ellas tuaregs.
Ellos se encargaban de todas las comidas del día y llevaban un hule y pequeños colchones o equivalente para poder comer en el suelo (o mesas y sillas si van mejor preparados).
También llevaban las tiendas de campaña y unos colchones para colocar bajo el saco de dormir y aislar del suelo.
Por nuestra parte es indispensable llevarse, sobre todo si el viaje es en invierno, y tal como ya hemos comentado antes, un buen saco de dormir y ropa de mucho abrigo.
También es muy útil llevar una linterna de las que se fijan en la cabeza. Hay que tener en cuenta que cuando se hace oscuro ya no había más luz que la que proporcionaba el fuego de la hoguera o bien alguna bombilla alimentada por la batería del vehículo, por lo que necesitábamos disponer de una fuente de luz propia para escribir o para cuando estábamos en el interior de la tienda de campaña.
Y dado que los menús que preparaba el cocinero podían llegar a ser bastante repetitivos a lo largo de los días, fue una buena idea llevarse productos envasados desde casa, según los gustos de cada uno, para variar un poco el menú.
Para la higiene diaria, sin agua corriente, se agradece llevar toallitas mojadas en colonia. Lógicamente también hay que llevar papel higiénico (y no estaría de más llevar encima un mechero para quemar los restos antes de enterrarlos en la arena).
Finalmente, un buen libro o un juego de cartas pueden ayudar a pasar las horas muertas. Y para la cámara fotográfica llevar suficientes baterías y memoria para todos los días de viaje en el desierto: es muy difícil resistirse a hacer centenares (o miles) de fotos en un lugar tan hermoso y fotogénico.
En Libia hay una diferencia de +1 hora con el horario de invierno en la España peninsular. En las fechas de nuestra visita a Libia, a finales de diciembre y principios de enero, se hacía claro sobre las 7:45 y oscurecía a las 19:10 horas.
El tamashek es la lengua del pueblo tuareg, los cuales se autodenominan Kel Tamasheq o «hablantes del Tamashek».
Es una lengua afro-asiática del grupo de lenguas amaziges que se habla en el norte de África. A su vez es hablada bajo la forma de varios dialectos a causa de la dispersión geográfica de sus hablantes. El alfabeto utilizado para su forma escrita recibe el nombre de tifinag.
A continuación, algunas palabras útiles con la pronunciación fonética aproximada: Hola (Labús), Adiós (Artúfat estúfat), Por favor (Alák), Gracias (Tananmér), Duna (Ramla)
Libya, de Lonely Planet (2ª edición, julio 2007, en inglés). A pesar de que era muy reciente en las fechas de este viaje, la guía ya estaba desactualizada en algunas cosas, como horarios de visita, por ejemplo, pero, claro, Libia era un país un poco impredecible en este aspecto. Por otro lado la guía estaba bastante bien.
Libia (Guía Total), de Anaya Touring Club (marzo 2006, en español). Complementaba perfectamente la anterior.
Empezamos este viaje en Libia con un vuelo de la compañía TunisAir desde el aeropuerto de Barcelona / El Prat al aeropuerto internacional Túnez Carthage de la capital tunecina, en un trayecto de 90 minutos.
En este aeropuerto enlazamos con un vuelo doméstico de la compañía SevenAir (actualmente se denomina Tunisair Express) hacia la isla de Djerba, adonde llegamos tras una hora de viaje en un avión ATR de hélices. Este vuelo interno ya nos lo había contratado la agencia y su precio estaba incluido en el total del paquete.
Entre ambos vuelos tuvimos tiempo para cambiar unos pocos euros a dinares tunecinos, previendo que llegaríamos tarde a Djerba. En la sala principal del aeropuerto de Túnez había varios chiringuitos donde cambiar y estaban todos en la misma zona, lo cual facilitaba comparar precios antes de cambiar dinero.
Finalmente llegamos al aeropuerto internacional de Djerba-Zarzis a una hora intempestiva. Por este motivo cogimos un taxi con taxímetro hasta nuestro hotel de Houmt Souq, a 10 km del aeropuerto. El taxi nos costó 10 TND.
Por pura casualidad aquel mismo día el entonces presidente tunecino, Zine El Abidine Ben Ali, había visitado el aeropuerto y nos encontramos todavía con una gran cantidad de banderas y fotos del presidente por todo el aeropuerto.
En nuestro caso, Djerba fue solo la puerta de entrada hacia la frontera libia, por lo que no tuvimos ni tiempo ni intención de visitar nada en la isla. La existencia de un aeropuerto y su proximidad a la frontera fueron determinantes para escogerla como etapa hacia Libia.
Y escogimos la población de Houmt Souq como lugar de pernocta por su proximidad al aeropuerto y por su oferta de hoteles. Houmt Souq se encuentra en el norte de la isla y vive básicamente del turismo, a pesar de que en las fechas de nuestra visita, siendo temporada baja, funcionaba solo a medio gas.
Pernoctamos en El Machrek Hotel (Avda. Habib Bourguiba 102 - Houmt Souq), un hotel de dos estrellas que habíamos reservado desde casa porque sabíamos que llegaríamos muy tarde. Pero no lo recomendamos.
Lo cierto es que en la isla de Djerba había pocas opciones de alojamiento para viajeros independientes y con un presupuesto ajustado, ya que lo que más abundaba entonces eran los grandes hoteles para grupos y muchos de ellos cerraban en invierno.
Habíamos acordado con la agencia de viajes contratada que su socio local libio nos fuera a buscar a nuestro hotel de Djerba a primera hora de la mañana, y así nos ahorrábamos tener que buscar un transporte para ir hasta Ras Jdir (o también Ras Ajdir), el lugar fronterizo libio en el que nos debía esperar inicialmente este socio local.
Y tal como habíamos pactado, a las 7 de la mañana nos encontramos en la recepción del hotel con el chófer y el guía que habían ido a recogernos con una furgoneta Mercedes, grande y cómoda para nosotros cuatro.
Desde Houmt Souq hasta Ras Jdir había una distancia de 135 km de buena carretera.
Salimos de Houmt Souq a las 7:15 y cruzamos la isla de Djerba hacia el sudeste, hasta llegar a Al Kantara, el lugar desde donde parte un largo tramo de 10 km de carretera elevada sobre el mar que une la isla con el continente, dejando a un lado una gran extensión de humedales en los que es posible ver una gran cantidad de aves.
Poco después, ya en territorio continental, pasamos por la población de Zarzis y unos kilómetros más allá por Médenine, donde se unen las carreteras que vienen de Djerba y del norte de Túnez. En los últimos 50 km hasta la frontera libia encontramos unos cuántos controles de la policía tunecina, en los que, como mucho, nos pedían la documentación del vehículo.
En este tramo de carretera también nos llamó la atención un par de detalles: la basura que había en los márgenes de la carretera, sobre todo bolsas de plástico, y el contrabando de gasolina. Y es que la gran diferencia en el precio de la gasolina que había a ambos lados de la frontera hacía que muchos tunecinos pasaran z Libia con el coche, llenaran varios bidones de plástico con gasolina y volvieran a Túnez para venderla en chiringuitos improvisados junto a la carretera.
Finalmente llegamos al lugar fronterizo tunecino de Ben Guerdane sobre las 9 de la mañana. Unos 10 minutos más tarde, tras los controles pertinentes de la policía tunecina, reiniciamos la marcha y nos paramos 50 metros más adelante, en el lugar fronterizo libio de Ras Jdir, dominado, como no, por una enorme foto del coronel Gadafi, con sus características gafas de sol.
Las gestiones en la frontera libia las llevaron a cabo nuestros conductor y guía, puesto que a nosotros no nos estaba permitido bajar del vehículo. Y lo que debía ser un puro trámite se convirtió en una verdadera odisea para nosotros, ya que el funcionario de turno en la frontera libia no nos permitió la entrada en el país bajo pretexto de que nos faltaba un sello sobre la traducción del pasaporte que acreditara que esta era oficial.
Al principio no entendíamos nada, ya que esta era la primera noticia que teníamos sobre este requisito. Y, además, nos parecía realmente absurdo que hubiera que «oficializar» una traducción hecha por un traductor jurado «oficial». Es cómo si, en nuestro país, fuera necesario oficializar un documento firmado por un notario.
Pasada la perplejidad inicial intentamos encontrar alguna solución a nuestro grave problema y por este motivo contactamos con la Embajada española en Trípoli, la capital libia. Tras exponer nuestro caso y enviarles por fax copias de nuestros pasaportes, funcionarios de la embajada intentaron encontrar una solución ante las autoridades fronterizas libias, pero sus gestiones resultaron infructuosas. Para poder enviar los faxes a la embajada tuvimos que retroceder hasta la población tunecina de Médenine, a 110 km de la frontera.
Finalmente, desde la embajada de Trípoli nos aconsejaron que fuéramos personalmente hasta la embajada española en Túnez para que nos hicieran una nueva traducción del pasaporte. Y eso es lo que hicimos, ya que parecía ser la única solución.
Sin extendernos demasiado en la explicación, diremos que compramos un vuelo de ida hacia Túnez desde Djerba para aquel mismo día y la vuelta para el día siguiente, de nuevo con la compañía SevenAir. Desde Médenine recorrimos los 72 km hasta el aeropuerto de Djerba-Zarzis para coger el vuelo aquella misma tarde.
La ciudad de Túnez está a unos 500 km en el norte de Médenine, así que hacer el trayecto en coche de ida y vuelta con tan poco margen de tiempo solo era una opción si no hubiéramos encontrado un vuelo que se ajustara a nuestras necesidades.
A primera hora de la mañana siguiente ya estábamos ante la embajada española en la capital tunecina. El día anterior ya habíamos contactado por teléfono para poner al personal de la embajada al corriente de nuestra situación y concertar cita. A pesar de ser festivo aquel día para el personal de la embajada (era 24 de diciembre), nos atendieron solícitamente y en menos de una hora nos hicieron gratuitamente una nueva traducción al árabe del pasaporte y sobre ella estamparon un sello oficial de la embajada.
Desde aquí queremos agradecer la profesionalidad y el magnífico trato que nos dispensó el personal de la embajada española en Túnez, especialmente de la Sra. Olga, así como el de la embajada en Trípoli.
Con la nueva traducción en mano decidimos ir también al consulado libio en Túnez (ubicado entonces en la Rue Youssef Ruissie, muy cerca del centro comercial Colisée Soula) para tener la certeza de que estaba todo en orden y de que no tendríamos más problemas en la frontera. Un funcionario del consulado nos dio su conformidad.
A continuación nos desplazamos hasta el aeropuerto Tunis-Carthage para la vuelta en avión a la isla de Djerba.
Aterrizamos en el aeropuerto de Djerba-Zarzis a las 15:45. Allá nos esperaban nuevamente nuestros conductor y guía para iniciar inmediatamente el camino hacia el paso fronterizo libio de Ras Jdir, adonde llegamos sobre las 19:00, ya que encontramos una larga cola en el lado tunecino de Ben Guerdane.
Segundo intento (y, afortunadamente, definitivo) de entrar en territorio libio. Esta vez el funcionario libio de guardia en el lugar fronterizo de Ras Jdir no puso ningún impedimento a nuestra entrada en el país.
En aquel momento sentimos una gran felicidad por estar ya oficialmente en territorio libio, tras todas las trabas sufridas, pero la sensación que nos quedó fue que pasar o no pasar esa frontera era una lotería que parecía depender, principalmente, de la arbitrariedad del funcionario de turno.
Nuestra entrada en Libia se produjo 34 horas más tarde de lo que habíamos previsto inicialmente. Este día y medio perdido nos obligó a replantear la ruta que habíamos pactado con la agencia y a intentar que esta aceptara los cambios sobrevenidos. Afortudamanent encontramos toda la colaboración posible por parte de esta.
Ya oficialmente en territorio libio tras cruzar el lugar fronterizo de Ras Jdir, nos paramos al cabo de 1 km para cambiar unos cuántos euros a dinares libios en una pequeña oficina de cambio que había junto a la carretera.
Retomamos la marcha hacia Gadamés, unos 560 km hacia el sur y siguiente escala de nuestro itinerario. Unos 60 km al este de Ras Jdir nos paramos a cenar en la ciudad de Zuara (Zuwarah en árabe), una población bereber de la costa.
Tras la cena retomamos la ruta y cogimos la carretera que va hacia el sur para recorrer los 500 km que separan Zuara de Gadamés. Esta carretera va paralela a la línea de frontera tunecina y cruza la parte occidental de Jebel Nafusa, la zona bereber libia por excelencia. En ella había varios pueblos fortificados que parecían ser bastante interesantes, pero no estaba en nuestra agenda visitarlos en este viaje.
En este trayecto pasamos, pero sin llegarnos a detener, por la población de Nalut, famosa por su Qasr, un pequeño núcleo fortificado, o su Mezquita Alal'a, construida en 1312.
Unos 235 km hacia el sur de Nalut también pasamos por Dirj, otra pequeña población que cuenta con una ciudad antigua hecha de barro. Aquí la carretera se bifurca y seguimos por la carretera que va hacia el oeste. Después de recorrer unos 100 km más, llegamos finalmente a la ciudad de Gadamés, a las 3:15 de la madrugada.
En Gadamés pernoctamos en el Funduq Kasser lo-Deawan, situado a 2 km de la ciudad vieja. Se trataba de un hotel bastante nuevo entonces, de precio mediano. Las habitaciones dobles costaban 50 LD y disponían de baño privado y TV. La cama era muy cómoda y la decoración interior de la habitación nos pareció un poquito barroca.
En nuestro caso el precio de este hotel estaba incluido en el coste del viaje contratado, así como también el desayuno.
GADAMÉS. Conocida como «la Perla del Desierto», Gadamés es una atractiva ciudad oasis ubicada en la región histórica de Tripolitania, en un punto muy próximo a las líneas fronterizas con Túnez y Argelia.
Fue en su momento la guarnición militar más meridional del Imperio Romano y, más adelante, un importante lugar caravanero de las antiguas rutas comerciales que, a través del desierto, se dirigirían hacia el Mediterráneo. Hoy en día es, junto con Ghat, la población donde se concentran los tuaregs en Libia.
Para el viajero, además de visitar su magnífica ciudad antigua, hoy prácticamente deshabitada, pero muy bien mantenida, Gadamés es también el punto de partida de la ruta por el desierto que se dirige hacia Ghat bordeando la frontera argelina.
Mientras nosotros visitamos la ciudad antigua de Gadamés nuestro guía libio se quedó nuestros pasaportes para nos estamparan el sello de entrada en el país en la jawazzat, la oficina de pasaportes que hay en esta ciudad.
Se hizo aquí porque no lo habían hecho en la frontera de Ras Jdir. Aquí tuvimos que pagar los 40 € que costaba el visado libio.
También se encargó de gestionar los permisos necesarios para efectuar la travesía de Gadamés a Ghat a través del desierto.
Ciudad antigua de Gadamés
La ciudad antigua de Gadamés fue declarada Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en el año 1986.
En la década de los años 90 del siglo pasado se fue vaciando de sus habitantes, lo cual exponía los antiguos edificios al riesgo de colapso por la falta de mantenimiento. Sus habitantes se fueron desplazando a las nuevas construcciones en la cercana ciudad nueva.
En los últimos años la UNESCO ha incluido este bien en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro con otros tres lugares de Libia a causa de la guerra civil y de la situación de inseguridad creada después.
La ciudad antigua de Gadamés es una de las más antiguas que hay en el Sáhara y un excepcional ejemplo de asentamiento tradicional sahariano, reconocido por la belleza e inventiva de su arquitectura, diseñada para proteger a sus habitantes del clima extremo del desierto.
Todas sus casas, pintadas de blanco, están hechas con adobe, cal y troncos de palmera. Y construidas de tal forma que estas se acaban entrecruzando, dando lugar a callejones semi-cubiertos entre ellas y azoteas contiguas que permitían el paso de una casa a otra. Estos callejones han dado lugar a una red laberíntica casi subterránea de pasillos.
La arquitectura de la ciudad antigua de Gadamés se caracteriza por una división vertical de la casa según su función: en la planta baja se guardaban los suministros para la familia; la planta inmediatamente superior era donde vivía la familia (sobresalía de la planta baja para dar lugar a los callejones cubiertos); y en la parte más superior había terrazas al aire libre reservadas para las mujeres.
Junto a la ciudad vieja se extiende el palmeral, que aloja numerosos huertos y jardines.
La ciudad vieja es bastante pequeña como para poder recorrerla a pie de punta a punta.
Sus lugares de interés incluyen el museo cultural; las casas tradicionales, ricamente decoradas con un estilo característico local; la Gran Mezquita; y la Plaza de Armas, usada antiguamente como mercado de esclavos.
Nosotros hicimos la visita a la ciudad antigua acompañados de un guía que nos iba dando interesantes explicaciones, en inglés, sobre lo que íbamos viendo o sobre todo aquello que le preguntábamos.
Entramos en la ciudad antigua por la puerta Bab al-Burr, que había justo ante el cementerio. A partir de aquí seguimos, más o menos, el recorrido a pie propuesto en la guía Lonely Planet que llevábamos, pero en sentido contrario a partir de la mezquita Omran, donde giramos a la izquierda con el fin de evitar un grupo de turistas que iba delante nuestro.
Fue una decisión acertada porque con eso conseguimos no encontrar a nadie durante el resto de la visita.
Se trata de una visita muy recomendable y realmente interesante, ya que el lugar es fantástico, está muy bien conservado y son muchas las oportunidades para obtener buenas fotos: pasajes, puertas, huertos, mezquitas, etc.
No os perdéis, sobre todo, la visita al interior de una casa tradicional, ya que su decoración es una maravilla.
El guía que nos acompañaba en la visita a la ciudad antigua tenía la llave para acceder al interior de una de estas casas tradicionales, lo cual justificaba aún más la contratación de un guía para la visita.
Finalizamos la visita a la ciudad antigua de Gadamés en la misma puerta donde habíamos empezado, en Bab al-Burr, habiendo dedicado a la visita más de dos horas y media.
Además de la ciudad antigua, en Gadamés se puede visitar el museo, ubicado en el interior de un viejo fuerte italiano, en el cual se exponen viejas fotos de Gadamés en blanco y negro y varios objetos de relativo interés.
También se puede ver por fuera la bonita mezquita nueva, situada 200 metros al suroeste del museo, o el cementerio que había ante la puerta Bab al-Burr que da acceso a la ciudad antigua.
La larga travesía Gadamés-Ghat a través del desierto recorre una distancia aproximada de 750 km. Nosotros empleamos tres días enteros en ella, desde Gadamés hasta llegar a Ghat.
A pesar de que se puede hacerse un poco larga y a ratos, incluso, aburrida, lo cierto es que merece mucho la pena como introducción a lo que vendrá más adelante y para empezar a apreciar la enormidad y soledad del desierto en esta región del planeta.
Hay una ruta alternativa por carretera de asfalto para ir de Gadamés hasta Ghat que pasa por Dirj, Sebha y Al-Awainat, pero supone una larga vuelta de 1.432 km y, por supuesto, no tiene el interés paisajístico de la primera.
Antes de partir de Gadamés para iniciar esta travesía por el desierto, cambiamos la furgoneta que nos había conducido hasta Gadamés por dos vehículos todo-terreno: un Toyota Land-Cruiser, ya algo viejo, donde íbamos el conductor, nosotros cuatro y el equipaje, y un Toyota pick-up en el que iban dos personas más y todo lo necesario para la expedición: comida, fogones, leña, agua, etc.
Aquí nos despedimos de nuestros guía y conductor árabes y, a la vez, conocimos a los tres tuareg que nos acompañarían durante los siguientes días en el desierto.
Uno de ellos, el jefe y propietario de los vehículos, era el guía y conductor de nuestro Toyota. Demostró ser un profundo conocedor de todo lo que había en esta región del Sáhara, ya fueran personas, lugares, animales o plantas. Cualquier tuareg que encontramos en 1.000 km a la redonda, ya fuera otro conductor, guía, nómada, pastor o policía, parecía ser íntimo amigo de él a tenor de los saludos, risas y abrazos efusivos que se prodigaban mutuamente.
El resto de nuestros acompañantes eran su hijo mayor y una tercera persona que ejercía de conductor y cocinero. El hijo de nuestro conductor se estaba familiarizando con el oficio para ayudar y suceder otro día en el negocio a su padre. Hacía de conductor y de chico para todo.
Con todos ellos nos comunicábamos sobre todo en francés, aunque a veces también utilizábamos el inglés.
Salimos de Gadamés en dirección sur a primera hora de la tarde y enseguida dejamos atrás el asfalto, siguiendo por una pista que a ratos estaba en buen estado y otras no.
Junto a la pista podíamos ver unos arbustos que producían un fruto redondo del tamaño de una naranja que era muy amargo y que suele ser el alimento de las manadas de cabras que pasean por estos parajes desolados, acompañadas por pastores nómadas.
Las montañas y elevaciones del terreno fueron desapareciendo del horizonte a medida que nos adentrábamos en una inmensa llanura pedregosa conocida como Hamada al-Hamra, un terreno inhóspito y deshabitado de casi 300 km de diámetro y 90.000 km² de superficie que se extiende paralelamente a la frontera argelina. Esta meseta es uno de los territorios desérticos más extremos del planeta.
Al cabo de 131 km desde Gadamés, y antes de que se hiciera oscuro, nos paramos en el cauce de un uadi para montar el campamento donde pasaríamos aquella primera noche en el desierto. El lugar se denomina Uadi al-Awanad, o algo parecido, ya que esta es la transcripción fonética del nombre que nos dio nuestro conductor.
Cuando se hizo oscuro pudimos ver en el horizonte el resplandor producido por alguna torre petrolífera que había a decenas de kilómetros de aquí. Después de cenar, y a pesar del fuego que habían encendido nuestros acompañantes tuaregs, el frío viento que soplaba nos obligó a refugiarnos en las tiendas de campaña. A las 21:00 ya estábamos durmiendo.
Al día siguiente, tras el desayuno, retomamos la ruta, pero antes el día nos obsequió con una imagen espectacular: un cielo completamente cubierto de nubes negras y grises de formas redondeadas que se extendía amenazante sobre nuestras cabezas y que realzaba aún más el dramatismo de esta llanura desolada de graba y arbustos.
Poco después, conduciendo aún por Hamada al-Hamra, empezó a lloviznar un poco. En general, pero, el paisaje de esta inmensa llanura llega a hacerse aburrido.
Dejamos atrás la región de Tripolitania y pasamos a la de Fezán, la cual ocupa la mitad meridional y occidental de Libia.
Más adelante nos paramos junto a los restos de un bosque petrificado (coordenadas GPS: N 28° 25' 06.42" E 10° 36' 43.47"). Y a la hora del almuerzo nos paramos en un lugar muy bonito, llamado Ben der Quish (o similar), donde el paisaje era completamente marciano a causa de la coloración roja de las rocas por su alto contenido en óxidos.
Ya nos encontrábamos muy cercanos a la entrada occidental del Idehan Ubari, un gran desierto de arena o erg que tiene una superficie aproximada de 58 000 km².
Desde aquí vimos ya las primeras dunas de este viaje. Mientras nos preparaban el almuerzo nosotros aprovechamos para explorar la zona y hacer fotos. Desde hacía un rato ya lucía un sol radiante que resaltaba aún más los vivos colores de la arena y las rocas.
Después de comer continuamos la ruta, adentrándonos en el mar de arena de Idehan Ubari (idehan significa «arena fina» en la lengua Tamasheq), el cual tiene la misma extensión que todo el Reino Unido.
El paisaje había cambiado completamente desde la llanura de la mañana. Ahora conducíamos sobre la arena, entre un fantástico paisaje de enormes dunas.
Antes de que se pusiera el sol acampamos al pie de una gran duna y junto al antiguo cauce de un gran lago. En esta jornada habíamos recorrido un total de 240 km de pista.
Subimos a lo alto de una gran duna para disfrutar de la puesta de sol sobre este paisaje de otro mundo.
Decir que fue una experiencia extraordinaria es decir poco, pero a estas alturas ya íbamos agotando los adjetivos.
Esa noche el frío nos permitió aguantar algo más a la intemperie que el día antes y fuimos a dormir pasadas las 22:00.
A pesar del intenso frío, la contemplación del cielo estrellado es uno de los gran regalos que ofrece cualquier viaje al desierto, ya que su nitidez permite apreciar detalles que en nuestras latitudes ya son casi imposibles de ver, como por ejemplo un número desconocido de estrellas, el cinturón de la Vía Láctea o estrellas fugaces.
Al día siguiente, tras levantar el campamento, retomamos la travesía y continuamos serpenteando sobre caminos de arena del idehan Ubari. Por el camino nos paramos una infinidad de veces para hacer fotos.
Salimos de este mar de dunas por su extremo sur, habiéndolo cruzado por su lado más estrecho, con un total de 80 km de norte a sur. A partir de aquí fuimos cruzando paisajes bastante cambiantes, pero sobre todo eran llanuras de piedra.
Poco después nos paramos en un lugar donde había un tipo de bosque formado por rocas de formas curiosas a causa de la erosión causada por el viento. En general tenían forma de seta.
Más adelante conectamos con una pista semi-acondicionada, ya que parecía ser utilizada para el acceso de vehículos a una estación de bombeo de petróleo que había en la zona.
A la hora del almuerzo nos detuvimos en un lugar llamado Birg Helou, un pozo de agua natural que contaba con vegetación alrededor. Había un tubo de donde salía agua permanentemente y donde era posible refrescarse.
Es una pena que este lugar estuviera sucio, con restos de botes, botellas, etc. que habían dejado otros grupos que habían acampado aquí. Según nuestro guía tuareg «la culpa era de los guías árabes», refiriéndose a las expediciones con guías árabes venidas desde Trípoli u otras ciudades de la costa norte.
Y es que a lo largo de los días que duró esta expedición pudimos constatar el poco aprecio mutuo que había entre árabes y tuaregs.
Tras la comida continuamos ruta hasta un lugar llamado Birg Takioumet, donde nos llamaron la atención dos gigantescas dunas de más de 200 metros de altura. Nos encontramos de nuevo con las dunas en el extremo de un brazo del Idehan Ubari.
Por lo que nos contó nuestro conductor, este era un lugar donde acampaban la mayoría de las expediciones que iban camino de Ghat, pero afortunadamente él supo encontrarnos un lugar muy apartado del resto.
Antes de la cena, como cada noche en el desierto, nuestros acompañantes hacían la taguella, un pan plano en forma de disco que es la base alimentaria de los tuaregs que viven en el desierto. Se amasa el pan, que está hecho de harina de trigo, y posteriormente se cuece enterrándolo en la arena con las brasas del fuego. Una vez desenterrado se puede comer solo o acompañado de carne. Es muy bueno, por cierto.
En esta jornada habíamos recorrido un total de 198 km de pista.
Por la mañana siguiente, antes de continuar la ruta hacia Ghat, anduvimos por las enormes dunas y uadis que había alrededor del campamento. El paisaje era, como no, fascinante.
Por otro lado, nos resultaba divertido intentar adivinar a qué animal pertenecían las numerosas huellas que quedaban impresas como un rastro sobre la arena del desierto.
Los candidatos con más posibilidades solían ser los camellos, los feneks (un pequeño zorro del desierto), los chacales, las aves, los insectos, etc.
En el último día de esta travesía por el desierto entre Gadamés y Ghat recorrimos 73 km de pista, los cuales transcurrían por bonitos paisajes muy cambiantes.
Y al final de la pista conectamos con la carretera asfaltada que hay entre Sebha y Ghat, concretamente en un punto a 105 km de Ghat. Y circulando ya en dirección sur dejamos a nuestra izquierda la muralla infranqueable que forman las montañas Acacus (Jebel Acacus).
Unos 32 km antes de llegar a la ciudad de Ghat nos paramos a comer en una zona protegida del viento, en el uadi Tanezuft y a los pies de la imponente y espectacular montaña Khaf Ajnoun, una extraña formación rocosa que se eleva solitaria unos 1.300 metros sobre la llanura. A lo largo de los siglos el pueblo tuareg le ha asociado una gran cantidad de leyendas y mitos. Y es por este motivo que su nombre significa «montaña de los fantasmas» en Tamasheq.
Finalmente llegamos a Ghat a las dos de la tarde, el primer lugar civilizado que veíamos en días. Y aquí finalizó esta larga travesía de Gadamés a Ghat a través del desierto.
En Ghat pernoctamos en el Camping Las Dunas, situado a 2'5 km del centro. Dormimos en un tipo de bungalous adosados, muy básicos, pero correctos. Las duchas y el baño eran compartidos. Tenía también un comedor para las cenas y desayunos. Después de varias noches en el desierto, agradecimos enormemente una cama y una ducha.
Casi frente a la parada de taxis compartidos de Ghat había un bar con una terraza exterior, junto a la calle/carretera principal, desde la que se disfrutaba de una posición privilegiada para ver el ir y venir de la gente en esta remota ciudad del desierto libio.
GHAT. Esta ciudad-oasis, situada junto a la frontera argelina en la zona conocida cómo Tassili Ajjer, es conocida entre los viajeros por su interesante medina y por ser una de las dos puertas de entrada a las montañas Jebel Acacus.
De todos modos, a principios del año 2006 el ejército argelino ocupó un uadi en el sur de Ghat que impedía el acceso a Jebel Acacus desde Ghat por el sur y esta ruta permanecía cerrada en el momento de nuestra visita.
En el pasado Ghat fue un centro importante en la ruta comercial trans-sahariana, conectando con Gadamés y Tripoli en el norte. Hoy en día el trasiego de vehículos y personas le dan un aire realmente fronterizo.
La medina de Ghat
La ciudad vieja de Ghat es bastante compacta y está situada en la falda de un cerro, cosa habitual en otros lugares del Sáhara libio. El año 1991 las últimas personas que habitaban la medina la abandonaron para irse a vivir a la parte nueva de la ciudad. Desde entonces algunos inmigrantes venidos del Níger han ocupado algunas de las casas vacías.
En teoría, para visitar la medina de Ghat se debía pagar una entrada de 3 LD, más 5 LD por la cámara de fotos, pero lo cierto es que nosotros no pagamos nada.
Iniciamos la visita a la medina tomando un té en la casa familiar de uno de nuestros acompañantes tuareg.
Después subimos al fuerte que hay en la cima del cerro, en el punto más alto de Ghat. La construcción de este fuerte fue iniciada por los otomanos en el s. XIX y acabada por los italianos en la primera mitad del XX.
El acceso al interior del fuerte estaba cerrado, pero las vistas desde el exterior y desde el camino de subida eran magníficas sobre la ciudad vieja, la ciudad nueva y alrededores, destacando, sobre todo, el perfil de las montañas Acacus en el horizonte.
Andando por los callejones de arena de la medina pudimos ver de cerca la vieja mezquita o el edificio del antiguo congreso (desde la parte alta de este edificio había muy buenas vistas sobre los tejados de la medina), además de otros interesantes rincones, aunque, por supuesto, no es comparable en belleza a la de Gadamés.
En una zona de la medina encontramos un grupo de mujeres ataviadas con trajes de vivos colores que se dedicaban a engalanar las calles con cenefas de colores, pero no pudimos averiguar si era por la celebración de una boda o por la conmemoración del festival internacional tuareg que se celebraba en Ghat aquellos días.
Festival Internacional Tuareg
Coincidió nuestra visita en Ghat con este importante festival tuareg, el cual tuvo lugar del 28 al 30 de diciembre. El programa del festival incluía carreras de camellos, desfiles, música folclórica y danza tradicional, entre otros.
Curiosamente, de no haber sido por nuestro problema en la frontera libia con el visado no hubiéramos coincidido con este festival: hay que ver el lado positivo de las cosas!!.
Este festival tenía lugar en una gran explanada en las afueras de Ghat, donde se colocaba para la ocasión un graderío y una tribuna para las autoridades que delimitaban una área cuadrada en la que se llevaban a cabo los actos del festival.
Junto a la tribuna de autoridades destacaba el ya clásico retrato del coronel Gadafi presidiendo los actos. Y también había varias unidades móviles de la televisión libia para retransmitir el festival.
En el festival se congregaban tuaregs de todos los países africanos de la región donde hay comunidades de esta etnia.
Durante casi dos horas tuvimos la oportunidad de ver todo tipo de manifestaciones culturales y artísticas del pueblo tuareg, con desfiles, danzas, música con instrumentos tradicionales, etc.
Ataviados con sus elegantes ropas tradicionales dan un gran color y espectacularidad a los actos.
Pero uno de los momentos estelares fue el desfile de tuaregs, vestidos también con sus mejores ropas y con el característico turbante tuareg o tagelmoust cubriendo sus cabezas, montando sobre sus altísimos meharis, los dromedarios más altos, rápidos y esbeltos, especiales para las carreras.
Sencillamente espectacular y del todo recomendable!!. Y las oportunidades para hacer buenas fotos eran infinitas...
Para llegar a la zona de las montañas Acacus desde Ghat había solo dos rutas posibles, puesto que aquí las montañas forman una muralla de norte a sur, sin ningún paso posible.
La ruta más corta es la que va hacia el sur y después gira al este para acceder a las montañas Acacus desde el sur, pero esta ruta estaba cerrada desde que el ejército argelino ocupó militarmente en 2006 un uadi en el sur de Ghat por el cual transcurre esta ruta.
En las fechas de este viaje, y mientras no se solucionara este contencioso, la única vía posible era utilizar Al-Awainat como puerta de entrada. Al-Awainat (o Serdeles en lengua tuareg) es una pequeña población que está al nordeste de Ghat, a unos 120 km por carretera asfaltada. De aquí sale una pista hacia el sur que se interna en las montañas Acacus.
Durante los tres días completos que estuvimos en la zona de las montañas Acacus, lejos de todo lugar habitado, acampamos al abrigo de las dunas seleccionadas por nuestro guía antes de hacerse oscuro.
Y para el almuerzo también era nuestro guía quién escogía el lugar según sus preferencias o bien según el emplazamiento en el que nos encontráramos hacia mediodía.
TADRART ACACUS. Las montañas Acacus (tadrart significa «montaña» en la lengua tuareg y pronunciado como a-ca-cús; en árabe es Jebel Acacus) es una de las zonas más fascinantes y bonitas de Libia, cubriendo una vasta área desértica de la región de Fezán, al este de Ghat y en pleno Sáhara central, limitando con el Tassili n'Ajjer argelino.
De extraordinaria belleza natural, la zona de las montañas Acacus posee una extensa variedad de paisajes que no parecen de este mundo, con monolitos de oscura piedra basáltica que emergen sobre la arena, curiosas formaciones de piedra erosionadas por el viento, arenas de varias tonalidades, arcos de piedra, cañones, montañas y uadis.
Pero, además, contiene restos de pueblos prehistóricos, con miles de muestras bien conservadas de pinturas y frescos realizados sobre roca, de muy diferentes estilos, y datadas entre los años 12.000 a.C. y 100 d.C.
Los miles de muestras de arte rupestre del Tadrart Acacus, datadas entre el 12.000 a.C. y el 100 d.C., fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1985.
Estas muestras de arte rupestre se encuentran dispersas en cuevas y paredes de este macizo montañoso, colindante con el Tassili n'Ajjer argelino, y reflejan los cambios habidos en la flora y la fauna, además de las diferentes formas de vida de los grupos humanos que habitaron esta región del Sáhara, mostrando escenas de caza, de sexo, celebraciones, etc.
Desgraciadamente, en abril de 2014 se denunciaron actos vandálicos en que el uso deliberado de productos químicos, martillos y cepillos buscaba eliminar los dibujos rupestres. Por este motivo la UNESCO también ha incluido este bien en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro, así como el resto de lugares libios.
Esta tierra era antiguamente el hogar de numerosos tuareg, nómadas o sedentarios, pero ahora ya son poquísimos los que continúan viviendo aquí, debido a que en los últimos años la mayoría de ellos se han ido mudando en la ciudad.
Ahora los tuareg vuelven como guías o conductores por su conocimiento de la zona. Pero aún hoy no es difícil encontrar en algún rincón a alguna familia tuareg habitando una zeriba, la vivienda típica tuareg, con paredes de piedra.
Para explorar mínimamente las montañas Acacus se necesitan varios días. Según las preferencias y el tiempo disponible se puede recorrer a pie, en camello, con un vehículo 4x4 o combinando estos medios de transporte.
En cualquier caso es imprescindible ir acompañado de alguien que conozca muy bien la zona para guiarnos en este laberinto de uadis y localizar los puntos de interés. Lógicamente son muchas las rutas posibles en las montañas Acacus, pero aquí exponemos la que recorrimos nosotros durante los tres días que estuvimos en la zona.
Ruta de tres días por las montañas Acacus
Partimos desde la población de Al-Awainat y fuimos en dirección sur a través del paso que forma el Uadi Awiss.
El primer punto de interés que encontramos fue el Adadh, un monolito vertical con una incierta forma de dedo (de hecho, es conocido con el alias de finger rock o «roca dedo») y que se mantiene en un equilibrio precario.
Algo más en el sur nos paramos junto a unas rocas con unas bonitas pinturas rupestres que representaban vacas.
A partir de aquí empezamos a cruzar una serie de espectaculares paisajes que combinaban el color negro de la pizarra con el amarillo o rosado de la arena, entre otras combinaciones de colores y materiales.
Unos cuántos kilómetros más hacia el sur llegamos al Uadi Erazzar Melen (o algo parecido), donde pasamos la noche. Este lugar era absolutamente maravilloso, inmersos en un mundo de arena y piedra.
En los alrededores, a unos 500 metros del lugar de acampada, encontramos unos preciosos grabados con figuras de jirafas, así como una zeriba, un tipo de vivienda con paredes hechas con piedras y el techo de paja, que todavía utilizan los nómadas tuareg, pues en el interior había diversos utensilios.
Y otros 500 metros más allá tuvimos la oportunidad de ver un pequeño campamento tuareg, donde vivían un hombre y varias mujeres y niños. Nuestro conductor lo saludó y nos lo presentó, para después continuar hablando de sus asuntos.
El día siguiente, siguiendo por el uadi anterior, a no mucha distancia, nos detuvimos en un lugar para ver un bonito conjunto de pinturas que representaban camellos, personas, y varios signos Tifinagh.
Y más adelante, en el Uadi Tinlalan, vimos en la pared de una roca unos curiosos grabados que representaban varias parejas hombre-mujer copulando. En las figuras destacaba, sobre todo, el gran tamaño del falo masculino (comprobamos así que también en el pasado el tamaño sí importaba!!).
Continuamos la ruta conectando un uadi con otro uadi, pasando por paisajes muy variados, pero todos ellos igualmente espectaculares.
De esta forma llegamos a un lugar denominado Tina Newen, donde pudimos admirar otra muestra de pinturas con personas y animales, en colores rojo, amarillo y blanco.
Y la siguiente parada fue en un lugar impresionante, llamado Tan Khaliga, donde destacaba un enorme arco de piedra de tres columnas que nos recordó muchísimo las formas gaudinianas de los arcos catenarios del Parque Güell de Barcelona.
Y a solo 100 metros de Tan Khaliga, en una cueva encontramos una pintura solitaria que representaba un unicornio o un tipo de rinoceronte.
El entorno natural de este lugar era realmente muy bonito, a pesar de que a estas alturas ya hemos hecho uso de todos los superlativos posibles.
Este último lugar forma parte del Uadi Tashwinet, también conocido como Uadi Tashween, uno de los uadis más grandes en la zona de las montañas Acacus, con una longitud de 60 km e innumerables uadis tributarios. Y además tiene una gran cantidad de puntos de interés.
En este uadi empezamos pasando junto al Awanini, una enorme forma pétrea piramidal situada en mitad del uadi y cerca de la entrada al uadi Tashwinet. En el mismo uadi, más hacia el sur, vimos un lugar llamado Wan Traghit, con unas preciosas pinturas que representaban unas escenas de caza.
Y a solo 300 metros pudimos ver otros magníficos grabados representando a dos elefantes. Y en la otro orilla del uadi visitamos Takdhalt, con pinturas de caza de animales y un antiguo mapa del uadi grabado en la roca.
Nuestra siguiente parada fue en Wan Melol, con una gran cantidad de pinturas. Son especialmente llamativas las que representan escenas de una boda, a pesar de que la verja de protección que había alrededor de la cueva nos impedía verlas de cerca y no era posible apreciarlas bien.
Y unos 100 metros más allá visitamos Wan Mughjaj, un lugar en el que se encontraron tres tumbas con esqueletos de niños que ahora están en un museo de Trípoli.
Acabada la visita al Uadi Tashwinet nos dirigimos hacia el suroeste de las montañas Acacus, pasando por innumerables uadis con paisajes realmente increíbles, sin palabras para poder describirlos mínimamente, hasta llegar al lugar de donde parten los uadis Anshal y Tanshal.
En el Uadi Anshal, de 13 km de largo, también vimos algunas interesantes pinturas y grabados, al igual que en el Uadi Tanshal.
Desde este punto nos encontrábamos a solo 25 km de Ghat en linea recta.
Y como colofón final del día nada mejor que maravillarse ante el arco Afozedzhar, en la entrada sur de los dos uadis anteriores.
Este enorme arco de piedra natural, con una altura de 150 metros, es el mayor de la zona de las montañas Acacus y, por supuesto, la más espectacular de todas las formaciones naturales de roca que había en la zona.
Además, el hecho de poder disfrutar de un lugar así en solitario fue para nosotros un momento muy especial.
En este segundo día de ruta por Acacus pernoctamos a pocos kilómetros de aquí, en un lugar llamado Uadi Tinezzrin, a solo 5 km de la frontera con Argelia.
Este era también un lugar excepcional, pero a estas alturas ya no debería sorprendernos. En esta segunda etapa recorrimos un total de 127 km de arena, piedra y tierra.
En la ruta del último día en la región de las montañas Acacus fuimos desde el extremo sur de esta hasta su extremo norte. Buena parte de esta ruta transcurre por la enorme rambla que separa las propias montañas Acacus de las dunas de Wan Caza (pronunciado Uan Casa).
Esta rambla de piedra y arena llega a tener una anchura de 30 km. Es la misma por la que habíamos pasado cuando íbamos hacia el sur, pero entonces íbamos pegados a las montañas y ahora íbamos más cerca de las dunas de arena.
A causa de la gran cantidad de piedras que había en algunos tramos de la pista, las ruedas de nuestros vehículos se veían muy castigadas, llegando a sufrir dos pinchazos en menos de una hora y en la misma rueda.
Cuando circulábamos por el centro de esta rambla tan ancha, lejos de las montañas y de las dunas, el paisaje llegaba a ser un poco aburrido, pero cuando nos acercábamos a las dunas la cosa cambiaba completamente.
En este increíble mar de arena se iban alternando enormes dunas de arena de tonos rosados, amarillos o grises y que, combinadas con unas nubes de algodón en el cielo y las sombras de estas sobre las dunas, daban lugar a paisajes que a menudo parecían irreales.
Tras un largo día de ruta llegamos a nuestro destino previsto y, antes de esconderse el sol, acampamos en un lugar llamado Ramla Hamsalarbain (???), una más entre los millones de dunas de Wan Caza. En este punto nos encontrábamos a unos 40 km al oeste de Al-Awainat y a solo a 3 km de la carretera asfaltada que iba hacia Sebha.
Dado que el lugar de acampada estaba orientado hacia el oeste pudimos disfrutar de una preciosa puesta de sol desde la cima de una gran duna de arena.
Desde nuestro lugar de acampada, en un punto de las dunas de Wan Caza, conectamos con la carretera asfaltada que iba en dirección hacia Sebha. Podíamos ver en el horizonte la humareda de varias torres de extracción petrolífera.
También nos resultó curioso ver, junto a la carretera, numerosos vehículos accidentados y/o quemados. Y abandonados allá mismo.
Unos 200 km más al este llegamos a Ubari y a Al Ghurayfah, las primeras poblaciones de cierta entidad que habíamos visto desde hacía días.
A la derecha de la ruta habíamos dejado atrás el Uadi Methkandoush (o también Uadi Mathendous), una auténtica galería de arte a cielo abierto, ya que posee una de las mayores y mejores concentraciones del mundo en grabados prehistóricos.
Pero desgraciadamente nosotros no pudimos visitar ese lugar por falta de tiempo.
A la salida de Al Ghurayfah hacia Germa, en el lado derecho de la carretera, vimos un lugar llamado Ahramat al-Hattia, donde destacaban unas curiosas pirámides cuadradas que eran tumbas del antiguo pueblo de los Garamantes.
Al llegar a la población de Germa nos desviamos por una carretera y tras recorrer 1,5 km llegamos junto al lugar arqueológico de Garama, la antigua capital de este antiguo pueblo, el cual se estableció en este lugar en el s. I de nuestra era.
La entrada al lugar arqueológico costaba 3 LD, más 5 LD por una cámara fotográfica (aunque nadie controlaba si se hacían fotos o no).
Este lugar parecía ser bastante importante desde el punto de vista arqueológico, pero para el común de los mortales no había gran cosa a ver, ya que las construcciones, hechas de piedra, arcilla y estiércol, estaban bastante deterioradas. Y no había letreros ni indicaciones. Únicamente las vistas desde lo alto del castillo tenían un cierto interés.
Desde Garama volvimos a la carretera que va en dirección a Sebha y poco después, entre las poblaciones de Germa y Tekerkiba, dejamos de nuevo la carretera principal tras haber recorrido 238 km de carretera asfaltada desde Wan Caza y cogimos una pista a la izquierda con la indicación Gebraoun.
Poco después ya estábamos inmersos de nuevo en el Idehan Ubari, pero esta vez por su lado sudoriental.
A partir de aquí el paisaje devino increíblemente espectacular, con llanuras y dunas de arena amarilla salpicadas con grandes arbustos verdes y palmeras. Es la imagen del Sáhara que todos tenemos en el subconsciente...
En esta ruta hacia los lagos subimos y bajamos con los vehículos en numerosas ocasiones por empinadas pendientes de altas dunas. Fue como una montaña rusa que quitaba el aliento. Solo por este trayecto en los lagos de Ubari ya merecía la pena visitar Libia.
Tras haber recorrido 65 intensos kilómetros desde Germa, y de muchísimas paradas para hacer fotos, llegamos al lago Mafo, el primero de los lagos de Ubari que encontramos en nuestra ruta.
La única noche que pasamos en la zona de los lagos Ubari acampamos junto al lago Gebraoun, durmiendo y comiendo sobre la arena. De todos modos, este lago era el único que tenía alguna infraestructura turística, como un camping, restaurantes y tiendas.
Quizás con el calor sea cierto que haya muchos mosquitos cerca de los lagos, tal como señalaba la guía Lonely Planet, pero con el frío que hacía en las fechas de este viaje los mosquitos hacían bien en no salir al exterior. No vimos ni uno !!.
LOS LAGOS DE UBARI. Estos lagos-oasis son una de las maravillas de la región de Fezán. Son lagos de agua salada y azul intenso, rodeados de palmeras y enormes dunas. Un milagro de la naturaleza hecho realidad en pleno desierto.
Hay unos 20 lagos en la zona, pero muchos de ellos ya han desaparecido por el efecto de la evaporación o por el descenso en el nivel de las aguas, atribuido a los regadíos intensivos en zonas limítrofes o al Great Man Made River, un mastodóntico proyecto llevado a la realidad por el gobierno libio en diferentes fases, el cual extrae agua del subsuelo sahariano y la canaliza hacia las ciudades libias en la costa mediterránea.
Por este motivo, los lagos que se suelen visitar son solo cuatro: Gebraoun, Mafo, Umm al-Maa y Mandara.
Tanto los dos primeros como los dos últimos son cercanos entre si, pero entre los dos grupos de lagos había una cierta distancia y un gran desnivel. Por poco tiempo que tengáis vale la pena visitar los cuatro, ya que cada uno de ellos tiene sus propias particularidades.
Lago Mafo. A pesar de que la guía Lonely Planet decía que este era el lago menos espectacular de los cuatro, a nosotros fue uno de los que más nos gustó.
Quizás influyó el hecho de que estuviéramos prácticamente solo y que la luz, con el sol ya bajo en el horizonte, era mágica, realzando las sombras y el color de la arena y el agua.
Este lago es pequeño y alrededor suyo solo había vegetación, dunas y poca cosa más. Si se bordea por la orilla de la gran duna, la cual llega hasta el agua, las vistas son soberbias. Aquí hicimos un montón de fotos, pero es que el lugar se lo merecía.
Lago Gebraoun (pronunciado guebraún). Desde el lago Mafo había solo 3 km hasta el lago Gebraoun, quizás el más popular de todos los lagos de Ubari.
En cualquier caso es el más grande de todos ellos, con unas dimensiones aproximadas de 250 x 300 metros y tiene la particularidad de que la duna que hay en su lado sur es la más alta de la región.
El extremo oeste del lago está ocupado por las ruinas de la vieja población de Gebraoun, abandonada por sus últimos habitantes en 1991 y que ahora está siendo sepultada por la arena del desierto.
La estampa del lago, con la muralla formada por la gran duna detrás, y las ruinas a un lado es atractiva, pero, para nuestro gusto, le restaba encanto la basura (bolsas, botellas, latas, etc) que había junto al lago y entre las ruinas de Gebraoun, así como el hecho de que es el lago más concurrido (aun así había poca gente en las fechas de nuestra visita) y con más presencia humana alrededor.
En este lago pudimos comprobar fácilmente que el agua, además de muy salada, estaba caliente.
Finalmente, comentar que en el camping que había en la orilla norte del lago se podía alquilar una plancha de sand-board para deslizarse duna abajo.
Lago Umm al-Maa (significa la Madre del Agua). Este lago se encuentra a 25 km del lago Gebraoun y el último tramo de la ruta es realmente espectacular, ya que se llega con el vehículo al filo de una alta duna desde donde había una vista extraordinaria sobre el lago Umm al-Maa y alrededores, bastantes metros por debajo nuestro.
A continuación toca bajar con el vehículo por la pronunciada pendiente de la duna hasta llegar a la orilla del lago. Para nosotros este lago fue quizás el más bonito de todos, debido a su forma peculiar y también al hecho de que no había construcciones humanas a su alrededor.
Por supuesto la estampa es extraordinariamente idílica, de verdad, para no olvidarla.
Lago Mandara (pronunciado mándara). Se encuentra a 3 km del lago Umm al-Maa. Es un lago bastante grande y podría ser muy bonito, pero desgraciadamente ya no tenía casi agua a causa del descenso del nivel freático.
Es una lástima, porque la imagen de ver el cauce seco nos produjo una inmensa tristeza y más en un lugar como este, a sabiendas de que la causa, como casi siempre, era la mano del hombre.
Por otro lado, toda la orilla del lago tiene una densa barrera de palmeras y a un lado también se pueden ver los restos de una población que fue abandonada en 1991, como en el caso de Gebraoun.
Junto al lugar donde solían estacionarse los vehículos de los visitantes había algunos tenderetes donde era posible comprar bonitos recuerdos tuareg, aunque era necesario regatear el precio.
Desde el lago Mandara recorrimos unos 60 km por el mar de dunas hasta llegar al camping Africa Tours, en la población de Takartibah, ya junto a la carretera principal que va hacia Sebha.
En algún momento, durante este trayecto, se puso a llover en pleno desierto y ello dio lugar a una imagen muy curiosa: el vehículo de nuestro conductor no tenía limpia-parabrisas y él se vio obligado a ir sacando el brazo por la ventana para limpiar el vidrio con su turbante (!!). Una imagen muy curiosa.
En este camping de Takartibah cambiamos de vehículo, ya que nuestro plan inicial era continuar viaje hasta la ciudad de Sebha, despedirnos de nuestros amigos tuareg y allá coger un vuelo de Libyan Arab Airlines con destino Trípoli, pero a causa de los problemas en la frontera del primer día íbamos siguiendo la ruta prevista con un día de retraso.
Este retraso nos hizo perder el vuelo de Sebha a Trípoli que teníamos reservado para el día anterior y, no siendo posible cambiarlo de día, nos obligó a ir desde este punto hasta Trípoli en coche, en un larguísimo viaje de 915 km.
En Takartibah nos despedimos de los tuaregs y de sus vehículos 4x4. A partir de ahora ya toda la ruta era por asfalto y era mucho más cómoda y rápida la furgoneta Mercedes Vito que había enviado la agencia desde Trípoli para recogernos. Con ella llegó el mismo conductor que, a principios de este viaje, nos había llevado de Djerba a Gadamés.
Con mucha pena dejamos atrás las dunas de Idehan Ubari. Tras 145 km de carretera en dirección nordeste llegamos a Sebha, la mayor ciudad de todo el Sáhara libio y, para nosotros, un simple lugar de paso.
Y ya al norte de la ciudad de Sebha el estado de la carretera mejoraba y nuestro conductor raramente bajaba de los 140 km/hora, y así los kilómetros pasaban muy rápido.
Finalmente llegamos a nuestro hotel en Trípoli solo 9 horas después de salir de Takartibah, habiendo recorrido la increíble cifra de 915 km, parando para almorzar, para cenar y alguna otra parada técnica. Además, no fue un viaje nada pesado ni cansado, resultando mucho mejor de lo que nos habíamos imaginado inicialmente.
En la ciudad de Trípoli el alojamiento escogido por nuestra agencia fue el Al Sendebad Tourist Hotel (Alfatah Rd, en el paseo marítimo, a menos de 2 km al suroeste de la medina). El hotel era de categoría media (costaba 85 LD la habitación doble, con desayuno bufet incluido) y estaba bastante bien, a pesar de que el personal de recepción era un poco incompetente e indolente.
Por otro lado, después de tantos días sin dormir en una cama y sin ducharnos en condiciones fue un auténtico placer el poder hacerlo.
De haber escogido nosotros el hotel en Trípoli, hubiéramos elegido el Funduq Al-Andalus (calle Sharia al-Kindi). No nos alojamos en él porque estaba lleno para nuestra segunda noche en Trípoli, pero sí visitamos su recepción y tenía muy buena pinta. Además, costaba solo 60 LD, realmente barato para los precios de los hoteles que había en Trípoli en aquellas fechas.
Para comer no había una gran oferta gastronómica en Trípoli.
De los que probamos, recomendamos especialmente el restaurante Mate'aam Obama (Souk Alturk, 144), muy popular entre locales y foráneos, por lo que era imprescindible reservar. Solo tenía 5 mesas y la decoración era muy austera, pero se comía muy bien y barato (por solo 8 LD cada uno salíamos bien servidos), ofreciendo especialidades de pescado. Un chollo!.
Otro restaurante recomendable era el Al-Badawy (calle Baladiya), con platos libaneses y libios. Se comía muy bien, pero era caro. Y para tomar una bebida, en un agradable patio al aire libre, una buena opción era el Cafe Marcus, situado frente al Arco de Marco Aurelio y junto al restaurante Athar.
TRÍPOLI. Esta ciudad, situada junto a una bahía natural en la orilla sur del Mediterráneo, es la capital y mayor ciudad de Libia. Fue fundada por los fenicios en el s. VII a.C. con el nombre de Oea y es la única ciudad libia que ha sido habitada desde entonces de forma ininterrumpida.
El nombre actual de Trípoli (no confundir con la Trípoli libanesa) proviene de la época de dominación romana, cuando empezó a ser conocida como Regio Tripolitana (o «región de las tres ciudades»), ya que comprendía las antiguas ciudades de Oea, Sabratha y Leptis Magna.
Sin ser ninguna maravilla, Trípoli es una ciudad interesante para el viajero, en la que es posible encontrar huellas de diferentes periodos coloniales, desde la época romana hasta la de la colonización italiana.
Por eso, pensamos que vale mucho la pena dedicar un tiempo a visitar sus diferentes puntos de interés, así como fijar en ella la base desde la cual visitar también los magníficos sitios arqueológicos de Leptis Magna y Sabratha.
La medina de Trípoli
Es la parte de la capital libia que ha quedado dentro de los límites de las viejas murallas de la ciudad y mirando hacia el mar Mediterráneo. Opinamos que hay en el mundo árabe unas cuántas medinas más bonitas o interesantes que esta, pero aun así merece la pena visitarla, ya que es la zona más atractiva de Trípoli.
Además tiene la ventaja de que se puede pasear por ella sin temor a ser agobiados por los vendedores, cosa que no se puede decir de otras medinas como la de El Cairo (Egipto), las de Marruecos o las de Túnez, por ejemplo. Esto permite disfrutarla plenamente y hacer compras libremente en sus zocos.
Por otro lado, en el interior de la medina había numerosos vestigios de la presencia europea en Trípoli bajo la forma de preciosos edificios construidos por comerciantes europeos.
Fuera de las horas de oración las mezquitas de la medina solían estar cerradas (y no tenían horarios de visita). Si queríamos visitar una de ellas era suficiente con llamar a la puerta y esperar a que alguien abriera o bien preguntar en alguna tienda vecina.
Y para recorrer los numerosos puntos de interés de la medina de Trípoli nada mejor que seguir la ruta a pie que proponía nuestra guía Lonely Planet.
Empezamos nuestra ruta por la medina en la gran puerta, la cual da acceso desde la plaza Verde o plaza de los Mártires. Aquí empieza el zoco al-Mushir, con joyerías (donde era posible cambiar dinero), tiendas de artesanía y maletas, por ejemplo.
Y a la derecha, encontramos la mezquita Ahmed Pasha Karamanli, la más grande de la medina, construida en 1738. Es muy bonita, con una sala de oración que tiene cinco entradas y balconadas en tres de sus lados, además de 25 cúpulas en su tejado. Esta mezquita tiene algunos de los mejores trabajos en madera de todo el país.
A menos de 100 metros de la mezquita nos encontramos de cara la torre del reloj otomana y después de ella el zoco al-Ghizdir, donde se puede ver a los artesanos trabajar el cobre.
Girando a la izquierda desembocamos en el callejón del zoco al-Turk y al final de él encontramos la pequeña mezquita Draghut, construida por un corsario en el s. XVI.
Siguiendo a la izquierda llegamos a una plaza donde estaba el antiguo Banco di Roma, un edificio colonial construido por los italianos en el s. XIX, así como la antigua Catedral católica, una pequeña iglesia ortodoxa, la antigua prisión turca (del s. XVII) y la mezquita y madrassa Othman Pasha, con un bonito patio interior.
Siguiendo una estrecha calle desde el lado norte de la plaza, y pasando junto al antiguo consulado francés, un edificio construido en 1630, llegamos ante el Arco de Marco Aurelio.
Se trata de un arco romano de cuatro pilares decorado bellamente, mostrando imágenes de Apolo y Minerva. Fue construido en 164 d.C.. y es prácticamente lo único que ha sobrevivido de la antigua ciudad romana de Oea.
Entre este arco y el mar encontramos la atractiva mezquita Sidi Abdul Wahab. Y justo en el lado opuesto al arco se encuentra la mezquita Gurgi, construida en el s. XIX.
Esta mezquita es pequeña, pero su interior es quizás el más bonito y diferente de todas las mezquitas de la ciudad, con su decoración floral y sus bellas obras de cerámica tunecina. Posee además un minarete de forma octogonal, bastante inusual en las mezquitas de Trípoli.
Siguiendo hacia el oeste encontramos el interesante edificio del antiguo consulado inglés, un edificio construido en el año 1744, con bonitas vistas desde su terraza superior y dónde vale la pena leer con atención la placa que hay a la entrada. También la mezquita de Sidi Salem, una de las más antiguas de Trípoli, del s. XV.
Después continuamos por la calle Hara Hbira y al llegar a la muralla giramos hacia el sur, pasando junto a la antigua sinagoga, para después girar al este, siguiendo el zoco al-Harrara, hasta llegar a la Dar Karamanli, la casa de Yusuf ibn Ali Karamanli, miembro de una rica familia turca de principios del s. XIX.
Esta preciosa casa (entrada: 3 LD) tiene un patio interior rodeado de balconadas y columnatas, contando además con coloridas baldosas turcas y una exposición de muebles, ropas e instrumentos tradicionales.
Cerca de la casa se pueden ver cuatro antiguas columnas romanas que han sido reutilizadas en las esquinas de los edificios que hay en el cruce de dos callejones.
Siguiendo la calle Jama ad-Draghut se pasa ante la mezquita Druj, para después conectar con el zoco al-Attara y acabar en el punto de partida de esta ruta circular por la medina de Trípoli.
Y junto a esta entrada se encuentra el bazar Ben Zeglam, el mejor lugar de Trípoli para comprar recuerdos de Libia.
El castillo de Trípoli
El castillo de Trípoli, también conocido cómo Al-Saraya al-Hamra o Castillo Rojo, está situado en el lado sudeste de la muralla que rodea la medina, con vistas al puerto.
La actual configuración del castillo data de la época otomana, pero sin duda está construido sobre los cimientos de fortalezas anteriores. Cada una de las sucesivas generaciones de gobernantes de Trípoli ha ido añadiendo su sello a la fortaleza y, por lo tanto, contiene una mezcla de arquitectura y decoración.
La mayor parte de la estructura que se puede ver hoy en día es de los s. XVIII y XIX.
En las fechas de nuestra visita la mayor parte del castillo alojaba el Museo Jamahiriya y se podía visitar con la misma entrada (costaba 3 LD, más 5 LD por una cámara fotográfica).
Este museo era de primer nivel internacional, tanto por los objetos expuestos como por la presentación, pero curiosamente la mayor parte de los letreros explicativos estaban solo en árabe.
Los mosaicos, estatuas y artefactos de la antigüedad clásica, especialmente de la época romana, formaban la parte más impresionante del museo y lo convertían en una de las mejores colecciones de los países mediterráneos. Las colecciones del museo cubrían desde el Neolítico hasta la época de la Revolución.
Otros puntos de interés en Trípoli
Además podemos encontrar otros puntos de interés en Trípoli, todos ellos situados en la parte nueva.
Entre la plaza de los Mártires y la plaza Maidan al-Jeyazir, siguiendo las calles 1º Septiembre o Mohammed Megharief, podemos encontrar bonitos ejemplos de edificios con fachadas de estilo italiano, construidos durante la época colonial italiana. Quizás el más representativo sea la Galleria De Bono.
En esta zona encontramos también la Madrassa al-Founoun Wasana'a al-Islamiya, con una bonita fachada y patio interior de dos niveles. Y finalmente, en Maidan al-Jeyazir, pudimos admirar la elegante mezquita Jamal Abdel Nasser, una antigua catedral católica italiana de 1928 reconvertida a mezquita y que había sido reformada recientemente. No era posible visitar su interior, pero solo verla por fuera ya valía la pena. Y por la noche, además, estaba bellamente iluminada.
Por otro lado, sobre la Corniche, al oeste de la medina, pudimos ver las cinco torres idénticas que forman parte del complejo Dath al-Imad, todas ellas con forma de botella invertida y con la particularidad de que es imposible ver las cinco torres enteras a la vez desde cualquier ángulo.
También domina el skyline de Trípoli el lujoso Corinthia Bab Africa Hotel (Souk Al Thulatha, a menos de 200 metros al oeste de la medina). Se trata de un elegante y moderno rascacielos en el que había un restaurante panorámico en la planta 26 desde el cual se podía disfrutar de unas impresionantes vistas sobre la medina, el puerto y alrededores.
Este restaurante cerraba los viernes, pero desde los ventanales que había en el pasillo exterior de la planta inmediatamente inferior, la 25, se podía disfrutar más o menos de las mismas vistas. Y entrar al hotel no era problema: solo había que pasar un control de seguridad de las mochilas o bolsas que llevábamos.
LEPTIS MAGNA. Este impresionante lugar arqueológico, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1982, es probablemente la ciudad romana más grande y mejor conservada del mundo, y debería figurar sí o sí en la lista de lugares a visitar en todo viaje a Libia.
El hecho de que no nunca más fuera habitada tras su abandono y la dureza de los materiales con que fueron construidos sus edificios han sido la causa de su excelente estado de conservación. No es difícil para el visitante imaginársela en sus tiempos de esplendor. Es un lugar realmente fascinante.
El sitio arqueológico de Leptis Magna se encuentra a 2 km de Al-Khoms y 123 km al este de Trípoli. El trayecto en coche desde la capital suponía unos 90 minutos de viaje.
El origen de Leptis Magna fue, posiblemente, un asentamiento fenicio que estaba bajo la tutela de Cartago, hacia el siglo VI a.C., pero no se sabe mucho más de ese periodo.
Pero su época de máximo esplendor llegó con el imperio romano, en el cual Leptis Magna fue una gran metrópoli, especialmente bajo el reinado de Septimius Severus (193-211 d.C).
La riqueza de la urbe se basó, sobre todo, en la producción de oliva y trigo, así como en una pujante industria y un potente comercio.
Finalizada la dinastía de Severus comenzó el declive de la ciudad, aunque renació nuevamente bajo la dominación de los emperadores Diocleciano y Constantino (284-337 d.C).
Ya a mediados del s. IV gran parte de la ciudad había sido abandonada. En el s. VII los árabes conquistaron la región de Tripolitania, a la cual pertenecía Leptis Magna, y esta ya nunca más recuperó su antiguo esplendor.
La entrada al recinto costaba 3 LD, más 5 LD por la cámara fotográfica, pero como en otros lugares, aquí nadie controlaba si se había comprado o no el ticket para hacer fotos. En invierno la hora de cierre era a las 17:00 y no a las 18:00, tal como decía la guía Lonely Planet. Había sido modificado recientemente (ni nuestro guía tenía noticia).
Y para visitar las ruinas era obligatorio contratar un guía de los que había en la entrada y su coste era de 50 LD, pero nosotros pudimos eludir esta obligación y disfrutamos del lugar a nuestro aire.
Nuestra estrategia fue convencer a los funcionarios que controlaban la entrada, con la ayuda inestimable de nuestro propio guía, que nosotros no entendíamos ninguno de las lenguas de los guías que había disponibles (previamente nos habíamos enterado de que el español no era una de ellas) y que por lo tanto era absurdo que nos acompañara un guía al que no entenderíamos. Finalmente, tras un largo estira y afloja, accedieron a dejarnos entrar sin guía.
En la visita a Leptis Magna el primer punto de interés que encontramos a la entrada es el gran Arco de Septimius Severus, construido en honor a este emperador romano.
A partir de aquí nosotros seguimos la ruta inversa a la que propone la guía Lonely Planet, puesto que quisimos empezar por su emblemático teatro.
La vista sobre la fachada del escenario desde los graderíos superiores del teatro de Leptis Magna, con el azul del mar Mediterráneo de fondo, es algo que vale la pena ver en primera persona.
Después continuamos la visita por el Calcidium, los Arcos de Tiberio y de Trajano, el mercado, el puerto, el Foro, la Basílica Severana, la calle encolumnada, el Nymphaeum y los Baños de Adriano, cubiertos en su totalidad de mármol y granito y con enormes piscinas.
Durante nuestra visita no encontramos a casi nadie en el recinto. Y al ir por la tarde disfrutamos de una luz extraordinaria, ya que el sol estaba bajo en el horizonte y su luz bañaba la piedra con un color y contraste muy buenos.
Además, tuvimos la suerte de que el día anterior había llovido bastante, dejando grandes charcos de agua entre las ruinas y permitiéndonos jugar con los reflejos sobre el agua. Sensacional.
Después de la visita al sitio arqueológico principal fuimos con el coche unos 2 km hacia el este, hasta el lugar donde se encuentran el anfiteatro y el hipódromo o Circus Maximus de Leptis Magna, también junto al mar.
El anfiteatro no estaba mal, pero del hipódromo no quedaba ya gran cosa.
Pero, en general, este último lugar estaba muy abandonado y sucio. Y como había que pagar nuevamente 3 LD por esta visita (+5 LD por la cámara), nuestra opinión es que este lugar no merece la pena, al menos en el estado en que estaba cuando lo vimos.
VILLA SILEEN. Unos 14 km antes de llegar a Al-Khoms viniendo desde Trípoli encontramos esta villa romana que venía a ser la segunda residencia de miembros de la élite de Leptis Magna durante la época romana.
Por lo que habíamos leído esta villa tenía preciosos mosaicos y el lugar en si merecía la pena, pero durante las fechas de nuestro viaje a Libia este lugar estaba cerrado y no se podía visitar.
SABRATHA. Este sitio arqueológico fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1982. La antigua ciudad de Sabratha era, junto con Oea (la actual ciudad de Trípoli) y Leptis Magna, una de las tres ciudades que formaba la provincia romana de Tripolitania, de aquí el nombre.
Aunque Sabratha es menos imponente que Leptis Magna lo cierto es que también vale mucho la pena. Su impresionante teatro y el hecho de que las ruinas estén junto al mar le dan un interés añadido. Si es posible, es recomendable visitar Sabratha antes que Leptis Magna.
El lugar arqueológico de Sabratha está unos 65 km al oeste de Trípoli, en un trayecto de unos 45 minutos en coche.
El puerto de Sabratha data quizás del s. V a.C. y se estableció para el comercio de los fenicios. Sabratha fue romanizada en los s. II y III d.C. Durante el reinado de la dinastía Severana llegó a su máximo apogeo monumental.
La ciudad fue muy dañada por varios terremotos en el s. IV, y fue reconstruida por los bizantinos, aunque a menor escala. Con la llegada de los árabes empezó su declive final, pero sobrevivió unos años más que Leptis Magna, hasta convertirse en una simple población.
La entrada al sitio arqueológico costaba entonces 3 LD, más 5 LD por la cámara, y su horario de visita de invierno era de 8 a 17 horas, el mismo horario que en Leptis Magna.
También en Sabratha había entonces la obligación de contratar un guía oficial que costaba 50 LD, pero nuevamente conseguimos visitar el complejo completamente solos, sin guía, utilizando la misma estrategia ya utilizada en Leptis Magna.
El sitio arqueológico de Sabratha es más pequeño que el de Leptis Magna, pero hay que contar un mínimo de dos horas para visitarlo sin prisas, incluyendo el Museo Romano.
Sin duda la principal atracción de Sabratha es su teatro, uno de los más bonitos y mejor conservados de la era Romana.
La fachada de tres niveles que había detrás del escenario del teatro de Sabratha es una de las más excepcionales del mundo romano, con 108 columnas corintias que se elevan a una altura de 20 metros sobre el escenario.
De hecho, aún hoy se utiliza este teatro para obras de teatro y conciertos. Además de esta maravilla, Sabratha tiene templos dedicados a Liber Pater, Serapis e Isis.
Hay también una basílica cristiana de la época de Justiniano y restos de algunos mosaicos en los suelos de antiguas villas de la élite romana.
Pero los mejor conservados son los maravillosos mosaicos que podemos ver en los Baños Marinos, con vistas directas sobre la playa, y en los suelos en blanco y negro de los Baños del Teatro.
También tiene mucho interés la visita al Museo Romano, donde se exponen preciosos mosaicos, estatuas y otros tesoros hallados en el sitio de Sabratha, pero es mejor dejarlo para el final de la visita a las ruinas. Para visitar el Museo Romano hay que pagar 3 LD adicionales en la entrada del complejo.
Y así llegamos al final de este corto pero inolvidable viaje a Libia.
Desde el centro de Trípoli hasta el aeropuerto internacional de Trípoli había unos 25 km en dirección sur. Desde el año 2014 (y hasta las fechas en que escribimos esta actualización) este aeropuerto está cerrado a causa de la destrucción que sufrió en varios ataques durante la guerra civil libia.
Una vez en el aeropuerto cambiamos en un banco a euros los últimos dinares libios que aún nos quedaban. Y antes de pasar el control de inmigración nos despedimos de nuestros inseparables conductor y guía libios que nos habían acompañado estos últimos días por el norte del país.
Nuestro vuelo con la compañía TunisAir desde el aeropuerto internacional de Trípoli hasta el aeropuerto internacional Tunis-Carthage empleó solo 50 minutos en el trayecto.
El resto de ese día y casi todo el día siguiente lo dedicamos a la visita de Túnez, Cartago y Sidi Bou Said, en Túnez. Y al final de esta escala en la capital tunecina regresamos a Barcelona en un vuelo directo de la compañía TunisAir que tomamos en el aeropuerto internacional Tunis-Carthage, con un tiempo efectivo de vuelo de 90 minutos.