Líbano. Con una superficie de sólo 10.450 km2 este pequeño país de Oriente Próximo ofrece una gran cantidad de alicientes al viajero.
Por ejemplo, ruinas romanas, ciudades antiguas, estaciones de esquí, bonitos paisajes y muestras de arquitectura islámica, además de una magnífica gastronomía y las posibilidades de ocio nocturno en Beirut (rivaliza con Dubai en el título de ciudad más marchosa de Oriente Medio).
Desde el punto de vista social y religioso también resulta increíble la gran diversidad del país, hecho que, por otra parte, ha dado lugar a una precaria estabilidad, rota ya en varias ocasiones debido, sobre todo, a las injerencias de países vecinos en los asuntos internos del país.
A lo largo de los siglos, muchos pueblos conquistadores se vieron atraídos por la abundancia de recursos naturales en suelo libanés y por su situación geográfica privilegiada, por lo que la historia de este país es cualquier cosa menos tranquila.
Nosotros disfrutamos mucho de este viaje al Líbano y nos dejó una profunda huella. Por eso, desde entonces, no hemos dejado de recomendar la visita a tan extraordinario destino.
Y no hay que dejarse amedrentar fácilmente por las noticias que, de tanto en tanto, llegan de ese lado del Mediterráneo, aunque, lógicamente, antes de lanzarse a la aventura, conviene ser precavidos y tener en cuenta la situación de seguridad existente en el país.
Durante nuestro viaje por el Líbano lo cierto es que encontramos muy pocos viajeros, incluso en lugares tan emblemáticos como Baalbek, lo cuál no deja de ser un aliciente para disfrutar de sitios tan especiales.
Otro punto de interés es el contacto con la población libanesa, con la que, en general, es fácil entenderse en inglés o francés y abierta a hablar de cualquier tema. No deja de sorprender lo vital y emprendedora que es la sociedad libanesa a pesar de las duras pruebas que le toca superar una vez tras otra.
Del 14 al 23 de Abril de 2006.
Día 1: Barcelona → →
Amsterdam (NL) → →
Beirut
Día 2: Beirut - Baalbek
Día 3: Baalbek - Beirut - Biblos
Día 4: Biblos - Trípoli
Día 5: Trípoli
Día 6: Trípoli - Bsharri / Valle de Qadisha - Trípoli
Día 7: Trípoli - Sidón
Día 8: Sidón - Tiro - Sidón
Día 9: Sidón - Beirut
Día 10: Beirut - Beiteddine - Deir al-Qamar - Damour - Beirut
Día 11: Beirut
Día 12: Beirut → →
Amsterdam (NL) → →
Barcelona
Para entrar en Líbano es necesario un pasaporte en vigor con una validez mínima de 6 meses y en el que no figure ningún sello de Israel.
Además también es necesario un visado, el cual se puede obtener a la llegada al aeropuerto de Beirut, dirigiéndonos al pequeño quiosco del Byblos Bank que encontramos a nuestra derecha antes de llegar a los mostradores de inmigración y comprando un sello que el personal de inmigración pegará después a nuestro pasaporte.
En las fechas de nuestro viaje un visado de 15 días costaba 17 € ó 18 US$. Se podía pagar en ambas monedas, pero como el cambio aplicado era favorable al dólar norteamericano resultaba más barato pagar con esta moneda.
Para visitas al país inferiores a 48 horas el visado de turista era gratuito. También se podía conseguir el visado en la frontera con Siria, en la carretera entre Damasco y Beirut.
La moneda oficial en el Líbano es la libra libanesa (LBP), conocida también localmente como lira.
En las fechas de este viaje no tuvimos ningún problema en Líbano para cambiar nuestros euros, pero dado que el dólar americano (US$) era aceptado directamente en muchos lugares del país, no fue mala idea llevarnos algunos dólares que nos habían sobrado de viajes anteriores.
Estos dólares pueden resultar útiles para los gastos en las primeras horas en el país, como, por ejemplo, para pagar el visado o el taxi si no hemos podido cambiar a libras libanesas.
Para quién lo desee también hay disponible una importante red de cajeros automáticos donde disponer de efectivo con una tarjeta de crédito/débito. Si algo hay en el Líbano son bancos !!.
La tarjetas de crédito pueden ser utilizadas sin problemas en hoteles, restaurantes o tiendas de cierto nivel.
Cambio medio (abril 2006): 1 LBP = 0,000554 € / 1 € = 1.804 LBP. Ver cambio oficial actual en el enlace Eur -> LBP.
+ 535'74 € (vuelo Barcelona-Amsterdam-Beirut, ida y vuelta + tasas aéreas)
+ 276'50 € (transporte, alojamiento, comida/bebida, entradas, excursiones, otros)
= 812'24 € (total por persona)
Nivel de vida en Líbano: El transporte y la comida, en general, son bastante económicos para el viajero, mientras que el alojamiento es proporcionalmente lo más caro del viaje.
Aunque la poca afluencia actual (en las fechas de este viaje) de viajeros al país y el hecho de viajar en temporada baja nos permitió negociar los precios de algunos hoteles.
Para viajar al Líbano no hay ninguna vacuna obligatoria y ni siquiera recomendable, fuera de las habituales y recomendables para cualquier viaje por el mundo.
En el momento de nuestra visita al Líbano, unos tres meses antes del cruento ataque israelí que desembocó en la conocida como Guerra del Líbano de 2006, no tuvimos ningún problema para movernos por todo el país.
En nuestros desplazamientos por el país pudimos ver numerosos puestos de control militares del ejército libanés (el sirio ya se había retirado del Líbano) en algunas carreteras y bastante vigilancia en ciudades como Beirut, Trípoli o Biblos, pero sin ninguna repercusión en nuestro día a día.
En aquel momento sabíamos del peligro real que suponían las minas aún activas en zonas apartadas del sur, especialmente en la región ocupada por el ejército israelí durante 20 años (hasta el año 2000).
Además, para visitar algunos puntos cerca de la frontera con Israel, como el castillo de Beaufort, se requería un permiso especial del ejército.
Pero, a pesar de todo lo dicho, nuestra sensación de seguridad en el Líbano fue total, de día o de noche, tanto en ciudades como en zonas rurales.
En el momento de escribir estas líneas, a principios de 2007, la situación de seguridad en el Líbano había empeorado y era más inestable desde el fin de la incursión armada israelí, agravada por los últimos altercados y asesinatos políticos en la capital.
El aeropuerto de Beirut se ha abierto de nuevo, pero los severos daños en las infraestructuras del país pueden dificultar el viaje. Además se recomienda a los viajeros evitar las áreas fronterizas meridionales y el norte del valle de la Bekaa.
Para más información oficial sobre la situación actual en Líbano: Embajada del Líbano en España (Pº Castellana 178, 3º izda. - 28046 Madrid; (tel. 91 345 13 70).
También la Embajada de España en Beirut mantiene actualizada la página Recomendaciones de viaje al Líbano.
• Taxi. Para moverse por el interior de ciudades grandes o para ir a donde no llega el transporte público lo mejor es el taxi, ya que son prácticos y baratos.
Hay que distinguir entre los taxis normales (de uso privado) y los servicio de taxi o taxis compartidos (conocidos localmente como servís).
Los servís recorren unas ciertas rutas preestablecidas y van recogiendo y dejando pasajeros por el camino. El trayecto dentro de la ciudad cuesta 1.000 LBP por persona, aunque hay que asegurarse antes de arrancar de que el precio va a ser ese. Suelen ser viejos vehículos Mercedes con matrícula de fondo rojo.
• Autobús. Para moverse entre ciudades podemos encontrar autobuses y minibuses (también, a veces, hay taxis compartidos). Conviene tener en cuenta que el transporte en el Líbano tiene su origen o final en Beirut, por lo que si vamos de Trípoli a Sidón, por ejemplo, deberemos ir primero a Beirut y allí cambiar a otro transporte a Sidón.
• Coche de alquiler. Debido a las cortas distancias, a la falta de transporte público en algunas rutas y a lo barato del precio de la gasolina podría resultar una opción interesante alquilar un coche.
Pero el precio del alquiler, los atascos en las ciudades y la forma de conducir de los libaneses, suicida en algunos casos, pueden ser disuasorios. En nuestro caso no llegamos ni a plantearnos esta posibilidad.
• Avión. En el Líbano no hay vuelos domésticos (al menos no los había en las fechas de nuestra visita), pero en un país donde se puede ir por tierra, desde una punta a otra, en sólo tres horas de viaje realmente no son necesarios.
• Tren. En el Líbano, al menos en las fechas de nuestra visita al país, no había ninguna línea de ferrocarril operativa.
En Beirut, la capital libanesa, la oferta de alojamiento es muy superior al resto de ciudades del país, ya que en algunas de estas sólo hay un par o tres de lugares donde escoger.
Por ello, y dado que la distancia desde Beirut a cualquier punto del país es asumible, muchos viajeros optan por alojarse en la capital beirutí durante toda la estancia en el país y realizar las excursiones a los puntos de interés, de ida y vuelta en el mismo día.
Pero nosotros preferimos el pernoctar en otras ciudades para poder disfrutar mayor tiempo de ellas, sin las prisas de tener que volver a Beirut en el día.
Además Beirut es una gran ciudad y con un tráfico caótico en algunos puntos, por lo que se puede perder mucho tiempo sólo en entrar y salir de la ciudad
La gastronomía libanesa es muy rica y variada, con especialidades propias y adaptadas de los diferentes países de su entorno. De hecho está considerada la mejor de la región.
Por ello, es fácil encontrar lugares donde comer bien en cualquier rincón del país y a precios muy razonables. Además, la base de su cocina es, lógicamente, muy mediterránea. En el desayuno no es raro que se sirvan aceitunas.
Mención aparte merece la repostería libanesa. En las ciudades libanesas, sobre todo en Trípoli, no es difícil encontrar pastelerías, modernas, bonitas y muy acogedoras, donde tomar un té acompañado por alguno de los exquisitos productos expuestos en sus vitrinas. De vicio!.
Básicamente el clima libanés es mediterráneo, aunque se aprecian diferencias entre la costa, las montañas y el valle de la Bekaa.
En las fechas de nuestra visita tuvimos temperaturas agradables de día y, en general, frescas de noche. Pero agradecimos en muchas ocasiones llevar encima un polar para cuando no hacía sol o soplaba el viento.
Durante este viaje no nos llovió ningún día. Y en el bosque de cedros de Becharre pudimos pisar la nieve y, aunque ya quedaba poca, en los picos más altos de la cordillera del Anti-Líbano esta era aún bastante visible.
En el Líbano, durante el horario de verano de la España peninsular, hay una diferencia de +1 hora.
Siria y Líbano, de Lonely Planet Publications, colección geoPlaneta en español, edición 2005).
Esta guía era de las más actualizadas que había en las fechas de nuestro viaje, aunque la información se había recogido en el 2003 y se notaba ya una cierta desactualización en algunos aspectos.
• Durante nuestra estancia en Líbano nos cruzamos con poquísimos viajeros, incluso en lugares tan turísticos como Baalbek, por lo que casi siempre nos encontrábamos solos en las visitas a lugares de interés e incluso en los hoteles.
Esto fue, sin duda, una gran suerte para nosotros, pero, claro, una auténtica desgracia para el sector turístico libanés.
• Muchos conductores libaneses, incluyendo a los de transportes colectivos, parecen albergar un potencial conductor de rally dentro suyo, ya que son proclives a correr mucho y en lugares que, a priori, no parecerían los más adecuados.
Además uno de los deportes favoritos del país es quemar rueda en curvas o bien al arrancar el coche. Tanto es así que en algunas curvas cerradas, idóneas para derrapar, las autoridades libanesas han optado por agujerear el asfalto para dificultar esta peligrosa práctica.
• También nos sorprendió la cantidad de coches de lujo que circulan por las ciudades y carreteras del Líbano, principalmente de Mercedes de gama alta. De hecho comprobamos que existe un activo mercado de venta de coches de segunda mano que vienen directamente de Alemania.
Pero aún nos sorprendió más la cantidad de vehículos Hummer que llegamos a ver en Líbano. Contamos más de 20 durante nuestra estancia, lo cual supera de largo los que hayamos visto en cualquier otro lugar del mundo.
• También, en referencia al alto nivel de vida de parte de la población libanesa, nos sorprendió la existencia de tiendas de auténtico lujo en la zona nueva de Beirut.
Aunque quizás no debería habernos sorprendido tanto, teniendo en cuenta que, en décadas pasadas, el Líbano era conocido como "la Suiza de Oriente Próximo" por su fortaleza financiera.
Paseando por la zona comercial de Allenby St, en la zona beirutí conocida como Downtown, encontramos, por ejemplo, una tienda dedicada en exclusiva a la venta de teléfonos móviles de superlujo de la marca Vertu, una filial fundada por Nokia. En el escaparate pudimos ver un modelo de móvil de esta marca que sólo costaba unos 9.000 US$.
Al principio de este viaje llegamos a Beirut, la capital libanesa, con un vuelo de la compañía KLM con origen en Barcelona y destino Beirut, con una escala y cambio de avión en el aeropuerto de Schipol de Amsterdam.
El vuelo entre Barcelona y Amsterdam fue de 1 hora y 50 minutos). Tras una corta espera de menos de dos horas enlazamos con otro vuelo de la misma compañía con destino a Beirut.
Llegamos al aeropuerto Rafic Hariri de Beirut a las 23:55, después de casi 4 horas de vuelo desde Amsterdam.
Tras pasar inmigración (ver el apartado Visado) y recoger el equipaje salimos fuera de la terminal. Esta vez no cambiamos dinero, puesto que el cambio ofrecido en la oficina de cambio del aeropuerto era muy malo y además llevábamos ya suficientes dólares para pagar el taxi al centro.
Una vez fuera de la terminal nos asaltaron unos cuantos taxistas, los cuales nos pedían 25 US$ por ir a la zona de Hamra, en el centro de Beirut, un precio que nos pareció claramente abusivo.
Regateamos con uno de los taxistas y sin mucho esfuerzo conseguimos un precio de 10 US$, que nos pareció más justo teniendo en cuenta la hora que era.
El aeropuerto está unos 9 km al sur del centro de Beirut. Durante el día (en teoría de 5 a 18 horas) circulan autobuses públicos entre el aeropuerto y varios puntos de la ciudad (Hamra o la estación Charles Helou, por ejemplo), pero para tomarlos en el aeropuerto hay que andar casi 1 km desde la terminal hasta la rotonda por la que pasan los autobuses.
Y al final de este viaje volvimos a Beirut desde la ciudad meridional de Sidón. En este caso, anduvimos los 500 metros que hay desde la ciudad vieja de Sidón hasta la plaza Saahat en-Nejmeh, donde tomamos el primer autobús que salía hacia Beirut (1.500 LBP/pax).
Tras un corto viaje de 40 minutos llegamos, una vez más, a la estación de autobuses Cola, en la zona sur de Beirut. Desde aquí tomamos un servicio de taxi para ir la zona de Hamra, donde nos alojábamos.
En el hotel Marble Tower (rue Makdessi, en el corazón de Hamra. Beirut) pagamos 67.500 LBP por una habitación doble con baño, TV, aire acondicionado y desayuno incluido (buffet libre).
Debido a que el primer día de viaje llegábamos al hotel en Beirut de madrugada, preferimos reservarlo por Internet días antes. Y para las últimas noches en Beirut, al final del viaje, escogimos de nuevo este hotel porque ya lo conocíamos y su relación calidad/precio nos había convencido en la primera noche que llegamos a Beirut.
La verdad es que el hotel estaba bastante bien y su situación es muy conveniente, y la única pega puede ser el ruido de los coches que llega de la cercana calle Hamra, por lo que conviene pedir una de las habitaciones que da a la parte de atrás.
Junto a este hotel hay dos o tres más, pero son bastante más caros. Una opción más económica era el Regis Hotel (rue Iben Sinaa, en la zona de Ain Al Mraisseh, Beirut), del que teníamos buenas referencias, aunque no podemos opinar por no habernos alojado finalmente en él.
Para comer nuestra recomendación principal es para el restaurante Al Balad (1145 Ahdab St, muy cerca de la plaza Nejmeh, Beirut), cocina libanesa exquisita y a precios razonables. Entre la multitud de restaurantes de la zona centro también probamos la pizzeria Il Parlamento (en Maarad St) y no estuvo nada mal, aunque algo cara.
Ya en la zona de Hamra, nos gustó bastante el café-restaurante Al-Kahwa (Bliss St, frente a la AUB), frecuentado por estudiantes de la universidad y con un ambiente muy agradable, cargado del agradable olor del narguileh o shisha.
Y para beber o comer algo ligero recomendamos el Lina's (en Hamra St, en la planta baja del hotel Plaza).
Conexión a Internet en Pals Internet Centre (1.500 LBP/hora), en la esquina de las calles Hamra y Mahatma Gandhi.
A tiro de piedra del hotel Marble Tower, en la calle Hamra (entre las calles Jeanne d'Arc y Caire), había unas cuantas oficinas de cambio donde cambiar euros o dólares a buen precio, aunque todas ofrecían el mismo cambio.
En las fechas de nuestro viaje la tasa de cambio ofrecida por las casas de cambio de Hamra era de 1.800 LBP por euro, frente a los 1.570 LBP en la oficina de cambio del aeropuerto de Beirut.
BEIRUT. La capital libanesa, con algo más de un millón de habitantes, es una ciudad vibrante y bulliciosa, quizás el resultado de un pasado de más de 5.000 años y de multitud de desgracias y calamidades que ha debido superar (y aún continúa superando por lo convulso de su historia reciente y por su situación geopolítica).
Sin ir más lejos, Beirut sobrevivió a finales del s. XX a 15 años de una cruenta guerra que le dio el derecho a autoproclamarse la ciudad que nunca muere. Aún hay varias zonas de la ciudad donde son visibles las huellas de la guerra en forma de edificios acribillados por proyectiles de todos los calibres.
Si bien es cierto que en Beirut no queda gran cosa del pasado para ver, ello no significa que esta ciudad no tenga interés para el viajero. Vale la pena, bajo nuestro punto de vista, dedicarle al menos un día.
• La Corniche. Pasear por la Corniche, un largo paseo marítimo que se extiende a lo largo de la costa de Beirut, es una agradable forma de pasar el rato, especialmente al caer el sol.
Además, es el lugar preferido por la población local para pasear, hacer footing, pescar, fumar narguile, tomar algo, o ver y dejarse ver, por lo que no hay mejor lugar en la ciudad para ver en acción a la sociedad beirutí en su tiempo de ocio.
Es todo un espectáculo y, desde luego, dar un paseo por la Corniche beirutí vale mucho la pena.
Nosotros iniciamos nuestro paseo por la Corniche en la zona de Ain-Mreisse, concretamente frente al puerto deportivo St George Yacht Motor Club.
Junto al puerto se encuentra el hotel St George, frente al cual fue asesinado el ex-primer ministro libanés Rafik Hariri el 14 de febrero de 2005 (14 meses antes de nuestra visita al país), cuando al paso de su vehículo blindado estalló una potentísima bomba que acabó con su vida y aumentó las divisiones internas en un país con un equilibrio político ya de por sí muy precario.
La explosión fue de tal magnitud que varios edificios cercanos al lugar, entre ellos el del propio hotel St George, quedaron totalmente destruidos.
En el momento de nuestra visita la zona estaba aún cerrada al paso y con vigilancia militar las 24 horas, puesto que se trataba de una escena del crimen en la que la ONU continuaba investigando para esclarecer la responsabilidad de este brutal atentado.
Aún y así, en las fechas de nuestra visita aún era posible ver el enorme cráter que había causado la explosión.
Bordeando esta zona y yendo hacia el oeste nos desviamos por la calle Phoenicia para ver la mole bombardeada del antiguo hotel Holiday Inn, justo detrás del lujosísimo hotel Intercontinental Phoenicia, quizás el símbolo más visible de la guerra civil libanesa y que aún era una especie de monumento a la sinrazón de la guerra.
Al tratarse de un edificio muy alto, este fue un lugar muy usado por francotiradores durante la guerra, por lo que atrajo proyectiles de todos los calibres imaginables.
Pero, a pesar de todo, la estructura del edificio soportó todos los ataques y aún permanece en pie.
Desde aquí volvimos de nuevo al paseo marítimo y continuamos hacia el oeste, disfrutando del ambiente. Desde el paseo vimos los enormes jardines y edificios de la AUB (la American University of Beirut, una de las más prestigiosas de todo Oriente Medio).
Siguiendo el paseo vimos más puertos deportivos y playas privadas. Al llegar a la altura del faro Manara el paseo vira hacia el sur, dejando a la izquierda la zona de Ras-Beirut.
Más adelante pasamos junto al parque de atracciones Luna Park.
El tramo de paseo que asciende la colina hasta la zona de Raouché es el menos bonito de todo el recorrido, pero poco más allá nos esperaba la visión de uno de los lugares más emblemáticos de Beirut, las Rocas de las Palomas (o también Rocas de Raouché, por encontrarse frente a la costa de este barrio residencial de Beirut).
Se trata de unas enormes y espectaculares formaciones rocosas, a pocos metros de la costa, que sirven de atracción para locales y visitantes, especialmente durante la puesta de sol. Son la imagen icónica de Beirut.
Desde el paseo marítimo, elevado en esta zona respecto del nivel del mar, hay algunos caminos que descienden unos 100 metros hasta la orilla del mar.
Vale la pena bajar hasta ahí para obtener una vista diferente de las rocas y también de los bonitos acantilados de esta zona de la costa beirutí.
Sobre los acantilados hay numerosos cafés y restaurantes desde los que observar la puesta de sol sobre el mar y las rocas.
Uno de los mejores situados es el Bay Rock Café, con amplias terrazas y zonas acristaladas que dan al mar.
• Distrito central. El distrito central (también conocido como Central Business District) es el centro histórico y geográfico de Beirut, pero también el nodo financiero, comercial y administrativo del país.
Durante buena parte de los 15 años de guerra civil estuvo expuesto al fuego en toda su extensión. Al acabar la guerra esta zona de la ciudad había sido arrasada, sufriendo una devastación total de sus edificaciones e infraestructuras.
Desde mediados de los años 90 se está llevando a cabo un gigantesco proyecto de reconstrucción en este distrito (equivalente a una superficie de 1'8 millones de metros cuadrados) con el fin de crear una moderna zona comercial, de servicios y residencial. Este proyecto incluye la reconstrucción de edificios históricos, como mezquitas o iglesias.
Aunque este proyecto, con una duración prevista de 25 años y llevado a cabo por la empresa privada Solidere, está ya bastante avanzado, aún hay varias zonas donde se continúa construyendo y otras donde aún son visibles algunos edificios acribillados por las balas de conflictos anteriores.
Aunque la reconstrucción de los edificios ha intentado seguir la arquitectura que había en el pasado, lo cierto es que ahora esta zona de la ciudad poco tiene que ver con el resto.
Pero con la apertura en los nuevos edificios de numerosas tiendas, restaurantes y cafés este distrito se ha convertido en el lugar de moda de Beirut. Sólo hay que venir aquí al atardecer o un fin de semana para ver como se llenan las terrazas, especialmente en las calles adyacentes a la Place d'Étoile (o plaza Nejmeh).
Aparte de callejear por la zona, hay unas cuantas cosas interesantes a hacer en este distrito central.
En el lado oriental de la plaza Nejmeh podemos ver los Baños Romanos (restos de lo que fueron los baños romanos que sirvieron a la ciudad en la Antigüedad) o el Gran Serrallo (separado de los baños romanos por la rue des Capucins; enorme edificio construido por los otomanos en 1853 y que hoy día es donde reside el Gobierno del país).
También en esta zona se encuentra la Torre del Reloj, situada cerca del Gran Serrallo y construida en 1897 por los otomanos), o la iglesia de los Capuchinos, inaugurada en 1863, junto a los baños romanos.
En la calle Weigand encontramos la mezquita Amir Munzer, la cual fue construida en 1620 y en su patio interior aún podemos ver ocho columnas romanas. Y delante del edificio de las Naciones Unidas está el jardín Gebran Khalil, un buen lugar para descansar de la caminata por la ciudad.
Y al otro lado de la misma plaza Nejmeh encontramos la catedral Greco-Ortodoxa de San Jorge, la cual fue construida en el año 1767 y era la iglesia más antigua de Beirut en funcionamiento, pero quedó tan devastada por la guerra que hubo que reconstruirla del todo.
También aquí está la catedral Greco-Católica de San Elías (de mediados del siglo XIX); la mezquita Al-Omari (originalmente era una catedral de los Cruzados en el siglo XII, pero fue convertida en mezquita por los mamelucos en el siglo XIII); la catedral Maronita de San Jorge (tras la zona arqueológica, de estilo neoclásico); la mezquita Mohammad Al-Amin (también conocida como Mezquita Azul, aún en construcción en las fechas de nuestra visita) o la Plaza de los Mártires.
• Distrito de Hamra. Antes del inicio de la guerra civil, en 1975, la principal vía de esta zona, la calle Hamra, era llamada la Champs Elysées de Beirut por su bulliciosa actividad y por ser frecuentada por turistas durante todo el año.
Hoy día ya no es así, pero continúa siendo un importante eje comercial y financiero de la ciudad. También posee un buen número de hoteles, apartamentos y cafeterías, por lo que es una de las mejores zonas de Beirut para pernoctar.
Su situación geográfica, en el centro-centro de Beirut, también hace que sea bastante conveniente para el viajero.
• Museos de Beirut. En Beirut no hay que perderse por nada del mundo la visita al Museo Nacional de Beirut, situado en la esquina de las calles Abdallah Al Yafi con Damascus. La entrada costaba entonces 5.000 LBP/pax.
Fue abierto en el año 1942 para albergar los numerosos tesoros arqueológicos libaneses y durante la guerra civil resultó muy dañado, debido a su posición estratégica en una intersección de la antigua Línea Verde, la frontera que dividía la ciudad entre el Beirut cristiano (este) y el musulmán (oeste).
Gracias a la previsión de sus responsables se consiguió que los objetos expuestos no resultaran dañados. Acabada la guerra se sometió al edificio a una intensa restauración y el museo volvió a abrir sus puertas en el año 1999.
La verdad es que da gusto visitar este museo, tanto por por su amplitud e iluminación, como por la presentación de los objetos expuestos. De obligada visita si váis a Beirut.
Otro museo muy interesante es el Museo Sursock, situado en la calle Greek Orthodox Archbishopric, en pleno corazón del barrio de Achrafieh. Está considerado el único museo de arte moderno del Líbano y cuenta con exposiciones temporales y una colección permanente de arte islámico.
Si no os va su temática, al menos no os perdáis la belleza del edificio que hospeda el museo.
Este museo abrió en 1961 y ocupa un palacio que fue la casa privada de Nicolas Sursock, coleccionista de arte y miembro de una vieja familia aristocrática de Beirut.
Este palacio es una joya arquitectónica en sí mismo, siendo un magnífico ejemplo de eclecticismo, puesto que combina estilos artísticos italianos y orientales.
Además vale la pena ir hasta Achrafieh (Ashrafiya en árabe), uno de los barrios más antiguos de Beirut, para ver otros ejemplos de lujosos edificios de los siglos XIX y XX que hay en los alrededores del museo.
BEITEDDINE. El pequeño pueblo de Beiteddine (o Beit ed-Dine, que en árabe viene a significar Casa de la Fe), está situado unos 45 km al sureste de Beirut y a una altura de 850 metros sobre el nivel del mar.
Es una de las principales atracciones turísticas del país debido a su famoso palacio de Beiteddine. Esta es una fácil excursión de un día desde Beirut y vale la pena combinar la visita a Beiteddine con la del vecino Deir al-Qamar.
• Palacio de Beiteddine. Es el mejor ejemplo de arquitectura libanesa de principios del siglo XIX que podemos encontrar en el país y fue construido durante un periodo de 30 años por el emir Bechir El Chehab II, quién gobernó el antiguo emirato otomano de Monte-Líbano durante más de medio siglo.
Desde la independencia del Líbano, en 1943, el palacio pasó a ser la residencia de verano del presidente del país.
Tanto por fuera como por dentro es magnífico, como salido de un cuento de Las mil y una noches, y si a ello le sumamos sus preciosos jardines e interesantes museos la visita está más que justificada.
La entrada al palacio de Beiteddine cuesta 7.500 LBP y está abierto todos los días del año.
Desde el parking que hay a la entrada se tienen las mejores vistas de los edificios del complejo.
La entrada principal conduce a un enorme patio y a su derecha encontramos un museo con fotos y documentos que explican la vida de Kamal Jumblatt, un importante político libanés y líder druso.
En el segundo piso está el interesante museo arqueológico y etnográfico Rashid Karami con una extensa colección de objetos de distintos periodos.
Al final del patio se accede a la parte central del palacio, pasando de una arquitectura austera a otra mucho más elaborada y fantasiosa (no en vano Beiteddine recibe el sobrenombre de Alhambra del Líbano).
En esta sección central podemos ver estancias lujosamente decoradas, con paredes y techos de madera tallados con complejas figuras y embellecidos con caligrafía árabe, así como bellos suelos de mosaico, un elegante patio con una fuente, balcones de madera, fachadas ricamente decoradas, y un largo etcétera.
Desde los balcones de las habitaciones privadas del emir y su familia, sobre todo desde el harén, hay unas vistas fantásticas sobre el profundo valle donde se encuentra.
Pero nuestra preferida es la parte que corresponde al hammam, el cual consta de diferentes estancias siguiendo la tradición de los baños romanos.
Para acabar mencionaremos el jardín de cipreses, con la tumba del emir y su primera esposa, y los enormes establos abovedados, que actualmente aloja una colección de bellos mosaicos bizantinos (considerada una de las mejores del mundo) que se trajeron aquí desde distintos lugares del Líbano para salvaguardarlos durante la guerra.
• Centro de Beiteddine. Acabada la visita al palacio fuimos andando hasta el centro del pueblo de Beiteddine, donde pudimos ver algunos interesantes edificios, como el palacio Mir Amine, construido por uno de los hijos del emir. Hace unos años este palacio fue restaurado y ahora es el hotel de lujo Mir Amin Palace.
Para llegar a Beiteddine desde Beirut tomamos un minibús en la terminal beirutí de Cola (1.500 LBP/pax).
En realidad el minibús que tomamos se dirigía a la cercana población de Samqaniye, siguiendo una bonita carretera de curvas por la parte sur de un valle en las montañas del Chouf, y nos dejó, tras una hora de viaje, en una rotonda unos 2 km antes de llegar a su destino.
Desde aquí se podía andar unos 2 km hasta Beiteddine, bajando por la carretera, o bien tomar un taxi compartido (1.000 LBP/pax) hasta Beiteddine.
Y desde Beiteddine tomamos un taxi privado (4.000 LBP los dos) para ir hasta el interesante Deir al-Qamar, un pueblo situado a 5 km de Beiteddine, en el otro lado del valle, y que era nuestra siguiente escala en esta excursión.
Si disponéis de tiempo y ganas se puede hacer caminando este trayecto de bajada hasta Deir al-Qamar, puesto que proporciona unas bonitas vistas del valle y del palacio de Beiteddine.
DEIR AL-QAMAR. La bonita población tradicional de Deir al-Qamar, cuyo nombre árabe significa Monasterio de la Luna, cuenta con numerosos edificios históricos en buen estado de conservación que muestran perfectamente como era la arquitectura libanesa de antaño.
Además, Deir al-Qamar jugó en el pasado un importante papel en la historia del Líbano porque fue la residencia de los gobernantes libaneses hasta el siglo XVIII.
El centro del pueblo está ocupado por la enorme plaza pública, usada en sus orígenes para torneos. Alrededor de ella hay numerosos edificios históricos, así como una gran fuente que se añadió en el siglo XIX.
En la plaza misma está la mezquita de Fakhreddine, construida en 1493 y restaurada en estilo mameluco en el s. XVI por el emir Fakhreddine I Maan.
Detrás de la mezquita se encuentra el zoco, el cual albergaba los curtidores de pieles, aunque hoy ya sólo cuenta con tiendas modernas. Y en la parte posterior del zoco podemos ver el antiguo palacio del Emir Younes Maan, el cual es actualmente una casa particular.
En el lado sur de la plaza, el emir Yousef Chehab construyó en el siglo XVIII su propia residencia, usando el material que obtuvo demoliendo parte del palacio anterior y hoy día es el Serrallo, un bonito edificio que ahora alberga unas oficinas municipales.
Al norte de este edificio domina la plaza el caravasar de la seda, construido en el año 1595 y diseñado con el estilo clásico de los caravasares o caravanserais.
Originalmente este caravasar fue usado como mercado para las joyas y la seda, aunque hoy día sólo se usa para actividades culturales.
Por último, a sólo 1 km de la plaza, en la carretera que va hacia Beiteddine, vimos el curiosísimo castillo Moussa, empezado a contruir en el año 1962 por un hombre de negocios que es un fetichista de la cosa medieval.
Para volver a Beirut desde Deir al-Qamar negociamos un taxi privado a Damour (10.000 LBP el taxi), a unos 18 km, ya que al ser ese día semi-festivo en Líbano ya no había transporte colectivo que pasara por aquí. Una vez en Damour tomamos un minibús con destino a la terminal de Cola (1.000 LBP/pax) en Beirut.
Para llegar a Baalbek desde Beirut primeramente tomamos un taxi compartido en la calle Hamra y que nos llevó hasta la estación de autobuses de Cola (1.000 LBP/pax), situada en la zona sur de Beirut. La estación de Cola es, en realidad, una zona ubicada junto a una rotonda y un viaducto donde esperan multitud de minibuses y taxis.
En el camino hacia Cola pudimos ver algunos edificios aún con claras huellas de la destrucción de la anterior guerra.
Al llegar a la estación de Cola el taxista nos dejó junto al minibús que iba hacia Baalbek. Este salía cuando se llenaba y, aunque cuando llegamos estaba vacío, en menos de 10 minutos ya salimos hacia Baalbek, dando alguna vuelta por barrios del sur de Beirut para acabar de llenar el minibús.
Pagamos 4.000 LBP cada uno por el trayecto en autobús entre Beirut y Baalbek.
Cuando abandonamos la capital beirutí tomamos la carretera Beirut-Damasco, muy transitada, la cual asciende por la ladera de una montaña. Una vez alcanzó la parte más alta de esta montaña pudimos disfrutar desde el autobús de unas magníficas vistas sobre la ciudad de Beirut y el mar Mediterráneo.
A continuación iniciamos el descenso por el otro lado de la montaña hacia el valle de la Bekaa. A partir de aquí empezamos a encontrar bastantes controles del ejército libanés aunque, aparte de las lógicas retenciones ocasionadas en el tráfico, no supusieron ningún inconveniente para nosotros.
Al llegar a Chtoura, a 44 km de Beirut, dejamos la carretera a Damasco y tomamos otra carretera hacia el norte.
Otros 7 km más al norte y pasamos por la bulliciosa población de Zahlé, la capital libanesa del vino y del arak, una especie de licor con sabor anisado.
En esta carretera por el valle de la Bekaa ya se nos hizo evidente la presencia del grupo Hezbollah, con gran arraigo en esta zona, ya que eran numerosas las banderas, los carteles con la imagen de su líder Nasralah y también las huchas donde poder dejar donativos para la causa.
Llegamos a Baalbek tras 2 horas y 15 minutos de viaje desde Beirut, recorriendo unos 87 km. El minibús nos dejó en la plaza principal de Baalbek, delante del banco.
En la Pension Jammal (rue Abdel Halim Hajjar, Baalbek) pagamos 45.000 LBP por una nueva, bonita y enorme habitación doble con baño, en la parte superior de un edificio que está enfrente de la pensión propiamente dicha. Además éramos los únicos huéspedes en todo el edificio.
Desde el balcón de la habitación teníamos una estupenda vista de la cercana Catedral de Santa Bárbara y desde la terraza del edificio una no menos impactante vista de las ruinas de Baalbek con las montañas nevadas del Anti-Líbano como telón de fondo. Muy, muy recomendable, de verdad.
Llegamos a esta pensión siguiendo los consejos de un amable señor al que paramos en la calle y preguntamos por otro lugar, ya que antes habíamos mirado otras opciones que venían en la nuestra guía Lonely Planet: el Hotel Jupiter (20 US$ la habitación, pero bastante cutre), o el Hotel Palmyra (56 US$ por una habitación bastante cochambrosa).
En la misma calle Hajjar, unos 50 metros más allá de la Pensión Jammal, está el pequeño y recomendable restaurante Al-Kayam, donde comer un delicioso shawarma por sólo 1.500 LBP.
Siguiendo esta misma calle hacia el norte, junto al zoco, está la cafetería An-Shams, un buen lugar para merendar, tomar un té y ver pasar la gente por esta concurrida calle.
Y muy cerca de aquí está el recomendable restaurante Chehrazade, situado en la sexta planta de un edificio, desde la que hay unas vistas magníficas sobre la ciudad.
BAALBEK. Esta pequeña ciudad, situada a unos 87 km al nordeste de Beirut, actúa de centro económico y administrativo del norte del Valle de la Bekaa.
Desde luego el interés principal de Baalbek son sus extraordinarios restos arqueológicos, aunque también sería una lástima marchar de la ciudad sin haber dado una vuelta por ella.
Durante los años de la guerra civil libanesa Baalbek estuvo fuera del alcance de los viajeros, ya que esta ciudad era el cuartel general de la milicia chiíta de Hezbollah, por lo que la situación aquí era cualquier cosa menos pacífica y segura para los foráneos.
Por suerte, desde mediados de los años 90 del pasado siglo Baalbek vuelve a estar abierta al turismo extranjero.
Sitio arqueológico de Baalbek. La ciudad de Baalbek tuvo su origen en tiempos fenicios como un lugar de culto a Baal, el dios fenicio del Sol, y del cual deriva su nombre.
Sus yacimientos arqueológicos, unos de los más importantes de Oriente Próximo, fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1984.
Durante el periodo helenístico los griegos llamaron a la ciudad Heliópolis o Ciudad del Sol, aunque la edad dorada de la antigua Baalbek llegó cuando Julio César la hizo una colonia romana.
Debido a su importancia como área agrícola (el valle de la Bekaa es muy fértil) para abastecer la parte oriental del Imperio Romano o quizás gracias a su estratégica situación en las importantes rutas comerciales este-oeste (entre el Mediterráneo y la Siria interior) y norte-sur (entre el norte de Siria y el norte de Palestina), los romanos eligieron Baalbek para construir los mayores templos religiosos del imperio.
A lo largo de 200 años varios emperadores romanos supervisaron la construcción de magníficos templos en honor a Júpiter, Venus y Mercurio, que sirvieron para demostrar la riqueza y el poder de la Roma imperial.
Con sus colosales e imponentes templos y ruinas, Baalbek es uno de los más grandes y bellos ejemplos de arquitectura romana en todo el mundo. También está considerada como una de las maravillas de la antigüedad.
Uno se podría pasar varias horas visitando este complejo de templos, lo cual nos permite disfrutar sin prisas del lugar.
A lo largo de los siglos los templos de Baalbek han sufrido expolios, guerras y terremotos, así como añadidos en la Edad Media, pero hoy día podemos verlos más o menos en su forma original debido a los trabajos de restauración de arqueólogos alemanes, franceses y libaneses que se han realizado en el último siglo.
La entrada al complejo nos costó 12.000 LBP/pax. Se accede a él a través de un majestuoso Propileo (entrada ceremonial) que da paso a dos grandes patios con columnas.
A través de ellos llegamos a los grandes templos del complejo: el templo de Júpiter, el templo romano más grande jamás construido. Hoy día sólo quedan en pie 6 de las 54 columnas corintias originales.
Cada una de estas columnas tiene una altura de 22 metros y un diámetro de 2 metros.
Sólo hay que ponerse junto a una de estas columnas para hacerse una idea de las enormes medidas que debía tener el templo original.
Y en la esquina noroeste de la plataforma sobre la que se asienta el templo, hay bloques monolíticos que podrían pesar unas 1.000 toneladas.
El templo de Baco, por su parte, es quizás uno de los más bonitos y mejor conservado de la antigüedad. Es más pequeño que el de Júpiter, pero mayor que el Partenón de Atenas, por ejemplo.
Vale la pena rodearlo completamente para admirar sus formas y su magnífico estado de conservación.
Cerca de la escalinata del templo de Júpiter se pueden ver los restos de una basílica bizantina que construyó el emperador Teodosio usando piedras del propio templo. A la entrada de esta basílica hay un interesante museo que vale la pena visitar.
Aunque ya fuera del recinto, a 200 metros de la entrada, el bonito templo de Venus es una pequeña estructura circular abovedada y con columnas estriadas que durante la época bizantina fue convertida en una iglesia.
En resumen, por su belleza, estado de conservación y enormes dimensiones el conjunto arqueológico de Baalbek es un lugar que no debemos perdernos por nada del mundo.
Centro de Baalbek. En el centro y alrededores de la propia ciudad de Baalbek también hay algunos puntos de interés que merecen una visita.
Empezamos con la Catedral de Santa Bárbara y también las ruinas de la Gran Mezquita omeya, la cual fue construida con piedras de los templos de la antigua Baalbek.
También son dignas de ver las callejuelas del pequeño zoco o el bulevar Ras al-Ain.
En las fechas de nuestra visita a Ballabek nos llamaron la atención las banderolas que colgaban de las farolas en este bulevar, con fotos de los mártires y el anagrama de Hezbollah sobre fondo verde y amarillo.
Y 1 km al sur del centro de Baalbek se encuentra la cantera de la que procedían los bloques de piedra que se usaron en la antigüedad para construir los templos.
En esta cantera pudimos ver el mayor bloque de piedra jamás creado por el hombre, con unas dimensiones de 21'36 metros de largo, 4'33 de alto y 4'6 de profundidad, con un peso estimado entre 1.200 y 2.000 toneladas.
ANJAR. La pequeña población de Anjar (conocida antiguamente como Gerrha), de mayoría armenia, está situada unos 15 km al este de Chtoura siguiendo la carretera hacia Damasco y ya muy cerca de la frontera con Siria.
Sitio arqueológico de Anjar. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1984. A diferencia de otros sitios arqueológicos libaneses, en las ruinas omeyas de Anjar no hay una superposición de épocas y civilizaciones, si no que todos los restos de este lugar pertenecen a la época omeya (siglo VIII).
Juntamente con la mezquita omeya de Baalbek, estos son los únicos restos de esa época que quedan en el Líbano.
Nosotros no pudimos visitar Anjar por falta de tiempo, por lo que no podemos dar nuestra opinión, pero parece ser que su visita es muy recomendable. Así que viniendo de Damasco o bien visitando el valle de la Bekaa no sería mala idea dedicarle unas horas.
En la misma carretera, junto al Jamal Bank de Baalbek, tomamos un minibús con destino a Beirut (4.000 LBP/pax).
Llegamos a la terminal de Cola de Beirut en tan solo 1 hora y 20 minutos debido a que el conductor de nuestro minibús conducía como un loco.
En Cola teníamos previsto tomar un taxi compartido hasta la estación de autobuses Charles Helou, situada en la zona norte de Beirut. Ahí debíamos coger otro minibús hacia el norte que nos condujera a Biblos.
Pero, para suerte nuestra, nos enteramos antes de que podíamos tomar un minibús directo a Biblos desde la misma estación de Cola. Después de preguntar unas cuantas veces conseguimos averiguar cuál era el que iba a Biblos.
Subimos a él, pagamos 2.000 LBP/pax por el trayecto y salimos poco después. Al salir de Beirut tomamos la autopista que va hacia el norte siguiendo la línea de costa.
Unos 40 minutos después el minibús paró en el arcén de la autopista y el conductor nos indicó que bajáramos. El minibús continuaba viaje hacia el norte y no paraba en el centro urbano de Biblos.
Así que cruzamos la autopista costera y anduvimos menos de 500 metros hasta llegar al centro de Biblos.
En el Ahiram Hotel (Ahiram St, Biblos) pagamos 66.000 LBP por una habitación doble nueva, con baño, TV, nevera, y desayuno incluido. Además, teníamos un balcón que daba directamente sobre la playa Bahsa.
Lo cierto es que el precio inicial era de 99.000 LBP más impuestos, pero como éramos los únicos clientes del hotel pudimos regatear a gusto y eso ayudó mucho a bajar el precio hasta los 66.000 finales.
Por otra parte, la guía LP decía que las habitaciones eran sucias y necesitaban una renovación, pero cuando fuimos ya no era así, puesto que el hotel estaba ya siendo enteramente renovado.
En resumen, hotel muy recomendable. Además, el desayuno era muy completo y por la noche resultaba muy agradable dormirse oyendo sólo el romper de las olas contra la playa.
Una opción más económica en Biblos era el hotel Abi-Chmou, situado junto a la entrada al yacimiento arqueológico, pero estaba lleno cuando llegamos a la ciudad.
Para comer en Biblos podemos recomendar el restaurante Rif Grill, en una bocacalle a 30 metros de Rue Jbail. Ahí pudimos probar una cerveza local, de nombre Almaza, que no estaba nada mal y por sólo 2.000 LBP.
Otro buen lugar, no tan fashion, era el Rock Restaurant, junto al Byblos Bank en Rue Jbail.
Y para tomar algo nada mejor que el Café du Port-Saint Tropez, algo caro, pero con una magnífica vista sobre el puerto viejo y con un sugestivo olor a narguile que inunda el local.
BIBLOS (Jbail en árabe, Byblos en inglés). Esta ciudad, situada 37 km al norte de Beirut, junto al mar Mediterráneo, es una de las urbes más antiguas que se conocen permanentemente habitadas.
Sus orígenes se remontan a hace unos 7.000 años, siendo una de las ciudades fenicias más antiguas que se conocen.
Fueron los griegos (1200 a.C.) quienes le dieron su actual nombre de Biblos (cuyo significado es papiro en griego), ya que era un importante punto en el comercio del papiro.
Biblos y sus restos arqueológicos. La ciudad de Biblos, en conjunto, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1984.
Sus ruinas están consideradas como uno de los vestigios arqueológicos más interesantes del país, ya que entre ellas se encuentran restos de construcciones del quinto milenio antes de Cristo.
Además, con el plus de que aquí se encuentran restos de sucesivas civilizaciones.
Los yacimientos arqueológicos están ubicados al sur de la ciudad vieja de Biblos.
Es una área de excavaciones rodeada por una muralla con la entrada a través del Castillo de los Cruzados. La entrada al complejo nos costó 6.000 LBP/pax.
Es conveniente comenzar la visita por el castillo, construido en el siglo XII, ya que subiendo a lo alto de sus murallas tendremos unas maravillosas vistas sobre los yacimientos, la ciudad vieja y, en general, de los alrededores de Biblos, lo que nos permitirá hacernos una primera composición de lugar.
Un paseo por el yacimiento, junto al mar, nos permitirá ver otros restos de interés, como las ruinas del Templo de Baalat Gebal (el más antiguo de Biblos), el Templo de Reshef, nueve tumbas reales, o el Templo del Obelisco, así como una columnata, el Pozo del Rey y un anfiteatro romano.
Muchos de los vestigios encontrados en este yacimiento hoy se exhiben en el Museo Nacional de Beirut.
En la ciudad medieval, rodeada por murallas en sus flancos norte y este, encontramos la bonita iglesia de San Juan Bautista, una catedral de tres ábsides construida por los cruzados.
Recomendamos también pasear por los callejones de esta parte de la ciudad y ver su restaurado zoco.
También su pequeño e interesante puerto viejo, protegido del mar abierto por un promontorio rocoso y con una torre de defensa a cada lado de la bocana.
Junto al puerto vale la pena echar un vistazo a la terraza del mítico y caro restaurante Byblos Fishing Club, donde hay una galería con numerosas fotografías del propietario del restaurante, Pepe, de origen mexicano, con celebridades internacionales del mundo del cine y la jet-set en los años 60 del s. XX.
En esa época, el pequeño puerto de Biblos era un lugar de parada obligada de los yates de los famosos que navegaban por el Mediterráneo.
Durante los fines de semana, al menos en las fechas de nuestro viaje, la calle que rodea el puerto viejo de Biblos parecía ser un lugar donde algunos libaneses exhibían sus lujosos coches.
Desde nuestro hotel en Biblos, el Hotel Ahiram, andamos, en un agradable paseo, casi 1 km hasta el mismo punto de la autopista donde nos dejó el minibús en el que llegamos a Biblos.
No pasó ni un minuto antes de que parase un autobús que venía del sur y nos preguntase hacia donde íbamos.
Subimos a él porque su destino final era Trípoli, justamente nuestro mismo destino. Pagamos 1.500 LBP/pax por el viaje y en sólo 40 minutos, ya que casi todo el trayecto fue autopista, ya estábamos en el centro de Trípoli.
El autobús nos deja en un punto de Trípoli situado unos 200 metros al oeste de la plaza al-Tall.
En la Haddad Pension (rue Ezzeddine, unos 60 metros al este de la plaza Al-Tall, Trípoli) pagamos 22.500 LBP por una habitación doble con baño compartido.
El lugar era bastante básico, pero con un ambiente muy familiar, casi como estar hospedado en casa de alguien, porque de hecho la familia propietaria vivía ahí. El hecho de que las habitaciones no se pudieran cerrar con llave da una idea de la familiaridad del lugar.
Algunas habitaciones eran algo ruidosas por la noche, debido a la maquinaria de un horno de pan cercano. Por otra parte, la propietaria, muy amable, siempre estaba dispuesta a dar información sobre la ciudad y alrededores.
La pensión está en un callejón algo escondido, por lo que nos ayudó a guiarnos hacia el callejón un rótulo rojo que encontramos con el nombre de la pensión.
Esta ocupa el segundo piso del edificio y las escaleras que suben a él pueden echar para atrás por su estado cochambroso, pero no hay que desanimarse.
Para comer recomendamos el restaurante Lycée, en la calle Rachid Rida, entre las plazas al-Tall y al-Hajman.
Y teniendo en cuenta que Trípoli es famosa por ser la capital dulce del Líbano nada mejor que probar algunas de sus afamadas especialidades en la acreditada pastelería Rafaat Hallab, en la calle Tall.
Pero no hay que irse de Trípoli sin haber ido también a la pastelería Hallab 1881, situada en un precioso y gran edificio, con aspecto de palacio, en la calle Riad el Sohl, en el camino de la ciudad vieja hacia la zona de Al-Mina. Una experiencia para los sentidos.
Ambas empresas llevan produciendo y vendiendo dulces y repostería árabe desde el año 1881, llegando a crear una marca reconocida internacionalmente. Tanto Rafaat Hallab como Abdul Rahman Hallab 1881 cuentan con tiendas en otras ciudades libanesas y venden también a todo el mundo a través de su página web.
TRÍPOLI. La ciudad libanesa de Trípoli, situada 85 km al norte de Beirut, es la segunda capital del país y tiene un carácter propio que la hace diferente del resto, ya que aquí se mezcla lo moderno con lo medieval.
Actualmente la ciudad de Trípoli propiamente dicha forma una gran conurbación con la vecina ciudad de El-Mina. Esta última incluye el puerto y la zona donde se encontraba la ciudad antigua de Trípoli.
Trípoli sobrevivió a la guerra civil libanesa en mejor estado que la mayoría de ciudades del país y conserva además un encanto árabe que ya no es tan palpable en otras ciudades del Líbano.
Trípoli posee la mayor ciudadela de la época de las Cruzadas en todo el país, la Ciudadela de Raimundo de Saint Gilles, así como la segunda mayor concentración de patrimonio arquitectónico de la época de los mamelucos en todo el mundo, tras la ciudad de El Cairo.
La ciudad cuenta con 45 edificios, muchos de ellos del siglo XIV, registrados como lugares históricos, así como varias mezquitas de la época de los mamelucos y de los otomanos, incluyendo madrasas, hammams, caravasares y zocos que han cambiado poco en los últimos 500 años.
A nosotros nos resultó una ciudad muy agradable de visitar y por ello recomendamos visitarla, sí o sí. Además, sus afamadas tiendas de dulces árabes son otra razón de peso para hacerlo.
• Zona de Al-Tall. La zona de Al-Tall ocupa, más o menos, el centro geográfico de la ciudad de Trípoli.
Aquí están la mayor parte de empresas de autobuses, así como el inicio y final de muchas rutas de taxis compartidos.
Lo más característico en esta zona es, sin duda, la Torre del Reloj Sultan AbdulHamid, uno de los iconos más conocidos de Trípoli. Este edificio otomano fue erigido en el año 1906, cuando el Líbano formaba parte del imperio otomano. Junto a la torre se encuentra el parque Al-Manchieh, de forma pentagonal.
• Ruta por la ciudad medieval de Trípoli. La ciudad medieval, la cual se extiende a los pies de la ciudadela de Saint Gilles, concentra la mayor parte de lugares históricos de interés de la ciudad.
Comenzamos esta ruta a pie en la Ciudadela de Raimundo de Saint Gilles (Qal'at Sanjil en árabe), la cual está situada sobre una colina, unos 600 metros al sudeste de al-Tall. La ciudadela domina buena parte de la ciudad. Esta fortaleza ha sido modificada numerosas veces a lo largo de su historia desde su construcción, en el siglo XII.
Lo cierto es que en el interior de la ciudadela no hay gran cosa a ver y no hay rótulos explicativos, pero las vistas de la ciudad desde aquí arriba valen mucho la pena. Pagamos una entrada de 7.500 LBP/pax.
Acabada la visita a la fortaleza recomendamos descender la colina hasta el río Abou Ali que hay detrás de ella para tener una buena perspectiva del conjunto.
Después seguimos la orilla del río Abou Ali hacia el norte para ir al zoco Al-Haraj, un bazar cubierto del siglo XIV que destaca por tener un alto tejado abovedado soportado por columnas de granito. Actualmente está ocupado por vendedores de colchones, almohadas y esteras.
También por esta zona encontramos el Khân Al-Misriyyîn o caravasar de los egipcios. Paseando sin rumbo por el gran zoco llegamos, sin saber como, hasta el precioso Khân Al-Khayyatin, el caravasar de los sastres y que es de los más antiguos de Trípoli, ya que es de principios del siglo XIV, y cuenta con una planta diferente al resto.
Por el camino vimos por fuera el edificio del hammam 'Izz ed-Dîne, construido en el siglo XIII por un gobernador mameluco y en uso hasta hace poco (en el momento de nuestra visita estaba cerrado por obras).
Andando por la calle Malik Faisal, entramos en un callejón a la izquierda y encontramos el Khân as-Saboun, un zoco que adquirió en el siglo XVIII una gran reputación por sus jabones perfumados de alta calidad.
Actualmente en este zoco aún quedan establecimientos que venden jabón y el más grande de ellos es la tienda de Ahmad Bader Hassoun, un estupendo lugar donde comprar jabones, aunque el problema es escoger entre la gran cantidad y variedad. Por ejemplo, una pastilla de jabón artesanal de jazmín costaba 1.000 LBP.
Detrás de este caravasar está el hammam el-Abed, del siglo XVII y el único que continuaba funcionando en Trípoli.
Camino de la cercana Gran Mezquita pasamos por delante de varias madrasas, como la madrasa al Tuwashiyat, la cual cuenta con una bella fachada, y hammams.
La Gran Mezquita fue construida en el siglo XIII sobre una catedral cruzada en ruinas del siglo XII, con un patio rodeado de pórticos y una sala de oraciones abovedada.
Muy cerca de aquí tenemos la preciosa madrasa Al-Qartâwiyat, probablemente el edificio más decorado de Trípoli y el único con una sala de oración cubierta por una cúpula oval.
Yendo hacia el sur por la calle Cheikh Nassif al-Yazigui y bordeando el cementerio llegamos a la bellísima mezquita Taynâl, con ejemplos únicos en Trípoli de arquitectura decorativa de la época mameluca.
El muezzin de esta mezquita fue muy amable con nosotros, además de divertido. Para nosotros, la visita a esta mezquita fue de lo mejor de Trípoli.
Yendo ahora hacia el norte y dejando el cementerio a la izquierda pasamos junto a la curiosa mezquita Al-Muallaq o mezquita colgante, que quizás se llame así porque está en un segundo piso.
Muy cerca encontramos el hammam Al Jadid, el más grande de la ciudad, pero llevaba ya más de 35 años cerrado. Y es una lástima, porque el sitio es realmente bonito y más si se arreglara bien.
Su visita nos resultó muy interesante. De hecho, estaba cerrado, pero en una tienda cercana tenían la llave que nos permitió acceder a él. Son realmente interesantes las fotos de época que hay ante la puerta del hammam.
• Al Mina. Para ir a la vecina Al Mina, unos 4-5 km al oeste del centro de Trípoli, tomamos un taxi compartido en et-Tall por 1.000 LBP que nos dejó en la Corniche de esta península, concretamente en la avenida El Istiklal.
Aparte de pasear por este paseo marítimo, muy concurrido por los locales, y ver el mar y las pequeñas islas e islotes que hay frente a la costa, no hay mucho más que ver aquí.
VALLE DE QADISHA (también escrito como Kadisha). Este valle, situado al sudeste de Trípoli, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1998, conjuntamente con el Bosque de los Cedros).
El Valle de Qadisha (también conocido como el Valle Sagrado) fue el escenario de uno de los primeros y más importantes asentamientos monásticos cristianos en todo el mundo y de ahí su gran importancia.
Además, sus monasterios, antiquísimos la mayor parte de ellos, se yerguen espectaculares en medio de un paisaje accidentado, en un largo cañón formado por el río Kadisha (el cual recibe el nombre de Abou Ali cuando cruza Trípoli)
La población de este valle es principalmente cristiana maronita, agrupada en pequeños pueblos que están situados entre los 1.500 y 2.000 metros de altura, aunque las montañas más altas que circundan el valle llegan a los 3.100 metros.
Disponiendo de varios días en la zona las posibilidades de caminatas por los distintos pueblos del valle, así como por el fondo del barranco o por las montañas son prácticamente infinitas.
En nuestro caso sólo pudimos destinar un día a esta zona del país, por lo que nos tuvimos que conformar con ver rápidamente algunos pueblos del valle y, sobre todo, el Bosque de los Cedros. Esta excursión valió mucho la pena, y la recomendamos, pero nos fuimos con ganas de más.
• Bsharri (o Bsharre). Esta población está situada en la cabecera del valle de Qadisha, a 1.450 metros de altura, y es el sitio idóneo desde donde visitar los archifamosos cedros del Líbano.
Pero también es famoso por ser el pueblo natal de Gibran Khalil Gibran (1883-1931), un conocido poeta y pintor libanés. Hay un museo sobre él en el monasterio Mar Sarkis, en una ladera rocosa al este del pueblo.
En Bsharri pudimos ver también la Catedral de San Sabas, la más alta de la región, siendo una más de las 37 iglesias que hay en esta población, por lo que es conocida popularmente como la ciudad de las iglesias.
Para llegar a Bsharri desde Trípoli tomamos un pequeño autobús que salió a las 8:30 desde la plaza Abdel Hamid Karami (frente a la Oficina de Turismo), unos 300 metros al sureste de la plaza Tall de Trípoli.
El autobús nos costó 2.500 LBP/pax y empleamos unos 75 minutos en el trayecto hasta la plaza principal de Bsharri.
Los paisajes que veíamos desde la ventanilla del autobús eran realmente espectaculares, sobre todo a partir de la población de Zgharta, por lo que ya sólo este trayecto justifica el viaje.
Las vistas sobre el barranco que se abre al valle de Qadisha, los pequeños pueblos de casas con tejados de teja roja, las montañas aún nevadas, o los pueblos colgados sobre el barranco hicieron de este lugar una experiencia magnífica.
A ratos la carretera no era apta para viajeros con vértigo. Para las mejores vistas sobre el barranco, en el camino de Trípoli a Bsharri, es mejor sentarse en el lado izquierdo del autobús, mientras que a la vuelta lo es el lado derecho.
• Bosque de Cedros. Desde la plaza principal de Bsharri la carretera asciende durante 7 km hacia el norte hasta llegar a uno de los últimos bosques de cedros libaneses (Cedrus libani) originales que quedan en el país.
Este bosque, conocido como Arz el Rab (Cedros del Señor), es el más famoso de todos, ya que es el único que puede dar una idea del tamaño y magnificencia de estos árboles tan antiguos.
Contiene unos 375 ejemplares de gran edad, algunos de los cuales tienen más de 1.500 años, con alturas que alcanzan los 32 metros y diámetros entre 12 y 14 metros.
Lo que vemos actualmente son los restos de un enorme bosque de cedros, así como de cipreses o pinos, que una vez cubrieron el Monte Líbano. También hay otros cedros, más jóvenes, que se han plantado posteriormente para asegurar su supervivencia.
En 1876 se construyó un muro de piedra que envolvió las 102 hectáreas del bosque con el fin de protegerlo. Con posterioridad se añadieron 3 km de caminos por el bosque para poder visitarlo sin causar daños a este frágil entorno.
En el centro del bosque hay una capilla maronita construida en el año 1843.
En las fechas de nuestra visita (segunda quincena de abril) aún quedaba algo de nieve en el bosque y alrededor de él, realzando aún más la belleza del conjunto. Pudimos pasear por el bosque durante más de una hora, completamente solos, con la única compañía del sonido de los pájaros.
Esta visita al bosque de cedros nos gustó mucho y la recomendamos, ya que el bosque en sí y los paisajes limítrofes son realmente bonitos y diferentes al resto del país.
Si aún queda tiempo y ganas, desde aquí se puede ascender al Qornet es-Sawda, el pico más alto del Líbano, con 3.088 metros de altura, a pie o en un vehículo 4x4.
Nosotros no lo hicimos por falta de tiempo, pero nos comentaron que desde la cima hay una vista panorámica espectacular de la costa libanesa hacia el oeste. Se dice que en un día claro se puede llegar a ver la isla de Chipre.
Para llegar al bosque Arz el Rab negociamos un taxi en Bsharri, pagando 10.000 LBP por ir, volver y el tiempo de espera allí (90 minutos son más que suficientes).
Es un trayecto de unos 15 minutos que se encarama a la montaña y pasa por una zona de hoteles de una estación de esquí cercana que es la más antigua del Líbano.
El taxi nos dejó 1 km más allá, en un lugar donde hay varias tiendas de recuerdos a lado y lado de la carretera.
Por cierto, aquí podéis comprar un bonito recuerdo en forma de figuras que representan un cedro y hechas con madera de cedro obtenida de ramas caídas.
Si siguiéramos esta carretera unos 53 km hacia el este, cosa que nosotros no hicimos, pasaríamos junto a la mencionada estación de esquí, situada a una altura de 2.066 metros, y cruzando un puerto de montaña que hay más allá llegaríamos a la ciudad de Baalbek, en el valle de la Bekaa.
Esta carretera permite, en teoría, ir desde Trípoli hasta Baalbek sin tener que dar la vuelta por Beirut, pero el puerto de montaña que hay en la ruta suele estar cerrado buena parte del año por la nieve y, además, no parece que haya transporte público (al menos en las fechas de nuestra visita). Y un taxi privado puede salir muy caro.
Para volver a Trípoli desde Bsharri podíamos haber cogido el autobús en la plaza principal (conviene, al llegar a Bsharri, preguntar a que hora es el último), pero nosotros preferimos andar por la carretera que bordea el barranco en dirección a Hasroun, un bonito pueblo de casas pintorescas, viejas iglesias y jardines, a 6 km al oeste de Bsharri.
Esta caminata nos permitió disfrutar de una espectacular vista por el lado este del inicio del barranco del valle de Qadisha, formado por el río Abou Ali, así como de la población de Bsharri desde una perspectiva sur.
Cuando llevábamos andados unos pocos kilómetros se detuvo un autobús que venía de Trípoli para preguntarnos si volvíamos a la ciudad y, al contestar nosotros afirmativamente, el conductor hizo un ademán para que subiésemos al autobús, aunque ahora estaba yendo en sentido contrario al que queríamos.
Con este autobús fuimos bordeando el valle de Qadisha por su lado norte hasta llegar a Hadchit. Aquí el autobús dejó pasaje y dio media vuelta, conduciéndonos de nuevo a la plaza principal de Bsharri, donde se detuvo un rato.
Nuestro regreso efectivo a Trípoli empezó realmente aquí, ya que el resto fue para nosotros un trayecto extra que nos permitió ver pueblos y una perspectiva del valle que no habíamos visto hasta entonces.
El trayecto a Trípoli en este autobús (2.500 LBP/pax) la hicimos en sólo 65 minutos.
Para ir desde Trípoli hasta Sidón, recorriendo de norte a sur buena parte de la costa libanesa, no había otra opción que hacerlo vía Beirut, cambiando de transporte en esta ciudad.
Así que, primeramente, tomamos un autobús de la compañía Trípoli Express que iba directo a Beirut, sin paradas intermedias y con un vehículo grande y cómodo. Pagamos 2.500 LBP/pax por el trayecto y el autobús salió desde delante de las oficinas de la compañía, en la esquina de las calles Tall y Fouad Chehab de Trípoli.
En poco más de 90 minutos llegamos a Beirut y el conductor nos dejó junto al Museo Nacional, el punto de su ruta más cercano a la estación de Cola, ya que le habíamos dicho que nuestro siguiente destino era Sidón.
Ahí mismo tomamos un taxi compartido que, por 1.000 LBP/pax, nos llevó hasta el centro de transporte Cola, a unos 2'5 km de este punto. Al llegar a él preguntamos por un transporte a Sidón y nos indicaron un par de autobuses: uno rápido (1.500 LBP/pax) y otro lento (750 LBP/pax).
Finalmente nos decidimos por el rápido: un autobús grande, muy cómodo y con asientos reclinables. Tras sólo 40 minutos de viaje llegamos al destino final, en la plaza Saahat en-Nejmeh, muy cerca del centro de Sidón.
En el Hotel Katia (Khan Al Frange, Al Kendarjieh souk, Sidon) pagamos 22.500 LBP por una habitación doble con baño, ventana y un balcón (desde él veíamos el puerto y el mar).
La habitación era básica y espartana, no en vano el edificio había sido un antiguo convento. Pero se trataba de un lugar limpio, tranquilo y bien situado. En el caso de estancias de más días se podía negociar el precio a la baja.
Este lugar está en mitad del zoco de Sidón, por lo que encontrarlo puede resultar bastante difícil. Pero preguntando por él en el zoco es fácil encontrar a alguien dispuesto a acompañarnos hasta la entrada. De hecho la puerta de entrada al hotel está en el callejón junto al lado izquierdo del Khan el-Franj, visto desde la entrada de éste.
Para comer en Sidón un buen lugar son los chiringuitos que hay en la corniche El Baher, frente al Castillo del Mar. Recomendamos sobre todo el de Abou Rami, donde preparan unos excelentes bocadillos de felafel por 1.250 LBP.
Sidón es famoso también por su variedad de dulces locales, fácilmente visibles, formando pequeñas formas piramidales en tiendas y pastelerías. La especialidad más conocida recibe el nombre de senioura, una deliciosa galleta que se deshace. Un lugar perfecto para probarla es la pastelería Kanaan Sweets, en rue Riad as-Solh.
SIDÓN (Saida en árabe). esta ciudad costera, situada 48 km al sur de Beirut, es una de las ciudades libanesas más importantes a cuanto a patrimonio histórico y cultural, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta que tiene más de 6.000 años de historia y que fue una importante ciudad fenicia.
Hoy en día Sidón es la mayor ciudad del sur libanés, pero con una agradable atmósfera de pequeña ciudad.
Desde la época persa Sidón fue conocida como la ciudad de los jardines y aún hoy día está rodeada de plantaciones de bananas y cítricos.
Aunque Sidón y Tiro no suelen estar en el circuito habitual de los pocos viajeros que visitan el Líbano, nosotros somos de la opinión de que vale mucho la pena visitar el sur libanés.
Desde luego nosotros disfrutamos mucho de los pocos días que pasamos en esta parte del país, con unas particularidades que la hacen ser distinta al resto.
• Castillo del Mar. Este castillo fue construido por los cruzados a principios del s. XII sobre una pequeña isla conectada a la costa por un paso elevado sobre el mar.
Pagamos 4.000 LBP/pax por la entrada al castillo y su máximo interés es la magnífica vista que tiene sobre el mar, el puerto y la ciudad vieja de Sidón subiendo a su tejado.
Parece ser que esta fortaleza fue de gran belleza, pero poco queda de los adornos que decoraban sus murallas después de que los mamelucos destruyeran todos los castillos en el mar para prevenir que los cruzados pusieran de nuevo el pie en la costa.
Junto al castillo está el Saida Rest House, un elegante restaurante situado en un bonito edificio medieval. En su interior hay techos abovedados y decoración medieval, y también un precioso patio con una fuente.
• Zocos. Entre el castillo del Mar y el castillo de San Luís se extiende la ciudad vieja de Sidón, con sus mercados medievales. No muy lejos del castillo del Mar está el pintoresco y laberíntico zoco cubierto de Sidón.
Aunque este zoco quedó bastante deteriorado a causa de la guerra, poco a poco se ha ido reconstruyendo. Vale la pena perderse por sus callejuelas para descubrir las numerosas tiendas, negocios y cafés que se esconden en él.
Los pescadores venden sus capturas en el mercado de pescado, situado entre el puerto y el paseo marítimo.
• Khan El Franj. Este bonito caravasar es el mayor y mejor conservado de todos los que construyó Fakhreddine II, un emir druso del emirato Monte Líbano (siglos XVI-XVII).
Tiene una estructura típica formada por un gran patio rectangular en el centro, con una fuente, y rodeado de galerías abovedadas.
Fue el centro de la actividad económica en el siglo XIX y también llegó a albergar el Consulado francés.
En las fechas de nuestra visita estaba siendo renovado para ser el centro cultural de Sidón.
• Museo del Jabón. Este magnífico museo es el primero del país dedicado al arte de la fabricación tradicional del jabón.
En este Museo del Jabón es tan interesante la exposición en sí como el espacio donde se ubica, un edificio de piedra con partes que datan del siglo XIII.
Además hay otras salas con exposiciones auxiliares y también un café y una tienda, todo ello presentado con un gusto exquisito. Se trata, pues, de otro lugar muy recomendable y de visita obligada.
En las fechas de nuestra visita la entrada al museo era gratuita, ya que el museo estaba financiado con fondos de un clan familiar de banqueros libaneses.
• Gran Mezquita. Al sur del zoco, en el camino hacia el castillo de San Luís, se encuentra esta mezquita que antiguamente fue la iglesia de San Juan de los Hospitalarios, hasta que los cruzados fueron expulsados de Tierra Santa.
Los cuatro muros fortificados de este edificio rectangular son del siglo XIII y le confieren un aspecto inexpugnable, en especial visto desde el lado este.
La entrada a la Gran Mezquita es muy bonita, ya que para acceder a ella hay que pasar por un antiguo palacio.
• Castillo de San Luís (Qalaat El Muizz). Este castillo fue levantado por el rey francés Luís IX durante las Cruzadas, a mediados del siglo XIII.
Los restos que quedan del castillo permiten observar varias etapas en la reconstrucción durante la época mameluca, en el siglo XVII.
Al pie de la colina donde está ubicado el castillo, más al sur de la Gran Mezquita, se encuentran los restos de unas cuantas columnas romanas esparcidas por el suelo.
• Colina del murex. Junto al lado suroeste del castillo de San Luís hay una colina artificial de 100 metros de largo por 50 de alto que se formó por la acumulación de los deshechos de conchas de murex, un molusco que era muy abundante en la zona y que se utilizaba en las factorías del famoso tinte púrpura en tiempos de los fenicios.
Los romanos ya empezaron a levantar edificios sobre esta colina. Hoy día la colina está cubierta de casas y edificios, así como un cementerio. Aún se puede ver alguna concha de murex rota en la parte baja de la colina, pero debido a las construcciones cada vez esta zona es más inaccesible.
TIRO (Sour en árabe, pronunciado Sur). La ciudad de Tiro está situada junto al mar Mediterráneo, unos 38 km al sur de Sidón y a 82 km de Beirut. Y a unos 20 km al norte de la conflictiva frontera con Israel.
La ciudad cuenta con cinco milenios de movida historia, pero su edad dorada la vivió en el primer milenio antes de Cristo, cuando Tiro era fenicia y sus colonias se extendieron por todo el Mediterráneo y el Atlántico.
Cuando Tiro pasó a formar parte del imperio romano, estos construyeron grandes e importantes monumentos en la ciudad, incluyendo un acueducto, un arco triunfal y el mayor hipódromo de la antigüedad.
Tiro padeció enormemente los efectos de la última guerra civil libanesa y, de hecho, estuvo ocupada por soldados israelíes hasta mediados del año 2000.
En las fechas de nuestra visita aún era visibles los rastros de la destrucción y las obras de reconstrucción consiguiente en algunas zonas de la ciudad.
Nosotros visitamos Tiro en una fácil excursión de un día desde Sidón, aunque, si hubiéramos dispuesto de más días, nos hubiera gustado pasar al menos una noche en esta tranquila e interesante ciudad.
Para pernoctar en Tiro pensamos que podría ser un buen lugar el hotel y restaurante Al-Fanar (calle Rashid Nakhle, Tiro), ya que por casualidad pasamos por delante de él y su amable propietario nos invitó a ver las estupendas vistas del mar y del faro visibles desde sus ventanales posteriores. Está ubicado junto al faro de Tiro.
Los minibuses que hacen el trayecto entre las ciudades de Sidón y Tiro salen desde el aparcamiento que hay en el lado oeste de la plaza Nejmeh de Sidón.
Pagamos 1.000 LBP/pax por un minibús que hizo ese trayecto de 38 km en una hora. La parada final en Tiro fue en su zona portuaria. Para regresar de nuevo a Sidón tomamos un minibús en este mismo lugar.
Ruinas arqueológicas de Tiro . El conjunto de sitios arqueológicos de Tiro fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1979, también para intentar preservarlos del pillaje y de la guerra.
Este conjunto de sitios arqueológicos los encontramos distribuidos en tres zonas diferenciadas:
• Zona de Al-Mina. Está situada en el extremo suroeste de la ciudad de Tiro. En ella encontramos restos de las épocas griega, romana y bizantina, entre los cuales encontramos edificios civiles, columnatas, baños públicos, calles con mosaicos y una especie de circo rectangular.
Una larga calle con columnas conduce directamente al mar. Y desde la orilla podremos ver, a poca distancia, pequeñas islas que de hecho eran los rompeolas y muelles del antiguo puerto fenicio, llamado puerto egipcio porque estaba encarado hacia el sur, donde está Egipto.
En conjunto se trata de un lugar fantástico y muy recomendable de visitar, no ya sólo por las ruinas en sí, sino por su ubicación junto al mar.
La entrada a estas ruinas costaba 6.000 LBP/pax.
• Catedral de los Cruzados. Llegamos a ella caminando sólo 5 minutos hacia el oeste desde la entrada de la zona anterior.
De esta antigua catedral sólo quedan en pie parte de los cimientos y algunas columnas de granito.
Las excavaciones han hallado aquí una red de vías romanas y bizantinas, además de algunos edificios.
No se permitía la entrada a la zona, aunque nosotros pudimos entrar porque en ese momento la verja estaba abierta al estar un equipo de topógrafos tomando mediciones. De todos modos el conjunto es visible desde la carretera.
• Zona de Al-Bass. Esta zona está situada al este de las dos anteriores, suponiendo un largo paseo de más de 3 km para llegar a la entrada, en el lado este del enorme complejo.
El complejo está formado por restos que datan de los siglos II al VI: una gran necrópolis romana y bizantina con interesantes sarcófagos, un arco triunfal de tres ojos y los restos de un acueducto que traía el agua a la ciudad.
Pero, sobre todo, destaca el espectacular hipódromo romano, el mayor y mejor conservado del mundo, con una estructura de 480 metros de longitud que permitía sentarse a 20.000 espectadores para ver las carreras de cuadrigas.
Vale la pena subir a la parte superior de las gradas para tener una vista privilegiada del conjunto.
La entrada a esta zona costaba 6.000 LBP/pax y es también muy muy recomendable.
Otras zonas de Tiro. En el largo paseo que hicimos para ir desde la zona de Al-Mina a la de Al-Bass pasamos por un barrio residencial de Tiro llamado Hay Er-Raml o barrio de la arena.
Su nombre viene dado porque, con la acumulación artificial de arena y tierra que se ha producido a lo largo de los siglos, hoy una parte de Tiro descansa sobre una península, pero en la época fenicia estaba en realidad sobre una isla que se acabó uniendo al continente a través de un paso elevado sobre el mar.
También vale mucho la pena dar un tranquilo paseo por el núcleo antiguo de Tiro, junto al puerto pesquero.
Empezamos visitando un pequeño, pero animado, zoco cubierto. Junto a la entrada del zoco hay un caravasar otomano y en una calle lateral una casa mameluca, una residencia del periodo otomano que actualmente servía de centro de información del Directorado General de Antigüedades).
Cerca del zoco también hay una interesante mezquita con dos cúpulas. Y muy bonito y fotogénico es el pequeño, pero siempre ajetreado, puerto pesquero de Tiro, existente desde la época fenicia.
En el lado oeste del puerto encontramos el barrio cristiano, una zona pintoresca de estrechas callejuelas, con arquitectura tradicional y numerosas iglesias. Y junto al faro de Tiro, situado en el extremo noroeste de la península, hay una pequeña playa de guijarros que da acceso al mar.
Desde Sidón volvimos a Beirut con un autobús que salía desde la plaza Saahat en-Nejmeh (1.500 LBP/pax).
Tras un corto viaje de 40 minutos llegamos, una vez más, a la estación de autobuses Cola, en la zona sur de Beirut. Y desde aquí tomamos un servicio de taxi para ir la zona de Hamra, donde nos alojábamos.
Y el día de regreso a casa tomamos un taxi privado en la calle Hamra, cerca de nuestro hotel en Beirut, y negociamos un precio de 10.000 LBP para ir al aeropuerto Rafic Hariri de Beirut, al que llegamos en sólo 35 minutos, puesto que ya era tarde y no había mucho tráfico.
Una vez en el aeropuerto, y antes de embarcar, encontramos una oficina del Byblos Bank donde cambiamos a euros las pocas libras libanesas que nos quedaban.
Nuestro vuelo de KLM tardó 4 horas y 15 minutos en aterrizar en el aeropuerto Schipol de Amsterdam. Y, por último, tras una corta conexión en este aeropuerto llegamos a Barcelona en otro vuelo de 2 horas y 10 minutos.
Como resumen del viaje, podemos afirmar que volvimos a casa habiendo disfrutado enormemente de estos días por tierras libanesas. Para siempre más el Líbano tendrá un lugar en nuestro corazón.