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ISRAEL / PALESTINA

Relato de una escapada a Israel y Palestina

Antonia y Gerardo
Published on Fecha viaje: 2019 | Publicado el 8/5/2019
Última actualización: 04/2022
2.7 de 5 (97 votos)

Introducción

Este viaje a Israel y Palestina surgió de forma inesperada, aunque llevábamos tiempo deseando visitar la zona.

Nuestra primera intención fue viajar en la Semana Santa de 2019, aunque éramos conscientes de que ese periodo es temporada altísima y además en 2019 coincidía con la Pascua judía.

Sin embargo, cuando supimos que podíamos disfrutar de cinco días libres a finales de febrero, rápidamente decidimos que iríamos en esas fechas, aunque haciendo un viaje más corto que el que teníamos en mente.

En total, fueron cuatro días completos en Israel y Palestina, más el día de ida y el día de vuelta (nos fuimos un martes y volvimos un domingo).


Ficha técnica del viaje

Fechas del viaje

Del 26 de febrero al 3 de marzo de 2019.

Itinerario

Día 1: Granada - Málaga - Barcelona - ...
Día 2: ... - Tel Aviv - Jerusalén
Día 3: Jerusalén - Belén - Jerusalén
Día 4: Jerusalén - Mar de Galilea - Acre
Día 5: Acre - jardines Bahai - Tel Aviv - Jaffa
Día 5: Jaffa - Barcelona - Málaga - Granada

Dinero

La unidad monetaria en Israel es el Nuevo Séquel (que se abrevia como NIS y tiene código iso ILS), que se usa también en los Territorios Palestinos. Ver cambio oficial actualizado en el enlace Eur -> NIS

Por nuestra experiencia vimos que las tarjetas de crédito son comúnmente aceptadas. Y nos sorprendió la gran cantidad de cajeros automáticos que vimos en las ciudades que visitamos: los había por todas partes.

En los últimos años han salido al mercado diversas tarjetas de compra emitidas por las empresas llamadas fintech, que permiten viajar al extranjero sin pagar comisiones por el uso de cajeros automáticos.

Nosotros estrenamos una tarjeta de este tipo y la experiencia fue agridulce, pues nada más llegar al aeropuerto de Tel Aviv fuimos a un cajero a intentar sacar dinero y tras varios intentos no nos dio nada y tuvimos que recurrir a otra tarjeta, con la que sí conseguimos sacar.

Esa misma tarde comprobaríamos que en la cuenta de la primera tarjeta nos habían descontado el dinero de las supuestas extracciones. Tras reclamar nos lo devolvieron a los 15 días. Sí utilizamos la tarjeta de la fintech en pagos diversos (incluso pagar en las máquinas de billetes del tranvía de Jerusalén) y no nos dio problemas.

Señalamos también que en los restaurantes el servicio no va incluido en la factura. En alguno de los que estuvimos nos resultó curioso (no lo habíamos visto nunca antes) que a la hora de pagar con tarjeta, en el datáfono salía -antes de confirmar- una opción para elegir el porcentaje destinado al servicio.

Gastos del viaje

+ 422 € (vuelos Málaga - Barcelona - Tel Aviv, ida y vuelta)
+ 400 € (hotel: cuatro noches de alojamiento)
+ 152 € (alquiler de coche)
+ 36 € (aparcamiento en el aeropuerto de Málaga)

En el precio del vuelo, con la compañía Vuelingimage, se incluyen 45 € por persona de coste de selección de asientos, para tener más espacio para las piernas en los trayectos entre Barcelona y Tel Aviv, que superan las cuatro horas. En todos los trayectos utilizamos tarjetas de embarque electrónicas en el móvil.

En cuanto a los hoteles decir que fueron dos noches en Jerusalén, una en Acre y otra en Tel Aviv. Todas las reservas fueron efectuadas a través del portal Booking.com.

El precio del alquiler de coche fue superior a lo inicialmente previsto, por la causa que detallamos más adelante.

Seguridad

La principal duda que quizá se plantea a todo el que quiere visitar Israel es si es seguro viajar por allí. No se puede, por supuesto, obviar que se trata de uno de los lugares del mundo que genera más tensiones, por el duradero conflicto árabe-israelí (en Internet se puede encontrar amplísima bibliografía, desde todos los puntos de vista).

A este respecto, todos sabemos que hay periodos en que el conflicto se recrudece, en una inacabable espiral acción-reacción; está claro que en esos periodos de mayor violencia es totalmente desaconsejable el viaje.

Luego, hay un permanente goteo de enfrentamientos puntuales, que se suelen producir en los pasos fronterizos, especialmente con Gaza, pero también con Cisjordania; este tipo de actos no van dirigidos contra los turistas, sino que son enfrentamientos aislados entre israelíes (normalmente soldados, pero también colonos armados) y activistas palestinos.

Pero aunque pueda resultar incluso frívolo decir esto, puesto que no cabe olvidar tal situación de conflicto (y de injusticia), aparte de lo descrito la seguridad ciudadana en Israel (y también en Cisjordania) es bastante notable.

Eso sí, tal como contamos más adelante, en Jerusalén el viajero deberá acostumbrarse a la presencia habitual de militares y policías fuertemente armados, si bien en el resto de Israel no vimos nada de eso.

A tener en cuenta

Israel es un país con un nivel de desarrollo propio de lo que antes llamábamos "mundo occidental" (esta denominación cada vez es más inexacta, pero creemos que se entiende) y cuenta tanto con infraestructuras y equipamientos públicos modernos, como con comercios y servicios como los que podemos encontrar en Europa occidental.

Eso sí, como más tarde señalaremos, las zonas de población árabe dentro del Estado de Israel no alcanzan el mismo nivel. Menos aún, los Territorios Palestinos.

No obstante lo anterior, cuando se viaja por Israel hay que tener muy presente la cuestión del shabat, la fiesta semanal religiosa judía, que tiene algunas implicaciones poco comprensibles en el mundo moderno, como es el hecho de que el transporte público deja de funcionar en todo el país.

Esto habrá que tenerlo en cuenta a la hora de planificar el viaje. Además, se da la circunstancia de que como el shabat dura desde el atardecer del viernes hasta que anochece el sábado, luego no se reanuda el transporte público hasta la mañana siguiente.

También hay que tener en cuenta otras festividades judías, que pueden tener las mismas implicaciones que el shabat, así que -como decimos- hay que consultar horarios a la hora de moverse en transporte público.

Como curiosidad, añadimos además información sobre los preceptos kosher, que regulan -y mucho- la manera de comer de los judíos religiosos. Aunque nuestra experiencia fue que con los turistas hacen la "vista gorda".


DIARIO DE LA ESCAPADA A ISRAEL Y PALESTINA

Día 1: Granada - Málaga - Barcelona - ...

El martes por la tarde nos fuimos en coche de Granada a Málaga (saliendo desde el aeropuerto de Málaga en vez de desde Granada nos salía por la mitad de precio, aunque el vuelo de Barcelona a Tel Aviv fuese después el mismo).

Al llegar a Málaga dejamos el coche en un aparcamiento exterior cerca del aeropuerto y tomamos el vuelo de Vuelingimage con destino a Barcelona.

En aeropuerto de El Prat cenamos algo y embarcamos en el avión hacia Tel Aviv. Ya entre el pasaje que esperaba empezamos a ver personas con vestimentas religiosas judías, que nos resultaron curiosas.

Desde lejos, vigilaban discretamente tres policías nacionales, pero no hubo nada fuera de lo normal en el embarque.


Día 2: ... - TEL AVIV - JERUSALÉN

El vuelo fue nocturno y dormimos algo en el avión, llegando al aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv sobre las 4 de la mañana hora local (en esta época, en Israel hay una hora más respecto al horario peninsular español).

Frente a lo que habíamos leído en algunos foros, que relatan largos trámites de entrada en Israel e interrogatorios por parte de la policía, nuestra entrada fue rapidísima y el funcionario que sellaba los pasaportes sólo nos preguntó el motivo de la visita, a lo que respondimos que "turismo" y él puso el sello sin más, con una sonrisa.

Bueno, realmente no se sella el pasaporte sino que se entrega un papelito que sirve de sello. Al parecer, se trata de una deferencia para evitar problemas en viajes posteriores, puesto que hay países que no aceptan a viajeros con sello israelí en el pasaporte.

Después del episodio con el cajero automático que hemos mencionado en el apartado anterior, desayunamos algo en una cafetería y nos fuimos al exterior de la terminal (era la terminal 3, la que concentra los vuelos internaciones) a tomar el autobús para Jerusalén.

El autobús que va del aeropuerto Ben Gurion a Jerusalem es el autobús nº 485, de la compañía Afikim. Sale a cada hora en punto durante las 24 horas del día, excepto en shabat.

También hay la opción de ir a Jerusalén o Tel Aviv en un tren de alta velocidad, pero empieza a funcionar a las 6:30 (tampoco está en servicio durante el shabat).

El autobús tarda casi una hora en llegar a la estación central de Jerusalén y cuesta 16 NIS, que se pagan al conductor (hay que advertir que la parada del autobús está, saliendo de la terminal, justo delante, donde paran todos los autobuses, pero  no está muy bien indicada y da lugar a duda).

En el trayecto a Jerusalén nos amaneció un día lluvioso; la lluvia nos acompañaría todo el día y el siguiente. Llegamos a la estación central de Jerusalén y, aunque nuestro propósito inicial era ir andando hasta el alojamiento, el mal tiempo nos hizo decidirnos por el tranvía (5,9 NIS por trayecto), que paraba justo delante del hotel (parada Mahane Yehuda).

En el enlace dado puede verse un mapa de los recorridos del tranvía de Jerusalén (de momento, solo hay una línea) y demás información útil.

Ecléctico puesto de venta de camisetas, en la Ciudad Vieja
Ecléctico puesto de venta de camisetas, en la Ciudad Vieja

Se paga en unas máquinas que hay en las estaciones (se puede hacer con tarjeta de crédito) y luego se valida el billete dentro del tranvía.

El hotel se llamaba Avital Hotel, donde pagamos 430 NIS la noche (unos 103 €, con desayuno) por una habitación con cocina.

Este hotel es un tanto básico (hay que tener en cuenta que no tiene ascensor), pero es limpio, las camas eran cómodas y su personal es muy amable.

Cuenta además con una excelente ubicación, en la calle Jaffa, a unos 20 minutos andando de la Puerta de Jaffa de la ciudad antigua, y con una parada de tranvía delante, con el que llegas en pocos minutos a la Puerta de Jaffa y a la Puerta de Damasco, que son las principales. El mercado de Mahane Yehuda está casi al lado del hotel.

En el hotel, por la temprana hora, no pudimos entrar en las habitaciones, pero sí nos cambiamos de pantalones, que los teníamos mojados por la lluvia, y dejamos las maletas allí. Volvimos al tranvía y nos bajamos en la parada de la bella Puerta de Damasco, internándonos por primera vez en la fascinante ciudad vieja de Jerusalén.

La ciudad vieja está dividida en cuatro barrios: judío, árabe, cristiano y armenio. Y, sin que existan fronteras físicas entre ellos, cada uno tiene su propia singularidad y elementos que los caracterizan.

Nosotros aprovechamos lo temprano de la hora (no eran aún las 7 de la mañana) y nos dirigimos, a través del barrio árabe, que empezaba su frenética actividad comercial, hacia donde se encuentra el Muro de las Lamentaciones.

Este es el lugar más sagrado para el judaísmo y está situado bajo la Explanada de las Mezquitas, como la llaman los musulmanes, o el Monte del Templo, para los judíos.

En el Muro no había nadie, ni orando ni controlando, con lo que pudimos acercarnos y estar allí solos.

Muro de las Lamentaciones (Jerusalén)
Muro de las Lamentaciones (Jerusalén)

A continuación, encontramos (con un poco de dificultad, porque no está muy señalizado) el acceso a la Explanada de las Mezquitas (o Monte del Templo, como nos apuntó, con una sonrisa, un guardia israelí en el control de acceso, en el que ni siquiera nos hicieron pasar los bolsos por el escáner).

Allí se encuentran la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al Aqsa. La coincidencia de espacios sagrados para las dos religiones ha provocado en el pasado brotes de gran violencia (segunda y tercera Intifada) y sigue siendo una fuente potencial de conflicto.

Tras esto, salimos de la Explanada hacia la Puerta de los Leones y visitamos la iglesia de Santa Ana y la piscina de Bethesda. Ya empezaba a haber mucha gente en los lugares turísticos.

Hay que reseñar que en la ciudad vieja de Jerusalén vimos que había militares y policías fuertemente armados, tanto en lugares estáticos como de patrulla. Incluso ya en el trayecto en tranvía empezamos a darnos cuenta de la familiaridad de los israelíes, o al menos de los habitantes de Jerusalén, con las armas, pues tanto en las paradas como dentro de los vagones iban jóvenes soldados portando fusiles mientras jugaban tranquilamente con sus teléfonos móviles, sin que a los demás pasajeros pareciera extrañarle lo más mínimo su presencia.

Después de ver la iglesia de Santa Ana, fuimos a buscar la Vía Dolorosa, el camino que supuestamente siguió Jesucristo hacia la crucifixión, en el que están señaladas las distintas estaciones de penitencia, y que está jalonado por puestos de venta de recuerdos y artesanía.

La Vía Dolorosa termina en la Iglesia del Santo Sepulcro, lugar muy sagrado para el cristianismo, lugar donde según la tradición se determinó que había sido colocada la cruz de Cristo y donde fue depositado su cuerpo y luego enterrado. Jerusalén es, como vemos, tres veces santa, y de ahí viene su turbulenta historia.

A esa hora, la iglesia aparecía muy llena de gente (lo que nos dio que pensar cómo será en temporada alta) y había una larga cola para tocar el agujero en la roca del suelo donde hipotéticamente se clavó la cruz.

Lo siguiente que se nos ocurrió fue, viendo que había cesado la lluvia y lucía tímidamente el sol, salir de las murallas para dirigirnos hacia el Huerto de Getsemaní. Allí se encuentra la Basílica de las Naciones o de la Agonía, donde la tradición sitúa el punto en el que oró Jesús antes de ser arrestado.

Jerusalén, desde el Monte de los Olivos
Jerusalén, desde el Monte de los Olivos

Y a continuación decidimos subir a lo alto del Monte de los Olivos, donde soplaba un fuerte viento frío, aunque las estupendas vistas de la ciudad vieja compensaban las adversidades.

Bajamos y, rodeando la muralla en sentido sur (opuesto al que habíamos recorrido), volvemos a entrar en la ciudad vieja por la llamada Puerta del Estiércol, entrando de lleno en el barrio judío.

Empezamos a callejear sin rumbo fijado y llegamos a un pequeño mirador desde el que se divisa una perspectiva del Muro de las Lamentaciones (a esas horas ya muy lleno de gente) y la Explanada de las Mezquitas.

Nos hacíamos así una idea de lo conflictivo que puede ser el lugar en momentos de tensión.

Comimos en un sitio muy agradable: unas arcadas de piedra que nos protegían del mal tiempo y donde había unas mesas de un local de comida rápida, donde la comida era árabe: falafel, kebab, shawarma, etc. Los dueños eran judíos con kippa, curioso, ...

El barrio judío tiene un aspecto muy cuidado (sufrió daños en el convulso periodo entre la independencia de Israel y la guerra de los Seis Días, y está muy renovado). Allí visitamos la importante sinagoga Hurva (el edificio actual es una reconstrucción, tras haber quedado arrasada en los conflictos entre árabes e israelíes del siglo XX).

Y luego fuimos por la calle donde estaba el Cardo romano, que hoy se puede ver parcialmente reconstruido. Aquí hay tiendas de artesanía y joyería de aspecto muy cuidado (y caras).

Cayó la noche sobre la ciudad antigua (en esta época anochece antes de las 17:30) y salimos por la Puerta de Jaffa y, atravesando el elegante centro comercial Mamilla, alcanzamos la calle Jaffa.

Dimos varias vueltas por las calles aledañas (animadas y con buen aspecto), muy comerciales, y nos fuimos a ver el mercado Mahane Yehuda. No está mal dar para dar una vuelta.

Después nos dirigimos al hotel, que está casi al lado, para tomar posesión de nuestra habitación, tras un largo día.

Tras descansar un rato, volvimos al Mercado, donde habíamos visto que había locales para comer, y decidimos cenar en el restaurante libanés Manou Ba Shoukimage, un lugar sencillo pero con buen ambiente y comida rica. Y después de eso, a dormir.


Día 3: JERUSALÉN - BELÉN - JERUSALÉN

Tras un sueño reparador, nos levantamos temprano y vimos que, como anunciaban las previsiones, el tiempo estaba aún peor que el día anterior. Llovía con fuerza y así seguiría gran parte de la jornada.

Después del desayuno (bueno) en el hotel, nos decidimos a salir a la calle y en el tranvía nos fuimos hasta la Puerta de Damasco. Al bajar del tranvía se ve fácilmente la pequeña estación de autobuses de la que salen los que van hacia los Territorios Palestinos.

Se pueden elegir las líneas 21 o 231, que llegan hasta el centro de Belén; o las 24 o 234 (según otras fuentes, también la 124), que terminan en el punto fronterizo junto al muro.

Nuestra elección fue el autobús nº 231 (precio del billete: 7 NIS). Observamos que éramos los únicos occidentales en el autobús, el resto del pasaje eran palestinos.

Por el camino se detuvo en muchas paradas, aunque la curiosidad hizo que no nos resultase largo. Ya en Cisjordania, se observa el muro con el que Israel se protege o aísla (según las distintas versiones) los Territorios Palestinos.

Al llegar a la parada final en Belén, bajamos y nos rodearon taxistas para ofrecernos sus servicios para ir al centro turístico de la ciudad. Aunque nuestra idea era ir andando, pero la lluvia caía con intensidad, por lo que nos decidimos por uno de ellos (nos pedía 20 NIS, no era momento de regatear demasiado).

Por el camino, el taxista nos habló sobre su visión del conflicto palestino-israelí; en un momento dado detuvo el vehículo para ofrecernos una serie de visitas, terminando estas en el muro de separación. Nosotros declinamos su oferta y el taxista se puso un pelín pesado, pero sin más nos dejó en la plaza donde se encuentra la Basílica de la Natividad, pagándole el precio acordado.

Interior de la Basílica de la Natividad
Interior de la Basílica de la Natividad

En la Basílica de la Natividad, interesante por su simbolismo y también desde el punto de vista artístico, permanecimos mucho tiempo.

Después de recorrer la iglesia, nos sentamos en unas sillas que había alrededor del altar. Desde allí observamos la larga cola formada para bajar a la gruta (bajo el altar) donde se dice que estuvo el pesebre donde nació Cristo.

Nos damos cuenta también de que había personas que se colaban, previo donativo al personal de vigilancia del lugar.

Realmente no teníamos interés en hacer cola, ni siquiera pagando el donativo, pero el tiempo fuera de la iglesia era realmente infernal (fortísima lluvia y viento), por lo que -al no haber nada mejor que hacer- nos situamos en la cola.

Casualmente coincidimos allí con un grupo de turistas malagueños, de gira por Tierra Santa, con los que estuvimos charlando y pasando el rato hasta que entramos en la gruta y vimos el lugar.

Como ya no teníamos excusa para seguir refugiados en la basílica, decidimos salir de allí y, bajo la fuerte lluvia, dimos un breve paseo por el centro de Belén, casi vacío de gente (una pena, porque realmente ofrece buen aspecto -debe haberse beneficiado de algún plan de reconstrucción- y nos hubiera gustado verlo con animación) y entramos en una tienda de artesanía a regatear algunos regalos.

En esto que dejó de llover y nos fuimos andando buscando la parada del autobús, pero nos perdimos y preguntamos en una tienda. Una chica muy amable se ofreció a llevarnos en su coche.

Ya en el autobús, de vuelta a Jerusalén, al cruzar la frontera subieron dos soldados israelíes muy jóvenes (uno llevaba varios piercings en la cara) armados con fusiles y pidieron documentación a todo el pasaje, aunque fue muy rápido (estuvieron menos de 5 minutos).

De nuevo en Jerusalén, volvimos a entrar en la ciudad vieja y buscamos un sitio para comer, entrando en uno que nos gustó, cerca de la Puerta de Jaffa. Como sucede con muchas casas de la ciudad vieja, esta tenía una cueva excavada en la roca. Otra vez comimos shawarma o kebab o similar y fue un poco caro.

Nos pusimos a recorrer el barrio cristiano y el barrio armenio, entrando de vez en cuando en alguno de los muchos lugares religiosos de Jerusalén. La lluvia era intermitente, a ratos paraba y caía granizo o soplaba un fuerte viento helado, haciendo trizas los paraguas. Acabamos en el barrio judío y luego otra vez en el cristiano, saliendo por la Puerta de Jaffa, ya de noche, y recorriendo la calle Jaffa llegamos hasta nuestro hotel.

Viendo cómo estaba la noche de desapacible, compramos viandas en un supermercado cercano y cenamos en la habitación.


Día 4: JERUSALÉN - MAR DE GALILEA - ACRE

Madrugamos y, después del desayuno y de despedirnos del simpático recepcionista (creemos que acertamos con el hotel), tomamos de nuevo el tranvía para bajarnos en la parada llamada City Hall e ir a la agencia de alquiler del coche. La reserva del coche la habíamos hecho en Hertz, vía el portal de reservas Booking.com.

Allí nos dan la sorpresa de que no hay coches con cambio manual, tal como habíamos solicitado expresamente en el momento de la reserva y así figuraba en ella.

La empleada de Hertz no nos dio otra solución, más que decirnos que conducir con cambio automático es muy fácil, que esperásemos varias horas a ver si devolvían algún coche manual, o cancelar el contrato.

Hicimos esto último (reclamamos después a Rentalcars.com y nos devolvieron el dinero) y como allí, en la zona comercial llamada Rey David, había otras agencias, preguntamos en un par de ellas.

En una de ellas, en Sixtimage, conseguimos un vehículo con cambio manual. Era una furgoneta pequeña (tipo Kangoo o Berlingo), pero nos daba igual y estaba en buen estado.

Tras unos trámites un poco largos de entrega, salimos a las calles de Jerusalén, dirigiéndonos hacia Cisjordania para recorrer la carretera que discurre paralela al río Jordán y la frontera con Jordania.

Hay que decir que si alquilas un coche en Israel, el seguro no te cubre si entras en los Territorios Palestinos, a excepción de las carreteras controladas por Israel, como era el caso de la que llevábamos (aunque en nuestro caso particular, ello nos beneficiaba, pero es una muestra de las imposiciones israelíes sobre suelo palestino; el caso más sangrante son los asentamientosjudíos, que tanto conflicto causan).

Pasamos de largo la zona del Mar Muerto (lo visitamos hace años en un viaje a Jordania) y por un territorio semiárido, con ocasionales pueblos y explotaciones agrícolas, no tardamos mucho en volver a salir de Cisjordania por el norte y pasar un control fronterizo israelí, donde una mujer policía, armada con una metralleta, nos pidió los pasaportes y nos lo devolvió rápidamente, diciéndonos "enjoy!".

Enseguida llegamos al Lago Tiberiades o Mar de Galilea, de tantas resonancias bíblicas, donde hicimos una breve parada. Como nosotros no somos religiosos, el sitio no nos inspiraba demasiado, dicho todo esto con total respeto.

Durante el trayecto también habíamos visto una indicación que señalaba el Lugar del bautismo de Cristo en el río Jordán, pero tampoco nos desviamos. Hay otro enclave reclamado como tal en la orilla opuesta, en Jordania.

Atravesamos la anodina ciudad de Tiberias, un centro vacacional a orillas del lago, y localizamos la carretera hasta nuestro destino final del día, la ciudad de Acre (Akko en hebreo).

Saliendo de Tiberias, vimos otro cartel que señalaba el bíblico Monte de las Bienaventuranzas.

Por fin llegamos a Acre, la vieja capital de los cruzados. Con un poco de dificultad (tuvimos que pedir ayuda a una amable muchacha que nos buscó la dirección en su móvil) localizamos nuestro alojamiento Sweet Little House.

Este consiste en una casa unifamiliar, bien equipada y cómoda, con aparcamiento en la calle en la misma puerta, que está a unos pocos minutos andando de la ciudad antigua. Pagamos 405 NIS la noche, unos 98 €.

Pero la casa no la vimos en ese momento, porque allí no había nadie (y nuestros móviles llevaban toda la mañana fallando; por cierto, ojo con las tarifas de datos en itinerancia en Israel, puede salir bastante caro), así que nos dirigimos a la ciudad antigua de Acre.

Interior de la Fortaleza de Acre
Interior de la Fortaleza de Acre

En una zona wifi pudimos contactar con el propietario, fijando una hora de entrada.

Nos sentamos a comer en una terraza (el tiempo ya no tenía nada que ver con lo vivido en los días previos) y el menú era también similar a lo comido en días anteriores.

La zona donde habíamos comido nos causó buena impresión, cerca del centro de visitantes y del complejo museístico, pero cuando nos internamos más en la ciudad vieja nos llevamos una decepción por el mal estado de conservación del conjunto.

Pese a estar considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la degradación y la suciedad es la nota general.

Mencionamos aquí que Acre es una de las ciudades de Israel con mayor porcentaje de población árabe y que la ciudad vieja está habitada casi exclusivamente por ellos. Nos estamos refiriendo a los árabes que quedaron dentro de las fronteras reconocidas de Israel tras su convulsa independencia en 1948, no a la población árabe de los territorios ocupados por Israel tras la guerra de los Seis Días en 1948 y que se convirtieron en apátridas en su propia tierra.

En la propia web oficial del gobierno israelí (en inglés) se describe la situación de la población árabe-israelí como desfavorecida respecto a la población judía, en términos de formación, oportunidades laborales, etc.

En el caso de Acre, como decimos, es evidente la situación depauperada de la gente que vive en su ciudad vieja y no sabemos hasta qué punto el gobierno israelí hace algún esfuerzo por mejorarlo. Desde luego, nos alegraría que fuera posible la rehabilitación de la zona y, a su vez, la dignificación de las condiciones de vida de sus habitantes.

Cuando cayó la noche, decidimos disfrutar un poco de nuestro alojamiento y compramos algunas viandas para cenar, para aprovechar la casa tan agradable.

Como era viernes y había oscurecido, estábamos ya en el shabat (como dijimos al principio, hay que tener muy en cuenta esta festividad, sobre todo por las implicaciones que tiene en el transporte público de Israel, que deja de funcionar totalmente), pero en la ciudad vieja de Acre y en la zona más moderna aledaña, también con mucha población árabe, los comercios estaban abiertos. Compramos viandas para la cena y el desayuno del día siguiente.

El ambiente y aspecto de las calles de esta parte moderna nos recordó al de las ciudades marroquíes y lo decimos porque somos muy conocedores de Marruecos, país al que hemos viajado en multitud de ocasiones.


Día 5: ACRE - JARDINES BAHAI - TEL AVIV - JAFFA

Disfrutamos de un apacible sueño (silencio total nocturno, solo se oía el rumor de las olas del mar) y desayunamos en la casa (tiene una cocina completamente equipada).

Nos metimos en la ciudad vieja para hacer las visitas museísticas del conjunto monumental: toda esta parte (la entrada es de pago, hay varias opciones que pueden verse en el enlace facilitado, en español) sí está restaurada y en buenas condiciones. Nos resultó muy interesante.

Volvimos a la casa y dejamos la llave dentro, tal como nos habían indicado (como reseñamos al principio, la seguridad ciudadana en Israel es muy alta) y subimos a nuestra furgoneta para dirigirnos a los jardines Bahai, situados en las afueras de Acre y con entrada gratuita. En el enlace proporcionado también se hace una pequeña descripción del origen de la creencia bahai, una religión más presente en Israel.

Al lado de los jardines se encontraba el acceso a la carretera costera que nos conduciría hasta la capital del país, Tel Aviv. Pasamos por Haifa, la tercera ciudad del país, importante puerto, pero que no nos dio tiempo a visitar.

Cuando se va llegando a Tel Aviv se va observando la potencia económica de la ciudad y su área metropolitana, con zonas industriales, modernos centros comerciales y zonas residenciales.

Ya en las calles de Tel Aviv, llegamos sin dificultad a la zona de Jaffa, que es donde estaba nuestro alojamiento.

Tel Aviv es una ciudad relativamente nueva, creada por la inmigración sionista de la primera parte del siglo XX, ubicada junto a la población árabe de Jaffa, que esta sí que es una ciudad muy antigua y de larga historia. Hoy día forman una sola entidad urbana, la actual ciudad llamada oficialmente Tel Aviv - Jaffa.

Al llegar, vimos que el aspecto de Jaffa es agradable, allí era visible la presencia árabe pero el estado de conservación era bueno, contrastando con lo que vimos en Acre. Además, había gran animación, mucha gente paseando disfrutando del shabat.

Vista de los rascacielos de Tel Aviv
Vista de los rascacielos de Tel Aviv

Desde Jaffa hay una despejada perspectiva de la playa y del conjunto urbano de Tel Aviv, con altos y modernos edificios.

Se están derribando los edificios de la primera época de Tel Aviv (eso sí, preservándose las construcciones del estilo Bauhaus, protegidas por la Unesco) y construyendo rascacielos por doquier.

De Jaffa hacia el norte se extiende un largo paseo marítimo, ese día lleno de gente que paseaba andando, en bici o patinando.

Una de las cosas que nos llamarían la atención de Tel Aviv es que, al contrario que en Jerusalén (que se encuentra a 70 kilómetros) no vimos ningún judío ortodoxo o ultraortodoxo, ninguno.

Se habla de Tel Aviv como una ciudad con un ambiente mucho más laico y mundano que Jerusalén, y la apariencia parecía confirmarlo. Y lo que tampoco vimos en Tel Aviv fueron patrullas militares ni exhibición de armas largas, ni siquiera recordamos haber visto policías uniformados.

Hicimos unos kilómetros por el paseo marítimo, bajo un cielo nublado y una temperatura agradable, y cuando iba siendo hora de comer y apretaba el hambre, dejamos el paseo y nos encaminamos hacia el centro de Tel Aviv. El ambiente era como un domingo en una ciudad española, el comercio cerrado excepto los bares y restaurantes y algún supermercado, y mucha gente paseando relajada por las calles.

Nos decidimos a entrar en el restaurante Little Prague, de comida checa, para probar cosas diferentes a las de los días atrás. Comimos bien.

Después de comer, volvimos andando, recorriendo la parte más céntrica de Tel Aviv, de regreso a Jaffa. Allí tomamos un té en una terraza y nos metimos en la parte con callejuelas estrechas, descendiendo hacia el mar.

Inquietante señal de aviso en la playa de Tel Aviv
Inquietante señal de aviso en la playa de Tel Aviv

En la orilla, como hacía mucha otra gente, contemplamos la puesta de sol sobre los rascacielos de Tel Aviv y después hicimos las últimas compras de regalos (las tiendas de recuerdos estaban abiertas).

Luego, un breve descanso en nuestro alojamiento (los CityInn Jaffa Apartments, donde pagamos 389 NIS por noche, unos 96 €).

Hemos de recordar que Tel Aviv está considerada la ciudad más cara de Oriente Medio y eso se nota, entre otras cosas, en los precios de sus alojamientos.

El nuestro estaba muy bien situado y en buenas condiciones, aunque quizá pueda resultar ruidoso por el sitio donde está. Dejamos el coche cerca de allí, en un espacio de aparcamientos públicos, junto al mirador sobre los rascacielos de Tel Aviv. Durante el tiempo de nuestra estancia era gratis.

Volvimos a salir y observamos que las calles de Jaffa ofrecían una gran animación nocturna, a esas horas después del fin del shabat.

Elegimos un sitio para cenar, optando por un restaurante de comida italiana, todo muy bueno, pero confirmamos que Tel Aviv sí que es cara.

Dimos un paseo hacia un parque cercano que se extiende sobre laderas y desde donde se veían los rascacielos iluminados. Tras aparcar el coche más cerca del alojamiento, regresamos al mismo para un breve sueño.


Día 6: JAFFA - Barcelona - Málaga - Granada

Madrugamos mucho, para dirigirnos al aeropuerto Ben Gurion para tomar nuestro vuelo de regreso a casa.

El aeropuerto sí funciona durante el shabat, excepto los vuelos de la compañía israelí El Al. También están abiertas, las 24 horas del día, las oficinas de las compañías de alquiler de coche.

Antes de llegar al aeropuerto, nos tocaba llenar el depósito del coche de gasolina (vimos una gasolinera, pero nos perdimos tratando de llegar a ella y encontramos otra). Estábamos un poco torpes a esa hora tan temprana, porque también nos despistamos a la hora de encontrar el punto de retorno del vehículo de alquiler (está en la terminal 1).

Tras un rápido trámite de devolución del coche, un microbús de la empresa de alquiler nos trasladó a la terminal 3, de donde salía nuestro vuelo (hay mucha distancia entre las terminales).

Allí, los trámites de salida vuelven a ser mucho más rápidos de lo que habíamos leído que podían ser. Una funcionaria nos puso, sin más, una etiqueta en nuestros pasaportes después de preguntarnos si éramos familia y contestarle nosotros que sí, que matrimonio.

Después había unos puestos de control automático de pasaportes, mediante máquinas, utilizables si se llevaba pasaporte electrónico, como era nuestro caso; todo bastante rápido. Para los que no llevaban pasaporte electrónico había puestos atendidos por personas, pero tampoco vimos colas en ellos.

Por último, un control de equipajes, no más exhaustivo que en cualquier otro aeropuerto y, desde luego, menos que en Barcelona o Málaga. Dado que habíamos llegado con tiempo, casi tres horas antes de la salida del vuelo, la espera fue un poco larga antes de abordar el vuelo con destino al aeropuerto El Prat-Josep Tarradellas de Barcelona.

Desde allí partiríamos después hacia Málaga, dando término a nuestro corto pero apasionante viaje.

Concluimos que Israel y Palestina son un destino totalmente aconsejable y que, fuera de épocas de conflicto, no tiene por qué haber problemas de seguridad. Nos quedaron ganas de volver, para hacer un viaje más amplio, pero sobre todo para ver de nuevo Jerusalén, una ciudad especial en muchos aspectos.


Relato de un viaje a Jerusalén y Belén - Manel Cristóbal [2020]
Relato de un viaje a Israel - Rafel Campoy [2008]
Diario de viaje a Oriente Medio - Sandro Alarcón & Rosa Moreno [2007]
JORDANIA - Guía y relato de un viaje a Jordania y Jerusalén - Yolanda & Toni (Viatgeaddictes) [2003/04]