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Bandera del Turkmenistán

TURKMENISTÁN

Experiencia de un breve viaje por el Turkmenistán

Ignacio Escribano Rodríguez
Published on Travel date: 2017 | Published on 3/12/2017
Last updated: 04/2022
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Introducción

Turkmenistán es un país centroasiático que formó parte de la antigua Unión Soviética hasta el año 1991.

Desde el punto de vista geográfico limita al noroeste con Kazajistán, al norte y noreste con Uzbekistán, al suroeste con Irán, al sureste con Afganistán y al oeste con el mar Caspio.

Su capital y ciudad más poblada es Asjabad, situada en un oasis en el desierto de Karakum.

El autor de este relato, Ignacio Escribano, cuenta en él su breve y azaroso paso por Turkmenistán, a finales del mes de agosto de 2017, en su largo periplo de viaje desde Barcelona a Shanghái.


EXPERIENCIA DE UN BREVE VIAJE POR EL TURKMENISTÁN

El 27 de Octubre de 1991, justo un día más tarde de mi nacimiento, Turkmenistán se estableció como autónoma y ganó su independencia de la Unión Soviética junto a otras repúblicas centroasiáticas.

Hoy, el el momento de escribir estas líneas, se celebra el día de la Independencia de Turkmenistán, un país que crucé por tierra hace apenas dos meses, y donde tuve una experiencia de las más raras en mi vida... pero cojonuda, muy cara y divertida a la vez.

De viaje por Turkmenistán
De viaje por Turkmenistán

Curiosamente, también hoy han declarado unilateralmente la independencia de mi estimada Cataluña. Un cambio brutal en las políticas españolas que no dejará sin secuelas a mi lugar de nacimiento.

Llevaba casi 20 días en Irán, en pleno agosto, viviendo con locales (a excepción de algunas noches que pasé en albergues con un amigo que me visitaba), y mi intención era cruzar Asia Central para continuar la Ruta de la Seda, llegar al norte de Pakistán y seguir por India, el sudeste asiático y llegar finalmente a Shanghái, en China.

Cuando estuve a lo largo del año 2016 en Barcelona organizando este viaje por la placa eurasiática, nunca creí que iba a ser tan jodidamente caótico y que las cosas iban a cambiar tanto (visados, relaciones entre países, permisos... ¡Todo cambia de la noche a la mañana!.

Sabía que Turkmenistán era como la Corea del Norte centro-asiática, un país cerrado y raro de pelotas, pero quería intentar cruzarlo por tierra, pasara lo que pasara.

Nota de Viatgeaddictes

A fecha de hoy (diciembre de 2017) no es posible obtener un visado de turista en Turkmenistán sin contratar un tour con una agencia estatal turcomana.

En cambio, obtener un visado de tránsito puede requerir una larga espera, pero no es necesario contratar un tour y tampoco es necesario obtener una LOI (Letter of Invitation) o carta de invitación.

Hay que tener en cuenta que el visado turcomano se expide para una fecha específica, lo que significa que tiene fechas fijas de inicio y de vencimiento. No se puede entrar en Turkmenistán antes de la fecha de inicio o salir después de la fecha de caducidad, pero es posible entrar después de la fecha de inicio y salir antes de la fecha de caducidad.

Todos los viajeros con los que me crucé en mi camino, queriendo llegar a Asia por tierra, evitaban cruzar el vasto desierto turcomano y se iban por otras vías: a través de Azerbaiyán, cruzando el Mar Caspio y siguiendo por Karakalpakia (o Karakalpakistán, otra República Autonóma, por cierto, y situada en territorio uzbeko).

Pero eso, en vez de echarme para atrás por los planes de otros viajeros, me motivó más a conseguirlo.

Durante el mes de agosto de 2017, durante mi estancia en Irán, visité varias embajadas en Teherán y una de ellas fue la turcomana. Ahí me enteré de que no podría conseguir un visado de tránsito por 45 US$ (te dan de 3 a 5 días para cruzar el país), sino que tenía que gestionarlo todo a través de una agencia de viajes estatal turcomana.

Así que eso hice, me puse en contacto con una que me recomendó un gran viajero amigo y me puse manos a la obra. Poco más tarde, esa agencia me contestó con un precio y asegurándome que mi LOI estaría preparada justo el mismo día que yo quería cruzar el país, concretamente el 27 de agosto.

El día 26 yo estaba en Quchan, al norte de Irán y cercana a la frontera turcomana, asistiendo a una boda (cosas que pasan cuando vives con locales en ese precioso país). Y aunque no me habían contestado los de la agencia, no tenía tiempo que perder.

Así que a las 5:45 de la mañana del día siguiente sonó la alarma. Ya había organizado un coche privado para que me llevara hasta la frontera por los preciosos paisajes del desierto montañoso que separa Irán de Turkmenistán.

Llegué al puesto fronterizo de Bājgirān justo a tiempo y un par de soldados, vestidos al más puro estilo del sheriff Woody de Toy Story, me miraron fijamente y me preguntaron con firmeza: "¿Dónde tienes tu visado?". A lo que contesté que la agencia tenía que confirmar mi carta de invitación justo en ese momento, esa misma mañana.

Llamaron al agente y me pusieron en contacto con él. Dos horas más tarde ahí estaba él, un tipo con una panza enorme, probablemente incapaz de verse los pies, y con una sonrisa introvertida y una actitud pusilánime.

Asjabad
Asjabad

Tuve que pagar los 75 US$ que cuesta el visado de entrada, más los 90 US$ de la Carta de Invitación, que no es más que un papel formal de la agencia de viajes (que forma parte del Estado) donde le recuerdan a la policía (del Estado) que tengo permiso para entrar. Eso sí, con escolta, traductor y conductor privado.

¿Motivo por el cual tenía que pagar todo eso y no cruzar tranquilamente el país con un simple visado de tránsito?. Pues los Juegos Olímpicos Asiáticos que se celebraban en Asjabad del 10 al 17 de Septiembre de 2017.


Llegamos a Asjabad, la capital turcomana, y aquello parecía un cuento de hadas. Mármol por todas partes, los edificios exactamente iguales los unos a los otros, blancos con techo verdoso (por el Islam). Mezquitas conmemorando a los antiguos líderes del país y fotos del Presidente en cada esquina.

¡Flipé!. Yo creí que estaba entrando en el Show de Truman. ¡Qué ambiente más diferente respecto a Irán!.

Llegamos al hotel, que por 30 US$ al menos te esperas una cama limpia y algo de internet, pero nada de eso. No hay conexión WiFi en todo el hotel. La primera vez en mi vida que pasa eso, quizás es porque soy un milenial, pero coño, si estás pagando más de 5 US$ la noche esperas algún tipo de comodidad...

Camello en la carretera a Darzava
Camello en la carretera a Darzava

Mis sorpresas no acabarían ahí, evidentemente. El tipo gordinflón de la agencia de viajes me llamó para reunirse conmigo en el hall del Hotel. Muy amablemente me dijo que tenían mi pasaporte no sé dónde, y que los precios de la agencia ahora habían cambiado (nuevas órdenes desde arriba) hacía dos días.

No os voy a contar en detalle cómo fue la bronca, pero acabé pagando 290 US$ por irme con él (intérprete y escolta en uno) y sin taxista. La cantidad era muy superior si lo hacíamos a su modo. Le dije que lo haríamos a mi manera: utilizando transportes públicos y a dedo. A lo cual él no rechistó después de que me pusiera en contacto con su jefe, con quien cené poco más tarde pura carne a la brasa (ternera, pollo, camello y buey), junto a una botella de vodka que parecía alcohol de quemar. Mis dotes sociales de nuevo me salvaron de esa situación.

Al final el gordito lo entendió de puta madre, y a las 5 de la mañana del día siguiente ya me estaba esperando para ir a la estación de autobuses. Me iba a acompañar para cruzar su país.

La lucha que tuve con este tipo era básicamente la que tengo con todo el mundo. Él me decía: "¡No se puede hacer esto!". Y yo le aseguraba rotundamente: "¡Sí que se puede!".

En un momento del viaje en bus hasta el desierto de Karakum me comentó que su objetivo los próximos dos días era llevarme sano y salvo al otro lado de la frontera hacia Uzbekistán. A lo que yo respondí que aparentemente mi objetivo esos días sería sacarle a él de su zona de confort. Y ambos logramos nuestros objetivos. Tendríais que haberle visto: en pleno desierto con dos camisetas, pantalones largos y camisa de manga larga. Sombrero de piel, gafas de sol horteras a más no poder y zapatillas deportivas de los 90. Un personaje.

Llegamos al lugar. Yo creí que íbamos a parar en alguna especie de estación, gasolinera, puesto de bebidas, caseta de policía, vamos... en algún sitio. Nada, en medio del puto desierto. A los 30 segundos de haber salido del bus ya se me habían secado los ojos. Apenas llegaba a parpadear.

Transporte hasta el cráter de Darvaza
Transporte hasta el cráter de Darvaza

Pero lo mejor de todo fue tener que ir hasta el cráter de Darvaza con un camión cisterna durante 8 km. El desierto de Karakum me daba la bienvenida. Aunque yo estaba pletórico, incómodo, pero contento.

Ahí llegamos a las 11:15 de la mañana, con un calor que te mueres, y el gordo tuvo la brillante idea de refugiarse en la única yurta de la zona construido con madera doblada y piel de camello. Sabia decisión. Proteger del sol, protegía, pero del calor no. Tratamos de dormir los dos durante horas, pero no pudimos. El cansancio unido al calor, los mosquitos, los escarabajos y los incontables lagartos de la zona, hacían imposible descansar.

Tuve buenas conversaciones con él, pero me di cuenta de lo sesgada que estaba su mentalidad y cuánto le habían lavado el cerebro. En un momento dado, me dijo: "Lo más importante en la vida es amar a tu líder". Que cada uno saque sus propias conclusiones...

Cuando llegó la tarde-noche, y con ellas, el fresquito, pude ir a visitar el cráter de Darvaza, también llamado Las puertas del infierno, que no es más que un agujero gigantesco del que emana gas natural que lleva quemándose desde hace décadas.

En los años 70, cuando todavía este territorio formaba parte de la antigua URSS, un geólogo soviético estaba haciendo unos estudios y el terreno se le vino abajo. A un chiflado ruso, años más tarde, no se le ocurrió otra cosa que tirar una cerilla a ver qué pasaba. Y ahí está desde hace todo este tiempo. Quemándose.

Ante el cráter de Darvaza
Ante el cráter de Darvaza

Lo que sucede es que un equipo de National Geographic hizo un reportaje sobre él en 2013 y así se convirtió en una atracción turística.

Han habido macro-compañías que han querido explotar el yacimiento construyendo un gasoducto para sacar beneficios, pero el coste es de billones de dólares y al Gobierno turcomano no le interesa.

Con el atardecer acercándose, coincidí con una pareja de franceses, con quienes cené la mar de bien. Intercambiamos muy buenas fotos y conversamos sobre pasados y futuros viajes. ¡Por fin algo de normalidad!.

Dormimos en la yurta, y pese a mi insistencia por visitar Kunya-Urgench, una ciudad al norte del país, la ruta no varió. Llegamos a la frontera con Uzbekistán, a través de Daşoguz, a las 14:30 h. del día siguiente.

Aquí conocería a un grupo de brasileños de unos 60 años que me ayudarían a llegar a Khiva, una de mis ciudades favoritas en todo mi recorrido de Barcelona a Shanghái.

Es decir, que lo único que realmente visité en Turkmenistán fue un puto cráter. Hice un huevo de fotos, pero si lo pienso... fueron las más caras de toda mi vida.

No me gustó viajar de ese modo, con prisas y sin llegar a saborear el país, pero me llevo grandes aventuras conmigo.

Aprendí a que quien quiere, la consigue. A que nunca debes dejar tu pasaporte en manos de ningún desconocido. A que uno siempre tiene que adaptarse a los cambios y abrazar la realidad que le venga dada, ya sea buena o mala. A apreciar a otros que no son precisamente muy echaos' pa'lante. A ser paciente y estratégico en las decisiones, si haces algo es por algún motivo, y descubrirlo es parte de la aventura.


Un Hombre Vivo - Blog del autor de este relato, con información sobre este y otros viajes.