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Bandera de Georgia Bandera de Armenia

GEORGIA / ARMENIA

Diario de un viaje por libre a Georgia y Armenia

Luis Mur y Pilar Brun
Published on Fecha viaje: 2011 | Publicado el 28/02/2012
Última actualización: 04/2022
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Introducción

Nos planteamos la visita a estos dos países por varios motivos. El primero es que desde hace años acariciamos la idea de hacer una Ruta de la Seda completa, desde Europa hasta China, y la región del Cáucaso estaría en uno de los itinerarios posibles; por esa razón queríamos conocer esos países poco visitados antes de emprender una aventura más larga.

Otro motivo es que a mí me interesan especialmente las montañas y en ese sentido toda la vertiente sur del Cáucaso, con vistas sobre impresionantes cordilleras, me resultaba muy tentadora.

Por último, a los dos nos atrae el contacto con pueblos y sociedades más auténticas, poco maleadas por la influencia del turismo de masas, lo que les permite conservar una cultura y unas formas de vida genuinas.

Hubiéramos preferido incluir algo de Azerbaiyán en el circuito, pero lo descartamos por falta de tiempo.

Aunque las distancias dentro de la región no son largas, lo cierto es que tres semanas nunca dan para mucho; en este caso nos dio para recorrer partes de Georgia en dos semanas y nos quedó la tercera para ver algo de la región norte de Armenia.

El balance fue muy positivo. Ambos países son fáciles de visitar y ofrecen una combinación interesante de naturaleza y patrimonio cultural.

Si bien es cierto que los georgianos se muestran algo hoscos y el clima social del país es más bien pesimista a causa de las dificultades económicas y de las difíciles relaciones con sus vecinos rusos, por otra parte conservan una cultura tradicional muy viva, basada en los vínculos familiares y en la devoción cristiana (Georgia y Armenia fueron las primeras naciones en convertirse oficialmente al cristianismo).

Además, son en el fondo un pueblo hospitalario, les encanta divertirse y sobre todo se sienten muy apegados a su Historia, como prueba la gran cantidad de leyendas antiguas que perviven en cada rincón del país.

Los armenios por su parte son un pueblo muy pragmático, se suelen mostrar amables y abiertos a todo el mundo pero también en el fondo son más interesados y olfatean el negocio en cada ocasión.


Ficha técnica del viaje

Fechas del viaje

Del 15 de abril al 6 de mayo de 2011.

Itinerario

Día 1: Zaragoza - Madrid - Praga - Tbilisi (Georgia)
Días 2-4: Tbilisi
Día 5: Tbilisi - Mtskheta - Telavi
Día 6: Telavi - Sighnaghi
Día 7: Sighnaghi - Gori
Día 8: Gori - Borjomi
Día 9: Borjomi - Vardzia - Borjomi
Día 10: Borjomi - Kutaisi
Día 11: Kutaisi - Mestia
Días 12-13: Mestia / región de Svanetia
Día 14: Mestia - Akhaltsikhe
Día 15: Akhaltsikhe - Gyumri (Armenia) - Erevan
Días 16-17: Erevan
Día 18: Erevan - Dilijan
Día 19: Dilijan - Alaverdi
Día 20: Alaverdi
Día 21: Alaverdi - Tbilisi (Georgia)
Días 22-23: Tbilisi - Praga - Madrid - Zaragoza

Moneda y costes

Durante nuestro paso por la región, el euro se cambiaba en Georgia por entre 2,20 y 2,40 lari (GEL) y en Armenia por unos 500 dram (AMD). En las capitales y ciudades importantes de ambos países abundan las casas de cambio privadas y también los cajeros automáticos. En Armenia además se puede cambiar en alguna que otra tienda por una tasa un poco superior.

En cuanto a costes, se puede decir que la comida y el transporte son muy asequibles en ambos países. El alojamiento es otra cuestión, sobre todo en Erevan los hoteles son caros y se llenan con frecuencia, y las habitaciones en casas particulares tampoco son ningún chollo. En Tbilisi hay hoteles relativamente baratos que no están mal.

En las regiones rurales de ambos países se suelen encontrar casas de huéspedes autorizadas por el Ministerio de Turismo. La calidad de las instalaciones varía bastante de unas a otras, pero hay que conformarse porque muchas veces son la única opción disponible.

Gastos del viaje

+ 60 € (AVE i/v entre Zaragoza y Madrid)
+ 304 € (vuelo Madrid - Tbilisi - Madrid)
+ 647 € (gastos en Georgia, 15 días)
+ 322 € (gastos en Armenia, 6 días)
= 1.393 € (total gasto viaje por persona)

Visado

En Georgia los ciudadanos de la UE podemos entrar sin visado y permanecer en el país bastante tiempo (creo que hasta 1 año). Esto es válido para las entradas por el aeropuerto de Tbilisi y las fronteras terrestres con Azerbaiyán y Armenia. Las fronteras entre Georgia y las repúblicas de la Federación Rusa (Chechenia, Daguestán, etc.) están cerradas para los extranjeros y hay que tener esto en cuenta a la hora de planificar excursiones por las montañas del Cáucaso.

Para entrar en Armenia sí hace falta visado, pero es un trámite sencillo que se realiza en las fronteras y en el aeropuerto. Nosotros entramos desde Georgia, por el puesto de Bavra, donde nos extendieron en 5 minutos un visado válido para 21 días a cambio de 3.000 dram (6 €).

Recordad que la frontera con Turquía está cerrada para todo el mundo, el viaje entre ambos paises pasa forzosamente por territorrio georgiano. Tampoco hay que olvidar que las antiguas repúblicas autónomas de Abjasia, Osetia del Sur y Nagorno-Karabaj se han autoproclamado estados independientes y tienen sus propias regulaciones sobre visados.

Transporte y horarios

En general los transportes son frecuentes, pero en la mayoría de las rutas no operan autobuses sino furgonetas. En todas las repúblicas de la antigua URSS estas furgonetas han conservado su nombre en ruso: marchrutka. Casi siempre salen de estaciones (Vakzal en ruso), pero pueden ser abordadas dentro de su recorrido urbano o en cualquier punto de la carretera; si hay plazas libres se detendrán, si no seguirán su camino. En algunas rutas se usan también taxis compartidos y sólo en las más importantes hay autobuses, como por ejemplo de Tbilisi a Batumi y de Tbilisi a Bakú.

Los trenes no los utilizamos para nada, en general son mucho más lentos y menos frecuentes que las marchrutkas. A pesar de eso hay rutas que son útiles para algunos viajeros, por ejemplo el tren nocturno de Tbilisi a Zugdidi permite llegar a Svanetia a una hora temprana. También son útiles los servicios internacionales, es decir desde Tbilisi a Erevan y a Bakú.

Donde no llegan las marchrutkas o sólo hay un servicio al día se pueden alquilar taxis privados, se gana tiempo al incluir varias visitas en una sola excursión y son baratos en comparación con España. Por unos 30 € se puede hacer una excursión larga de 5 o 6 horas.

Seguridad

La seguridad era muy alta en ambos países en la época en que nosotros los visitamos, aunque eso puede cambiar según la situación política. En las capitales conviene estar alerta frente a descuideros y carteristas en los lugares más concurridos (mercados y estaciones de autobuses) y de noche es mejor desplazarse en taxi, pero no hay que obsesionarse, probablemente sean las 2 capitales más seguras de Europa.

La remota y aislada región de Svanetia fue durante siglos famosa por sus bandidos y por la fiereza de su gente. Se supone que el bandidaje y el contrabando nunca fueron totalmente erradicados durante la era soviética y han pervivido hasta nuestro días, pero lo cierto es que la mayoría de criminales locales hace tiempo que emigraron a países más ricos. El más famoso de todos lleva una temporada encarcelado en España.

No hay que tener miedo a aventurarse por las regiones de alta montaña, incluso sin guías locales; la gente es muy hospitalaria y muchos os dejarán acampar en sus propiedades u os ofrecerán sus casas gratis o por una tasa módica. El único riesgo es que os obliguen a beber grandes cantidades de vino o vodka, porque los georgianos son extremadamente aficionados a beber en sociedad.

Cima

Son países muy montañosos y hay que estar preparados para climas húmedos y fríos. En las regiones del Cáucaso la nieve perdura hasta el final de la primavera y aún con tiempo seco las noches son bastante frías. En la costa del Mar Negro y en las regiones menos altas de Armenia puede hacer mucho calor en verano; el resto de las regiones son lluviosas la mayor parte del año.

Diferencia horaria y horarios

Georgia y Armenia tienen la hora GMT +4 y por tanto son tres horas más que en España. La diferencia es que Armenia adelanta 1 hora en horario de verano y se pone en la GMT +5. Por eso cuando nosotros pasamos de un país a otro cambiamos de hora.

En cuanto a los horarios comerciales, son muy similares a los del resto de Europa. Una ventaja es que los restaurantes tienen la cocina abierta durante todo el día. En Erevan, por ejemplo, abren de 11 a 23h y a veces es bueno evitar la hora de mayor afluencia porque cuando están vacíos el servicio es mejor.


GEORGIA: Ruta TBILISI, MTSKHETA, TELAVI, SIGHNAGHI Y GORI

Día 1: Zaragoza - Madrid - Praga - TBILISI (Georgia)

Cogemos a las 8:30 h el AVE de Zaragoza a Madrid. A las 12:30 h sale el vuelo Madrid-Praga. En la fila de facturación de Czech Airlines nos percatamos de que la mayoría de los pasajeros son turistas españoles en viajes organizados a Armenia.

El tránsito en el aeropuerto de Praga dura 4 horas, tiempo que aprovechamos para comprar el billete combinado autobús-metro y desplazarnos hasta la plaza Starometska (aprox. 40 minutos), en el centro de Praga, a ver el ambiente de Semana Santa. La plaza esta llena de puestos de comida y de venta de huevos de Pascua, también hay un escenario al que suben a cantar corales de aficionados.

A las 21:15 sale el avión con destino a Tbilisi. Llegamos a las 4 de la madrugada y cogemos un taxi (30 GEL) para ir al hotel que hemos reservado por Internet.


Día 2: TBILISI

Nos levantamos tarde, desayunamos y a las 11h salimos a visitar la ciudad. El hotel está en el barrio de Sololaki, una franja de viejas calles pegadas al pie de la colina Narikala. En 10 minutos a pie llegamos a Tavisuplebis moedani (Plaza de la Libertad) que es el centro de la ciudad moderna.

En el Ayuntamiento funciona una oficina de turismo, disponen de muchos folletos en colores de todas las regiones del país, pero los jóvenes que atienden en inglés no parecen muy enterados de la vida cultural de la ciudad. Pronto comprobaremos que los principales activos culturales de Tbilisi (un par de museos y la Ópera) están cerrados por unas obras que podrían durar muchos años.

Recorremos la Avenida Rustaveli, que es el principal bulevar de la ciudad desde la época de los zares y conserva edificios de distintos periodos. El Parlamento es un enorme complejo de estilo estalinista, construido en la década de 1930; nos enteramos de que está en venta. Al parecer el presidente Saakashvili ha decidido que puede prescindir del poder legislativo porque con el ejecutivo le basta, así que quiere cerrarlo y trasladarlo a Kutaisi, donde le estorbará menos.

Vista de Tbilisi (Georgia)
Vista de Tbilisi (Georgia)

Otros edificios del mismo estilo también están en venta, como la antigua central de correos. También nos encontramos con una iglesia llamada Kashveti, (de la piedra), cuyo nombre se debe a una fantástica leyenda antigua: se cuenta que un monje del siglo VI fue acusado por una monja de haberla dejado embarazada; como castigo a su calumnia, la mujer finalmente dio a luz una piedra. La construcción actual data de 1910 y en el vestíbulo hay pinturas murales que describen el saqueo e incendio de la ciudad por guerreros árabes. Se está preparando la Paska, periodo del culto cuyo calendario coincide con el de nuestra Semana Santa; hoy es la víspera del Domingo de Ramos y a la puerta de las iglesias se ve mucha gente (mujeres casi todas) vendiendo ramas de boj y otras plantas.

Después de comer quedamos con Antonio, un joven de Madrid que se ha casado con una georgiana y desde entonces reside en Tbilisi mientras espera a que la lentísima burocracia española convalide su matrimonio. Nos lleva a ver la Catedral de Tsaminda Sameba (Santísima Trinidad) que es el templo más grande y moderno de Georgia. Parece ser que la Paska ha comenzado en serio porque la catedral, que es inmensa, está llenísima de gente y apenas podemos movernos, así que lo dejamos para otro día.

Nos vamos a recoger a Nelly, la esposa de Antonio, y vamos a uno de los parques que hay en lo alto de las colinas que rodean Tbilisi y después a un restaurante de ambiente folclórico. Observando las mesas vecinas empezamos a comprender la importancia que los georgianos dan a la ceremonia de los brindis: siempre que se sientan a comer un cierto número de personas (y 4 quizá sean suficientes) debe haber una que cumpla la función de tamada o maestro de brindis. El tamada ordena que se llenen los vasos y cuando lo considera oportuno propone un brindis, para lo cual pronuncia un discurso que puede durar varios minutos; sólo cuando ha terminado los comensales pueden asentir y beber.

En las ceremonias más tradicionales se bebe en cuernos de vaca (que se venden en todos los mercadillos) y entonces no hay más opción que vaciarlos de un trago ya que no se pueden depositar en la mesa si no están vacíos. Sólo se puede brindar con vino o algo más fuerte, hacerlo con cerveza se considera totalmente inapropiado. Aunque al final de la comida lo más probable es que todos los asistentes estén borrachos, el tamada nunca se olvidará de cerrar el acto con un brindis solemne por los familiares y amigos ya fallecidos.

En el restaurante al que nos han llevado hay muchos grupos cumpliendo con estos ritos, el ambiente está muy animado, hay música en vivo y a veces saltan chicos y chicas jóvenes a bailar. A pesar de ir bastante cocidos ejecutan las danzas tradicionales con una agilidad sorprendente.


Día 3: TBILISI

Antonio se ha ofrecido a llevarnos en coche a Mtskheta, pero el día amanece frío y muy lluvioso, así que preferimos quedarnos en la parte vieja de Tbilisi. Cruzamos el puente que lleva al barrio de Avlabari, que está en lo alto de un promontorio que domina el río desde unas espectaculares paredes rocosas. Aquí se encuentra la iglesia de Metekhi, probablemente la más antigua de la ciudad; no conseguimos entrar porque es pequeña y se encuentra totalmente atestada de fieles, pero desde la entrada podemos ver toda la ciudad antigua: la fortaleza de Narikala con sus iglesias, la estatua alegórica de la Kartlis Deda (Madre Georgia), la catedral y un palacio que el presidente Saakashvili se ha hecho construir, con una cúpula que imita a la del Bundestag de Berlín, nada menos.

Volvemos a cruzar el río y vamos derechos a la catedral antigua, llamada Sioni. Aquí se venera la Cruz de Santa Nino, que no se puede ver porque está oculta en el interior, pero se supone que fue construida por la santa con ramas de viña atadas con sus propios cabellos y que por tanto data del siglo IV. En el iconostasio hay una réplica que nos permite reconocer la extraña forma de esta cruz, que por lo demás está representada en todas las iglesias del país.

Las iglesias georgianas no tienen bancos, eso permite que mucha gente pueda entrar a escuchar los cantos religiosos y hacer fila hasta que un sacerdote les da su bendición, a ellos y a las ramitas de boj que llevan en las manos. A la salida hay otros ministros de la iglesia que imparten una especie de comunión: meten en la boca de los fieles una cucharilla (siempre la misma) con algo que no identificamos y a continuación les dan a beber vino en un vaso de plástico (también el mismo para todos) y sus monaguillos además reparten pastelitos. Creo que en las iglesias ortodoxas es costumbre comulgar una sola vez al año o como mucho dos y que por eso lo organizan con mucho aparato.

Pasamos un buen rato viendo el ambiente en otras iglesias antiguas del barrio y luego nos vamos a comer a la zona de Marjanishvili, en la parte moderna de la ciudad.

Por la tarde decidimos ir a los baños. El nombre de Tbilisi significa caliente y se refiere a las aguas termales que surgen del subsuelo. Los baños están concentrados en un lugar céntrico que se llama Abanotubani y se reconocen por los grupos de cúpulas de piedra parecidas a las de los hammami turcos.

Hay baños con salas privadas muy lujosas y caras que se alquilan por horas pero nosotros vamos directamente al balneario Orbeliani, el establecimiento más antiguo. Este popular balneario tiene una curiosa fachada adornada con azulejos que imita a las mezquitas y medersas de Uzbekistán y entre sus clientes ilustres se cuentan los escritores Alexander Pushkin y Alejandro Dumas (padre). Los hombres pagan 3 GEL y las mujeres sólo 2 GEL, pero en seguida nos damos cuenta del motivo: la planta de los hombres dispone de piscina, aunque pequeña y no muy limpia, y también una sauna estrecha y resbaladiza, mientras que la de las mujeres sólo tiene duchas y sauna. En estos baños de estilo ruso todo el mundo se desviste en un vestuario, dejan sus cosas en un armario y entran desnudos, no es costumbre cubrirse con toallas ni mucho menos usar bañadores. Hay servicio de masajes, pero el sitio me parece tan cutre que renuncio y me marcho después de ducharme con el agua caliente y sulfurosa. La verdad es que el famoso baño de Tbilisi nos decepciona a ambos; en el mismo estilo era mucho mejor uno que visitamos en Bishkek, la capital de Kirguizistán.

Cenamos cerca del Ayuntamiento y nos tomamos una copa en un local que ofrece jazz en vivo, el Café Kala, en el pequeño ghetto turístico oficial de la calle Erekle II. Es caro y nada del otro jueves.


Día 4: TBILISI

De nuevo amanece lloviznando, pero hoy nos animamos a hacer una excursión larga hasta las cuevas de Davit Gareja. Vamos en el Metro a la estación de autobuses de Didube, pero después de preguntar por todos lados no encontramos un transporte colectivo y optamos por contratar un taxi (80 GEL).

El camino de ida lo hacemos por la carretera principal que va hacia el este, desviándonos al sur una vez pasada la ciudad de Sagarejo, pero una vez allí el taxista se informa mejor y se decide a volver por la estrecha carretera de Rustavi.

Cuevas de Davit Gareja Georgia)
Cuevas de Davit Gareja Georgia)

Davit Gareja es un conjunto de monasterios que fueron fundados en el siglo VI por monjes sirios que excavaron muchas cuevas en la ladera de la montaña. El conjunto principal es el monasterio de Lavra, que conserva cuevas originales y las tumbas de algunos de sus fundadores. A su alrededor se fueron levantando otras dependencias, murallas y torres defensivas que forman un bonito conjunto. Este recinto fue destruido varias veces por invasores musulmanes y en la época soviética estaba deshabitado, pero tras la independencia ha vuelto a ser ocupado por una comunidad monástica, como muchos otros monasterios del país. Los monjes tienen unas dependencias reservadas y desde fuera se les oye cantar y orar, por lo demás estamos solos y podemos pasear y observarlo todo tranquilamente. En conjunto es un sitio muy bonito en un paisaje duro, casi desértico, sin apenas árboles.

Subimos por una ladera empinada hasta el antiguo monasterio de Udabno, en ruinas. La subida a la montaña es un poco dura, pero merece la pena por las vistas, desde lo alto se ven unas vastas praderas que son ya territorio de Azerbaiyán. En medio del caos de piedra en que se han deshecho los antiguos muros, ábsides y bóvedas se pueden ver aún muchos restos de murales que representan escenas de la Biblia.

En el camino de vuelta nos damos cuenta de la inmensidad de estas praderas casi desiertas, sólo vemos algunos rebaños aislados y también unos soldados que nos piden tabaco. Es zona militar de frontera y más tarde unos españoles nos contarán que tuvieron un incidente con la tropa, a la que fotografiaron mientras hacían ejercicios militares.

Pasamos por la antigua ciudad industrial de Rustavi, que ahora parece más bien una ciudad fantasma. Los complejos metalúrgicos de la época de Stalin están totalmente abandonados y sólo sirven como fuente de chatarra para la exportación.

De vuelta en Tbilisi pasamos la tarde paseando por la fortaleza de Narikala hasta la escultura de la Madre Georgia y descubriendo otros edificios históricos del barrio antiguo.

Cenamos cerca de Abanotubani, en un restaurante con música en vivo donde presenciamos una escena curiosa: hay una familia georgiana a la que acompaña un tipo alto que parece norteamericano; en cierto momento el padre de familia se levanta y se pone a bailar solo frente a los músicos y aunque va más o menos borracho se defiende con bastante dignidad, de paso nos damos cuenta de que es un policía y va armado. El norteamericano no sabemos qué ventolera le da que se levanta a su vez e intenta imitar al otro, pero va tan perdidamente borracho que no sólo se cae sino que no consigue levantarse porque se ha hecho un esguince o algo peor. Consternación en el grupo, que no sabe qué hacer ni a quién acudir para solucionar el desaguisado y que a duras penas consiguen evacuar en volandas al lesionado que no deja de maldecir en inglés.

Alojamiento y comida en Tbilisi: en Tbilisi nos alojamos todos los días en el Hotel David. Reservamos por medio de correos electrónicos y nos cuesta 60 € por noche con desayuno. Al principio nos parecía caro, pero luego preguntamos en algunos hoteles de Avlavari y todos eran más caros sin ser mejores. Para encontrar algo más barato hay que subir bastante colina arriba o probar en las casas de huéspedes familiares de Marjanishvili. En el David las habitaciones son amplias y muy limpias, la nuestra es exterior, pero por las noches el tráfico se paraliza totalmente y no hay ningún ruido, además el desayuno a la carta está bastante bien y nos sirven el mejor café de estilo turco que he probado nunca.

Los restaurantes no escasean y los hay de diversos estilos. Los folclóricos, pensados para grupos grandes, se concentran en una zona alejada del centro histórico que no llegamos a identificar bien porque nos lleva Antonio en su coche, creo que lo llaman Puente de Dagomir o algo así. Explorando otras zonas encontramos locales en los que se come bien, por ejemplo los de la cadena Sheimokede Genatsvale o el Dzveli Shakli, ambos muy recomendados en la guía LP. Pero nuestro favorito acaba siendo uno de los restaurantes populares instalados en sótanos de una calle lateral del Ayuntamiento; en estos locales se sirve vino a granel (en jarras grandes), variedad de ensaladas y fiambres, khinkali (grandes raviolis rellenos de carne y cebolla), shaslik (brochetas al estilo ruso), etc, todo bastante bueno y barato. Para matar el hambre en ratos perdidos nada mejor que los khachapuri, tortas de queso cocidas en el horno que se encuentran por todas partes, lo mejor es comprarlas recién hechas en los hornos que todavía abundan en la ciudad vieja.


Día 5: TBILISI - MTSKHETA- TELAVI

Hace un día soleado y Antonio viene a recogernos a las 10h para llevarnos en coche a Mtskheta, que está a unos 20 km. Por el camino vemos una especie de campamento hecho de casitas de chapa en el que todavía viven muchos refugiados de la guerra de Abjasia.

Mtskheta es el corazón espiritual de Georgia desde los tiempos de la conversión de los reyes del país, allá por el siglo IV, cuando ya era su capital y decidieron construir la primera catedral, que lleva el complicado nombre de Svetitskhoveli (El pilar viviente). El origen de la santidad del lugar se explica por una leyenda según la cual un judío del siglo I, llamado Elioz, regresó de una peregrinación a Jerusalén trayendo consigo la túnica sagrada que llevaba Cristo antes de la crucifixión. La hermana de este hombre, Sidonia, se emocionó tanto al ver la reliquia que se abrazó fuertemente a ella y murió. Fue imposible arrancar la túnica de manos de la difunta, de modo que decidieron enterrarla tal como estaba y cuando el rey Mirian decidió construir la catedral en el lugar de su sepultura ya nadie se acordaba de su localización exacta. Plantaron un pilar de madera al azar y por la noche Santa Nino, que había conseguido la conversión de los reyes gracias a sus muchos milagros, realizó otro tras una noche de vigilia y oración: el pilar de madera se elevó y se puso en marcha hasta situarse en el punto deseado.

La iglesia actual es de piedra y data del siglo XI; sin duda es una de las más bellas y grandiosas de Georgia y por supuesto está muy concurrida en estas fechas. Vale la pena observar con detenimiento la decoración interior, que conserva frescos y relieves en piedra muy antiguos, entre ellos los que adornan el famoso pilar. Mientras paseamos por el patio exterior se forma un pequeño revuelo a las puertas de la catedral y en seguida vemos llegar una comitiva de coches negros. Se baja (o más bien ayudan a bajar) un anciano encorvado y vestido de negro que se abre paso, escoltado por religiosos y guardaespaldas, entre dos largas filas de fieles que reclaman su bendición, de lo cual deducimos que se trata de Elías II, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Georgia.

Gracias a que disponemos de vehículo no tenemos que hacer filigranas para visitar el otro gran monumento de la ciudad: el monasterio de Jvari (La Cruz), situado en una colina a la que sólo se puede subir o bien por un sendero largo y rompe-piernas o por una carretera que da un rodeo de muchos kilómetros.

Para muchos georgianos, Jvari es todavía más sagrado que la catedral del pueblo que se extiende a sus pies, porque sobre esta colina, visible desde todo el amplio valle del río Mtkvari, la mismísima Santa Nino plantó una gran cruz de madera. Actualmente lo que hay es una iglesia de piedra adornada con unos pocos iconos y atendida por un puñado de monjes; las vistas son impresionantes no sólo sobre el valle sino que alcanzan a los picos nevados de Kazbegi, otro de los atractivos turísticos de Georgia.

Santa Nino es un personaje en el que se funden historia y leyenda; se la supone pariente de San Jorge y, aunque es este el patrón oficial de la iglesia georgiana, en realidad la devoción de la santa está mucho más extendida y Nino es el nombre que predomina entre las mujeres de Georgia.

Tenemos prisa por salir a conocer otras regiones del país, así que volvemos a Tbilisi y paramos a comer en la zona de Abanotubani antes de ir a la parada de marchrutkas de Ortachala, allí nos despedimos por el momento de Antonio y embarcamos en una furgoneta con destino a Telavi, una de las ciudades de la región de Kakheti, famosa por sus viñedos y bodegas. El trayecto dura 2 horas y media y nos cuesta 7 GEL por persona.

Alojamiento y comida en Telavi: nos alojamos en una guesthouse que está en la guía LP. Es la casa de la familia Tushishvili (40 GEL, dos personas con desayuno). Los dormitorios están ya ocupados (hay muchos turistas israelíes porque la Pascua también es fiesta allí) y lo que nos dejan es en realidad el salón, donde han instalado fácilmente camas porque hay sitio de sobra. La pieza está decorada con muebles antiguos y contiene cantidad de libros, armas y otros objetos curiosos.

No sirven más comidas que el desayuno (esto no lo dice la LP), así que perdemos horas tratando de encontrar un restaurante en la ciudad; al final en un bar de copas nos sirven unos khachapuri y solucionado el problema.


Día 6: TELAVI - SIGHNAGHI

Nos levantamos temprano. Telavi fue una ciudad importante en el pasado y conserva una ciudadela que alberga un museo, pero no nos detenemos a verla porque abre tarde y tenemos prisa por ir a los monasterios de Alaverdi e Ikalto; nos conformamos con las vistas de las cimas del Cáucaso que se ven desde el parque.

Cogemos una marchrutka que nos deja ante la puerta del monasterio de Alaverdi, que data del siglo XI y fue durante un milenio la iglesia más alta de Georgia (hasta la construcción de Sameba en Tbilisi). La restauración del edificio está muy avanzada y todavía hoy impresiona su elegante cúpula central sostenida sobre un estilizado tambor, que es lo que le permite alcanzar una altura de 50 metros. El interior de la iglesia contenía magníficos frescos pero en algún momento de la Historia fueron pintados de blanco y ahora su recuperación es ya muy difícil; el mejor conservado es una especie de retablo de San Jorge que está en la parte exterior del pórtico.

Los monjes dirigen unos trabajos de restauración que llevan a cabo voluntarios seglares y que afectan a todas las dependencias del monasterio: celdas, almacenes, bodegas, huertos, etc. Intentamos que nos permitan visitar la bodega, pero no tenemos suerte, así que salimos a esperar otra marchrutka que nos dejará en el desvío del monasterio-academia de Ikalto. La furgoneta que nos para va muy llena y es de techo bajo así que nos colocamos con las cabezas agachadas en los asientos plegables cercanos a la puerta. Frente a nosotros viaja una joven guapísima y cuando lo comentamos ella sonríe y dice: Muchas gracias. Es una georgiana que trabaja en la hostelería en Alicante y ha venido a visitar a su familia antes de incorporarse a la temporada alta del turismo.

El monasterio de Ikalto, además de monasterio, fue una de las academias que los reyes locales (Kakheti tuvo reino propio) fundaron para expandir las doctrinas filosóficas asociadas al cristianismo. Se supone que aquí estudió el gran poeta nacional Shota Rustaveli, que vivió en el siglo XII. El complejo está siendo restaurado por una empresa de telefonía y comprende los elementos habituales: un par de iglesias, bodega, almacenes y el edificio que albergaba las aulas de estudio.

El paseo de 2 km hasta la carretera es agradable y decidimos prolongarlo por las aldeas vecinas en busca de una bodega moderna o antigua que admita visitas, pero no tenemos suerte y volvemos a Telavi a buscar nuestro equipaje. Contratamos un taxi (60 GEL) para que nos lleve a Gremi y Kvareli y depués terminar la etapa en Sighnaghi, la otra capital de Kakheti.

La ciudad de Gremi fue destruida por los persas en el siglo XVII y se perdió la mayor parte de su rico patrimonio, pero se salvó la ciudadela, situada en una colina rocosa. El conjunto incluye una iglesia con frescos del siglo XVI y un palacio fortificado, ambos muy bien restaurados, pero tenemos que abreviar un poco la visita porque hay tormenta y empieza a llover con fuerza.

En Kvareli también hay un castillo pero la principal atracción es el museo instalado en la casa natal del escritor Ilya Chavchvadze. Este personaje vivió entre los siglos XIX y XX y su figura es muy importante para la cultura local aunque ha sido poco traducido a otras lenguas. Nos empapamos durante horas de la vida y milagros del amigo Ilya en la exposición que ocupa un edificio vanguardista y después vemos lo que queda de la casa antigua, que se limita a una torre de defensa en medio del jardín (en el siglo XIX eran frecuentes los ataques de bandidos) y una bodega que todavía se usa para producir vino en la fiesta anual que se celebra en septiembre.

Estas bodegas tradicionales reciben el nombre de marani y constan de una gran pileta donde se pisa la uva y conductos que dirigen el mosto hasta grandes depósitos excavados en el suelo. La fermentación rápida de este jugo, sin despalillar y conservando los hollejos, es lo que distingue todavía hoy a los vinos georgianos más comunes.

A la salida de Kvareli también nos permiten visitar una bodega más moderna, que está cerrada por reformas. Se trata de Kindzmarauli, la mayor instalación vinícola del país ya que ocupa unos 10 km de túneles excavados en una colina. El proyecto de reforma pretende que el vino pueda circular en tubos de vidrio desde las cubas de 20.000 litros hasta un vestíbulo en el que habrá una sala de catas. Ha estado lloviendo intermitentemente, pero el tiempo mejora cuando nuestro taxi sube las bellas colinas boscosas que conducen a Sighnaghi.

Alojamiento y comidas en Sighnaghi: esta ciudad es un referente turístico y hay muchos hoteles, pero voy preguntando en unos cuantos y son todos muy caros y además muchos están llenos. Finalmente recurrimos a la lista de casas de huéspedes que hay en la LP y llamamos por teléfono, gracias a la tarjeta SIM que compramos en Tbilisi (3 GEL más lo que quieras como saldo), a la de la familia Zandarashvili. El número resulta ser correcto y al cabo de 15 minutos el abuelo Zandarashvili viene a recogernos en un viejo Lada y nos lleva a su casa, que está a pocos metros de una de las puertas de la muralla.

Es una casa vieja y destartalada, pero muy acogedora y llena de detalles pintorescos. En cuanto desembarcamos nuestro equipaje somos llamados a la mesa, que está ya ocupada por parejas de turistas, casi todos israelíes. La cena es deliciosa, aunque la única carne que hay son unos pinchitos de carne picada, la variedad de ensaladas y platos vegetales es casi ilimitada. Las jarras de vino blanco y tinto (más bien clarete) tampoco tienen fondo y además el pícaro abuelo enseguida viene a tentarnos con una frasca de chacha, el aguardiente de orujo hecho en casa. Este licor es capaz de tumbar a un rebaño de elefantes, así que los turistas somos presa fácil y caemos redondos para no levantarnos hasta el desayuno. Pagamos 35 GEL por persona en media pensión.


Día 7: SIGHNAGHI - GORI

Amanece un día espléndido, desayunamos junto al balcón en el que se secan varios jamones, paletillas, lomos y pancetas y a continuación salimos a dar una vuelta.

En Sighnaghi se ha invertido mucho para crear la sensación, un poco falsa, de ciudad medieval bien restaurada y mantenida, hay calles peatonales adoquinadas y los edificios del centro lucen impecables (fuera de las murallas en cambio abundan las chabolas). Hay incluso una colección de originales esculturas metálicas repartidas por las plazas.

A pesar del calor nos animamos a salir andando hasta el convento de Bodbe, a unos 3 km. Aquí está enterrada Santa Nino y la comunidad que lo ocupa es de monjas; llegamos al final de una ceremonia muy concurrida, las monjas están cantando y hay muchas mujeres que entran y salen a ratos para descansar ya que la ceremonia ha durado varias horas. Cuando la cosa se despeja un poco entramos a ver el sepulcro, que es muy sencillo, y las pinturas del siglo XIX que adornan los muros.

En los alrededores hay una fuente que se considera milagrosa, pero no nos tienta y además tenemos algo de prisa; aprovechamos un taxi que permanece ocioso a la entrada para volver a la ciudad y recoger nuestro equipaje en casa de Zandarashvili. El abuelo nos lleva a la plaza en la que paran las marchrutkas con la esperanza de reclutar nuevos clientes; nos despedimos de él y sacamos billete a Tbilisi (12 GEL).

En la estación de Didube de Tbilisi damos unas cuantas vueltas por las calles llenas de barro y baches hasta encontrar un autobús que nos lleve a Gori. Hay que sacar billete en ventanilla, pero no sabemos si salen a horas fijas porque en un par de minutos se llena completamente y salimos (supongo que el destino final es Kutaisi o Batumi). En 2 horas nos plantamos en la patria chica de Stalin y sabemos dónde hay que bajar porque no en todas las ciudades de 50.000 habitantes hay una arteria tan desproporcionada como la Stalinis Gamziri.

Gori es una especie de fantasía arquitectónica modelada para mayor gloria del gran dictador soviético, pero toda grandeza se concentra en una avenida de varios kilómetros en la que se alinean inmensos edificios oficiales: museo, ayuntamiento, un hotel Intourist que todavía funciona, bancos y otros equipamientos. El resto de la ciudad consta de degradados barrios de casitas ruinosas y una colina que alberga una fortaleza antigua sin mucho interés. No encontramos ni un solo cibercafé.

Alojamiento y comidas en Gori: el Intourist nos intimida un poco desde fuera, así que optamos por el Hotel Victoria, que está cerca del extremo sur de la avenida, antes del puente que cruza el río Mtkvari. Nos cuesta encontrarlo varios paseos arriba y abajo porque no hay indicaciones fuera del bulevar y la gente no se entera mucho de lo que les preguntamos. El hotel está vacío y, como buena creación soviética, tiene algo de siniestro, pero en general no está mal. Nos cuesta 80 GEL sin desayuno.

Para cenar hay varias opciones y nos decidimos por un restaurante que hemos visto no muy lejos del hotel, en la Avenida Stalin. Es un local decorado en estilo rústico, con muchas piezas de caza disecadas.

Al entrar contemplamos una escena a la que ya nos vamos acostumbrando: un cliente intenta levantarse y no lo consigue porque las piernas no le sostienen; su amigo intenta ayudarlo pero como también va muy perjudicao no consigue arrastrarlo. Al final interviene el camarero, que a duras penas logra poner a ambos en la calle.

Nada más sentarnos nos mosqueamos un poco con las chicas porque nos dicen que no hay vino a granel, que si vemos beberlo a algunos clientes es porque lo traen ellos mismos (y quizá sea verdad, por extraño que parezca), al final elegimos un vino embotellado que cuesta 15 GEL y la cena es aceptable. Nos empeñamos en dar un paseo nocturno, sopla un viento gélido y los bares que quedan abiertos en la desierta avenida son como oasis inhóspitos porque también están casi vacíos. Nos retiramos temprano.


GEORGIA: Ruta BORJOMI, VARDZIA, KUTAISI, MESTIA, SVANETIA Y AKHALTSIKHE

Día 8: GORI - BORJOMI

Amanece lluvioso de nuevo. Desayunamos café turco y khachapuri en un local del bulevar decorado como un viejo vagón de ferrocarril y a continuación nos dirigimos al museo, que según la LP es el más interesante de toda Georgia.

El Stalin Museum (15 GEL) fue inaugurado en 1957, cuatro años después de la muerte del líder. Mientras Khruschev se esforzaba en erradicar el legado político del estalinismo, paralelamente favorecía el culto a la personalidad del Padrecito, pero limitado a su pueblo natal. El museo es un vasto edificio de 2 plantas con una torre, verja y jardines, fácilmente reconocible desde el exterior por la estatua de tamaño natural que hay frente a la entrada. La exposición recorre toda la historia de Stalin y del comunismo soviético ignorando los aspectos más espinosos; resulta interesante para cualquier visitante con curiosidad por la Historia, si bien la mayor parte de los textos explicativos no están en inglés. En los jardines se conserva la casa de madera y ladrillos en la que nació Stalin y también el coche de ferrocarril que solía usar para viajar a través de la URSS. Al salir pasamos por la tienda y compramos varios ejemplares de un volumen, de tamaño libreta y con muy pocas páginas, que reproduce la Obra Poética Completa de Stalin. Cada poema está en 3 idiomas: georgiano, ruso e inglés.

Despues de ver el museo vamos al vakzal y abordamos una marchrutka con destino a Borjomi. Hemos desistido de ir a Uplistsikhe porque sólo se puede ir en taxi y las descripciones del lugar no nos seduce; nos reservamos para visitar más adelante las cuevas de Vardzia. Pasado el cruce de carreteras de Khashuri entramos en un magnífico paisaje de montañas boscosas, ríos y aldeas.

Borjomi fue uno de los balnearios favoritos de la aristocracia en tiempo de los zares y durante la era soviética siguió siendo muy popular. El agua carbonatada natural que surge de su famosa fuente se exportaba a todas las repúblicas de la URSS y en la actualidad se sigue encontrando cuando menos por toda Georgia (a nosotros también nos gusta mucho).

Salimos a ver lo que queda del antiguo balneario y cogemos agua de la fuente, igual de buena que la embotellada, pero a alta temperatura. El espléndido parque ha sido convertido en una especie de parque de atracciones kitsch, poco concurrido en esta época del año. Vamos hasta el final y seguimos andando por un precioso sendero que sube suavemente hacia los bosques; la temperatura es agradable y disfrutamos de los altos abedules y abetos, vemos muchas setas y plantas con flores y vadeamos un par de riachuelos.

Celebración de la Pascua en Borjomi (Georgia)
Celebración de la Pascua en Borjomi (Georgia)

Al final nos topamos con un río demasiado ancho y tenemos que volver al pueblo. Hay una especie de vigilia en torno a una iglesia, en medio del parque fluvial; mucha gente está congregada en el exterior, sin duda porque dentro no caben todos, portando unas palmatorias con velas encendidas. Debe de ser su manera de celebrar el Jueves Santo y nos sorprende encontrar muchos jóvenes, en actitud muy alegre sin perjuicio de la solemnidad del momento.

La devoción cristiana es un fenómeno social en Georgia y se extiende a todas las capas de la población; chicas jovencísimas que no dudan en cubrirse la cabeza con pañuelos (generalmente blancos o de colores vivos) para ir de iglesia en iglesia rezando y poniendo velas a sus iconos favoritos, hombres fornidos que quizá han sido feroces soldados o rudos camioneros mostrando los tatuajes de sus dedos al persignarse delante de cada monasterio, etc.

Cerca de allí me llama la atención otra curiosidad: en la estación de ferrocarril apenas llegan dos convoyes al día desde la capital y no van muy llenos porque el transporte por carretera es ahora más rápido y frecuente; sin embargo en el vestíbulo todavía se puede ver una tabla de horarios escrita en ruso en la que figuran más de cien ciudades desde las cuales en otra época llegaban trenes, entre ellas muchas tan distantes como Riga o Alma Ata.

Alojamiento y comidas en Borjomi: Después de consultar con el encargado de la oficina de turismo nos decidimos por el Hotel Borjomi (50 GEL con desayuno). Es una casa de madera pintada de colores pastel, al estilo del siglo XIX; las habitaciones son pequeñas y sencillas y el desayuno normal.

Para comer y cenar empezamos frecuentando la Taverna Nia, que también figura en la LP. Es una casa de madera con balcones sobre el río que quizá en verano sea muy agradable, pero en esta época su vasto comedor resulta frío y húmedo. La comida no está mal y por la noche coincidimos con unos unos españoles que ya encontramos en el hotel de Tbilisi y bebemos juntos unas cervezas, armando un escándalo que sorprende a los silenciosos vecinos. A la noche siguiente exploramos un poco más y descubrimos un pequeño restaurante familiar que sirve comidas muy sencillas y un vino excelente en cálices de cristal de estilo vanguardista.


Día 9: BORJOMI - VARDZIA - BORJOMI

Cogemos una marchrutka para ir a Akhaltsikhe (4 GEL) y allí contratamos un taxi para que nos lleve a las cuevas de Vardzia y otros lugares de interés.

Hoy no llueve, pero está nublado y los perfiles de las montañas se confunden con el cielo gris. Cuando llegamos a las cuevas de Vardzia apenas las distinguimos en la ladera del monte. Vardzia es otro lugar emblemático para la cultura georgiana, y tal vez más en la coyuntura política actual, pues nos hemos dado cuenta de que muchos habitantes de Javakheti, la región en la que nos encontramos, son armenios y desearían integrarse en el país vecino.

Pagamos la entrada (6 GEL) antes de subir a pie la larga cuesta que lleva hasta el extremo de la alineación de cuevas. Vardzia fue inaugurada como construcción defensiva por los reyes georgianos del siglo XII y más tarde la reina Tamara amplió sus instalaciones con un monasterio compuesto de multitud de cavernas dispuestas en 13 niveles, que llegó a albergar a más de 2.000 monjes. Más tarde sufrió un terremoto que derribó las murallas exteriores y quedó indefensa frente a las invasiones; la última de los persas en el siglo XVI dejaría el lugar desierto hasta que hace unos años se instaló una pequeña comunidad de monjes. En nuestros días el sitio impresiona por su tamaño (120 cuevas excavadas con cientos de habitaciones distintas) y por las magníficas vistas que podemos apreciar cuando por fin sale el sol. Una iglesia que ocupa el centro del conjunto conserva todos sus elementos arquitectónicos y pinturas originales, además de un conjunto de estrechos pasadizos muy divertidos para los niños.

Cuevas de Vardzia (Georgia)
Cuevas de Vardzia (Georgia)

En el camino de vuelta paramos a ver la fortaleza de Khertvisi, colgada en lo alto de la colina que domina la entrada de un valle. En su origen hay una leyenda, según la cual la reina Tamara convocó una especie de concurso entre los arquitectos del país para ver quién levantaba la mejor torre de piedra. El maestro más famoso de aquel tiempo resultó vencido en la competición por un simple aprendiz y presa de la rabia saltó desde lo alto de su torre al suelo y murió. En la actualidad el castillo está casi completamente reconstruido y resulta muy vistoso en mitad del bucólico paisaje.

Antes de volver a Akhaltsikhe tomamos una estrecha carretera que asciende y asciende durante unos 10 km a través de un impresionante paisaje, con las montañas del Cáucaso al fondo, para terminar en el monasterio de Sapara, Este complejo tiene su origen en el siglo IX y además de ocupar una situación escalofriante en los alto de un barranco, sus 6 iglesias están increíblemente bien conservadas. En una de ellas, la iglesia de San Saba, se pueden ver los que probablemente sean los mejores frescos medievales de Georgia, que datan del siglo XIV.

Cuando llegamos a Borjomi, ya de noche, vuelve a llover a mares.


Día 10: BORJOMI - KUTAISI

Sigue lloviendo, de manera que renunciamos a ir de excursión por el vecino Parque Nacional y salimos temprano en dirección a Kutaisi. La primera marchrutka nos lleva hasta el cruce de caminos de Khashuri, allí un policía nos indica el lugar en el que paran las furgonetas que van hacia el oeste y nos disponemos a esperar.

Pero hoy es Domingo de Resurrección y resulta ser el día más importante de la Paska. Más tarde veremos cómo los georgianos están saliendo en masa en dirección a sus lugares de origen para cumplir con el rito de visitar las tumbas de sus antepasados. Los cementerios suelen ser amplios y cada tumba dispone de un espacio propio, limitado por una verja; allí es donde cada familia se instala para comer y beber, llevando siempre los típicos huevos de Pascua teñidos de colores.

El caso es que todas las marchrutkas pasan por Khashuri llenas, la gente se va acumulando en la parada y vemos difícil seguir viaje. Cuando ya estamos pensando en contratar un taxi nos sucede algo curioso: a dos pasos de donde estamos se ha detenido la furgoneta de un frutero, el conductor se mete no se sabe dónde y unos minutos más tarde sale y se dirige a nosotros, invitándonos a subir. El resto de los viajeros protesta, pero el tipo por algún motivo ha elegido llevar a forasteros y lo cierto es que sólo puede llevar a 2 personas porque no hay más asientos.

Nos ponemos en marcha (él se dirige a Batumi, en la costa del Mar Negro) y tratamos de comunicarnos un poco con él, con gestos y algunas palabras en ruso. Pasamos un puerto de montaña en el que se ve bastante nieve y en la bajada paramos en una especie de mercadillo permanente donde se venden toda clase de cacharros de barro. La carretera tiene a ratos mucho tráfico, sobre todo camiones turcos que entran o salen de Georgia cargados de mercancías, aún con todo llegamos a Kutaisi en menos de 3 horas.

Nos despedimos del simpático transportista y le damos 20 GEL por habernos sacado del lío, pero entretanto un taxista que pasaba por allí nos ha liado a su vez y nos saca 10 GEL por llevarnos al hotel (con 5 GEL hubiera ido que se mataba). Después de instalarnos subimos por el barrio antiguo hasta la colina que alberga el monumento más famoso de Kutaisi: la antigua catedral de Bagrati.

Por el camino pasamos por un mercadillo de flores y otras cosas típicas de la Pascua, pero apenas hay compradores porque todo el mundo sigue en los cementerios. Kutaisi fue la capital de un reino durante siglos y su catedral era grandiosa, así como el palacio-fortaleza que ocupaba la misma colina. Pero ambos fueron destruidos por diferentes catástrofes en el siglo XVIII y en la actualidad no queda casi nada de la fortaleza y la catedral está en las primeras fases de su restauración y no resulta muy vistosa.

Para aprovechar la tarde contratamos un taxi (12 GEL) y nos vamos a ver 2 monasterios cercanos que están mucho mejor conservados: Gelati y Motsameta. El monasterio de Gelati fue otra de las academias filosóficas fundadas en la Edad Media y algunos de los reyes más famosos están enterrados en sus iglesias. Algo debe tener el lugar, porque el presidente Saakashvili los eligió para consagrar el inicio de su mandato en 2004.

El monasterio de Motsameta ocupa una localización verdaderamente espectacular en lo alto de una colina que domina el meandro del río Tskhaltsitela; el paso hasta la pequeña iglesia es muy estrecho y resulta muy difícil de fotografiar, pero la visita desde luego vale la pena. El nombre del río significa agua roja y tiene su origen, cómo no, en una leyenda: los duques de Argveti eran dos hermanos que gobernaban la región allá por el siglo VIII, época de la invasión árabe. Los invasores asesinaron a todo el mundo y a los duques los arrojaron al río, pero unos leones recogieron sus cuerpos y los volvieron a subir a la colina, por eso se construyó allí una iglesia para darles sepultura. Su tumba fue objeto de una especial devoción a lo largo de los siglos y en 1923 la Cheka (policía política de los soviets) llegó hasta Motsameta para incautarse de ella y trasladarla a Kutaisi, pero de nuevo intervino lo sobrenatural y los huesos de ambos mártires regresaron milagrosamente al punto de partida. En la actualidad muchos fieles siguen visitando la iglesia para cumplir el rito de pasar a gatas por debajo del estrecho sepulcro.

Alojamiento y comidas en Kutaisi: nos habían recomendado el recién inaugurado Hotel Old Town, y lo cierto es que es un sitio elegante y con habitaciones bien equipadas para lo que es habitual en Georgia, pero también es bastante caro y encima nos encontramos con un personal muy borde. Nos dieron la habitación más cara (90 USD con desayuno) lo cual en un principio nos molestó bastante. Al día siguiente nos encontramos en el desayuno con un gran grupo de israelíes que viajaban haciendo una especie de rally, así que tal vez fuera cierto que el hotel estaba casi lleno.

En cuanto a restaurantes, nos dio la impresión de que escasean y de todos modos no encontramos ni uno solo abierto, ni tampoco locales de fast-food ni simples cafeterías. La Paska se celebra en Kutaisi a la manera del Jueves Santo en la España de los años 50 y prácticamente todo está cerrado. Nos conformamos con comprar queso, embutidos, panecillos y cerveza en una tienda y comer en la habitación.


Día 11: KUTAISI - MESTIA

Dejamos Kutaisi tal como nos la encontramos: con las calles vacías. Una marchrutka nos lleva en unas 2 horas a Zugdidi (7 GEL), desde donde esperamos seguir viaje hacia la mítica región montañosa de Svaneti. El transporte hasta esa comarca es escaso, sólo hay un par de salidas diarias en furgonetas que los habitantes usan para transportar mercancías.

Preguntamos en la caseta que utilizan y nos dicen que la marchrutka de la tarde saldrá a las 15h y como aún no es ni mediodía aprovechamos para dar una vuelta, dejando las maletas en la caseta sin ningún reparo; estamos seguros de que a la vuelta nuestro equipaje seguirá allí (y de todos modos no llevamos nada valioso).

Para ser una ciudad de segundo orden, Zugdidi resulta estar mucho mejor equipada y más animada que lo que hemos visto en Kutaisi; hay un mercado cubierto muy interesante y varios cibercafés abiertos, también nos sorprende encontrar un bulevar decorado con mosaicos que representan grandes banderas georgianas (la actual, con las 5 cruces de San Jorge). Este bulevar lleva el nombre de Zviad Gamsajurdia, el conflictivo presidente que proclamó la independencia del país en 1989 y que más tarde se convertiría en golpista. Parece ser que Zugdidi era su feudo particular y a nadie le sorprende que la ciudad reivindique su memoria.

Con todo, lo más extraño es que según la guía LP esta ciudad cuenta con uno de los mejores restaurantes del país, el Diaroni; tenemos curiosidad por comprobar qué hay de cierto y resulta que el dato es correcto, comemos muy bien y el servicio es excelente.

De vuelta a la estación de marchrutkas nos fijamos en una réplica de las torres defensivas de estilo svan, que pronto veremos en abundancia. La furgoneta se pone en marcha poco antes de las 15h, es cierto, pero sólo para recorrer unos cientos de metros y entrar en el patio de una propiedad en la que hay un almacén. Comienza una aburrida espera durante la cual el conductor, ayudado por un par de pasajeros, se esfuerza en acomodar un cargamento compuesto de muchas cajas de tomates y otras hortalizas, sacos llenos de no se sabe qué y enseres de lo más diverso. Cuando parece que lo han conseguido seguimos esperando sin saber qué hasta que vemos llegar a otro de los viajeros que trae un buen montón de cartones de huevos.

Por fin salimos a la carretera y pagamos los 20 GEL por persona que cuesta el viaje; son ya las cuatro y media y sabemos que el camino hasta Mestia, la aldea que hace las funciones de capital comarcal de Svaneti, es bastante largo a causa del mal estado de la carretera. Aparte del conductor y de nosotros dos viajan 5 fornidos svans y una joven turista israelí.

Pronto la carretera abandona el fértil valle y comienza a subir paralela al río hasta las inmediaciones de un gran embalse, a lo lejos vemos algunas cimas cubiertas de nieve. Volvemos a parar al cabo de hora y media junto a una especie de bar de carretera de estilo hiper-rústico, con la cabina del retrete colgada sobre el río; pero resulta que no paramos sólo para ir al baño, en seguida nos damos cuenta de que los svans tienen intención de celebrar una sesión en toda regla; nos mezclamos espontáneamente con ellos, ocupando una gran mesa dentro de una de las salas de la taberna y al poco tiempo nos sirven varios kubdari (tortas de harina con carne hechas al horno) cortados en cuñas y un par de jarras de vino de dos litros.

Nos reparten vasos y el tamada comienza a ejercer sus funciones ordenando llenarlos y pronunciando el primero de una larga serie de complicados brindis. Nosotros, como la chica israelí, tratamos de saltarnos varios vasos, y no sólo por miedo a acabar con un coma etílico sino también porque el vino es más bien malo. Tal vez por la misma razón el conductor anuncia su retirada después de apurar 6 vasos, pero el resto sigue en la brecha y consiguen vaciar otros tantos.

Cuando nos levantamos han pasado casi dos horas y hemos dado cuenta de 5 grandes jarras de vino, claro de color pero turbio de todo lo demás. Pregunto cuánto nos toca pagar a escote y me piden 6 GEL, la hebrea como era de esperar se hace la sueca y no afloja.

Seguimos viaje acercándonos al crepúsculo pero mientras dura la luz vemos un paisaje de alta montaña cada vez más impresionante, hay grandes cordilleras en todas direcciones y las aldeas y granjas se suceden. En una de ellas se baja el hombrecillo calvo que ha ejercido de tamada y los otros nos dicen con sorna que es un policía. El camino cada vez es peor, lleno de baches y piedras, está oscuro pero el conductor se conoce el trayecto de memoria y avanza con mucha seguridad entre curvas y repechos.

Llegamos a Mestia cuando son las 22h, pero hemos tomado la precaución de llamar por teléfono a una de las casas de huéspedes que figuran en la LP, la de Nino Ratiani, así que nos dejan en su puerta y nos encontramos la cena servida y habitaciones preparadas.

Alojamiento y comidas en Mestia: En la casa de Nino pagaremos 40 GEL por persona y día en pensión completa, nos parece un poco caro, pero tampoco vamos a pasar el tiempo suficiente para comparar. La comida está bien, hay poca carne, pero a la noche hacen sopa y las ensaladas y platos fríos variados están disponibles todo el día. No incluyen vino ni cerveza, pero nos venderán botellas de vino bastante bueno por 8 GEL que compartiremos con los otros huéspedes y ellos por su parte nos invitan con cerveza y vodka.

Con la habitación tenemos menos suerte porque la casa de Nino está llena y nos envían a la de la vecina de enfrente; son habitaciones grandes y desnudas con una cama bastante maltratada, mantas raídas y nada más. Disponemos de una pequeña estufa de resistencia que nos calienta la primera noche, pero por la mañana el filamento se rompe y deja de funcionar; se lo cuento a la dueña y le dejo el chisme en la terraza... cuando nos marchamos de Mestia todavía seguía allí.


Día 12: MESTIA / REGIÓN DE SVANETI

En el desayuno nos encontramos con varios turistas israelíes que ya conocemos de etapas anteriores, además hay un italiano que reside en Rusia y un grupo formado por un esloveno, un portugués y una chica rusa de Letonia; viajan juntos porque los 3 viven en Holanda y trabajan en la misma empresa. A la chica hebrea con la que viajamos ayer la vimos de noche dando saltos encima de su cama (los grandes ventanales carecen de cortinas) como si estuviera en un pyjama party particular, a partir de entonces ya no la veremos más ni sabremos dónde se ha metido.

Hay otra pareja de israelíes que junto con el italiano proyectan hacer una excursión montaña arriba hasta el Glaciar Chalati, para la cual no hace falta guía; decido unirme a ellos y nos proveemos de comida y agua para pasar el día por allí.

Al salir de la casa nos damos cuenta de que la capital de Svaneti sigue siendo una aldea agrícola en la que apenas han empezado a llegar inversiones del sector turístico; las calles no pueden estar más llenas de fango y baches y en cuanto se sale uno de la carretera principal hay que sortear granjas con vallados para el ganado. En medio de los caseríos se levantan las curiosas torres defensivas de piedra, de origen incierto y con alturas de hasta 20 metros; no cabe duda de que los habitantes de este valle han sido muy belicosos puesto que, en lugar de hacer obras de defensa para todo el pueblo, cada familia o clan se construía la suya propia.

Montañas de Svaneti (Georgia)
Montañas de Svaneti (Georgia)

Hay fantásticas cordilleras nevadas en todas direcciones, como formando un circo alrededor del valle; comenzamos caminando río arriba y a la salida del pueblo pasamos junto al aeropuerto. A modo de terminal de viajeros hay una especie de tubo de metacrilato doblado como una escarpia con la punta hacia arriba; tal vez haya ganado un premio de arquitectura, pero no parece una instalación práctica ni cómoda, por lo demás hay algunas personas deambulando por el recinto vallado del aeropuerto, pero no se ve ni rastro de avionetas, ni siquiera un helicóptero.

Seguimos caminando hasta encontrar una pasarela que cruza el río y a partir de aquí el camino empieza a subir; después de media hora nos encontramos un puente de hierro colgado otra vez sobre el río, por aquí patrullan soldados, pero al cruzarnos con ellos no advierten nada sospechoso y no nos piden la documentación. Seguimos subiendo por entre bosques de coníferas y pronto vemos al fondo la impresionante montaña que cierra el circo glaciar.

Hay bastante nieve y comenzamos a hundir los pies; ninguno de nosotros lleva polainas, pero los israelíes son precavidos y han traído un gran rollo de cinta aislante bastante fuerte, así que me aprovecho de que por una vez los judíos regalan algo y en unos minutos estamos todos protegidos con bolsas de plástico atadas alrededor de los tobillos. Así continuamos andando mal que bien y pasado el mediodía llegamos a la lengua del glaciar. No se puede seguir más allá sin equipo, el suelo está helado y además se oye intermitentemente el estruendo de aparatosas caídas de piedras. Nos quedamos un rato contemplando el fascinante paisaje y recobrando el aliento, pero como sopla un viento bastante frío pronto bajamos al bosque en busca de un lugar protegido para comer antes de emprender el camino de regreso.

Pilar, mientras tanto, se pasa el día dando vueltas por el pueblo, viendo las extrañas torres defensivas, visitando el museo que tiene una colección de libros antiguos de los pueblos del valle, cruces e iconos medievales, paseando por las calles llenas de barro, etc.

Nos cuentan que una compañía aérea privada ofrece vuelos entre Mestia y Tbilisi 4 días a la semana; las tarifas son razonables (75 GEL) teniendo en cuenta que nos ahorraríamos un larguísimo viaje por carretera, pero al final no nos decidiremos a reservar una plaza por varios motivos; el primero es que para ir a Armenia no es imprescindible volver a pasar por Tbilisi, el segundo que tendríamos que pasar 3 días enteros en Mestia y probablemente con 2 va a ser suficiente y el tercero es que no nos acabamos de creer que los vuelos sean operados realmente, de hecho no llegamos a ver ni un solo aparato en el aeropuerto en los 2 días que pasamos aquí.

La cena es muy alegre con una compañía tan joven y cosmopolita, bebemos mucho vino y cerveza y apalabramos con Nina una excursión en 4x4 para el día siguiente.


Día 13: MESTIA / REGIÓN DE SVANETI

El precio habitual que piden los conductores para ir hasta Ushguli y volver son 200 GEL (incluida la comisión de Nino, bien entendido), pero como hoy somos 8 los interesados, nos ofrecen 2 vehículos con una pequeña rebaja y nos sale a 45 GEL por persona. Nos montamos nosotros 2 y el grupo de los 3 en un Mitsubishi Pajero y le pedimos a la chica de Riga que viaje en el asiento delantero porque es la única que habla ruso.

La carretera tiene tramos regulares y otros en los que pasar a más de 10 km/h es un suicidio, aún así podemos decir que tenemos suerte porque algunos años permanece cerrada por la nieve hasta junio. Paramos un par de veces en los lugares más despejados, para tirarnos bolas de nieve y contemplar el soberbio monte Ushba (4.700 m) cuya ascensión tiene fama de peligrosa. Mientras subimos, el conductor le va contando en ruso a nuestra compañera todas y cada una de las leyendas relativas a las aldeas que atravesamos y ella nos las traduce al inglés lo mejor que puede; algunas son del tipo Romeo y Julieta pero la mayoría tienen más que ver con Macbeth o el Rey Lear pues se refieren a emboscadas, traiciones y matanzas de todo tipo.

Tardamos 2 horas largas en llegar a Ushguli, que desde sus 2.100 metros presume de ser el pueblo más alto de Europa. Al aproximarnos vemos el resultado de una avalancha de nieve que ha caído muy cerca de las casas, y que de avanzar un poco más se habría llevado por delante a más de una.

Ushguli conserva la estructura de las aldeas medievales con sus casas de piedra y sus torres de vigilancia, peor conservadas que las de Mestia. Es un pueblo visiblemente muy pobre, pero el paisaje nevado le da un aspecto imponente. Subimos hasta una colina que domina el pueblo y llegamos justo a tiempo para entrever la silueta del monte Shkhara antes de que la niebla lo borre. Esta cima alcanza más de 5.000 metros y es la segunda más alta de todo el Cáucaso (la primera es el Elbrus, en la Federación Rusa).

Nos acercamos a ver la antigua iglesia de San Jorge, en lo alto de la colina, y aprovechamos la precaria protección del muro del cementerio para comer algo, pero hace frío y aguantamos muy poco sentados. Emprendemos el regreso cuando empieza a caer aguanieve y las calles se enfangan todavía más a causa de los excrementos de las ovejas, vacas y cerdos que pululan por todas partes; parece que hayamos vuelto a muchos años atrás. Unos jóvenes nos convencen para que paguemos la entrada de un museo etnológico, no es gran cosa, pero pasamos un rato abrigados viendo el interior de una casa tradicional atestada de viejos cachivaches, algunos bastante ingeniosos.

Nos montamos en los coches con la ropa empapada, pero al poco rato de marcha deja de llover y volvemos a ver un cielo claro; para cuando llegamos a Mestia hay una preciosa luz de atardecer.

Nos duchamos en el precario baño de nuestro alojamiento y antes de cenar aceptamos la invitación de nuestro chófer, que nos espera en su minúscula tienda-bar (el único tipo de comercio que hay en el valle). Cuando llegamos están sentados con él nuestros compañeros esloveno y portugués, bebiendo el vodka aromatizado con manzana que prepara en su casa y que nos parece delicioso a pesar de que ambos odiamos el vodka.


Día 14: MESTIA - AKHALTSIKHE

La marchrutka de la mañana con destino a Zugdidi pasa puntualmente a recogernos a las 6:15, pero antes hemos tenido tiempo de desayunar, hacer las maletas y pagar nuestra estancia.

El viaje a Zugdidi dura 5 horas, algo menos que a la ida porque la obligada parada en el chiringuito es de corta duración.Hoy el sistema georgiano de transportes se muestra muy ágil. En Zugdidi abordamos rápidamente otra furgoneta que va a Tbilisi y que nos deja en el cruce de carreteras de Khashuri (13 GEL); caminamos un rato hasta la otra terminal y abordamos un tercer vehículo que nos lleva a Akhaltsikhe (6 GEL).

Tras instalarnos en el hotel nos conectamos un rato a Internet y luego damos un paseo por Rabati, el barrio antiguo, que conserva casas tradicionales y, cosa rarísima en Georgia, los restos de una mezquita y una medersa. El castillo alberga un museo, pero ya está cerrado y de todos modos estamos muy cansados, nos retiramos temprano y reponemos fuerzas para entrar mañana a la República de Armenia.

Alojamiento y comidas en Akhaltsikhe: Hay muy pocos hoteles, pero parecen ser suficientes porque en Akhaltsikhe no paran demasiados viajeros. Nos decantamos por el Hotel Prestige, que no está mal y tiene cierto carácter (50 GEL sin desayuno). Por la noche llegan unos jóvenes rusos que arman algo de ruido, pero no nos impiden dormir.

En una calle céntrica encontramos toda la oferta gastronómica de la ciudad... que se limita a khachapuri en sus distintas variedades (imeruli, acharuli, kubdari, ...) y cerveza.


ARMENIA: Ruta GYUMRI, EREVAN, DILIJAN Y ALAVERDI

Día 15: AKHALTSIKHE - GYUMRI (Armenia) - EREVAN

Salimos del hotel antes de las 7h, y sin desayunar (a esas horas está todo muy parado en la ciudad) nos dirigimos a la plaza que hace de parada de taxis y furgonetas. La marchrutka con destino a Gyumri sale al poco rato (20 GEL) a pesar de ir casi vacía. Vamos parando en algunos pueblos para recoger a algún que otro viajero más, pero la mayoría se bajan en las inmediaciones; paralelamente nos damos cuenta de que el conductor lleva algo de contrabando por cuenta de un hombre que se ha asomado a la cabina para darle dinero.

La frontera de Bavra está en un páramo desolado, cerca de un lago; sopla un aire frío y el cielo gris nos hace imaginar que en cualquier momento podría nevar. Curiosamente, en el pueblo anterior a la frontera la furgoneta se llena. Nos bajamos todos ante la caseta de inmigración para cumplir los trámites y nos encontramos, en forma de policía de fronteras, con el primer espécimen típicamente armenio: calvo, cejijunto y de enorme nariz. Rellenamos los impresos en 5 minutos, pero la tasa del visado sólo se puede pagar en moneda armenia, para lo cual nos indican una oficina de cambio que hay al lado.

Aquí es donde cometo la torpeza del día, porque interpreto el gesto de alguien que hay en la puerta como indicando que la oficina está cerrada, de modo que sigo andando y entro en Armenia sin pasaporte y con las manos en los bolsillos, a través del viento y la llovizna. Camino hasta encontrar una tienda-café con algunos clientes, entro y le enseño al dueño un billete de 50 €. El tipo se queda un poco confuso, pero reacciona llamando por el móvil a alguien y cuando cuelga me muestra una cifra en la calculadora: 450. No me quedo satisfecho y decido probar en otra parte, alejándome más aún del lugar en el que me espera la marchrutka. Cuando parece que se ha acabado el pueblo tengo suerte y encuentro otra tienda en la que me pagan 520 AMD por euro; emprendo el camino de regreso y me encuentro al conductor de la furgoneta, que no acaba de entender dónde me he metido para perder media hora.

Nos disculpamos lo mejor que podemos y finalizamos el trámite del visado en pocos minutos; el aduanero coloca en nuestros pasaportes unas pegatinas que nos cuestan 3.000 AMD a cada uno y nos da la bienvenida a Armenia. Al pasar la última barrera el conductor sortea hábilmente el registro repartiendo entre los viajeros de la fila de atrás unas bolsas que ha sacado de debajo de su asiento y así llegamos sin novedad a Gyumri, donde aparcamos frente a una verdadera vakzal, con taquillas y oficinas de compañías de autobuses pero que, sin embargo, carece de lo que necesitamos nosotros: una consigna de equipajes.

Ya es mediodía y está lloviendo con fuerza, así que nos decidimos por coger un taxi para que nos lleve a uno de los restaurantes recomendados por la LP: el Polos Mukuch. Comemos espléndidamente los dos por 7.000 AMD y conseguimos que nos guarden las maletas un par de horas.

Gyumri fue arrasada en 1988 por un terremoto que causó 50.000 víctimas y destruyó casi todas sus casas y monumentos, pero el auge económico vivido por Armenia a partir de su independencia ha permitido reconstruir la mayor parte de las viviendas, los equipamientos básicos e incluso algunas iglesias. Nos dirigimos a las dos plazas centrales, ocupadas por jardines y estatuas épicas, y entramos en la catedral. Aunque la mayoría de las mujeres llevan la cabeza cubierta, el ambiente en las iglesias es mucho menos solemne que en Georgia. Se están celebrando bodas y nos da la impresión de que las ceremonias, oficiadas por un sacerdote extrañamente vestido y un auxiliar, son de corta duración y se suceden unas a otras con rapidez; a la salida los novios se hacen las fotos de rigor posando en los jardines o junto a limusinas horrorosamente adornadas.

En otra esquina de la plaza vemos una imponente fachada neoclásica rotulada como Hotel Alexandropol (el antiguo nombre ruso de la ciudad) y aunque es evidente que el hotel está cerrado nos acercamos y encontramos el portón abierto. El interior del edificio entero está en plena reforma y el vigilante amablemente nos permite echar un vistazo por todas las plantas. Nos divierte descubrir el proyecto del futuro hotel de lujo porque todo son oropeles falsos, no hay nada de mármol, ni bronce, ni pan de oro ni cristales valiosos, pero todo está pintando aparentando que es lo que en realidad no es. Para colmo, el restaurante y el bar del sótano están decorados como un infierno kitsch, con llamaradas de colores chillones y cabezas de demonios en escayola.

Nos damos otro paseo por el mercado, muy animado y colorista y aunque no compramos nada aprovechamos para cambiar más dinero. Volvemos a recoger las maletas y bajamos por calles adoquinadas de nuevo a la vakzal para abordar una de las frecuentes marchrutkas que salen hacia la capital. Llegamos hacia las 17h 30' al sur de la zona centro de Erevan.

Alojamiento y comidas en Erevan: Al llegar a Erevan realizo una búsqueda por los hoteles del centro, mientras Pilar espera en una cafetería, y me encuentro con que todos están llenos, incluso los más caros. Busco solución al problema dirigiéndome al popular Envoy Hostel, en la calle Pushkin, para preguntar si tienen alguna lista de casas particulares que alquilan habitaciones.

Efectivamente, la recepcionista llama por teléfono a una y como además termina turno se ofrece a acompañarme hasta allí. Es un apartamento en un bloque de la calle Demirchian, a unos 10 minutos a pie, con un vestíbulo de película de terror y un ascensor renqueante. Parece ser que la economía de mercado no ha conseguido convencer a los habitantes de la antigua URSS de que los vecinos deben pagar por el mantenimiento de las zonas comunes de su finca. El apartamento en sí consta de 2 dormitorios, uno de los cuales está ocupado por unos catalanes y sus bicicletas, más un salón en el que duermen la propietaria y su hijo cuando no tienen libre ninguna de las dos habitaciones.

Pagamos 10.000 AMD por persona, con desayuno y tés a discrección, pero como no nos parece ningún chollo nos vamos a buscar en Internet alguna alternativa para las dos noches siguientes. Reservamos en el Hotel Erebuni, donde por unos 83€ al día (con desayunos) nos alojarán en una especie de suite moderna y bien equipada, con 2 dormitorios, dos baños, salón con TV de plasma, etc. Una ganga que probablemente se explica porque las habitaciones estándar están todas ocupadas.

En Erevan abundan los buenos restaurantes. Probablemente el menos bueno en el que estuvimos fue el famoso Urartu, el local más tradicional y lujoso de la Barbecue Street, que funciona como un salón de baile con estruendosa música en vivo que hace las delicias de familias acomodadas y mafiosos varios. Y el mejor es un local en un amplio sótano de una avenida cercana al hotel, identificado por un cartel como Taverna Erevan, pero que no tiene nada que ver con el restaurante-espectáculo Old Erevan que aparece en todas las guías (y que se incendió por aquellas fechas). También comimos bastante bien en Our village, otro local recomendado por la LP, donde entre otras cosas probamos el delicioso vino de granadas.


Día 16: EREVAN

Desayunamos con nuestros anfitriones mientras un desfile de coches de policía invade la calle y escandaliza con avisos por altavoz; parece ser que el Presidente pasa por allí todas las mañanas para ir a su despacho y su escolta se encarga de despejar el camino. Nos mudamos al Hotel Erebuni y tras instalarnos nos animamos a hacer alguna excursión por los alrededores, a pesar de que el día no apunta soleado precisamente.

Salimos a la acera de la amplia Plaza de la República (cuando nos enteramos de que en realidad se llama Hanrapetutyan Hraparak perdemos la esperanza de aprender a hablar armenio), donde suelen estar parados algunos aspirantes a taxistas, y vemos un coche del que enseguida nos encaprichamos: un Volga de 1975.

Desde la perspectiva actual, los Volga (que dejaron de fabricarse hace pocos años) no son gran cosa, pero si los comparamos con algún que otro vetusto Lada que aún circula por aquí, la percepción mejora bastante. El Volga era el mayor lujo al que la gente corriente podía aspirar en la sociedad sin clases de la URSS y viajar en uno de ellos nos retrotrae a la fantasía de ser alguien en medio de un mundo gris en el que nadie tenía derecho a destacar... a menos que fuera un jerarca del Partido y esos viajaban en los aparatosos Zhiguli oficiales, que eran lujosos de verdad.

El conductor de esta reliquia es otro armenio cejijunto y medio calvo que se da cuenta de nuestro entusiasmo y nos invita a subir sin importar el precio porque sabe que saldrá beneficiado de la situación. La excursión al monasterio de Khor Virap está excluida porque con este tiempo es imposible disfrutar la famosa vista sobre el Monte Ararat, de modo que nos conformamos con ir a Garni y al monasterio de Geghard, lo cual ajustamos en un precio de 12.000 AMD.

Garni es un bonito yacimiento arqueológico (entrada 1.000 AMD) estratégicamente situado en la cresta de un barranco; sus restos más antiguos son unas piedras con inscripciones y un relieve que datan del siglo VIII a.d.C. pero lo más vistoso es el templo de estilo helénico construido en el siglo I, que ha sido reconstruido con relativo acierto. El paisaje primaveral que lo circunda sería espléndido si saliera el sol, pero hoy tampoco tenemos suerte en ese aspecto.

Nos detenemos mucho más tiempo en el monasterio de Geghard, lugar religioso de primer orden porque durante siglos albergó una importante reliquia: la punta de lanza que supuestamente remató a Cristo y que en la actualidad se conserva en la catedral de Echmiadzin. El monasterio también goza de una pintoresca situación, encajado entre un barranco sobre el río y una pared rocosa en la que se excavaron cuevas y pasadizos inquietantes. Las iglesias armenias se parecen a las georgianas en el exterior, pero el interior es muy diferente: las paredes de piedra negra están casi desnudas, no tienen iconos u otros adornos que destaquen con la luz sino sólo algún que otro bajorrelieve, generalmente en forma de cruz. La atmósfera dentro de Geghard es sobrecogedora, a pesar de ser una atracción turística donde tal vez la mayoría de la gente no viene por devoción sino para pasar el rato, como nosotros.

En realidad la muestra más sofisticada de arte religioso armenio son los llamados khatchkar, grandes piedras rectangulares en las que los canteros medievales tallaban cruces latinas hechas con infinitos adornos y filigranas; en Geghard hay muchos de ellos pero los ejemplos más perfeccionados los veremos más adelante en otros monasterios. En la terraza que se asoma al barranco vemos otra curiosidad de la que hemos oído hablar, se trata de un cobertizo bajo el cual se ven evidentes charcos de sangre; parece ser que en Armenia los sacerdotes de los templos realizan a veces sacrificios de animales a petición de los fieles. También coincidimos en una de las cuevas con una pequeña coral de mujeres que interpretan una muestra del bellísimo canto religioso antiguo.

Volvemos a Erevan, ha parado de llover y después de comer salimos a explorar el centro de la ciudad, que es una especie de almendra invertida surcada por amplias avenidas. Nuestro hotel y la Plaza de la República están cerca de la punta mientras que la parte más ancha está ocupada por grandes jardines a ambos lados del Teatro de Ópera y Ballet. Nosotros somos aficionados a la música clásica en general y tenemos curiosidad por conocer ese teatro, inaugurado en 1933, en el que el gran compositor Aram Khachaturian estrenó sus famosos ballets Gayane y Espartaco.

Nos acercamos a la taquilla para ver qué hay programado y vemos anunciada la ópera La rondine para cuatro días más tarde, pero como no tenemos pensado estar tanto tiempo en la ciudad preferimos sacar entradas (5.000 AMD cada una) para la función de esa misma tarde, que según nos dicen es de dance.

Mientras tanto damos una vuelta por el mercado de arte al aire libre, que está muy cerca de allí, y nos sorprende la calidad de las pinturas; por otra parte es bastante turístico en el sentido de que muchas de ellas recrean temas folklóricos y leyendas medievales y utilizan la figura de la granada (símbolo de fertilidad y riqueza) de manera muy recurrente.

El edificio de la Ópera de Erevan fue reformada por última vez en 2002 y el resultado nos parece muy satisfactorio ya que tiene un amplio escenario y una platea cómoda con excelente visibilidad desde todas las zonas; completan el aforo dos anchas terrazas y tres filas de palcos escalonados. La función comienza a las 19h y enseguida vemos que se trata de una especie de gala de fin de curso de una escuela de danza; consta de muchos números, unos mejores que otros, y aunque resulta entretenido para un rato nos marchamos al cabo de dos horas cuando nos damos cuenta de que la cosa puede durar fácilmente otras 2.

El público parece estar compuesto por familiares de los participantes y no se cortan a la hora de fotografiar con flash y de lanzar mensajes de aliento personales; otra cosa que nos llama la atención es que en uno de los números los bailarines encienden unas bengalas que forman con letras la palabra Rusia, cosa que provoca grandes muestras de entusiasmo en el respetable. Parece ser que los armenios siguen muy agradecidos a los rusos por haberles ayudado en la sangrienta guerra que libraron contra Azerbaiyan por el control de la república de Nagorno-Karabakh.

Cenamos en Urartu y entre unas cosas y otras regresamos al hotel pasada la medianoche.


Día 17: EREVAN

Hoy es 1º de Mayo y tenemos por delante una jornada plagada de visitas por Erevan; trataremos de hacerlas todas, con vistas a dejar mañana la capital para dirigirnos al norte, a Dilijan. Por desgracia no dejará de llover en todo el día.

Comenzamos con la Mezquita Azul, construída en el año 1900 y que funciona como centro cultural iraní, no tiene mucho que ver y la oferta cultural parece estar suspendida. Aprovechamos que justo enfrente se encuentra la Shuka 1, es decir uno de los mercados de abastos construídos en la era soviética. Nos gustan este tipo de mercados porque son muy reveladores del estilo de vida de la gente, además nos viene bien para comprar eneldo, biber (pimentón) y otras especias y hierbas, además de unos dulces hechos con frutas confitadas.

De allí nos vamos en taxi al Tsitsernakaberd (Memorial y Museo del Genocidio Armenio), situado en lo alto de una colina al oeste de la ciudad. El museo está cerrado por ser fiesta y el memorial consiste básicamente en una estructura de grandes agujas de mármol alrededor de una llama que arde permanentemente. La lluvia hace que hoy esté casi desierto, pero la abundancia de flores depositadas alrededor de la llama indica que los armenios mantienen vivo el recuerdo del genocidio que su pueblo sufrió en tierras del Imperio Turco allá por 1915. La instalación se complementa con un jardín en el que cada una de las autoridades que visitan el país ha plantado un árbol junto a una placa conmemorativa.

Bajamos caminando por los amplios y desiertos jardines y al llegar a la carretera vemos un gran mercado de textiles montado bajo un firmamento de lonas y plásticos. No es demasiado interesante, preferimos coger otro taxi que nos deje cerca del rastrillo que los fines de semana ocupa un ancho bulevar al sur de la ciudad: la avenida Pavstos Byuzand. En uno de estos desplazamientos usamos un taxi pirata y al llegar a destino le pagamos lo mismo que cobran por una carrera de aproximadamente 1 km los taxis con taxímetro: 600 AMD. El conductor se pone como una fiera y empieza a gritarnos en ruso y en alemán que el suyo es un taxi no oficial y por tanto tiene derecho a exigir el doble. El argumento no deja de parecernos gracioso, pero tenemos prisa y después de escucharle durante un minuto nos largamos sin más.

El rastrillo es un lugar interesante en el que se pueden encontrar toda clase de curiosidades, desde parafernalia soviética barata hasta auténticas antigüedades y artesanía de calidad, pero la lluvia hace que resulte muy incómodo pasar de un puesto a otro bajo los plásticos y además no tenemos el cuerpo para muchas compras; salimos caminando hacia el centro y en la Plaza de la República nos encontramos con una manifestación del 1º de Mayo.

En Armenia al parecer no se puede hablar de unidad sindical ni zarandajas por el estilo, a la mayoría de la población la efemérides les trae al fresco y los únicos que se manifiestan son los comunistas nostálgicos de la antigua RSS de Armenia, cuya bandera roja y azul con la hoz y el martillo llevan en cabecera. En total son unas 300 personas y entre ellas hay un pequeño grupo de ancianos con el pecho cubierto de medallas. Nos cuesta creer que sigan vivos tantos veteranos de la II Guerra Mundial, pero quién sabe, además puede que también se hayan apuntado los que estuvieron en las invasiones de Hungría y Checoslovaquia. La comitiva desemboca ante un monumento compuesto por la estatua de un personaje que no nos suena plantada frente a un semicírculo de columnas, el lugar ideal para que los líderes comunistas del siglo XXI se suban al estrado y lancen una encendida arenga a las masas. Nos quedamos un rato curioseando y sacando fotos, pero los discursos se nos hacen un poco largos y tenemos cosas que hacer.

En una esquina de la avenida Movses Khovenatsi cogemos una de las marchrutkas que van a Echmiadzin (200 AMD). San Gregorio El Iluminador fue un noble que vivió entre los siglos III y IV y es conocido por haber logrado la conversión al cristianismo de los reyes armenios en el 301. Este santo tuvo en Echmiadzin una visión mística y desde entonces el lugar es considerado por los armenios como su centro espiritual. La catedral, llamada Mayr Tachar (Iglesia Madre), es sede del Patriarcado y en su Sala del Tesoro (entradas a 1.500 AMD) se conserva, entre otras reliquias y objetos de culto históricos, la famosísima Surp Geghard (Lanza sagrada), supuestamente la punta de lanza con la que un soldado romano remató a Cristo en la cruz. Visitamos con calma el interior de la catedral y a la salida un taxi nos lleva de vuelta a Erevan por el mismo precio que las furgonetas.

Una vez en Erevan aprovechamos que la cocina de los restaurantes nunca cierra para comer estupendamente en la Taverna Erevan y a continuación nos retiramos al hotel para ducharnos y descansar; estamos agotados y empapados y también un poco aburridos de tanta lluvia. Por la noche salimos a explorar locales nocturnos donde se pueda escuchar jazz en vivo pero no encontramos nada interesante; saciamos la sed con cerveza y nos retiramos temprano.


Día 18: EREVAN - DILIJAN

El tiempo ha mejorado algo, pero de todos modos nos marchamos. Salimos temprano del hotel y en la plaza nos encontramos con nuestro amigo el conductor del viejo Volga negro. Está encantado de llevarnos a la estación principal de autobuses (avtokayan en armenio) del norte, a las afueras de la ciudad.

Sacamos billete para Dilijan (1.000 AMD). La carretera pasa junto al lago Sevan, uno de los centros estivales del país, pero las vistas no nos parecen muy atractivas.

Monasterio de Haghartsin (Armenia)
Monasterio de Haghartsin (Armenia)

A Dilijan se la conoce como la Suiza de Armenia por estar situada en una bonita región de bosques y prados; durante la era soviética funcionó como lugar de descanso e inspiración para muchos artistas. En la casa de huéspedes nos consiguen un taxi para visitar los cercanos monasterios de Haghartsin y Goshavank por 7.000 AMD.

El monasterio de Haghartsin data del siglo XII y está situado en una colina que domina el pueblo homónimo, en medio de un paisaje sencillamente grandioso. Consta de tres iglesias muy bien conservadas, un refectorio con arcos de piedra tallada y una colección de asombrosos khatchkar. Frente a la entrada hay un sencillo café donde aprovechamos para picar algo y degustar el típico café armenio (que nos parece bastante mejor que el que hacen en Turquía).

Por su parte, el monasterio de Goshavank data de la misma época, pero fue destruido durante la invasión de Tamerlán (de la cual Haghartsin se libró por motivos que no están claros) y más tarde quedó definitivamente abandonado al deterioro. Ahora está en pleno proceso de reconstrucción y al parecer las obras son financiadas por un magnate de los Emiratos Árabes que a la vez está construyendo un hotel en las inmediaciones. El resultado de las obras es incierto y nos parece controvertido, pero aún así es interesante ver cómo reconstruyen los elementos que soportan los techos del gran refectorio y la biblioteca. A la entrada del complejo hay un árbol viejísimo que se usa como lugar de sacrificios rituales de animales.

De vuelta a Dilijan nos damos un paseo por las tranquilas calles, incluyendo un pueblo turístico recién estrenado y que de momento parece infrautilizado.

Alojamiento y comidas en Dilijan: Al llegar al pueblo esquivamos las ofertas de un emprendedor intermediario y subimos la larga cuesta que lleva a una de las casas de huéspedes recomendadas por la guía LP: la de Nina Hovhannisyan. Nos alojan en una cómoda habitación en una casa anexa a la propiedad por 7.000 AMD por persona con desayuno.

La cena nos cuesta un extra, no recordamos cuánto, pero vale mucho la pena porque su cocina es excelente. Entre otras delicias locales nos sirven col y hojas de parra rellenas además de un brandy casero excepcional (el vino lo hemos comprado nosotros en la tienda).


Día 19: DILIJAN - ALAVERDI

El autobús para Vanadzor sale varias veces al día del centro de Dilijan. Es un vehículo muy viejo, pintado de naranja, que funciona gracias a dos grandes depósitos de gas instalados sobre el techo. Coincidimos con una pareja de jóvenes polacos que también estaban alojados en casa de Nina y nos ponemos de acuerdo para alquilar un taxi cuando lleguemos a Alaverdi.

La carretera serpentea por las montañas que ya vimos ayer y luego avanza por un altiplano que nos permite ver una cadena de cumbres nevadas; en este paraje se encuentran dos pueblos habitados por rusos: Fioletovo y Lermontovo. Las mujeres que se suben en estas paradas parecen sacadas de un cuento de Afanasiev y naturalmente hablan en ruso.

En Vanadzor nos detenemos sólo el tiempo que tarda en salir la próxima marchrutka, mientras tanto hacemos algunas compras en el mercado y echamos un vistazo a la estación de tren, contigua a la avtokayan. La terminal ferroviaria es muy grande, pero a estas horas aparece vacía, el único tren importante parece ser el nocturno que en días alternos va o viene de Erevan a Tbilisi. Está claro que el tiempo del ferrocarril ha pasado a la Historia en estos países, al menos por el momento.

Alaverdi es un núcleo de población disperso desarrollado durante la era soviética en torno a un complejo minero-metalúrgico, que todavía existe, pero que no parece ser ni sombra de lo que fue. La fábrica, que todavía arroja a la atmósfera un humo blanco y fétido, está junto al río Debed, pero buena parte de los barrios obreros se levantaron en lo alto de las grandes paredes que forman un espectacular cañón.

Nuestros amigos polacos deben volver esa misma tarde a Dilijan, por eso nos damos prisa en instalarnos en una casa de huéspedes y alquilamos un taxi para los 4. Estamos de suerte porque este taxi también es un Volga, aunque pintado de blanco; por 6.000 AMD nos lleva a los monasterios de Sanahin y Haghpat, que no están muy lejos.

Ambos monasterios datan del siglo X y en su día estuvieron muy picados por demostrar cuál de los dos fue fundado primero. Y no es que tenga mucha importancia, pero parece ser que el más antiguo es Sanahin. Para subir hasta él y al suburbio obrero adyacente los vecinos suelen usar el teleférico, si se va en coche hay que tomar una carretera que da un largo rodeo. Cuando llegamos hay bastantes turistas recorriendo el lugar, cosa que hasta ahora no habíamos visto en ningún monumento de los dos países; Sanahin es un complejo monástico realmente especial y vale la pena observar con detalle muchos de los relieves que adornan sus tenebrosos muros de piedra negra, las piedras funerarias del cementerio y sobre todo sus increíbles khatchkar. En el exterior las iglesias se ven cubiertas de musgo y desde la parte trasera del complejo se ve a lo lejos el monasterio de Haghpat, al otro lado de la profunda garganta. La estructura de Haghpat es parecida a la de Sanahin y sus edificios y relieves no son menos bellos, además de eso disfruta de vistas más despejadas sobre el valle.

Teleférico de Alaverdi (Armenia)
Teleférico de Alaverdi (Armenia)

Volvemos a la zona comercial de Alaverdi y almorzamos con los polacos en una especie de panadería. Cuando ellos se marchan nosotros nos vamos derechos a saciar la curiosidad que nos ha causado el teleférico, al que se accede por un edificio altísimo que se ve desde todas partes (al día siguiente comprobaremos que no es el único que sigue funcionando en el valle). Hay una taquilla en la terraza superior donde cada usuario paga 70 AMD por el trayecto y al cabo de unos minutos vemos llegar la cabina, que es una verdadera reliquia del pasado; el viaje no deja de ser emocionante porque el desnivel es brutal y la cabina se menea que da gusto.

Una vez arriba damos un paseo por el suburbio obrero, que es bastante deprimente. Quizá en la época en que se construyeron, estos bloques se podían considerar viviendas dignas, pero es evidente que la crisis de la industria local las ha condenado al deterioro y seguramente muchas de ellas están abandonadas.

Volvemos a usar el teleférico para bajar y nos vamos caminando hasta otro resto del pasado: el puente de piedra construido en tiempos de la reina georgiana Tamara. Hasta hace pocos años este puente aún soportaba el tráfico de la carretera principal, ahora por suerte goza de algo de descanso en una especie de parque; se caracteriza por los 4 leones de piedra que lo adornan y que, según la leyenda, rugirán cuando un hombre de verdad atraviese el puente. Tal como yo los veo, arruinados por la erosión y el aire contaminado, dudo mucho que estos pobres pedruscos sean capaces de rugir ni aunque pasara a su lado el mismísimo Nacho Vidal...

Alojamiento y comidas en Alaverdi: elegimos la casa de huéspedes de Irina Israyelyan, un caserío aislado que domina la carretera desde una pequeña elevación, a unos 3 km del centro de Alaverdi. Las habitaciones están en un anexo hecho de madera, de dos plantas, con un enorme salón en el centro y un balcón agradable con vistas. Pagamos 7.000 AMD por persona con desayuno, las cenas son aparte y no recordamos cuánto nos costaban.

La primera noche cenamos solos, en el salón situado junto a las habitaciones privadas de los dueños. Nos sorprendió ver que este salón estaba presidido por un gran retrato de un armenio cejijunto, con gran nariz y cabeza afeitada que no aparentaba más de 20 años; después nos enteraríamos de que era el hijo mayor del matrimonio, muerto en la sangrienta guerra del Nagorno-Karabakh. La cocina de Irina era bastante buena y copiosa, pero el vino lo trajimos de la tienda. La segunda noche y en el desayuno del último día coincidimos en la mesa con dos jóvenes japoneses, que nos hicieron reír mucho (uno de ellos chapurreaba el armenio), pero comían cada uno por tres y tuvimos que despabilarnos para que no nos dejaran a dos velas.

El segundo día almorzamos en el restaurante Flora, que está pasado el Puente de Tamara. Es el típico lugar frecuentado por grupos que llegan y salen corriendo de sus autocares, pero también es el único restaurante de todo el valle. Tuvimos que esperar un buen rato a que se despejara un poco de japoneses, pero al final nos sirvieron con diligencia y comimos muy bien, el menú que ofrecían era muy completo y costaba 3.000 AMD.


Día 20: ALAVERDI

Por la mañana contratamos un taxi por 8.000 AMD para ir a tres de los principales monasterios que nos quedan por ver en la región.

El primero es el monasterio de Akhtala, una antiquísma fortaleza de la que se conservan restos de sus impresionantes muros. El monasterio data del siglo XIII y alberga una completa selección de frescos, tal vez los mejor conservados de todo el país; el cineasta armenio Serguei Paradjanov, al que las autoridades soviéticas encumbraron primero e hicieron la vida imposible después, realizó en esta iglesia algunas escenas de un drama histórico titulado El corazón de las granadas. La entrada al recinto de Akhtala está normalmente cerrada y al llegar temprano tuvimos que esperar un buen rato a que apareciera el vecino que guarda la llave.

A continuación nos fuimos a Odzun, otro pueblo magníficamente situado en las alturas del cañón. El origen de su iglesia se remonta nada menos que al siglo VII y la construcción que ha llegado a nuestros días se conserva muy bien y todavía se dedica regularmente al culto. En el exterior hay una especie de símbolo fálico en piedra al que los historiadores consideran una estela conmemorativa, pero la creencia popular le atribuye el poder de dar la fertilidad.

Por último, el taxista nos deja en el desvío que lleva a la pequeña aldea de Kobayr. De allí sale un escarpado sendero que en 15 minutos nos lleva a entrever, escondidas entre árboles y rocas, las ruinas de la que fue una espectacular iglesia medieval. En algún sitio leemos que está en proceso de restauración, pero lo cierto es que la mayor parte de las techumbres de todas las naves están hundidas. Entre lo que queda de las paredes del ábside y en otras partes se pueden ver aún los frescos y la verdad es que eso justifica la visitan porque son espléndidos.

Después de comer en el restaurante Flora volvemos a utilizar el teleférico para subir al suburbio de Sanahin. A medio camino del monasterio se encuentra el Museo Mikoyan; lo encontramos cerrado pero en ese momento empieza a llover, así que perseveramos hasta encontrar a la señora que lo enseña, la cual resulta ser una sobrina lejana de los mismísimos hermanos Mikoyan.

El museo es una sencilla casa de dos plantas que encierra objetos personales y fotografías de ambos personajes; la conservadora sólo habla armenio y ruso pero por suerte en ese momento llega una familia de franceses acompañados por un guía, el cual va traduciendo al francés todo lo que nos dicen. Artyom Mikoyan, el más joven de los dos, sirvió en el Ejército del Aire como ingeniero aeronáutico y se haría mundialmente famoso por participar en el diseño de los aviones de caza MIG (Mikoyan-Gurevich); una maqueta a tamaño real de uno de los primeros MIG se exhibe en el exterior del museo. En cuanto al hermano mayor, Anastas, su figura como hombre político merece un estudio detallado, ya que fue el único miembro del Politburó que sobrevivió durante prácticamente toda la historia soviética, librándose tanto de las purgas de Stalin (a quien conoció en su época de estudiante en Tbilisi) como de los vaivenes políticos de Khruschev y sus sucesores. El Zhiguli o automóvil oficial que utilizó en sus funciones también se conserva dentro de una urna de cristal.


Día 21: ALAVERDI - TBILISI (Georgia)

Hoy abandonamos Armenia. Los dueños de la casa de huéspedes llaman por teléfono al conductor de la marchrutka para que se detenga frente a la casa, y tras desayunar nos preparamos para abordarla.

La frontera está muy cerca, pasamos el control de inmigración y allí se rompe mi pasaporte, que de tanto forzarlo para pasarlo por las lámparas de rayos ultravioletas ha acabado por despegarse de sus tapas. Esto me costará tener que dar unas cuantas explicaciones antes de volver a España y además me obligará a renovarlo mucho antes de la fecha de caducidad, pero así es la vida del trotamundos, qué le vamos a hacer...

Cuando salimos de la caseta de inmigración vemos que nuestra marchrutka sigue su camino por la carretera hacia Tbilisi, de modo que nos han confundido o hemos entendido mal, creyendo que sólo iba hasta la frontera... En fin, la cosa ya no tiene remedio y optamos por negociar con uno de los taxistas que pululan por allí. Rebajamos el precio hasta 35 GEL (nos sobra moneda georgiana de la etapa anterior del viaje), pero al llegar a Tbilisi el astuto azerí que conduce el taxi nos dice que por esa tarifa sólo va hasta la parada de Ortachala (cosa que en el fondo tiene cierta lógica) y que para llevarnos al hotel tenemos que pagarle los 40 GEL que pedía.

Nos alojamos en el mismo hotel de la vivita anterior, el Hotel David (60 € con desayuno) y después de descansar un rato nos vamos a comer un delicioso ojakhuri cerca del Ayuntamiento.

Paseamos un rato por el bulevar Rustaveli en busca de tiendas (que no abundan precisamente) y al anochecer quedamos con Antonio y Nelly para cenar. Nos llevan a otro local del Puente de Dagomir que se llama Taglaura. Es una fábrica de cerveza y no está orientada al vino, por eso no vemos a los grupos ejecutar sus ceremoniosos brindis, pero el ambiente está muy animado de todos modos.

Después nos vamos en busca de bares con música en vivo a una zona de calles estrechas cercana a la Rustavelis moedani; muchos de los bares están que no cabe un alfiler, al final nos acomodamos en uno que dispone de mesas y escuchamos a una banda bastante buena cuya vocalista ejecuta versiones electrizantes, imitando a Janis Joplin a base de alaridos orgásmicos.


Días 22 y 23: TBILISI - Praga - Madrid - Zaragoza

Ultimo día de viaje. Hoy es 6 de mayo y por aquí celebran la festividad de San Jorge (en nuestra casa es el 23 de abril). Las iglesias están concurridas, pero nada que ver con lo que vimos durante la Paska.

Cruzamos caminando despacio todos los barrios antiguos y acabamos subiendo la cuesta que lleva a la moderna catedral de Tsaminda Sameba (Santísima Trinidad), que en esta ocasión podemos admirar con tiempo de sobra. La iglesia es de planta de cruz griega y está rodeada por amplias terrazas limitadas por balaustradas, todo ello de un blanco resplandeciente. La nave central es altísima pero no es el único espacio de culto ya que en el subsuelo hay dos plantas más. Todos los iconos, pinturas y esculturas parece ser de factura reciente pero no por eso son menos deslumbrantes; nos llama la atención un enorme ejemplar de los Evangelios que se exhibe en una urna de cristal, está fabricado en un estilo típicamente medieval, con hojas de pergamino decoradas con letras de colores y miniaturas exquisitamente pintadas y las tapas son de piel repujada e incrustada de oro y pìedras preciosas.

Almorzamos en Dzveli Sakhli y al salir vemos el rastro y mercado de arte que se extienden por un parque junto al río. La calidad de las obras nos parece un poco inferior a lo que vimos en Erevan, pero aún así compramos un par de buenos cuadros.

Pasamos las últimas horas descansando en el hotel y pedimos un taxi para ir al aeropuerto a las dos de la madrugada. La mayoría de vuelos internacionales que recalan en Tbilisi lo hacen a esas horas intempestivas, alguien sabrá el porqué.

Ya al día siguiente, en Praga repetimos la excursión en bus-Metro hasta el centro histórico y como apenas son las 7h nos vemos recompensados con la rarísima visión de las calles del Hrad y el Puente de Carlos totalmente vacíos de turistas.


Relato de un viaje de España al Cáucaso en autocaravana - Piki y Enrique (Abueletes) [2011]
Viajar a ratos - Blog de los autores de este relato, con impresiones y fotos de sus viajes.