La ciudadela inca de Machu Picchu, la joya del turismo en Perú, que cada año atrae a cerca de 800.000 turistas, se ha salvado por los pelos de entrar en la lista del patrimonio mundial en peligro. Pero el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco recomendó que un panel internacional de expertos vigile la evolución del enclave, especialmente en su punto más crítico: los accesos. Y todo ello pasa en vísperas de la conmemoración, el próximo 7 de julio, del centenario del descubrimiento de la ciudadela inca por el explorador estadounidense Hiram Bingham.
A lo largo de estos 100 años, Machu Picchu ha servido de codiciado escenario para grabar vídeos musicales, anuncios comerciales para la televisión y hasta una película con cientos de figurantes llegados desde la India para filmar el musical más caro de la historia de Bollywood, este último el pasado octubre. No hay actor, futbolista, político o estrella internacional que viaje por Perú y que no sea invitado a pasear por las ruinas incas, con todo su séquito de admiradores, fotógrafos y periodistas que se mezclan con los más de 2.000 turistas que cada día acceden al lugar.
La Cámara Nacional de Turismo peruana considera que Machu Picchu significa el 70 % de los ingresos por turismo en Perú, ya que cada turista que tiene como primer destino la ciudadela inca visita entre tres y cinco lugares más (la ciudad de Cuzco, la de Arequipa, las líneas de Nazca, el Lago Titicaca y la selva) y deja en el país un promedio de 2.200 dólares (unos 1.538 euros).
El último desencuentro entre el Gobierno peruano y la Unesco no lo ha constituido tanto el número de visitantes cuanto los lugares de acceso a la ciudadela: la Unesco ha alertado en reiteradas ocasiones sobre la anarquía urbanística en Aguas Calientes, el municipio más cercano, y las ansias de sus pobladores de aumentar una y otra vez las vías de acceso a la ciudadela, como la proyectada carretera entre el poblado de Santa Teresa y las ruinas.