Cada vez nos estamos ahogando más y más en ciudades donde el espacio está siempre limitado y así también las áreas libres en las que poder relajarse y alejarse del ruido y del estrés. Así nos olvidamos poco a poco de nuestras raíces, de buscar en los viejos horizontes del centro de nuestra Península personal aquellas razones por las que nos levantábamos cada mañana. Ahí donde Quijote luchó contra los invisibles enemigos que han amenazado siempre nuestras tierras existe ese paraíso olvidado por tantos, esperando reseco a ser reinventado por otros Cervantes.
Cerca de las pequeñas colinas en las que se alzan los únicos testigos del volar del tiempo sobre esas tierras, un poco más protegida está Toledo, alzándose sobre ellos y sobre sus aires de superioridad, en plena ruta quijotiana donde pueden encontrarse aún los muros de una ciudad medieval que aún conserva las armas y algunas de las posadas que pudieron haber acogido al compañero de Sancho o a su amada Dulcinea.
No mucho más allá, en Esquivias se pueden encontrar más ofertas en alojamiento en lugares no menos míticos. Si bien hacerse una ruta en caballo como nuestro ficticio ancestro sería un poco difícil, no lo es tanto hacerlo su férrea hermana, la bicicleta. Pues la oferta en excursiones a seguir son tan innumerables como variadas.
La Mancha cuenta no solo con sus inmensas planicies llenas de cultivos vinícolas y de cereales, sino que también tiene zonas más pantanosas como las Lagunas de Ruidera y aunque en motañosidad anda escasa, si que se encuentran ciertos cambios de nivel que pondrán a prueba a los más entrenados ciclistas, pero que también pueden ser evitados por aquellos quienes no tengan tan altas pretensiones.